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Sexo, Drogas y Rock & Roll. Vol. 1

en Hetero: General

-¿En que andas? –Le pregunté a mi amiga Karla.

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-En mi auto, mi no… me lo compré. –Dijo tartamudeando. –En este mes trabajé mucho y ahorré para un auto.

-Vámonos. Llévame a mi casa. –Le dije sacándola de la casa y cerrando la puerta. Entramos al auto y arrancó.

-Espera, espera. –Dijo. -¿Qué quieres que…? ¿Qué te lleve a dónde?

-Quiero algo que me ayude a olvidar un dolor que traigo. –Le dije.

-Pero July, ¿Estas segura? –Me dijo. Me vio asustada.

-No preguntes, tan solo sigue mis instrucciones. –Le dije a donde iríamos.

Llegamos a la casa que recién me había regalado Edith.

-¿Aquí es? –Preguntó. Asentí. -¿Quién vive aquí?

-Yo. –Le dije. –Es mía. –Le dije mostrándole las llaves. Abrí el portón eléctrico con un solo click. –Métete.

Dudando, metió el auto.

-Dime la verdad. ¿Quién vive aquí? –Me volvió a preguntar. Bajamos del auto. La luz de la cochera era bajita, vi la puerta y caminamos. Entramos a la casa.

Estábamos en lo que era, la lavandería de la casa. Estaba totalmente a oscuras, ubiqué la luz, la encendí y me encandiló. Mi vista se acostumbró.

Vi a lado del switch que había una ruedita, la giré y la intensidad de la luz bajó pero sin apagarse totalmente. Abrí la puerta y llegamos a la cocina.

Ubiqué rápido el switch y lo mismo, bajé la intensidad. Más o menos ubiqué el camino a la sala.

-Siéntate. –Le dije señalando un sillón de la enorme sala.

-Habla. –Me ordenó.

Caminé dando vueltas con las manos abiertas, sonriendo.

-Edith, la esposa del director, quiere que yo sea la nueva encargada del negocio, de aquí de la ciudad. –Le dije.

-¿QUE? –Gritó.

-Así como oyes, este mes no fui a ver escuelas como les dijo a mis papás. –Le dije.

-¿Entonces?

-Me llevó a conocer a los jefes de algunos estados de la república. –Le dije emocionada. –Me está enseñando como hacer negocios, como hablarle a las personas, que hacer en algunos casos. –Temblaba de la emoción. –Me llevó a 10 ciudades y cogí con medio mundo. –Me senté a su lado.

La vi y noté que estaba con sus ojos brillando de felicidad.

-Y ¿Te vas a dedicar a reclutar mujeres para prostituirlas? Y ¿Venderás droga? –Me dijo. Se le notaba emoción en su voz.

-Me encargaré de todo, ganaré mucho dinero. Ahorita ya gano mucho dinero. No sé en qué gastarlo.

-Entre las muchachas se está rumorando que entraría una nueva persona, una nueva jefa. Todas andan con miedo, pensando que la nueva que llegue les exigiría mucho más. –Me dijo. –Pero tú eres bien buena onda.

-Al contrario, si creen eso mismo que tú, se la pasarán muy mal. –Le dije. Empleé un tono muy diferente, muy fuerte.

Levanté mi vista al techo.

Sentí una mano en mi mejilla y besos en mi cuello. Me dejé llevar.

Los besos eran ricos, luego pasó la lengua por mi cuello y lo mordía, despacio. La mano que tenía en mi mejilla, la bajó a mis pechos, que apretó.

-Sigue así. –Le dije.

Mi amiga aplicó más intensidad a sus besos y caricias.

-Estas buenísima, Julia. –Me dijo.

-Espera. –Le dije levantándome. Regresó el dolor en mi corazón. –Te muestro la recamara. –Le dije. Nos tomamos de la mano y caminamos.

Entramos y rápido se abalanzó sobre.

