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Nueva Vida, Mismas Personas DESENLACE.

en Lésbicos

 

Antes de iniciar el relato, quiero agradecer a todos por los mensajes que me escriben al correo: julia199204@hotmail.com. Llenan mi bandeja de mensajes, y leo todos y cada uno de ellos; disculpen si no respondo a algunos correos. Como les he dicho, los correos que respondo son los que me hacen alguna pregunta sobre los relatos, y algunos otros que me dan felicitaciones. Hay otros correos muy cachondos que hacen volar mi imaginación. Riquísimos.

 

Muchas gracias.

 

Relato anterior --> https://todorelatos.com/relato/140909/

 

Mi boca recorría cada parte de su boca. Tenía un sabor a cebolla, me dio un poco de asco. Bajé a su barbilla y luego su cuello. El taxista estaba vuelto loco. Le di una mordida en su cuello un poco fuerte y gritó de dolor. Me empujó y caí en la puerta del copiloto.

 

-¿QUE TE PASA? –Me gritó mientras se tocaba el cuello en busca de sangre.

 

Subí mis piernas al asiento y las estiré en busca de su entrepierna. Me había quitado mis tacones. Toqué su verga ya erecta por encima de su pantalón.

 

-¿Te dolió? Papi. –Le dije con un tono infantil.

 

-Me vas… sí, sí. Sigue así, me gusta. -Dijo agarrando mi pie y moviéndolo encima de su verga.

 

-¿Qué decías? –Quité mi pie y se quedó sorprendido.

 

-Que me vas a dejar marcas y mi esposa se… a cabrón. –Sus ojos se abrieron como platos.

 

Había levantado mis piernas y mi vestido se había levantado dejando al descubierto mi entrepierna tapada por mí calzón.

 

-Aquí solo estamos tú, yo y mi panochita deseosa de ti. –Le dije mientras llevaba una de mis manos a mi boca para llenarla de saliva y luego mojar mi panocha. Me la imaginé brillando.

 

El taxista con desesperación, abrió su pantalón y tardó en bajárselo. No perdía detalle de lo que hacía. Saltó su verga de buen tamaño. Un poco más grande del promedio.

 

-Hay mamita rica. –Decía con mucha lujuria y mientras se acomodaba para metérmela. -Tienes ganas de una verga, ¿No?

 

-Espera, papi. –Lo detuve encima de mí.

 

-¿Qué pasa? No traigo condones. –Me dijo.

 

-No, primero quiero que me mames mi cuevita. ¿Podrás?

 

Bajó una de sus manos y me metió dos dedos de golpe. Los empezó a mover rápido para dentro y para fuera. Estuvo cerca de un minuto. Solté un chorro, estaba lista para recibir la verga del taxista.

 

-Ya… ya… ya… -Le dije entre gemidos. –Méteme la verga. –Agarré mi bolsa y le di un condón. –Póntelo. -Se volvió a sentar en su asiento. Y mientras abría el condón, abrí la puerta del copiloto y bajé.

 

Acomodé mi ropa, agarré mi bolsa y cerré la puerta.

 

-Hey. –Le hablé y me vio. Le hice una seña de despedida.

 

-¡HEY! –Gritó. Le sonreí. –No me puedes dejar así.

 

-Claro que no. Soy una niña mala. –Tomé una actitud infantil. Vi que se quedó desconcertado. Caminé hasta su puerta y me puse en su ventana. –Papi.

 

-No te puedes ir y dejarme así. –Su voz tenía un tono de súplica.

 

Bajé mi mano por su pecho, estómago y la puse en su verga erecta rodeada con el condón que se había puesto. Empecé a masturbarlo.

 

-Papi. –Mi mano subía y bajaba despacio. –Voy tarde a un compromiso. Así como tú, yo tengo una novia que quedé en ver en este bar. –Bajé mi otra mano y empecé a sobarle las bolas. La mano de la verga aumentó la velocidad. –Y no le quiero quedar mal, así como tú con tu esposa, ¿Me entiendes? –El taxista gemía y tenía los ojos cerrados. Asintió. Me acerqué a su oído. –Pero te prometo que luego te recompenso, esta es una probada.

 

Mordí su oreja, besé sus mejillas y nos besamos. A los 2 minutos, su verga explotaba dentro del condón. Vi, un chorro, dos chorros hasta que ya no se distinguió, solo se llenaba en condón de semen.

 

-Te quiero… ver… otro… día… putita. –Dijo el taxista.

 

-Así será –Y cambiamos números de teléfono. Saqué $500 pesos y se los di.

 

Caminé por todo el estacionamiento, rumbo a la salida.

 

Iba pensando en cómo llegué ahí con el taxista. En el camino, empecé a seducirlo. El señor tenía 39 años, casado y con familia. No era guapo ni feo, incluso estaba un poco gordo pero descubrí que tenía su corazoncito. Amaba a su mujer y nunca había sido infiel a pesar de haber subido a ese taxi a muchas prostitutas. Y terminó diciendo que las prostitutas no se interesaban en él y nunca se lo habían propuesto.

 

Al final del recorrido, frente al bar gay, le dije que era lesbiana y que miraría a mi novia en ese bar. Le expliqué que yo no era lesbiana sino bisexual y que ahora que estaba con mi novia, tenía mucho sin estar con un hombre. Le dije que en ese momento quería estar con uno y que si no era él, sería otro. El taxista me vio sorprendido y aceptó rápidamente. Fuimos a uno de los estacionamientos de alrededor, de esos que están dentro de los edificios. Y luego casi tenía sexo con él.

 

La verdad es que yo no quería un hombre, yo quería un hombre que me calentara y me pusiera a millón para llegar a ese bar y conseguirme una mujer. Yo deseaba una mujer.

 

Mientras caminaba, iba temblando de desesperación, de deseo por llegar a ese bar y ver todo el menú de mujeres. Mis piernas casi me jugaban una mala y casi me tiraban. Ya no aguantaba más, el camino se me hacía muy largo.

 

Bajé la rampa de los autos y salí a la calle. Caminé hacia un lado y pude ver a 3 cuadras, autos pasar y gente llegar.

 

Mi panochita mojó mi calzoncito. Luego de caminar un trecho que me pareció muy largo, llegué a la esquina. Vi aquel bar, con luces fuera apuntando a la banqueta y al montón de gente que estaba fuera.

 

Caminé hipnotizada. Estaba la fila de autos y me detuve. De un auto bajaron dos personas, a simple vista parecían hombre pero viéndolas mejor, eran mujeres con su pelo corto e iban vestidas muy masculinas.

 

-Busco otra cosa. –Dije.

 

Del auto de atrás, se asomó por la ventana un tipo guapo.

 

-¡Wow! –Gritó al aire. Se le notó una voz muy afeminada.

 

-Lástima. –Dije. Brinqué la fila de autos. El auto por el que pasé en frente tocó su claxon. Dio un brinco del susto. Volteé algo molesta y vi a una mujer saludándome y sonriendo. Brinqué a la acera y me detuve a verla.

