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Nueva Vida, Mismas Personas INICIO (2)

en Sexo con maduros

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-CON UNA CHINGADA, YA TE DIJE QUE YA VOY PARA ALLÁ. –Me despertaron los gritos.

Me quedé pensando por unos segundos, en esos gritos. Vivía sola desde hace dos meses, y escuchar esos gritos me espantaron, Luego recordé que…

LA NOCHE ANTERIOR

-Hola, soy Rebecca. –Me saludó la chava.

-Soy Julia. –Dije dándole la mano.

Rebecca era una chava muy bonita de su rostro. Tenía un cuerpazo. Sus tetas eran chiquitas pero se le notaba un culo bien formado.

En ese momento traía un pantalón y una playera ombliguera, noté que tenía una cintura muy plana. Cabello corto y rubio.

La vi y me embobé. Luego vi a las chicas de la mesa, les puse atención y todas estaban de la misma manera. Parecían modelos.

Sacó un cigarro y lo encendió.

-¿Gustas? –Me ofreció.

-Sí, gracias. –Le dije agarrando uno y encendiéndolo. No tenía mucha experiencia en el arte de fumar.

Agarró mi vaso y bebió el whisky.

-Dos más. –Le dijo al señor que servía. El señor lo hizo. Me vio y me aventó el humo en la cara. Sonrió. -¿De dónde eres? –Me preguntó.

-De tal estado. –Le dije. Me molestó un poco su actitud.

Me vio de arriba abajo, como si me comiera con la mirada. Hizo un gesto de aprobación. No entendí porque lo había hecho.

-¿Qué edad tienes? –Me preguntó.

-18 años.

-Muy bien. –Dijo.

-ESTARÁS AHÍ MAÑANA SÍ O SÍ. –Dijo uno de los hombres que estaban en la mesa.

-YA TE DIJE QUE NO IRÉ. –Le dijo Rebecca. –No me dejan en paz. –Me dijo.

-¿Qué pasa? –Pregunté.

-Quieren que mañana vaya a trabajar, pero tienen más gente. No entiendo porque quieren que yo vaya.

-¿En que trabajas?

-Soy edecán. –Me dijo.

-¿Edecán? –Pregunté.

-Sí, edecán. –Bebió su whisky y pidió otro. –Trabajo, o bueno, trabajamos para una compañía que cuando nos pide que presentemos un producto, lo hagamos.

-No entiendo, o sea, ¿Cómo? –Insistí.

-Por ejemplo, mañana viernes, quieren que vaya a un lugar donde venden cerveza; me pondré mi blusa ajustada, mis shortsitos sexys o pantalón de lycra y mis botas putas, bailaré fuera del lugar mientras presento la cerveza a la voy a representar. –Me dijo y acabó con su cigarro que puso en el cenicero. Luego encendió otro. Bebió su whisky.

-Parece un trabajo simple. –Dije.

-Y muy bien pagado. –Añadió. –Pero estar en un lugar de esos, es estar aguantando a hombres borrachos, drogados, haciéndome preguntas, intentando convencerme de que me vaya con ellos a la salida. –Agarró mi whisky y lo bebió. Pidió otros dos. Yo escuchaba atenta su trabajo.

-¿Solo trabajas en esos lugares? –Pregunté.

-No, también nos piden que vayamos a eventos deportivos, entrevistas, o a representar alguna telefonía celular. –Llegó nuestro whisky y de un trago bebí todo. Me terminé mi cigarro. –En esos lugares son menos las propuestas que nos hacen. –Me dijo. –Son más tranquilos.

-TEMPRANO TE ESPERO, REBECCA. –De nuevo gritó el muchacho.

-QUE NO VOY A IR, ENTIENDE CHINGADO. –Gritó Rebecca. –También hay que aguantar a este tipo de personas.

-¿Tus jefes? –Pregunté.

-Ya quisieran. Estos son unos perros muertos de hambre. Son los muchachos que nos llevan a los lugares y luego nos regresan. –Me dijo. –A veces nos invitan después de los eventos a tomarnos algo.

-Está bien, ¿No? Hay que aprovecharlos. –Le dije queriendo sonar como una experta.

-A veces, ahorita solo vine por una amiga que le gusta uno de esos perros. –Bebió su whisky y pidió otros dos. –Solo quieren emborracharnos para cogernos. –Me dijo bien relajada.

-Y ¿Tú no quieres coger? –Le pregunté también con más confianza. El whisky hacía su juego. -¿No eres de esas chicas? Para el trabajo que me dices, coger no es una opción, es algo que debes hacer a fuerza.

-No… no… no… yo no… -Y por primera vez, dudó en sus palabras. Silencio. La música se escuchaba al fondo. Bebimos nuestro whisky y habló. –Si he tenido algo con uno, no está aquí, tiene su otra cuadrilla. Es atento, cariñoso, romántico. En cambio, este wey a fuerza quiere coger conmigo. ¿Acaso no tengo el derecho de escoger con quien acostarme? –Lo vio y le sacó el dedo. Me provocó algo de risa. Rebecca me vio. –Ayúdame, las dos. –Me dijo y entre las dos le mostramos el dedo al muchacho, que sonriendo, nos regresó el saludó. Pidió otros dos whisky.

-Por lo que me dices, estás enamorada. –Le dije.

-Lo estaba, tenía a mi novio, pero cuando conseguí este trabajo empezó a celarme, y me decía que era una puta en este trabajo y me ofendía. Lo más sano era terminar la relación. Me dolió pero ni modo.

