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Secretos (3) Una relación con mi papá

en Amor filial

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La ciudad no era tan grande, pero tiene mucha variedad de hoteles y moteles. Iban desde los $100 pesos por 4 horas hasta arriba de $1000 por noche. Algunos alcanzaban casi los $2000.

En mi vida, había visitado todos los tipos de hoteles, y había una diferencia enorme entre los baratos y los caros. Y llegados a este punto de mi vida, siendo la persona que era y teniendo dinero en mano, pero visitaba los caros aunque fuera a pagar mucho dinero por hora.

En ese momento, me encontraba en un hotel que estaba hasta el otro extremo de la entrada de la ciudad. No era el mejor hotel de la ciudad, pero los $900 que se pagaban por noche, te hacían coger cómodamente.

Estaba desnuda, boca arriba con las piernas abiertas. Mi papá se encontraba en medio, con su verga dentro de mi panocha. Se movía despacio, mientras nos besábamos. Más que coger, ese día mi papá me estaba haciendo el amor de una manera dulce y muy rica.

Se levantó y puso sus brazos a lado de mi cabeza. Empezó a moverse con más fuerza.

-Así, mi amor, dame, así. Dame, dame. –Le dije. Sentí como se puso duro y rodeé su cintura con mis piernas para no dejarlo salir. Un empujón. Luego otro, acompañados de gemidos. Varios más hasta que se quedó quieto.

Aflojé mis piernas y cayó a mi lado. Estuvimos un rato descansando, agarrando aire.

Ese día, con más tiempo y en un mejor lugar, mi papá me había cogido mejor. Miré como se levantó y se quitó su condón, para luego irlo a tirar. “Que desperdicio de leche”, pensé. Esta era la segunda vez que cogía con mi papá (O ¿tercera?) y aun no habíamos incluido el sexo oral. Tanto se me antojaba chupársela y tragarme su leche, pero no me animaba. Aún no.

Eso sí, mi papá cogía muy bien y tenía mucha resistencia. Habíamos hecho muchas posiciones, sino que todas, junto con sus variaciones. Y se movía increíble.

Regresó del baño aún con su verga apuntando al techo y se acostó a mi lado. En silencio. Me acomodé en su pecho y cerré mis ojos. Mi papá empezó a acariciarme la espalda.

“Sé que esto es difícil para ti, papá, pero si supieras que tan bueno eres para coger y las ganas que tengo de que lo hagas toda la vida. No te quiero dejar ir. Y sé que esto te hace daño”, pensé.

Pensé en como habíamos llegado al hotel.

En la mañana, Olga, mi papá y yo fuimos a la tienda. Empezamos a trabajar. Durante la mañana, teníamos que ir a la ciudad y mi papá pensó en llevarse a Olga pero lo convencí de ir yo con él ya que no tenía tanta práctica como la tenía Olga en la tienda. Mi papá aceptó y me fui con él.

En el camino fue silencio total. El ambiente estaba tenso, y despacio se fue poniendo caliente. Y en un semáforo, al vernos, nos empezamos a comer la boca y acariciarnos como desesperados.

Sin decir ni una palabra, y sabiendo lo que queríamos, llegamos al hotel a coger.

Estuvimos 20 minutos descansando. Luego nos levantamos, nos arreglamos y nos fuimos.

Llegamos a una empresa conocida por vender mucho en mayoreo. Pedimos una orden de cosas que necesitábamos en la tienda. Durante este momento, mi papá me hablaba muy bien y me enseñaba lo que tenía que hacer. Y luego de un par de horas, íbamos rumbo a casa, en silencio total.

Llegamos a la tienda, trabajamos un rato y luego la cerramos. Fuimos a la casa los tres y cenamos.

-Y ¿Bien? Julia. –Habló mi mamá con una voz dulce. –Ahora que estás aquí, ¿Qué planes tienes?

-¿De qué? Mamá. –Pregunté. La verdad es que para ese momento ya no tenía sueños para mi futuro. Mi único interés era el sexo y el trabajo de Edith me aseguraba una vida cómoda.

-Tus estudios, mija. –Dijo mi papá. –Te fuiste de la ciudad casi al terminar tu último semestre de prepa. Afortunadamente, la señora Edith se ha portado muy bien y sacó tu certificado de prepa.