 

-Adiós, preciosa. –Me dijo la chava. Se miraba muy bien. Le sonreí y le devolví el saludo con la mano.

 

-Algo así busco. –Dije.

 

Caminé por el mar de gente. Había muchos hombres muy afeminados, unos incluso vestidos de mujer y muy bien maquillados. También había mujeres, en menos cantidad. Unas muy femeninas y otras muy masculinas. En general había de todo.

 

En la puerta estaba una bolita de gente. Al llegar vi que estaba un tipo de seguridad parado en la puerta y una cinta que detenía la gente.

 

Me detuve y no hice nada. La gente platicaba entre sí. Noté también edades muy diferentes entre las personas. El menú era extenso. Sonreí.

 

La gente no se movía de su lugar y no entendí porque no avanzaban. Caminé entre la gente y llegué hasta la cinta. Vi al de seguridad y me vio. No dijo nada ni hizo ningún movimiento. “Con dinero baila el perro”, pensé.

 

Abrí mi bolsa y saqué un billete. Lo puse en el tubo donde se sostenía la cinta.

 

-¡Hey! –Le dije señalando mi mano. El tipo vio, avanzó a la cinta y despistadamente agarró mi billete y abría la cinta. Entré al bar.

 

Apenas al abrir la puerta, me topé con un pasillo lleno de gente. Al inicio estaba una mujer y un hombre platicando. Al lado de ellos, un hombre besando a una mujer. Le puse más atención y la mujer era un hombre.

 

Quise caminar y luego dudé. No se podía caminar. El pasillo no tendría más de 10 metros de largo. La música se escuchaba muy fuerte. La gente bailaba.

 

Agarrando aire, caminé y brinqué a las primeras cuatro personas. Quedé frente a un tipo, el tipo bailaba con otro y me daba la espalda. En cada movimiento golpeaba mis tetas. Lo empujé y avancé un poco más hasta la puerta donde terminaba el pasillo y daba a la pista.

 

Si en el pasillo había mucha gente, la pista de baile estaba a reventar. Simplemente en la puerta estaban dos muchachos que no dejaban pasar. “Hay más hombres que mujeres”, pensé al notar eso. Pasé en medio de los dos.

 

-Cuidado, me pisas. –Me dijo uno con tono muy afeminado. Y sí, lo había pisado completamente. Me empujó y los pasé. Nuevamente quedé frente a un tipo que bailaba y me daba la espalda.

 

Me empujaba y chocaba contra otra persona que estaba en mi espalda. No pude moverme de ahí en 1 minuto. Sentí como una mano agarró mi mano y trató de estirarme. Las luces se apagaban y se encendían al ritmo de la música con muchos colores. No me movía a pesar del estirón de la mano.

 

Como pude, me aventé hacía la mano y brinqué a los brazos de alguien. La persona, que a primera vista no alcancé a distinguir, puso sus manos en mi cintura. Instintivamente puse las mías en sus antebrazos. Me seguían empujando pero ahora contra la persona que estaba frente a mí.

 

Mis tetas grandes sintieron las tetas de la persona. Era una mujer. Vi y traía el pelo muy corto, de hecho traía un corte muy masculino. Bajé mi vista y vi que traía un pantalón negro y una playera negra. Y para acabarla, sus labios también estaban pintados de negro.

 

Se acercó demasiado a mí. Pensé que me daría un beso pero no, habló.

 

-¿QUE PASA DESPUES DE QUE EL HEROE RESCATA A LA PRINCESA? –Alcancé a escuchar.

 

-NO SÉ. –Grité

 

-EL HEROE LA LLEVA A SU CASA Y TIENEN SEXO TODA LA NOCHE. –Dijo.

 

-Y ¿QUE HICISTE PARA GANARTE ESE TITULO? –Le pregunté.

 

-TE VI EN PROBLEMAS, TE ESTABAN EMPUJANDO Y YO TE RESCATÉ.

 

-Y ¿QUE TE HACE PENSAR QUE NECESITABA AYUDA?

 

-LO SUPOSE. –Me dijo y acercó a mí, cerró sus ojos y levantó sus labios. Traté de separarme pero la persona de atrás, al estar bailando, me empujó e hizo que chocaran nuestros labios y nuestras cabezas. –DEBERÍAMOS IR A UN LUGAR MÁS TRANQUILO.

 

-NO TE OFENDAS, PERO BUSCO ALGO MÁS… -Dudé. –FEMENINO.

 

-AQUÍ ESTÁ MI AMIGO. –Dijo señalando al hombre que estaba a su lado. Se comía a besos con otro hombre. Sentí, como de manera distraída, movía sus dedos debajo de mis tetas. Las sobaba con sus yemas muy rico.

 

-BUSCO UNA MUJER… -Dije sin terminar.

 

-YO SOY UNA MUJER. –Me interrumpió. – ¿QUIERES UNA RAJITA? YO LA TENGO. ¿QUIERES UNAS CARICIAS DELICADAS? YO TE LAS PUEDO DAR.

 

-O SEA…

 

-SÉ A LO QUE TE REFIERES. –Me dijo. –USTEDES LAS PRIMERIZAS Y SUS DUDAS. –Y diciendo esto, me soltó.

 

Me desconcertaron un poco sus palabras. No entendí. Seguí avanzando. Con dificultad, pasé dos líneas de personas y alcancé a ver la barra. Se miraba un poco más despejada pero igual estaba llena. Poniéndole un poco más de empeño, caminé sobre las últimas personas y llegué a la barra.

 

Ahí pude estar un rato al menos sin que me empujaran. Vi a toda la gente bailando y no podía creer como es que el lugar estuviera tan lleno. Por algo el de seguridad no dejaba entrar a las personas.

 

Miré la barra y estaba igual. Vi un espacio y caminé rápido y me puse frente a la barra. La música bajó un poco se volumen.

 

-¿Qué te sirvo? –Se acercó una muchacha guapa a atenderme.

 

-Lo que mejor sepas hacer. –Le dije. Quería una muchacha como la que me atendió por eso le coqueteé. Me sonrió, tardó un rato y luego regresó con una bebida de color amarillo y rojo. –Gracias.

 

-Cortesía de la casa. Se llama Bloody Mary. Está fuerte, tómala con calma. –Me puso un popote y le sonreí. –Por cierto, eso no es lo que mejor sé hacer. –Y se fue a atender a otras personas.

 

Había llegado al mejor lugar del bar. Bebí un poco y la verdad si sabía mucho a alcohol.

 

-Nunca me ha gustado esa bebida. –Me dijo la persona que estaba a mi lado. Era un hombre pero su voz era de mujer. -¿De dónde eres? –Preguntó.

 

-¿A mí me hablas? –Pregunté con un poco de dudas.

 

-Claro. –Y volteó a verme. Noté que el chavo tenía maquillaje en su rostro. –Por tu acento, supongo que eres del norte.

 

-Supones bien. –Bebí mi bebida. –De tal lugar.

 

-Y ¿Qué te trae por acá?

