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Sexo en la Política (1)

en Hetero: General

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De lejos se miraba chiquito, pero estando ahí era imponente. Los tres traíamos la playera de nuestro equipo de futbol.

Le había prometido a uno de mis ayudantes que lo llevaría al estadio en caso de que llegara a la final y ahí estábamos los tres: él, su hijo y yo.

Anduve caminando en los alrededores del estadio un poco insegura.

Días antes había provocado una guerra entre bandas y todo por tener el control de la ciudad y había asesinado a la persona que me ayudó a subir de puesto sin motivo alguno. Y lo peor del caso es que, apenas tenía horas en el poder y no estaba nada tranquila; muchas veces pensé que me seguían. A esto había que sumarle que tenía tanta sangre en mis manos que me sentía la peor persona del mundo.

La droga, de alguna manera me ayudaba a olvidar y no dejaba de consumir cocaína.

“Mi familia sufriendo por mí. Mi tío sufriendo por mi prima… yo provoqué su muerte. He asesinado a tantas personas y no he pensado en sus familias”.

En mi cabeza no dejaban de aparecer esos pensamientos.

-¡Azul! ¡Azul! ¡Azul! –Pasaron a nuestro lado personas con banderas ondeándolas y apoyando al equipo.

Nosotros tres, caminábamos en busca de revendedores. Me sobresalté al ver a una persona que venía corriendo hacia mí. Di un gritó de terror. “Vienen por mí”, pensé. Mi corazón se encogió. La persona pasó de largo y siguió su camino. Estaba demasiado asustada.

Mi mano derecha me había recomendado salir, despejarme. Le había comentado de este viaje y me dijo que lo necesitaba, que estaba bajo mucho estrés y podía dañar mi salud. “Me siento tan mal por haberte hecho daño”, pensé cuando se despidió de mí. Él no sabía lo que había hecho para mantenerlo conmigo. Y ahí estaba, apoyándome.

-Disculpe. –Escuché la voz de mi ayudante. Volteé y se acercó a una persona. -¿Sabe quien vende boletos? –Anduvimos preguntándole a varias personas hasta que dimos con uno.

Los boletos nos costaron demasiado caros y pregunté si siempre era así el precio. Mi ayudante me explicó el motivo del precio tan elevado.

-En todos lados hacen negocios. –Y reímos.

Nos tomamos un par de fotos; yo sola, mi ayudante solo, su hijo solo, luego ellos dos.

Ese día iba vestida muy casual. Mi playera del club, la traía muy pegada a mi cuerpo y saltaban mis enormes tetas. Abajo un pantalón de mezclilla con tenis. Mi cabello largo, lacio, besaba mis nalgas y arriba unos lentes para sostenerlo.

Pasamos por varios puestos donde compramos algunas cosas. Varios hombres me pidieron fotos.

Despacio me empecé a sentir segura en aquel ambiente.

Hicimos una larga fila y faltando media hora para el juego estábamos entrando al estadio. El ambiente dentro era una fiesta en la cual habían asistido más de 20mil personas.

El juego inició y todo transcurrió como en una película. Me olvidé de todos mis problemas y me dediqué a disfrutar el espectáculo que había.

Para las 10pm salimos del estadio decepcionados por el marcador y para las 10:30pm estábamos cenando fuera del estadio. A las 11pm, el taxi nos llevaba al hotel donde nos habíamos hospedado. Pedimos dos habitaciones: ellos dos en una y yo en otra.

Y ese día, sin más, nos dedicamos a descansar.

A las 7am sonó mi alarma y para las 9am salíamos los tres a conocer la ciudad. Almorzamos, visitamos un par de lugares turísticos, compramos cosas y para las 5pm estábamos de regreso en el hotel.

-¿Qué les parece si esta noche la pasamos aquí y mañana a primera hora nos vamos? –Les comenté.

-Sí, papá. –Dijo el niño. –Por favor.

-Está bien. –Aceptó. –Solo le hablaré a tú mamá para avisarle. –Dijo.

-Sí, me cambiaré para ir a la alberca. –Dijo el niño y salió corriendo a su cuarto.

-¿Tienes con que marcar? –Le pregunté.

-Sí, no se preocupe. –Me dijo.

-Bueno, yo también iré a cambiarme. –Le dije en tono coqueto. Y salí rumbo a mi cuarto.

El elevador tardó en regresar así que tomé las escaleras. Mientras las subía, nuevamente los recuerdos me llegaron. “Yo solo quería coger, no quería más que conocer personas, vergas diferentes y coger toda mi vida”, pensé. Otra voz dentro de mí me respondía, “No, tú querías tener el control de las personas, tener dinero, poder, que te vieran hacia arriba”, y nuevamente, se me encogió el corazón. Me sentí un poco mareada. Me agarré del barandal de las escaleras y me quedé un rato quieta.

“Ya estás aquí metida, amárrate los huevos”, seguía la voz. Saqué cocaína y esnifé por los dos orificios de mi nariz. Me senté en las escaleras un rato. “Tengo a mucha gente a mi disposición, he escalado y nadie puede conmigo, no me pasará nada”, me levanté y como siempre hacía, levanté mi pecho y cabeza y caminé segura de mi misma.

Los pensamientos despacio se iban nublando por el poder de la droga y me dediqué a pensar en que bikini me pondría para la alberca.

Entré a mi cuarto y tiré mis bolsas en la cama. Saqué varios bikinis que había comprado. Me desnudé completamente y empecé a medirme todos frente al espejo. El ambiente en la alberca era familiar, así que tenía que ponerme algo no muy atrevido.

Saqué uno de dos piezas, color amarillo. Se me metía entre las nalgas y donde iniciaba se formaba un triángulo. La parte de arriba, se amarraba por el cuello pero dejaba el escote hermoso en mis tetas enormes.

-Tú no eres el elegido. –Le dije dándome un par de vueltas. Estaba precioso.

Me puse unos cuantos más idénticos solo de diferente color. Empecé a amar esos bikinis pero para ese momento no eran los ideales. Me puse uno de una pieza y rápido lo deseché.

Luego me puse un bikini con falda. Los colores eran preciosos pero el estilo se me hacía muy tonto.

-¿A quién le pueden gustar estos bikinis? –Dije dándome unas vueltas. Y al final, opté por ponerme uno de estos.

