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Conociendo el negocio. (1)

en Orgías

-Zacatecas muy bonito, mamá. –Dije. –Fuimos a varias universidades, no estaban en clases pero trabajadores de ahí nos dieron información y nos permitieron dar un recorrido para conocer.

-Y ¿La ciudad? –Me preguntó mi mamá.

-Hermosa como no tienes idea… -Y seguimos hablando un rato. –Mamá, el autobús va a llegar. Cuídense mucho. –Y me despedí

Minutos antes había estado hablando con mi novio Rafa, me dijo que haría un viaje a la ciudad de México y le presté dinero para que fuera y viniera sin problemas. Hablamos un rato de lo que andaba haciendo pero lo noté un poco callado.

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Nada más subimos al avión, Edith pidió algo de comer, comió y apenas terminó, se durmió. No tardamos mucho en llegar. Bajamos del avión, pedimos un taxi que nos llevó al hotel. Nos acomodamos.

X, Puebla. (3-10 Enero)

-Si hay algo que me gusta de Puebla son sus hombres. –Dijo Edith mientras sacaba la poca ropa que cargaba en su maleta.

-Y eso ¿Por qué? –Pregunté mientras hacía lo mismo. No tenía otra cosa que hacer más que seguirla.

-Es sarcasmo. Son bien mandilones, egoístas y celosos del trabajo. –Dijo. –Desde aquí se manejan varias ciudades, las que están alrededor. Pero son como 20 personas las encargadas.

Tocaron la puerta y nos trajeron comida al cuarto. Pasó el mesero, dejó la comida y se fue.

-¿Por qué tantas? –Pregunté. Agarré un poco de comida.

-Porque hablaron de más, y poco a poco se han estado uniendo personas desconocidas. –Se sentó a mi lado y agarró comida. –La mayoría son trabajadores de empresas, tienen puestos grandes. –Silencio. Habló. –Debieron ser más inteligentes y tener más control.

-Pero tienes buena amistad con ellos, ¿No? –Pregunté.

-Hemos hecho dos amistades. –Dijo. -Una pareja joven que está consciente que lo que tienen aquí es un problema y que deben tener amistades buenas en todo el país. Y el otro es una persona, hombre, de 40 años. Muy abierta la persona.

-¿Habrá problema si yo me ausento? –Pregunté.

-No, es mejor que te quedes a descansar, sal a conocer la ciudad. Si te recuperas antes de que nos vayamos, me gustaría que conocieras a la pareja.

-Yo encantada, Edith. –Dije.

-Mientras, me preparo para salir, tengo que ver a mucha gente. No son de mi agrado pero hay muchos otros negocios de que hablar. –Se levantó al baño.

Me quedé sentada, comiendo y pensando. Ese día no se me antojaba salir para nada.

Luego de dos horas, Edith terminó de arreglarse y salió a eso de las 5pm.

Decidí quedarme acostada en la cama a ver tele. A eso de las 10pm, me quedé dormida. A media noche, me despertó Edith con sus ruidos. Llegó sola y se acostó a dormir. Muy raro.

Amaneció.

Nos vestimos y bajamos a almorzar al hotel.

-¿Por qué llegaste tan temprano anoche y sola? –Pregunté.

-Es lo que te digo, terminamos la plática y la cena y todos a sus casas. –Me dijo. –Y no se me antojaba coger, me siento cansada. –Silencio. –Para eso andas aquí.

-Estoy entendiendo más o menos de que trata esto. –Dije.

-Todavía te falta mucho por conocer, pero ahí vas despacio. –Me dijo.

Para mediodía, Edith salió.

Este segundo día, decidí salir a conocer una parte de la ciudad. Regresé a eso de las 8pm con ropa que compré. En cuanto abro la puerta del cuarto:

-Sí, así, dame más. –Decía Edith. Estaba empinada, viendo hacia la puerta. Un muchacho, la tenía tomada de las caderas y le estaba dando de perrito. Tenía la cabeza hacia arriba con los ojos cerrados. Mi amiga se levantó y se recargó a su hombre, este levantó sus manos a sus pechos y le besó el cuello.

Edith tenía un cuerpo espectacular, habían hecho un excelente trabajo con ella los doctores. “Rafa se la cogería con gusto”, pensé.

-Disculpen. –Dije en cuanto reaccioné. El chavo rápido se salió de Edith y se tapó con una sábana.

Cerré de golpe la puerta. Esperé unos 5 minutos fuera hasta que se abrió la puerta.

-…En eso quedamos entonces. –Dijo Edith.

-Yo le digo a mi papá. –Se despidieron de beso en la mejilla y el chavo se fue. Edith llevaba una bata.

-¿Qué pasó? ¿Por qué se fue? –Pregunté desconcertada.