-Ya quería tenerte de nuevo conmigo. –Me dijo.

-Olga está embarazada. –Le solté. Se detuvo en seco, se separó y me vio.

-Así que por eso llorabas. –Me dijo. Me solté a llorar. Me rodeó con sus brazos.

-¿Tú no te sientes mal? Olga, tú novia te engañó con mi novio y está embarazada. –Le dije sollozando.

-Claro que me siento mal, pero por ti. Olga era mi novia pero más que nada una pareja sexual. –Me dijo. –La verdad es que nunca la quise. –La vi. –Pensaba en dejarla estos días, uno de los jefes de otro estado me dijo que me llevaría con él…

-Dame. –Le dije en tono de súplica. La interrumpí.

-¿Qué cosa?

-Cocaína. Quiero olvidarme de todo.

-¿Estas segura?

Caminé a la cama y me senté, me quité la blusa y el brassier y cayeron mis pechos.

-Luego de que me des un poco, podrás hacerme lo que quieras. –Le dije.

Caminó como hipnotizada viendo mis tetas. Se sentó a lado de mí y nos besamos mientras sus manos tocaban mis pechos. Sus manos, tocando mis tetas hicieron que se estremeciera mi cuerpo.

Se separó y me vio.

-¿Estas segura? –Me preguntó.

-Solo hazlo. –Le dije un poco cansada.

Se llevó una mano a la bolsa de su pantalón y sacó una bolsita llena de polvo blanco. Al instante mi corazón se aceleró. Mi cuerpo se soltó totalmente como si estuviera muy cansada y me llegaron nervios.

Abrió la bolsa. Podía escuchar el latir de mi corazón. En mi mente me decía alto, mi boca habló:

-¿Cómo inhalo? –Pregunté.

-Se dice esnifar. –Me dijo. –Debes tomar un poco con una cuchara o la uña o una tarjeta, algo con lo que te ayudes a esnifar y luego te lo pones en la nariz. Te tapas el otro hoyo y esnifas lo más rápido que puedas. Entre más rápido lo hagas, más intenso será el efecto.

Agarró un poco de cocaína con una tarjeta que sacó de su bolsa, se la puso en la nariz y desapareció.

“No lo hagas, no lo hagas”, me decía en mi cabeza. Agarró un poco con su tarjeta y me la pegó a la nariz. Me tapé un orificio y esnifé lo más rápido que pude.

De pronto sentí como me ardía la nariz por dentro, empecé a tallarme por el dolor, por la incomodidad. Mis ojos me lloraron.

-Se siente horrible. –Dije. -¿Cómo les puedes gustar?

-Te acostumbras, sobre todo por los efectos que te van a llegar en unos momentos. –Se levantó y se acercó a la ventana que daba a la alberca. -¿Qué hay en aquel cuarto que se ve al fondo?

Me levanté y me puse a lado de ella.

-Ni idea, hasta ahorita la vi. –Le dije. –Hace rato que llegamos apenas Edith me trajo a conocerla. Fue rápido, no puse mucha atención. Aún no he abierto las demás puertas.

-Vamos a ver. –Me dijo. Nos agarramos de la mano y me guio fuera del cuarto.

Apenas salimos del cuarto cuando sentí algo dentro de mi cabeza, de mi cuerpo. Instintivamente jalé a Karla hacia mí. Quedamos frente a frente y abrazadas. Me sorprendí la fuerza que utilicé. Casi aseguraba que la pude haber lastimado. Rápidamente y sin pensarlo, nos besamos con mucha brusquedad.

-Pinche puta. Quieres cogerme, ¿Verdad? –Le dije casi gritando. No respondió, nuestros besos eran algo torpes. –Esta noche vas a tenerme para ti sola y si tienes suerte, para toda la vida.

-Eso quiero, me encantas por puta, porque les das las nalgas a todos porque te encanta la verga y la panocha.

