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Sexo en la Política (2) La Princesa

en Hetero: General

-Y ¿Dónde nos vamos a ver? –Pregunté. Tenía los nervios a tope y sentía que de un momento a otro me daría un infarto.

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-Tenga paciencia. –Me dijo mi mano derecha. Él se miraba asustado pero muy tranquilo.

Giró la camioneta y avanzó. Teníamos rato dando vueltas por la ciudad y no había pasado nada. Y mientras más pasaba el tiempo, más nerviosa me ponía.

Nos detuvimos en una esquina y mi mano derecha solo miraba a la calle.

Habían pasado 40 minutos desde que salimos de casa. La ciudad estaba tranquila, en silencio. Las personas caminaban o pasaban en autos, de un lado a otro, viviendo una vida tranquila. Y yo estaba entre ellos, esperando a gente peligrosa o ¿Yo era la peligrosa?

Nuevamente avanzó la camioneta. Pasaron otros 10 minutos sin nada. Nos detuvimos en un semáforo. Se puso verde y caminó la camioneta.

-No entiendo. –Dije. –Yo pensé que… -Y no terminé la frase. Miré una camioneta color verde directo a nosotros a toda velocidad. Las palabras que iba a decir se transformaron en un grito y mi corazón se salió de mi pecho.

Sentí como golpearon la parte de atrás de la camioneta y empezó a girar. Por un momento, no tuve el control de mi cuerpo, pero me ayudó traer el cinturón de seguridad. Mi cabeza por poco golpeaba en el tablero de la camioneta.

La camioneta dio un par de vueltas y cuando se detuvo, me sentí un poco aliviada. Se hizo el silencio total. Abrí y cerré mis ojos.

-¡Ouch! Me duele mi cuerpo. –Gemí de dolor.

Apenas me estaba recuperando cuando otro golpe llegó pero ahora en la parte de delante de la camioneta y de mi lado. Este fue más duro y mi cuerpo se azotó más.

A los lejos escuché voces y gritos por todos lados. No podía mover bien mi cuerpo y batallé para abrir mis ojos. Todo había pasado en menos de 10 segundos.

Escuché como se abrió la puerta de la camioneta, quitaron mi cinturón y de un jalón me tiraron al suelo. Por los golpes que me habían dado, mi mente no procesaba bien lo que estaba pasando. Los gritos seguían y pasado unos minutos, se iban tranquilizando.

Despacio, todo empezó a esclarecerse. Mis ojos empezaban a entender todo. Las personas que estaban alrededor de mí estaban de verde y armados. Miré a tres alrededor de mí. Moví mi cabeza un poco y otros tantos revisaban la camioneta.

-¿En serio es ella? –Escuché a una voz decir. Luego risas.

De un jalón me levantaron y me pusieron recargada en una de sus camionetas. Arriba de la camioneta, estaba otro tipo sosteniendo un arma que estaba puesta en la camioneta. Era enorme. Empezaron a revisarme de pies a cabeza. Miré y a mi mano derecha también lo revisaban.

Me agarraron de la cabeza y de un empujón me subieron a una de sus camionetas. Me quedé sentada. Se abrió una puerta y subió uno de los militares. Se acomodó a mi lado.

Durante un rato, fue silencio. Cuando me recuperé, me di cuenta en realidad de la magnitud de las cosas. Estaban tres camionetas de militares rodeando la mía. Dos la habían golpeado para detenerme y había cerca de 20 militares armados. Todos habían ido por mí. Pero, ¿Con que finalidad?

Empecé a llorar.

-Tan chiquitas que se meten a estas cosas, tan hermosas y tan pendejas. –Dijo el militar que estaba conmigo. No le respondí. Estaba aterrada, como nunca. No quería morir ni ir a la cárcel.

-Vámonos. –Gritó uno de los militares de fuera. Dos camionetas se llenaron de militares y solo una se quedó como con 7.

Subieron 4 más a la camioneta donde yo estaba.

-Tenemos que movernos rápido. –Dijo el copiloto. Arrancaron. –Que buen golpe diste. –Le dijo al conductor.

-Me sirve de práctica.

-Sí, el último que dimos no fue muy bueno. Pero hoy te la rifaste, cabrón. –Y empezaron a hablar como si yo no estuviera ahí.

-Tenemos una invitada. –Dijo el militar que se había subido al inicio conmigo.

