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Sexo, Drogas y Rock & Roll. Vol. 8

en Hetero: Infidelidad

DISCULPEN. SÉ QUE TARDÉ MUCHO EN SUBIR EL RELATO. HE ESTADO MUY OCUPADA Y NO TENGO TIEMPO PARA HACERLO. ESCRIBIRÉ RELATOS MAS CORTOS PARA SUBIRLOS MAS RAPIDO.

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Luego de recibir aquella noticia, la cual me hizo sentir muy mal y que casi destruía mi vida por completo, el enterarme de que mi hermana estaba embarazada de mi novio, pasaron algunos días y llegaba marzo

Estaba cerca de cumplir la mayoría de edad, y junto a ella, llegaban muchas cosas positivas para mí, por ejemplo buscaba independizarme un poco de mis papás y dedicarle un poco más de tiempo y con más confianza al negocio que Edith me proponía.

Y sin duda, llevar a cabo el nuevo proyecto que traía en mente, expandir este negocio con mi prima en otra ciudad, en otro estado.

Pero por lo pronto, tenía a los 4 muchachos de la preparatoria que debía atender. Ellos tenían fotos mías cogiendo. Al inicio empezó como chantaje, de que ellos no los mostrarían si yo tenía sexo con cada uno, pero ahorita ya lo miraba como algo que quería disfrutar al máximo.

-Entonces, ¿Cuándo nos vemos para hacer “eso”? –Me preguntó uno de los chavos.

Hablaban de forma tan inocente que me daban ternura.

-Hablamos a la salida. –Les dije y ellos aceptaron.

“Karla no vino, hubiera estado bien que me acompañara a complacerlos”, pensé. Y le marqué un par de veces a su celular que no contestó.

-Oye. –Le hablé a la casada. Mi relación con la casada y con Marcela se había distanciado mucho desde aquella vez que me descubrieron con el novio de Marcela cogiendo. -¿A faltado mucho Karla?

-Ahora que preguntas, tiene una semana que no viene. –Me respondió sin darle mucha importancia. Pensé en que tendría mucho trabajo y por eso estaba faltando. –July. –Me dijo. –Cuídate.

No le dije nada y me volteé.

Toda la mañana, hasta la salida, empecé a pensar en millones de formas en que me comería esas vergas. Me calenté demasiado. Pensé en mi tío, en las cogidas que me había dado, en las cosas que me había dicho. En tan poco tiempo me describió tan bien.

Había sido un buen amante. Recordé que me había hecho correr alrededor de la Hummer, desnuda… Y de repente se me ocurrió una manera para cogerme a esos 4 muchachos.

Llegó la salida. Caminé sola y vi reunidos a los chavos fuera de su salón. Me dirigí a ellos.

-Hola. –Bajaron su rostro. Esos gestos de niños buenos me gustaban. -¿A dónde van ahorita?

-A la casa de este wey. –Dijo el gordo que apuntaba con la cabeza al de lentes con espinillas.

-¿Estarán ahí solos? –Pregunté.

-No. –Dijo el de lentes. –Van a estar mis papás.

-Iremos a hacer tarea. –Dijo el chavo que me había chantajeado. –Aunque si nos dices que hoy uno de nosotros tendrá suerte, que se vaya contigo.

-De hecho, acabo de decidir que los 4 van a tener suerte y al mismo tiempo. –Hice una pausa para verlos y esperar que unos chavos de la preparatoria pasaran para que no nos escucharan. –Si gustan.

-¿Cómo? –Preguntó el gordo. -¿Qué los 4 estemos contigo al mismo tiempo?

-Eso dije. –Los vi de nuevo a cada uno. –Como si estuviéramos en una película porno, ustedes cuatro cogiéndome. Mientras uno me da, a los otros se las mamo. Es más, hasta doble penetración. ¿Qué les parece?

Vi que a todos les brillaron los ojos. Y yo mojé mi ropa interior y mi short.

-Pero dijiste que sería en la casa de cada uno. –Dijo el encorvado. -¿Dónde haríamos esto?

-En mi casa, tonto. –Le dije. –Ahí su única preocupación, sería cogerme.

-¿Cuándo? –Dijo el gordo. Se le notaba mucha excitación en sus ojos. Vi a los otros 3 amigos y me miraban de igual manera. Sus miradas me abrían las piernas y me penetraban.

-Ahorita estoy muy caliente, pero ahorita no estoy preparada para lo que quiero hacer con ustedes. –Les dije. –Quiero darles un adelanto. Vamos dentro del salón. –Les dije haciéndolos a un lado y pasando en medio de ellos. Entré y detrás de mí, entraron con duda los 4 chavos.

Tomé de la mano al gordo y recargada en la pared, lo junté conmigo, levanté sus manos y las llevé a mis pechos.

-Es… es… espera. –Me dijo con una voz que no podía creer.

