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Dando las nalgas (4) De dos a tres caídas pt3 Fin

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Decir que entré a una casa rodante muy elegante, sería mentir. La verdad es que era muy sencilla y descuidada.

Apenas entré y enfrente estaba un sillón de tres asientos. Estaba algo maltratado y lleno de maletas y ropa. Encima estaban las ventanas tapadas con una cortina que había perdido su color blanco.

El pasillo, en cambio, estaba despejado.

A la derecha, al fondo vi que estaban dos asientos, el del conductor y el copiloto. Detrás de esos asientos había una mesa con un par de botellas de refrescos. Entre la mesa y el sillón vi un mini refrigerador.

Pasó por mi lado el compañero del luchador. Se sentó del lado del conductor, encendió la casa rodante.

-¿Qué te parece? –Me dijo una voz atrás de mí.

Avancé al lado izquierdo de la casa rodante. Al fondo vi una puerta cerrada.

-¿Qué hay en esa puerta? –Pregunté. Avanzó el luchador y lo seguí detrás. Abrió la puerta.

-Es la recámara. –Me dijo. Era una cama matrimonial. Al fondo había una ventana y a los lados una ventanas chiquitas. Todas con sus cortinas, de un color gris que indicaban suciedad.

Entre la cama y la puerta, quedaba un espacio para una persona. A lado de la puerta, había unos cajones para guardar ropa.

-¿Le dan uso a la cama? –Pregunté coquetamente.

-No como se debe. –Respondió el luchador.

-En este viaje, será mi cama. –Dije y adopté un tono arrogante. –Me gusta estar cómoda.

-Pero es mucha cama para ti solita. –Me dijo el luchador.

La casa rodante avanzó y nos movimos. Me agarré fuerte para no caerme.

-Hay mucho espacio para todos. Mira. –Me volteé y me puse a buscar espacios donde ellos podrían acomodarse. –Uno se duerme en el sillón y el otro… -No me fijé pero en el pasillo había una cama individual. De largo era el espacio exactamente para una persona. Y enfrente estaba una estufa muy sucia y vieja. -… y el otro en esa cama.

-Las noches son muy frías por aquí… -Dijo. Sonreí haciéndome la difícil.

-Y ¿Esta puerta? –Pregunté mientras la abría. La puerta estaba al lado de la cama.

-Es el baño. –Me dijo el luchador.

Caminé hasta donde estaba el compañero.

Mi cuerpo ardía, me pedía sexo. El solo pensar que estaría con ellos, en esa casa durante dos semanas, e imaginar la cantidad de sexo que tendría, me tenía caliente.

Me senté del lado del copiloto.

-¿A dónde vamos? –Le pregunté al compañero mientras me cruzaba de piernas y miraba hacia el frente.

-Nuestra idea es salir del estado. –Dijo en tono cansado.

-¿Cuánto tiempo hacemos? –Pregunté.

-¿A dónde? ¿A nuestro destino o al otro estado?

-A… los dos. –Respondí.

-Si nos dedicáramos 100% a viajar, en 2-3 días llegaríamos al sur del país. –Me dijo.

-Pero no manejamos de noche. –Escuché la voz del luchador. Volteé a verlo y vi que se sentó en la mesa –Y normalmente, nos quedamos un par de horas en los lugares bonitos, para conocerlos.

Me pasó una botella de agua.

-Y ¿Ahorita van directo al lugar de las luchas? –Pregunté.

-No, nos vamos a desviar un poco. –Me dijo.

-¿Por qué?

-Vamos a pasar cerca de donde vive mi familia, a un par de horas. Estaremos el fin de semana y luego agarramos carretera. Para el miércoles, estaríamos llegando. –Me dijo el luchador.

-Muy bien. –Me levanté. –Pasaré al baño. –Les dije. Caminé y sentí las miradas de las dos personas. Temblando, entré al baño.

Me quedé un rato agarrando aire. 5 minutos después, saqué de mi bolsa, una bolsita de cocaína y esnifé por ambos orificios de la nariz. Estuve otros 5 minutos. Sentí que mi cuerpo se llenaba de droga.

Salí, caminé hasta donde estaban ellos. Nuevamente me senté del lado del copiloto.

La siguiente hora, nos dedicamos a platicar; la plática giró en torno a las luchas, a mi vida falsa de preparatoriana, entre otras cosas.

Cerca de mediodía nos detuvimos en un restaurante.

Me gustaba el trato que me daban, como de princesa. Y mi ego estaba al máximo. Entre plática y comida, se dieron las 2pm.

Nuevamente agarramos carretera.

Para las 5pm les pedí que llegáramos a un centro comercial ya que necesitaba comprar ropa y otros artículos que necesitaba. Y para las 7pm llegamos a un motel.

-Yo sé que soy muy fastidiosa. –Les dije cuando paramos en el motel. –Pero necesito bañarme y cambiarme. Me gusta verme bonita, me hace sentir bien.

-No te preocupes, nosotros entendemos. –Me dijo el luchador bajando de la casa rodante. El compañero bajó detrás de él y luego bajé yo.

-Creo que hoy nos quedaremos aquí. –Dijo el compañero.

-¿Les afecta esto? –Pregunté en tono infantil. –Lo que menos quiero es afectarlos.

-Es temprano, todavía podemos agarrar otras 3 horas de camino. –Me dijo. –No nos afecta, tenemos mucho tiempo.

-Discúlpame, ando muy cansada. Tuvimos una noche muy pesada y casi no dormí. –Le dije.

-No pasa nada. –Y avanzó hasta lo que parecía la oficina donde momentos antes había entrado el luchador.

Cuando se perdieron de vista, sonreí. Tenía en mis manos a estos dos hombres.

Pasados unos minutos, vi que regresaban y alegaban algo. Cuando se acercaron a mí, guardaron silencio. El compañero pasó por un lado mío sin decir palabra y entró en la casa rodante azotando la puerta. Sentí cierta molestia en él.

El luchador me vio e hizo una cara de disculpa.

-¿Qué pasó? –Pregunté. –Está enojado, ¿Por mí? ¿Hice algo malo?

-No, para nada hija. –Dijo instintivamente el luchador.

-¿Entonces?

-No te preocupes. Todo bien. –Me dio una llave. –El cuarto es tal, lo rentamos por dos horas. Puedes cambiarte tranquilamente.

-Y ¿Luego? ¿Seguiremos con el camino?

-Sí, queremos llegar a la otra ciudad lo más pronto posible. Si nos vamos ahorita, llegamos en la madrugada. –Me dijo.

-Si quieren no me arreglo y agarramos carretera.

-Ponte hermosa. –Me dijo.

-Oye, tengo hambre. –Le dije. -¿Puedes ir a comprar comida?

-Sí. –Y salió rumbo a los locales de alrededor.

Me quedé sola, parada en el estacionamiento del motel. Esta pelea me tenía excitadísima. Necesitaba una verga y sabía dónde conseguirla.

Caminé a la casa rodante. Entré y cerré la puerta tras de mí. La luz estaba encendida, y no había nadie.

-¿Hola? –Dije con duda.

-Estoy en el baño. –Dijo el compañero del luchador.

No dije nada. Caminé a la parte que era la recámara, entré y cerré con llave. Subí mi falda y me quité la ropa interior, luego quité mi blusa y el brassier, agarré una de las playeras que había comprado, era ombliguera. Al estar mis tetas enormes, el trabajo de la playera era solamente cubrirlas. Iba desnuda de abajo completamente, mis pezones se levantaron y se marcaban en la playera.

No sabía cuáles eran los planes que tenían ellos dos para mí. No sabía si tenían planeado compartirme o si sería mujer de uno solo; en este caso del luchador.

Y mi corazón bombeó más que nunca sangre. Estaba demasiado excitada, y temblaba, no solo de la excitación, sino del miedo, porque iba a coger con el compañero del luchador, y en cualquier momento, el luchador llegaría y nos podría ver.

Salí de la recamara y vi al compañero del luchador agachado, buscando algo entre las cosas del sillón.

-¿Se te perdió algo? –Pregunté.

-Solo busco… -Se calló al verme. Me miró por unos segundos, luego volteó su mirada y al instante, me miró de nuevo. Me comió de pies a cabeza. Y se volteó a seguir en lo suyo.

-¿Me decías? –Pregunté divertida.

-Na… nada. –Dijo y hasta acá escuché como tragó saliva.

Caminé directo a él y fingí buscar algo en mis cosas. Me incliné y sentí como mis tetas salían un poco por debajo de mi playera. Colgaban muy rico. Me imaginé su mirada en mis tetas. Mi cabello largo tapaba mi cara, con mis manos lo pasé detrás de mis orejas y seguí concentrada buscando mis cosas.