Volteó a verme el copiloto. Yo seguía llorando pero lo vi entre mis lágrimas.

-Te veo y no lo creo. –Dijo. –Eres una niña. Una princesa, fresita, bonita, y según muy peligrosa. Espero no nos tengas algo preparado. -Yo seguía llorando y no podía hablar. –Puedo decir que eres una niña muy tonta, pendeja, pero al ver tu expediente… Negocios en empresas grandes, asesinatos, prostitución, narcotráfico. Hemos detenido a muchas mujeres así de tu edad e incluso más grandes, y no son nada. Pero tú, “Eres un ángel”.

-Y tuviste mucha suerte. –Dijo el militar que iba a mi otro lado. -¿Cuántos han sido? ¿Tres? Sí, creo que tres personas las que habían intentado hacerse con la plaza y tú te hiciste con una facilidad.

-Usaste muy bien estas cosas. –Dijo el militar que se sentó al inicio conmigo, mientras agarraba mis tetas. De un manotazo lo quité. -¡Uy! Sabe jugar la niña. –Levanté la cabeza orgullosa. Era hora de dejar de llorar y enfrentar esto.

-Cuidado. –Dijo el copiloto mientras sonreía. –Sus jugadas no fueron de suerte, es inteligente la niña. –Hojeó una carpeta. –Tengo dos preguntas. Todavía no termino de entender esto, te asocian con dos asesinatos: un joven llamado Cesar y la novia de tu mano derecha. ¿Tú lo hiciste? –Asentí. -¿Por qué?

Y por primera vez hablé. Mi voz no temblaba para nada.

-Cesar era tan solo un niño, estaba enamorado de mí y por ese motivo, yo también empecé a sentir sentimientos por él. Eso me afectaba, no me dejaba seguir esta vida. Y para mí, esto es prioridad. Por eso lo hice. –Dije.

-De acuerdo. –Me miró fijamente. -Y ¿La muchacha?

-Mi mano derecha es mi más fiel trabajador, me aconseja, me ayuda. Me dijo que iba a dejar de trabajar para mí porque quería iniciar una vida nueva con ella. Yo no quería que se alejara y por eso me deshice de ella.

-Interesante, interesante. –Dijo el copiloto. –Nuestro jefe está muy agradecido de que hayas acabado con el jefe de la plaza. No nos gustó la forma, ha muerto mucha gente inocente…

-Si no lo hubiera hecho, ahorita estuviera muerta. –Interrumpí.

-Sí, lo sabemos. –Dijo. –Así trabajamos nosotros. Hay que tumbar algunos pilares para que caiga todo. –Silencio. –Le agradas al gobierno y necesitamos un favor. Si trabajas para nosotros, estarás tranquila haciendo negocios.

-Dime. –Le dije.

-Te llevaremos con la persona encargada. Esa persona te dirá lo que necesitamos. –Se volteó y lo que restaba del camino, fue silencio total.

Salimos de la ciudad y entramos entre los árboles. Luego de dar varias vueltas, llegamos a una casa. Había más camionetas de militares. Nos detuvimos y nos bajamos. De empujones me metieron a la casa.

Estaba un militar sentado en una silla. Frente a él estaba una mesa, una botella y un par de vasos. Cuando me vio, se levantó.

-Buenas. –Me dijo dándome la mano. Le regresé el saludo. –Disculpa el mal trato que te dieron mis hombres, pero tenemos que mantener nuestro papel frente a las personas. Tú entiendes.

-Claro. –Dije y me puse en plan coqueto. –Sus hombres al parecer nunca han tenido una dama frente a ellos. –El militar sonrió. –Y al parecer, usted tampoco. –Dije mirando la botella.

-Disculpa, me perdí admirando su belleza. –Me sirvió un vaso. –No siempre hacemos tratos con alguien que parece una modelo.

-Espero que el buen trato llegue de ahora en adelante. –Le dije. Vio a sus hombres, les hizo una seña y salieron.

-Este whisky me lo regalo el otro jefe de la plaza. –Me dijo. –Es exportado de no sé dónde y no sé cuánto costó. –Subió a la mesa una caja que tenía en el piso, me la mostró y la abrió. Dentro había un arma, una pistola dorada. –Esta arma está bañada en oro, de igual manera no recuerdo donde la hizo ni cuánto costó. Estarás pensando que no me interesan este tipo de cosas.

-Creo que no valora las cosas. –Dije y bebí whisky. Entré en ambiente.