-Entiendo. –Y en ese momento pensé en Rafa, él era una persona especial, nada celoso y era el complemento perfecto para mi vida. Aún lo amaba y no deseaba perderlo. No encontraría a nadie igual. –Entiendo. –Repetí.

-En este trabajo, conocí a este chavo, me he acostado con él dos veces. Me trata bien y no me cela. No quiero engañarlo con nad… -Se detuvo y luego habló. –Con aquel cabron.

-Sácalo. –La animé.

-He necesitado favores y dinero, y me he acostado varias veces con mi jefe. –Y como a modo de excusa. –Todas lo hemos hecho por distintas razones. Pero ese es un secreto. –Me dijo. –Todas tenemos secretos, ¿No?

Vi mi vaso de whisky y bebí despacio pensando en todo. Volteé a ver a Rebecca, estaba sentada, con los ojos cerrados y moviéndose al ritmo de la música. No tenía ninguna preocupación en su vida, al menos eso daba a entender.

-¿Vives sola? –Me preguntó.

-Sí. –Dije.

-¿Puedo quedarme esta noche en tu casa? –Dijo. –No quiero llegar ni a mi casa ni a casa de mis papás. Y tú pareces ser una buena muchacha.

-Claro, ¿Por qué no? –Le dije. –De hecho, mañana tengo que levantarme temprano para ir a trabajar, ¿Nos vamos?

-Sí. –Sacó dinero y pagó las dos cuentas.

Salimos y pedimos un taxi que nos llevó hasta mi casa. Entramos, caminó un rato por la casa, encontró el sillón de la sala y se tiró.

-Hasta mañana. –Me dijo levantando una mano.

No dije nada y caminé un poco ebria a mi cuarto. Me bañé y me dormí.

EN LA MAÑANA

-¿Qué pasa? –Le pregunté al escuchar sus gritos.

Colgó su teléfono y lo tiró en el sillón.

-Era aquel cabron. Me tengo que ir. –Dijo.

Rebecca andaba en ropa interior, con un calzón cachetero y se miraba increíble. Sus nalgas eran perfectas, redonditas y paradas. Con ese calzón se miraba buenísima. Arriba traía su playera ombliguera.

Se sentó para ponerse su pantalón y los tennis.

-Y ahorita, ¿A dónde vas? –Le pregunté.

-Voy a bañarme y luego salgo al lugar donde nos dan la ropa y nos vestimos. –Me dijo. Se acercó y nos dimos un beso en la mejilla. Tenía la estatura más o menos de Rafa. –Gracias por dejarme quedar aquí.

-Cuando gustes. –Y lo dije en serio. Me cayó bien Rebecca y deseaba ser su amiga.

-Hasta luego. –Me dijo y salió.

Me quedé un rato parada pensando en todo y en nada.

Me bañé y me vestí. Empecé a cantar. De alguna manera, Rebecca, me hizo el día feliz.

Salí rumbo a mi trabajo. Llegue. Vi a la secretaria y, la saludé.

Casi a la hora llegó Cesar y noté en él cierto enojo, y tenía razón. El día anterior le dije que cogeríamos y le quedé mal. Él no sabía la razón, pero le había quedado mal porque estaba cogiendo con otra persona. Tenía que animarlo de alguna manera.

La secretaria entraba y salía de la oficina del jefe. Al parecer tenían algún pendiente que debían sacar rápido. Algo así alcancé a escuchar. En una que se metió corrí hasta donde estaba sentado Cesar, me puse a su lado.

-Párate. –Le dije. Me vio y molesto, lo hizo. Le planté un beso que me respondió, agarré sus manos y las subí a mis pechos. Se las apreté para que me las apretara. Dejé de besarlo y vi que tenía los ojos bien abiertos viendo mis pechos. Al parecer no podía creer lo que estaba pasando, era la primera vez que los tocaba. Solté mis manos y él solo siguió masajeándolas. A los 30 segundos me separé de él. –Con eso es suficiente, nos pueden ver. –Le dije y le di un pico.

-No me hagas esto, no podré aguantar tanto. –Me dijo en tono de súplica.

-Aquí no se puede y lo sabes.

-Pide permiso y vámonos a un hotel.

-Qué más quisiera, pero hay que trabajar. –Le dije y caminé a mi escritorio. –Te prometo que la espera valdrá la pena. –Le guiñé un ojo y me senté.

Lo que hicimos me dejó calientita. Él quizá aguantaría hasta la hora de salida, pero ¿Yo? Quizá no aguantara.

La secretaria salió y seguía en lo mismo, entrar y salir. Para medio día, llegó el Lic. Eduardo y solo al verlo me mojé y me puse nerviosa. Me imagina empinada siendo penetrada por él mientras tomaba mis caderas.

-Buenos días. –Me saludó dándome la mano. Temblorosa le di la mano y al parecer lo notó porque sonrió. Luego saludó a Cesar. -¿La secretaria?

-Está ocupada en la oficina con el jefe. –Le dije.

-No llenan… -Dijo al aire.

-No se trata de eso. –Lo dije sin pensar y abrí mis ojos sorprendida. Cesar y el Lic. me miraron en silencio con una mirada de complicidad. –Disculpen, no quise ser grosera. –Y añadí. –Están trabajando con un cliente, al parecer andan muy atareados, puede pasar si gusta. –Dije y se me caía la cara de vergüenza. Esos temas no se tocaban para nada.

Antes de entrar, salió la secretaria.