-Le dio pena. –Sonrió Edith. –Y qué bueno que se fue. Ya me había aburrido.

-¿Por qué? –Entramos al cuarto.

-Hace dos años vine a visitar la ciudad y en una fiesta, ahí estaba él. En ese entonces tenía 16 años. –Se quitó la bata y caminó desnuda hasta sus maletas. –Hijo de uno de los encargados. Me coqueteó toda la noche y le di entrada. Su papá se sintió muy orgulloso. –Sacó un consolador de una maleta. –En aquel entonces era un niño inocente y virgen, me gustó lo que pasó. Hoy vino a verme con la excusa de que estaba enamorado de mí. Solo quería coger, obvio, pero que malo es. Muy torpe. –Se acostó en la cama y se abrió de piernas. –Siempre cargo un consolador cuando vengo a Puebla, son muchos días sin hombres. –Y empezó a sobarse la panocha rasurada que tenía. Se detuvo y me vio. –No te incomoda, ¿O sí?

-Adelante. –Dije congelada.

Con una mano, llevo su consolador a su entrepierna. Empezó a sobarse despacio, lento. Con su otra mano, tocó sus pechos, que apretaba.

-Hay Héctor, cuanto te extrañé. –Dijo. El dildo era de unos 30cm y muy grueso. Empezó despacio a metérselo, mientras lo hacía, gemía de placer, de dolor, su espalda se arqueaba. Despacio lo metió todo. –Así quédate mi amor, adentro, no te muevas ni te salgas. –Se quedó inmóvil un rato, gimiendo, agitada.

Luego empezó un mete y saca, lento, largo y profundo. Se sacaba todo el consolador y luego se lo metía todo. Al inicio gemía de dolor, luego lo hacía de placer.

Levantó sus piernas y las dobló, empezó un mete y saca rápido. El dildo desaparecía entre sus piernas.

-Así, Héctor, así te siento profundo. Dame rápido, fuerte, como me gusta. –Decía. Su mano se movía rápido y ella se movía al ritmo.

Se turnaba, entre ponerse boca arriba, luego ella encima, y de perrito. Yo no perdía detalle. Estaba disfrutando. Ese tal Héctor la volvía loca. Tenía poco tiempo de conocer a Edith y a pesar de tener el mismo gusto sexual, nunca la había visto coger. Desnuda la había visto algunas veces pero tampoco la había visto con otros ojos.

En ese momento, verla empinada, con un dildo dentro de su panocha rasurada, sus pechos duros colgando y sus gemidos, me hizo imaginarla mamándome la panocha mientras mi novio se la cogía de perrito. Se me antojó mucho coger con mi amiga Edith.

Mi cuerpo ardió. Corrí al baño y abrí la regadera. Así, con ropa, me metí bajo el agua. Los gemidos de Edith se seguían escuchando, las malas palabras llegaron. No supe cuánto tiempo tardó en llegar el silencio. Me quedé unos 5 minutos más bajo el agua. Cuando salí, Edith estaba bajo las sabanas acostada y dormida.

Me había dado un espectáculo muy bueno, tan bueno que la empecé a desear.

Me arreglé y me metí bajo las sabanas y no me pude dormir pensando en que quería salir de mis días para hacerlo con Edith. Pasaron las horas hasta que el sueño me ganó…

Los días pasaron… 4, 5, 6, 7, 8… en esos días lo único que hice fue salir de compras. Compré demasiada ropa, cremas, perfumes, y más cosas.

Llegó el día 9 y para este día, ya había salidos de mis días, pero Edith se había perdido por varios días. No pude encontrarla por teléfono, me había dicho que quería que conociera a la pareja y quería pasarla bien, pero no me respondió. No quería pasarla encerrada. Así que salí a pasear a la ciudad a mediodía.

Me teñí el cabello del mismo color negro que lo tenía nada más le daba un color rojo muy oscuro. Me di un rico baño y me puse loción en todo mi cuerpo. Luego salí del baño y me desnudé completamente para usar una crema en mi cuerpo. Agarré un short de mezclilla, unas medias negras, unos tacones y una blusa de rayas negras de manga larga. El clima allá era un poco fresco.

Traía ganas de coger y ese día me las iba a quitar. Pensé en un trio, y quería dos hombres. Pero al pensar en Edith, se me antoja una mujer, así que un trio con una verga y una panocha, también estaría bien. Y si se me atravesaban dos mujeres, las aceptaba con gusto. Mi idea era estar con dos personas.

Agarré un taxi y le pedí que me llevara al centro de Puebla. Me puse unos lentes oscuros y bajé del taxi con toda la actitud y calentura posible.

Caminé por las calles, que días antes ya había recorrido, me movía muy sexi, provocativa y le sonreía a cualquier hombre que pasaba y me gustaba.