Por un momento pensé en ese otro problema que había dejado en casa. Este no lo había pensado y tenía que darle solución, pero la verdad es que no tenía plan en mente.

-Y ya perdiste un año de universidad. ¿No piensas estudiar? –Por un momento, mi mamá levantó la voz y me dio miedo. “Las cosas están peor de lo que pensé”.

-Claro que sí, mamá. –El apetito despacio se me estaba yendo. –He estado pensando en varias carreras y apenas termine el ciclo escolar, me voy a inscribir. Ya tengo vistas algunas universidades de aquí que ofrecen la carrera que quiero.

-Muy bien, nosotros queremos lo mejor para ustedes y lo mejor que les podemos dar es una carrera y título universitario. –Dijo mi mamá. –Olga sigue estudiando, y este año va a terminar la prepa.

-Sí, voy a estudiar medicina y especializarme en pediatría. –Olga hablaba con mucha seguridad. “Ese tipo de persona era yo, ahora no sé qué quiero”.

-Muy bien. –Le dije felicitándola y tratando de que la atención se centrara en ella. –Es increíble.

-Y ¿tú? Hermana. –Me preguntó Olga.

-Quiero algo que sea carrera del futuro. –Empleé una frase que se utilizaba mucho hoy en día. No tenía idea de que estudiar pero quería zafarme de ahí rápido. –Una ingeniería, ya sea en sistemas o mecatrónica. –Los vi y noté que parecían satisfechos con mi respuesta. “Gracias”, pensé.

-Hay una universidad que está ligada a la prepa donde estudiaste. Ofrece la carrera de sistemas computacionales. –Dijo mi papá. –la señora Edith nos ofreció ayuda para que puedas entrar sin problemas. Claro, siempre y cuando, desees estudiar eso.

-Lo pensaré, tendré que hablar con ella. –Les dije. –Ustedes déjenme eso, yo lo haré. –Les dije y utilicé un tono para terminar la plática.

Seguimos comiendo la plática tocó el tema de la tienda y mi papá nos dio unas clases a mí y a Olga. Mi hermana discutió en que mi papá se centrara en mí porque yo debería ser la que se encargué de la tienda. Estuvieron alegando un poco ya que mi papá decía que yo había perdido ese derecho. No llegamos a un acuerdo sobre eso y se dio por terminado el tema.

Cerca de las 9pm, mis papás se sentaron a ver tele. Yo me bañé, luego Olga y al final mi hermano. Cada uno se fue a su cuarto.

“Tengo ganas de ver a Rafa. Pero primero tengo que arreglar mis problemas. Despacio, uno por uno. No puedo llegar con él y llevarle más problemas. Mañana tengo que ir con Edith a ver eso de mi universidad para que mis papás estén tranquilos”.

Luego de pensar un rato, cuando eran más o menos las 10pm, salí a la tienda a comprar cigarros. De pronto sentí el deseo de drogarme. Y la cocaína la tenía a mi alcance. Agarré una bolsita y salí al patio de mi casa, hasta donde estaba el baño.

La casa estaba en silencio total. Mis papás ya estaban en el cuarto, descansando. Mis hermanos en su mundo. Agarré cocaína y esnifé. Encendí un cigarro, y me senté a escondidas atrás del baño.

Sin pensar en nada en particular, dejé que la droga hiciera el efecto. Pasados unos minutos, escuché unos pasos y rápido tiré el cigarro.

-Hola, Julia. –Me saludó alguien. Volteé a verlo y era el vecino. Pero ya no era ese vecino que yo recordaba. Ese niño chiquito que fajaba con su hermana y cogía conmigo. No, ya era todo un joven. Había crecido más y su rostro había cambiado.

-Hola. –Le dije.

-Ayer te vi llegar. –Dijo y se sentó a mi lado. –Estaba muriendo por venir a saludarte. –No dije nada. –Estás bien cambiada. –Silencio. –Más buena. –No dije nada. Seguía entrada en mi cigarro. – ¿No me vas a invitar uno?

-Ahí hay. –Le dije sin importarme si fumaba o no. Lo encendió. –Y ¿Tú hermana? –Pregunté.

-En la casa, embarazada. –Me dijo. Volteé a verlo con sorpresa. –Sí, aunque no debes sorprenderte. Por la vida que llevaba, era cuestión de tiempo.