Quería mostrar mi cuerpo pero sin parecer muy puta. Lo era, y en esa alberca iba a buscar un buen hombre, pero tenía que guardar apariencias.

Me puse una bata, y salí del cuarto. Caminé, tomé el elevador y bajé. Mi ayudante todavía se encontraba en la entrada.

-Disculpe. –Me dijo cuando pasé a su lado.

-Dígame. –Le dije.

-Hablé con mi mujer, me dijo que le comprara unas cosas.

-Está bien. –Le dije. -¿Necesita…? –No terminé la frase.

-No, solo quiero que me haga un favor. –Asentí. –Que le eche un ojo a mi hijo. Ya está en la alberca y no lo quiero sacar.

-No se preocupe. –Le dije. –Tómese su tiempo con toda confianza.

-Gracias. –Asintió. Subió a su cuarto y yo caminé rumbo a la alberca.

La tarde estaba cayendo, el clima estaba un poco frío. Salí y había poca gente, entre niños y parejas. Rápido ubiqué al hijo de mi ayudante. Caminé a un camastro y me senté. Sin acostarme, miré un rato el ambiente; el cielo naranja, el sol escondiéndose detrás de las nubes, niños corriendo de un lado a otro, parejas sonriendo y comiendo. “Esto es lo que deseo en un futuro, paz y una familia”, pensé.

Miré la forma de vestir de todos. Iban de forma muy casual para una alberca de un hotel. Por un momento me sentí mal pero luego mi ego subió al máximo. Quité mi bata y dejé al descubierto mi cuerpo. Me puse a un lado de la alberca y toqué mi cuerpo esporádicamente, fingiendo que acomodaba mi traje de baño.

Me senté en la orilla y mojé mis pies.

-Métase, oiga. –Me dijo el hijo de mi ayudante. Lo miré y me dio ternura. Tenía 18 años y yo 22 años. Y ha vista de todos, él se miraría más grande que yo. Y él era el que me hablaba de “Usted”.

-Sí, ahorita. –Respondí. Era un joven muy normal y corriente.

-Regreso en un rato. –Escuché decir a mi ayudante. Volteé a verlo. Asentí. –Hazle caso a la señorita. –Le dijo a su hijo.

-Sí, papá. –Dijo y dicho esto se fue el señor.

Miré que el hijo del ayudante se fue a jugar con otros niños en medio de la alberca. Miré un rato a la nada. Luego miré alrededor. Algunos hombres, de más edad que yo. Quizá le andaban pegando a los 30, o más. Y pensé en todos los encuentros que había tenido desde que llegué a la nueva ciudad hasta ese día. Todos habían sido con hombres de entre 30-50 años a excepción de Cesar.

“Tengo 22 años, necesito a hombres de mi edad, como antes, cuando vivía en aquella ciudad”, pensé. Jugué con el agua en mis pies. “Te extraño, Rafa”.

Pero ahorita necesitaba a uno, había varios y pensaba en formas de seducirlos. Y de pronto, se me abrió una posibilidad. “Ahí está el hijo de mi ayudante, 18 años. Perfecto para mí. Su papá se fue y tenemos mínimo una media hora.”, mi corazón latió muy de prisa cuando pensé que podría llegar su papá y descubrirnos. Se mojó mi entrepierna. “Me excita bastante”.

-Oye. –Le hablé al niño. Volteó y le hice una seña para que viniera.

-Dígame. –Dijo mientras se sacudía el agua del cabello.

-Acompáñame al cuarto, necesito traer unas cosas para adelantar un trabajo y quisiera que me ayudaras a traerlas. –Le dije mientras me levantaba.

-Sí. –Me dijo. Y de un saltó, impulsado por sus manos, salió de la alberca.

Tranquilamente subimos y entramos al cuarto.

-Pasa. –Le dije y cerré la puerta tras él.

-¿Qué necesita que me lleve? –Preguntó. Lo miré y realmente se veía dispuesto a ayudarme con el trabajo. Cualquier otro hombre que lo invitara a mi cuarto de hotel, pensaría solo en cogerme.

Podría ir directamente a su boca y sin duda me respondería el beso y terminaríamos en la cama. Pero me gustaba más el juego de la seducción.

-Siéntate en la cama, deja busco los documentos. –Le dije. Miré que se puso a un lado de mis bikinis.

Caminé rumbo a la maleta que estaba frente a la cama y me empiné. Se levantó el short del bikini y le mostré mis nalgas que estaban tapadas por el bikini. Luego levanté la maleta y fingí que pesaba.

-Le ayudo. –Me dijo y rápido me arrebató la maleta. -¿Dónde la pongo? –Sentí como mis tetas saltaron frente a su cara.

-Encima de mis bikinis. –Le dije para que los notara en caso de que no lo haya hecho. Lo hizo. Me senté y él se quedó parado. Sentí como el ambiente se estaba poniendo algo caliente. El muchacho se puso serio, cosa que aproveché para mostrarle mis encantos. Hice mi cabello para atrás levantando mi cabeza y sacando mis tetas. Fingí buscar cosas en la maleta pero solo saqué mi ropa interior que puse en la cama. -¿Dónde estarán? –Dije al aire y volteé mi mirada por todo el cuarto. Noté que el muchacho estaba dándome la espalda. -¿Qué pasó? –Pregunté divertida.

-Es que… -No terminó la frase. Nadie habló. Noté que se ponía nervioso.

-¿Es que…? –Dije.

-Su ropa interior está por todos lados y por respeto, me volteó. –Me dijo.

“Si supieras que ahorita me quitarás la ropa y me meterás la verga”, pensé.

-No me digas que nunca has visto ropa interior de mujer. –Le dije.

-No es eso. –Dijo.

-Entonces, ¿Qué es? –Pregunté.

-Usted es una persona que yo respeto mucho.

-¿Así? –“Fáltame el respeto”

-Sí, es la jefa de mi papá. –Dijo y añadió. –Sé en que trabaja, lo que hace y las cosas que hace.

-Siéntate aquí conmigo. –Le dije tocando la cama con la palma de mi mano. Dudando, volteó y se sentó frente a mí. –Y ¿Qué piensas sobre mí? –Le dije. La plática se estaba poniendo interesante.

-¿Puedo hablar con total sinceridad? –Me preguntó.

-Todo lo que pase ahorita, aquí en este cuarto, será nuestro secreto. –Le dije en doble sentido.