-Buenos días, Lic. Pase, lo estamos esperando. Ahorita llevo los papeles. –El Lic. se perdió detrás de la puerta y a los 5 minutos se levantó la secretaria. –Julia, te encargo el teléfono por favor. –Me dijo y asentí.

Y nos quedamos solos Cesar y yo. Se hizo el silencio. Rápido, Cesar se levantó y corrió hacia mí. Como si esperara aquella reacción, me levanté y lo recibí con los brazos abiertos. Nos besamos y sus manos rápidamente se pusieron en mis pechos. De un brincó me acomodé encima del escritorio y empezamos a fajar. Nuestros labios no se despegaban para nada y sus manos, de manera torpe apretaban mis pechos. Bajó a mi cuello y empezó a besarlo.

Me estaba perdiendo totalmente y en ese momento, en ese lugar, iba a tener sexo. Sin importarme la secretaria, ni el jefe, incluso sin importarme que nos viera el Lic. Eduardo. Pero todavía tenía un poco de cordura.

-Cesar, espera. -Le dije sin tono convincente.

-No saldrán, no te preocupes. –Me dijo. Cesar no quería desaprovechar el tiempo ni la oportunidad.

-Si quiero hacerlo y ahorita, pero aquí no. Vamos a la bodega. –Se lo solté como pude, unos segundos más y no habría podido decir eso. Cesar entendió enseguida y se separó. Me tomó de la mano y me llevó corriendo hasta la bodega. Entramos y cerró la puerta.

El lugar, no era el indicado. Pero al menos nos darían tiempo de vestirnos en caso de que nos descubrieran.

Llevó sus manos a mi camisa y empezó a desabrocharla, me quedé quieta viendo como lo hacía. Levantó su cabeza y nos besamos.

Abrió mi camisa y vio mis pechos.

-Cuantas trabas. –Me dijo viendo el brassier.

-Ahorita lo arreglamos. –Le dije. Me llevé las manos a mi espalda y cayó el brassier junto con mis pechos. –Mucho mejor, ¿No?

-Están enormes. –Dijo con un brillo en sus ojos mientras las agarraba como un niño con juguete nuevo.

-Son tuyas. –Y bajó a chuparlas. Puso su boca en mi pezón y luego succionó. Pasó e hizo lo mismo con mi otra teta. Luego empezaba a morder alrededor. Se estaba dando un gusto.

Como al minuto se levantó a besarme y me agarró las nalgas por debajo de mi falda, que levantó. Se quedó un rato sin moverme mientras agarraba mis nalgas.

-No traes calzón. –Me preguntó.

-Traigo tanga, tonto. –Le dije con pena.

-¿Tanga?

-Me siento más cómoda con tanga, aparte no se me marca en la falda, ya ves que están muy apretadas estas madres. –Le dije.

-CESAR. –Escuchamos la voz de la secretaria. Asustada, me bajé la falda, me puse el brassier y me cerré la camisa. Todo en unos pocos segundos. Para esto Cesar ya había salido.

Respiré hondo, me calmé, agarré unas carpetas y traté de salir de la manera más natural.

Me senté aun temblando en mi escritorio. Sentía la mirada y la risa de la secretaria pero no me dijo nada.

-Y ¿Cesar? –Pregunté cuando me di cuenta que no estaba.

-Salió a entregar unos papeles. –Me dijo.

Le hablaron a la secretaria de la oficina y a los 3 minutos salió.

-Julia, te hablan. –Me dijo.

“Me descubrieron y me van a regañar”, pensé. “¿Qué les puedo inventar?”, caminé con muchos nervios y entré a la oficina. Estaba el jefe detrás del escritorio y frente al escritorio estaba sentado el Lic. Eduardo. Me vieron cuando entré y me ofrecieron sentar.

-Julia. –Habló el jefe. Mi corazón latió de prisa. –Me está comentando el Lic. Eduardo que su secretaria renunció. Por motivos personales y está buscando a alguien. Me dice que ve cualidades en ti para hacer el trabajo. ¿Qué opinas?

-¿Qué… qué…? –Tragué saliva. Estaba nerviosa por lo que creía que pasaría. Esto me tomó por sorpresa. Agarré aire. -¿De qué trata el trabajo?

-Debes ser mi secretaria personal. Normalmente la pasas en mi oficina haciendo lo que hace esta secretaria pero yo salgo mucho, no lejos, a algunas partes de la ciudad y a veces a ciudades vecinas, viajes cortos, y necesito que estés dispuesta a hacerlo en caso de que aceptes el trabajo. –Dijo el Lic. Eduardo.

-¿Viajar? ¿Para qué? –Pregunté.

-Tengo citas con varias personas, abogados de otros lugares. Y a veces en esas reuniones se me escapan algunos detalles por cualquier situación, te llevo para que seas mis otros dos oídos. –Me dijo. El trabajo no me parecía malo.

Lo que sin duda era cierto, es que el Lic. pensó en mi para tener a su amante más cerca, me llevaría a sus viajes y más que de negocios, serían de placer.

Y al final pensé que era un trabajo bueno. Tendría a mi amante más cerca, solo que no debía descuidar a Cesar.

-Está bien, con la marcha usted me iría enseñando. –Le dije.

-Claro. –Me dijo y noté un fuego de excitación en su mirada.

-¿Cuándo inicio? –Pregunté.

-Te diría que hoy pero…

-Pero mañana regresa la otra secretaria, entonces hoy te quedas y mañana vas un piso más abajo. –Me dijo.

-No entiendo.