-¿De quién es el hijo? –Pregunté muy nerviosa. Mi corazón se me quería salir. Rafa había embarazado a Olga porque cogía con ella, embarazó a Andrea por la misma razón, embarazó a la niña de la secundaria por lo mismo. Era muy probable que el papá del hijo que esperaba la vecina fuera Rafa.

-Ella dice que es de su novio. –Dijo el vecino sin darle importancia. –Y a él ya se lo echó.

-¿Tú que piensas? –Pregunté sin dejar de mirarlo.

-Yo creo que es de Rafa, ellos cogían mucho. Aunque las fechas coinciden con lo que ella dice. –Fumó. –Dejó a Rafa antes de estar embarazada, cuando tuvo novio.

-Entonces no puede ser de Rafa. –Le dije.

-Quien sabe. –Se encogió de hombros. –Yo me la cogí cuando ya tenía a su novio.

-Puede ser tuyo. –Le dije a secas.

-Ella me dijo que ya estaba embarazada cuando ella y yo lo hicimos. Y si lo hizo conmigo, puedo pensar que nunca dejó de ver a Rafa, a fin de cuentas, a ella le gusta mucho. –Dijo y fumamos en silencio.

Tenía razón mi vecino. Rafa podía ser el papá, aunque luego del embarazo de Olga, de Andrea y el hijo que tenía con la niña de la secundaria, Rafa ya no tenía apetito sexual. Tenía solo problemas, así que cabe la posibilidad de que Rafa ya no se la haya cogido.

-Apenas una prueba de ADN. –Le dije.

-Te repito, ella está segura de que el hijo es de su novio y su novio, que nunca ha sabido de sus aventuras con Rafa y conmigo, lo acepta. Fin del problema. –Tenía razón, Rafa no tenía por qué preocuparse por problemas que no eran de él. –Y ¿Tú? ¿Dónde estuviste? Comentaron tus papás que te habías ido a un viaje de estudios.

-Sí, andaba de intercambio a una escuela de otra ciudad. –Dije rápido, siguiendo la mentira de mis papás.

-Pues el cambio de hizo bien. Te ves mejor con ese color de cabello, y estás más buena, más desarrollada. Más hermosa. –Noté que se estaba esforzando por hablar de eso conmigo. “Ha de querer coger conmigo”, pensé.

-Sí, bueno. Los cambios son buenos. Me hizo madurar. –Le dije para ponerle un alto. No es que no quisiera coger con él, pero no en ese momento. Tan solo quería estar sola y tranquila. –Mañana nos vemos. –Le dije levantándome. –Agarra más cigarros. –Lo hizo y me dio la cajetilla.

Caminé a mi casa y entré. Vi a mi papá en la cocina. La droga me llevó hasta él.

-Papi, sé que esto es muy incómodo para ti. –Le dije. Volteó asustado a verme. –Me andas esquivando y lo entiendo. Pero quiero decirte y dejarte en claro que lo que hacemos me gusta mucho y que eres un amante increíble.

-Hija…

-No digas nada. Si ya no quieres nada conmigo, lo aceptaré. Pero estoy dispuesta a complacerte toda la vida porque quiero hacerte feliz. –Le dije. Me di media vuelta y caminé a mi cuarto.

Entré. Agarré mi cepillo de peinar e imaginando que era la verga de mi papá, me masturbé pensando que me cogía, hasta que dormí.

El despertador sonó, abrí mis ojos. Escuché a mi sobrino llorar. Me arreglé y salí del cuarto. Todos estaban despiertos a excepción de mi hermano que no estaba. Ya se había ido a la escuela.

-…Entonces ustedes dos van, y July y yo nos encargamos de la tienda. –Dijo mi papá.

-Sí. –Dijo mi mamá.

-¿Qué pasó? –Pregunté, asustada.

-Vamos a llevar a Luisito con el pediatra. –Dijo Olga. –Mi mamá y yo vamos a ir y tú te quedarás con mi papá en la tienda.

-Pero, mi papá no quiere… -No terminé la frase cuando noté que los tres me miraban. –De acuerdo.

Almorzamos y luego mi mamá y mi hermana empezaron a acomodarse para irse.

-July. –Me dijo mi hermana cuando nos quedamos a solas. –Esfuérzate. Por favor, gánate la confianza de papá. Él debe ver que tú eres la que se va a encargar de nuestro negocio familiar.