Vi como sus manos se pusieron nerviosas, y se movían sin sentido. Sonreí dentro de mí.

-¿Dónde estarán mis cosas? –Dije mientras me levantaba y ponía mis manos en mis caderas.

-¿Qué buscas? –Preguntó.

-Busco mi ropa interior. –Dije en tono molesto. –Aquí están, que tonta. No las vi. –Dije al aire. Saqué un par de tangas de diferente color, unos cacheteros, calzón liguero, mis brassier enormes, baby doll. Y todo lo ponía de manera distraída frente a él, en el sillón. De reojo miré que tenía una cara de asombro viendo toda mi ropa interior. –Voltéate. –Le dije fingiendo pena.

-Sí, disculpa. –Me dijo agarrando una maleta y corriendo a la recamara.

Cuando cerró la puerta, sonreí divertida. Estaba ardiendo, necesitaba una verga ya. Me mojé toda y todo eso escurría por mis piernas. Saqué mi bolsita de cocaína y esnifé por los dos orificios de la nariz.

Vacíe una de las maletas de los luchadores, eché mi ropa y salí rumbo al cuarto de hotel.

Me tomé mi tiempo para bañarme, dejar mi cuerpo limpió y oliendo rico y salir. Caminé hipnotizada a la casa rodante. El baño solo había provocado que deseara más el sexo.

Entré y vi a los dos luchadores sentados y comiendo. Sin pensarlo, caminé directo a ellos. Llegué hasta donde estaba mi luchador, me senté en sus piernas y le planté un beso que al instante me respondió.

No hubo caricias, solo el beso, nuestras lenguas se golpeaban dentro de nuestras bocas. Abrí mis ojos y vi al amigo del luchador que no perdía detalle. Le sonreí y vi que entendió mi sonrisa. No supe cuánto tiempo duró el beso. Me levanté, tomé de la mano al luchador y caminamos rumbo a la recamara.

Y antes de entrar.

-¿Nos vamos? –Le dije al amigo del luchador. Ninguno de los dos dijo nada y entré a la recamara. Cerramos la puerta.

Me subí de rodillas a la cama, extendí mis brazos para esperar y abrazar al luchador. Se subió y me tomó de la cintura. Nos volvimos a besar. El beso no fue desesperado pero si con mucho deseo, con muchas ganas de parte de los dos por coger.

Sus manos enormes, duras, fuertes, se pusieron en mi espalda y abarcaban cada centímetro. Sus caricias eran rudas. Una de sus manos se separó de mi espalda y se puso en mi cintura, luego caminó a mi vientre y subió a mis tetas que esperaban deseosas sus caricias. Y por primera vez, una mano, abarcaba toda mi teta.

La apretaba con mucha fuerza, primero una, luego apretaba la otra. Esas caricias provocaron que mis dientes se clavaran en sus labios.

-¡Ups! –Le dije mientras lo miraba y le sonreía.

Nuevamente se lanzó contra mí y me acostó en la cama.

Poniendo una mano a lado de mi cabeza, se levantó y con la otra mano levantó mi playera despacio. Miré como se iba descubriendo mi vientre, luego mis tetas que estaban cubiertas por un brassier. Me levanté poquito y me quitó completamente mi playera. Nos volvimos a besar.

Mis manos se metieron debajo de su playera y acaricié su abdomen marcado. Y me acordé de Rafa, que era un hombre que le dedicaba tiempo al gimnasio y que tenía su cuerpo trabajado. Y pensé en mí, que había empezado una dieta con Rebecca y ejercicio en el gimnasio. Quería ponerme buenísima y no solo ser una mujer con grandes tetas.

El luchador ya se había quitado su playera y yo estaba acostada boca arriba con las piernas levantadas. Mi luchador trataba de quitarme el pantalón. Cuando lo hizo, los dos nos levantamos y desesperados, nos desnudamos completamente. Puse atención a su verga y me llevé una enorme sorpresa: estaba enorme.

Instintivamente saboreé mis labios.

-Que buen gesto acabas de hacer. –Me dijo. Yo no lo miré, mi mirada seguía fija en su verga.

La verga caía, no estaba erecta y sin embargo estaba muy gruesa y larga.

Se subió a la cama y se puso de rodillas. Yo me agaché y me puse de perrito tomando con la mano la verga para levantarla y abriendo mi boca para comérmela. Me metí la cabeza y moví la lengua alrededor disfrutando del sabor delicioso. Moví mi cabeza arriba, abajo, solamente en la cabeza mientras con mi mano lo masturbaba.

El palo del luchador, despacio, empezó a tomar tamaño y me asombré como se iba poniendo gruesa. Más gruesa de lo que estaba. Y me asombré. “¿A poco se puede poner más gruesa y grande?”, pensaba mientras me la comía.

Me moví y sentí como la caravana avanzó.

-Acuéstate. –Le dije mientras lo masturbaba. Su verga había crecido un poco más pero sin tomar el tamaño real. Tampoco estaba dura, como otras. Se acomodó. Nuevamente me acerqué a su verga y empecé con el sexo oral. Pasados unos minutos, la verga solo había crecido un poco. -¿Qué pasa? Amor. ¿No te excito? ¿No te gusto? ¿No estoy buena? –Le pregunté. Gimió.

-¡Uf! Si supieras. –Me dijo con su mirada al techo.

-Dime. –Le dije y me comí su verga.

-Eres una modelo. Eres un bebé. Estás buenísima, increíble, irradias mucho morbo, mucha calentura. Eres la mujer más hermosa del mundo. –Me dijo.

-Entonces, ¿Por qué no se te para? –Pregunté.

-Porque esto para mí es un sueño. –Dijo. –Si me dejo llevar, me caliento y esto terminará muy pronto y no quiero eso, lo que quiero es cogerte toda la noche…

-Por eso no te preocupes, con esta herramienta, soy tuya. Me tendrás toda la vida e iré a donde me digas solo para coger. –Y dicho esto, su verga se empezó a mover en mis manos. Se puso dura y creció al máximo. Me mojé al verla.

Con habilidad me levantó y me acostó boca arriba. Se puso encima de mí y su verga tocó la entrada de mi panocha.

-¿Sin condón? –Preguntó. Asentí, no pude responder. El solo imaginar que eso entraría en mí me tenía ardiendo, casi me sacaba un orgasmo.

Su cabeza entró despacio y abrió, como ninguna otra verga, las paredes de mi panocha. Solo eso, me hizo sentir como ninguna otra verga me había hecho sentir. Gemí y ahogué un grito. Sacó y metió su cabeza, nuevamente mete y saca. Mi panocha la mojó. Metió la mitad de golpe y sin problema, abrí mis ojos asombrada y grité de placer. El grito duró cerca de 10 segundos.

-YA DAME, MUEVETE. –Le grité eufórica. Sin duda el grito lo escuchó su compañero. Y empezó a darme. Mete y saca, solo la mitad de su verga. Sentía la carne de su verga rozar las paredes de mi panocha. Mis gritos eran fuertes y de pronto me gustó gritar. Quería que su compañero escuchara como me cogían.

Con mis piernas, rodeé su cintura. Se inclinó y con un beso, tapó mis gritos. Tuve el primer orgasmo. Se inclinó y se puso sobre sus rodillas. Agarró mis tobillos y levantó mis piernas. Seguía metiéndomela y yo no quería que me la sacara.

Nos miramos.

-DAME MÁS, ASÍ, DAME. –Le dije. Tenía una cara de excitación enorme, esa cara que me gustaba de un hombre.

Puso mis piernas en sus hombros y se inclinó sobre mí. Sentí miedo de que me la fuera a meter toda pero no lo hizo.

Y perdí la noción del tiempo. Varió todas las posiciones del misionero durante mucho tiempo. Me sacó un par de orgasmos más hasta que sacó su verga, la apuntó a mis tetas y se masturbó para luego soltar hasta la última gota de semen.

Se acostó a un lado mío. Terminé cansada de mis piernas, de mi panocha, como nunca. Estaba respirando agitada. Mi luchador también. Sonreí.

-¡SI! –Grité feliz.

-¿Qué pasa? –Me preguntó asustado.

-Me cogiste muy rico. –Le dije viéndolo, sonriendo y levantando mis hombros.

-¿Has tenido muchos hombres en tu vida?

-Tú has sido el mejor. –Respondí.

-Pero eso no responde mi pregunta. –Me dijo.

-Varios. –Me puse boca abajo, viéndolo.

-¿Cuántos son varios? –Me dijo y de pronto sentí celos en su voz. Me acerqué y lo besé.

-Varios son varios, pero créeme, ninguno para recordar. –Le dije.

-¿Eso le dijiste al otro luchador?