-Cállate. –Le dije dándole un pico. -¿No te gusta? –Asintió sin dejar de ver mis pechos que agarraba por encima de mi camisa de la preparatoria. –Ustedes vigilen, cuando venga alguien avisen. –Les ordené y todos corrieron a las ventanas y puerta para vigilar sin dejar de vernos. Nos empezamos a besar, el chavo no dejaba de masajear mis pechos. Se separaron nuestros labios. –Tú. –Le hablé al flaco mientras me separaba de la pared. –Ponte detrás de mí. –Me excitaba darles órdenes.

Me miró incrédulo.

-Dale wey. –Le dijo el chavo que me chantajeaba. –Nosotros vigilamos. –El flaco corrió y se puso detrás de mí.

Lo recargué en la pared, levanté mis nalgas y las puse sobre su verga.

-Agarra mis caderas… sí, de ahí. Voy a mover mis nalgas encima de tu verga y tú has como si me cogieras. –Empezó hacerlo. –Así, así. –De nuevo me concentré en el gordo para besarlo. Él no quitaba sus manos de mis pechos. Aquello me tenía ardiendo, estaba perdiéndome. –Tú. –Le hablé al de lentes. –Ponte aquí, a mi lado. –Le dije y lo hizo. Bajé mi mano para agarrarle la verga, que ya estaba erecta. Y empecé a masturbarlo encima de su pantalón.

Y ahí estaba, besando a un chavo gordo mientras agarraba mis tetas, empinada con un chavo atrás simulando que me cogía por encima de mi short y su pantalón y con un chavo parado a mi lado al que masturbaba, en un salón de la preparatoria donde estudiaba.

Perdí la noción del tiempo pero aquellos chavos no se separaban. Hasta que…

-Ahí viene alguien. –Dijo el chavo que me chantajeaba. –Es mi novia. –Y todos los chavos rápido se separaron con una sonrisa en sus rostros. Yo, sudada, corrí a sentarme en el escritorio de los profesores. Mal acomodé mi cabello y mi ropa. Sentía mucho calor a pesar del aire acondicionado.

El chavo salió. No se escuchaba mucho. La chava llegó viéndome y viéndonos a todos. Se miraba que la chava le decía cosas sobre mí y el chavo como que se disculpaba. La chava más se enojaba hasta que se alcanzó a escuchar “Has lo que quieras”, y se fue. El chavo entró con la mirada abajo.

-¿Qué pasó? Wey. –Le preguntó el de lentes.

-Se enojó porque nos vio con Julia. –Nos dijo.

-Conmigo que no se enoje, yo no soy su novio. –Saltó el gordo.

-Conmigo tampoco. –Saltó el flaco.

-Menos conmigo. –Dijo el de lentes.

-Pero, ¿Por qué se enojó? –Pregunté con algo de dudas y miedo.

-Así son de celosas. –Dijo sin darle importancia. -¿Le seguimos? Yo también quiero probar. Ya se fueron muchos de la escuela, estamos solos prácticamente.

-Sí, pero aquí no. –Salí corriendo de ahí. Me estaba arriesgando con ellos y en ese lugar. Estaba muy caliente y necesitaba apagar el fuego que traía encendido. – ¿Traen auto? –Les pregunté mientras salíamos a toda prisa de la preparatoria.

-No. –Dijo el de lentes. –La casa queda cerca, nos vamos a pie.

-Que mal, de aquí a que lleguemos, me pondré muy fría. –Les dije. Todos en silencio. Seguimos caminando.

Sonó mi teléfono. Era un mensaje. Lo vi.

“Ven detrás de la preparatoria. Te espero”. Venía de un número desconocido.

“¿Quién eres?”, respondí al mensaje.

“La última vez que nos vimos, no terminó muy bien lo nuestro”, llegó el mensaje.

Estábamos un poco alejados de la preparatoria. Pero me daba curiosidad esa persona. Tenía una idea de quien era, así que debía ir a comprobar.

“Espérame”, le respondí.

-Muchachos. –Les dije. –Me esperan en la preparatoria.

-¿Entonces? –Preguntó el gordo. –Tenemos un trato.

-Lo sé. –Les dije. –En los próximos días cumplo años, mi mayoría de edad. –Me escucharon atentos. –En estos días, les estaré hablando uno por uno porque quiero entrenarlos.

-¿Entrenarnos? –Dijo el que me chantajeaba. -¿Para qué?

-Es una sorpresa, pero díganme si les gusta.

-Con que nos hables, por mi está bien. –Dijo el gordo. Y los demás dijeron lo mismo.

-Mañana inicio con esto. –Me despedí de beso con ellos y regresé a la preparatoria. La rodeé y vi un auto, solo, parado. Lo reconocí inmediatamente.

Mi corazón se aceleró y por instinto, como si la persona del auto fuera el amor de mi vida, corrí a buscarlo. Se abrió la puerta y bajó del auto Victor, el novio de mi amiga Marcela. Abrí mis brazos y él me esperaba con los suyos abiertos.