-Pero, ¿Qué hago? He notado que los dos están bien conmigo y lo que hice, pero no me aceptan del todo. –Dije.

-Claro, todo lo que hemos pasado, para ellos no es fácil.

-Pues a ver que…

-No, nada de eso. Esfuérzate. Tú siempre consigues todo, eso he notado en ti. Si es necesario, cógetelo. –Me dijo y sonrió.

-Cállate, mensa. –Noté que volvimos a nuestra dinámica de antes.

-Este viaje te cambió y sin duda, puedes cogerte a mi papá sin remordimiento alguno. –Me dijo. –Y estoy segura, que como mujer, para él no eres indiferente. Al final, es un hombre y tú te pusiste buenísima.

-No, Olga. Soy su hija. Aparte, tengo muchos problemas con esto del sexo con ellos, no quiero tener peores. –Le dije y sonrió. -¿Qué pasó?

-Solo estoy jugando, quería ver hasta donde llegabas. –Y me empujó.

-Pues si quieres saber, claro que me lo cogería. –Le dije y sonreímos.

-Cuídate mucho, hermana. No vayas a salir como yo, con un hijo o peor aún, con una enfermedad.

-Te notó muy cambiada, madura. –Le dije.

-Ambas maduramos. –Dijo. Silencio.

-¿No extrañas lo que teníamos antes? –Pregunté.

-Fíjate, al inicio lo extrañaba. Pero el bebé y las responsabilidades que trae bajo el brazo, me han hecho no desear todo eso. –Dijo. La miré y ella entendió la pregunta que estaba a punto de hacerle. –Tampoco pienso ahorita en un novio. Quiero primero acomodar mi vida que se complicó con mi hermoso bebé. –Luego sonrió. –Hace tiempo salí con uno, un par de veces. Cogí con él pero hasta ahí. Ya no nos vimos después.

Noté que mi hermana ya hablaba de una forma más madura, como toda una señora.

-OLGA. –Gritó mi mamá.

-Luego te cuento bien como estuvo. –Me dijo. Nos despedimos y salió. Mi papá y yo vimos cómo se fueron y nos quedamos solos en la casa.

Nuevamente el ambiente se puso muy tenso. Noté a mi papá nervioso.

-Voy a cambiarme y ahorita salgo. –Le dije. Le hice el comentario para que me acompañara y poder coger una vez más.

Entré a mi cuarto dejando la puerta abierta, y me quité la ropa, quedé solo en ropa interior. Me calenté. Mi papá podía entrar en cualquier momento y ese pensamiento provocó que mi entrepierna se mojara y mi ropa interior se humedeciera.

Me puse perfume en un lado del cuello, luego del otro. Pasé un poco de polvo por mi rostro. Luego me pinté los labios.

Mientras pasaba el tiempo, mi corazón se aceleraba de nervios, de deseo. “Papi, llega”, pensé. Me estaba arreglando únicamente para que mi papá me cogiera.

Agarré una minifalda roja, muy apretada que llegaba a la mitad de las piernas, junto con unos tacones negros. Me puse una blusa ombliguera que hacía resaltar mis melones enormes. Me miraba demasiado puta.

Salí de mi cuarto, algo triste porque mi papá no entró pero abajo lo empezaría a seducir y así como andaba vestida, caería.

Llegué y mi papá estaba tomando café en la mesa del comedor. Lo vi sonriendo y mi papá me vio con ojos llenos de lujuria. Bebió café sin dejar de verme, yo tampoco lo dejaba de ver. El silencio era total. “Lo tengo”, pensé.

-¿Te gusta? Papi. –Le dije dándome una vuelta.

-Te ves preciosa. –Me dijo sin hacer un solo movimiento. Me comía de pies a cabeza.

-¿No crees que me veo muy puta? –Comenté y noté que abrió los ojos sorprendido por la palabra que acaba de emplear.

-Para nada. Te ves como toda una reina. Como mi reina. –Dijo.

Le hice una seña con el dedo para que se acercara a mí. Sin dejar de verme, e hipnotizado, se levantó de la silla y caminó hasta mí. Me tomó de la cintura y con nuestros rostros juntos, empezamos a movernos de un lado a otro. Empecé a tararear una canción y a ese ritmo nos movimos.

