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Dando las nalgas (3) El Comandante pt1

en Hetero: General

 

Vi luces azules y rojas entrar por la ventana. Eran de la policía.

 

-¿Qué habrá pasado? –Preguntó el guardia1.

 

-Vienen por mí. –Les dije.

 

2 DIAS ANTES

 

Entré al baño, me bañé y me puse ropa interior y otras cosas para tapar mi sangrado. Quité sabanas y las tiré. Caminé un rato por el cuarto pensando en cómo había llegado ahí luego de coger en la madrugada con el novio de Rebecca en la sala.

 

Lo último que recordaba era quedarme dormida en el piso de la sala. Y por más que pensaba, no me acordaba.

 

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Me puse una bata y bajé. Se escuchaban ruidos y al llegar al piso de abajo, vi al guardia1, guardia2 y al taxista almorzando.

 

-Venga a almorzar, señorita. –Me dijo el guardia2. Me gustó su atención. Se levantó y me ofreció su silla.

 

-Gracias, buenos días. –Los saludé. Me saludaron.

 

Olía muy rico. La comida casera era totalmente diferente a la comida de la calle y esta me gustaba muchísimo más. Vi a los 3 comiendo conmigo en la mesa y me sentí como en familia, muy protegida. Salvo las armas del guardia1, que, poco a poco, las iba viendo muy normal.

 

-¿Se les ofrece algo más? –Escuché una voz y di un brinco. Volteé a ver quien la había dicho y era una señora de entre 35-40 años.

 

-Hola. –Dije con una voz nerviosa.

 

-Buenos días. –Me saludó.

 

-Y ¿Ella es…? –Volteé a ver al guardia1.

 

-Ella es una vecina. La contraté para que nos ayude en los labores del hogar. –Me dijo el guardia1. –Pensé que al tener otras cosas en mente, de este tipo de cosas me puedo hacer cargo.

 

-Perfecto. –Le dije al guardia1. –Señora, Soy Julia. Y deje le digo, cocina muy rico.

 

-Muchas gracias. –Respondió. –Si no se les ofrece nada más, iré a ver a mis hijos y regreso más tarde para empezar a limpiar la casa.

 

-Muy bien. –Dije. –Cualquier cosa que necesite, hable con él. –Le señalé al guardia1. Asintió y salió de la casa. –Que rico cocina.

 

-Nos va a engordar con esta comida. –Dijo sonriendo el taxista que señalaba su panza enorme.

 

-Yo necesito mantener mi figura. –Dije y me miré. Me había estado manteniendo en un peso pero estaba arriba de un peso ideal. –Lo siento muchachos pero le diré a la señora que de ahora en adelante me tenga a dieta.

 

Todos rieron.

 

-¿Qué haremos hoy? –Preguntó el taxista.

 

-Necesito ir a ver lo de la casa para el negocio. Necesito ir a ver a mis socios para que agilicen los trámites…

 

-¿Ya pensó sobre la venta de droga? –Me interrumpió el guardia1.

 

Nadie levantó la cabeza.

 

-Explícame. –Dije

 

-El negocio de prostitución es más que nada como un pasatiempo. Edith lo tiene porque le gusta ese tipo de negocio. Por lo que veo, a ti también, pero ahí no sacaras tanto dinero sino vendes droga. –Dijo.

 

-¿Entonces…?

 

-Hay que vender droga en ese negocio, y en la ciudad.

 

-Y eso, ¿Cómo se hace? –Pregunté.

 

-Hay que salir a las calles a vender. –Respondió.

 

-¿Nosotros? Somos 4 personas y no la haríamos nunca. Sería una chinga, aparte, no conocemos los puntos buenos ni nada.

 

-Exacto, no tenemos una estructura.

 

-Pues hay que contratar gente. –Dije.

 

-Eso nos llevaría un gasto descomunal de dinero. De por sí, gastas mucho dinero y no recuperas nada. –Me regañó el guardia1. A veces sus regaños eran con razón.

 

-Por eso te preguntó, ¿Qué hay que hacer?

 

-He investigado un poco la ciudad, hay gente que la tiene controlada… -Quise interrumpir pero no me dejó hablar. –Créeme, no eres la única que está metida en este negocio en la ciudad. –Se hizo el silencio.

 

-¿Tenemos que luchar contra ellos? ¿Quitarles la ciudad? –Y de pronto recordé aquella vez cuando una persona, con mi ayuda, quería controlar la ciudad, y todo eso duró 5 minutos porque terminé golpeada por Edith. Me puse muy nerviosa, hasta temblé de miedo y se me quitó el hambre.

 

-Es una idea, pero vuelvo a lo mismo. No hay estructura. No tenemos con que pelearles. –Dijo. –La otra idea es que vayamos a hablar con la persona que está a cargo y ofrecerle nuestra droga para que él la distribuya. Ellos deben de tener a gente por todos lados para vender

 

-Sí, vamos hacer eso. –Dije desesperada. Cualquier cosa que no fuera pelear, era mejor. Y luego pensé en algo que no había tomado en cuenta. –Pero, ¿Dónde conseguiremos droga? Es cocaína, ¿No?

 

-Una ventaja que tú tienes, es que tienes a gente que ya está acomodada y te quiere ayudar. –Me dijo.

 

-¿Hay que llamarlos para que nos manden la droga? –Pregunté.

 

-Ya lo hice. Llegará en la tarde/noche. Esta primera ronda te la regalan, el dinero que saques de ahí, sirve para que pidas más y se las compres y así te abastecerás…

 

-… Y hay que hablar con el encargado de la ciudad…

 

-De la plaza. –Dijo interrumpiendo.

 

- … Para… -Me detuve. -¿De la plaza?