Estaba muy emocionada, mi corazón gritaba de alegría. Y no sabía porque. Nos abrazos y al instante nos separamos. Nos dimos un beso que me hizo perder totalmente la cordura.

Me separé y le tomé su rostro. Lo vi. Salieron lágrimas de mis ojos.

-¿Qué te pasa? July. –Me preguntó.

-Nada, me da gusto verte. –Me puse seria. –Pensé que te había perdido para siempre.

-Nunca me perderás. –Y con esas últimas palabras me bajó totalmente los calzones.

Aquella persona que tenía frente a mí, era Victor, el novio y prometido de mi amiga Marcela y no tenía por él ningún sentimiento de amor. Pero si sentía mucha atracción física. Él había sido mi primer amante, el primero con el que le había sido infiel a mi novio Rafa y sentía algo muy especial por él. Lo miraba como un trofeo en mi vida.

-Llévame a mi casa y vamos a ponernos al día. –Le dije emocionada. –Necesito tener sexo contigo y que me cuentes todo lo que ha pasado.

-Vamos. –Me dijo. Subimos al auto y arrancó. –Te cuento, primero, que Marce y yo terminamos y ya no nos vamos a casar.

-¿Y eso? –Mi pregunta fue algo tonta y me di cuenta de eso rápido. -¿A poco se enojó porque me cogía a su prometido? –No dijo nada. Entendí. -¿Por qué tardaste tanto en regresar? –Le pregunté.

-¿A qué te refieres con eso? –Me preguntó un poco nervioso.

-Sí. –Dije fuerte y claro. –La manera en cómo nos vimos, nos abrazamos y nos besamos… ahí hay algo más que sexo. –Le dije.

-Lo mismo te pregunto. –Se hizo el silencio. Llegamos a la casa sin hablar. Entramos y lo jalé hacia la recamara de mi tía. La abrí y vi a mi hermano y a su novio Miguel acostados, desnudos y dormidos. Sin hacer más ruido del que había hecho, cerré la puerta y fuimos a nuestro cuarto. Cerré la puerta y me senté en una cama y él se quedó parado.

Por mi mente pasaron más cosas que el sexo. Quizá tenía razón, y no solo sentía atracción física por Victor, sino que estaba enamorada de él. Pensé en Rafa y en el amor que le tenía. Estaba algo confundida.

-Amo a mi novio. –Le dije.

-Y yo amo a Marce. –Me dijo. –Aun no la olvido. Terminamos iniciando el año. Le platiqué todo sobre nosotros. –Mi cuevita se encendió.

-¿Así? –Lo jalé de las manos hacia mí. -¿Qué le contaste? –Sobé mi rostro en su verga que me quedaba en frente.

-Desde cuando le fui infiel contigo la primera vez y todo lo que hemos hecho. –Dijo.

-¿Le diste detalles? Papi. –Dije. Lo que me decía me estaba calentando mucho.

-No. –Gritó. –Claro que no.

-¿No? Que lastima. –Subí mis manos a su cuerpo por debajo de su playera. Le sobé su abdomen y luego su pecho. Me agarró mi cara con una mano y me empujó tan fuerte que caí acostada en la cama. Me asustó lo que hizo y me excitó. –Regresaste muy rudo. –Le dije.

Con mis manos, apreté mis pechos, sin dejar de verlo. Luego quité mi playera de la preparatoria y saltaron mis tetas con el brassier que traía puesto. Victor me miraba atento.

-Por tu culpa, no he cogido en todo el año. –Me dijo.

-¿A poco no te han salido unas putitas por ahí? –Le dije.

-Muchas. –Empezó quitarse la playera. –Pero estuve de pendejo esperando a Marcela, creyendo que me iba a perdonar y desaproveché todas las oportunidades. –Se empezó a desabrochar su pantalón.

-Pudiste venir a mí y yo te hubiera guardado el secreto. –Le dije. Levanté mis piernas y quité el short que traía junto con la ropa interior. Las bajé y las abrí mostrándole mi panocha peluda. –Mi panochita te extrañó. –Me llevé un dedo a la boca, lo ensalivé y luego toqué mi panocha.

-Tú eres mía. –Me dijo. Su verga apuntaba al techo y él se masturbaba viéndome.

-Soy tuya para siempre. –Le dije. Me levanté y lo jalé y nos besamos. Me acosté y él siguió pegado a mí. Mi panocha estaba ardiendo, el faje que tuve con mis compañeros de la preparatoria me tenía encendida. Sentí como su verga toco mi panocha sin entrar, y en ese instante solté líquidos.

Se separó de mí, puso mis piernas en sus hombros y apenas entró la cabeza y tuve mi primer orgasmo. Gemí.

Me quedé quieta pero Victor con sus embestidas, seguía moviéndome.

Al minuto reaccioné y rodeé su cuello con mis brazos y empecé a moverme a su ritmo. Sus embestidas eran fuertes, profundas. Yo estaba vuelta loca.

-Por la forma de coger, se ve que no solo nos cogías a mí y a Marce… -Le dije. –Tenías a otras, ¿Verdad?