-La verdad es que te equivocas, pero valoro las cosas de quien vienen. –Añadió. –Por ejemplo, este tipo siempre fue un desgraciado y últimamente ya nos tenía cansados. Nos queríamos deshacer de él.

-Y ¿Por qué no lo hacían? –Dije. –Para ustedes es fácil.

-No creas, no es fácil. Hay que quitarlo y poner a otro. Pero no teníamos a gente de confianza. A pesar de ser un desgraciado asesino secuestrador, tenía controlada la ciudad. –Reí. –Sí, a su manera. Pero cuando llegaste, te vimos potencial por la manera en que te mueves, te ayudamos un poco y ya estás aquí.

-¿Me ayudaron? –Pregunté extrañada.

-Sí, tenemos gente en todos lados. Sabemos todo de ti.

-¿Qué es todo?

-Los negocios, delitos y hasta con quien tienes intimidad. –Me dijo. Puse una cara de incrédula. Me vio y lo notó. –Por ejemplo, acabas de llegar de un viaje a la ciudad de México. No recuerdo muy bien el motivo del viaje.

-Entonces, ¿He sido tan obvia?

-No, para nada. Nosotros controlamos el país, ponemos y quitamos gobiernos. Nosotros mandamos. –Me dijo.

-Y si pueden hacer todo eso, ¿Para qué me necesitan? –Sirvió más whisky y bebimos. Sonrió.

-Lo repito, nosotros somos los buenos, no podemos andar por ahí asesinando o secuestrando gente. Ese trabajo es de ustedes. –Bebí.

Todo esto se estaba complicando más de lo que pensé.

-De acuerdo, quiero saber si entendí. –Dije. –Trabajo para ustedes…

-El gobierno. –Interrumpió.

-El gobierno. Y ¿Yo seguiré con mis negocios y haciendo lo que quiero? –Pregunté.

-Claro.

-Y ¿Si no me niego? –Pregunté.

-Siempre hay más gente que quiera trabajar con tranquilidad. –Silencio.

Pasados unos minutos, hablé.

-Está bien. Imagino que así es en todos lados. –Y recordé los primeros días que trabajé para Edith, en su negocio de prostitución. Habían llegado los militares, incluso me tocó atender a uno. -¿Qué quieren que haga?

-El gobernador de este estado es un hombre “honesto”. No quiere trabajar para nosotros… -Y empezó a hablar.

27 - 31 DE DICIEMBRE DEL 2008

Viajé a la capital del estado donde se encontraba el lugar donde residía el gobernador. Los militares me habían dicho que los últimos días de diciembre los pasaría ahí con su familia.

Me vi en el espejo. Traía puesto un vestido con mangas largas, color blanco. Me llegaba a la mitad de las piernas. Y unas botas color café. Teñí mi cabello largo, me puse unos rayitos color ceniza.

Agarré cocaína y esnifé por los dos orificios de la nariz. Estaba algo nerviosa.

Sentí como unas manos se pusieron en mis tetas y las empezaron a apretar. Por el espejo miré a un chavo que me había conseguido horas atrás y me había cogido. Estaba completamente desnudo y pegaba su verga contra mis nalgas. Besó mi cuello.

Levanté mis manos y acaricié su cabeza. Me volteó y nos besamos mientras el chavo acariciaba todo mi cuerpo; apretaba mis nalgas, bajaron a mis piernas y nuevamente subieron, levantándome el vestido y dejando al descubierto mí cuevita que solo traía una tanga. Nuestras lenguas jugaban dentro de nuestras bocas.

Con gran habilidad y fuerza, me levantó y me puso en el tocador. Empezó a besar mi cuello y yo acaricié su espalda gimiendo.

Cuando llegué a la ciudad, salí a buscar a un hombre que me cogiera. Estaba bajo mucho estrés y lo necesitaba. Al chavo le puse una condición: si quería cogerme, tenía que ser muy aguantador. Necesitaba ser cogida por todo un día. Y teníamos cerca de 6 horas metidos en ese cuarto de hotel y no quería dejarlo ir. Ese chavo sería el último que me comería. Durante los siguientes días me concentraría al 100% en el trabajo que tenía. No quería distraerme. Y sobre todo, no quería que dejara de meterme la verga.

Bajé mis manos por su pecho, su estómago y llegué a su verga que ya había tomado tamaño. Me sorprendía la rapidez con la que se le paraba. Lo empecé a masturbar. Dejó de besar mi cuello y empezó a gemir.