Llegué a un restaurante que ya había visitado, había mucha gente pero nadie alrededor interesante. Vi un par de personas adultas, en traje, en ocasiones uno me miraba y luego me sonreía. Yo me hacía y volteaba la mirada haciendo como si no hubiera visto.

Eran 4 señores de entre 45-55 años.

Al sentir que sus miradas se hacían más obvias y que sus murmullos eran sobre mí, empecé a jugar con ellos. Me crucé de piernas y con un dedo empecé a hacer círculos. Fingía acomodar mis tacones y les mostraba parte de mis tetas. El juego duró 5 minutos, hasta que vi que se levantó uno de los señores, y caminó directo a mí. Mi corazón latió muy rápido y me puse un poco nerviosa.

-¿Te puedo invitar una copa? –Me dijo mientras señalaba hacia la barra y hacía una seña. No respondí. Se sentó. Llegaron dos copas de vino. Este señor era bajito y gordo. –Siendo atrevido, eres una mujer que roba miradas de todos. Al verte no pude evitar mi impulso y deseo de hablarte. –Bebió vino. -¿Cómo te llamas?

El juego con ellos me había gustado, pero pensar en tener sexo con uno de ellos no me pasó nunca por la cabeza. Igual una plática caliente estaba por venir y me dejé llevar.

-Julia. –Respondí.

-Que hermoso acento, ¿De qué parte del norte eres? –Me preguntó.

-De tal lugar. –Dije a secas. Agarré mi copa de vino y bebí. Estaba muy rico.

-¿Qué trae a una mujer tan linda a Puebla?

-Negocios.

-¿Negocios? –Preguntó con un tono de incredulidad.

-¿Por qué ese tono? –Fingí estar molesta.

-No, por nada. –Dijo viéndome y comiendo con la mirada de pies a cabeza. Tomó vino.

-¿Lo dices por mi forma de vestir? –Dije. Levanté mis brazos para acomodar mi cabello.

-Solo me preguntó a qué clase de negocios te dedicas. –Dijo poniendo una sonrisa burlona. Su forma de ser no me gustó y ahora entendía a lo que se refería Edith.

-Señorita. –Le hablé a la mesera. Llegó. –Con todo respeto, ¿Cuánto gana usted? Con sueldo y propinas en un día muy bueno.

-¿Disculpe? –Dijo asustada la muchacha. –No entiendo.

-Sí, ¿Cuánto gana? –Pregunté de nuevo. Me dijo. –Es muy poco, y personas como él, ¿Cuánto le dan? –Le pregunté señalando a la persona. La muchacha lo vio asustada.

-Dile, no te preocupes. –Dijo el señor. Ya le dijo. Sacó la cartera el señor y le dio $5000 pesos. –Toma.

-No señor, no es necesario. –Dijo la muchacha.

-Claro que no será necesario. –Dije. Le pedí el teléfono al señor y le marqué al director, el esposo de mi amiga Edith. Le pedí algunos datos que anoté en un cuaderno que me trajo la mesera. Luego hablé a otro número, le pedí un número de cuenta a la muchacha y luego de unos minutos colgué. –Listo, te deposité un millón de pesos. –Le dije a la mesera.

-¿QUE? –Dijo asustada.

-Un regalo de mi parte. –Le dije. La muchacha empezó a hablar pero no le hice caso, tan solo me dediqué a ver fijamente al señor que me miraba con los ojos muy abiertos. Sentí que la muchacha se fue. –Ve con tus amigos, ahorita te alcanzo. –Le dije. Me levanté y fui al baño.

Me vi en el espejo y me arreglé un poco, de pronto mi panocha ardió de deseo. Lo que había hecho, me calentó y me excitó mucho y estaba lista para salir y buscar lo que quería.

Caminé casi temblando y me fui a despedir de los señores.

-Disculpa si te ofendí con el comentario. –Me dijo el señor.

-No te preocupes. –Le dije. –Bueno señores…

-Te invitamos una copa. –Dijo otro de los señores pidiendo más, traté de negarme pero sin éxito. No me dejaron hablar. Este señor era algo y delgado. –Vestida así de atrevida, cualquiera piensa que lo que menos andas haciendo, son negocios. –Hizo una pausa y añadió. –Que por supuesto, te ves increíble.

-Y ¿Qué da a entender? –Dije. Mi calentura empezó a hablar.

-Te diré lo que pienso. –Dijo otro de los señores. Era el más guapo de los cuatro y estaba gordito. Su mirada fue fija y penetrante. Tanto que hizo que me mojara. –Pienso que vienes desde tan lejos a hacer negocios y muy importantes. Pienso que has trabajado mucho y que hoy es tu día de descanso. En la mañana te levantaste y tu única idea era arreglarte mucho y atrevida para salir y buscar un hombre con el cual tener sexo, porque una mujer ardiente como tú, que calculo, lleva dos semanas sin sexo, no puede pasar ni un minuto más sin hacer el amor. –Agarró aire. –Y en nosotros 4, unos viejos, no ves a ese hombre.