-S… si… -Dijo entre gemidos.

-¿Cuántas? –Pregunté.

-Algunas… -Se levantó y con fuerza me levantó y me volteó. Me puse en 4, agarrándome del respaldo de la cama. Sentí como abrió mis nalgas y, con mucha facilidad, entró la verga de Victor.

-Di…di…dime número y… y… nombres. –Le dije.

-Tu… -Dijo. Silencio.

Me quitó el brassier y mis tetas cayeron. Las agarró y las apretó. Tuve otro orgasmo. Estuvo dándome en esa posición alrededor de 5 minutos, el cual me provocó otro orgasmo. Me calentó la idea de que Victor le había sido infiel a Marcela no solo conmigo sino con más personas.

Me quité.

-Acuéstate. –Le dije. Lo hizo y su verga apuntó al techo. Me agaché y empecé a mamar. Arriba, abajo. Rápido. Me salí y lo masturbé. Lo vi y tenía sus ojos cerrados. -¿Cuántas? –Le volví a preguntar.

-No dejes de mamar y te digo. –Me dijo agarrándome la cabeza y empujándome hacia su verga. Lo hice rápido para obtener respuesta. Pasé mi lengua golpeando su cabeza. Empecé a sentir el sabor de su semen. –Aparte de ti… y… de… Marce. –Gemía mucho. Bajé una de mis manos a mi panocha para tocarme. Estaba muy húmeda. –Fue también Karla, su amiga. –Me detuve y lo vi. Él seguía con su mirada al techo. Sonreí. Sin duda la mejor historia. Lo masturbé.

-¿Karla? –Asintió. Me levanté y me puse encima de él. Agarré la verga húmeda y la puse en la entrada de mi panocha. La sobé, arriba y abajo y la puse en la entrada de mi cuevita. Me clavé despacio hasta que entró toda. Solté un gemido rico. No me moví. –Cuéntame todo, cuando y como empezaron y dame todos los detalles. –Le dije y lo vi sin moverme. Estaba clavada.

Me acordé de aquel día cuando me peleé con mi amiga Marcela, ese día Karla me había dicho que también había cogido con Victor. La vida de mis amigas me estaba resultando muy interesante.

Puso sus manos en mis piernas que estaban dobladas hacia atrás y me vio. De pronto su mirada cambió y transmitió toda la lujuria de todos los hombres juntos.

-Marce y yo tenemos de novios desde primero de secundaria. –Empecé a mover mi cuerpo atrás y adelante despacio, al ritmo de su plática. –Bueno, fue el 24 de diciembre, cuando estábamos en primer año. –Agarré sus manos y las puse en mis pechos. Las apreté contra mí.

-¿Tú la buscaste o ella te buscó? –Le pregunté.

-Me habían dicho… uff, sigue así. –Dijo.

-No te distraigas. –Y me detuve. –Continúa.

-Me habían dicho que yo le gustaba a ella, entonces me le declaré en su casa el 24 de diciembre. –Me dijo. –Muévete.

-Todavía no te lo ganas. –Le dije y me incliné para darle un beso. –Pero vas bien. –Y me moví lo más rápido que pude para arriba y para abajo. Luego me detuve y de nuevo me levanté. -¿Cómo conociste a Karla?

-Karla estaba en nuestro salón, y agarró fama de ser puta. –Solté un chorro e instintivamente me moví. –Entre los amigos, nos escondíamos en los salones más alejados y ahí nos las llevábamos. –Gimió.

En cuanto escuché “Nos las llevábamos”, mi morbo creció mucho y mi calentura me invadió cada centímetro de mi cuerpo.

-¿A quiénes? –Pregunté.

-A Karla y a dos amigas más. –Dijo. –Karla no era la más puta, era otra de sus amigas. –Y ahí tuve un orgasmo. Me detuve a disfrutarlo. Y luego, sin pensar en nada más, moví mis caderas como mejor sabía hacerlo. Me incliné poniendo mi cuerpo pegado al de Victor y las caderas comenzaron a bailar. –Sí, así. Sigue, no pares. –Me dijo.

-Cállate y sigue hablando, pendejo. –Le dije.

-Si sigues moviéndote así… -Le puse una mano en su boca para callarlo.

-Solo dime… -Gemía del placer. –De cómo y cuándo cogiste… con Karla… y con… Marce. –Le dije. Estaba loca del placer. Le quité la mano.

-Con Karla fue… el día de la posada… de… de… la secundaria… no aguanto. –Se puso duro y sentí como su leche pegaba en las paredes de mi panocha. Me detuve y disfruté de lo frío que sentí en mis piernas al escurrir el semen.

Estuvimos en silencio y esa posición como un minuto hasta que me moví y me acomodé a su lado. Me puse en su pecho y cerré mis ojos.

-Te amo. –Me dijo. Lo que escuché me sorprendió. Lo vi y le sonreí.

