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Dando las nalgas (4) De dos a tres caídas pt2

en Lésbicos

Vi como una de las muchachas sacó una cajetilla de cigarros.

-¿Puedo fumar? –Preguntó.

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Asentí. Lo encendió y empezó a fumar. Se le miraba una muchacha arrogante. La otra muchacha era más bien risueña y la que venía conmigo estaba nerviosa.

-Creo que estamos aquí porque ya sabemos lo que es “coger”, porque nos gusta y porque queremos dinero fácil. –Dijo la fumadora. Puso énfasis en la palabra “Coger”. Asintieron las otras dos chicas.

Bebí un trago de whisky.

-Si supieran como hacerlo, no estuvieran aquí. –Dije. –Antes de venir aquí, trabajabas de prostituta, ¿No? –Le pregunté a la fumadora.

-De edecan y en mis ratos libres, prostituta. –Me dijo.

-Entre los dos trabajos, ¿Cuánto ganabas? –Pregunté.

-“Tanto” a la quincena. –Dijo. –Y ¿Esto qué tiene que ver? Complacía a mis clientes y se iban satisfechos.

-Estás muy equivocada. –Dije. –Imagínate que estás en una tienda de zapatos; por un lado vez unos zapatos hermosos con tales especificaciones y cuestan demasiado dinero, por otro lado vez unos zapatos con menos especificaciones y cuestan muy poco. Tú te enamoras de los primeros zapatos y sin duda harías un esfuerzo por comprarlos. En cambio, los otros zapatos ni los ves. –Bebí whisky. –Ahora, sí eres una persona conformista, comprarás los segundos zapatos.

-O porque eres pobre. –Dijo la risueña. Rieron.

-Exacto. La primera lección que ustedes deben tener en la mente y nunca se les debe olvidar es que las personas que van a venir aquí serán de dinero. Son personas que en una noche gastarán 10-15 mil pesos pero no por ustedes si no por pasar una noche agradable y feliz. –Y añadí. –Si ustedes solo se meten a coger, no gastarán ese dinero. Necesito que regresen. Y créanme, por el dinero que les pago a ustedes, que es el triple de lo que tú ganabas… –Le dije a la fumadora. -…Necesito que se comprometan sino, las voy a correr, al fin hay muchas otras con ganas de estar aquí y ganar mucho dinero.

Se hizo el silencio.

-Está bien. –Dijo la nerviosa. –Yo sí estoy interesada.

-Y yo también. –Dijo la risueña.

-Entro, pero no sé qué nos va a enseñar. Creo, y con todo respeto, que todas sabemos coger. –Me dijo la fumadora.

-Ven. –Me acerqué a ella y le di la mano. Me la dio y se levantó. –Bésame.

-¿QUE? No, claro que no. –Y puso cara de asco.

-Bien, aquí les estoy mostrando dos cosas que no deben hacer. Y son cosas muy importantes. –Les dije a las otras dos. La fumadora se asustó al escuchar.

-Es que no soy lesbiana. –Me dijo.

-No te pido que lo seas, te pido que cumplas la fantasía de las personas que vengan. –Dije. –Por favor, aprendan de esto. –Y las tres me vieron serias. –Por ejemplo: un día andaré haciendo negocios con una persona y para mí es muy importante que el negocio se apruebe. Ese día las traeré a ti y a ti. –Señalé a la fumadora y a la nerviosa. –El primer punto es que deben estar sonriendo.

-¿Así? –Me dijo la fumadora. Hizo una mueca.

-No, esa es una sonrisa de puta. Y no quiero que sean putas, quiero que sean mujeres. Una sonrisa dice mucho de una mujer.

-¿Cómo?

-Necesito que sea una sonrisa que salga del alma, que las llene, que cuando vean al hombre él vea inocencia en sus ojos, que vea amor, paz. –Dije. –Ellos vienen a buscarlas porque están cansados o cansadas de ver la misma cara en su casa, o porque están cansados del trabajo.

-Entiendo. –Dijo la risueña y puso una sonrisa hermosa.

-Esa es la sonrisa que quiero. –Dije y las otras dos chicas la vieron. Durante un rato estuvieron practicando. –Sé que es difícil para algunas de ustedes porque vienen a buscar este trabajo por necesidad. Por eso mi pago para ustedes es mucho, porque quiero que cuando lleguen aquí, lleguen sin ninguna preocupación.

Se hizo el silencio durante un rato.

-¿Qué fue lo otro que hice mal? –Me preguntó la fumadora.

-Negarte a besar a otra chica. –Dije.