Se hizo el silencio. Me puse roja como un tomate y se me fue el aire. Sus palabras hicieron que me mojara. Sonreí y bebí vino.

-Nunca dije que ustedes no fueran una opción. –Mi calentura subió al máximo.

-¿Los cuatro? –Dije el alto, flaco.

-¿Creen poder conmigo? –Dije. El juego se había terminado y me dije que quería esas 4 vergas. –Son las… 4pm. Toda la tarde. ¿Qué dicen?

-¡Wow! –Dijo el guapo. Se vieron. –Y ¿Uno solo? El que tú escojas.

-Deben ser todos o ni uno. Y rápido porque mi oferta se acaba en un minuto. –Se vieron.

-La cuestión es que, estamos a punto de cerrar un negocio… -Habló el otro señor que no había hablado, era el más grande de edad.

-Les pago, $300 mil en total. –Dijo. Pude sentir en mis ojos un vicio enorme por el sexo. –La oferta se cierra en 5, 4, 3, 2…

-Aceptamos. –Dijo el alto, flaco.

-Yo no iré. –Dijo el más viejo.

-De acuerdo. –Dije. –Seremos nosotros 4. –Sonreí.

Pagaron la cuenta y salimos rumbo al estacionamiento. El guapo me llevaba abrazada de la cintura. Iban riendo y hablando. Yo no les ponía atención, solo pensaba en las mil y unas formas en que me cogerían. Quería una cogida igual que en las películas porno. Llegamos a su auto.

-Oye, disculpa. –Escuché una voz de mujer. Volteé y era la mesera.

-¿Qué pasó? –Dije.

-Quiero agradecerte infinitamente por lo que has hecho. Le hablé a mi mamá y vio el estado de cuenta y… te lo agradecemos. –Se quitó el mantel y lo tiró y lo pateó. Se echó a llorar. La abracé. –Con este dinero vamos a terminar nuestra casa y nuestros estudios, te lo agradecemos. Por hoy soy libre y haré cualquier cosa que me pidas.

-¿Tienes novio? –Pregunté cuando nuestros ojos se cruzaron.

-Si. –Dije sollozando.

-¿Eres virgen? –Asintió. –Ahora voy a un hotel con estos señores, ¿vienes?

-Ese dinero vale mi virginidad. Acepto. –Dijo.

-Nos hace falta uno. –Dije. –Si no viene el señor, no hay nada.

-Ahorita lo convenzo. –Dijo el guapo. Salió corriendo. A los 10 minutos regresó.

-Tu vete con él. –Le dijo al alto flaco.

-No, nosotras nos iremos con él, como seguro. –Le dije mientras tomaba de la mano a la mesera.

Nos hablaron pero no respondí. Llegamos y tocamos la puerta del auto. El señor se asustó. Bajó la ventana.

-Nos iremos con usted. –Dije.

-No… no… no… -Abrí la puerta del auto y subí a la mesera en el lado del copiloto.

-Usted se unirá a esto. –Dije.

-Pero…

-¿Has mamado una verga? –Le pregunté a la mesera.

-Si, a mi novio. –Respondió.

-Entonces, mámasela al señor. –Dije. La mesera sin pelear, puso sus manos en la entrepierna del señor. Por atrás, me acerqué y con una mano le volteé la cara y sin pensarlo le di un beso que no me respondió a la primera, pero poco a poco fue cediendo.

Se escuchó como se abrió el zipper de su pantalón. Me separé para ver la mamada. Los dos dudaron.

-Y ¿Si nos ven? –Preguntó la mesera.

-Yo vigilo. –Dije.

El señor se bajó el pantalón y salió una verga con una erección. Se veía algo arrugada. La cabecita la tenia de fuera y brillaba hermoso.

La mesera se agachó y se empezó a comer la cabecita despacio, con los labios, arriba, abajo. El señor empezó a gemir.

-Sí, así. Hermoso. –Dije. –Oiga, esa muchacha que le mama la verga, es virgen. Usted tendrá el privilegio de ser el primero si se nos une.

-Si. –Dijo la mesera cuando se levantó. –O ¿No le gustaría? –Le dijo mientras se acercaba a besarlo.

El señor la hizo a un lado, se subió rápido el pantalón y avanzó el auto.

Tardamos cerca de 20 minutos en llegar a un hotel precioso. El señor pagó y preguntó por sus amigos, los cuales aún no llegaban. Subimos al cuarto que quedaba 20 pisos y entramos.