-Me encanta la verga y este año cogeré con todos los de la prepa. Esta soy yo, la más puta y le bajaré el novio a todas las pinches perras. –“¿Qué estoy diciendo?”, pensé.

Saqué fuerzas y empujé a Karla a la pared, pude ver que se golpeó la cabeza pero ella ni se inmutó. Me mordió los labios y apretó mis nalgas.

Una de las puertas estaba a lado y la abrimos. Dentro había una tipo sala de juegos. No le presté tanta atención. Me jaló del brazo y fui a chocar a lo que era una mesa de billar que había en el centro. Quedé de espaldas a mi amiga.

-Quítate el pantalón. –Me ordenó. –Y no voltees.

Lo hice y quedé completamente desnuda. Me empiné y apreté mis tetas en la mesa de billar. Me recargué y vi de cerca el paño verde que tenía.

-Muy bonito el pastito. Así lo quiero en mi casa, contrataré al jardinero que podó este pasto. –Dije.

De pronto di un salto y sentí dentro de mi panocha lo que parecía una verga. Luego unas manos agarraron mis tetas y muy fuerte empezaron a penetrarme.

Durante un momento disfruté de aquella verga que rozaba mis nalgas y golpeaba dentro de mi estómago. Era grande y en esa posición la sentía muy dentro.

-Dame más fuerte y aprieta más fuerte mis tetas. –Le dije. Traté de voltear a ver a mi amiga pero una mano, aplicando mucha fuerza, empujó mi cabeza hacia la mesa de billar e hizo que me golpeara la cara contra ella. Me gustó. –Golpéame. Golpea mis nalgas. –Le dije.

-Me vengo. –Me dijo mi amiga.

-Muévete más fuerte para venirme yo también. –Le dije.

Y casi al decir esas palabras, mi panocha explotó en un orgasmo. Aflojé totalmente mi cuerpo, pero un jalón de cabello hizo que me levantara y sentí las tetas de mi amiga.

-Te gusta que te trate mal, ¿Verdad? –Me dijo en tono muy brusco. Me sacó la verga, me volteó y me agarró de la cabeza para hincarme.

Empecé a mamar el dildo que traía. Era enorme. Era el mismo que usábamos. Karla agarró mi cabeza y me empujó contra la verga.

-Espera. No me la puedo meter toda. –Le dije.

-Pendeja. –Me dijo. –Olga se la mete con facilidad.

-Olga es una puta, quita novios. Me la voy a chingar. –Le dije y metí de nuevo la verga a mi boca. Mamé verga unos 5 minutos. -¿Hasta cuándo saldrá la leche? -Le pregunté

-Es un dildo, pendeja. Este no tira leche. –Dijo.

-¿A no? –Le dije. –Que decepción. –Me levanté sintiéndome triste. -¿Cómo funciona esta chingadera? –Le dije jalando el dildo.

-¡Ouch! Espera. –Me dijo. –Me estas lastimando.

Vi que se sacó otra verga de plástico de su panocha.

-Trae dos vergas. Muy rico. –Le dije excitada.

-Se siente muy rico tenerlas dentro. ¿Quieres probar? –Me preguntó.

-Claro. –Me subí de un brinco a la mesa de billar, me senté en la orilla, me acosté y levanté y abrí mis piernas. Le dejé a la vista mi culo y panocha peludas.

-¿Cuál quieres adentro del culo? ¿La chica o la grande? –Me dijo. Levanté la cabeza para verlas.

-La grande en mi culo, quiero que me abra totalmente y me llegue hasta el fondo. –Asintió. Bajé la cabeza con la vista al techo.

Sentí la cabeza en la entrada de mi culo, lista para entrar. Lo aflojé para que no batallara pero aun no era muy experta en eso. Sentí la punta de la cabeza dentro y de ahí ya no entro.

-Estas muy apretada. –Asentí con la cabeza, el dolor no me dejaba hablar. –Quizá necesites una lamida de culo.