 

-Así se le dice. –Me dijo el guardia1. –Es el encargado de la plaza.

 

-Está bien. Hay que hablar con él y convencerlo de que compre nuestro producto. –Dije.

 

-Exacto. También hay que conseguir un abogado, de nuestra total confianza. Que lleve nuestras finanzas y sepa moverse.

 

-Estuve trabajando con unas personas cuando llegué aquí. A pues la persona que ase… -No terminé la palabra. –Bueno, su compañero. Soy amiga de la secretaria, hace tiempo que no la veo, hay que visitarla.

 

-Listo, entonces tenemos varias cosas que hacer. –Dijo el taxista.

 

-Me arreglaré para hacer esas visitas. –Me levanté de la mesa. El guardia1 se me acercó y me dio un papel. Caminé a mi cuarto. Apenas entré, cerré la puerta y me quité la bata. Caminé al espejo y me vi. Agarré mis tetas y las masajeé. –Chicas, la señorita de abajo estará de viaje por una semana, así que les toca a ustedes hacer el trabajo sucio, que por cierto, hay mucho.

 

Me maquillé, quité mi brassier y luego me puse un vestido rojo, apretado, de tirantes. Las caderas se me marcaban, aunque mis nalgas no resaltaban.

 

-Debo ir al gimnasio y empezar la dieta. –Me dije.

 

El escote era en forma de “V”, y el vestido apenas cubría el pezón. Mis tetas casi gritaban y pedían que las dejara libres. Se miraban preciosas. Agarré unos tacones y me acerqué al espejo. Tomé un labial y pinté mi boca.

 

-Tú también prepárate. –Le dije. –Tendrás mucho trabajo. –Apreté mis labios y salí.

 

Bajé las escaleras y vi como los tres hombres, sin despistarle, me comían con la mirada. Había logrado el objetivo que era atraer miradas.

 

-Fiu. –Chifló el taxista.

 

Miré y la señora había regresado y estaba barriendo. Me echó una mirada y siguió en lo suyo sin decir nada.

 

-Vámonos. –Les dije.

 

Salimos. Llegamos a la camioneta y el taxista me abrió la puerta. Luego se subió a manejar. Con él se acomodó el guardia2. Atrás, conmigo, iba el guardia1.

 

-¿A dónde vamos? –Me preguntó el taxista.

 

-Primero con el abogado. –Y le di la dirección. Salimos rumbo a su despacho.

 

Durante el camino, el guardia1 me habló de los puntos importantes a tocar con el abogado. Me los grabé y pensé en las maneras en cómo se las diría y lo que estaría dispuesta a hacer por conseguirlos. Llegamos al despacho. Vi el reloj y era casi mediodía. Pensé en que estaría cerrado el despacho por ser domingo.

 

-Esperen aquí. –Les dije.

 

Bajé, acomodé mi vestido. Puse mi cabello para atrás y me puse unos lentes de sol. Cargué mi bolsa y adoptando una actitud arrogante, caminé de la manera más exagerada que podía sin llegar a verme mal.

 

Entré al edificio y subí al elevador que me llevó hasta la puerta del despacho. Toqué varias veces. Luego de un rato abrieron.

 

-Buenas tardes. –Me saludó la secretaria. Aquella de unas caderas y nalgas exuberantes. – ¿Qué se le ofrece? –Me preguntó sin abrir totalmente la puerta y asomándose por el espacio que dejó abierto.

 

-Buenas tardes. –Saludé con una sonrisa quitándome los lentes. La secretaria no cambió su actitud, era evidente que no me había reconocido. -¿Cómo estás? –Dije.

 

-Bien, ¿Qué necesita? –Volvió a preguntar ahora un poco más molesta.

 

-Soy Julia, ¿No me recuerdas? –Pregunté.

 

-¿Julia? ¿Julia? –Y puso cara de sorpresa, abrió la puerta y me abrazó. –Hija, ¿Cómo estás? Perdóname, no te reconocí. Estás demasiado cambiada.

 

-Espero no verme mal. –Le dije mientras la abrazaba.

 

-Todo lo contrario. –Me vio de pies a cabeza. –Te ves increíble. Totalmente diferente a la niña que entró aquel día a este lugar a pedir trabajo. –Me invitó a pasar. –Veo que te está yendo bien. –Dijo.

 

-Sí, encontré un trabajo mejor pagado. Disculpa si no te avisé. –Le dije.

 

-No pasa nada. –Respiró tranquila.

 

-Y ahorita estoy queriendo invertir mi dinero en un negocio y quiero asesoría de tu jefe. –Vi que puso cara de preocupación. -¿Qué pasa?

 

-¿No supiste?

 

-No, dime.

 

-Hace un tiempo desaparecieron el Lic. Eduardo y Cesar, el muchacho con el que salías. –Me dijo.

 

-¿Qué? –Fingí sorpresa. Yo había sido la causante de esas desapariciones.

 

-¿No sabías? –Me vio algo incrédula.

 

-No, ¿Qué pasó o qué? –Pregunté.

 

-Te tengo muy malas noticias.

 

-No me asustes. –Y la verdad sentí miedo.

 

-Primero nos enteramos de la desaparición del Lic. –Dijo. –La policía vino e hizo preguntas. Mi jefe les dijo que salía contigo y al estar tú también desaparecida, dieron por hecho que tú habías sido la que… -No terminó la frase.

 

-Y ¿Luego? –Pregunté.

 

-Ni yo, ni mi jefe sabíamos el lugar donde vivías. Así que no dijimos nada de ti. A los días vinieron nuevamente pero ahora a investigar la desaparición de Cesar. –Comentó. –Yo les dije que era tú novio y ellos están dando por hecho que él mató al Lic., en un ataque de celos.