 

-Quería agarrar nuevos aires. –Respondí.

 

-Y ¿Qué haces en este lugar?

 

-¿Por qué la pregunta?

 

-Se ve que no eres lesbiana y con las tetas que te cargas, has de tener a muchos hombres detrás de ti. –Me dijo mirándome de arriba abajo. Se le notaba que andaba ebrio.

 

-No le hagas caso. –Habló la muchacha que me atendió. –Anda muy tomado. Es un cliente frecuente, no te preocupes por él.

 

-Cállate, perra. –Dijo el muchacho gay. –Le gustaste y te está defendiendo. –Me dijo y sonreí. Volví a beber.

 

La muchacha me estaba empezando a agradar. Pero yo necesita algo en ese momento y la muchacha, al trabajar, no iba a poder atenderme. Se levantó el muchacho gay y se perdió entra la gente mientras se tambaleaba.

 

Al instante llegó otro muchacho gay y se sentó y pidió una bebida. Me quedé sentada, viendo al bar y bebiendo. Con mucha gente y muchas de ellas, deseosas de mujer, era fácil conseguir a alguien. Sin embargo, con tanta gente era difícil empezar a platicar de algo. Me quedé sentada sin saber qué hacer.

 

La bebida se empezó a vaciar, la muchacha que me atendió me retiró el vaso y me sirvió otro.

 

-Gracias. –Le dije.

 

-A la orden. –Dijo y me guiño el ojo. No tenía descanso, andaba de aquí para allá sirviendo a las personas.

 

Si deseaba a alguien, ella no era la indicada ya que no podía entablar una conversación. No tendría tiempo para mí. Le di la espalda y me puse a ver a las mujeres. Mi pupila se dilató solo al ver el mundo de mujeres que tenía a mí disposición; altas, chaparras, delgadas, gordas, tetonas y culonas, femeninas y masculinas.

 

“Una muy femenina”, pensé. “Las tetas no me interesan pero sí que tengan unas caderas anchas y un culo bien formado”. Las desvestí a todas con la mirada. Y me mojé imaginando a la mujer perfecta de esa noche.

 

-Hola. –Me saludó una muchacha con toque muy masculino. La vi de arriba abajo y luego le dije que no. Se perdió entre el mar de gente.

 

En ese momento pensé que así como andaba arreglada, sería una opción para las mujeres masculinas. Las femeninas, la mayoría tenían alguna pareja. Mi bebida se estaba acabando y el alcohol hacía su efecto. Volteé al bar y le hice una seña de que quería otro.

 

-Vas rápido, preciosa. –Me dijo la muchacha sonriendo.

 

-Necesito agarra valor. –Le dije.

 

-¿Valor? ¿Para qué? –Vi que estaba sirviendo mi bebida.

 

-Para salir a buscar a mi pareja. –Dije. –La vi y me sonrió. –Al parecer a nadie le gusto. –Me di cuenta que empecé a utilizar las mismas frases que usé con mi tío.

 

No dijo nada. Terminó la bebida y me la dio. Puso sus manos en la barra y me vio.

 

-La mayoría de las mujeres que vienen aquí, buscan una mujer como tú. –Me dijo.

 

-¿Cómo yo? ¿Cómo es ese?

 

-Preciosa de su cara, bien maquillada, con el pelo bien teñido, y un vestido que muestre las piernas perfectas que tienen e igual sus tetas. –Me dijo y me chiveé. –Una niña bien fresita. –Y añadió. Llevarte a su cama, sería un trofeo que presumirían toda su vida.

 

-Hasta me pusiste roja. –Le dije y me eché aire. –Pero las mujeres que he visto no me gustan.

 

-¡Hey! –Le gritó a un muchacho que también atendía la barra. –Tomaré un descanso. No tardo. –Le dijo. Asintió la persona. –Ven, sígueme.

 

Vi que caminó hasta la orilla de la barra y abrió una puerta. La seguí entre la gente. Me esperó y luego estiró su mano. La tomé y me llevó entre la gente hacia una puerta.

 

Era delgada, traía una minifalda que no dejaba nada a la imaginación y una camisa ombliguera. Y unos tacones que la hacían ver alta. Empujó a las personas que tapaban la entrada y abrió la puerta.

 

Entramos a lo que parecía, era la bodega del lugar. Tenía una luz muy bajita, apenas se distinguía el camino. Avanzamos hasta la puerta que daba a la salida del lugar. Era un callejón que estaba a lado del bar, se podía ver la calle principal, los autos y gente caminando de un lado a otro.

 

Vi que sacó una cajetilla de cigarros y me dio uno. Lo encendimos y empezamos a fumar.

 

-¿Eres les? –Me preguntó.

 

-No, soy bi. –Respondí. Me atraganté con el humo.

 

-Ahora entiendo. –Dijo y fumó con mucha naturalidad.

 

-¿Qué cosa?

 

-Yo también soy bisexual. –Me dijo. –Entiendo porque rechazaste a la muchacha que se acercó a ti. Al igual que yo, buscas una señorita bonita, hermosa, que te guste físicamente y te atraiga.

 

-Sí, eso quiero. –Dije sin saber que más decir. Sacó de su camisa una botella chiquita y se la llevó a la boca. Me ofreció. -¿Qué es? –Dije estirando la mano.

 

-No preguntes, solo bebe. –Lo hice, bebí de más y me ardió la garganta. Tosí. Escuché que se rio la muchacha. –Eso, eres virgen.

 

-Es… es… ¿Tequila? –Dije agarrando aire.

 

-Del más corriente del bar. –Dijo. Me levanté. Me recargué en la pared. Vi como fumó y tiró su cigarro y luego su humo. Empezó a caminar hacia mí.

 

Puso sus manos en mi cintura y acercó mucho su cabeza a la mía. La volteé. Estaba muy nerviosa, muy excitada. Agarró mi mano, se llevó el cigarro a la boca, fumó y luego tiró mi cigarro seguido del humo.

 

-Estas buenísima. –Acariciaba mi cintura. –Te deseo desde que te vi entrar. –Tomó mi cabeza por la barbilla y me levantó. La vi y la verdad no era nada fea. Tenía unos labios delgados y muy bonitos pintados de color rosa y brillaban. Subió sus manos a mis pechos y los apretó de una manera tan rica. No dejaba de verme.

 

El miedo de estar ahí, con gente pasando de un lado a otro, y que pudieran vernos me excitó mucho. Subí mis manos a tetas, de tamaño promedio, redonditas. Me sonrió y le sonreí. Bajó su cabeza y nos besamos. Nuestras lenguas empezaron a golpearse entre sí, nuestros labios estaban pegados sin moverse. Cerró su boca y con sus labios agarró mi lengua que empezó a succionar. Nuestras manos no dejaban de jugar con nuestras tetas.

 

Se separó y me vio, me tomó de la mano y me jaló hasta el otro extremo del callejón.