-Ya no me acordaba de él, hasta ahorita que lo dijiste. –Otro beso. –Pero si te sirve de respuesta, ya no quiero separarme de esta verga ni quiero otras. –Y lo masturbé. Me acosté en su pecho y cerré mis ojos.

Despacio, los movimientos de la mano iban bajando la intensidad.

Abrí los ojos. Miré el techo. Escuché los ronquidos del luchador y lo volteé a verlo. Estaba desnudo, boca arriba y su verga desnuda caía en su estómago. Me acerqué a una de las ventanas, moví la cortina y vi oscuro. Agarré mi teléfono y vi que era la 1am. Sentí como la casa rodante se movía y solo de pensar que a esa hora seguía manejando el compañero del luchador, me hizo sentir cansada.

Me levanté, de entre mis cosas agarré una toalla y salí del cuarto rumbo al baño.

Miré al compañero del luchador, y él me vio por el espejo que tenía colgando encima de él. Me comió con su mirada y sin duda por su mente pasaron millones de imágenes.

Entré al baño. Luego de un rato, salí. Caminé hasta donde estaba el compañero del luchador.

-¿Cómo estás? –Le pregunté, sentándome del lado del copiloto.

-Bien. –Me dijo tomando algo de un vaso. –Café. ¿Gustas? –Me dijo señalando la cafetera.

Me levanté y agarré un poco. Me volví a sentar.

-Es algo tarde para ir conduciendo. ¿Por qué no te detienes en un motel para descansar? –Le pregunté.

-Voy cansado. –Dijo y bebió más café. –Estamos cerca de llegar a la ciudad, unos 40 minutos. –Su voz sonaba algo nerviosa. Quizá por verme a su lado en toalla, desnuda de abajo y recién cogida por el luchador. No estaban acostumbrados a conocer a gente tan liberal en el sexo. Y ese pensamiento me excito más.

Me crucé de piernas y mientras bebía café, miré la carretera oscura, solo se iluminaba el camino por los focos de la casa rodante.

-¿Nos escuchaste? –Pregunté, de la nada.

-¿Perdón? –Dijo.

-Grité muy fuerte. ¿No? –Y le hice una mueca de pena.

-No pasa nada. –Me dijo. Y esa respuesta me excitó aún más. Eran unas personas muy respetuosas conmigo. "Pero cuando termine este viaje, serán de otra manera”, pensé.

Se hizo un silencio por unos 5 minutos. Bebí un último sorbo de café y me levanté. Caminé rumbo al cuarto más excitada que antes. Entré y cerré la puerta.

Subí despacio la cama, gateando, hasta llegar a la verga del luchador. Pasé la lengua por todo el palo, desde las bolas hasta la cabeza. Repetí el movimiento varias veces. Mamar verga me gustaba, y mamar algo de esas dimensiones, era un placer total. El luchador se movió y soltó un gemido. Me metí la cabeza y empecé a succionar. Luego, arriba, abajo. Y pensé en mi hermana y no en los problemas que tenía, sino que me dio envidia porque ella sabía mamar profundo y yo no.

Yo solo alcanzaba a meterme la cabeza y una pequeña parte de esa verga. Mi hermana sin duda se la comería toda.

Sentí como el luchador se movía más y su palo empezaba a tomar tamaño. Arriba, abajo, pasaba la lengua por todo el paso, chupaba sus bolas, lo masturbaba. Disfruté de su verga durante 10 minutos. Luego me levanté y saqué un condón. Se lo puse y me acomodé encima de él.

Me levanté poquito y pasé su palo por toda la rajita de mi panocha. Me sobé un rato con ella. Solté líquidos que escurrieron por mis piernas. El luchadora ya se había despertado y acariciaba mis piernas y mi cintura con sus manos. Las subió para agarrar mis tetas y apretarlas.

5 minutos después, estaba lista. Me dejé caer despacio, pero no batalló en entrar el palo en mí. La cabeza, una parte de la verga y después ya no pudo entrar más. Tuve un orgasmo. Sonreí.

Me dejé caer encima del cuerpo del luchador, con la mitad de la verga dentro.

-Déjame agarrar aire, papi. –Le dije agitada. –Qué suerte tiene tu mujer de tener una verga de esta magnitud en su casa.

-Y lo disfruta muy bien. –Me dijo apretando mis nalgas y dándome besos en mi mejilla. Y esa confesión fue como si me hubiera puesta una inyección de adrenalina. Algo se encendió dentro de mí.

Me levanté y comencé un arriba y bajo, despacio, moviendo mis caderas de una manera sensual. Sentía como aparecía y desaparecía esa verga.

-¿En serio? –Le dije muy excitada. -¿Cogen mucho? –Pregunté.

-Mi mujer me ha confesado que no puede vivir sin esta verga. –Dijo. Solté un chorro.

-¿La mama rico? –Pregunté y me incliné para darle un beso. Luego me levanté un poco y mis tetas quedaron colgando, tocando su pecho.

-Es la mejor mamando, se la come toda. –Me excitaba lo que me contaba. –Tus tetas te cuelgan riquísimo. –Me dijo. –Están redondas, bien duritas y todavía no se te caen como a otras.

-Que bien que las aprecies. –Le dije. Moví lentamente mis nalgas y mis caderas. El movimiento que más me gustaba hacer estando arriba.

-¿Por qué lo dices? Los que te han cogido, ¿No les gusta? –Preguntó. Lo miré directamente a los ojos y noté que estaba igual de excitado que yo.

-No. La mayoría solo llega a cogerme y se va. –Dije entre gemidos.

-¿Con cuántos has cogidos? –Me preguntó también gimiendo.

-Con muchos. –Gemí.

-Dime un número. –Dijo.

-Son muchos, ya perdí la cuenta. –Moví mis caderas más rápido.

-¿Mas de 20?

-Sí, quizá más. Ya no lo sé. –Dije y sentí que estaba a punto de tener un orgasmo.

-Cuéntame una de las historias. –Dijo.

-Con el novio de mi amiga. –Miré al techo y cerré mis ojos. En mi cabeza apareció Victor. Y sin pensarlo, empecé a hablar. –Mi mejor amiga, Marcela. –Dije. Las caderas se movían lo más rápido que podía moverlas. –Fue el primer hombre con el que engañé a mi novio, y por este motivo, le tengo un cariño especial. –Tuve un orgasmo pero no dejé de moverme. Ese placer que sentí no era suficiente, aún no había acabado.

-¿Qué quieres de él? –Apretaba mis tetas con mucha fuerza, me dolía y me gustaba.

-ASÍ, APRIETAME MAS FUERTE, DAME MÁS. –Grité.

-¿QUÉ QUIERES DE ÉL? –Me gritó.

-QUIERO QUE SEA MI AMANTE TODA LA VIDA, PENDEJO. –Grité eufórica. Me olvidé completamente de coger bien. Me empecé a mover encima de él como una loca. –NO MI ESPOSO, QUIERO QUE RAFA SEA MI ESPOSO, PERO QUE VICTOR SEA MI AMANTE. –Estaba completamente perdida y necesitaba otro orgasmo.

Se hizo el silencio durante unos segundos. Se escuchaba el golpear de la cama con las paredes de la casa rodante, nuestros gemidos, el entrar y salir de la verga con mi panocha.

-Tú eres la segunda puta a la que no le pago. –Me dijo.

-¿Cómo? –Pregunté instintivamente.

-Ciudad a la que vamos, ciudad donde contratamos prostitutas. –Me dijo y se movió con más fuerza para cogerme. –Pero tú eres la segunda fan en mi vida, y eso es diferente.

-Pero soy la más buena, ¿No? –Le pregunté gimiendo.

-Eres una modela, la mujer más hermosa de este mundo.

-Y la que mejor coge. –Dije.

-Sin duda. –Y entre penetraciones, besos, caricias, nuestros cuerpos terminaron unidos por nuestros orgasmos. Mi panocha apretaba su verga, y su verga se hinchaba dentro de mí panocha.

-LA MEJOR COGIDA DE MI VIDA. –Grité lo más fuerte que pude. Y saliéndome de su palo, caí a un lado del luchador.

No tenía fuerzas para nada. Ni para respirar. Tardé mucho tiempo en llenar mis pulmones de aire y para ese momento, mi cuerpo se agotó hasta hacerme dormir.

Sentí frío entre mis piernas. No pude abrir mis ojos de lo cansada que andaba, pero la sensación me despertó. Dejé cerrados mis ojos. Mi cuerpo me pidió dormir más, y al mismo tiempo me pidió despertar para disfrutar de lo que pasaba en mi panocha. Sonreí dentro de mí.