-Pero…

-No te pido que seas lesbiana o bisexual. Yo no soy lesbiana, a mí me gusta el sexo en general, y si ese sexo me deja dinero, ahí estaré complaciendo. Así que la próxima vez que les hable para un trabajo, antes de abrir la puerta, ustedes no sabrán si es un hombre o una mujer la persona que atenderán. –Dije y me miraron con cara de asombro. –Cuando les toque, ustedes entrarán con una sonrisa amorosa y con una actitud de mujer dispuesta a todo.

-Bien. –Sonrió la risueña. Las vi y no vi negatividad en su rostro. Al contrario, estaban atentas a cada una de las cosas.

-Siguiente punto, que cuiden su aspecto. –Caminé a la risueña y la vi. –Ustedes dos andan más o menos presentables pero tú no.

-Era la entrevista. –Respondió la risueña. –Creí que con solo ponerme un pantalón de mezclilla y la blusa estaría bien. Ropa interior si la traigo presentable y lo hice por si tenía que quitarme la ropa.

-Muchas veces, con un pantalón de mezclilla y una blusa, enamoras a alguien. Pero tu cabello está muy descuidado, y tú maquillaje… -No dije nada. –Aquí tendrán un lugar con todo tipo de ropa, maquillaje, jabones y perfumes.

-Entonces, no debería preocuparme por esto hoy. –Me dijo.

-Mija, estuve a punto de contratar a unos hombres para que fueran los sujetos de prueba pero al final me arrepentí. Si lo hubiera hecho, me hubieran dejado mal. –Bajó la cabeza. Me di cuenta que tenía más poder del que creía. Las muchachas me empezaban a respetar.

-De acuerdo.

-De acuerdo, a la próxima que les hable, necesito que vayan presentables y oliendo rico. –Les dije. Asintieron. –El siguiente punto es que sean atentas. Escúchenlos, hablen con ellos. Este es el más importante.

-¿Cómo haremos eso? Ahí no tengo práctica. –Me dijo la nerviosa.

-La persona trae muchas perversiones en la cabeza, quiere sacarlas y quiere que alguien las escuche, pero no solo escucharlas, quiere que se interesen en ellos.

-¿Cómo lo hacemos? –Preguntó la risueña.

-Ustedes deben empezar una plática sobre su trabajo, sobre la relación con su esposa, debe ser una pregunta profunda, cansada, que golpeé en su corazón. Siempre diciéndole “Amor, rey, papi”, y cuando empiece a hablar, ustedes deben tener su atención totalmente en la persona.

-¿Cuáles preguntas? –Preguntó la nerviosa. –No sabría cómo empezar.

-Por ejemplo: “¿Cómo te fue en el trabajo? Me han dicho que ese puesto es muy pesado, debes estar muy cansado. Vamos a tomar algo”… siempre acompañado de un masaje.

-Y ¿Yo como…?

-Por cierto. –Interrumpí a la fumadora. –Una cosa importante es que deben ser unas mujeres cultas. No es muy difícil, no quiero que sepan de todo el mundo y de todos los temas, sino del mundo en el cual nos vamos a rodear. Para esto, hablen con sus amigas, aprendan de ciertos trabajos, escuchen historias agradables y divertidas. Recuerden, este es su nuevo trabajo, es un trabajo serio y dedíquenle el tiempo. Por eso les voy a pagar tan bien.

Silencio.

-¿Saben qué? –Dijo la risueña. –Cuando usted empezó a hablar y explicarnos del trabajo, lo vi muy cansado e incluso pensé en dejarlo. Pero me estoy dando cuenta de que esto es algo serio y me gustaría ser parte de esto.

-Yo también.

-Yo también. –Dijeron las otras dos muchachas.

-Créanme, esto es algo grande. Es un proyecto que tengo desde hace mucho, y ahorita lo estoy llevando a cabo. Si nos va bien, que estoy segura que sí, esto crecerá y su sueldo será mayor. –Dije en tono triunfante.

-Y ¿Sobre coger? –Me preguntó la nerviosa.

-¿Ya quieren brincar a ese punto? –Pregunté feliz.

-Sí. –Dijeron.

-Bueno, la idea está tomada. Con la práctica irán aprendiendo. Ustedes son las primeras, las próximas que lleguen, quiero que les enseñen. –Dije. –Bien. ¿Ve a aquel cajón? –Le dije a la fumadora que era la única parada.

Vi cuando llegó y dio un gritó de felicidad. Metió la mano y sacó varios consoladores con arnés. Los aventó y cayeron en el piso.

Eran de varios tamaños, unos más grandes, otros más gruesos, unos de tamaño normal, de diferentes formas. Había para todos los gustos e incluso de diferentes colores.