 

-¿Pero…?

 

-Igual quieren dar contigo. Pero no tenemos fotos tuyas, ni nada de información así que no dieron contigo.

 

-Como quiera, estoy cambiada. –Le dije alborotando mi cabello.

 

-Eres otra mujer. –Me dijo sonriendo.

 

-Te encargo por favor que no hables con la policía de que me viste. –Le pedí.

 

-De mi boca no saldrá nada. –Me dijo. –Pero, tú no tienes nada que ver, ¿Verdad? –Me preguntó.

 

-No, pero ellos necesitan un culpable y la única a la que le pueden dar la culpa es a mí. –Le dije guiñándole un ojo. Asintió. -¿Está tu jefe? –Pregunté.

 

-Claro, estábamos cerrando el despacho. –Me dijo.

 

-Yo creo que estaban en otra cosa. –Le dije sonriendo.

 

-Estaba ganándome un bono. –Me dijo sonriendo y encogiéndose de hombros.

 

-Y ¿Qué tal es? –Le pregunté sonriendo.

 

-¿Qué? –Me vio y entendió. -¿Cómo se te ocurre preguntar algo así? –Nos seguimos mirando fijamente y sonreímos. –Paga bien.

 

-¿En serio? –Pregunté.

 

-Es bueno, pero siento que podría hacerlo mejor. –Vi cómo se puso roja y apenada. –Él es mi amante por el dinero, yo tengo que cumplirle como mujer. –Silencio. –No sé porque te estoy contando esto.

 

-Porque creo que necesitas una amiga con la cual desahogarte. –Le dije. –No a cualquiera le puedes contar esto. –Negó con la cabeza. –En mi puedes confiar.

 

-Es que… -Vi que levantó su rostro al techo y sus ojos llevaban lágrimas. –Me he preocupado tanto por ganar el dinero, complacer a mi jefe, ser madre en mi casa y por sentir culpa, complacer a mi esposo, que me he olvidado de lo que yo quiero.

 

-Y ¿Qué es lo que quieres?

 

-Sentirme mujer. –Me dijo. –Ir al estilista, arreglarme, salir a divertirme… tener a alguien que me complazca sexualmente… -Cortó la frase.

 

-Te entiendo. –Le dije. –Una vez me dijiste que toda mujer necesitaba un hombre que nos mantuviera económicamente y un hombre que sería nuestro esposo. Al parecer a ti te hace falta lo segundo. ¿Qué pasa con tu esposo? –Pregunté.

 

-Hace tiempo que no siento nada. –Dijo. –Años. Imagino que con el tiempo eso se acaba, les pasa a todas las parejas.

 

-Pero tú eres una mujer muy deseable. Te cargas un cuerpazo que cualquier hombre quisiera.

 

-Lo sé y entran muchos hombres a esta oficina y muchos me invitan a salir. –Dijo sonriendo más animada.

 

-Y ¿Por qué no les tomas la palabra?

 

-Porque está mi jefe. –Dijo. –Para mí es un negocio estar con él, pero para él yo soy su mujer y no puedo salir con otros.

 

-Tienes razón. –Le dije. Ella no era como yo que podía irse con cualquiera. Pero podía hacer algo ya que ella quería salir de la rutina. –Te invito a cenar.

 

-¿Eh? –Dijo algo distraída.

 

-Vamos a salir, cenamos y después salimos a cazar. –Le dije sonriendo.

 

-Yo… nunca he… hecho eso. –Me dijo.

 

-Por eso saldrás de tu rutina, lo disfrutarás y se te quitarán algunos problemas. –Me vio dudando, luego asintió. –Y te aseguro que todo quedará entre nosotros. –Sonrió.

 

-Buenas tardes. –Escuché una voz de hombre, volteé y era el jefe.

 

-Lic., ella es Julia, la niña que trabajaba antes con nosotros. –Me dio la mano. –Viene a platicar con usted.

 

-Adelante. –Me invitó a su oficina. –Ve juntando todo para irnos. –Le dijo a la secretaria. Asintió. Entramos a la oficina y cerró la puerta. –Con todo el respeto, recuerdo mucho a la niña que trabajaba con nosotros, y la mujer que estoy viendo se ha convertido en toda una modelo.

 

-Gracias, Lic. –Le dije. –He trabajado muy duro luego de irme de aquí y ahorita vine hablar con usted, quiero una asesoría.

 

-Dime, ¿Qué necesitas?

 

-Mire, quiero empezar un negocio. Yo… -Y hablamos durante la siguiente media hora. Yendo asesorada por el guardia1, desde el inicio le hable directamente. Me presenté, le dije mi negocio de drogas y prostitución. Tomé la idea de Edith, de abrir muchos negocios para el lavado de dinero, y sobre todo, ésta siendo mi idea, quería ayudar a las personas que trabajarían para mí. -¿Qué opina? –Le dije terminando todo. Vi que abrí mucho los ojos preocupado.

 

-No sé qué responder. Se me vienen muchas preguntas a la cabeza.

 

-De lo que me comenté, ¿Puede hacer todo el trámite legal? –Pregunté.

 

-Trabajando duro y hablando con las personas indicadas, se puede hacer sin problema. –Me dijo. –Veo que no tienes problemas para convencer a las personas.

 

-Usted nada mas dígame con quien hay que ir a hablar, y lo hago. –Le dije. Se hizo el silencio durante un momento.

 

-A Eduardo lo conocía desde la universidad. –Me dijo. –Desde ese entonces era un muchacho muy atractivo, carismático y con mucha suerte para las mujeres. Lo envidiaba. –Noté cierta nostalgia en su voz. –Cierto día descubrí que tenía un problema: Era muy celoso. Y eso lo hacía muy violento. –Continuó. –Imagino que dentro de sí, muy dentro, se sentía humillado al saber que no podía mantener consigo a una mujer. –Nuevamente silencio. -¿Qué tan seguro puedo estar de que no me pasará lo mismo?