La lengua golpeó la parte de arriba de la rajita un rato. Solté un gemido y sonreí dentro de mí. Mis ojos seguían cerrados. Entró un dedo y me masturbó. Arqueé mi espalda y seguí gimiendo. El sexo oral me había despertado riquísimo.

Abrí mis ojos un poco y miré por la ventana a través de las cortinas y se notaba luz. Solté un chorro y llevé mis manos a la cabeza de la persona que me estaba haciendo el sexo oral. Su lengua se encargó de limpiar mis líquidos y mojó aún más mi cuevita. Abriendo más los ojos, bajé mi cabeza y miré al luchador entre mis piernas.

Nuevamente cerré mis ojos, pero ya no de sueño sino de placer y apreté su cabeza contra mí. Empecé a moverme.

-Así papi, chúpame así, más. –Gemía. Solo se escuchaba la lengua y los dedos mojados, salir y entrar de mi panocha.

Subió sus enormes manos a mis tetas y las apretó. Yo rodeé con mis piernas, su cabeza y lo forcé a quedarse ahí.

El orgasmo estaba a punto de llegarme. Me puse dura, y me dejé llevar hasta soltar el último chorro. El luchador, con sus labios, chupaba mis labios vaginales. Solté mi cuerpo, quité mis piernas de su cabeza y me dejé caer en la cama, agitada.

-Buenos días. –Me dijo sonriendo y levantándose.

-Muy buenos días. –Le dije sonriendo, entre gemidos. Lo miré y su verga enorme apuntaba al techo. Al instante, mi cuerpo me ordenó meterla. Mi panocha se mojó.

-¿Dónde están los condones? –Me preguntó.

Rápidamente me levanté, me puse en cuatro apuntando mis nalgas, mi culo y mi panocha hacia el luchador, y yo mirando hacia la ventana.

-En mi pantalón, creo que ahí debe haber uno. –Le dije, caliente.

Agarró mi pantalón y buscó en las bolsas hasta que encontró uno. Mientras lo abría y se lo ponía, con una mano acaricié mis nalgas, luego mis tetas. Las miré y me encantaban. Mis tetas eran perfectas. Las apreté. Luego agarré una y la llevé a mi boca. Me metí un pezón y lo mordí despacio. Me gustó. Luego lo chupé. Estaba encantada.

Sentí unas manos en mis caderas, luego abrieron mis nalgas. La cabeza de la verga tocó mi cuevita, y sin pensarlo, la metió rápido, pero tan solo la mitad.

Abrí mis ojos sorprendida. De mi boca salió un grito, gemido.

-Hay papi, delicioso. –Gemí. Empezó a cogerme. Atrás, adelante. Me movía a su ritmo tomándome de mis caderas. –Más, más. –Le dije.

-Si perrita. ¿Te gusta? –Preguntó.

-Me encanta. –Dije.

-¿Te habían cogido así antes?

Sí papi, pero tú eres el mejor por mucho. –Gemí. Mi cuerpo caía por a lado de mi cabeza, sobre mis hombros. De ahí me tomó y me dio un par de embestidas fuertes. –Y tú esposa, ¿Te da las nalgas de esta manera? –Pregunté.

-A veces. –Respondió. Se inclinó para tomarme de las tetas. –No tanto… como… quisiera. –Y se hizo el silencio.

En ese cuarto de la casa rodante, solo se escuchaban nuestros gemidos, la cogida riquísima que me estaban dando y la cama golpear con las paredes. Luego de un rato, tuve un orgasmo y caí en la cama. El luchador aún no había terminado. Levanté mis nalgas, estando acostada en la cama, el luchador me la metió un rato más hasta que terminó.

Nadie dijo nada por 10 minutos.

-¿Dónde estamos? –Pregunté haciendo la cortina a un lado y viendo para fuera. Parecía un estacionamiento.

-Es un motel. –Me dijo. –Llegamos luego de terminar la segunda ronda en la madrugada.

-No me di cuenta cuando llegamos. –Dije.

-Apenas terminamos y caíste rendida.

Puse mi cuerpo completo encima de él y quedamos de frente.

-Es que tú me llenas, papi. –Le dije coquetamente. –Con esa herramienta que tienes, llenas a cualquiera. –La pude sentir en mi panochita.

-Pero no quiero llenar a cualquiera, solo a ti. –Me dijo.

-Y yo no quiero que llenes a cualquiera, solo a mí. –Y nos besamos. -¿Qué hora es? –Pregunté.

-Las 9am. –Respondió.

-Y ¿A qué hora nos vamos?

-Nos quedaremos en esta ciudad. Saldremos mañana temprano. –Dijo.

-¿En qué ciudad estamos? –Respondió. -¿Qué vamos a visitar? –Pregunté.

-Vamos a tomar un tour por un bosque, entre montañas, mucha vegetación y en medio hay una cascada. –Y me dijo el nombre del lugar. –Es un lugar hermoso. –Y sí, me lo imaginé en mi mente y pude ver el lugar más hermoso.

Y por un momento me olvidé de toda mi vida; de Rafa, de sus mujeres embarazadas, de mis papás, del narcotráfico, de las muertes… y de un brinco, que me provocó mi corazón al llenarse de alegría, me levanté y me puse encima de mi luchador.

-Y ¿Qué esperamos? –Le pregunté. –Vamos a arreglarnos. Necesito bañarme.

-Es hasta las 3pm. –Me dijo poniéndome una mano en mi nalga.

-Perfecto, me dan oportunidad de arreglarme en una estética. –Me levanté y me envolví en una bata. Salí del cuarto de la casa rodante. Estábamos solos. Tomé unas bolsas donde tenía ropa y caminé fuera de la casa rodante. Sentí un poco de frío. –Oye, está frío el clima. –Le dije a mi luchador.

-En la mañana es un clima fresco, agradable. Durante el día, sube un poco la temperatura, pero no deja de ser un clima rico. –Escuché. Era un lugar perfecto para vivir. “En el norte hace calor en la mañana, en la tarde y en la noche”, pensé.

En bata, salí de la casa rodante y fui a la recepción. Pagué un cuarto y entré a bañarme. Me tomé mi tiempo y para las 11am salí del cuarto con una camisa de manga larga de color blanca con puntos negros, una falda color negra que me llegaba a mitad de las piernas y tenía un cinto rojo. Y unos tacones negros. Debajo traía una ropa interior amarilla. Con la falda que traía mostraba los calzones, así que me puse un short de licra negro que solamente cubría mis nalgas.

Mis labios eran de color rojo y caminé rumbo a la casa rodante con unos lentes de sol puestos.

Entré y miré a mis luchadores comiendo.

-Julia, la comida ya está… -Y se quedaron callados al verme. Noté que mi luchador puso un rostro lleno de lujuria y sin duda por su cabeza pasaban millones de formas que deseaba cogerme en ese momento. En cambio, el compañero me comió sin pena con la mirada, luego se volteó a su plato y siguió comiendo.

-¿Me decías? –Le pregunté a mi luchador con una voz coqueta y a la vez caliente.

-Que… que… -Tragó saliva. –Que compré lo que pediste.

Me senté con ellos a comer. Llevaba mi dieta estricta de comida y también de ejercicio. Durante ese viaje no podría llevar a cabo lo segundo, pero sin duda el sexo lo suplía mientras.

Estuvimos platicando en la comida de su evento en las luchas. Terminamos alrededor de una hora y para medio día les pedí que me llevaran a la estética.

Llegamos, había poca gente. Me hicieron un manicure y pedicure. Amaba mi cabello largo lacio pero le hacía falta un retoque a las puntas. Pero en lugar de eso, mejor pedí que me hicieran unos rizos. Decidí que otro día le daría el cariño a mi cabello.

Para la 1:30 – 2:00pm, estaba saliendo más coqueta que nunca. Estaba viviendo la vida que deseaba, sin problemas ni preocupaciones. No olvidé para nada la vida que tenía en esos momentos y para que estaba con esos dos luchadores pero mientras duraba esto, lo aprovecharía.

-Estoy lista. –Dije entrando a la casa rodante. De alguna manera intimidaba a los dos hombres que tenía frente a mí. -¿Qué? –Les pregunté con pena al ver que no se movieron y me miraban con cara de bobos. –Vámonos. –Les dije y los dos se voltearon poniendo su cara en la carretera.

En 20 minutos salimos de la ciudad y en 10 minutos entramos entre la brecha y llegamos a una casa que tenía un estacionamiento enorme. Había un montón de autos y personas caminando por todos lados. Se estacionó la casa rodante y nos quedamos un rato dentro sin movernos.