-Está bien. Creo que es una mujer muy peligrosa y su forma de trabajar es una mujer muy inteligente, sabe lo que hace y cómo hacerlo.

-No soy tan peligrosa como crees.

-Lo peligroso de usted son sus encantos. –Dijo. –Desde que la conocemos, he notado que… que… que… -Dudó.

-Habla sin miedo. –Lo animé. –Puedes pensar de mí que soy peligrosa y quizá lo sea. Pero ahorita te estoy dando permiso de que hables.

-Disculpe lo que voy a decir pero es que usted usa mucho su cuerpo para hacer las cosas. –Lo dijo rápido y con la voz temblorosa. Se puso rojo. –Cualquier hombre desea estar con usted, y lo sabe y se aprovecha de eso para conseguir lo que quiere.

Solté una carcajada. No pude aguantarme nada. Era el primer hombre que me decía estas cosas que eran totalmente ciertas.

Los hombres que me cogían quizá no lo miraban así pero las personas con las que nunca había estado y nunca hacía negocios, podían ver con toda la claridad mi manera de trabajar. Sabía lo que tenía que hacer en ese momento para hacerlo caer en mis garras pero quería seguir divirtiéndome.

-Me conoces muy bien. Así trabajo yo. –Le dije y volví a reír. –Por cierto, a inicios de año iré a cerrar un negocio. Estás personas me invitaron a un crucero de una semana y quiero lucir mi cuerpo. El problema es que compré muchos bikinis y no sé cuáles se me ven mejor. ¿Me podrías ayudar?

-¿Yo? ¿Cómo? –Preguntó asustado.

-Te escuché y eres un muchacho con un excelente juicio, y sé que me dirás la verdad. –Dije. –Mira, aquí tengo todos mis bikinis, lo que haremos será que te haré una pasarela de bikinis y tú me dices si se me ven bien o mal o que les falta. Necesito conquistar a estos señores.

Noté nerviosismo y sudor en el muchacho. Yo ardía.

-Este… sí, está bien. –Me dijo.

-Perfecto. –Me levanté y caminé al baño. –Ayúdame con los bikinis. –Rápido se levantó y me los llevó al baño. –Espera fuera. –Le dije. Cerré la puerta y me agarré del lavamanos. Solté un chorro que mojó todo el traje de baño que traía puesto. –Muy… bien… -Dije entre gemidos. Agarré aire y rápido me puse un bikini de dos piezas. Salí. -¿Qué te parece? –Le pregunté.

Caminé de un lado a otro por todo el cuarto moviendo mis caderas de la manera que mejor sabía hacer. Me inclinaba un poco para mostrarle mis tetas enormes. Luego me empinaba. Estiraba el hilo que se metía entre mis nalgas.

-¡Wow! –Dijo. –Perfecto.

-¿Estás seguro? –Dije en tono coqueto e infantil. -¿No crees que es muy atrevido?

-Para lograr su objetivo es perfecto.

-¡Si! –Grité de felicidad. Corrí al baño a ponerme otro juego de bikini.

En los siguientes bikinis, obtuve los mismos comentarios. Y noté un bulto dentro de su short.

-Me estoy dando cuenta que nada se le ve mal. –Dijo. –No sé si es por su cuerpazo o por su forma de ser. –Yo estaba al millón y él estaba listo para ser mío.

-Muchas gracias. –Le dije. –Eres muy lindo. –Me vi en el espejo y mi gran ego me dijo que los bikinis y la ropa en general se me miraba bien por mi físico y por mi personalidad. –Pásame un vestido que tengo dentro de esa maleta. –Le señalé una maleta que estaba ha lado de la cama.

Se levantó un poco incómodo por su erección y batallando subió la maleta a la cama. La abrió y sacó un baby doll color negro.

-¿Este? –Me preguntó.

-No. Ese es un baby doll. –Dije.

-¿Qué es eso? –Me dijo.

-Préstamelo. –Le dije acercándome a él y quitándoselo. –Deja te muestro y corrí nuevamente al baño.

El conjunto era totalmente transparente, solo se tapaba mis pezones. En medio de mis tetas tenía un hilo color rosa que servía para hacer un moño. Y abajo una tanga del mismo color.

Miré un rato mi cuerpo y me gusté mucho. La dieta y el ejercicio estaban haciéndome bien.

Salí y nuevamente caminé por todo el cuarto. Esa sería mi última pasarela.

-Ese es un vestido demasiado atrevido. –Dijo y lo miré. No quitaba la vista de la parte de abajo de mi cuerpo.

-¿No te gusta? –Pregunté y puse cara de tristeza.

-De que me gusta, me encanta. Se ve como una diosa. Es más, se le mira un aura alrededor donde transmite su belleza.

-Que lindas palabras, gracias. –Le dije.

-¿A poco así saldría a las fiestas? –Me preguntó.

-Tonto. –Le dije y caminé hasta donde estaba él. –Este es un baby doll.

-No sé qué es un baby doll. –Dijo desesperado.

-Lo usamos las mujeres para dormir ligeras. –Dije. –Y claro, también para los momentos íntimos; vernos bien, gustarle a los hombres…

-Le gustará a todo el mundo.

-Eso espero. –Y me senté a su lado. – ¿A poco nunca habías visto uno de estos en una mujer?

-No, es la primera vez.

-Pero, ¿Si has estado con una mujer? –Pregunté.

-Sí, con mi novia. –Respondió.

-¿Tienes novia?

-Sí.

-¿Cuánto tiempo tienes con ella?

-Desde que entramos a la secundaria. –Respondió.

-Y ¿Desde cuándo tienen relaciones? –Pregunté. Su respiración se agitó.

-Desde hace poco, unos 3 meses. –Me dijo. Me di cuenta que no dudaba ni le temblaba la voz para nada. Hablaba con mucha seguridad.

-¿Solo con ella has estado? –Pregunté. Puse mi mano en su pierna. Bajó la cabeza para verla. Hice círculos con un dedo.

-Sí, solo con ella.

-Y ¿Cogen todos los días? –Yo ya no podía conmigo.

-Sí.

-¿Dónde? –Acerqué mi cabeza, mis labios y le di un pico. Podía sentir su respiración caliente en mi boca. Me respondió el pico.

-En mi casa o en su casa. En donde no estén nuestros papás. A veces en la casa de amigos. –Su actitud seguía segura pero sentí que su beso me lo dio con duda.