-Sí, sigue así. –Decía. Mordí su hombro, luego le pasé toda la lengua y terminé besándolo.

Su verga, a pesar de que estaba parada, no tenía la misma potencia y dureza que al inicio. “Igual hace el trabajo”, pensaba mientras mi mano subía y bajaba.

Nuestros sexos se comunicaron: Su verga se mojó y mi panochita empezó a soltar líquidos. Nos detuvimos, nos vimos y sonreímos. Estábamos agotados. Mis piernas temblaban de placer.

-Méteme la verga por última vez. –Le supliqué.

 A los 5 minutos se separó de mí y caminó a la cama. Agarró un condón y lo abrió. Miré feliz el suelo lleno de condones con semen. Subí mis piernas al tocador y llevé una de mis manos a mi panochita húmeda. Hice a un lado mi tanga y sobé en donde iniciaba mi rajita con las yemas de mis dedos. Despacio bajé hasta humedecer los dedos con mis líquidos.

Miré al chavo que no perdía para nada detalle de lo que hacía, mientras él se masturbaba. Saboreé mis labios.

-Méteme la verga, papi. –Le dije.

Hipnotizado, caminó hasta mí. Puso sus manos a mi lado y nos besamos. Sentía como su verga buscaba mi cuevita. La tomé en mis manos, la guie a la entrada y la metió de un golpe. Rodeé su cintura con mis piernas. Empezó a moverse.

Sus movimientos eran lentos, cansados. Yo igual estaba agotada, pero feliz. Esta verga que tenía dentro, me había sacado tantos orgasmos y estaba a punto de sacarme uno más. Mi cuerpo se movía al ritmo de los movimientos del chavo.

Los dos gemíamos de placer y de cansancio.

-No voy a aguantar más. –Me dijo entre gemidos.

-No vayas a detenerte, lo siento cerca. –Le dije. Me moví como loca.

Y de pronto, desapareció el chavo y en su lugar, estaba el gobernador. Tenía una verga enorme y me la metía hasta el fondo. Y acostada en la cama, esta Rebecca, viéndonos mientras se masturbaba.

-¿Te gusta? Puta. Te encanta la verga. No me has soltado en todo el día, no llenas, puta. –Me dijo.

-Sí, papi, dame más. Fuerte, rápido. –Y se movió con mucha fuerza y rapidez.

No fueron ni 10 segundos, cuando me llegó el orgasmo. Me puse dura y apreté con mucha fuerza al gobernador. Nos besamos.

-July, deseo tanto que termines con el gobernador para que estés conmigo. –Me dijo Rebecca.

Cuando terminó mi orgasmo, el gobernador y Rebecca habían desaparecido. Regresó el chavo que seguía bombeándome. Se puso duro y sentí como su verga, se hinchaba dentro de mí. Nos quedamos un rato sin movernos, quietos. Agotados.

Pasaron cerca de 10 minutos en esa posición, hasta que agarramos aire.

-Espero que esta si sea la última. –Me dijo. Los dos reímos. –Desde hace dos horas estas diciendo que es la última.

-Ay papi, es que me coges riquísimo y me llenas. –Le dije mientras acariciaba su cabello y nos besábamos. Se separó y se tiró en la cama. Bajé del tocador de un brinco y también me acomodé en la cama. –Y mira, no solo soy yo. Tú también estas bien puesto para cogerme.

-Es que estas bien buena. –Dijo y añadió. –Y déjame mostrar mi asombro, coges de maravilla. Haces cosas que no podré sacarme de la cabeza. Serán unos recuerdos hermosos para mi vida. –Reí orgullosa. –Tampoco es que tenga mucha experiencia con mujeres. –Me dijo. –Pero si puedo estar seguro que, sexualmente hablando, no encontraré a alguien como tú.

-¿Cuántas parejas has tenido? –Pregunté.

-Contando la que tengo, tres en mi vida. –Me dijo.

-Y ¿A poco ninguna te ha mamado la verga?

-De que lo hacen, lo hacen. Contigo es diferente. No solo la mamas, transmites mucha lujuria, calentura, no sé cómo explicarlo… -Y siguió hablando.

Recordé las primeras veces que estuve con Rafa, que me guiaba a la hora de coger. Yo, muy nerviosa, pensando en todo momento en las cosas que debía hacer para complacerlo así como él me complacía. Y terminaba sintiendo rico en mi entrepierna mientras escuchaba a mi novio decir que lo había hecho muy rico. Me sentía muy orgullosa al escuchar esas palabras.