 

-¿A dónde vamos? –Dije. Ella iba caminando de espaldas sin dejar de mirarme. Yo no podía quitarle la mirada de encima. Me llevaba hipnotizada.

 

-Te llevo a mi casita. –Me dijo.

 

Llegamos al otro lado, me soltó y agarró una tabla de madera que había pegada a la pared. La quitó y quedó un espacio, un espacio donde con mucho esfuerzo, entraban dos personas. Me jaló y me hizo entrar primero. Quedé de espaldas a la pared. Desesperada, entró y se pegó a mi cuerpo mientras me besaba y sus manos apretaban mis tetas con fuerza.

 

Vi cómo se puso de rodillas frente a un pedazo de esponja que había en el suelo y eso me excitó tanto que mojé todo mi calzón.

 

Subió sus manos, acariciando mis piernas y luego las bajó. Su mirada se clavaba en la mía, yo la miraba excitada por encima de mis pechos. Subió sus manos y sentí como agarró mi calzón y despacio lo bajó hasta mis rodillas. Levanté un pie para ayudarle a quitarlo. Levantó mi falda y metió su cabeza debajo de ella. Abrí mis piernas. Tocó mi panochita.

 

-Que hermosa. Me gusta que esté oculta por esa matita de bello. –Y dicho esto sentí como la tocó con la lengua. La golpeó varias veces, e instintivamente llevé mis manos a su cabeza que apreté contra mí.

 

Empecé a gemir sin importarme en lugar donde estaba.

 

-Sí, así. –Le dije cuando metió un dedo en mi cuevita. Estaba disfrutando al máximo.

 

-Que ricos jugos sueltas. –Me dijo. Sentí como solté chorros que sin duda bebió todos.

 

Pasaron 30 segundos y me sentía en la gloria. Sentía que pronto me llegaría un orgasmo.

 

-Hermoso espectáculo. –Escuché una voz de hombre y abrí mis ojos. Estaba un tipo parado viéndonos y con su verga de fuera, apuntaba al cielo mientras se masturbaba.

 

-¡Hey! –Grité y me moví para separarme. La muchacha rápidamente se levantó.

 

-Vete de aquí, pinche pervertido. –Dijo dándole un empujon. El chavo riéndose, se subió el pantalón y se fue.

 

Me vio y la vi. Estaba muy agitada, estuve a punto de alcanzar un orgasmo. Le sonreí y le hice una seña para que se acercara.

 

Me acercó y la abracé por el cuello y ella puso sus manos en mi cintura. Nos besamos.

 

-¿Por qué no vamos a un lugar más privado? –Le dije. Puso sus manos en mis pechos y los masajeó distraídamente.

 

-Me gustaría, pero tengo que ir a trabajar. –Se separó de mí y se acomodó un poco.

 

-No me vas a dejar así o ¿sí? –Ahora yo suplicaba sexo.

 

-Claro que no. –Me dio una tarjeta. –Ahí tienes mi número, háblame mañana y te mostraré lo que es buen sexo. Por cierto, me llama Magda.

 

-Yo soy July. –Nos volvimos a besar.

 

-Vamos dentro. –Me dijo. Nos tomamos de la mano y entramos.

 

Había olvidado la gente y el ruido. Magda se separó de mí y entró en la barra. Me hizo una seña. Me acerqué a la barra y sirvió 4 shot de tequila. Bebí el primero y ella hizo lo mismo. Luego ella bebió el segundo y yo le copié. Me dio una cerveza y me acomodé entre dos personas.

 

Me dejé llevar al ritmo de la música. Perdí la noción del tiempo pero estaba segura que una hora había pasado. Me tomé dos shot de tequila más y 5 cervezas.

 

Estaba más suelta y gritona. Ya le había echado la mirada a una mujer con una cintura chiquita pero un culo de infarto, y mis gritos eran para llamar la atención. Con tanta música ella nunca me escuchó. Bebí el último trago de la sexta cerveza y caminé, con valor, hasta donde estaba la chava que se había quedado sola. Sus amigos se habían ido a bailar.

 

La pista me jugaba una mala jugada, se movía mucho. La gente estaba más violenta. Llegué hasta donde estaba ella. Estaba de espalda. Su culo parado me hablaba, me decía que lo mordiera. Levanté mi mano y le toqué el hombro.

 

-HO… HO… LA. –Dije como pude. El alcohol me impedía hablar con claridad.

 

-HOLA. –Me dijo volteando y viéndome de pies a cabeza. Noté que andaba también ebria.

 

-OYE. –Sentí que mis palabras no se entendían. –ERES LA MUJER MAS HERMOSA QUE HE VISTO ESTA NOCHE.

 

-GRACIAS. –Me dijo. Noté que se movía de un lado a otro. –PERO… ESAS… PALABRAS… ESTÁN MUY… USADAS.

 

-LO SÉ. ME LO HAN… DICHO MUCHAS… VECES QUE YA… NO LAS CREO.

 

-YO… ESTOY IGUAL. –Dijo.

 

-TÚ… ERES UNA MUJER QUE DESEA QUE LE… DIGAN QUE ESTÁ HERMOSA… PORQUE… LE… GUSTA QUE LE DIGAN ESO. TU... SABES QUE ESTAS HERMOSA.

 

-CLARO QUE… NO. –Me dijo e hizo una seña con su mano.

 

-CON ESE CULO… QUE TE CARGAS… Y… ESAS PIERNAS… HERMOSAS… -La tomé de la cintura. –Y ESTA… CINTURA DELGADA. TOMARTE… DE AQUÍ MIENTRAS TE BESAN… -Vi que bajó su mirada. -¿QUE PASA? –Sus ojos de llenaron de lágrimas.

 

-MI ESPOSO… ME ENGAÑÓ. HOY… LO DESCUBRÍ CON OTRA. –Y lloró. –HOY… MIS AMIGOS ME INVITARON… A TOMAR. ME SIENTO TAN MAL.

 

Le rodeé su cuello y ella me tomó de la cintura. Nos vimos lentamente, bailando pero no al ritmo de la música.

 

-ES UN HOMBRE QUE NO VALE LA PENA… -Le dije. –MI PROMETIDO TAMBIEN ME ENGAÑÓ.

 

-Y ¿COMO LO LLEVAS? –Me preguntó y me volteó a ver.

 

-LO QUE YO HAGO… -Bajé mis manos a su camisa. –…ES QUE LE PAGO… CON LA MISMA MONEDA.

 

-MIS AMIGOS… ME DICEN LO MISMO, QUE… PARA QUE LE DUELA, DEBO ENGAÑARLO, PEGARLE EN SU ORGULLO… MACHISTA. –Se notaba pena en su cara. Estaba roja por el alcohol y por lo que me decía. –PERO… NO ME ANIMO.

 

Bajé mis manos y tomé las de ella.