Bajé por su mejilla, por su cuello, hombros y luego me separé para verlo.

-¿Qué pasa? ¿No te gusto? –Pregunté y puse la cara más triste y perversa que podía poner.

-No es eso. –Dijo.

-¿Entonces…? –Le tomé su mano. Solo me vio. Bajé mi otra mano a su bulto que se marcaba totalmente. Empecé a sobárselo. –No tienes por qué asustarte. Soy una mujer común y corriente. –Lo solté y quité mi baby doll. Mis tetas cayeron. Colgaban más que de costumbre. –Una cosa es mi trabajo y lo que hago para subsistir, y otra cosa muy diferente son mis sentimientos. –Levanté su mano y la llevé a una de mis tetas. -¿No te gusta cómo se siente?

-Son… perfectas. Increíbles. –No les quitaba la vista mientras las sobaba. Estaba hipnotizado. Levantó la otra mano y la subió a mi otra teta. No la tocó. -¿Puedo?

-Mi cuerpo es tuyo en estos momentos, has lo que quieras y desees. –Despacio me agarró la otra teta y las masajeó. Luego de un rato, bajó y empezó a chupar mis pezones. Gemí de placer. Rodeé su cabeza con mis manos y lo apreté contra mí. –Sí, así, que rico. Despacio, chúpalos. Así. –Le decía.

El hijo de mi ayudante disfrutaba mucho mis tetas.

-Están riquísimas. –Me dijo cuándo las soltó para agarrar aire. Nuevamente se agachó las chupó.

Mordía mis tetas, el pezón, lo golpeaba con su lengua. Las llenaba de saliva. Estaban húmedas. Y yo ardiendo.

Se levantó y empezó a desvestirse. Yo me levanté y quité mi tanga. Rápido me acosté en la cama y me puse boca arriba con las piernas separadas. Le mostré mi panochita. Le extendí mis manos para llamarlo.

-Ven. –Se desnudó completamente y vi su verga apuntar al techo. Tenía una enorme mata de bello y el tamaño de su verga era promedio. Rápido puso su cuerpo húmedo encima de mí y nos besamos.

Dejó caer su cuerpo, su pecho aplanaba mis tetas muy rico. No pesaba tanto y me gustaba. Metió sus brazos bajo los míos. Nuestras lenguas se golpeaban, nuestros labios no se separaban. Sentía su verga buscar mi cuevita.

-Espero poder complacerla. –Me dijo.

-Solo te voy a pedir algo. –Le dije y dejó de besarme para verme.

-Dígame.

-Esto que haremos ahorita está pasando porque lo deseo, porque quiero sexo. –Siguió mirando. –No deseo que esto salga de este cuarto. Será nuestro secreto para siempre. –Silencio. –Si alguien se entera…

-Entendí. –Dijo interrumpiendo y nuevamente nos besamos.

Levanté mis piernas y rodeé su cadera. Su verga quedó justo en la entrada de mi panocha. Despacio empujó y entró sin dificultad por lo húmeda que andaba. La dejó un rato dentro sin moverse.

Se levantó y puso sus manos a lado de mi cabeza para sostenerse. Y empezó a moverse, para atrás y para delante. Despacio. Subí mis manos a su cuello y empecé a gemir. Sus movimientos eran torpes pero muy tiernos y con mucho esfuerzo. Me gustó mucho.

Puso una de sus manos en una de mis tetas y la acarició. Quise mover mi cuerpo para que mis tetas se movieran más rico pero pensé en que si lo hacía, el niño se vendría y no quería eso. Quería que me sacara un orgasmo.

-Dame más, papi, así, que rico me llenas. –Le dije.

Vi como el hijo de mi ayudante cerró los ojos. Seguía concentrado en lo suyo. Yo estaba sintiendo rico. A pesar de que sus embestidas eran malas, su potencia era muy buena.

Se levantó sin sacar su verga y se puso de rodillas frente a mí. Solté su cintura y subí mis piernas a sus hombros. Agarró mis piernas y empezó a darme rápido.

Ese movimiento me tomó por sorpresa. Se escuchaba el sonido de nuestros líquidos al chocar. Se inclinó un poco y casi logró pegar mis piernas con mis tetas y sentí profunda su verga.

-Estás riquísima mi amor. –Me dijo.

-Me lo haces tan rico, bebé. –Le dije entre gemidos. Y despacio sentí que el orgasmo me llegaría. Sus movimientos fueron lentos pero profundos y no dejó de penetrarme. –Sigue, no te vayas a detener. –Le dije gimiendo.

Lo detuve dentro de mí y me puse dura. Solté un grito de placer. Estaba teniendo un rico orgasmo.

Bajé mis piernas y lo pegué contra mí. Le besé y le mordí un hombro. Lo solté.

-Muy rico como me cogiste papi. –Le dije disfrutando de mi orgasmo. No había sido el mejor pero al menos me había cumplido. Y por el tiempo que teníamos, no podíamos seguir. –Te mereces un premio.

-¿Un premio mejor que tenerte? –Me preguntó asombrado. –Tenerla, perdón.

-Siempre hay cosas mejores. –Le dije dándole un pico y sonriendo.

-Enséñame. –Me dijo.

-Acuéstate boca arriba. –Le dije. Rápido cambiamos de posiciones. Le agarré su verga y me puse encima de él. Me acerqué para besarlo mientras lo masturbaba. –Haremos esto, jugaremos a algo.

-Dígame.

-El juego se trata de que no hables. Si hablas, si sueltas cualquier palabra, esto se acaba. –Le dije. -¿Entendido?

-Entendido. –Dijo.

-Repetiré. Si hablas, se acaba. No habrá vuelta atrás. –Asintió.

Lo besé, luego pasé a una mejilla, su oreja. Bajé a su cuello, pecho y me concentré en su vientre. Jugué un rato con su ombligo. Mi lengua hacia el trabajo delicioso. Tocó el turno de sus piernas, las besaba rico, traté de morderlas. Me acerqué a su verga que apuntaba al techo y tocó mis mejillas. Primero un lado, luego jugué con la otra pierna y su verga tocó mi otra mejilla.

Sentí como su verga se movía de placer. Me puse frente a ella y sin usar las manos, me la metí a la boca. Rodeé su cabeza con mi lengua y empecé un mete y saca despacio. Escuché como gimió de placer. La tomé con las manos y lo masturbé al ritmo del mete y saca.