Después de un par de años y muchas aventuras sexuales, seguía sintiéndome orgullosa al oír esas palabras.

Volteé a verlo y me miraba mientras me decía algo. Yo no lo escuchaba. Pensaba en lo que había pasado ese día. Mi lívido estaba al máximo. Mi amiga Rebecca no salía de mi cabeza. Quería pronto terminar este trabajo para ir a cobrar lo que me había dicho. Rebecca era el trofeo de mi vida y quería ir a recogerlo.

Pero ahorita necesitaba concentrarme al 100% en mi trabajo. Me gustaba mi vida sexual, lo que había aprendido y como lo usaba. Con mi cuerpo, podía conseguir lo que quisiera.

Se acercó a mí y nos besamos.

-Bueno, ya. –Dijo separándose de mí y levantándose. Me recargué en los codos y lo miré mientras se arreglaba. –Quedé en ver a mi novia hace dos horas y sigo aquí.

-No seas mandilón. –Le dije.

-No lo soy. –Dijo.

-¿Por qué no la dejas por mí? –Le dije en tono coqueto. Me miró con los ojos muy abiertos. –Conmigo tendrías de esto todos los días.

-¿En serio?

-No, amor. –Sonreí. –No soy mujer de un solo hombre. –Me acerqué y le di un pico.

Se cambió rápido y yo terminé de arreglarme. A los 10 minutos el chavo salió del cuarto de hotel. Y a la media hora, cargué mi bolsa en el brazo y salí decidida a enfrentar el problema que se me venía encima.

Salí del hotel y agarré un taxi.

-“¿Ahorita donde se encuentran?” -Mandé un mensaje desde un teléfono desechable. Rápido me respondieron.

-“En tal restaurante”.

 En 20 minutos me llevó el taxista al restaurante.

Había empezado a conocer este nuevo mundo como para darme cuenta de que el restaurante al que había llegado, era muy elegante y sin duda, costoso.

-¿Segura que es aquí? –Me preguntó el taxista mientras me veía con duda.

-¿Por qué lo duda? –Dije hablando fuerte y segura de mí misma. Lo miré sin soltarle la vista. Se volteó y no dijo nada.

Le pagué, dándole una propina muy jugosa y bajé. Se fue. Agarré tres veces aire antes de cruzar la calle, levanté mi cabeza y empecé a transpirar toda esa lujuria que me caracterizaba. Moví mis caderas de un lado para otro mostrando toda mi feminidad. Mi cabello volaba detrás de mi cabeza dejando un olor a flores, ese olor que atraería hasta la abeja más cansada.

Llegué a la puerta y me detuvo uno de los guardaespaldas.

-Buenas tardes. –Me dijo. –Disculpe, me gustaría ver su identificación. -Me quité los lentes y acomodé mi cabello detrás de las orejas.

-¿Disculpe? –Le dije en el tono más coqueto que podía fingir. Noté como trago saliva pero en ningún momento se puso nervioso.

-Que no puede entrar si una autorización previa. Este lugar es privado.

-¡Oh! Ya veo. –Dije. Saqué de mi bolsa una cartera y mostré mi identificación.

-Permítame. –Entró al restaurante. Miraba de reojo como los otros guardaespaldas me comían con la mirada y yo fingía no darme cuenta. Me quedé un rato esperando esa dichosa autorización.

De rato regresó.

-Tome. –Me regresó la identificación. –Se le va a reservar una mesa y se le asignará un personal de nuestra confianza.

-No entiendo. –Dije. -¿Por qué tantas molestias? Vengo de visita, y ando conociendo los lugares de este hermoso estado.

-No tiene que entender nada. –Me dijo. –Disculpe la grosería. –Y se hizo a un lado para dejarme pasar.

Entré al lugar. Nada más al entrar, había una recepción. Estaba una señorita hermosa, vestida con ropa muy formal.

-Buenas tardes. –Me recibió con una sonrisa hermosa. –Ya hemos tomado sus datos, señorita… -Miró su libreta de anotaciones.

-Julia.

-Julia. –Dijo y me miró. –Por el momento, estamos llenos. En 20 minutos quedará libre una mesa la cual se le asignará.

-¿20 minutos? –Pregunté.