-Te amo. –Le dije. –Pero a la persona que amo realmente es a mi novio Rafa. Él es el dueño de mi corazón.

-Pero yo no te quiero perder, quiero que siempre seas mía. –Me dijo y vi amor en sus ojos. Me acerqué a darle un beso.

-Yo te amo y no tampoco te quiero perder. –Le dije. –Te propongo algo. –Le dije levantándome y poniéndome de rodillas a su lado con una sonrisa en mi rostro.

-¿Qué cosa?

-Hay que ser amantes. –Le dije feliz. Mi corazón latió mucho de felicidad.

-¿No lo somos ya? –Preguntó.

-Así no, tonto. –Le dije y le pegué con una almohada. –Hay que ser amantes tú y yo pero para siempre.

-Te escucho.

-Aunque yo me case, tú y yo no vamos a dejar de vernos y si tú te casas, siempre tendrás tiempo para mí. No nos vamos a perder. –Le dije. –Nos vamos a ver siempre para coger.

-Me agrada la idea. –Dijo Victor que sonrió.

-No vamos a dejar que esta flama y este amor se apague. –Le dije y salté de felicidad.

-Nunca. –Me dijo y me tiró en la cama para besarme. –Vas a tener que ayudarme a cumplir todas mis fantasías.

-Las cumpliremos todas.

-Te amo, Julia. –Dijo.

-Y yo te amo a ti, Victor. –Le dije. Nos acomodamos en posición cucharita para dormir.

Sentí como alguien levantaba mi pierna y en posición cucharita, se disponía a penetrarme. Entró la verga y solté un grito de dolor que despacio se fue convirtiendo en placer.

Agarraron y apretaron mis pechos y empezó a moverse.

-Dame. –Le dije. –Dame más fuerte.

-Si mi amor. –Escuché a Victor.

… Nos cambiamos a la posición de perrito… luego en esa misma posición, nada más volteándome, se la mamé hasta que se vació en mi boca… nos acostamos. Vi la hora y habían pasado dos horas desde que nos dormimos.

Empezó a contarme de Karla y Marcela.

-… Mis dos amigos, y Karla y sus dos amigas, habíamos tenido fajes. A mí me tocó Karla. Y nunca cambiamos. –Yo ponía atención. Me gustaban esas historias.

-Entonces conocías a Karla desde hace mucho tiempo. Mira nada más. ¿Cómo fue el primer faje? –Pregunté.

-Uno de mis amigos ya andaba con la más puta, entonces nos ponía a vigilar mientras él se la fajaba. –Dijo. –Una vez llevó a Karla y a la otra y nos fuimos de pinta y caminamos sin rumbo. Nos fuimos a la casa de la más puta y ahí fajamos los 3.

-¿Te viniste?

-Sí. Me manché todo el pantalón. –Dijo. –De pronto empecé a sentir que me enamoraba de Karla pero mis amigos, en sus pláticas, no las bajaban de putas y despacio empecé a ver a Karla como puta, nada más.

-Y ¿Luego? –Me empecé a excitar. Me gustaba que la plática se estuviera extendiendo. No daba tantos detalles pero lo que me decía me gustaba.

-Un día fuimos a la casa de nuevo de la más puta, y ellos dos se encerraron y solo se escuchaban gemidos. Nosotros cuatro tuvimos fajes bien ricos. Me excité mucho. –Dijo. Empecé a mirar su verga e imaginarla dentro de mi boca. Bajé mi mano para sobársela. Había pasado cerca de 20 minutos.

-Tienes una historia muy interesante. –Le dije.

-Sí. –Dijo. –Empezamos a hacer eso más seguido. Era de a diario. La mamá de la más puta trabajaba en la tarde, teníamos la casa sola. Entonces un día, mi amigo, cuando salió de coger, nos preguntó si quien quería pasar. Ninguno de los 4 dijo nada, creo que en el fondo queríamos pero nadie se animaba. Hasta que a finales de noviembre, mi otro amigo y su compañera se metieron.

-Cogieron… -Dije.

-Sí. Luego de eso, los fajes eran menos. Nunca entendí porque si todos disfrutábamos. –Dijo. –Mi amigo y su novia, la más puta casi no se hablaban. Mi otro amigo con la otra muchacha se perdían solos más seguido. Y yo, a Karla, la miraba en la escuela pero dejamos lo fajes de lado. Teníamos una especie de relación pero sin ser novios.

-Pero ¿Todavía se besaban o tocaban? –Pregunté.

-Para nada. Solo platicábamos y me empecé a desenamorar de ella. –Dijo. –Hasta que un día me dijeron que a una niña, que era Marcela, le gustaba y Marcela pues… es bonita y no tenía la fama de Karla y empecé a interesarme en ella.

-Típico macho. –Le dije.

-A ti te amo y eres bien puta.

-Pero yo soy yo.

-Claro. –Me dijo y sonreímos. –Tenía pensado declarármele en la posada de la secundaria, pero ahí se me apareció el diablo por primera vez.