Miré alrededor. El clima de ese lugar hacía ver a los arboles grandes, llenos de vida, hermosos. Pensé en la brecha que acabamos de pasar y pensé en la brecha donde Rafa me llevaba para coger. Estas últimas estaban secas, mucho mezquite y los árboles que había estaban sin muchas hojas o en ocasiones secos.

“Pero las brechas de allá son especiales para mí”, pensé y recordé las veces que estuve empinada con una verga dentro de mí.

Luego de un rato, bajamos agarrando nuestras maletas. Vimos a unas personas cerca de una barda de madera y nos juntamos con ellos. Batallé en caminar ya que el camino era de grava. Me detuve un momento para ver a todas las personas y me di cuenta que no iba vestida como debía. Todos iban con pantalón o pants, tenis y playera. Yo, era la clásica mujer fresa, acompañada de dos hombres. Esa mujer que entraba a todos los lugares y robaba miradas. Esa puta, que todos miraban y pensaban “Se la han de coger todo el tiempo. Yo me la cogería”. Pensé un momento en esas mujeres que tantas veces vi y juzgué, y me puse en su lugar. Me encantaba ser una puta.

Adopté una actitud arrogante.

-Dame la mano. –Le dije a mi luchador. Lo hizo y caminé despacio entre la grava. Llegamos entre la gente y vimos que todos miraban el bosque a donde entraríamos. Y realmente, en mi imaginación me quedé corta. Si el cielo existiera, sin duda ese era el lugar. –Amor, es precioso ese lugar. –Dije en voz alta para que todos escucharan y voltearan a verme. Le puse un acento de niña fresa.

-Sí, es precioso. –Me dijo. No nos habíamos soltado de la mano.

-Estoy pensando que no vine vestida adecuadamente. –Dije. Y noté que algunos hombres voltearon a verme y me comieron de pies a cabeza. –Los bichos me van a picar y a comer todo el tiempo. –Le dije poniéndole salsa extra a las palabras picar y comer. Más de uno lo habrá tomado de la manera que yo deseaba.

-Creo que traigo repelente. –Dijo mi luchador. Luego de un rato no encontró. –Lo siento, creo que si te van a picar bien y bonito.

-¡Ash! Amor. –Una muchacha de enfrente me ofreció el suyo. Era en aerosol. Lo usé y se lo regresé. –Muchas gracias, me has salvado la vida. –Dije.

Sin duda estaba llamando la atención de todos y eso me gustaba. Todo este juego me excitó y deseaba coger en medio del bosque.

Nos habló el guía y nos dio un par de instrucciones antes de salir; nos dijo que siguiéramos el camino y que era importante no retrasarse, que se harían un par de paradas donde nosotros podríamos convivir con la naturaleza, que llegaríamos a nuestro destino que era la cascada. Y que los que quisiéramos, lleváramos ropa adecuada para bañarnos.

-Esto será muy difícil. –Dije al aire cuando nos quedamos solos.

-¿Qué pasó? –Preguntó mi luchador.

Nos separamos de su compañero y hablando a solas.

-Quiero coger en medio del bosque pero hay mucha gente y por lo que se ve, mucha vigilancia. –Dije.

-Por un momento pensé lo mismo. –Me dijo. –No se podrá. –Nos dimos un pico.

-Sí se podrá. Espérame. Preparen todo. –Y caminé rumbo a donde estaba el guía. Había más trabajadores. –Disculpe.

-Dígame. –Dijo asombrado y despistadamente me comió de pies a cabeza.

-Oiga, mire, le hablaré de forma directa. ¿Cuánto me costaría un tour algo más privado? Quisiera tomar mi tiempo, caminar despacio con mi novio, disfrutar con él el paisaje.

-Lo siento señorita, pero por su seguridad, debemos mantenernos juntos. El camino que tomaremos está libre de animales. Es seguro. –Me dijo.

El dinero abría cualquier puerta y en ese momento lo usaría.

-Mire, son $5mil pesos. –Le dije mostrándoselos. –Estoy segura que existen otros caminos, otros lugares hermosos los cuales visitar. –Se quedó un rato callado.

-Permítame. –Me dijo y caminó hacia la oficina. A los 5 minutos regresó. –Mire, hay un camino algo más privado, llega a un río y cae en una cascada más chica a la que vamos. El tour al que vamos dura 3 horas: es media hora de ida y media hora de vuelta, más descansos y bañarse en la cascada. El camino del que le hablo está a 10 minutos. La política es que no podemos dejarlos solos. Lo que podemos hacer es dejarlos 1 hora en ese lugar del que le hablo y luego ir por ustedes y traerlos aquí.

-1 hora es poco. –Le dije haciendo una mueca. Saqué todo el efectivo que traía. –Son cerca de $15mil pesos, tome $5mil para usted y dele lo demás a su jefe.

-Imagino que quiere más tiempo. –Me dijo.

-Estaremos antes de que lleguen todos. Prometido. –Sentencié.

Caminó a la oficina y regresó.

-Muy bien. 2 horas y media y regresan. –Me dijo.

-Muchas gracias. –Dije sonriendo y caminando entre la grava. Llegué con el luchador. –Buenas noticias. –Le sonreí feliz. Lo tomé de la cintura y él de mis brazos. –Vamos a tomar otro camino tú y yo solos… -Nuestros labios se unieron.

-Que bien. –Dijo y agarró la maleta de los dos.

Y esperamos. Luego de un rato nos mezclamos entre la gente, y ellos empezaron a seguir al guía. Nosotros nos quedamos un poco más atrás. Nos acompañaba otro de los trabajadores.

Cuando la gente avanzó, en un camino marcado y se perdió entre los árboles, la otra persona nos habló.

-Síganme. –Caminamos entre los árboles. Aquí no había un camino marcado. Cerca del minuto se detuvo. –Por aquí es. –Señaló el camino con la mano. –Avancen toda la línea de árboles y llegarán a un descanso. Luego del descanso, mirarán un camino, avancen por ahí y llegarán a un río. Siguen el río y al final está la cascada.

-¿Cómo vamos a saber cuál es el descanso? –Preguntó el luchador.

-Verán troncos tirados pero acomodados. Forman una tipo sala. La van a reconocer en cuanto la vean. –Dijo.

-De acuerdo. –Dije ansiosa porque se fuera.

-Tomen este radio. –Lo agarró mi luchador. –Cualquier cosa que necesiten, hablen. No se preocupen, el camino es seguro, salvo por alguna víbora que es lo peor que les puede salir pero salen huyendo al menor ruido. –Asentimos. Yo temblaba de la excitación.

Nos vimos un rato los tres y luego nos dejó solos el trabajador.

-Vamos. –Me dijo dándome la mano y yo caminando por delante. Mis tacones no ayudaban y a eso se le agregaba el camino lleno de pozos, piedras, ramas y otras cosas.

Caminé despacio, siempre mirando donde pisar. Los árboles eran enormes, tapaban la luz del sol. Brincamos troncos que tapaban el camino, nos quitamos ramas de la cara, en fin. Cerca de los dos minutos, cuando supe que estábamos lejos de todo mundo, volteé hacia mi luchador, me puse de puntitas y nos besamos. Con gran habilidad, aventó la maleta a un lado, me agarró de las nalgas y muy fácil me levantó. Rodeé su cintura con mis piernas.

Nuestras lenguas jugaban y se golpeaban entre sí. Me llevó hasta un árbol y me recargó. Me bajé y seguimos besándonos.

Rápidamente, sus manos enormes y fuertes, subieron mi playera y levantaron mi brassier en busca de mis tetas. Las apretó y las masajeó. Mojé mi ropa interior. Bajé mis manos en busca de su verga.

-Oye. –Le dije separándome y sonriéndole. Con mis dos manos quité su cinto y bajé el pantalón. –Esto ya está grande.

-Desde que llegamos, no he dejado de pensar en todas las formas posibles en que te metería la verga. –Dijo.

-Hay papi. –Le dije mientras lo masturbaba. –No lleno de esta verga, es increíble. La mejor. –Me volteó y puse mis manos en el árbol. Levantó mi falda. Sentí la cabeza de su verga entre mis nalgas y meter mi ropa interior entre ellas. Al mismo tiempo, mordía mis orejas y besaba mis mejillas.

Pegué una de mis mejillas al árbol y saqué mi lengua para golpear la de él.

-Me calientas, putita. –Dijo. Agarró mi calzón con fuerza y lo bajó hasta las rodillas. Intenté agacharme para quitármelo. –No, así déjalo perrita. –Dijo.

Sentí como aquella cosa enorme se abría paso entre mis nalgas y tocó mi culo.

-Más abajo. –Le dije entre gemidos. Sus manos abrieron un poco mis nalgas y bajó la verga. La sentí en la entrada. –Ahí… empuja… despacio. –Le dije.