-Sí, y le diré que tiene mucha suerte. Hay personas que esperan 1-2 horas.

Llegó una persona de seguridad y se puso a mi lado. Lo miré y era uno de los guardaespaldas.

-¿Por qué hay tanta seguridad? –Pregunté.

-Tenemos la visita del gobernador y su familia. –Me dijo la señorita.

-Entiendo. –Dije y me senté a esperar.

Hasta ese momento todo estaba saliendo conforme a lo planeado.

Pasó media hora hasta que salieron unas personas y la señorita me llevó a la mesa. El restaurante era muy elegante, se notaba apenas entrando y viendo a las personas. Todas las personas del lugar tendrían algún puesto importante en el gobierno o en alguna empresa privada. Y me di cuenta que mi forma de vestir desentonaba con todas las demás personas.

Todos iban arreglados muy formal; hombres con sus trajes y mujeres con vestidos. Incluso los niños iban arreglados muy elegantes.

Y mientras caminaba entre las mesas, sonreí y mi calentura se elevó al máximo. Ahí tenía un buffet de hombres que tratarían de seducirme para que me fuera con ellos a coger.

Busqué al gobernador y lo identifiqué. Estaba en una mesa en el centro del lugar: estaba con su esposa, y dos hijos y unas muchachas que no sabía quiénes eran. En el expediente que me dieron, los señores estaban en los 40 años. El señor tenía panza. La señora muy guapa “Está con él por el poder que le puede dar”, pensé.

El hijo mayor tenía 20 años y se llamaba Andrés y había heredado la belleza de la mamá, y el menor tenía 17 años y se llamaba Manuel y se parecía más al papá. “(NOTA: EL NOMBRE REAL LO CAMBIÉ)”

Apenas al sentarme, un mesero me recibió con una botella de vino.

-Cortesía de nuestro gobernador. –Me dijo poniendo una copa y llenándola de vino.

-¿Es el vino más caro que tienen en este restaurante? –Pregunté.

-N… n… -Tartamudeó. –No, señorita. Nuestro vino más caro, la copa cuesta…

-No me interesa el precio. –Dije. –Tráigame la botella por favor.

-Sí. –Y recogió lo que me había servido.

Empecé a repasar mi plan en la cabeza. Miré directamente la mesa del gobernador y su familia. Iba a seducir a su hijo mayor, salir con él y meterme a su familia. Ya estando ahí, entablaría una relación estrecha con el gobernador, si era necesario, dejarme coger por él y meterlo a mis negocios ilícitos. De ahí, las personas interesadas, lo tendrían en sus manos.

“Ya veo porque el otro jefe de la plaza no pudo hacer el trabajo. Este es un trabajo para un mujer”, pensé.

Regresó el mesero y me sirvió una copa de vino. La botella la puso a un lado de mí en medio de hielo. Me dio un menú y se retiró. Y me asusté al ver los precios. Eran exagerados. Cada platillo, cada porción extra. Y el vino que pedí.

-¡Wow! –Dije abriendo los ojos. Miré a lado a la persona que me cuidaba. –Esto es un robo. –Me miró sin decir nada. –Yo no quiero tanto, solo una porción pequeña. Quiero seguir manteniendo mi línea. –Le dije. No se inmutó.

El mesero regresó a los dos minutos.

-¿Qué va a ordenar? –Le di mi orden y le pedí que sirviera el platillo para una persona. –El precio será el mismo.

-No importa. –Le dije. Nuevamente quedé sola. Empecé a beber el vino. Era el vino más delicioso que había probado hasta ese momento. -¿Tengo que pedirte permiso para ir al baño? –Le pregunté a la persona que me cuidaba. Como lo esperaba, no respondió.

Caminé entre mesas, siguiendo el camino directo hasta la mesa de la familia que me interesaba. Al llegar, y quedar de frente del hijo mayor, levanté mis brazos para acomodar mi cabello y mi camisa/vestido se levantó mostrando mis hermosas piernas que brillaban por un aceite que me había puesto. Seguí mi camino sin inmutarme.

Llegué al baño y lavé mis manos. Me vi en el espejo y me gusté lo que vi. Me tomé unos 5 minutos, pensando en todos los movimientos que tenía planeados.

Salí y caminé directo a mi mesa. Me incomodaba el perrito que traía detrás de mí. Pasé nuevamente por la mesa del gobernador pero ahora no hice movimiento alguno. Llegué a mi mesa y me encontré una flor en medio.