 

Las siguientes palabras las pensé muy bien. Esta persona sacaba por conclusión que yo había sido la culpable de la desaparición del Lic. Eduardo. No podía amenazarlo ya que corría el riesgo de que se me volteara en un punto. En cambio tenía que ofrecerle otra cosa más atractiva.

 

-Yo soy una persona que no es avariciosa. Vengo con usted para que administre mi economía y luego de escucharme, sé que usted ya hizo cuentas en su cabeza de cuánto dinero voy a estar ganando. –Asintió. –Me interesa ayudar a mis trabajadores. –Le dije. -Trabaje para mí y créame que dinero y mujeres no le faltaran. –Nos miramos a los ojos fijamente durante un rato, luego se levantó.

 

-El próximo lunes la espero en tal dirección. –Me la dio. –Para ese día, le tengo una respuesta. –Se levantó y me ayudó a levantarme.

 

-¿Cuento con usted? –Le pregunté.

 

-Esta semana me dedicaré a cerrar el despacho, le daré indicaciones a la secretaria para que se comunique con mis clientes y pasar la papelería con otra firma. –Me dijo.

 

-De acuerdo. –Le dije dándole la mano. Salimos del despacho. La secretaria nos esperaba sentada. -¿Quedamos en eso? –Le dije con una sonrisa.

 

-Sí, nos estamos hablando. –Me dijo. -¿Te vas tan pronto?

 

-Sí, tengo que atender otros asuntos, el día no me alcanzará. –Le dije. –Me dio gusto verte y yo te hablo. –Nos despedimos y salí del despacho. Bajé y subí a la camioneta. –Vámonos. –Le dije al taxista.

 

Apenas arrancó el auto.

 

-¿Qué tal te fue? –Me preguntó el guardia1.

 

-Bien. Aceptó llevar mi economía. –Le dije. –La otra semana tengo una cita con él para afinar los últimos detalles.

 

-Está bien. –Me dijo. –Vamos a ir con las personas del negocio, no debemos soltar el dedo del renglón. Necesitamos que se den cuenta que estaremos al pendiente de todo. ¿Cuándo te dijeron que ya estarías dentro de forma legal?

 

-Me dijeron que esta semana se iban a dedicar a lo mío y que ya podía… -Me callé. Pensé en que ellos no deberían saber tantos detalles. Agradecía la ayuda pero debía darles su lugar y ese lugar era estar debajo de mí. –Nada. –Terminé.

 

-¿Alguna otra cosa que debamos hacer en esta ciudad antes de irnos a la otra? –Preguntó el taxista.

 

-Quiero ir a la comandancia de policía y de pasada al negocio de taxis. –Dije.

 

-De acuerdo. –Dijo el taxista y salió rumbo a la policía. El camino fue totalmente silencioso. Llegamos. –Esperen aquí. –Les dije mientras acomodaba mis lentes detrás de mis orejas para que sostuvieran mi cabello. Al levantar mis manos, mis tetas resaltaban y podía notar que los tres hombres que iban conmigo, me comían de manera distraída con la mirada. Para seguir con el juego caliente, acomodé mi escote y mi brassier dejando entre ver un poco el pezón para luego ocultarlo. Sonreí y bajé feliz.

 

Entré a la comandancia.

 

-Buenas tardes. –Me saludó la misma secretaria de cuando fui la primera vez.

 

-Buenas tardes. –Dije. –Vengo a ver a su jefe.

 

-¿Señorita…? –Puso cara como queriendo recordar mi nombre.

 

-Julia. –Le dije.

 

-Sí, permítame. –Se levantó y se perdió entre los pasillos. Al minuto regresó. –Adelante.

 

Caminé hasta la oficina del jefe. Entré. No estaba solo. Sentado frente al comandante de policía, estaba un joven de algunos 30 años. Llevaba traje de policía. Al verme, los dos se levantaron.

 

-Adelante, señorita. Tome asiento. –Me dijo el comandante con su enorme panza.

 

-Gracias. –Les sonreí a los dos.

 

-Señorita Julia. –Me dijo el comandante. –Él es mi mano derecha. –Nos presentó. –Es la persona en la que más confío, cualquier cosa que necesite diríjase a él, puede confiar en que la ayudará en todo. –Le di la mano y le sonreí coquetamente.

 

La verdad es que ese policía no era para nada feo, sino todo lo contrario, era muy atractivo. “En cuanto pueda, cogeré contigo”, pensé.

 

-Espero pueda ayudarme con todo lo que necesite. –Le hablé en doble sentido. El policía solo sonrió.

 

-Bueno, quedamos en eso. –Le dijo al comandante. Me dio la mano y se fue.

 

Quedamos a solas.

 

-Justo con usted quería hablar. –Me dijo el comandante.

 

-Por ahí me enteré que me buscaba. –Le dije.

 

-Tenemos dos personas desaparecidas. –Me dijo. –Si ya sabe que la buscaba, entonces sabe a qué personas me refiero. –Me dijo.

 

-Cesar y el Lic. Eduardo. –Le dije a secas. Asintió. –Acepto lo del Lic., pero era una persona que realmente se merecía lo que le pasó. No puede hacerme nada porque le hice un bien a la sociedad. –Reclamé.

 

-Cuando vino aquí, usted me pidió inmunidad.

 

-Exacto, esto no es para alarmarse. No por una persona así. –Le dije.