-¿Qué pasó?

-Karla me dijo que si ese día no me le declaraba a Marcela, cogía con ella. Y me convenció.

-Y ¿Qué dijo Marcela?

-Ella estaba ilusionada de ese día porque pensaba que me le declararía y lo hubiera hecho sino hubiera ido a coger con Karla… -La verga de Victor se paró y me agaché a mamársela.

-Marcela con sus cuernos desde hace mucho. -Le dije. –Sigue.

Entre platicas y coger se nos fue la tarde y noche hasta las 11pm. Nos despedimos y Victor se fue. Me sentí algo rosada de mi entrepierna. Me bañé y me puse crema. Me dormí desnuda completamente.

Desperté a la mañana siguiente, vi el reloj y eran cerca de las 11am. Me estiré completamente y me levanté. Estaba sola en la casa. Me arreglé poniéndome un short de mezclilla, una blusa gris y una camisa larga de cuadros.

Pensé en mis “niños”. Era hora de complacerlos. Marqué un número.

-Edith, ¿Cómo estás? –Dije.

-Bien July, ¿Y tú? –Me preguntó. –Pronto vamos a iniciar con el negocio de la ciudad.

-Estoy apuntada, ya lo sabes. –Le dije. Y empezamos a hablar del negocio. Cuando terminamos. –Un favor.

-Dime.

-¿Conoces a alguien que pueda instalarme una computadora en mi casa? –Pregunté.

-Claro. ¿Estás ahí? –Me dijo.

-No, pero salgo ahorita para allá.

-Bueno, te lo mando mientras. –Y dicho esto, colgamos.

Salí. Agarré un taxi y me llevó a mi casa. Cuando iba a abrir la puerta:

-Buenas tardes. –Escuché una voz de un hombre. Volteé y era un trabajador de una compañía de teléfonos, conocida.

-Buenas tardes, ¿Usted viene…? –Me quedé muda. El tipo en sí no era ni muy guapo ni muy feo. Era simple.

-Me habló la señora Edith. –Me dijo. –Que viniera a instalar una computadora.

-Sí, sí. Adelante. –Abrí la puerta y pasamos al patio de la casa. Entramos a la casa y caminamos por todos lados, subimos las escaleras y entramos al cuarto que era mío. –Mire, este es mi cuarto, la quiero aquí con una mesita y una silla. –Señalé un rincón del cuarto.

-Está bien. Solo hay un problema. –Me dijo.

-¿Cuál?

-¿Dónde están la mesa, silla y computadora? –Me preguntó. Era verdad. Le sonreí con pena.

-¿Cómo le hacemos? –Le pregunté sonriendo.

-Tiene que ir a comprar las cosas. –Me dijo.

-Pero yo no sé de eso. ¿Podría hacerme el favor usted? –Le dije.

-Con mucho gusto. –Me dijo sin dudar. Saqué la tarjeta y se la di.

Hablamos de las especificaciones de la computadora, no le entendí nada. Solo le pedí que tuviera cámara y micrófono. Me dijo que él se encargaba de todo.

Salió. Me tiré en la cama feliz de la vida. Me quedé un rato hasta que escuché unas voces, me asomé por la ventana y estaban el velador y el muchacho hablando. No alcanzaba a escuchar nada.

Vi que el muchacho se separó y se perdió de vista. Salí corriendo a buscar al velador.

-Hola. –Le dije algo agitada.

-Hola, señorita.

-¿Conoce al muchacho? –Le pregunté.

-Sí, trabaja para nosotros. -Me dijo agarrando una manguera y empezó a echarle agua a las plantas que tenía alrededor de “su casa”. -Es un muchacho con muchas ambiciones.

-¿Por qué lo dice? -Pregunté. No respondió y en silencio siguió con sus plantas.

No entendí porque me decía aquellas palabras, pero sin duda me las dijo para que me cuidara. Regresé dentro de la casa y empecé a aburrirme. Vi mi reloj y casi era la 1pm. Bajé con el velador:

-Oiga, ¿Tengo algún auto donde pueda moverme? -Le pregunté.

-Ahorita le consigo uno, ¿Camioneta o auto? -Preguntó.

-¿Puedo escoger? -Dije asombrada.

-La señora Edith me dijo que podía disponer de sus autos.

-Entonces una camioneta, cerrada, por favor. -Asintió y se metió a su casita. Salió. -En medio hora traen la camioneta.

-Gracias.

Corrí nuevamente a la casa, entré al baño a arreglarme el cabello, pintarme un poco los labios y salí en cuanto escuché el claxon.

Vi una camioneta que nunca había visto, parada, cerca de la cera, esperándome. Estaba un hombre arriba. Abrí la puerta del chofer.

-¿Quieres que te mueva a algun lado? –Me preguntó.

-No, me gustaría andar sola. –Le dije. Asintió y bajó. Subí y agarré el volante de aquella hermosa camioneta negra, vidrios polarizados, doble cabina.