Tenía una cama matrimonial, y estaba rodeada de espejos. Había una pequeña sala con una mesa en el centro con un tubo en medio. Tenía un balcón con un barandal de madera que daba vista a la ciudad. Estaba el cuarto de baño con jacuzzi y fuera un ropero con dos puertas a lado y espejos en las puertas. Había un bar a lado de los sillones. Para coger, era perfecto.

-Nunca había venido a un hotel. –Dijo la mesera -¿Así son todos?

-Este es un hotel diseñado especialmente para tener sexo. Muy pocos saben que ahí están, porque solo se lo ofrecen a personas exclusivas. –Caminó al bar y sirvió tres vasos de whisky. El señor se sentó en el sillón.

La mesera olió el whisky.

-¿Qué es? –Preguntó.

-Es whisky. –Dije. Bebí.

-Yo no tomo. –Dijo.

-¿Nos permite? –Le dije al señor. Caminamos rumbo al baño.

El baño tenía un jacuzzi precioso, y alrededor del jacuzzi había espejos.

Eché jabón al jacuzzi y lo puse a llenar. Me acerqué al espejo y saqué mis pinturas. Me puse un poco de polvo, luego me pinté los labios.

-¿Qué pasa? –Por fin habló la muchacha.

-Sabes porque estamos aquí, ¿Verdad? –Pregunté un poco molesta.

-Sí, vamos a tener sexo. –Dijo. –Soy virgen pero estoy lista para esto.

-No estas lista. –Dije y me volteé a verla. –Son cuatro tipos y todos vienen con la única intención de coger.

-Si, por eso…

-No. –Interrumpí poniéndole un dedo en la boca. Luego lo quité y me le acerqué para besarla.

-¿Qué haces? –Dijo haciéndose a un lado.

-Besarnos. –Dije.

-Pero yo no… no me gustan las mujeres.

-A eso me refiero…

-Ya entiendo. –Dijo, bajando la mirada. –No le tomé mucha importancia a esto. De hecho no pensé.

-Si no quieres hacer esto, dime y te vas. –Se quedó un rato callada.

-Me diste un millón de pesos y por eso, hoy soy tuya, haré lo que me digas con gusto. –Dijo viéndome y sonriendo. –No me arrepentiré de nada.

-Entonces quiero que salgamos a cogernos a esos hombres. –Dije. La mesera agarró el vaso de whisky y lo bebió de un trago, luego lo tiró y se acercó a besarme, fue un beso algo torpe con poca lengua.

Me agarró las nalgas y las apretó. Luego las soltó y nos separamos.

-Préstame tus pinturas. –Se acercó al espejo. –Eso sí, tendrás que ayudarme.

-La pasarás muy bien. –Dije. Esperé a que se llenara el jacuzzi.

Vi a la mesera, se había arreglado bien, su pelo incluso se lo soltó. Se veía algo madura. Caminamos rumbo a la puerta.

-Espera. –Dijo. Inhaló aire. Abrí la puerta y salimos.

El señor había cerrado las cortinas y apagado las luces. Solo había unas luces apuntando en el tubo. Sonreí con mucha pena. Empezó a sonar música electrónica.

-Ve y siéntate con el señor. –Le dije. –Dale masajes en las piernas y bésalo ocasionalmente. –Caminó hasta el señor. Yo fui directo al tubo. Lo tomé con una mano.

Bailar y moverme rico, sabía hacerlo. Usar el tubo, no.

Me puse de espaldas al señor y me empiné lo más que pude, luego con la otra mano acaricié mis piernas y terminé dándome una nalgada. Me levanté y le di una vuelta al tubo moviendo mis caderas lo más rico posible.

Me detuve, me puse de espaldas al tubo y acaricié mi vientre levantando un poco mi camisa, luego subí mi mano hasta el pecho. Movía mis caderas de golpe de un lado a otro. Empecé a mover mi cabeza y a volar mi cabello al ritmo de la música.

El señor viejo y la mesera se estaban besando. Luego se separaron y el señor viejo le dijo algo a la mesera, esta caminó directo a mí. Sonreí, la tomé de su cabeza y ella de mi cintura y nos besamos.

Esta vez el beso fue más intenso, más fuerte, más sexual. Bajé mis manos a sus pechos chiquitos y los acaricié. Ella también subió sus manos y las metió debajo de mi camisa y acarició mis pechos.

-¡Wow! –Me dijo acercándose a mi oído. –Son grandes.

-Y hoy, vas a ver todas las formas posibles de usarlos. –Dije sonriendo.

Nos dimos un pico. Levanté mis brazos y sacó mi camisa, luego se agachó y me quitó mi short. Se hizo para atrás y me vio completamente. Se acercó.

-Traes una ropa interior preciosa. –Me dijo. –Venías lista.

-Claro. Yo siempre ando lista. –Le dije guiñándole un ojo. –Ponte a bailar, deja lo atiendo.