-Mi despacho queda abajo, ¿No sabías? –Negué. –Ya lo sabes, tu sueldo será el doble de lo que ganas aquí. Ya me explicaron cómo está el asunto con tus papeles. No tendremos ningún problema. –Dijo. –A la hora que salgas pasas por mi despacho.

Dicho esto último empezaron a hablar de cosas. Despistadamente me levanté y salí. Caminé hipnotizada.

-Hace dos meses ¿Te imaginaste todo esto? –Me preguntó la secretaria.

-¿Qué cosa?

-Tener un trabajo con estas personas y ganando tanto dinero.

-La verdad no lo imaginé ni es mis mejores pensamientos. –Le dije. Juntó unos papeles y los grapó.

-Es la ventaja de estar buena y usar tu cuerpo. Los hombres con dinero y a esta edad buscan algo fuera de su matrimonio. Si te concentras solo en eso, ya la hiciste. Y creo que tú la hiciste muy bien con el Lic. Eduardo. –Me dijo.

Por dar sexo a las personas indicadas, estaba subiendo de puesto. Me senté y sonreí para mí sola. Me pareció bien el negocio. Pero me surgió una duda.

-Y ¿Qué hago con Cesar? ¿Cómo debo portarme con él? –Pregunté.

-Hoy estaba algo serio, lo noté. –Me dijo.

-Sí, ayer habíamos quedado en vernos, para nuestra primera vez, pero me surgió lo del Lic. Eduardo y no lo vi. Se enojó por eso. –Silencio. –Hoy, bueno, hace rato quería complacerlo, por eso nos encerramos en la bodega, y estábamos en ello cuando nos hablaste.

-Sí, se le notaba el bulto. –Sonreímos.

-Me siento mal por estar con otros y con él aún no. –Bajé la cabeza. –Él me quiere. Hoy también quedamos en vernos pero el Lic. me quiere en su oficina a la hora de salida.

-Lo que te puedo decir, Julia, es que, cuando tengan su sexo, lo complazcas en todo, se lo hagas de la mejor manera. –Siguió grapando.

Lo que mejor sabía hacer era coger y no tendría problemas con eso. Me animé un poquito más.

Pasó todo el día. El Lic. Eduardo se había ido. Nosotros trabajando. Me dediqué más que nada a organizar toda la papelería que había sacado porque ya no iba a estar ahí.

Dieron las 6pm.

-Toma Julia. –Me dijo la secretaria. –Es la llave de la oficina del Lic. Está en el piso de abajo, puedes bajar las escaleras o usar el elevador. Cualquiera llega.

-Gracias por la oportunidad. –Le dije. –Tú me abriste la puerta a todo esto.

-De nada, aunque me gustaría más que escucharas los consejos que te he dado sobre los hombres.

-Los tomaré en cuenta.

-Y esto no es una despedida, quizá ya no nos vamos a ver tan seguido pero ya sabes dónde estoy y yo sé dónde estarás. -Nos abrazamos.

Salí de la oficina, agarré el elevador y bajé.

Caminé y vi la puerta. Puse la llave, giré y se abrió. Entré. Era una oficina muy parecida a la de arriba. Llena de archiveros, carpetas por todos lados, un escritorio, baño, bodega y un cuarto que era la oficina del jefe.

Entré y vi el escritorio enorme.

-Aquí es donde me piensas coger, Eduardo. –Dije. Puse mis manos en el escritorio y me empiné. Me empecé a mover, simulando que alguien me daba de perrito. –Hay, así, dame más Eduardo, más fuerte, nalguéame. Dame por el culo, ábrelo. –Dije. Me eché una carcajada. Le di la vuelta a la oficina. –Debería ir por mis cosas a la otra oficina para mañana llegar directo aquí. Quizá ya se fueron, pero a lo mejor aún encuentro a la secretaria.

Salí a toda prisa, cerré la oficina. Tardó el elevador y decidí tomar las escaleras. Llegué, giré la perilla y estaba abierta. Abrí la puerta:

-¿Hola? –Dije. No había nadie, estaba todo en silencio total. – ¿Se habrán ido y dejaron abierta la puerta? –Vi el escritorio y ahí estaban las cosas personales de la secretaria. –Quizá esta en el baño. La voy a esperar mientras recojo las cosas.

Empecé a recoger mis cosas de trabajo. De pronto escuché risas que venían de la oficina del jefe y mi imaginación rápidamente me mostró una imagen: “La secretaria y el jefe teniendo sexo”. Guardé total silencio y me acerqué a la puerta que estaba semi abierta.

-Cállate tonto. –Escuché a la secretaria.

-El culo de ella no se compara con el tuyo, el tuyo es perfecto. Pero ¿Le has visto las tetas? –Habló el jefe.

-Vas hacer que me ponga celosa.

-No cambiaría a esta mujer por una niña pero si estaría bien incluirla alguna vez aquí.

-¿Para qué no me hagas caso en ese momento por estar disfrutando de sus tetas? No señor. –Le dijo la secretaria.

-De sus tetas y de tu culo. –Le dijo el jefe.

-¿Qué hago para que te olvides de esa putita? Ya sé, abre mis nalgas y dame por el culo. Hace mucho que no me das por ahí, papi.

-Con mucho gusto. –Oí al jefe.

Di unos pasos en silencio hacia atrás, agarré mis cosas y salí con mucho cuidado. Traía loco al jefe y sin duda, en esos momentos se estaría cogiendo a la secretaria pensando en mí. Me moje.