Puse en marcha la camioneta. Me sentía soñada. Salí rumbo a la preparatoria que en este momento debían estar saliendo.

Llegué y vi la fila de autos, y algunos muchachos caminando. Avancé y adopté una actitud arrogante. Llegando casi a la entrada, vi a mis dos ex amigas, la casada y a Marcela. Ellas me vieron, Marce con una cara de odio, casi podía ver que sus ojos se llenaban de fuego y la casada me vio con sus ojos llenos de tristeza y decepción. Las vi y de pronto sentí un hueco en mi corazón, sentí tristeza y quise caerme, pero sostuve mi cuerpo y seguí con mi cabeza levantada.

Di una vuelta y no encontré a nadie. Muchas personas me reconocían y me saludaban, les regresaba el saludo con una sonrisa. “¿Dónde estarán mis hombres?”, pensé. Di un par de vueltas y no encontré a nadie. Me rendí luego de una media hora, y salí rumbo a la casa.

En el camino me desvíe a una tienda y compré ropa para tener en mi otra casa. Tardé cerca de 3 horas.

Regresé a mi casa y vi el auto del muchacho que arreglaba mi cuarto.

Ordené que abrieran la cochera y metí la camioneta. Dentro de la cochera estaban dos personas con sus chalecos y sus armas. Me ayudaron a bajar mis cosas y las metieron a mi cuarto donde estaba el chavo acomodando mi nueva computadora.

Le coqueteé un rato y luego me fui a bañar. Salí, le pedí al chavo que saliera mientras me cambiaba. Me puse una minifalda, unos tacones y una blusa escotada. Abajo, un juego de color morado de tanga y brassier. No pensaba salir pero quería que las personas de la casa me vieran y me desearan.

Salí.

-Ya puedes entrar. –Le dije al chavo. –Ojala no tardes en terminar.

-Esto queda en un ratito. –Me dijo.

-Por cierto, con toda sinceridad. ¿Cómo me veo? –Le pregunté y me di una vuelta.

-Te ves muy bien. –Dijo comiéndome con la mirada.

-No entiendo porque los chavos no me hablan, no me buscan. Será que no les gusto. –Dije con un tono infantil.

-Los intimidas, les das miedo. –Dijo.

-¿Por qué estoy fea?

-No, porque estas hermosa y a una mujer como tú, los intimida. Eres mucha mujer para nosotros.

-¿Te gusto? –Le pregunté.

-Me encantas. –Dijo sin vacilar.

-Eres muy amable, me has levantado el ánimo. Gracias. –Le cerré la puerta y caminé para la cochera. En la entrada vi a los dos hombres armados. –Oye, ¿Me puedes acompañar por favor? –Le dije a uno de los hombres.

Abrí la puerta y entró conmigo. Cerré la puerta con llave.

-Vamos abajo. –Le dije abriendo la trampilla que daba al cuarto donde días antes habían llevado al taxista que me golpeó. Dejé mi teléfono dentro de la camioneta. Llegamos abajo y vi que estaba todo limpio, como si nada hubiera pasado ahí.

-Yo fui quien lo ejecutó. –Me dijo y de pronto sentí como mi mundo se derrumbaba al recordar que dejé a una familia sin su sustento.

-¿La familia sabe lo que le pasó al taxista? –Pregunté y no quería escuchar la respuesta.

-No. El cuerpo los desaparecemos y lo tiramos en las parcelas. –Sentí un nudo en el estómago.

-¿Cómo puedes sobrellevarlo sin sentirte mal? –Pregunté.

-Con esto. –Sacó una bolsa de cocaína y esnifó. Me ofreció e hice lo mismo.

Mis problemas empezaron a desaparecer. Luego de un rato:

-Enséñame a usar las armas que traes. –Le dije.

-Traemos las balas contadas. –Dijo.

-¿Le reportan a Edith? –Asintió. –Bueno, si te dice algo, le dices que yo las usé. –Y estiré la mano para que me diera la pistola que traía en el pantalón.

-Tenga. –Me dio el arma. –Es de 45 mm. –Dijo. Yo no entendí. –Apunte para allá. –Dijo señalando la pared. –Quite el seguro y apriete el gatillo, solo tenga cuidado, da un pequeño golpe en la mano así que agarre fuerte el arma.

Apreté con todas mis fuerzas y con mis dos manos el arma, y apreté el gatillo. Sentí un golpe en la mano seguido de un sonido ensordecedor.

-¡Ouch! Duele. –Le dije. Luego sentí una adrenalina correr mi cuerpo, mi corazón latió muy fuerte y sentí como se me quiso salir de mi cuerpo. Nuevamente levanté el arma y disparé 3 tiros más. De pronto me di cuenta que tener un arma en mis manos, era como si tuviera el poder de Dios. Sonreí. –Perfecto. –Dije. Le regresé el arma.

-Las armas son muy peligrosas para una mujer como usted. –Me dijo. No le tomé importancia a su comentario.

-Y ¿Esa metralleta? –Le pregunté estirándole la mano para que me lo diera.