Nuestros ojos estaban fijos en los ojos del otro. Mi cuerpo estaba a la máxima calentura, y noté que mi papá estaba un poco agitado. Acerqué mis labios a los suyos, abrí mi boca y nos besamos.

Mis brazos rodearon su cuello y metí mi lengua hasta el fondo. Mi papá apretaba mi cintura y me seguía el ritmo del beso. Nuestras cabezas jugaban de un lado a otro. Nuestros movimientos del cuerpo seguían y el beso era demasiado excitante.

Nos separamos y rápido buscó mi cuello. Lo besó tiernamente, luego le pasó la lengua. Sus manos apretaron mis nalgas y despacio subió mi falda.

-Sí, que rico. –Dije. Me mordió despacio el cuello. –Sigue así. –Mi papá me comía con mucha lentitud pero demasiado rico. Lo separé de un empujón y le sonreí. –Hoy, papi, voy a ser tu puta.

-¿Cómo? –Dijo sorprendido. –No entiendo.

-Sí, hoy te voy a enseñar todo lo que he aprendido y tendrás el mejor sexo de tu vida. –Mi papá nuevamente puso cara de sorpresa.

Lo jalé hasta el sillón y lo aventé. Me puse encima de él, ya con mi falda hasta mi cintura. Sentí su verga erecta debajo de su pantalón y nos volvimos a unir en un beso. Moví mi cuerpo, arriba, abajo, despacio. Mis manos estaban en su rostro. Mi panochita, que estaba cubierta por mi calzón, estaba mojada.

A los segundos me bajé y me puse de frente a mi papá. Vi que se quiso acercar a mí. Le di una negativa con mi dedo índice. Bajé mi falda y quité mi blusa. Quedé frente a mi papá en ropa interior. Mis tetas enormes se querían salir de mi brassier.

Mi hombre, sin esperar a lo que seguía, me jaló y me acostó en el sillón boca arriba. Se puso encima de mí, puso su paquete en mi entrepierna y nuevamente nuestros labios se unieron. Se movía como si me penetrara pero su pantalón impedía sentir más placer.

Guie mis manos a su pantalón y, mi papá, se levantó un poco. Empecé a desabrochar su pantalón y cuando lo hice metí una mano dentro. Toqué su verga y como pude, la acomodé para masturbarlo.

-Sí, sí. Sigue así. –Dijo entre gemidos. Mi vasta experiencia en el sexo, hacía que mi mano se moviera de manera perfecta en su verga. Mi papá gemía rico, con los ojos cerrados. Yo lo miraba feliz, con una sonrisa dibujada en mi boca.

Llevé mis manos a su camisa y se la levanté. Él se levantó y la quitó. Luego me vio, de pies a cabeza y sonrió.

-Discúlpame, hija. Pero no puedo. –Agarró su pantalón que quiso caer. –No puedo, todo esto está mal. Está mal por todos lados. -Y se sentó en la orilla del sillón.

Me senté a su lado.

-Papi. –Le dije. -¿Qué pasa?

-Eres mi hija, eres mi princesa. Eres… mi hija. Esto no puede ser. –Y se le quiso quebrar su voz.

-Papi. –Tomé su cara con una mano y traté de voltearlo pero se puso duro. –Papi, mírame. –Le dije. No volteó. –Papi, mírame y escúchame. –Insistí. Aflojó su cabeza y miró mis ojos. –Papá, no puedo obligarte a nada. El sexo es rico y más cuando lo haces con amor. Y tú y yo, papi, hemos hecho esto con amor. Nos amamos. No tiene nada de malo demostrarnos nuestro amor de esta manera. Como buen padre y buena hija. –No dijo nada. Me miraba directo a los ojos tratando de entender lo que le dije. –Papi, mírame, soy una mujer. Soy una mujer que te desea. –Me levanté y me quité toda mi ropa interior. Quedé frente a él totalmente desnuda.

-Eres mi hija… -Dijo.

-Ahorita soy una mujer, que lleva una dieta balanceada y hace ejercicio para verse más buena a la hora de coger. Y soy una mujer que te desea y quiere que la cojas. –Nuevamente abrió sus ojos sorprendido. Me puse de rodillas frente a él y llevé mis manos a su pantalón. Se lo jalé para bajárselo. –Haremos esto, vamos a coger hoy, si ya no te sientes a gusto después, lo dejamos. ¿Te parece?