Gemía delicioso de placer y me calenté nuevamente. Pero él ya no sería el elegido para la próxima cogida que tendría.

Se la llené totalmente de saliva y aceleré mis movimientos.

Subí una mano a su pecho y sentía su respiración agitada. Esto duró cerca de 30 segundos, hasta que sentí que se puso duro e levantó un poco su cuerpo. Trató de gritar pero no lo hizo y de pronto un chorro de leche salió directo a mi boca, luego otro. Estos dos me tomaron por sorpresa y cuando traté de tragar, mi boca estaba inundada de semen y no pude hacerlo.

Tragué poquito pero lo demás salía entre mis labios y su verga. Tosí.

Me salí y mi mano, junto con su verga, estaba llenos de semen. Yo traía un poco en la boca y mis labios. Cuando agarré aire, con mis manos limpie mi boca y tragué todo el semen. Lo miré y tenía los ojos abiertos como platos y miraba al techo.

Luego miré la verga y se me hizo agua la boca al ver tanto semen desparramado.

-Oye, eres un repartidor de leche. –Le dije saboreando mis labios. Solo sonrió.

Me agaché y con mi lengua limpié toda la lechita que había en su verga, en su bello, en su estómago. Lo dejé totalmente limpió. Luego me levanté y lo vi. De pronto me sentí una niña de 15 años experimentando con su novio el sexo en un cuarto de hotel. Solté una lágrima de melancolía.

-Tú papá ya no debe tardar en llegar, es mejor que te vistas y te vayas. –Le dije fríamente.

-Sí, está bien. –Me dijo levantándose de un brinco. Rápido se arregló y cuando pasó por mi lado, lo jalé del brazo y nos besamos. El beso duró cerca de 1 minuto. Cuando se separó.

-Si sabes quién soy y lo que hago, ¿Verdad? –Me miró con miedo. –Lo que pasó ahorita lo disfruté, me hiciste sentir una jovencita de nuevo. Pero hasta ahí. –Le puse un dedo en su boca cuando vi que trataba de hablar.  –Lo sé, sigo siendo joven pero con la vida que llevó, me siento tan vieja. –Silencio. –Esto que pasó ahorita, aquí se queda.

-Entendido. –Me dijo.

-Aquí se queda. –Repetí con más fuerza.

No dijo nada y salió. Cerró la puerta y me quedé sola. Caminé al baño y me dio una enjuagada.

Pensé  en todo lo que había pasado hasta este momento. Y por buscar más sexo estaba aquí metida. Y ya no podía salirme. Ya no podía iniciar una vida nueva, y menos siendo una niña buena. Ya no lo era.

Salí y me sequé. Caminé desnuda por el cuarto y esnifé cocaína. Me tiré en la cama.

Al cabo de un rato, tocaron la puerta.

-¿Quién? –Grité, perdida en la droga.

-Soy su ayudante. –Me dijo.

-Permítame. –Me levanté y me puse una bata de baño. Caminé a la puerta y le abrí. –Adelante. –Pasó primero y cerré la puerta detrás de él. –Dígame.

-Solo para avisarle que ya llegué. –Dijo. –Estaré un rato en el cuarto.

-Más tarde lo invito a cenar en el bar del hotel. –Le dije.

-De acuerdo. –Dijo.

-Y su hijo que pida servicio a su habitación. Quiero hablar con usted de unas cosas privadas.

-Muy bien. –Dijo. Salió.

Me empecé a vestir. Me puse un pantalón de mezclilla y una blusa que caía hacia abajo, dejaba al descubierto mis hombros y mostraba mi ombligo y cintura. Y unos zapatos.

Para las 10pm salí rumbo al bar. Al llegar, mi ayudante ya me esperaba en una mesa. Me senté y al instante me comió con la mirada.

-¿Ya ordenó? –Pregunté.

-No, la estaba esperando. –Le habló al mesero y nos sirvió whisky. Empezamos a beber.

La noche transcurrió muy tranquila. Le preguntaba sobre mi dinero y cómo iban las cuentas. Este ayudante era uno de mis trabajadores más importantes, ya que se encargaba de cuidar mi dinero en una casa que le compré.

Recuerdo que al momento de hacerle la entrevista, rápido se ganó mi confianza por el estilo de vida que llevaba que era muy familiar. Por necesidad entró a trabajar a este mundo y nunca se le miró malicia o avaricia en su rostro.

-… Así están las cosas. –Me dijo terminando una plática sobre mi dinero de casi 2 horas.

-Parece que no, pero si está difícil proteger eso. –Le dije. El alcohol ya se notaba en los dos. Asintió. Bebió el último trago que nos habían servido. – ¿Usted cree que mi pago sea suficiente? –Pregunté. Había aprendido ese dicho tan conocido “Con dinero baila el perro”, y yo tenía contentos a todos mis trabajadores.

No me importaba el dinero, me importaba lo que hacía para conseguirlo. Había mucho sexo. “Por eso estás aquí”, me dije en la cabeza. Pero ya estando metida aquí, mi seguridad y sobre todo mi vida corrían peligro a diario y debía mantener a mi gente contenta para que ellos dieran la vida por mí.

-Está muy bien, señorita. Usted es un ángel. –Me dijo. –Mire, andamos viendo el juego de mi equipo de futbol favorito, con mi hijo. Todas las noches me lamentaba por no poder darle este regalo a mi hijo y usted lo cumplió. Le agradezco infinitamente el gesto. Este es el más grande pago.

Le sonreí. Empecé el coqueteo. Le toqué su pierna con la mía. La movía distraídamente.

-Debe haber algo más. No sé, un estímulo. –Dije. Silencio. –Como usted sabe, yo trato bien a mi gente. Les pago mucho por estar parados en las esquinas vendiendo mi producto. Pero a mi gente de más confianza, esa que puede traicionarme con mayor facilidad…

-No, para nada señorita. –Me dijo rápido interrumpiendo. –Yo nunca haría nada de eso, y estoy seguro que ninguna persona que trabaje para usted la traicionaría. Usted es un ángel.

-Igual deseo darle algo más… personal. –Dije.

-¿Cómo qué? –En ese momento me di cuenta que lo tenía.

Me levanté y dejé dinero en la mesa para pagar todo.