Yo ya estaba húmeda, pasó su verga por mi panocha, la mojó y luego embarraba todos mis líquidos por las nalgas. Sentía frío donde me mojaba. Empecé a gemir. Y de un golpe me la metió. Solté un grito que sin duda escucharon en todo el bosque. Se quedó un rato sin moverse. Los dos estábamos inmóviles. Traté de abrir mis piernas y no pude con el calzón. Podía sentir la verga gruesa abriendo mis nalgas.

Sentí como se inclinó y se agarró del árbol. Se movió, movimientos lentos, despacio, adentro, afuera. Me agaché, despacio, mientras disfrutaba. Me agaché un poco más. Y me asombré por la flexibilidad que tenía. Nunca lo había intentado. Y me gustó. Puse mis manos al pie del árbol.

El luchador olvidando su palo grueso, empezó a darme con fuerza, rápido. Yo gemía de dolor y de placer.

-¿Te gusta? Putita. –Me dijo.

-Me… encan… ta. –Gemí. Agarré aire. –Me llenas tanto. Eres el mejor. –Gemimos los dos. -¿Así te coges a tu vieja? ¿La pones de perrita? –Le pregunté.

-Sí, le gusta a la puta de mi vieja.

-Y ¿Se traga tu lechita? –Pregunté. Seguíamos gimiendo.

-No, no le gusta. –Respondió.

-Avísame para tragarme tu leche. –Gemidos. Se escuchaba el golpear de sus piernas con mis nalgas.

Al minuto, tuve un orgasmo. Solté mi cuerpo pero la fuerza del luchador me mantuvo empinada. Siguió empujando. Yo estaba satisfecha. Segundos después:

-Me vengo. –Me dijo y sentí como se salió de dentro de mí. Me volteé y me agaché. Acomodé mi cabello largo atrás de mí mientras miraba como se masturbaba. Abrí mi boca y me metí la verga.

Salió el primer chorro, luego el segundo, tragué lo más rápido que podía. La leche me encantaba. Soltó más chorros hasta que  terminó.

Gemía como loco el luchador. Le mamé la verga un rato para limpiársela.

-Listo. –Le dije cuando la vi y no tenía ni un rastro de semen. Le di un beso a la cabecita. Me levanté y acomodé mi ropa. El luchador hizo lo mismo. Cuando terminamos, nos acercamos y nos besamos. –Muy rico papi.

-Tú lo haces demasiado rico, no tienes límites ni miedos. Eres increíble. –Le sonreí en agradecimiento. Lo tomé de la mano y seguimos caminando a mi ritmo.

Me encantaba que me dijeran que era buena cogiendo. Caminaba orgullosa. Pasamos el descanso sin detenernos y luego de 10 minutos llegamos al río.

-Vamos por buen camino. –Le dije. Avanzamos cerca del río y mientras más caminamos, más fuerte se oía el sonido de una cascada. Y llegamos.

Vimos como el agua caía hacía un pozo. La cascada no era grande como las de las películas. El agua brillaba de limpia. Alrededor del pozo había unos árboles enormes que cubrían y daban sombra.

Nosotros estábamos encima de la cascada. Para bajar, había que rodearla.

-Permítame. –Me dijo el luchador. Con facilidad me cargó como los esposos cargan a sus esposas en la noche de bodas. Rodeó la cascada y llegamos abajo.

Y era hermoso. Era perfecta aquella cascada, como caía el agua, como golpeaba abajo con un par de rocas que había. Puse atención y el agua, clara y limpia, corría despacio para un lado. El luchador me bajó y me acerqué a tocar el agua. Estaba fría pero muy rica.

-¿Cuánto medirá la cascada de altura? –Le pregunté viéndola.

-Unos 3 metros. –Me dijo. –Creo que detrás de la casada se ve una cueva. –Puse atención y parecía que sí.

-Vamos a averiguarlo. –Le dije mientras me quitaba la ropa. A los minutos quedé completamente desnuda. Las tetas me colgaban riquísimo. Miré al luchador y no me quitaba la mirada de encima. Estaba asombrado. –No te quedes ahí, vamos. –Rápido se quitó la ropa. Caminé para atrás, luego corrí, mis tetas saltaban al ritmo de mis pasos y me aventé.

Caí dentro del agua. De pronto me entró la desesperación ya que no iba subiendo. Caía y no toqué fondo. Me asusté, no sabía nadar. Empecé a hundirme. “Ayuda”, pensé. Pataleé y manoteé tratando de subir pero no obtuve éxito. Sentí las manos de mi luchador y con fuerza me subió. Salí agarrando aire de manera instintiva.

-¿Qué pasó? –Me preguntó sonriendo.

-Ca… ca… calla… te… tonto… -Le dije agarrando aire. Puse mis manos en sus hombros. -¿Hasta dónde te llega el agua? –Pregunté.

-A mi pecho, casi a los hombros. –Me dijo mirando. Cuando estuve más tranquila, miré y sin duda aquel lugar estaba muy hondo para mí.

-Casi me ahogo. –Le dije y sonreímos. Nos miramos un rato y luego, nos besamos. Rodeé su cuello con mis manos y él puso sus manos alrededor de mi cintura. –Llévame a la cascada. –Le pedí.

-Ponte detrás de mí. –Me dijo y me acomodé en su espalda. Empezó caminar. El sonido de la cascada era muy fuerte cuando golpeaba abajo en el agua. Nos acercamos y nos metimos debajo de la cascada. Nos golpeó la cabeza muy fuerte el agua que caía.

Atravesamos la cascada y efectivamente había una cueva. Nos metimos. Era muy pequeña, solo cabían un par de personas.

-Esta cueva la hicieron. –Me dijo el luchador acercándose a una de las paredes. Lo vi ahí parado, desnudo completamente, con aquel cuerpo bien trabajado y su verga enorme y gruesa mirando sus pies.

-No entiendo. –Le dije acercándome. Lo abracé por atrás y miré por un lado de él.

-Pon atención, las piedras están golpeadas, no les sale ni un pico. –Me dijo. –Cuando la hicieron, quitaron todos esos detalles que tiene una cueva que nace de manera natural. –Dijo al aire.

-A mí me parece un buen trabajo. –Le dije sobando su abdomen.

-He estado en cuevas grandes, donde caminamos muchos metros e incluso agarramos elevadores para seguir bajando. –Me dijo.

-Y ¿No te da miedo? ¿No te da...? ¿Cómo se llama esto? –Me quedé un rato pensado. -¿Claustrofobia? –Dije.

-Se siente un poco la presión en el aire mientras bajas.

-Yo más bien creo que esta cueva la hicieron para algo más íntimo. –Le dije y bajé mis manos a su verga para masturbarlo. Mi mano subía y bajaba lentamente. –Estar cogiendo con una sábana de agua cubriéndonos. Con esa música hermosa que produce cuando cae y golpea las piedras. –Besé su espalda.

-Sí mami, así sigue. –Me dijo. Rápidamente la verga tomó tamaño.

-Oye, me sorprende la capacidad que tienes para mantener tu verga parada. –Le dije.

-Mírate, estas buenísima, coges delicioso, eres caliente. –Se volteó y nos besamos. –Todo el día pienso en cogerte, mi verga no quiere descansar. Es imposible no mantener una erección.

Sin decir nada más, sin quitarle la mirada de sus ojos, me acosté boca arriba y abrí mis piernas. Él abrió un condón que traía en la mano. Vi como se lo puso. Le llegaba a la mitad.

-Ver que un condón no te quede, me excita demasiado. –Le dije mientras mi panochita se mojaba.

La tierra y las piedras me picaban la espalda. El luchador se agachó y se metió las tetas a su boca. Subió despacio a mi boca y nos besamos. Su verga tocó mi panocha y despacio fue entrando. Abrí mis piernas para hacer más fácil su trabajo.

Se levantó un poco y puso una mano en mis tetas. Yo rodeé su cuello con mis manos. Y empezó, arriba, abajo. Lento, despacio. Escuchaba el agua caer, nos caían gotas en nuestros cuerpos. Su verga no dejaba de taladrarme, sus manos de apretar mis tetas. Se agachó para besarme.

Estaba haciéndome el amor riquísimo.

Levanté mis piernas y las puse en sus hombros. Él puso sus manos a lado de mi cabeza y metió su verga lo más que pudo. Dentro, fuera.

-Así, más, más. –Le dije gimiendo. El orgasmo estaba a punto de llegarme. Nos miramos, y al mismo tiempo nos pusimos duros. Nos llegó el orgasmo. Sentía como se hinchaba su verga dentro de mí. –Espera, no te salgas de dentro de mí. –Le dije gimiendo.

-Está bien. –Me dijo cansado sosteniéndose con sus manos.