Las otras dos chicas gritaron y sonrieron mientras se tapaban la boca. Agarraron uno y se los ponían en la boca a la otra. No abrían la boca, se volteaban y empezaron a jugar.

Se les acercó la fumadora y vi que traía puesto un arnés y la herramienta estaba grande. Empezó a agitarlas enfrente de sus compañeras de trabajo y estas, solo sonreían.

-¿Qué pasó? Putitas. Mamen mi verga. –Les decía la fumadora fingiendo una voz de hombre.

-Bien, bien, bien. -Les dije. –Tú que ya tienes puesto un arnés siéntate y ustedes dos levántense. –Les ordené. La fumadora se sentó y guie a la otras a sentarse conmigo en un sillón frente a la muchacha.

-¿Quién se va a comer esto? –Dijo la fumadora mientras masturbaba su pene falso. Las dos muchachas rieron.

-Aquí en frente tienen a su hombre. ¿Quién es la primera? –Se levantó la risueña. –Bien, muéstrame lo que sabes hacer. –Dije y mis ojos se llenaron de fuego. Levanté mi vaso de whisky y lo llevé a mi boca.

La risueña caminó y puso sus manos en las piernas de su compañera. Empezó a mover sus caderas de un lado a otro y yo estaba mirándola complacida. Caminé y me puse a un lado de ellas, parada. La fumadora me miró con un poco de pena.

La risueña bajó su cabeza y pasó la lengua desde las bolas falsas hasta la punta del dildo. Se levantó y empezó a bailar moviendo su cuerpo de un lado a otro. Volteé a ver a la nerviosa y no perdía detalle para nada. Me vio y me sonrió.

Vi a la risueña y tenía sus mejillas rojas. Se detuvo de golpe y se rio.

-Me da mucha pena. –Me dijo.

-¿Por qué? –Le pregunté. –Esto es muy normal, tener sexo, coger…

-Pero me están mirando, y luego ella es una mujer y a mí tampoco me gustan. –Silencio. Por un rato nadie dijo nada. –Lo siento, tengo que trabajar más en mi seguridad.

-Yo quiero probar. –Dijo la nerviosa y cambiaron los papeles. Se levantó y caminó directo a la fumadora.

Rodeó el sillón y se puso detrás de la muchacha. Acomodó sus manos en los hombros, luego despacio, los fue bajando hasta sus pechos. Acarició un rato las tetas.

-Mami, te siento un poco tensa. –Le dijo. –Relájate. ¿Por qué no pedimos una botella? –Le preguntó a la fumadora. Asintió. Caminó hasta mi colección de botellas y sirvió dos vasos de whisky. Regresó, le dio un vaso a la muchacha y se sentó a un lado de ella. -¿Qué tal te fue en el trabajo? –Le preguntó.

La fumadora, la risueña y yo, estábamos muy atentas sin decir ni una sola palabra. Sobre todo yo estaba muy asombrada.

-Bi… bi… bien. –Dijo la fumadora. Se le notaba nerviosa y un poco asustada.

-Tranquila mami, aquí solo estamos tu y yo. –Y las dos bebieron whisky. Caminé alrededor del sillón sin dejar de verlas.

La nerviosa, con un dedo, le hacía unos chinos en el cabello a la fumadora de manera distraída. Y me emocioné. Eso era lo que buscaba.

-Excelente. –Dije. La fumadora volteó a verme pero la nerviosa nunca lo hizo. Esta seguía metida en su papel.

-Por lo que me cuentas, eres una persona muy importante en tu trabajo. Deberían valorarte más. –Siguió hablando la nerviosa. –Una vez me contaron… -Y me perdí totalmente. En mi mente pasaron cientos de imágenes, en cada imagen miraba a una de mis muchachas atendiendo a mis clientes de la manera que veía.

Miraba como la nerviosa movía los labios arriba y abajo. Sus ojos siempre se mantuvieron fijos en los de la fumadora. Y, cuando dejaba de hablar, sonreía, y era una sonrisa que te llevaba al cielo.

Se sentía un ambiente cálido y espectacular. Y sin duda, muy excitante.

La nerviosa acercó su cabeza a la de la fumadora. Pensé que se besarían e instintivamente abrí mi boca. Esquivó sus labios y se acercó a su oído. Le susurró algo y la fumadora rio. En ese instante, mojé mi ropa interior. Me excité demasiado.

“¿Qué le estará diciendo?”, pensé, y las devoré con la mirada. Miré a la nerviosa muy relajada soltando palabras y a la fumadora y a la risueña, atentas, escuchando todo lo que platicaba.