 

-ACOMPAÑAME. –Le dije jalándola. Nuevamente nos metimos entre la gente, era tan difícil avanzar. Caminamos hasta una esquina, llena de gente y como pude hice a un lado a una pareja de hombres que estaban casi cogiendo y metí a la muchacha. Me le pegué tomándola de la cintura, ella hizo lo mismo. –UNA INFIDELIDAD ES DIFICIL… DE… SOBRE… LLEVAR. NADIE ENTIENDE LO QUE SENTIMOS… PERO ES BIEN FACIL DAR CONSEJOS.

 

-ME… DUELE EN EL ALMA. LO… AMO Y NO SÉ QUE HACER. –De nuevo lloró. Se inclinó en mi hombro y estuvo un rato llorando. La separé y nos vimos.

 

Sus ojos llenos de lágrimas. Mis ojos llenos de lujuria. Y sin pensarlo, le planté un beso. Mis labios se pegaron, mi lengua trataba de entrar en sus labios cerrados. A los 10 segundos volteó su cara.

 

-¿QUE… PASA? –Le pregunté.

 

-ESTO NO ES CORRECTO, SOY… CASADA. –Levantó su mano y me mostró su anillo. Agarré su mano y tomé su anillo con dos dedos. Empecé a quitárselo.

 

-QUIERO QUE… PIENSES ESTO… POR UN MOMENTO. –Mis dedos sacaron su anillo. Ella miraba asustada como se lo quitaba. –AQUÍ, AHORITA MISMO, ESTAMOS… SOLOS TU Y YO, MIRA… A TU ALREDEDOR, ¿VES A TU…? ¿ESPOSO? –Miró y luego negó con la cabeza. –HOY VAMOS A OLVIDARNOS DE LOS MALDITOS… HOMBRES. –Le dije y le guardé su anillo en el pantalón.

 

Me vio por unos segundos, luego se aventó contra mí y nos besamos. Me agarró fuerte de mi espalda y me pegó a su cuerpo. Mis manos que estaban en su cintura, agarraron sus caderas y una parte de sus nalgas. Y empezamos a fajar desesperadamente.

 

Mis manos trataban de subir su playera pero se detenían porque ese no era el lugar para hacerlo. Nuestras lenguas golpeaban nuestros dientes. Bajó sus manos a mis nalgas y las apretó muy fuerte.

 

-Soy tuya chiquita, no te desesperes. –Le susurré. Ignoro si me escuchó, seguía apretándome fuerte. Subí mis manos a sus pechos chiquitos y mordí su cuello. Jugué en esa parte, la besé, la lamía. Nos perdimos cerca de 5 minutos.

 

La música sonaba más fuerte. Nos separamos y nos detuvimos un rato, agitadas. Nuestras bocas estaban casi pegadas, podía sentir su aliento. Con la mirada le indiqué que bajara a mis tetas.

 

Ella subió su mirada a mis ojos y sonrió. Abrió la boca y dijo algo que no escuché. Llevaba sus manos por mi cadera y agarró mis tetas por abajo y las levantó un poco. Nuevamente abrió la boca. Y luego abrió sus manos para agarrar mis tetas. Abarcaba muy poco pero las abría y jugó con ellas. Me excitó muchísimo. Solté un chorro.

 

Siguió con su juego un rato. Y mientras lo hacía, bajé mis manos a su pantalón y le quité el botón.

 

-ESPERATE. –Dijo quitando mis manos y cerrando su pantalón. –AQUÍ NO SE PUEDE.

 

-¿ENTONCES…? –Mi voz ya era de una mujer pervertida. Subió sus manos a mi cara y nos besamos.

 

-LLEVAME A… UN MOTEL. –Me dijo. Sonreí y salimos del rincón de nuevo a caminar entre la gente. Caminé a la barra, saqué un billete y le pedí una botella. La muchaha nuevamente me atendió, me la dio y me hizo una seña de que no era nada. –ESTO ES POR LO DE AFUERA. –Le dije. Me sonrió y lo agarró.

 

Le aventé un beso con la mano y de nuevo caminamos. Como pudimos salimos del bar. Al salir casi nos caíamos y nos reímos. Caminamos a la esquina, de un lado a otro. Llegando ahí, nos empezamos a alejar del bar. Nos detuvimos en una pared, y la pegué. Nos besamos nuevamente. Le quité la tapa a la botella y alcancé a distinguir que era tequila. La levanté y la llevé a su boca que abrió sin duda. Luego abrí la mía y bebí. Las dos tosimos.

 

-Hoy te haré olvidar a tu esposo y… me desearás como nunca. –Le dije.

 

-Por eso vine contigo… porque me gustaste mucho. –Sonrió.

 

Avanzamos un poco más y vimos un taxi. Subimos.

 

-¿A dónde las…? –Alcancé a escuchar al taxista. Andaba ebria, y cansada. No escuchaba bien.

 

-A tal… motel… hotel… -Le dije.

 

Avanzó el taxi. A los 2 minutos habló la muchacha.

 

-…Sí, por favor. –Miré a la muchacha y no entendí lo que dijo. –Sex…

 

-¿A qué va… ahí? –Dije. Me agarró y nos besamos. Agarró la botella y de nuevo bebimos.

 

Sentí que el taxista había detenido el taxi. Lo miré y me bajé tambaleándome. Nuevamente íbamos arriba del taxi. Reconocí el hotel. Bajamos. Agarré la botella y una bolsa.

 

-Gracias… -Le di dinero que no supe ni cuanto agarré.

 

De un lado a otro entramos al hotel. Subimos las escaleras de 10 escalones como en 10 minutos. Vi tan lejos la puerta de mi cuarto.

 

Cuando llegamos, tardé en abrir la puerta. Me decía algo y solo reíamos.

 

-…tú palacio. –Le dije. Entró ella primero y luego yo detrás de ella. Cerré la puerta y me le lancé a su espalda. La abracé y le besé el cuello. Nos caímos.

 

-Tran…la. –Dijo.

 

-¡Sh! –Le dije. Levantó la botella y estaba casi vacía.

 

Me levanté como pude y ella también. Nos vimos. Llevé mis manos a mi ropa y empecé a desvestirme. Vi que ella también empezó a quitarse su pantalón…

 

Abrí mis ojos. Sentí un mareo terrible. Me levanté de la cama y corrí al baño. Saqué todo lo que había tomado. Cuando vi que ya no podía sacar más, me levanté y me lavé la boca. Me vi en el espejo y estaba totalmente desnuda. Salí muy mareada del baño y vi en el suelo ropa tirada. La mía y la de la muchacha. Miré la cama y estaba la muchacha totalmente desnuda. Se tapaba su cara con una almohada.

 

Vi que se movió. A lado vi un dildo con arnés y un consolador.

 

-¿Andas en las mismas que yo? –Me preguntó. Se tapó con la sabana.

 

-Creo que sí. –Le dije. Corrí y me acosté a su lado.

 

-¿Qué pasó? –Me preguntó.

 

-Por cómo andamos, tuvimos sexo. –Le dije con total naturalidad. –Pero no me acuerdo de nada.

 

-Yo tampoco. –Se hizo el silencio. Me tapé con las sabanas y de nuevo me dormí.