A los 5 minutos que sentí que su verga se puso flácida, se quitó y se puso a un lado de mí.

-Este es un buen lugar para coger. –Le dije viendo la cascada y la cuevita. –Es hermoso, lindo.

-Sí, me gusta imaginar cuantas personas han venido aquí a coger. –Dijo mi luchador.

-Imaginar a todas esas mujeres, desnudas, abriendo las piernas para sus hombres. Gimiendo de placer, siendo putas… -Imaginé a una cantidad de mujeres cogiendo.

Silencio. Solo se escuchaba el sonido de la cascada. A los 10 minutos salimos de la cascada y llegamos a la orilla. Secamos nuestros cuerpos y nos pusimos la ropa. Caminamos rumbo a la entrada del bosque.

La persona que nos había rentado ese camino, se sorprendió al vernos llegar 40 minutos antes de lo acordado. Comimos un poco, llegaron las demás personas. El compañero del luchador nos preguntó que donde nos habíamos metido. Con una sonrisa de complicidad, el luchador le dio a entender que nos perdimos para coger.

La gente del lugar nos dijo que organizarían una fiesta. Salimos y caminamos unos metros para llegar a una casa que había a un lado. En el patio estaban mesas y sillas.

La fiesta duró un par de horas. Momento que aproveché para perderme con el luchador, meternos en la casa rodante y seguir cogiendo. Después de coger, salimos a disfrutar los minutos que le quedaban a la fiesta.

Cuando se acabó, arrancamos a un hotel. Terminamos cansados y solo nos quedó dormir. A la mañana siguiente, para las 10am sentí como se movía la casa rodante. Salí con una bata puesta y miré a mi luchador manejando y al compañero descansando en el sillón.

Había comida y me senté a comer. Platicamos de a donde iríamos. Me dijeron que pasaríamos por la ciudad del luchador para que viera a su familia y que llegaríamos a esa ciudad en la noche.

A mitad del día nos detuvimos a descansar. Caminamos un poco.

-Oye. –Le dije a mi luchador. -¿Qué tal si no vamos a ver a tu familia?

-¿Por qué? –Me dijo sin darle importancia.

-Porque… -No había pensado en un porque. –Me da celos. –Dije. –Has sido solo mío y no te quiero compartir. Este viaje es como un sueño para mí y no quiero arruinarlo con esto.

-Tengo que verlos. Es mi familia. –Dijo.

-Y ¿Esto? ¿Qué ha sido para ti? –Le dije en tono de reclamo.

-No puedo dejar a mi familia por ti. –Me dijo con tono de tristeza.

-No te pido que la dejes sino que sigamos disfrutando de nosotros. –Me le puse enfrente y nos miramos. La verdad no eran celos, sino que ya estaba cansada de la misma verga. Necesitaba variedad y quería llegar a mi destino lo más rápido posible para regresar a mis negocios.

-Lo siento, no se podrá. –No insistí.

Caminamos un poco. Cuando íbamos de regreso.

-Se me antoja una ensalada. –Le dije a mi luchador. -¿Puedes ir a traerme una? –Y levantó el pedido de su compañero.

Llegamos su compañero y yo a la casa rodante.

-El viaje es largo, ¿No? –Me dijo el compañero.

-Es cansado, muy… -Me quedé un rato callada, pensando en la palabra. Se sentó en el sillón y yo me puse a un lado de él.

-Te entiendo. –Dijo.

-No es secreto lo que hago con el luchador. Tú sabes lo que pasa detrás de esa puerta. –Le dije. Noté que su comentario lo tomó por sorpresa. Volteó su mirada al techo e hizo como que no me ponía atención. Lo vi un poco incómodo.

-Sí. –Dijo a secas.

-Te tengo una pregunta.

-Dime.

-Y ¿Tú no te consigues a alguien en los viajes? O sea, ¿Solo el luchador disfruta? –Pregunté y en instantes noté que se había puesto rojo con mi pregunta.

-Yo… yo…

-Dime, sin miedo. Es solo una plática.

-Normalmente… salimos los dos a tomar algo en las noches… -Dijo. Lo hacía muy lento y con pena.

-Y ¿Por qué no lo han hecho esta vez? –Dije.

-Porque vienes tú. –Respondió.

-Pero yo no soy celosa, a mí no me interesa con quien salgan o con quien tienen relaciones.

-Diré esto con todo el respeto posible.

-Adelante.

-Lo que pasa es que rara vez conocemos a alguien que quiera hacer todo el viaje con nosotros y tampoco es que las mujeres estén a la vuelta de la esquina. –Dijo. –Muchas veces, en los viajes no conseguimos a ni una. Y cuando llegamos a conseguir, que es muy raro, son de una noche.

-¿Por qué no intentan con prostitutas?

-Sí, lo hemos hecho. Es lo que hacemos más, pero salen caras. –Dijo. –Aparte no es lo mismo que tener a una mujer que conoces en un bar. Tú me entiendes. –Su mirada se perdió en el techo.

Miré su entrepierna y se marcó un poco su bulto.

-Y ¿No comparten? –Pregunté sin pena. Me había calentado, el sexo con el otro luchador se me estaba haciendo aburrido y en frente tenía la oportunidad de tener a otro hombre.

-¿Disculpa? –Mi pregunta lo tomó totalmente de sorpresa. Me volteó a ver con los ojos muy abiertos.

-¿Nunca les ha pasado que solo uno se consigue a una mujer? –Pregunté.

-Sí.

-Y cuándo termina uno con ella, ¿No se la presta al otro? –Mojé mi calzón.

-Somos amigos. –Respondió.

-No dudo eso, pero ¿Qué tiene que ver?

-Las mujeres de él, son de él y las mías son mías. No estaría bien por ningún lado meterse con la mujer del amigo.

-Y ¿Si la mujer de tu amigo quiere contigo? –Pasé un dedo por su brazo, arriba, abajo, lento. –Y ¿Si todo se quedara en secreto? ¿Lo harías? –Mis dedos ya estaban en sus piernas.

-¿A qué te refieres? –Preguntó y tragó saliva.

-¿A poco no te gusto? –Le solté.

-¿Eh?

-¿A poco no has fantaseado conmigo desde que me viste? –Agarré su mano y se la moví un poco. La tenía suelta. Se la subí despacio por mi vientre. –Dime, ¿No has pensado ni un poco en mis tetas? ¿En apretarlas? ¿En morderlas? –Su mano tocó mis tetas por encima del brassier. Rápido la retiró.

-No…

-¡Shh! –Le puse un dedo en su boca. Sin darle motivo de pensar en algo, rápido me puse encima de él. Me quité la blusa y el brassier y mis tetas aparecieron frente a él. –No me has respondido.

Acerqué mis tetas a su cara. No se las pegué, me moví para que viera como se saltaban.

-Ya sé porque tienes vuelto loco al luchador. –Dijo. Agarré sus dos manos, las puse en mis piernas, despacio las subí a mis caderas, vientre y ahí las dejé.

-Así, ¿Por qué? –Pregunté y moví mis nalgas encima de él. Sentí que su verga empezaba a tomar tamaño.

-No solo estás buenísima, sino que sabes también como calentar a un hombre. –Y apretó mis tetas con una lujuria enorme. Acercó su cabeza y se comió mis pezones, les pegó con la lengua, los mordió. Yo gemí.

-¡Uf! Muy rico, delicioso. Sigue. –Dije entre gemidos.

En eso, se escuchó que se abrió la puerta de la casa rodante. Di un salto por el susto que me provocó el sonido. El compañero con fuerza, me quitó de encima de él y me puso a un lado.

El luchador nos miraba, su mirada tenía un toque de excitación, tristeza y enojo. No me molesté en tapar mis tetas. Bajé mi mirada con una sonrisa en el fondo. Y sin decir nada, el luchador salió hecho una furia, cerrando la puerta.

-Espera. –Dijo el compañero saliendo detrás de él.

Me quedé sola en la casa rodante. Se escuchaban murmullos que no alcanzaba a entender.

-Si quieren, podemos tener un trío. –Dije al aire. –Aunque dudo que les guste. –Silencio. – ¿Cómo es posible que no compartan a una puta? –Me levanté y me puse el brassier y luego la blusa. Acomodé un poco mi cabello, me acerqué a la ventana y miré como alegaban.

No tardó mucho el compañero del luchador en caminar hacia la casa rodante. Entré corriendo al baño. No se escuchó la puerta.

Mientras esperaba, saqué cocaína y esnifé por los dos orificios de la nariz. Seguía el silencio.

Salí del baño y de la casa rodante. Seguían platicando.

-…ME VOY SOLO ENTONCES. –Dijo el compañero y caminó rumbo a la casa rodante furioso. Pasó por un lado mío sin decir nada.