-No necesito nada, tú sigue empujando, pendeja. –Le dije enojada. Estaba vuelta loca empujándome contra la verga de plástico que tenía en mi culo. Empujó y sentí la cabeza dentro. -¡HAY! ME DUELE CHINGOS. NO DEJES DE EMPUJAR, HIJA DE TU PINCHE MADRE. –Seguía empujando y mi dolor era enorme, inmenso. Sentí la otra verga de plástico en mi panocha, entró la mitad cuando la verga de mi culo había topado hasta el fondo. –HASTA AHÍ, YA NO ENTRA MAS. NO SIGAS. –Le dije.

-Viene lo rico. –Me dijo y empezó un mete y saca despacio mientras con su lengua, lamia la parte de arriba de mi panocha.

Y pronto, el dolor que sentía se convirtió en demasiado placer. La verga de mi culo, entraba y salía fácil ya que mi culo se había moldeado a su tamaño. La verga de mi panocha resbalaba por lo dilatada que estaba.

Karla lo hacía muy bien, la movía rico y su lengua me provocaba placer grande. Estaba encantada.

-Esto es delicioso, putita. –Le dije. –Sabes lo que le gusta a una mujer. -Al minuto tuve un orgasmo. –Serías una perfecta amante. Me das mucho placer.

-Si quisieras, podría darte este y más placer toda la vida. –Me dijo.

Me acomodé sobre mis manos y me moví al ritmo de las vergas. En 5 minutos tuve otros 3 orgasmos. Caí agotada, eufórica, excitada.

-Ya mi amor. Detente. –Le dije, más tranquila.

Se detuvo, se levantó y me vio. Se quitó el cabello de la cara. Me tiré en la mesa de billar y mi amiga se acomodó a mi lado. Me agarró mi cabello y me dio besos en mi mejilla.

-Me encantas, July. Siempre me has gustado, eres perfecta. Tienes un cuerpo espectacular, eres inteligente, muy sencilla…

-Y pronto la jefa de la ciudad. –La interrumpí

-Así es. Pronto la jefa de la ciudad. Y tu actitud, tu carácter, no lo conocía... me encanta. Eres de tomar decisiones y aplicarlas, no te importa que. –Me dijo. Se le notaba felicidad en su voz.

-Pero necesitaré una mano derecha en esto. –Dije. Me detuve. Añadí. –Una pareja, mejor dicho.

-¿Yo? –Dijo sorprendida.

-Quiero que seamos más que amigas, se mi pareja, mi novia, mi esposa. Vivamos juntas. Deja a Olga y todo lo demás y seamos tú y yo. –Le dije. La besé. –Tú también me gustas mucho y quiero que vivamos juntos toda la vida.

-Si mi amor. Esto lo esperé toda la vida. –Me dijo. Nos volvimos a besar. Nos abrazamos.

-Ahora entiendo que la vida se trata de coger con los hombres y querer a las mujeres. Somos las únicas que nos podemos entender en nuestro dolor. –Mi cabeza se empezó a relajar, mi cuerpo también. El sentimiento de tristeza volvió a llegar. –Abrázame y no me sueltes nunca.

-No lo haré. Ahora eres mía y te protegeré con mi vida. –Me dijo.

Cerré mis ojos.

Los abrí, la luz del sol me golpeó la cara. Estaba en la mesa de billar, acostada, desnuda. Me tapé mi cara y empecé a llorar.

Mi hermana embarazada de mi novio… me había drogado… no lo podía creer, me drogué… no lo podía creer, mi hermana embarazada…

-¡MIS PAPÁS! –Grité. Lloré más. –Necesito más droga. No quiero pensar. –Me hice bolita. –Olga, ¿Qué hiciste? ¿Cómo les voy a explicar?

Lloré hasta cansarme y me dormí.