 

-Oye. –Escuché la voz de la muchacha. La vi vestida parada a mi lado.

 

-¿Qué pasa? –Le pregunté asustada.

 

-Ya me voy. Mis amigos me están esperando. –Me dijo y noté cierta preocupación en su voz. El mareo era menos, pero todavía lo sentía muchísimo. Me levanté y traté de abrazarla para besarla. Ella me volteó muy seria. –No, disculpa. Pero no puedo.

 

-¿Por qué? –Trató de mirarme pero cuando me vio, sentí que le incomodó que estuviera desnuda, parada frente a ella.

 

-Estoy casada y yo… anoche… el alcohol… y el dolor… no debimos hacer eso. –Me dijo.

 

-Entiendo. –Le dije. –Si te soy sincera, yo necesito a alguien como tú, no para tener sexo, o sea si pero no para eso nada más, sino que me acompañe en mi vida…

 

-Lo siento, me duele la cabeza y estoy muy confundida. –Me dijo y sus ojos se llenaron de lágrimas. –Me tengo que ir. Mi esposo me espera en casa.

 

-No quiero perder comunicación contigo. –Se hizo el silencio. -Dame tu número y yo te doy el mío. –Le dije. Asintió. Luego salió del cuarto sin decir nada más.

 

Me quedé sola nuevamente. Vi la hora en mi teléfono, no era ni muy tarde, eran las 10am. Me volví a tirar en la cama. Al cabo de 30 minutos, me metí a bañar. Me arreglé poniéndome un pantalón y una playera escotada, enseñando demasiado.

 

Recordé que había quedado con mi tío para darle algo a cambio de que no hablara y tenía que ponerme a trabajar. Salí a comer y buscar a la mujer ideal para un trío.

 

Entré en un restaurante a medio día y pedí de comer. Vi alrededor a las mujeres pero no me llamó la atención ninguna. Mi teléfono sonó y era Rebecca. No respondí. Entraron varias llamada más de ella e hice lo mismo.

 

Puse mi teléfono en vibrador y lo metí a mi bolsa. Vi una tarjeta. Era la de Magda, que me había dado anoche. “Ella podría ayudarme”, pensé. Marqué su número.

 

-Magda, hola, habla Julia. –Dije.

 

-¿Quién? –Escuché la voz de Magda.

 

-La muchacha de anoche del bar. Recuerda que me diste tu tarjeta.

 

-Cierto, hola Julia, ¿Cómo estás?

 

-Bien, y ¿Tu? Oye, quiero invitarte a comer. –Le dije.

 

-¿Dónde estás? –Le dije el nombre del restaurante. –Bien, llego en 10 minutos. –Me dijo y colgamos.

 

Esperé y a los 15 minutos llegó. Le hablé y me ubicó. Se sentó.

 

-¿Quieres algo de comer? –Le pregunté.

 

-No, acabo de comer. Y ¿Bien? ¿Qué tal te la pasaste anoche? Te vi salir con alguien. –Me preguntó divertida.

 

-Bien, una noche muy divertida y diferente.

 

-¿Diferente? ¿Cómo? –Dijo extrañada.

 

-Sí, casi no acostumbro a salir con mujeres.

 

-Te entiendo. –Silencio.

 

-¿Qué pasa? –Pregunté.

 

-Bueno, algo que no te dije anoche es que soy casada. –Hizo una mueca. –Amo a mi esposo pero a veces me doy unos gustos, como el de anoche.

 

-¿Tu esposo sabe de esto? –Pregunté y antes de que respondiera. –Vamos a pagar e irnos porque una plática así, aquí no la podemos tener. –Pagué y salimos del lugar. Llegamos a una plaza. Nos sentamos en la sombra.

 

-Respondiendo, no, él no sabe. No me meto con otros hombres, solo mujeres. –Dijo.

 

-¿Por qué?

 

-Hombre tengo en la casa, sexo todos los días, pero salgo de la rutina para no aburrirme.

 

-Diferencia de mí. –Dije. –Solo hombres pero anoche quería una mujer.

 

-Increíble que tengamos esta platica. –Me dijo riendo. –Apenas nos conocemos. Y tampoco es una plática que se pueda tener con una persona.

 

-Si te sirve de consuelo, yo acostumbro a tener estas pláticas. –Le sonreí y le guiñé un ojo.

 

-¿Así? Y ¿Tú eres casada? ¿Soltera? ¿Divorciada? ¿Novio? –Preguntó.

 

-Estoy comprometida pero mi novio vive en otro estado de la república. De hecho, si te das cuenta, soy de otro lugar.

 

-Sí, anoche lo dijiste y noté tu acentp norteño. –Dijo. -¿Qué haces tan lejos?

 

-Necesitaba un cambio de aires. –Dije. –Espacio para mí.

 

-Entiendo. A veces me gustaría poder salir de este lugar por un tiempo y tener un tiempo para mí y pensar en mi futuro. –Dijo. Y luego sonrió. –Pero no tengo dinero para iniciar en otro lugar.

 

-El dinero es un gran problema.

 

-Sí. –Y vimos pasar los autos de un lado a otro en silencio. -¿En que trabajas?

 

-Yo… no te mentiré. Tengo dinero, soy una mujer millonaria.

 

-¿En serio? –Dijo asombrada.

 

-¿Por qué la sorpresa? –Pregunté.

 

-Eres una mujer muy humilde, se te nota desde lejos.

 

-Digamos que esto me cayó de un momento a otro, no lo esperaba. Es más, aun no me acostumbro a ver tanto dinero. –Dije y sonreí con pena.

 

-Dámelo, créeme, yo si le sacaría provecho. –Dijo.

 

-Bueno, el caso es que por eso te hablé, quiero hacer negocios contigo. –Le dije agarrando valor.

 

-Dime. –Y se acomodó para escucharme atenta.

 

-Tengo dinero, pero aún no tengo las personas necesarias para empezar un negocio. Esta ciudad me gusta y quiero asentarme aquí. Y necesito personas de confianza.

 

-Yo no tengo muchos conocidos, soy una persona muy normal. –Me dijo. –Como ves, no tengo dinero.

 

-Lo sé, pero necesitamos empezar de otra manera.

 

-¿Cómo? –Preguntó.

 

-Más tarde voy a mirar a una persona, tampoco es de dinero pero puede ayudarme a empezar. –Dije. –Solo que necesito darle una motivación. Ya sabes, algo sexual…

 

-Espera, deja ver si entendí. –Dijo interrumpiéndome y me vio seriamente. – ¿Eres nueva en la ciudad, quieres invertir en negocios, y más tarde veras a una persona para que te ayude a empezar pero quieres que yo vaya a complacerlo sexualmente para que quiera?

 

-El dinero no será proble…

 

-Lo sé, pero aquí no estamos hablando de eso. Quieres que me prostituya, quieres que le sea infiel a mi esposo con otro hombre. –Saqué gran parte de lo último que me quedaba de dinero y lo puse en sus manos.