Bebieron de golpe el whisky que les quedaba, luego se levantó la nerviosa y fue por más. La fumadora aprovechó ese momento para acomodarse el cabello y echarse aire. Noté que estaba roja y excitada.

Regresó la nerviosa, le dio el vaso de whisky y ella se sentó en las piernas de la fumadora. Bebieron un poco y luego, se besaron. Se sintió el ambiente caliente nada más al tocar sus labios y ellas se perdieron. Para ellas no existió nada más en ese momento.

La nerviosa empezó a mover su cuerpo encima del dildo de la fumadora. Se dejaron de besar.

-Báilame. –Le dijo la fumadora totalmente excitada.

Se levantó la nerviosa, agarró los dos vasos y los dejó a un lado. Se puso frente a la fumadora y empezó a mover su cuerpo de manera lenta, de un lado para otro.

Ninguna de las dos dejaba de verse. La fumadora había adoptado una actitud perversa. La nerviosa, seguía con el papel que yo les había pedido. Caminé y me fui a sentar con la risueña.

Cuando me senté, me vio y me sonrió.

-Lo hace muy bien. –Me comentó. –La verdad es que estoy muy excitada. –Me dijo.

-Yo también. –Respondí. –No esperaba esa respuesta de ninguna de ustedes.

-A mí lo que me gustó fue cuando le contó la historia sobre su trabajo. Será verdad o mentira, pero estuvo muy entretenida.

-Eso es lo que quiero que hagan. –Le dije. –Enamoren a las personas, digan lo que ellos quieran escuchar. Ustedes están para servirles. –La nerviosa había empezado a quitarse la ropa, e inició con la blusa y el brassier y ya estaba en tanga. No me había dado cuenta en qué momento se había quitado la parte de abajo.

La fumadora se lanzó sobre ella y empezó a acariciarle las nalgas y besarle el vientre. Y de pronto pasó algo extraño, podía escuchar perfectamente la voz de la risueña pero no escuchaba los gemidos, los besos, las caricias de la fumadora y la nerviosa. Y ese sonido del silencio, fue música agradable para mis oídos.

La nerviosa de un empujón tiró a la fumadora en el sillón y luego se puso encima de ella. Llevó sus tetas a la boca y se las empezaron a comer. Abrió su boca para comerse el pezón, luego lo mordió y con sus manos apretaba las tetas.

Podía ver como la nerviosa soltaba un gemido. Lo escuché a lo lejos.

Fui por más whisky. Me acerqué a la pareja y noté como la nerviosa había hecho a un lado su tanga y se sobaba en el dildo de la muchacha. La puso en la cuevita y se clavó despacio. Sus gemidos se escucharon un poco más fuerte. Empezó un mete y saca, arriba, abajo sin separar sus cuerpos.

Sus bocas se unieron y empezaron a coger.

Poco a poco, los gemidos empezaron a escucharse más fuerte al grado de lastimar mis oídos. Caminé al sillón y seguía escuchándolos muy fuertes. Era un sonido incómodo.

Se levantó la nerviosa y empezó a cabalgarla. Sus movimientos eran demasiado exagerados y sus gemidos aún más. Dejé que el espectáculo continuara. Cuando ya no soporté, me levanté y caminé directo a ellas.

-Detente, detente. –Les dije. La nerviosa se detuvo al instante.

-¿Qué pasó? –Dijo molesta la fumadora.

-No quiero, eres muy escandalosa. –Le dije a la nerviosa. –Si bien les gusta sentirse hombre a los hombres y algunas mujeres, el gemido es muy exagerado y los movimientos son pésimos.

-Deja probar. –Dijo la fumadora mientras se levantaba. Se quitó el dildo y la ropa. La nerviosa no supo que hacer.

-Está bien, yo contigo. –Dijo la risueña con un dildo amarrado en la cintura. Se sentó en el sillón. La nerviosa agarró su ropa y se acomodó en el otro sillón. Yo me quedé junto a ellas.

La fumadora se agachó a mamar la verga falsa de la risueña para llenarla de saliva. Luego se levantó y se clavó. No se escuchó nada pero noté que había gemido.

La risueña agarró sus tetas y las masajeó. Y como experta, la fumadora movió sus tetas como a mí me gustaba hacerlo. Al fondo escuché los gemidos de la fumadora.

-Menos. –Le dije. Y desaparecieron aun cuando la veía gemir como loca. Sus movimientos no eran como los de la nerviosa sino que eran ricos, se veía hermoso, como arte.