 

-Me refería y pensé que había entendido que la inmunidad para que usted pueda… hacer su desmadre con personas que anden metidas en sus negocios. –Dijo. –Este Lic., era muy conocido en la ciudad, aparte de tener una excelente reputación como abogado. Para mis ojos y todas las personas, una muerte como esta es para alarmarse.

 

-Pero…

 

-Escúcheme. –Me tenía en sus manos y tenía totalmente la razón. –No quiero problemas y usted ya me los está dando. –Se levantó y caminó por un lado mío, escuché que cerró la puerta con llave. Luego se puso detrás de mí. Sus manos estaban en mis hombros y empezó a darme masaje. -¿Qué me impide detenerla en estos momentos?

 

-Acepto que cometí un error. En realidad, fueron dos. Cesar fue el otro.

 

-¡Huy! Eso le podría costar mucho tiempo en la cárcel. –Bajó sus manos y las metió por debajo de mi vestido y de mi brassier. Empezó a masajear mis tetas y a apretar mis pezones.

 

Llevé una mano a unas de sus manos y empecé a seguir su ritmo.

 

-Quizá pueda dejarme pasar ésta, a cambio de un par de… favores. –Le dije. Las tetas me ardían muy rico cuando andaba en mis días y esas caricias las estaba disfrutando al máximo.

 

-Digamos que solo un par no será suficiente, necesito algo más. –Me dijo y siguió con sus caricias.

 

-Lo haría sin dudarlo pero ahorita solo puedo darle una probadita. Lo demás no está disponible hasta la otra semana. –Y aplicando un poco de fuerza, me volteé sacando sus manos de mis tetas y quedó frente a mí, su entrepierna. Llevé mis manos a su pantalón y se lo bajé con todo y ropa interior. Saltó una verga flácida del tamaño normal. La tomé con una mano y lo empecé a masturbar. –Que rica verga tienes, papi. –Le dije.

 

-Mámamela. –Me dijo tomándome de la cabeza. Me puse un poco dura al sentir que me empujaba.

 

-Tranquilo papi, lo haré, pero yo tomaré el control. –Moví mi mano despacio, arriba, abajo. La cabeza aparecía y se ocultaba con cada movimiento de mi mano. Empezó a crecer y me sorprendí al darme cuenta de que bajo esa panza enorme, crecía algo de buen tamaño.

 

La verga alrededor tenía poco bello. Subí mi mano a su enorme barriga y lo acaricié. La verdad es que en ese momento, el comandante se me hizo atractivo; ver su bigote y su panza, y sentirla golpear mi cuerpo mientras me cogía… recordé al profe de Victor que me cogió por una calificación.

 

Si se aplicaba el comandante, sin duda podría ser un buen amante. Pero en ese momento, esa mamada que estaba a punto de dar, le restaba puntos. Me pidió que se la mamara para no ser detenida. “Tonto. Yo se la hubiera mamado con que me lo hubiera pedido”, pensé. Estaba siendo chantajeada.

 

Y no era una mamada o sexo para que no mostraran mis fotos, era una mamada para no ser encarcelada por los delitos que había cometido. Esto era muchísimo más grave.

 

Bajé mi cabeza e hice una serie de malabares para meterla por debajo de su panza. Abrí mi boca, y sin soltarla de la mano, empecé a comerme la verga del comandante.

 

La posición era muy incómoda, mi cabeza golpeaba con su panza y la profundidad de mis mamadas no era tanto. Parecía más que lo estaba masturbando porque me ayudaba con la mano.

 

-Toma asiento. –Le dije mientras me levantaba. Se sentó y yo me puse frente a él. Le di la espalda y lo volteé a ver por encima de mi hombro.

 

Sea cual fuera el asunto o el motivo, a la hora del sexo me gustaba complacer a la persona. Tenía que mantenerlos contentos y si el sexo era uno de mis puntos fuertes, tenía que sacarle provecho al 100%.

 

Bajé mis tirantes uno por uno. El comandante había llevado su mano a su verga y mientras me miraba, se masturbaba. Llevé mi vestido hasta mi ombligo. Mis tetas cayeron. Volteé mi cabeza y empecé a bailarle, moviendo mis caderas de un lado a otro. Con mis manos sostenía mis tetas. Me volteé hacia él y pudo ver perfectamente mis tetas.

 

Sus ojos se llenaron de lujuria. Vi como con su lengua se saboreaba sus labios. Caminé directo y me puse encima de él. Entre mis piernas pude sentir su verga, empezó a arder.

 

Rápido llevó sus manos y su boca a mis tetas y empezó a comérselas de manera desesperada. Yo lo miraba como una madre mira a su bebé. Moví mis caderas encima de su verga.

 

-Sigue, así. Hazlo despacio, si, así. –Le dije mientras alborotaba su cabello.

 

A los dos minutos se separó y llevó su boca a la mía. Nos besamos. Sus bigotes se me metían por la nariz y su lengua jugaba por toda mi boca. Nos separamos y nos vimos, nuevamente nos besamos.

 

Ese tipo, así de feo y gordo me tenía excitada.

 

Me bajé y me puse de rodillas frente a su verga. Me saboreé su verga la cual había tomado un buen tamaño. Era gruesa y pasaba el tamaño normal. “Ésta muy pronto estará dentro de mí”, pensé.

 

Abrí mi boca y me metí la cabeza. Arriba, abajo, solo la cabeza dentro. Sus bolas colgaban. Con mi mano sostuve la verga apuntando hacia arriba y bajé a lamer las bolas. Empecé lamiéndolas, luego con un toque delicado, me las metí a la boca una por una, para luego pasar mi lengua de abajo hasta la cabeza y metérmela. Traté de metérmela toda pero solo me entraba la mitad, así que de ahí fueron mamadas más profundas.