 

-Hoy, quiero que me acompañes a atender a esta persona. Tú, él y yo. Un trío. Quiero que me demuestres que puedes ser una mujer de confianza.

 

-Y si te digo que lo seré, lo voy a ser pero no prostituyéndome. –Me regresó el dinero.

 

-No te quiero para prostituta, te quiero para que seas mi socia. –Se quedó sorprendida, con la boca abierta y en silencio. –Quiero que tú seas la encargada del negocio de prostitución que traigo en mente.

 

-Espera. –Dijo.

 

-Sí, pero para que lo seas, quiero que me demuestres que cuando te necesite estarás ahí conmigo; quiero que me demuestres confianza total. –Le regresé el dinero. –Esto es poco comparado a lo que ganaras.

 

-¿Por qué yo? –Vio el dinero y lo agarró.

 

-Hasta anoche no tenía en mente a nadie. Pensaba en agarrar a cualquier mujer, de buenas medidas y ofrecerle dinero y poco a poco meterla al negocio.

 

-Eso no responde mi pregunta. –Dijo.

 

-El lugar en el que trabajas, se ve que puedes convencer a mucha gente de que haga esto a cambio de dinero. –Todo esto me iba saliendo en ese momento. Yo no tenía pensado nada de lo que hablaba y sin embargo, todo estaba saliendo muy bien. -¿Qué dices? –Pregunté sentenciando.

 

Se hizo un rato el silencio. Luego habló.

 

-Es un trabajo muy peligroso.

 

-Lo peligroso déjame a mí. –Dije segura de mí misma. –De las personas que quieran quitarnos esto o crean que es su negocio, yo me encargo. Tú no tendrás problemas de ningún tipo más que de llevar a las mujeres a su destino y promocionarlas. –Nuevamente silencio. –No creo que saques eso en un mes. –Le dije señalando el dinero que le daba.

 

-Con propinas en 4 meses, como mucho. –Dijo.

 

-Eso lo sacarás en 15 días. Imagínate todo el dine…

 

-Está bien. –Dijo.

 

-¿Aceptas?

 

-Sí, nada más que quiero que todo esto sea tratado con mucha discreción.

 

-No te preocupes. –Dije y la abracé. Me regresó el abrazo.

 

Nos levantamos y fuimos a comprar un juego de ropa para ella para esa tarde. Cuando terminamos, le dije que se fuera al hotel, a tal cuarto y que ahí me esperara. Salí rumbo al lugar donde trabajaba mí tío.

 

-Oiga. –Le hablé al guardia.

 

-Señorita, ¿De nuevo usted? Jugó conmigo diciendo que estaba de paso.

 

-No se enoje conmigo, le diré la verdad, estoy embarazada de este hombre y no se quiere hacer cargo del niño. –Le dije. El guardia me vio sorprendido.

 

-¿En serio?

 

-Sí, ¿Cómo ve? –Pregunté con tristeza. –Una noche, me convenció y terminamos en un hotel, y luego de ahí, ya no me habla. Ya le dije que no me importa que sea casado, solo que vea por el bebé. Puede tenernos a las dos mujeres. ¿Será porque estoy fea?

 

-No señorita, no diga eso. –Me dijo el guardia y me abrazó. –Ahorita le hablo para que venga y yo lo convenzo. –Me dijo.

 

A los 5 minutos venía mí tío caminando. A mitad del camino, el guardia lo interceptó. Veía que platicaban y se miraba que el guardia lo aconsejaba. Luego como que las cosas se quisieron poner algo violentas. Yo estaba divirtiéndome. En eso mi tío corre conmigo.

 

-¿Qué le dijiste? Julia. –Y yo sonreía con más ganas. –Responde.

 

-Cálmese. –Le dijo el guardia.

 

-Guardia, no se crea. –No aguantaba la risa. –Fue juego lo que le dije. Es un amigo y le estoy ayudando a llevar de buena manera lo de su hija.

 

-Señorita, no juegue con eso. –Me dijo mientras le pedía disculpas a mi tío. –Está bien, los dejo solos.

 

-¿Qué pasó? Ya te dije que no me vengas a buscar aquí, me van a correr. –Me dijo molesto.

 

-Te extraño, tío. –Le dije coquetamente. -¿Has hablado con mi papá?

 

-No, claro que no. Pero soy un tonto, desde el primer día le debí hablar. –Me dijo.

 

-No seas así, te dije que hoy te daría algo que te convencería para no hablarle.

 

-Por eso no le he hablado, pero mi mente me juega mucho en contra. Debo dejar de pensar en ti y en tu cuerpo.

 

-¿No te gustó lo que hemos hecho?

 

-Deja de pensar en eso, tú papá está sufriendo. –Dijo.

 

-De verdad que contigo no se puede hablar. –Me di la vuelta para irme. -¿A qué hora sales? –Pregunté.

 

-A las 3pm. –Respondió.

 

-En una hora y media. –Volteé a verlo. –Te espero a las 3pm en el hotel, ya sabes dónde estoy. Merezco eso, por favor ve, luego de eso, si no te gusta, le hablas a mí papá. Pero ve a la cita.

 

No dijo nada. Caminó a su trabajo. Vi al guardia que no perdía detalle. Ya éramos como una telenovela para él. Le hablé.

 

-Dígame. –Dijo.

 

-¿Cuánto gana aquí? –Pregunté.

 

-¿Disculpe?

 

-¿Quiere trabajar para mí? –Pregunté. –Le pagaré mucho mejor que aquí.

 

-¿Perdón? –Volvió a decir. –No entiendo.

 

-Le ofrezco que trabaje para mí y le pagaré mejor. –Le dije.

 

-¿De qué voy a trabajar? –Preguntó.

 

-Quiero que sea mi guardia personal.

 

-¿Qué tendría que hacer exactamente?

 

-Solo andar conmigo de un lado a otro para lo que se me ofrezca. –Respondí. –Es solo el comienzo, si me va bien, nos va bien a todos. –Se quedó un rato pensando.

 

-Está bien. –Dijo. -¿A partir de cuándo?

 

-Deme su número y yo le hablo. Pero lo más probable es que sea a partir del lunes. –Dije.

 

Anoté su número y salí rumbo al hotel en un taxi.

 

Iba pensando en todo lo que estaba pasando. No tenía en mente iniciar un negocio de prostitución y sin embargo, improvisé tan bien que ya tenía a un par de personas dentro del negocio. No tenía idea de que papel jugaría mi tío en este asunto, es más, solo lo llevaba para darle un sexo rico y se callara. Pero ya le tenía un puesto en mi negocio, aun no sabía cuál y pero sin duda, en ese momento se me ocurriría.

 

Me sorprendió esa parte de mí, la negociante, una persona que improvisa y bien. Me sentí orgullosa.

 

Llegué al hotel. Vi mi teléfono y tenía mensajes y llamadas de Rebecca. Hice caso omiso y entré a mi cuarto.