-Y ¿Si quiero seguir? –Preguntó mi papá.

-Te mamaré la verga todos los días. –Saltó la verga de mi papá frente a mi cara y sin decir nada más, abrí la boca y me la comí.

La verga era enorme, rica, gruesa. Y en ese momento deseé tanto tener la habilidad de mi hermana para comerse una verga de ese tamaño sin hacer gesto alguno. Pero yo no tenía esa habilidad, por eso había aprendido otras maneras de mamar verga.

Poniendo mucha saliva en mi boca, inicié un arriba, abajo, lento. Mi boca llegaba a la mitad de la verga de mi papá. Despacio subía y sentía en mi boca la cabeza. Me detuve en la cabeza y sin sacármela, pasé mi lengua alrededor. Escuché gemir a mi papá.

Saqué la verga de mi boca y acomodé mi cabello atrás de mis orejas. Tomé la verga, y pasé mi lengua por todo el palo iniciando de abajo hasta llegar a la cabeza. Hice este movimiento por todo el palo, luego me detuve y lo masturbé mientras golpeaba con mi lengua la cabeza.

Bajé a sus bolas y sin dejar de masturbarlo, se las chupé.

-Lo haces increíble, me voy a venir, hija. –Me dijo y me tomé de la cabeza para acariciarme.

-Papi, quiero tragarme tu lechita. Quiero que te vacíes en mi boca y sueltes ahí hasta la última gota.

Sin decir nada, se levantó y su pantalón cayó a sus pies. Me hice un poco para atrás y levanté mi cabeza. Mi papá apuntó su verga a mi cara y empezó a masturbarse.

Abrí mi boca, y esperé ansiosa el premio que mi papá me daría.

Su mano se movía con desesperación. Gemía como loco. Yo tocaba su verga con mi lengua. Vi como levantó su cabeza y se puso duro.

Me metí su verga a la boca y al instante me golpeó un chorro de semen, seguido de otro. Tiró un par más que cuando llegaron a mi boca, sentí que era demasiada leche y luego uno más y ya no sentí nada más. Sin pensarlo, me la tragué toda y luego me dediqué a limpiársela.

Un rato después, mi papá se quitó su pantalón, me levantó y me cargó como cuando un esposo carga a su esposa en la noche de bodas. Subimos las escaleras y entramos a su cuarto. Me dejó caer en la cama. Esa cama que mi papá y mi mamá utilizaban para coger.

-Papi, es la leche más rica que he probado. –Y sonreí al ver la cara que nuevamente puso. Pero ahora traía un toque de excitación.

-Mija, ¿Has estado con muchos hombres? Disculpa la pregunta. –Dijo. Lo jalé hacia mí y nos besamos.

-No tienes idea de cuantos, papi. –Usé un tono de voz infantil. Nos dimos un beso. -¿Te excita pensar que tu hija coge mucho? –No respondió pero sentí como se agitó. –He tragado mucha leche; a veces por amor, por placer, por obligación, para conseguir algo. Me encanta la lechita, papi.

Nos besamos y agarró mis nalgas. Luego bajó a mis tetas y se las empezó a comer.

-Por la manera que vestiste ahorita, pude notar que estas tetas las utilizas mucho. –Dijo perdiendo el respeto que tenía al hablarme. Mordió mis dos pezones y los succionó.

-A los hombres les gusto por mis tetas.

-No creo que solo por eso, sino por cómo te los coges.

-Tienes toda la razón. –Disfrutaba como loca con sus caricias. Bajó sus manos y empezó a meter sus dedos en mi panocha. –Les gusta cómo les mamo la verga, como me empino para que me cojan de perrito y como me la meten por el culo. –Me volteó y me puso de cucharita. Acercó su verga y la metió entre mis nalgas. Con mis manos la guie hasta mi panocha. –Papi, tu verga no perdió tamaño luego de que te viniste. –Le dije.

-Hija, con una mujer como tú, ¿Quién podría perder una erección? –Rodeó mi cuello con su brazo y de un empujón, me la metió. Su verga no batalló en entrar, estaba demasiada húmeda.

Empezó a moverse rápido. Sus piernas golpeaban mis nalgas. Gemí.

-Así papi, dame más fuerte, así. –Le dije. Mi papá solo gemía.

Bajó su mano a mis tetas y me las apretó. Seguía bombeándome hasta que tuve un primer orgasmo. Mordió mi hombro.