-Sígame. –Le dije y caminamos al elevador. Llegamos a nuestro piso y nos paramos frente a la puerta de mi cuarto. –Aquí tengo un regalo muy especial para usted.

-¿De qué se trata? –Dijo. Abrí la puerta y entramos. Cerré.

-Siéntese. –Le dije y lo hizo en la cama. Fui al baño y me desnudé completamente. Acomodé mi cabello y salí. Me vio y abrió sus ojos. –Este es su regalo: Yo. –Le dije con una sonrisa.

Sin darle tiempo de pensar fui directo a él y puse mis tetas en su cara. Se las moví. Rápido me agarró las nalgas y comenzó a besar mis tetas. Jugué con su cabello.

Mordió mi pezón y lo golpeaba con su lengua. Primero uno, luego el otro. Me separó poquito y con sus manos trató de agarrar completamente mis tetas.

-Son grandes. –Me dijo.

-¿Eso es bueno o malo? –Le pregunté.

-Depende.

-¿De que?

-De si las sabes usar. –Dijo.

-Como no tiene una idea. –Le dije aventándolo en la cama. Se subió un poco más quedando boca arriba.

Con dificultad, desabroché su cinto y pantalón. Se levantó un poco y saltó su verga llena de bello, apuntando al techo. Hice a un lado mi cabello, abrí mi boca y empecé a mamar la verga que tenía frente a mí.

Primero pasé la lengua de abajo arriba, por un lado y luego otro. La llené toda de saliva. Luego bajé a las bolas y me las comí despacio, delicadamente. Apreté mis tetas contra sus piernas y puse mis labios en la cabeza de la verga de mi ayudante. Con mi lengua golpeé la cabeza que poco a poco soltó líquidos salados, deliciosos. Sentí una mano en mi cabeza y empujó hacia abajo.

Empecé, arriba, abajo. Me empujaba con mucha fuerza para que me la comiera toda pero no tenía práctica en esto.

-Toda, cómetela toda. –Me decía mientras aplicaba fuerza en mi cabeza. Yo trataba pero no podía. “Necesito aprender”, pensaba mientras me movía arriba, abajo.

Me salí dejándola llena de saliva y lo masturbé mientras lo veía. Me veía con esa cara de excitación que me encantaba. Me acerqué y le puse más saliva, luego me levanté y gateé un poco hacia él. Mis tetas, que colgaban, tocaron con el pezón la cabeza húmeda de la verga de mi ayudante. Le sonreí. Me volví a bajar y puse el palo entre mis tetas. Las apreté y desapareció. Y luego, arriba, abajo. Empecé a masturbarlo con mis pechos.

Moví mi cuerpo bruscamente, la cabeza aparecía y desaparecía. Cuando aparecía la escupía y resbalaba riquísimo. Me acomodé de rodillas y nuevamente la verga desapareció de entre mis tetas. Pero ahora no moví mi cuerpo, sino que agarré mis tetas y las moví rápido.

No tenía experiencia en esto, batallé en agarrar el ritmo pero cuando lo agarré, miré que las tetas se movían de manera perfecta arriba y abajo. Mi ayudante empezó a gemir. Al minuto.

-Trágatelos. –Gritó. Rápido me quité y puse mi boca. Arriba, abajo y se llenó de semen que tragué con gusto. La limpié hasta quitar todo rastro. Gimió con gusto.

-¿Qué tal lo hice? –Pregunté divertida mientras me acomodaba a su lado.

-Perfecto. La mejor. –Me dijo agitado.

-¿Has estado con muchas? –Yo estaba ardiendo.

-No, solo con dos, en mi época joven. –Dijo. –Con una novia de ese tiempo y con mi actual esposa.

-Entonces, después de que te casaste, con nadie más…

-Con nadie. Tú eres la primera.

-La pregunta aquí sería, ¿Mejor que con tu esposa? –Pregunté.

-Ya pasaron los mejores días de ella. –Me dijo tratando de desviar la atención. Yo deseaba estimularlo para seguirle.

-Estoy segura que nunca se tragó tú leche. –Le dije dándole un beso en su mejilla, en su cuello. No dijo nada. –El que calla, otorga.

-No es eso. –Dijo. –No salimos de lo tradicional. A veces sexo oral…

-Y ¿Anal? –Lo interrumpí, divertida.

-Menos… -Y no terminó la frase. Miré su rostro y noté unas estrellitas en ellos.

-Como te dije, trató de mantener a mi gente lo más feliz que pueda. –Me vio y entendió. –Ahorita, soy tuya. Hazme lo que quieras.

Rápido se levantó y me puso boca arriba. Se puso encima de mí y nos besamos. Sus manos jugaban con mis tetas y sus labios con mi cuello. Bajó despacio y de manera torpe y sus labios ahora llegaron a mis tetas. Con su lengua pasó por alrededor y entre ellas. Si había algún rastro de semen o sabor, ahí se lo encontraría.

Bajó una mano y buscó mi cuevita, rápido la encontró. Inició un mete y saca rápido, con fuerza.

-¡Ay! Sí, papi, así. Despacio. Sí así, continua. –Dije mientras le daba órdenes. Rápido se acopló a lo que le pedía y empezó a masturbarme riquísimo mientras mordía mis pezones. Gemí poco, grité dentro de mí. Sacó sus dedos y metió su cabeza entre mis piernas.

-Quiero probar a mi jefa. –Me dijo.

-Los juguitos de tu jefa te esperan, son tuyos. –Le dije entre gemidos y muy agitada. Sentí su lengua pasando toda mi rajita de abajo hacia arriba.

Limpió los líquidos que había soltado, pero con la mamada que me daba, solté más y no dejaban de salir.

-¡Hmm! –Gemí de placer. –Que rico, así sigue. No te detengas. –Le dije gimiendo. Metió su lengua en mi cuevita y la movió dentro. Rodeé su cabeza con mis piernas y no lo dejé salir. –No te salgas, dame más. –Moví mi cuerpo como loca. El orgasmo estaba a punto de llegarme. Grité y a los segundos, estaba llenando su cara de mis líquidos.

Solté mi cuerpo completamente. Terminé agotada, feliz, satisfecha.

-Voy al baño. –Dijo levantándose.

-No te tardes que me duermo. –Le dije coquetamente.