Caminé rumbo al señor viejo que me veía. Me acerqué a su boca pero no lo bese, mis labios quedaron cerca de los suyos. Puse mis manos en sus piernas y luego me incliné para quedar frente a su bulto que ya se marcaba.

Volteé a ver a la mesera que estaba bailando en el tubo con un vaso de whisky en la mano. Empecé a sobarle las piernas al señor viejo. Me levanté y fui y serví dos vasos de whisky, uno se lo di al señor y otro me lo quedé. Caminé rumbo a la mesera.

-¿Estas lista? –Le pregunté. Asintió con la cabeza. La tomé de la cabeza y nos besamos. Se sentía mucho más relajada. Agarrándonos de las manos, caminamos rumbo al baño. Le hice una seña con el pulgar el señor viejo para que nos siguiera.

En cuanto entramos, llevé mis manos a la blusa de la mesera para quitársela. Luego ella se quitó su brassier, zapatos, pantalón y ropa interior. Yo hice lo mismo hasta quedar las dos desnudas.

El señor viejo había entrado y nos comía con la mirada. Entramos al jacuzzi y jugamos un rato con el agua y la espuma, sin tocarnos.

Se abrió la puerta y entraron los otros 3 señores. Traían botellas de agua y le pasaron una al señor viejo. Luego se pasaron algo que no vi y los 4 se lo metieron a la boca y bebieron agua.

Luego nos vieron, como si estuvieran poseídos por el demonio del sexo. Me senté en el jacuzzi frente a ellos, puse uno de mis pies al borde del jacuzzi. La mesera hizo lo mismo. Les empecé a sonreír.

-¿Les gusta lo que ven? –Pregunté.

-Claro. –Dijeron.

-¿Quisieran ver más? –Dije. Mis piernas rozaban con las piernas de la mesera. Estaba temblando. –Tranquila. –Le susurré. –Solo sígueme.

-¿Cómo qué? –Dijo el señor flaco.

Volteé a ver a la mesera y nos dimos un beso, solo tocando nuestros labios. Luego saqué mi lengua y la mesera sacó la suya y nos empezamos a dar golpecitos. Succioné su lengua y terminamos.

El agua del jacuzzi no estaba hasta arriba así que nos sentamos mejor y nuestras tetas salían del agua. La mesera se me acercó y me besó el cuello, lo mordió un poco, luego subió por mis cachetes hasta llegar a mi boca, nos fusionamos en un beso que hizo que me perdiera. Sentí una mano gruesa y dura en una de mis tetas. Abrí mis ojos y vi al señor gordo agarrándolas.

-Son grandes, como me gustan. –Sonreí.

-¿Había visto otras iguales? –Pregunté.

-Sí, pero a ti se te ven increíbles porque estas chaparrita. –Dijo. Seguía manoseándome. -¿Qué has hecho con ellas?

-De todo. –Sonreí. Todos rieron.

-¿Las han llenado de leche? –Preguntó el señor guapo.

-Claro. –Reímos.

-Y ¿Has hecho rusas? –Preguntó el señor flaco.

-Me encanta. –Dije con cara de felicidad. –Las han chupado y mordido y si vieran como se mueven cuando me cogen. –Dije. Volvimos a sonreír.

-A mí me gustan estas otras. –Dijo el señor viejo. Ya estaba al lado de la mesera y le estaba manoseando las tetas. –Son chiquitas, virgencitas. Duras. Pezón café hermoso.

Vi a la mesera, tenía los ojos cerrados y gemía.

-Tome asiento. –Le dije. –Les vamos a dar un espectáculo.

Los señores se levantaron y se acomodaron para vernos.

Agarré a la mesera y la acomodé en una de las esquinas, la acosté un poco. Le abrí las piernas y me metí entre ellas. Llevé una de mis manos a su panocha y empecé a masajear despacio mientras nos besamos.

Se escuchaba la música de fondo, los gemidos de la mesera, nuestros labios chocando.

El tiempo se detuvo en ese momento y solo existíamos ella y yo. Agarró mis manos y me detuvo, luego nos separamos y nos vimos.

-¿A poco tener un pene dentro es más rico que esto? –Me preguntó.

-Tener 4 vergas dentro es aún más rico. –Le dije sonriendo. Nos volvimos a besar, juntamos nuestros cuerpos y nuestras tetas chocaron.

Luego cambiamos de lugar y yo me acomodé recostada. La mesera agarró mis tetas, se inclinó se las metió a la boca. Primero una, que chupaba, mordía despacio, luego la otra. Las apretaba con sus manos pequeñas.

Luego con su lengua pasaba mis pezones, mientras me miraba. Se levantó, me vio y nos besamos. Debo decir que hasta ese momento, ninguna de las mujeres con las que había estado, me había tocado tan lindo como ella lo hacía en este momento.