Bajé a la oficina feliz. Noté que la puerta estaba abierta. “Yo la cerré”, pensé. Entré con miedo y para mi sorpresa vi al Lic. Eduardo.

-Pasa Julia. –Me dijo. Cerró la puerta detrás de mí. –Vamos a mi oficina. -Caminamos y entramos. –Toma asiento. Este es mi despacho, ¿Qué te parece?

-Muy parecido al otro. –Le dije.

-Sí. Aquí hay menos trabajo. –Rodeó el escritorio y se sentó en su lugar. Me indicó que me sentara. –Mañana sábado tenemos una salida a una ciudad que está a 40 minutos de aquí. Saldremos a las 10am así que aquí te espero a las 9am para irnos.

-Muy bien –Dije. -¿Qué voy a necesitar? Para preparar y llevármelo mañana.

-Están estas carpetas. –Me dijo señalando el montón de carpetas en su escritorio. –Fue lo último que hizo la otra secretaria antes de irse pero no las separó ni las grapó. Llévatelas a tu casa y llévate lo que necesites para terminar el trabajo.

-Necesito carpetas nuevas, grapadoras y algunos plumones, plumas, y demás cosas que necesito. –Todas esas cosas que pedí ya las tenía pero decidí aprovecharme de la situación.

Se levantó y caminó hasta ponerse frente a mí.

-Todo lo que necesites lo tengo aquí. –Me dijo con esa voz que me hacía desearlo. Empecé a temblar de la excitación.

-¿Todo? –Le dije caliente y siguiéndole el juego.

-Todo. –Respondió.

-¿Carpetas?

-Las tengo.

-¿Grapadoras?

-Hay muchas. –Dijo.

-¿Plumas? –Le dije subiendo mis manos por sus piernas, toqué en sus bolsas, fingiendo que buscaba algo. -¿No tiene plumas?

-Ahorita no traigo. –Me dijo con voz serena.

-Y ¿Plumones?

-Están guardados. –Dijo. –Ahorita traigo uno aquí abajo pero a veces, cuando trabaja mucho chorrea.

-Mmmm –Hice el sonido para indicarle que saboreaba lo que me dijo. –Quisiera verlo. Quizá pueda arreglarlo. –Le dije mientras desabrochaba su pantalón y su botón. Lo bajé junto con su ropa interior. Saltó su verga que estaba tomando forma. La tomé con mis manos. –Qué bonito plumón. ¿Cómo funciona? –Le dije mientras lo masturbaba despacio. Lo miré y tenía una mirada de lujuria.

-Con la mano… sí, así, hazlo despacio, lento, hasta atrás, sí. También se usa la boca. Se trabaja mejor pero hay riesgo de que chorreé más rápido.

-¿Eso es malo? –Le pregunté con una voz tierna. -¿No uso la boca?

-No es malo, de hecho puedes usar la boca o las manos y tardará en chorrear. Pero el plumón funcionará mejor si usas la boca.

-¿Cómo? ¿Así? –Abrí la boca y me la comí. La verga ya tenía una erección. Empecé atrás, adelante, mientras succionaba y soltaba lo más que podía de saliva.

-Sí, así. –Me decía, mientras me tomaba de la cabeza y empezó a moverla a mi ritmo con sus manos.

Timbró mi teléfono y me asusté. Bajé mi mano para buscarlo. Lo agarré, vi que era Cesar y me saqué la verga de la lengua.

-¿Hola? –Dije y seguí masturbando al Lic. La verga me miraba.

-Estoy llegando. Prepárate para irnos. –Me dijo.

-No podré irme, amor. –Le dije sin sentir remordimiento alguno.

-¿Por qué? –Me preguntó y sonó algo decepcionado.

-Me cambiaron de área de trabajo. –Moví más rápido mi mano para masturbarlo. -Estoy trabajando con el Lic. Eduardo, en su oficina. –Me agarró de la cabeza en señal de que quería que se la mamara.

-¿De qué o qué?

-De secretaria. –Saqué mi lengua y le di golpecitos en su puntita. Ya había soltado algunos líquidos. Abrí mi boca y despacio me comí tan solo la cabeza. El semen me encantaba.

-Había escuchado que la secretaria iba a renunciar, pensé que hasta la otra semana pero fue hoy. –Dijo y silencio. Yo seguía mamando verga. –Entonces, ¿A ti te dieron el trabajo? Y ¿Te pagarán mejor?

No quería sacarme la verga de la boca pero debía contestar.

-Sí, y sí. –Dije a secas. –Me tengo que ir, le estoy haciendo un trabajo al Lic. y necesito terminarlo rápido para irme a la casa.

-Y ¿si nos vemos cuando salgas?

-Llevo trabajo, mucho trabajo para mi casa, necesito terminarlo. –Hizo un sonido de desaprobación. –Pero te prometo que mañana, te mamaré la verga hasta sacarte la lechita y tragármela. –Le dije y dicho esto, colgué y tiré mi teléfono. –Siéntese y acomódese Lic. –Le dije.

-Saca un condón. –Me dijo señalando un cajón. Caminé mientras levantaba mi falda, abrí el cajón y vi un montón de condones. Agarré uno y regresé a dárselo.

Me puse de espaldas al Lic. que estaba sentado. Puse una canción en mi mente y empecé a bailarle. Mi ritmo apareció, moviendo mis caderas de un lado a otro, mostrándole mis nalgas desnudas, con una tanga metida en medio de mis nalgas.

Levantaba mis manos y alborotaba mi cabello. Me empiné, acaricié mis nalgas, las abría, las golpeaba.