Cerré mis ojos. Los abrí al sentir como trataban de voltearme. Entre abrí mis ojos y vi a mi ayudante poniéndome boca abajo y luego jalándome para ponerme de perrito. Media dormida, me sostuve con las rodillas y brazos. Escuché como se abría un condón y luego de un rato, algo tratando de entrar en mi culo.

-Con cuidado, papi. –Le dije. –Si lo haces bien, los dos vamos a disfrutar. –No recibí respuesta.

Empujó y sentir dolor, pero nada entró. Trató nuevamente y nada. Movió su verga y le dio paso a sus dedos. El primero que entró lo sentí mojado, batalló pero entró. Ahí mismo entró otro y empezó un dentro y fuera despacio.

Gemí.

Estuvo jugando con sus dedos dentro de mi culo unos minutos hasta que este se abrió y se acostumbró a los dedos. Los sacó y nuevamente sentí la verga tratando de entrar. La cabeza lo hizo y empujó un poco más pero no entró nada más.

Movió mi cuerpo atrás, adelante. Otro intento y entró casi la mitad.

-Estás muy apretada, ángel. –Me dijo.

-Eres… de… los… pocos… afortunados… que me han… dando… por ahí. –Le dije con dolor. Y sin meterla más, empezó a moverse con fuerza. -Des… des… despacio… papi. –Le dije.

No recibí respuesta y tampoco se movió más despacio. Sentí un dolor enorme. Su verga empujaba dentro de mí culo y trataba de hacerse camino.

Las embestidas eran fuertes, rápidas, y su verga cada vez entraba más y más. Hasta que entró toda. Y poco a poco, el dolor fue transformándose en placer.

-Ya entró toda, mami. –Me dijo.

-Si mi amor, dame más. –Le dije.

El condón, rozaba las paredes de mi culo que se abrían cada que entraba y salía. Las manos de mi ayudante me apretaron las caderas con mucha fuerza y desesperación y me jalaban fuerte.

El placer que sentía no era suficiente, así que llevé una mano a mi panochita y empecé a tocarme.

Los dos gemíamos como locos. Se escuchaba como golpeaban sus piernas con mis nalgas. Me mojé rápido. Grité de placer. Luego de 5 minutos se salió y me puso boca arriba. Me acerqué a él y levanté mis piernas, las puse en sus hombros. Rápido su verga buscó mi culo y cuando lo encontró, de un empujón la metió con facilidad.

Se movió y en esta posición sentí más rico. Nuevamente empecé a masturbarme. Se inclinó y apretó mis tetas con mis piernas.

1 minuto… seguía moviéndose. 2 minutos… gemíamos como locos. 3 minutos… gritaba de placer.

Hasta que tuve un orgasmo tan intenso, como hacía mucho que no lo tenía. Aflojé mi cuerpo y dejé caer mis manos a un lado. Sentí las embestidas por un rato más hasta que sentí como se hinchaba dentro de mí aquella verga. Se quedó un rato dentro hasta que su verga se puso flácida.

Se salió…

-Fue delicioso, papi. –Le dije. Sentí como se bajó de la cama. Yo estaba agotada de mi cuerpo, de mi culo. Cerré mis ojos. –Me cogiste como hace mucho que no lo hacían. –No podía con el cansancio. Escuché la ropa, el cinto, el zipper. –Cierra.

Abrí mis ojos. Estiré mi cuerpo. Me quedé un rato más en la cama con los ojos cerrados. Tocaron la puerta.

-¿Sí? –Pregunté, gritando.

-Buenos días, señorita. –Escuché la voz de mi ayudante. –Empezaremos a arreglar todo para irnos. –Dijo.

-Muy bien. –Dije. –Termino de arreglarme y nos vamos. –Silencio. Recordé lo de anoche y llevé una mano a mi culo. Sentí un poco de semen en mis piernas y en las sábanas. –Esta soy yo, una puta, que da las nalgas para mantener feliz a sus trabajadores y así me cuiden. –Dije al aire. –Aunque me gusten los niños de mi edad, debo entender que esos hombres ya no son para mí. –Continué. –Yo ya soy mujer de negocios, no una niña. –Terminé.

Me levanté cantando, me bañé y me arreglé de manera muy casual. Mis piernas me dolían. Sentía que me temblaban, no podía caminar bien. “Esto es lo que se siente que te cojan de manera perfecta por el culo. Me gusta”, sonreí.

Este viaje me ayudó mucho a estar más tranquila, olvidarme de los problemas. Y despacio, todos los problemas se me iban olvidando; mi prima, mis papás, y esto último que había hecho.

“Tengo el control de todo, no me pasará nada. Y lo hecho, hecho está, no debo preocuparme ni lamentarme de nada”, pensaba mucho estás cosas, trataba de metérmelo en la cabeza y entenderlo.

Salimos del hotel, con las maletas, a las 11am y para las 3pm agarramos un avión directo a nuestro destino.

Todo el camino fue silencio. Yo iba en medio de los dos hombres que momentos antes me habían cogido. Papá e hijo tenían un recuerdo conmigo y estaba segura que en ese momento iban pensando en eso. Me mojé imaginando que les empezaba a mamar la verga en ese lugar a los dos.

Llegamos a la ciudad, caminamos fuera del aeropuerto. Mis piernas seguían temblando de placer. Fuera nos esperaba el guardia1.

Subimos a la camioneta y arrancó. Otro par de horas más de viaje. En el camino platiqué con el guardia1, me ponía al día. Todo estaba tranquilo en mis negocios. Luego de un rato llegamos a mi ciudad. Fuimos a dejar a mi ayudante y a su hijo a su casa.

-Muchas gracias por habernos llevado al futbol. –Dijo mi ayudante mientras bajaban de la camioneta. Bajé con ellos.

-De nada, espero que su regalo les haya gustado. –Les dije en tono coqueto sabiendo que lo primero que se imaginarían era a mí desnuda con mis piernas en sus hombros. Los abracé y pegué mis tetas en su cuerpo sabiendo que sentirían mis enormes melones.

Se fueron. Les sonreí un rato y luego subí a la camioneta.

-¿Qué pasó? –Me preguntó mi mano derecha arrancando la camioneta.

-Tan solo ando cuidando mi dinero. –Le dije recargándome en el asiento de la camioneta.

-Usted tiene una manera muy… -Tardó en hablar.

-¿Diferente? –Dije cerrando mis ojos.