La rodeé con mis piernas y de nuevo se agachó a besar mis pechos. Era increíble la manera en que lo hacía, tan perfecta, tan linda, tan femenina, no quería que terminara ese momento.

Otra vez cambiamos de posiciones y ella se recostó. Pasé mi lengua desde sus pechos hasta su barbilla. Luego bajé a sus pechos y empecé a morderle sus pezones, lo hice un poco fuerte pero no se quejó. Sus manos tocaban mi espalda con mucha delicadeza, me miraba sonriendo. Eran increíbles sus caricias. Me levanté a besarla.

Me descontrolé y me le fui encima. La besé con fuerza y llevé una de mis manos a su panocha, empecé a masturbarla rápido y fuerte. Sus gemidos eran ahogados por mis besos.

Sus manos, todavía en mi espalda, al minuto me avisaron que había tenido un orgasmo. Me separé de su boca para escuchar el grito.

-Que rico. –Gimió.

Me acerqué a su oído.

-¿Has mamado una panocha? –Todavía entre gemidos, negó. –Pero si has mamado una verga. –Asintió. –Es lo mismo. Y hoy probarás una. –De nuevo asintió.

Me subí a la parte de jacuzzi donde uno podía poner el jabon, shampoo, y otras cosas y me senté abierta de piernas. Se acercó la mesera y metió su cabeza entre mis piernas para luego, tocar con su lengua toda mi rajita y uno de sus dedos dentro de mi cuevita.

Empezó mamar mi panocha rico, despacio. De manera muy diferente a la que estaba acostumbrada. Agarré su mano y llevé su dedo a mi boca, probé mis jugos, luego le indiqué que metiera dos dedos.

Bajó y llevó su mano a mi cuevita y boca a mi rajita. Agarré su cabeza y la apreté contra mí. No se separó hasta pasados tres minutos donde tuve un orgasmo. La separé y la vi sonriendo. Escuché aplausos.

Reaccioné y vi a los cuatro señores parados, desnudos, con sus vergas apuntando al techo, y nos veían. Estaban felices.

Di un brinco fuera del jacuzzi y caminé con los señores. Los vi. Agarré al señor flaco que tenía una verga grande y flaca, al señor gordo que tenía una verga promedio en forma de plátano y al señor guapo que tenía una verga promedio.

Le hice una seña a la mesera para que saliera y agarrará al señor viejo, tenía una verga promedio.

Senté a los 3 señores en los sillones y me hinqué para mamarles la verga. Primero me fui con el de en medio que era el señor gordo, empecé metiéndomela completa mientras masturba a los otros dos con mis manos, luego me turnaba y pasaba a otra verga, y luego a la otra. Volteé y vi a la mesera mamándole la verga al señor viejo.

Me levanté y fui con el señor viejo.

-Acuéstela y métasela. –Le dije. Se levantaron y la acostó boca arriba, me agaché a mamarle la verga al señor viejo. Se la llené de saliva y luego pasé a mamarle la panocha a la mesera para que disfrutara mejor.

El señor viejo se puso encima de la mesera y listo para metérsela por primera vez.

Me puse de perrito para besar a la mesera, empezó a gemir fuerte, de dolor. Volteé y el señor ya se la había metido toda pero no se movía. Luego lo hizo despacio. Los gemidos de la mesera se escucharon al ritmo de las embestidas lentas del señor viejo.

Después sentí como unas manos abrían mis nalgas y entraba una verga en mi panocha. Solté un gemido. Empezó a embestirme rápido y fuerte. Vi como el señor guapo se subía a la cama y ponía su verga a la altura de nuestras dos bocas.

Rápido me metí la cabeza a la boca y la mesera la mamaba por un lado. Las embestidas hacían que la verga entrara y saliera de mi boca.

Estuvimos así alrededor de 5 minutos. Luego me pusieron boca arriba con las piernas abiertas y el señor guapo se acomodó encima de mí y empezó a metérmela. El señor gordo se acostó y la mesera lo cabalgó. Se acercaron los otros dos y se pusieron al lado de la mesera para que se las mamara. Esto duro cerca de 10 minutos. El señor guapo era bueno para coger. Hizo que me viniera 2 veces.

Termine agotada y muy feliz. Se levantó el señor guapo y yo me levanté para ponerme encima de la cabeza del señor gordo. Sentí su lengua pasar por mi rajita mientras besaba a la mesera y mamaba vergas.

Me levanté y tomé de la mano al señor flaco. Caminamos hasta llegar al sillón y me empiné.

-Por el culo. –Le dije y con una mano le abrí mis nalgas. No se lo pensé dos veces y puso su verga en la entrada. Empujó y me dolió. –Espera. –Y llevé saliva a mi culo. Intentó de nuevo, entró la cabeza y sentí demasiado dolor. Pero me lo aguanté, esta verga era grande y la quería toda dentro de mí. Empujó más fuerte y ya no lo detuve hasta que entró toda. Gemí de cansancio. Estuvimos parados un rato.