Volteé y vi al Lic. viéndome sin perder detalle y masturbándose. Agarré mi tanga y de manera lenta, me la quité sin dejar de ver al Lic.

Luego, me acerqué a él. Puse mis manos en sus hombros y subí mis piernas al sillón. Yo ya estaba húmeda. Él agarró su verga y la sobó contra mi panocha. Yo estaba mojada por todo lo que había pasado en el día y necesitaba esa verga ya. Me clavé despacio y sentí como iba abriendo las paredes de mi cuevita. Caí clavada completamente.

Me quedé un rato sintiendo su palo dentro de mí. Me agarró de las nalgas y las movió de arriba, abajo. Y luego yo las moví.

Nos besamos mientras lo montaba. A los 2 minutos, me llegó un orgasmo y me detuve. Sonreí. Me levanté y me puse de espaldas, me agarré del escritorio y me dejé caer sobre su verga, y de la mejor manera y muy rápido, moví mis caderas. Solo las moví sin mover mi cuerpo y el Lic. gemía como loco.

-Sigue así, sigue. –Eso me motivo a seguir haciéndolo y cerca de los 30 segundos me agarró fuerte las caderas-nalgas, luego con sus manos rodeó mi cintura y me apretó tan fuerte que ya no pude moverme. Gimió demasiado fuerte.

Sentí su verga como se hinchaba dentro de mí. Eso provocó que me llegara un segundo orgasmo.

El Lic. se quedó quieto y yo, clavada encima de él, no me movía para nada. Estábamos agitados, cansados, recuperando aire. Me incliné hacia atrás con fuerza, empujé al Lic. hacia el sillón, me quedé acostada encima de él. Nuestras mejillas quedaron juntas.

Pasaron cerca de 5 minutos, donde no se mencionó ni una palabra. Ya había recuperado el aire, su verga se había puesto flácida y se había salido de dentro de mí.

Me levanté y me incliné para agarrar mi tanga y ponérmela. El Lic. se levantó y se quitó el condón.

-Toma. –Me dijo dándome el condón. –Tíralo, por favor. –Lo agarré y con la tanga puesta, sin bajarme la falda, caminé rumbo al baño.

Me paré frente a la taza de baño y vi el condón lleno de leche. Saboreándome los labios, levanté el condón y vacíe el semen en mi boca, lo pasé por toda mi boca para sentir el sabor y luego lo tragué. Tiré el condón y se fue.

Me acerqué al lavabo, puse agua en mi boca para limpiar cualquier rastro de semen. Acomodé mi ropa, mi cabello y demás partes de mi cuerpo y salí.

-Llego en unas dos horas. –Escuché decir al Lic. que hablaba por teléfono. Colgó. –Toma asiento, Julia. –Lo hice. –Mira. –Dijo agarrando una carpeta y sacando los papeles.

Me explicó lo que quería que hiciera. Empecé a tomar notas de cada una de las carpetas. Al final.

-Entonces, mañana solo esta parte y el lunes iniciamos con los nuevos. –Dije y pregunté al mismo tiempo. Señalé un grupo de carpetas que había separado el Lic.

-Sí, pero como no venimos el domingo, llévate todo. Es mucho el trabajo que tienes. –Dijo y asentí. Sacó un sobre de su escritorio y me lo dio. –Toma.

-¿Qué es? –Pregunté y me respondí al mismo tiempo. Lo abrí y era dinero. –Esto, ¿Para qué?

-Es tu pago adelantado. –Lo vi y era mucho dinero.

-Gra… gra… gracias, creo. –Dije feliz.

-De nada. ¿Vas a querer que te lleve a tu casa? –Me preguntó.

-Sí, si no es mucha molestia.

-Solo haré un par de llamadas y nos vamos. Si gustas adelantar trabajo.

-Sí, eso haré mientras -Y salí de la oficina de mi nuevo jefe.

Me senté en mi nuevo escritorio y miré por la ventana. Pensé en Rafa “¿Qué estará haciendo? ¿Me extrañará? ¿Estará llorando? ¿Me estará buscando? ¿Estará disfrutando del sexo con mi amiga Andrea?”, y luego apareció en mi mente mi hermana Olga “¿Cómo estará llevando su embarazo? ¿De quién les habrá dicho a mis papás, que es el hijo que espera? ¿De Rafa o de Miguel? Me prometió dejarme a Rafa”, y luego llegó la parte más importante “Mis papás, ¿Cómo habrán tomado la noticia del embarazo de mi hermano? ¿Estarán preocupados por mí? Sin duda. ¿Me estarán buscando? ¿Lloraron?”. Al final “MI VIDA”.

-Julia. –Me habló el Lic.

-¿Qué pasó?

-Vámonos. –Me ayudó con las carpetas y salimos de la oficina y del edificio. Subimos a su auto y arrancó a mí casa.

Cuando llegamos, se paró frente a mi casa y apagó su auto. Por un momento nos vimos y como si fuéramos dos jóvenes enamorados, nos lanzamos a besarnos. Nuestro beso fue lento, los labios chocaron y no se separaron y nuestras lenguas se enredaban entre sí.

Y ahí estaba yo, una mujer de 18 años, en una ciudad que no era la mía, en un fraccionamiento que no era donde vivía, en una casa que tampoco era mía, besando a un señor de gran edad, recién cogida por él y planeando tener una aventura con él. Me separé y lo vi.

-Lic. hace rato, ¿Con quién hablaba? –Pregunté.

-Socios. –Me dijo.

-No, cuando terminamos de coger usted y yo… -Le dije.