-Es un subfusil. –Dijo.

-Préstemelo. –Dudando, se lo descolgó y me lo dio.

-De igual manera, agárrelo fuerte, quite el seguro y apriete el gatillo. –Y sin dudar, apreté y no solté el gatillo. Del subfusil salieron como 6 balas. Casi no pude mantener el arma en mis manos.

-¡Wow! Este es mucho mejor. –Dije mirándola y excitándome. Le regresé el arma. Necesitaba sexo urgente. –Acompáñame. –Le dije y subimos nuevamente a la cochera. Cerramos la trampilla. –Deja las armas y quítate eso que traes encima. –Le dije. No se movió, solo me escuchó. Me hinqué frente a su bulto y empecé a desabrochar su pantalón. Entendió rápido y soltó sus cosas.

Saltó su verga de tamaño normal, aun flácida. Le di primero unos lengüetazos antes de metérmela completamente a la boca. Inicié un mete y saca rápido. El tipo no me tocó para nada. Me la saqué y empecé a masturbarlo. Luego me la volví a meter a la boca.

Estuve alrededor de 3 minutos, no se la mamé mucho ya que mi panocha estaba ardiendo de deseo por una verga.

Me levanté y abrí la puerta de la camioneta. Saqué un condón y se lo di, y mientras se lo ponía levanté mi minifalda y quité mi tanga. Me empiné poniendo mis manos en la camioneta pero antes, llené mi panocha de saliva.

Sentí unas manos abriendo mis nalgas y la verga de aquel hombre tocó la entrada de mi panocha. Gemí. Instintivamente, empujé hacia atrás y entró un poco el palo, luego el hombre empujó y entró despacio toda la verga. Me agarró de las caderas y empezó a moverme a su ritmo, primero lento. Mi panocha lubricó bien e inicié los movimientos más rápido.

Se escucharon los golpes de sus piernas con mis nalgas. Al minuto sentí el primer orgasmo. Solté mi cuerpo y el hombre se encargó de sostenerme y seguir dándome.

-Dame coca. –Le dije. Sin dejar de moverse, me la dio. Y al ritmo de las embestidas, me metí primero en una nariz, luego en la otra.

La coca, el sexo y disparar armas me habían despertado una excitación que no había sentido y me gustó. Pasaron dos minutos antes de tener el segundo orgasmo. Estaba vuelta loca. Sentí como se puso duro y se hinchó su verga dentro de mí. Una embestida, dos embestidas, tres embestidas. Se detuvo agitado.

-¿Ya? –Pregunté decepcionada. Quería y necesitaba más. No respondió. Me salí y le quité el condón lleno de leche. –Vete. –Le dije dándole un golpe.

-Espera. –Me dijo cubriéndose el cuerpo. Le di un empujón y repetí de nuevo las palabras. Se levantó su pantalón, agarró sus cosas y salió de la cochera.

-Precoz. –Susurré. Me había dejado con ganas de más. Me senté en el sillón y levanté el condón, tragué la leche. –Al menos me dejó un buen premio. –Me dije. Me recosté un poco, me sentía muy alterada. Agarré mi teléfono y busqué los números de los chavos que me podrían complacer en ese momento. Marqué el primero.

-Hola mi amor. –Le dije a Rafa.

-Hola. –Me respondió un poco desanimado.

-Amor, ven ahorita, te necesito, quiero que me cojas. –Le dije con tono casi como rogándole.

-No puedo, estoy trabajando y es mucho trabajo. –Al escuchar sus palabras me enojé y colgué el teléfono.

Marqué otro número.

-¿Victor? –Pregunté.

-Hola July. –Me dijo Victor.

-Te necesito ahorita mismo, necesito que vengas.

-July, no puedo, estoy con mis papás y… -Enojada y colgué.

Marqué otro número.

-Miguel, te necesito ahorita mismo. Vamos a vernos. –Le dije sin dejarlo hablar.

-Lo siento July. No puedo, acabo de descubrir que Olga está embarazada de mí y estoy muy preocupado. –Y ahora Miguel me colgó.

Enojada tiré mi teléfono a la pared y se quebró.

Empecé a patalear los asientos y a golpearlos. “Pendejos”, pensé, “No saben quién soy, ¿O qué? Si quiero puedo obligarlos a que vengan”. Y sentí como me llegaba una tristeza grande que rápidamente llenó mi cuerpo.

Solté el llanto y de pronto me sentí tan sola. Estaba sola. Lloré hasta quedarme dormida en la camioneta.

Desperté y estaba totalmente oscuro, me asusté y me levanté corriendo. Choqué con algo, mi vista se acopló a la oscuridad y salí de la cochera. Caminé hasta mi cuarto, las luces estaban bajas.

Entré y vi que la computadora, junto con una mesa y una silla estaban acomodadas. No le tomé importancia y me tiré en la cama. Mi ánimo no me permitió levantarme hasta el siguiente día.

Continuará

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