-Sí, muy diferente… de agradecerle a las personas o pedirles un favor. –Terminó su frase. Sonreí.

Llegamos a mi casa de renta y bajamos mis cosas. Me dejó sola. El resto de la tarde me puse a descansar. Me sentía totalmente tranquila.

El siguiente día se lo dediqué a Rebecca. Salimos de compras, hicimos ejercicio, comimos. La vida con ella me gustaba mucho pero era una vida que no podía tener, ya no. Como quiera, disfrutaba al máximo los ratos que pasábamos juntos.

Mientras andaba con ella, mis guardias me hablaban cada 5 minutos para informarme de los movimientos que había. Era un estrés total tener que responder el teléfono cada rato. Cerca de las 7pm…

-Señorita, tenemos un problema. –Me dijo mi guardia1.

-¿Qué pasa? –Dije mientras veía tele con Rebecca en mi casa.

-No quiero alertarla pero es un problema muy grave. –Dijo. –Durante el día hemos visto mucho movimiento de los militares y ahorita atacaron un punto. Agarraron a un par de muchachos y se los llevaron.

-Bien. –Dije y mi corazón latió de prisa de nervios. -¿Qué puede pasar? –Pregunté. Me levanté del sillón y subí las escaleras directo a mi cuarto.

-Podrían hablar, normalmente los golpean hasta que dicen algo. Pero nadie la conoce ni saben dónde vive. Eso no es lo que me preocupa. –Dijo.

-¿Entonces? ¿Para qué le das tantas vueltas? Solo dime. –Dije desesperada y nerviosa.

-Nos dejaron un mensaje.

-¿Qué clase de mensaje? YA NO TE DETENGAS Y HABLA. –Le grité.

-Atacaron y balearon una de nuestras casas. Cayeron un par de los nuestros. –Dijo. –Eso es un mensaje que significa que quieren ver al líder.

-Pues yo no lo entiendo. –Dije miedosa.

-Ellos tienen el control de todo, como bien lo sabe. Ya lo vivió con la señora Edith. –Dijo.

-Ajá.

-Ellos ya saben que hay nuevo líder en la ciudad y quieren hablar con usted.

-Pero, ¿Por qué de manera tan violenta? –Pregunté, asustada.

-Usted lo sabe. –Silencio.

-Intimidación. –Dije.

-Sí, ellos deben mostrar fuerza y la tienen.

-¿Qué me aconseja? –Pregunté.

-Que hable con ellos y trabaje con ellos. Es lo único, no tiene otra opción. –Me dijo. Nadie dijo nada. –No le pasará nada, ellos son corruptos y usted tiene dinero y mujeres.

-Muy bien. –Dije luego de un rato. –Ven por mí y llévame. –Silencio. –Pero, ¿A dónde? –Pregunté.

-Ellos la encontrarán. O ¿A poco usted cree que no saben dónde vive? –Me dijo y eso me aterró totalmente.

Colgué y corrí a vomitar del miedo y los nervios. A los 10 minutos salí del baño y fui a donde estaba Rebecca.

-Corre, vente. –Me dijo, sin decirme nada de mi ausencia.

-Me tengo que ir. –Le dije. Me volteó a ver.

-No te tienes que ir. Puedes tomarte un día y lo necesitas. –Dijo con aquella voz dulce que me encantaba.

-Será luego. En esta vida al parecer no podré tener descanso.

-¿Qué te pasa? –Me dijo levantándose y agarrándome las manos. –Estás temblando.

-Tengo que salir, al parecer estoy en un problema enorme.

-No tienes que ir, te lo repito. Vámonos ahorita, a tu ciudad, de donde eres. Allá tienes todo y no necesitas esto. –Tranquilidad.

-Eres especial, muy especial. –Dije.

-¡Hey! Escúchame, hazme caso. –Movió mi cuerpo.

-Nunca te lo he dicho, pero yo soy una mujer caliente. –Le dije ignorando totalmente todo.

-¿Cómo? –Preguntó.

-Sí, a mí me gusta el sexo, me gusta mucho tener relaciones, coger vaya. –Dije olvidándome totalmente de la pena.

-¿Eso qué significa? –Dijo.

-Nada en realidad. Tú has sido mi amiga en los momentos más difíciles y no lo eso, eres la mejor amiga que una persona puede tener. Y quería confesártelo, no lo sabías.

-¡Wow! No puedo decir que me sorprenda, aunque imaginé que haces ese tipo de cosas por lo que te dedicas. –Dijo mientras me veía con esa cara tan dulce que se carga.

-Sí, aquí en mi casa seguido meto hombres desconocidos para calmar mi calentura.

-Y ¿No tienes miedo de que te peguen alguna enfermedad? –Preguntó.

-Todo el tiempo, pero mi calentura es mayor y no la controlo. –Silencio. Hablé. –Espero no me juzgues peor de lo que ya lo haces.

-Nunca te he juzgado y lo sabes, y por esto tampoco lo hago. Para nada. Eres mi amiga y te amo tal como eres. –Dijo.

-¿Me seguirías amando di te digo que te deseo? –Dije en tono bajo.

-¿Qué? –Dijo y me vio. Seguía sosteniéndome las manos.

-Para mí, eres como un trofeo, algo sagrado, imposible y te necesito en mi cama. –Le dije. Vi cómo se puso roja.

-Eso no me lo esperaba. –Me dijo. –Yo… nunca he pensado en una mujer, ni en ti ni en nadie. No son mis gustos. De hecho solo mi novio y a veces con uno que otro fantaseo, pero no pasa de ahí… ¿Qué cosas digo? -Se volteó y se tapó su cara.

Me acerqué y acaricié su espalda.

-No pasa nada. Solo te lo quería decir porque ahorita voy a una reunión muy peligrosa y si me pasa algo…

-Si regresas, te prometo que pensaré experimentar algo contigo. –Me dijo interrumpiendo. –Yo no te veo como alguien para tener relaciones o así, solo que eres mi amiga, eres muy importante para mí y no quiero que te pasa algo. Por eso te doy esa esperanza, para que regreses y me animes a experimentar. –Y me abrazó del cuello. Yo puse mis manos en su cintura.

Y eso me animó a enfrentar la reunión, me dio agallas. Tenía que salir bien de esa reunión para desenvolver ese chocolate que me esperaba.

Continuará.

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