La droga empezó a hacer efecto. El compañero encendió la casa rodante. Caminé hasta donde estaba el luchador.

-Es hora de que se vayan. –Dijo con una voz seca.

-¿Tu no vendrás? –Pregunté.

-No. –No me miraba. Por un momento quiso darme triste y me quise arrepentir por lo que había hecho. Pero en el fondo, no me sentía para nada mal.

-¿Creíste en realidad que solo era tuya? –Le pregunté.

-Eso creí. –Dijo.

-¿Sabes porque voy con ustedes?

-Por lo que veo, prostitución. –Reí.

-Así es. –Dije. –Eres un pendejo si crees que solo ibas a disfrutarme. Soy una mujer que no tiene hombre, entiéndelo. –Silencio. –Si no eres capaz de entender eso, eres más inmaduro de lo que pienso. Somos adultos.

-Y por eso mismo pensé que teníamos algo diferente tú y yo. –Reí con fuerza.

-No mi amor. Este viaje es de negocios para mí. No sabes quién soy ni lo que he hecho para llegar a donde estoy. –De pronto noté que se sorprendió con mis palabras. –Eso sí, te agradezco por la ayuda que me diste con tu jefe. Espero que mi cuerpo te haya pagado muy bien por el favor que me hiciste. Créeme, yo disfruté mucho de tu cuerpo precioso.

-No entiendo. –Dijo.

-No debes entender nada, solo debes saber que en los próximos días, antes de llegar a nuestro destino, tu compañero me cogerá todas las veces que quiera. –Me acerqué y le di un beso en la mejilla. –Y que al llegar con tu jefe, le mamaré la verga y me tragaré su leche para que me pueda meter a sus negocios.

Y sin decir más, caminé rumbo a la casa rodante. Entré.

-Vámonos. –Le dije al compañero. Y arrancó.

Fue silencio total durante las siguientes dos horas. Luego, vi que se detuvo en la orilla de la carretera y con violencia me levantó y me llevó al sillón. Con fuerza quitó mi pantalón y saltó el botón, lo bajó a mis rodillas y me volteó para después empinarme.

Escuché como desabrochaba su pantalón y se escuchó cuando lo bajó a sus rodillas. Sentí su verga en mi panocha y de golpe me la metió. Se quedó un rato sin mover. Luego se movió con violencia, golpeaba mis nalgas con gran fuerza.

-Esto querías, ¿Verdad? –Me dijo y noté mucho enojo en su voz.

-Sí, esto buscaba. –Dije.

Golpe tras golpe, embestida tras embestida. Me dolía y disfrutaba. Pasaron los minutos hasta que sentí que llenó mi panocha de leche. Me tumbó totalmente en el sillón.

Se salió y se puso su ropa. Yo no había tenido un orgasmo pero había disfruta del momento. Estaba agitada, tirada en el sillón.

Sentí como se movió la casa rodante.

En la noche de ese día, el sexo fue totalmente diferente y mucho mejor. Dormimos en el estacionamiento de un hotel. En la mañana siguiente fue sexo nuevamente.

Para la tarde de ese día, llegamos a nuestro destino. Pero antes de llegar, nos desviamos y tuvimos sexo nuevamente.

Llegamos a donde sería la lucha y me presentaron con el jefe. Nos fuimos a su despacho, hablamos de negocios y terminé mamándole la verga. En la noche salimos, tomamos y terminamos en su casa cogiendo…

MESES DESPUES.

Entraba diciembre.

Los días que pasaron después de aquel viaje con los luchadores habían sido de mucho provecho.

Mi fortuna para ese momento, libre de todos los gastos, había llegado a las 7 cifras.

Ya me había acoplado muy bien con el jefe de la plaza, los negocios iban cada vez mejor. Su tarifa había subido y no me importaba. Mientras estuviera en el negocio, yo estaba contenta.

El negocio de la prostitución iba por bien camino. Tenía a mi disposición a casi 30 mujeres y 40 hombres. Aún no había una apertura tan amplia como quería, solo gente de la ciudad y vecina, venía a mi negocio y no eran de dinero. Tenía más perdidas que ganancias pero me gustaba lo que había construido.

En estos meses que pasaron, hice algunos viajes como el que hice con los luchadores, solo que con otras personas.

Despacio me fui ganando una fama de negociante, y algunos inversionistas del país me invitaban a viajar, conocer sus negocios y cerrar los tratos. Conocí muchas partes del país y tuve mucho sexo.

Ninguna de esas personas conocía mi negocio de prostitución pero planeaba invitarlos a todos de golpe un día a mediados de diciembre.

Me sentía a gusto con lo que había ganado pero muy en el fondo, sentía que algo me faltaba.

El sol pegaba fuerte en mi espalda. Estaba acostaba, boca abajo, en un camastro. Me encontraba desnuda totalmente, mi bikini estaba a un lado en el piso.

Me había comprado una casa que se encontraba en una colina con vista al mar. Quedaba a unas de horas de la ciudad donde vivía.

-No me cansaré de decir que ese tatuaje que tienes se te ve hermoso. –Dijo una voz. Abrí mis ojos y vi frente a mí a Magda con unos vasos de jugo en sus manos.

Estaba parada, en bikini, con esa figura tan perfecta que tenía, sus tetas antojables y sus caderas anchas y nalgas perfectas.

-Recuerda y que no se te olvide, soy el ángel de la muerte. –Dije levantándome y sentándome en el camastro para agarrar mi vaso.

-Lo de anoche fue increíble. –Me dijo. –Mucho mejor que las veces pasadas. –Se acercó a darme un beso.

-El saber que legalmente ya estas separada de tu esposo, provocó que te hiciera el amor con más pasión y amor. –Le dije.

Agarró mi vaso y lo puso en el piso y el de ella también. Quité su bikini y quedó desnuda completamente. Se puso encima de mí y nos besamos.

-¿Qué? ¿Tienes miedo perderme? –Me dijo.

-Para nada. –Respondí con una sonrisa y nos volvimos a besar. Nos acariciamos un rato en esa posición.

-Ponme bloqueador. –Me dijo. Me levanté y se acostó. Empecé a untárselo.

-Entonces, ¿Trabajarás conmigo? –Le pregunté.

-Sí. –Dijo. –Quizá suene convencida pero no lo estoy, tengo miedo.

-Ya te dije…

-Sí, sí, sí. –Dijo interrumpiéndome. –Que no me preocupe.

-Necesito tener gente en mis negocios. Tú tendrás un trabajo honrado, gerente de uno de mis negocios. Nadie te asociará conmigo.

-Me lo has repetido muchas veces. –Dijo sin darle importancia.

-El trabajo pesado me toca a mí. –Le dije.

-Me da celos. –Me dijo. –La verdad es que me da celos. Te quiero solo para mí, ya no te quiero compartir. –Y volteó a verme recargándose en el codo.

-¿Qué? ¿Tienes miedo de perderme? –Le dije. Sonrió.

-Para nada. –Y nos dimos un pico.

-Tú eres una de las pocas personas que sabe cómo soy y me entiende. Sabes que necesito esto, y por nuestra relación, lo mejor es que siga. –Dije. –Ya lo hemos hablado muchas veces.

-Sí. –Se puso boca abajo de nuevo. Silencio. -¿Qué pasa? –Me preguntó sabiendo que sentía algo dentro de mí.

-Algo me falta. –Le dije.

-¡Ajá! Dime. Si quieres un hombre, vamos a buscarlo. –Me dijo.

-No, hablo de mis negocios. –Dije.

-Estás ganando buen dinero, tienes el apoyo del jefe de la plaza… -Silencio. –Es increíble que esté hablando de estas cosas como si fuera algo normal. –Le di una nalgada.

-De alguna manera, no tengo el poder que quiero. –Dije al aire. –Tengo que estarle siempre avisando al jefe lo que tengo que hacer y eso no me gusta. ¿Por qué debo pedirle permiso?

-Porque es el jefe. –Dijo Magda. –O ¿Qué? ¿Piensas…? –Y guardó silencio. Se volteó de un golpe y asustada, me miró.

-Así es. –Le dije.

-Oye, no. Estás loca. Ni se te ocurra, es muy peligroso. –No respondí. Miré a la nada. –Julia, no. Escucha. Eso sí que no te lo voy a permitir.

-¿Me amas? –Le pregunté mientras pensaba en el plan que la incluía a ella.

-¿Qué pregunta es esa? Claro que te amo, por eso mismo no quiero que te pase nada. Provocarás una guerra de bandas.

-Sí. –Dije sin prestarle atención. –Voy a quitar al jefe de la plaza para quedarme con la ciudad.

Continuará.

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