-Con mi esposa. –Me dijo. Me sentí un poco mal por un momento. -¿Por qué?

-¿No voy a tener ningún problema con ella? –Dije pensando en lo que me había pasado. No quería problemas de ningún tipo con nadie.

-No, claro que no. Esto es entre tú y yo. Y me gusta lo que tenemos. –Me dijo dándome otro beso.

-De acuerdo. –Le dije bajándome del auto. Abrí la casa. Regresé por unas carpetas y las dejé en la sala. Salí y regresé por otras carpetas.

Nos dimos un beso y nos despedimos. Entré a la casa. Las carpetas que llevaba era mi trabajo pendiente así que las subí a mí cama.

Me desvestí y me bañé. Luego de arreglarme, salí y me senté en la cama frente a las carpetas. Las vi y al instante sentí demasiado coraje. Agarré las carpetas y las tiré por todo el cuarto. Me solté a llorar.

-¡JULIA! ¿PORQUE SIGUES HACIENDO ESTO? ¿PORQUE? ¿PORQUE? ¿NO TE DIJISTE QUE QUERIAS UN CAMBIO? ¿QUE YA NO QUERIAS SER IGUAL? ¡CHINGADA MADRE, JULIA! –Solté lágrimas y lloré hasta que me dormí.

El despertador me levantó. Un poco desanimada empecé a arreglarme. Llegué a la oficina 10 minutos después de la hora. Nos subimos a su auto y salimos.

Y no me equivocaba sobre la idea que tenía de sus viajes. El camino era largo y muy solo. Esto lo aprovechó para que le mamara la verga mientras iba manejando. Tardé poco más de 10 minutos en hacerlo venir y tragar su semen.

La plática con las personas, en realidad era de todo menos de negocios. Para las 3pm me tenía empinada, dándome de perrito en un hotel hasta que me llenó la espalda de semen.

Terminamos y nos arreglamos.

-Vamos de compras. –Me dijo. Salimos.

-¿En dónde estamos? –Pregunté.

-En tal ciudad. –Y por primera vez, desde que me cambié, pensé en el motivo por el cual, al final, había cambiado mi destino y había escogido esta ciudad. Mi pecho se llenó de odio.

-¿Me lleva a esta dirección, Lic.? Pero no quiero que se acerque mucho. Quiero que estemos alejados pero donde se pueda ver.

-¿Qué hay ahí? –Me preguntó.

-Solo lléveme. –Le dijo. Dudando, aceptó.

Tardamos 10 minutos en llegar.

-Tú dime donde me detengo. –Me dijo.

-Ando buscando una casa pero no la recuerdo muy bien… despacio, despacio, es esa. –Dije apuntando una que se me hacía muy familiar. –Regresé un poquito. Aquí está bien, deténgase.

Había movimiento en el fraccionamiento.

-¿Qué esperamos? –Me preguntó, no contesté.

Llegó un auto y bajaron 3 personas de él. Solté lágrimas. Entraron y se perdieron detrás de la puerta.

-Vámonos, lléveme a mi casa por favor. –Le dije medio llorando. Entendió y no dijo nada.

Llegamos alrededor de las 5pm a mí casa. Me sorprendió un poco ver un auto parado fuera. No le tomé importancia, sería de un vecino.

-Te veo mal, ¿Quieres compañía? –Me dijo.

-Quiero estar un rato sola, es mi tarde de descanso y quiero estar tranquila. –Nos dimos un beso en la boca y bajé.

Caminé a la casa pensando en esas personas que vi. Metí la llave en la puerta y traté de girarla pero no giró. Nuevamente giré y no entró. Vi y era la llave correcta. Instintivamente giré la cerradura y se abrió.

Todo pensamiento se esfumó. Me regresé un poco y vi que era la casa correcta. No estaba mal, pero la llave no entró y la casa estaba abierta. Mi corazón entró en pánico. Abrí la puerta y entré con el máximo silencio que podía.

Cuando entré vi la cocina sola, corrí rápido y agarré un cuchillo. Me acordé del niño gordo, “Quien quiera que se haya metido, sí puedo con él”, pensé.

Caminé a la sala y no había nadie. Miré toda la parte de abajo y nada.

Subí las escaleras y apenas llegué arriba, escuché sonidos en mi recamara. Me acerqué despacio, la puerta estaba cerrada. Puse mi oreja en la puerta y se escuchaba como se movía la cama. Luego gemidos de una mujer.

Agarré la cerradura y la giré, levanté mi cuchillo y sin pensarlo abrí la puerta. La escena que vi desconcertó, me calentó y me hizo sentir otras cosas que no puedo descubrir.

Estaba una mujer desnuda, dándome la espalda, con sus manos en su cabello, se lo acomodaba detrás, y estaba montando a alguien. Eran dos personas que no conocía.

Tardé como dos segundos en reaccionar, luego, como si hubiera invadido una privacidad, cerré la puerta y me salí. Dejé mi mano en la cerradura. Pensé 5 segundos en lo que había pasado, luego abrí nuevamente la puerta: vi a un muchacho, tapando su cuerpo con una sábana, no era feo pero ni guapo. Y luego vi a la muchacha, también tapada, con una sonrisa angelical, preciosa, la sonrisa más preciosa que una mujer puede tener, esa sonrisa que no solo hace enamorar a los hombres sino que te transmite cierta paz, tranquilidad, confianza. No pude evitar reírme. Me hacía una señal de paz con los dedos.