Pasaron varios minutos, mi papá no perdía ritmo ni fuerza. Levanté una pierna y mi panocha quedó al descubierto para que la verga entrara más. Así, de lado, mi papá se subió a una de mis piernas y la otra la puso en su hombro. Y siguió bombeándome.

Lo miré y tenía una cara de perversión como nunca había visto. Y eso me excitó mucho más de lo normal, y a los segundos, me unía en un orgasmo junto a mi papá. Vaciaba su leche dentro de mí. Cuando terminó, cayó a mi lado y se puso boca arriba, me volteé y me acomodé en su pecho. Y sin pensarlo, cerré mis ojos.

Un movimiento me hizo despertar. Abrí mis ojos y vi que estaba cobijada, como toda actriz de película de amor, después de hacer el amor con su joven amado.

Vi a mi papá sentado en un sillón que había en la recamara. Andaba en ropa interior. Estaba como que pensativo. Cuando me vio despertar, se levantó y me entregó un vaso de jugo. Se volvió a sentar.

-Julia, quizá mi pensamiento sea muy malo y el tenerlo me haga ser la peor persona, pero eres increíble y no te quiero perder. –Dijo. Me acomodé en el respaldo de la cama, todavía tapada. Bebí jugó y lo escuché atenta.

-Papá, tú nunca me vas a perder. Si hay un hombre con el que voy a estar toda la vida, ese eres tú. –Le dije.

-No me entiendes…

-Claro que te entiendo. –Lo interrumpí. –Hablas del tema sexual y te repito, soy toda tuya, las veces que tú quieras y cuando quieras.

-Lo que pasó ahorita, me hizo sentir joven, e hice algo que nunca había hecho y que me encantó. –Dijo.

-Esto no tiene por qué acabar. –Me levanté y dejé el jugo a un lado. Me enrollé en la cobija y caminé hasta donde estaba mi papá. Me puse de rodillas frente a él.

-Con lo que pasó hoy, se me vienen muchas cosas a mi cabeza. Cosas sexuales. –Dijo.

-Papi, si te lo preguntas y no te atreves a preguntarme, deja te ayudo. –Le dije y me vio con mucha atención. –He estado en tríos, con hombres y con mujeres, en intercambios, orgias, y créeme, el sexo ahí se disfruta al máximo. Es otra sensación, está en otro nivel.

-¿En serio? –Dijo. –Discúlpame. No debí ni siquiera pensar eso de ti.

-No es malo, papi. Todos tenemos derecho a pensar, imaginar y, ¿Por qué no? Cumplir cada fantasía sexual que se nos venga a la mente. Sé cómo funciona su mente y sin duda, tú no eres diferente y has soñado con tener a dos mujeres en tú cama. –Asintió con pena. –En mi mamá no encontraste a esa mujer que te ayudara a cumplir las fantasías sexuales que tienes en tu mente pero papi, nunca es tarde para hacerlo.

-¿Qué quieres decir? –Me preguntó.

-Que quiero ayudarte a cumplir todas y cada una de tus fantasías y perversiones que tengas en la mente. –Se hizo el silencio.

Le di el tiempo para que decidiera. No hablé más.

-Te amo tanto, hija. –Dijo.

-Y yo te amo a ti, papá. –Le dije.

-Solo te pido que este sea nuestro secreto. –Me dijo. –Quiero que tú y yo disfrutemos del sexo toda la vida.

-Así será papi. Te prometo que te enseñaré el placer que da el sexo sin límites. –Nos dimos un pico.

-Arréglate para irnos a la tienda. –Me dijo.

Y muy animada, me levanté y me fui a mi cuarto a arreglarme. Cuando salí, mi papá ya me esperaba en la entrada de la casa.

Y como dos jóvenes enamorados, nos besamos, y salimos tomados de la mano. Subimos a la camioneta y arrancamos rumbo a la tienda.

Continuará.

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Probando a otros. Parte 2

Probando a otros. Parte 1

Rica Navidad

Descubriendo mi cuerpo y mis deseos Parte 3 -Final

Descubriendo mi cuerpo y mis deseos Parte 2

Descubriendo mi cuerpo y mis deseos Parte 1

La decepción.

¿Feliz? Cumpleaños.

La segunda vez. No tan facil.

Así empieza mi historia