Abrí mis ojos. Estaba más tranquila, pero sentía un enorme hueco en mi corazón. Me levanté y anduve. Tardé un rato en ver donde estaba. “Mi casa”, pensé.

Agarré mi ropa tirada y caminé hasta uno de los cuartos.

De pronto me hice totalmente chiquita y me detuve en seco. Vi una persona parada en el pasillo que daba a todos los cuartos. Me miraba de pies a cabeza, serio. Yo estaba congelada.

-Disculpe, señorita. Usted, ¿Quién es? –Me dijo. Grité y corrí a uno de los cuartos.

-SOY LA DUEÑA DE ESTA CASA, USTED NO DEBE ESTAR AQUÍ. –Le grité. Era un señor que le calculé entre 60-70 años.

-¿Es usted Julia? –Me preguntó.

-Sí, ¿Por qué?

-La señora Edith ya me había hablado de usted, señorita. La estaba esperando. –Dijo.

-¿Quién es usted? –Pregunté. Comencé a ponerme la ropa.

-Soy el guardia de esta casa. La señora Edith me contrató para cuidarla y a usted. Estoy a su servicio. –Me dijo.

-¿A mi servicio? –Pregunté desorientada.

-Claro. La espero abajo con el almuerzo, señorita. –Y se hizo el silencio.

Me quedé sorprendida. “Tengo ¿Un guardia? Tipo ¿Guardaespaldas?”, pensé. Me arreglé un poco el cabello y mi cara. Me veía fatal. Bajé a la cocina.

El guardia me esperaba con un plato recién hecho de comida. Me vio.

-Si gusta comer. –Me dijo.

-¿Qué hora es? –Pregunté.

-La 1 de la tarde. –Me dijo.

-Disculpe, le tendré que decir que no ala comida. Tengo que irme, mi mamá me ha de estar esperando en casa de mi tía. –Dije.

-No se preocupe señorita. Que le vaya bien. –Me dijo.

Salí corriendo de la casa. Agarré un taxi y me llevó a la casa de mi tía. Cuando llegué, vi el auto de mi mamá fuera de la casa. Mi corazón se aceleró. Entré.

-¿Hola? –Dije casi en silencio.

-Hola, hija. –Me dijo mi mamá muy tranquila. Estaba haciendo de comer.

-¿Qué pasa? –Dije asustada.

-¿Cómo que “qué pasa?” –Me dijo. –Les traje algunas cosas que quizá necesites. Ayer no supe si Olga te dio lo que te mandé.

-No… no… no… -Tartamudeé. –No llegué… Me quedé con… Edith.

-Me lo imaginé. ¿Quién es Edith? –Me preguntó.

-La esposa del director, la maestra. –Dije muy rápido. Se notaba mi nerviosismo.

-Maestra Edith. Y ¿Cuéntame, como te fue?

Despacio, empecé a contarle lo que hice a donde fui y todo lo que habíamos preparado. Todas las mentiras. Mi mamá me escuchaba muy atenta, yo me iba relajando. Las mentiras cada vez me salían mejor. A los 20 minutos llegó mi papá junto con Olga. La miré y me llegó un sentimiento entre enojo y tristeza.

Quizá hoy saldría, en la comida, la noticia de su embarazo. Y todo cambiaría como familia.

La comida transcurrió normal. Platicando de lo que hice y lo que vi. Les di los regalos que les traje. En ocasiones miraba a mi hermana en forma de reclamo, tratando de dar a entender que era hora de que les dijera. Ella solo bajaba la mirada.

Se terminó el día y mis papás se fueron. Olga se encerró en su cuarto, y yo en el mío.

Sentí que algo ya había cambiado entre nosotras y nada sería lo mismo.

Rafa me habló y no le contesté ni los mensajes. Me dormí temprano porque a la mañana siguiente iría a la preparatoria.

Me arreglé lo más normal que pude, mi ánimo no daba para más. Salí de la casa sin dirigirle la palabra a mi hermana. Llegue a la preparatoria.