Se besaban, se acariciaban, estaba cogiendo muy rico. Así quería que lo hicieran. De pronto escuché los gemidos, el golpe de las nalgas al entrar y salir. Y sonreí. Era un sonido perfecto. Mejor que cualquier canción favorita que tuviera cada persona.

-Perfecto. –Dije feliz y bebiendo de un trago el whisky que traía en la mano.

Se pararon las dos muchachas. La fumadora estaba agitada y agotada y tenía una cara de satisfacción. Igual la nerviosa. La risueña estaba roja de lo excitada que estaba.

-Lo siento. –Dijo la nerviosa al verme y saber que me había dado cuenta que había terminado.

-No te preocupes. –Le dije. –Hicieron un excelente trabajo. Espero que hayan tomado nota de todo esto, porque la próxima no será prueba sino que irán a la práctica.

Aplaudieron felices. Les invité un trago. Por mi cabeza pasaba cogérmelas a las tres pero no podía. Más bien, no debía. Ellas eran mis trabajadoras y no podía meterme con ellas. Miré la hora y era muy tarde para salir de casa.

Cerca de las 2am salieron y el guardia1 las llevó a su casa.

Y a esa hora, en un fraccionamiento nuevo, en una casa enorme y desconocida para mí y con muchas habitaciones, me quedé sola. No había ni una sola alma en ese lugar.

Cerré con llave la puerta del cuarto. Ahí tenía una cama. Había decidido que ese cuarto sería mi oficina por eso metí la cama.

Entré al baño a bañarme y luego salí completamente desnuda. Agarré una toalla y me sequé. Me tiré en la cama. Puse el despertador ya que mañana empezaba un viaje con los luchadores.

Cerré mis ojos. El sonido de mi alarma me despertó. Eran las 7am.

Me arreglé un poco. No tenía tanta ropa en ese lugar.

Me puse una minifalda ajustada de color gris. Me llegaba a la mitad de las piernas. Arriba una blusa ombliguera de manga larga, color gris también. Y unos zapatos de plataforma color negros.

Me maquillé. Solté mi cabello, ese que me llegaba hasta mis nalgas y salí de mi nueva casa. Vi que fuera estaba el guardia2 esperándome.

-Buenos días, señorita. –Me dijo.

-Buenos días. –Respondí.

-¿A dónde la llevo? –Me preguntó.

-Haré un viaje. –Le dije. –Estaré fuera una o dos semanas. El guardia1 ya lo sabe. Le dejé instrucciones.

-Tengo entendido que estaba semana le llega otro paquete. –Me dijo.

-Sí, ya hablé con Mar y con el guardia1. En mi ausencia él se encargará de todo. –Le dije.

-¿La llevó a la central o la voy a llevar yo? –Me preguntó.

-Me iré en taxi, no te preocupes. –Me llevó en la camioneta hasta el centro de la ciudad. Esperamos un taxi. Encontramos uno, me despedí y arrancamos a diferentes caminos. –Lléveme a tal lugar. –Le pedí.

-¿De compras? –Me preguntó el taxista.

-Sí. –Mentí. Veía los edificios pasar de un lado a otro.

Llegué cerca de las 10:20am. Pagué y bajé del taxi. Vi la casa rodante en medio del estacionamiento y a los dos luchadores esperándome. Caminé decidida y moviendo mi cuerpo, mis caderas de un lado a otro. Sin duda estaba robando miradas.

-Pensé que no vendrías. –Dijo el luchador. Se acercó a saludarme de beso. Noté que estaba más alto que la noche anterior. O yo más chica. “Anoche traía unos tacones más altos, hoy traigo estos zapatos de plataforma y están más chicos”, pensé. -Él es mi compañero de lucha. –Me presentó. Lo saludé también con un beso en la mejilla. –Bueno, hay que agarrar carretera. –Dijo.

-Antes que hagamos algo, me gustaría saber sobre lo que hablamos anoche. –Le dije. -¿Van a pelear mis luchadores semi profesionales?

-Sí. –Respondió el luchador alto. –Anoche tuve un pequeño problema con mi representante. Pero todo se arregló.

-¿Puedo confiar en que eso es la verdad? –Le pregunté.

-No le mentiría a la mujer más hermosa del mundo. –Me dijo y sonreí coquetamente.

-Muy bien, bueno invítenme a pasar. –Les dije caminando entre ellos. El luchador alto me abrió la puerta.

Subí un escalón, luego el otro y entré a la casa rodante. Detrás de mí entró el compañero de lucha y luego el luchador alto.

Nunca imaginé que ese viaje estaría lleno de un placer desconocido hasta ese momento para mí.

Cerró la puerta.

Continuará.

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