-Julia, ¿Nos permites un momento? –Me dijo Rebecca.

-Mira, mira, si es mi casa. –Le dije.

-Nuestra casa. –Me dijo. Y con una sonrisa y levantando su mano, me hizo una seña para que saliera.

Levanté mi mano y le mostré el dedo grosero. Salí y cerré la puerta. Por un momento me quedé pensando en todo lo que había pasado. Estaba Rebecca, en mi cama, con un hombre, teniendo sexo. Ella no tenía la llave de mi casa, así que como entró.

Bajé haciéndome demasiadas preguntas y me senté en la sala. Encendí la tele y sonreí como boba.

A los 20 minutos bajó junto al muchacho, vi que se despidieron de un beso en la boca y salió el muchacho.

Rebecca caminó hacia mí. Traía un short que le llegaba a la mitad de las piernas, una blusa de tirantes y noté que no llevaba brassier. Se sentó a mi lado con una sonrisa.

-Hola. –Me dijo sonriendo.

-¿Cómo entraste? –Le pregunté rápido.

-Los hombres no se pueden resistir a esta hermosura. –Me dijo señalando con sus dos manos, todo su cuerpo.

-Ya bien.

-Así fue, traje un cerrajero, le dije que se me había roto la llave, no hizo preguntas porque me vio débil e indefensa y cambió toda la chapa de la puerta. –Me dijo levantándose a la cocina y agarró agua. –No te esperaba tan temprano. Quería jugarte una broma.

-Tonta, me asusté cuando vi la puerta abierta y mi llave que no funcionaba. Los iba a acuchillar.

-Cuando te vi con el cuchillo me dio mucha risa, te veías algo graciosa. –Sonrió tanto que tiró el agua en el piso. –Yo limpió. –Siguió riéndose.

-A todo esto, ¿Quién era el chavo? –Le pregunté.

-Es la muchacho del que te platiqué, que me gusta. Es muy lindo conmigo. –Dijo mientras trapeaba. –Por cierto, recogí tus carpetas del cuarto y…

-¿Y…? –Repetí.

-Traje ropa para tener en esta casa. No te importa, ¿O sí? –Hizo una mueca de duda.

-Te dejé tener sexo en mi cama, cama que no he estrenado. ¿Tú crees que me importe que tengas ropa en mis cajones? –Sonrió.

-¿Salimos a tomar algo? –Me preguntó.

-Ando muy cansada, quiero estar en casa. –Le dije.

-Vamos por unas películas y comida para ver la tele. –Me dijo.

-No tengo donde reproducir video.

-Vamos a comprar entonces. –Subió al cuarto. Sin hacer ningun movimiento, me quedé sentada en el sillón pensando en todo lo que había pasado desde que llegué. Mi corazón estaba alegre. Muy feliz. Como tenía mucho que no estaba. A los 10 minutos salió vestida.

Se había puesto un vestido con figuras de flores, que le llegaba arriba de las rodillas, unos tennis verde menta y su cabello suelto.

Me agarró de la mano, me levantó, y con la ropa de la oficina puesta, salimos de la casa.

Llegamos a un centro comercial, compramos un reproductor de video. Luego fuimos a rentar unas películas, de regreso pasamos por una pizza y muchas frituras, refrescos y jugos.

Para las 8pm, Rebecca estaba instalando el reproductor de video y yo me había metido a bañar y a ponerme ropa cómoda. No mentía Rebecca al decir que había llevado ropa.

Me puse un short, una blusa de tirantes y para descansar, no me puse brassier. Entró Rebecca al cuarto abriendo la puerta de golpe, me sobresalté.

Dándome la espalda, la miré por el espejo y se quitó su vestido y sus tennis. Quedó solo en ropa interior. Se quitó su brassier y agarró la misma ropa que tenía puesta cuando llegué. Se puso a mi lado y de un golpe con su cadera, me lanzó y caí en el piso.

-¿Qué te pasa? –Le dije molesta.

-Ni aguantas nada. –Me dijo mientras se veía en el espejo y se ponía crema en el rostro, y en cada parte de su cuerpo. Yo hice lo mismo.

En ocasiones nos empujábamos con las caderas. La estaba pasando muy bien.

Bajamos a la sala y apagamos todas las luces a excepción de la de la sala. Agarramos pizza, frituras y bebidas.

Pusimos una película, Piratas del Caribe 2. Cuando se acabó, pusimos Exterminio 2. Se me hizo un poco aburrida así que la quitamos y pusimos Posdata: Te amo.

Entre el trabajo, el cansancio y la comida, estaba agotada y casi era medianoche. Rebecca se había acostado, con sus pies en mis piernas. Yo igual quería acostarme así que me levanté y me acosté a su lado, pasó una mano por debajo de mi cabeza y seguimos viendo la película

De pronto me sentí mal. Pensé en mi vida pasada y me sentí peor al estar ahí, divirtiéndome. No merecía estar así. Recordé a las personas que había visto en la otra ciudad.

Me giré y acomodé mi cabeza en el pecho de Rebecca. Y sentí como si me hubieran dado con un cuchillo en el pecho, como si me hubiera atravesado una bala.

Pero el dolor me lo habían causado los pensamientos, mis sentimientos. Y lloré. Grité y lloré. La mano de Rebecca pasó por mi cabeza, acariciándola. Lo último que alcancé a escuchar esa noche fue:

-Desahógate, llora, no te detengas. Y no tengas miedo, aquí estoy yo para cuidarte toda la noche. –Con una voz tan dulce que me tranquilizó.

Continuará.

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