Vi como el señor guapo, había puesto de perrito a la mesera y le estaba dando mientras le mamaba la verga al señor gordo que estaba acostado. El señor viejo se había acercado a mí y apuntó su verga a mi boca. El señor flaco me empezó a dar. Al inicio dolió pero poco a poco me fui acostumbrando. Y disfruté.

2 mujeres, 4 hombres… sonreí mientras me dolía la metida de verga que tenía en mi culo.

A los 5 minutos, el señor viejo llenó mi cara de leche, que empecé a limpiar y a tragar al ritmo de las embestidas del señor flaco.

Vi como el señor gordo agarraba la cabeza de la mesera y no le permitió salirse hasta vaciar toda su leche en la boca. En cambio, a los 5 minutos, el señor flaco llenó mis nalgas de leche y caí rendida en el sillón, toda adolorida pero muy muy muy satisfecha. Agitada. Sonriendo.

Vi como los dos hombres agarraron una botella de agua. Como pude me senté en el sillón y al instante, el señor guapo se puso duro e imaginé que le estaba llenando la panocha de leche a la mesera que cayó en la cama, agitada y riendo.

-¡BRAVO! –Grité mientras aplaudía. Todos me siguieron.

Cada uno se sentó a descansar.

Casi a los 30 minutos, los señores se levantaron y se metieron algo a la boca para luego beber agua. Esta vez el señor viejo me acostó en el sillón boca arriba y me metió la verga que ya se había parado… me perdí totalmente...

Mamaba verga mientras cabalgaba…

Hice una puñeta rusa…

Se turnaban para llenarme la panocha de leche…

Cogí en el balcón…

Me la metieron debajo del agua en el jacuzzi…

Tragué la leche de todos…

-Ahí te va. –Dijo el señor gordo mientras se masturbaba y tenía su verga dentro de mi boca. De su verga salió muy poco semen y los dos caímos rendidos en la cama.

La panocha me ardía, mi culo me dolía demasiado, las nalgas de tanto golpe me dolían, mi cabello de tanto jalón me dolía. Estaba agotada. Vi por el balcón y estaba oscuro.

-¿Qué… hora… es…? –Dije como pude. Ni yo me entendí pero el señor guapo si, volteé a verlo.

-10 minutos para la medianoche. –Dijo. Se estaba vistiendo.

-Estoy agotada. –Dije. Miré alrededor y solo los vi a ellos dos y a la mesera dormida en el sillón. Estaba tapada con una sábana. –Y ¿Los demás?

-Se fueron desde hace mucho. –Dijo el guapo. –El señor viejo desde las 8pm, el señor flaco como a las 10 y yo ya me voy.

-Y tendré a dos para mí solo. –Dijo el señor gordo.

-¿Todavía puedes? –Le pregunté.

-En una hora me recupero para un último palo. –Dijo. –No me canso de ti, chiquita. –Dijo mientras masajeaba mis pechos.

Nos besamos. A los 5 minutos salió el guapo.

Cerré un rato mis ojos para descansar. Me despertó el sonido de un teléfono, era el mío.

-Tiene mucho rato sonando. –Dije. Me levanté lo más rápido que pude y respondí.

-Hola.

-¿Dónde andas? –Era Edith.

-Estoy… estaba… ¿Qué pasó?

-Tuvimos algunos problemas pero dimos un paso. Te esperé desde las 7pm en el aeropuerto pero no pude esperarte más, a las 10pm agarré un avión a Nuevo Leon. Necesito que te vengas lo más pronto posible, o sea ya.

-¿Qué paso? –Dije asustada.

-Acá te cuento, pero agarra ya un avión a Monterrey. A la ciudad, ahí te espero. –Dijo.

Colgamos.

-Me tengo que ir. –Le dije al señor gordo agarrando mi ropa y poniéndomela. –Hable por favor y pida un taxi para mí. Ni siquiera preguntó, habló y pidió el taxi. –Espero hayan disfrutado porque yo, disfruté demasiado. –Le dije. Le di un pico y caminé rumbo a la salida. Vi a la mesera dormida. –Dale una última cogida y muy rica, que no olvide esto.

-Así será. –Me dijo y salí.

Tomé el elevador y bajé, esperé 5 minutos hasta que llegó el taxi. Me miraban con mucho morbo los del hotel. Me subí. Me llevó al aeropuerto. Bajé y tomé el primer avión que salía a primera hora de la mañana. De alguna manera iba asustada pero al despegar el avión, me sentí más tranquila.

Cerré un poco los ojos y rápido los abrí.

El avión estaba llegando a Monterrey, Nuevo Leon, mi nuevo destino.

Continuará…

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