 

En ratos salía a tomar aire y lo masturbaba, mientras lo veía a los ojos. Sus ojos de excitación me comían totalmente.

 

Me levanté un poco y puse mis tetas en sus piernas y empecé a jugarlas ahí. Luego, con una mano, levanté una teta y la guie hasta su verga. Mi pezón tocó su palo. Lo mismo con la otra teta.

 

Estaba excitada y por primera vez, levanté una teta, abrí mi boca y me comí mi pezón. Sentí algo inexplicable. Le tocó el turno a mi otra teta. Y olvidándome totalmente del comandante, me comí un rato mis tetas.

 

Sabía cómo hacerlo, sabía cómo comerme. Donde sentía rico, ahí me lamía y me mordía. Necesitaba una verga dentro de mí. “Maldita sea mi cuerpo”, pensé.

 

Sentí unas manos en mis axilas que me levantaron. Mis tetas cayeron frente a su verga. Instintivamente metí su verga entre mis tetas y desapareció.

 

Y empecé a masturbarlo. La clásica puñeta rusa. Mis tetas subían y bajaban, solo se asomaba la cabeza de la verga del comandante. Sentí que no resbalaba mucho así que solté saliva que cayó entre mis tetas.

 

Hacer esto era un espectáculo diferente, mirar como aparecía y desaparecía de entre las tetas era un placer enorme.

 

Estuve alrededor de 5 minutos hasta que el comandante:

 

-Me vengo. –Dijo. Se puso duro. Escondí su verga en mis tetas y de pronto sentí como se hinchaba y caliente entre ellas. Estuvimos quietos unos segundos. Sentí como soltó toda la leche.

 

Abrí mis tetas y vi como escurría la leche por su verga y por mi cuerpo. Llevé un dedo y agarré poca para llevármela a la boca. Probé con gusto.

 

Me puse de pie y el comandante hizo lo mismo. Caminó hasta el escritorio y me dio servilletas. Limpié todo rastro de semen.

 

En silencio, acomodamos nuestras ropas. Me senté y me maquillé un poco.

 

-Todavía quedó pendiente por hacer algo. –Me dijo. Lo miré a través del mi espejo.

 

-Dígame. –Le dije.

 

-Me refiero a… todo esto completo.

 

-A está bien. –Le dije distraídamente. Me pasaba el labial.

 

-Te pido que me digas donde están los cuerpos de las personas para entregárselos a su familia. Es lo menos que podemos hacer por ellos. –Me dijo.

 

-No tengo la dirección exacta. Me los llevé fuera de la ciudad. –Le dije haciendo una mueca.

 

-¿Te acuerdas más o menos el camino que tomaste? –Me dijo.

 

-Claro. –Respondí.

 

-Habla con la persona que estaba aquí conmigo y ubícalo para que vaya por ellos. –Me dijo. Y dicho esto se levantó y me invitó a salir.

 

Agarré mis cosas y como si nada hubiera pasado, salí del lugar. Llegué con la secretaria y le pedí que le hablara la mano derecha del comandante. Llegó en unos minutos.

 

Los llevé con el guardia1, les expliqué la situación, cambié número con la mano derecha y se fue con mi guardia1 a buscarlos.

 

Me subí a la camioneta donde estaban el guardia2 y el taxista.

 

-Vámonos. –Le dije al taxista.

 

-¿A dónde vamos? –Preguntó.

 

-La verdad es que esto es un trabajo muy fastidioso, quisiera irme a mi casa y tirarme en la cama. –En eso había un poco de cansancio sentimental por andar en mis días. –Pero tenemos mucho trabajo que hacer.

 

-¿Entonces?

 

-Vamos con los taxistas. –Le dije. Arrancó la camioneta. Sin el guardia1, todo iba más en silencio que de costumbre. Llegamos. –Esperen.

 

Por tercera ocasión en el día, adopté una actitud arrogante al caminar. Apenas entré al lugar y la señorita me recibió con una sonrisa.

 

-Buenas tardes. –Me saludó.

 

-Buenas tardes. –Le sonreí. –Busco al señor Carlos. –Le dije al recordar el nombre de uno de los socios.

 

-¿Quién lo busco?

 

-Soy Julia Rodriguez.

 

-Permítame. –Me dijo agarrando el teléfono. –Ing. Lo buscan. Ajá. La señorita Julia. Sí. –Colgó. –Se encuentra en una junta, estará ocupado por un buen rato.

 

-Dile que se trata sobre negocios…

 

-Sí, lo sé. –Me interrumpió. –Estará ocupado todo el día. Si gusta pasar otro día…

 

-Muchas gracias. –Me levanté algo molesta. Había entendido lo que pasó. Se habían enojado por haberles quedado mal y ahora había perdido toda oportunidad de entrar a este negocio. A los 5 minutos ya estaba arriba de la camioneta.

 

-¿Qué pasó? –Me preguntó el taxista.

 

-Nada. –Dije. Se notaba mi molestia. –Vamos a la otra ciudad. A la empresa. –Y arrancamos. En un par de horas estábamos allá y en 20 minutos llegamos a la empresa.

 

Bajé con un maletín y entré a la empresa, seguí el camino que ya conocía. Llegué a donde estaba la secretaria.

 

-Buenas tardes. –Me dijo. Ya estaba algo cansada de esto y de todo.

 

-Buenas tardes. Señorita, busco a Mario y José. –Le dije. En eso se abrió la puerta de la oficina y salió Mario, que era el señor grande de edad con unos papeles en la mano. Me vio y noté cierto nerviosismo en rostro.

 

-Hola. –Dijo con una sonrisa fingida. –Espérame dentro de la oficina, solo dejo estos papeles en mi auto y regreso.

 

-Muy bien. –Dije entrando e ignorando a la secretaria. Cerré la puerta detrás de mí.