Saludé a mis amigas; Karla me abrazó muy feliz, según ella, teníamos una relación. Yo no quería tener una relación con ella, esa vez hablé con dolor y andaba drogada.

Luego saludé a la casada la cual lo hizo muy seca. Ni siquiera volteé a ver a Marcela. Con ella se había roto cualquier tipo de amistad que teníamos.

El día transcurrió para mí, muy gris, sin ánimo, perdida en mis pensamientos.

Hace unos días era muy feliz y de un día para otro, casi mi vida estaba arruinada. Era más que obvio que no regresaría con Rafa, el amor de mi vida, el hombre que amaba tanto. Un embarazo no se lo perdonaría.

Casi a la hora de la salida, se acercó un niño muy serio y me dio un papelito. Decía: “Te espero en la salida en tal salón”. No se me antojaba nada ver a nadie, mis problemas me estaban consumiendo toda, estaba decaída. No podía.

-¿Qué le digo? –Me preguntó el niño.

-Me dijo que no te dijera pero que si no ibas, le iba a contar a todos un secreto tuyo, muy grande. -Dijo.

-¿Cómo? –Pregunté asustada y miles de pensamientos me llegaron a la cabeza, sobre todo el que era una puta. –Dile que si voy.

Y a mis problemas, se le añadió otro pensamiento serio. “Ojalá no sea nada grave”, pensé.

A la hora de salida, me despedí de mis amigas y caminé al salón. Entré y ahí había un chavo de la preparatoria que no conocía.

-¿Quién eres? –Pregunté.

-¿A poco ya no te acuerdas de mí? –Me dijo en tono muy familiar.

-Dime que no tengo tiempo para jueguitos. –Le dije molesta. La verdad no quería estar ahí, solo quería encerrarme en mi cuarto y volver a llorar.

-Esa noche, andabas como que drogada pero tuvimos sexo en una bar que hay por ahí. –Me dijo. Por más que pensé, no lo ubiqué.

-Estás loco, no soy esa clase de persona. –Me di la vuelta y me dirigí a la salida.

-Fue en la zona vip, andabas con una señora que creo ubicar, es la esposa del director.

Me detuve en seco. Mis pensamientos llegaron.

-¿Tu eres…? ¿Él? –Dije asustada.

-Así es. –Me dijo. –Y si eres esa clase de persona. –Lo vi asustada. Mi corazón se me salía. -¿Qué tienes que decir?

-No me vas a hacer nada. –Le dije viéndolo mientras retrocedía.

-Claro que sí. Estas buena y necesito que me hagas unos favores. –Temblé de miedo.

-¿Qué… Que… clases de favores? –Tartamudeé. Llevó su mano a la entrepierna.

-Mi novia es una buena niña y no quiere tener sexo, pero necesito sexo. –Y lo comprendí todo.

-¿Quieres que tú y yo tengamos sexo? Y si no acepto, ¿Dirás cosas de mi? –Dije. No me podía estar pasando esto.

-Fácil y sencillo, ¿No crees? –Me dijo sonriendo.

-No me puedes chantajear… no lo permitiré. –Solté lágrimas.

-¿Qué me harás? –Me dijo. –Tengo unas fotos tuyas y mías, teniendo sexo, de ese día.

Se acercó despacio a mí y me tomó de la mano. Me la llevó a su paquete y se empezó a sobar con mi mano. La quitó y se bajó su pantalón junto con su ropa interior.

Me tomó de la cabeza y me agaché. Cedí a su petición.

Al embarazo de mi hermana, al sentimiento que tenía por mis papás de tristeza, al miedo de perder al amor de mi vida, se le estaba sumando un chantaje que no sabría cómo manejar.

Sentí la necesidad de olvidar todo, necesitaba droga.

Abrí la boca y comencé a mamar.

Continuará.

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