 

-¿Hola? –Dije, al no ver a nadie. Vi la ropa que le compré a Magda en la cama. Escuché caer agua en el baño. La puerta estaba abierta y entré. La vi bañándose, desnuda, tenía unas piernas largas, delgadas y un pechos chicos. Me vio, se asustó y agarró la toalla para taparse.

 

-¿Qué te pasa? –Me dijo con pena. –Salte. –Sonreí.

 

-Hay, más tarde haremos de todo, no entiendo porque la pena. –Le dije.

 

-Es que aún no quiero que veas la mercancía. –Me dijo quitándose la toalla y tirándomela encima. Vi que se dio una vuelta muy coqueta y me hizo una seña con el dedo para que la acompañara.

 

Rápidamente me quité la ropa y me metí bajo el agua. Pusimos nuestras manos en nuestras cinturas, nuestros pechos chocaron y empecé a mover los míos sobre los de ella.

 

El agua caía sobre mi cuerpo muy rico, caliente, y mi cuerpo se encendió rápido.

 

Empezó a tatarear una canción y me movió al ritmo de ella. Lentamente nuestras caderas se movían de un lado a otro. Subió sus manos a mi espalda y con fuerza me pegó a ella. Nos besamos.

 

Nuestras lenguas jugaban entre sí, nuestros labios se probaban. Casi al mismo tiempo, bajamos nuestras manos a nuestras nalgas.

 

Las empezamos a acariciar. El beso y las caricias duraron cerca de 20 segundos. Luego se separó y acarició mis pechos.

 

Y nuevamente comenzamos a bailar. Los movimientos de su cadera me tenían hipnotizada.

 

Agarró el jabón para el baño que habíamos comprado y puso un poco en la esponja. Luego la llevó a mis pechos y comenzó a enjabonarlos. Despacio me puse de espalda a ella, limpió mis pechos, luego bajó la esponja a mi vientre que llenó de espuma y al final, metió la esponja en mi entrepierna. No duró más de dos segundos en esa parte y subió su esponja.

 

Con su otra mano, esparció la espuma por mis pechos, luego por mi vientre y luego acarició mi cuevita y distraídamente metió un dedo. Solté un gemido. Estaba calientísima.

 

Me volteé y quedé frente a ella. Sin besarnos, nuestros labios casi chocaron. Sentía su respiración. Sentí como la esponja y la espuma llenaba mis nalgas. Y luego sentí su otra mano esparcirla.

 

Cuando sentí que terminó, le quité la esponja y la llené de jabón. Sin la misma destreza que ella aplicó sobre mi cuerpo, empecé a enjabonar sus pechos, su vientre y al llegar a su panochita, más que limpiarla, lo mío era dedearla. Abrió sus piernas y no me pude contener y tallé con fuerza y desesperación esa parte de ella.

 

Cerró sus piernas rápidamente y se volteó, dándome la espalda, sin dejar de tararear la música y bailar.

 

Puse jabón en su espalda y bajé a sus nalgas chiquitas. Las enjaboné en círculos y luego metí la esponja entre sus nalgas. Deseaba tanto a esa mujer. Me tenía ardiendo.

 

Volteó su cabeza y nuestros labios empezaron a tocarse. Me concentré en su boca y me olvidé de la esponja entre sus nalgas. La saqué y distraídamente empecé a tocarle las nalgas con mi otra mano.

 

Se volteó totalmente y se puso frente a mí. Agarró el jabón y vació un poco sobre mis tetas. Luego me arrebató la esponja y las enjabonó.

 

Con fuerza nuevamente me pegó a su cuerpo, metió una pierna entre mis dos piernas y la sentí tocar mi panochita. Solté un chorro. Empezó a mover su cuerpo de arriba, abajo. Sus tetas tocaban las mías y luego bajaban a mi vientre, luego volvía a subir. La esponja enjabonaba mi espalda.

 

Cuando subió, nuestros labios se unieron en un beso tierno, lento, lleno de mucho sexo. Y sin tocarnos, nos besamos durante 1 minuto. Luego se separó y me sonrió. Yo estaba excitadísima.

 

Se puso a un lado de mí y luego bajó a una de mis tetas. Abrió su boca y mi pezón se perdió en mi boca. Lo succionó durante 5 segundos y luego se levantó y se separó de mí.

 

Se metió bajo el chorro de agua y se limpió el jabón. Yo estaba viéndola incrédula. “¿Se acabó? ¿No tendremos sexo?”, pensé. Sin moverme, se puso detrás de mí y mis nalgas se acoplaron muy bien en sus piernas.

 

Llevó sus manos a mi vientre y las bajó a mi cuevita. Sentí como metió un par de dedos en mi panochita y empezó a masturbarme.

 

La música que ella tarareaba, el sonido del agua al caer, y dos mujeres desnudas, tocándose, sin duda parecía mucho a una escena lésbica de alguna película porno.

 

Lo hizo lento, despacio, rico, como me gustaba. Sabía cómo hacerlo. Volteé mi cabeza y nos besamos. A los 10 segundos, me separé de su boca y empecé a gemir. Moví mi cuerpo en señal de que quería que lo hiciera más rápido y más fuerte y ella movió su mano a mi ritmo.

 

Los dedos entraban y salían rápidamente. Estaba disfrutando al máximo. Otro beso. Luego ella, besó mi cuello con mucha ternura. El orgasmo estaba a punto de llegarme.

 

Sentí que quitó sus manos y me volteó para quedar cara a cara. Me gustó mucho. Sabía cómo tratar a una mujer.

 

Rápidamente llevamos nuestras manos a nuestras panochitas, empezamos a masturbarnos. Nuestros labios se juntaron y soltábamos gemidos casi al mismo tiempo. Sentía que mi orgasmo llegaría pronto.

 

Le metí otro dedo, luego un tercer dedo dentro de su cuevita y al minuto, al mismo tiempo, nos llegó el orgasmo. Gritamos las dos de placer.

 

Nos vimos, juntamos nuestras cabezas y sonreímos. Se separó de mí y se metió al agua. Pasó sus manos por todo su cuerpo. Caminó de espaldas, pegó su cuerpo al mío. La separé poquito y le di una nalgada. Sonreímos.

 

-Muy rico. –Le dije. –Sabes hacer esto.

 

-Y sé hacer mejores cosas en la cama. –Me dijo. Nos enjuagamos nuestros cuerpos.

 

-Más tarde lo voy averiguar. –Lavé mi cara.

 

-Más tarde hay que complacer a tu hombre. Queremos que se vaya satisfecho y con ganas de trabajar para nosotras.

 

-Claro. –Le dije. –Bueno, ya tendremos tiempo para nosotras.

 

-Sin duda. –Agarró una toalla y salió. Salí detrás de ella con otra toalla enredada en mi cuerpo.

 

Se sentó en el sillón y se empezó a arreglar. Agarré mi teléfono y faltaban 40 minutos para que llegará mi tío.

 

Pasada 1 hora, tocaron la puerta. Nos acomodamos las dos.

 

-¿Quién?

 

-Soy yo, July. –Escuché la voz de mi tío.

 

Continuará.

 

 

 

 

 

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