 

Miré un rato la oficina, vi el whisky, me serví y empecé a beber y esperar sentada a Mario. A los 10 minutos entró Mario. Se veía agitado y apurado.

 

-Llevo algo de prisa. –Dijo sentándose detrás del escritorio.

 

-Creo que merezco un trato diferente. –Le dije. La verdad es que andaba muy molesta por las 3 visitas que había hecho. En las tres me habían bateado feísimo y me sentía humillada. –Voy a ser socia de esta empresa y necesito tiempo para platicar con cada uno de ustedes. –Bebí el whisky de golpe.

 

-Cierto, tienes razón. –Me dijo. Se levantó y se sirvió whisky. Regresó a su lugar. –Y disculpa por lo que pasó el día que nos vimos. Teníamos trabajo y con mucha confianza tomamos tu camioneta.

 

-Mientras haya sido solo eso, no pasa nada. –Le dije levantándome a servirme más whisky. Un poco más tranquila, hablé. –Pasamos una excelente noche.

 

-Sin duda. -Levantó su vaso indicando festejo. Hice lo mismo. Empecé la plática con esto para romper el hielo y con más confianza tocar el tema del negocio. –Realmente quedamos muy sorprendidos con tu disposición.

 

-Mi idea es que me vean como un socio en el cual se pueda confiar totalmente. –Bebí. –Un sexo como el de ese día, cierra cualquier tipo de contrato.

 

-La iniciativa que mostraste nos encantó. Ya hablamos con un abogado para que nos diga qué tipo de papelería necesitamos de ti. –Bebió. –En esta semana nos comunicaremos contigo para que traigas los papeles, o eso esperamos, dependiendo de la agilidad de nuestro abogado. –Sonrió. Sonreí.

 

-Me parece bien. –Le dije. –Tengo algo para ustedes, aunque al estar aquí solo, dudo que reportes esto. –Sonreí en tono de complicidad.

 

-¿Qué es? –Me dijo inclinándose sobre el escritorio. Levanté el maletín, se lo puse encima del escritorio y lo abrí.

 

-Son $100,000 pesos. –Le dije. –En efectivo.

 

-Y ¿Esto? ¿Para qué es? –Dijo agarrándolo. Sus ojos brillaron de felicidad. Tenía actitud de incredulidad.

 

-Es un regalo. Para ti, para José, para Arturo o solo para ti. –Le dije sonriendo. Se escondió detrás del maletín. Solo veía que se movía. Mientras lo miraba, iba bajando mi vestido para dejar al descubierto mis tetas. –Tengo otro regalo para ti. –Asomó su cabeza por encima del maletín, y sus ojos cambiaron de asombro a excitación. –Al menos claro, que tengas prisa y no podamos hacer nada. –Le dije en tono infantil.

 

Sin pensarlo, se levantó y rodeó el escritorio. Se puso frente a mí y llevó sus manos a mis tetas. Empezó a sobarlas tiernamente y sin dejar de verlas. Apretó mis pezones de manera rica. Cerré mis ojos y me dediqué a disfrutar.

 

Gemí.

 

-Tienes unas tetas hermosas, nunca me cansaré de decirlo.

 

Al minuto.

 

-Y ¿No habrá nada para mí? –Le dije. Soltó mis tetas y se bajó su pantalón. Su verga apuntaba al techo. Llevé mis manos a su verga y la agarré. –Rica. Calientita. –Mojé mis labios. –Siéntate. –Le dije.

 

Se fue al sillón que tenían y se sentó. Empezó a masturbarse. Me puse a su lado, acomodada de perrita. Llevé mi mano a su verga y acerqué mi boca. Sin metérmela a la boca, solté saliva en su verga y luego empecé a masturbarlo.

 

Sentí como acariciaba mi espalda.

 

Me levanté un poco y llevé mis tetas a su cara, y al ritmo de los movimientos de mi mano, moví mi cuerpo. Mis tetas chocaban con su cara, y Mario abría su boca para intentar alcanzar un pezón. En ocasiones sacaba su lengua para tocar mi pecho.

 

Subió sus manos y apretó mis tetas. Yo seguía jalándole la verga y me turnaba para sobarle sus bolas.

 

Nuevamente me agaché a llenarle la verga de saliva. Luego acerqué mis tetas a su verga y las toqué mientras lo masturbaba. Primero una teta, luego la otra. Mario gemía.

 

-Ya te la quiero meter, quítate la ropa. –Me dijo.

 

-Hoy… no podemos. –Le dije. –Ando ocupada. –Seguí jalándosela.

 

Metí su palo entre mis tetas y sin soltarlo, seguí masturbándolo y moviéndome mi cuerpo. Estaba haciendo cosas con mis tetas que no sabía que podía hacer.

 

Estas técnicas con mis pechos, en una noche normal, me convertirían en la mejor amante.

 

Me levanté y ahora fui en busca de sus labios. Nos besamos. Mis movimientos y mis tetas chocaban con su pecho. Me separé, lo vi sin dejar de moverme y de jalársela. Nuevamente me agaché a besarlo. Me volví a separar y otra vez lo besé.

 

Me volví a levantar y ahora lo miré fijamente, gimiendo. Bajé mi vista a su verga, miré como mi mano se movía y los movimientos de la verga. Mario estaba vuelto loco. Miré mis tetas moverse a mi ritmo.

 

Me acosté a su lado y nuestros labios se unieron. Apunté su verga a mis tetas. A los minutos, sentí que se estaba poniendo duro, me separé y acerqué mis tetas a su verga y a los segundos, los estaba llenando de leche.

 

-Hay sí, papi, si, dámela toda, dámela. –Mario gemía como loco.

 

Cuando se vació todo, me acomodé en el sillón y despacio fui limpiando mis tetas de leche, que tragué con gusto.

 

-Increíble. –Me dijo. –Estoy más sorprendido que la vez pasada. -Se levantó y se acomodó el pantalón.

 

-Gracias. –Dije complacida. También acomodé mi ropa.

 

-Esta semana me dedicaré 100% a lo tuyo. –Me dijo. Eso me puso demasiado feliz.

 

-Se lo agradecería bastante. –Le dije en tono de súplica.

 

-Me duele dejarte de esta manera tan fría pero… tengo que irme. –Dijo.

 

-Sí, está bien. –Salimos de la oficina, juntos y luego de la empresa. Nos despedimos y fui a mi camioneta.

 

Apenas subí, agarré mi maquillaje y me puse hermosa.

 

-Y ¿Bien? –Me preguntó el taxista.

 

El día se estaba poniendo oscuro.

 

-Creo que por hoy fue todo. Llévenme a mi casa y luego se van a la suya. –Les dije.

 

Un par de horas después estábamos llegando a la ciudad. Y minutos después me estaban dejando en mi casa. Bajé y vi cómo se fueron. Las luces de mi casa estaban encendidas. Entré.

 

A la primera persona que vi, fue a la señora que se contrató para que hiciera las labores del hogar.

 

-Buenas noches. –Saludé con una sonrisa.

 

-Buenas. –Dijo algo molesta, quizá asustada.

 

-¿Qué pasó? ¿Aún no le han pagado? –Dije hurgando en mi bolsa y sacando $5mil pesos –Tomé. –Los agarró. Pero su actitud no cambió. -¿Qué le hizo el guardia1? –Pregunté.

 

-Nada. –Y me señaló la sala con su cabeza.

 

Lo que vi me asustó muchísimo. Caminé directo y vi unos paquetes enormes de cocaína. Estaban en la sala de mi casa. Mi corazón latió de prisa. Y ahí estaba el guardia1.

 

-¿Qué es esto? –Pregunté asustada.

 

-Llegó el encargo. –Me dijo el guardia1 en tono de festejo.

 

-Esto es muchísimo. –Dije.

 

-Así es. Son cerca de $3 millones de pesos.

 

Estaba metida en este negocio desde hace tiempo, había visto armas y las había usado, y aun así no me había acostumbrado a verlas. Pasaba igual con la droga, la consumía, y la había vestido en cantidades pequeñas. Pero ver esos paquetes, tanta droga, me daba miedo.

 

Y si me daba miedo a mí, sin duda nuestra señora estaba aterrada.

 

-Oiga. –Dije mientras me acercaba a ella. –Usted no debe preocuparse por esto.

 

-Lo sé.

 

-Usted solo me prepara la comida y limpia y dinero no le faltará. Ya lo vio. –Agachó su cabeza para ver lo que traía en su mano. –Es todo por hoy, vaya a descansar.

 

-Le preparé su comida, está en su refrigerador. –Y eso fue un golpe duro en mi corazón. La abracé mientras soltaba lágrimas.

 

Nos separamos y salió de la casa.

 

-¿Qué haremos con esto? Y ¿Cómo la vamos a transportar? –Pregunté. Saqué una ensalada que me había preparado la señora.

 

-Mañana a primera hora iremos a buscar a la persona encargada de la ciudad y hablarás con él para vendérsela. Si hacemos buen negocio, sacaremos algunos $5 millones, pero lo ideal es sacar los $3 millones. –Me dijo.

 

-Y ¿Luego? ¿Cómo funciona después? –Pregunté.

 

-La gente que nos la vende, nos cobra $1.5 millones. El mínimo, por ser tú. –Continuó. –Cuando se la vendamos a la gente de aquí, más o menos en una semana podemos venderle más. Y si ellos consideran un buen precio, nos tomarán como sus proveedores.

 

-Es complicado, ¿No? –Pregunté.

 

-Mucho. –Me dijo. –Suena fácil pero no lo es. Incluso…

 

-Espera. –Lo interrumpí. –Tú conoces este negocio y lo más probable es que me digas algo que me asuste y ya no quiera seguir. Si mañana no voy lista y bien preparada, pues que pase lo que tenga que pasar, pero todo que sea sorpresa. -Me senté en el sillón a comer.

 

Y platicamos de los negocios que fuimos a ver. Luego de la policía.

 

Para las 9pm, estaba agotada. Me fui a bañar y me acosté. Mientras me ponía ropa para dormir, vi en mi cama un papel, era el que me dio el guardia1. Lo agarré y ahí estaba el número de teléfono de Rafa, mi novio.

 

Nerviosa agarré mi teléfono y marqué su número. No contesto nadie a la primera. Tiré mi teléfono y seguí cambiándome. No dejaba de pensar en Rafa.

 

Apenas terminé, me acosté en la cama y nuevamente marqué. Nadie.

 

Intenté una tercera vez.

 

-Sí, ¿Hola? –Escuché la voz de Rafa.

 

Continuará.

 

QUIERO PEDIR UNA DISCULPA A LA COMUNIDAD QUE ME LEE. ESTABA LEYENDO MIS ULTIMOS RELATOS Y CREO QUE LA EDICION DE MIS TEXTOS NO SE ESTAN REALIZANDO Y TODO SE PONE COMO QUIERE Y NO COMO YO LO PONGO.

 

DISCULPEN SI TODO APARECE CORRIDO, SIN NEGRITAS O CURSIVA O CON DOBLE ESPACIO. QUIZÁ SEA EL NAVEGADOR (QUE ES EL QUE SIEMPRE HE USADO) O LA PAGINA. ESTE TEXTO VA EN NEGRITAS.

 

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