-¿Qué es esto? –Dije mientras la agarraba y la olía.

-Es un regalo para usted, señorita. –Me dijo por primera vez el perrito que estaba a mi lado. –Es de parte del joven Manuel, hijo del gobernador.

-¿Quién es el gobernador? Y ¿Cuál hijo? –Pregunté haciéndome la tonta.

-Si desea, puedo invitar al joven a que la acompañe. –Me dijo.

-¡Ay no! –Le dije fingiendo pena. –No, o sea… No… No… No… No… No… No... No…

-Como guste. –Y nuevamente guardó silencio total.

Solo se escuchaba el murmullo de las personas a mí alrededor hablando. Mientras esperaba en la mesa bebí vino y me puse a ver a las familias; miré a unos niños corriendo entre las mesas, jugando y riendo. Había otras parejas jóvenes, comiendo, platicando, riendo. Y otras tantas familias grandes, papás, abuelos, hijos, nietos, conviviendo, platicando de cualquier tema, pasándola bien. Y me llegó nostalgia. Esa vida que miraba en esas personas, esa era la vida que siempre desee de niña. Una vida tranquila, con mi familia alrededor, disfrutando de mi vida.

“¿En serio eso deseas?”, pensé. Y antes de seguir con el pensamiento, el mesero me despertó.

-Disculpe. –Dijo. Me hice a un lado y me puso el platillo que ordené. Me sirvió más vino y se fue.

Empecé a comer. Debo decir que si en algún momento de mi vida pensé que ir a un restaurante y comer comida cara, era tirar el dinero a la basura, en ese momento el pensamiento se me borró para siempre. Desde el lugar, el servicio y la comida, todo era perfecto. Valía cada centavo todo lo que pagaría. “De ahora en adelante comeré en restaurantes de este nivel”, pensé mientras me metía un bocado de carne a la boca.

Pasaron los minutos, comía y bebía en total tranquilidad.

Pasados 20 minutos, terminé de comer. Y 5 minutos después, el mesero regresó y juntó mi plato.

-Le recomiendo tal postre, es un excelente complemento con el vino que toma. –Me dijo.

-Sí, muchas gracias. –Acepté. Y a los minutos, regresó con mi postre. Y como lo esperaba, era lo más rico que había probado en mi vida.

Seguía vigilando la mesa del gobernador y no se movían para nada. Unos minutos después, vi cómo se levantó la niña que acompañaba a Manuel y caminaba directo a mí. Llegó a mi mesa, le hizo una seña al guardaespaldas, este se fue.

-Hola, ¿Qué tal? ¿Me puedo sentar? –Me habló la niña con aquella voz angelical que tenía.

La miré unos momentos. “Es ahora”.

-Sí, claro. –Le dediqué una sonrisa muy sínica.

-Soy Alondra. –Dijo dándome la mano.

-Julia. –Le regresé el saludo.

-Julia… que bonito acento. Norteño. –Reí coquetamente. -¿De dónde eres?

-De tal estado.

-Y ¿Qué te trae por aquí? –Preguntó.

-Estoy de vacaciones.

-Escogiste un lugar hermoso para vacacionar. –Me dijo. -¿Qué edad tienes?

-19, y ¿Tu? –Pregunté.

-17. –Me dijo. Agarró la flor. –Esta flor te la mandó mi primo. Se llama Manuel y tiene 17 años. –La olió. –Al parecer le llamaste la atención.

-¿Cómo crees? Ni me conoce. –Le dije.

-¿Crees en el amor a primera vista? –Y se me vino Rafa a la mente.

-Sí. –Respondí hipnotizada.

-Eso le pasó. –Y no sé porque pero esa confesión me puso roja. Me sentí niña nuevamente. – ¡Uy! Te pusiste roja.

-No, nada que ver. –Le dije bebiendo vino. –Te seguiré el juego, ¿Cuál es Manuel? –Volteé tontamente a todas las meses.

-Mira aquella mesa. –Dijo señalando la mesa del gobernador. –El del cabello largo es Manuel. –Me dijo y lo vi. –El otro es Andrés y está con su novia, Nohemí. Y como ya te habrás dado cuenta, ellos son los gobernadores del estado. Y yo soy la prima.

“¿Así que Andrés tiene novia? Esto va a complicar las cosas”, pensé. “No puedo solamente ir a bajarle la novia a la muchacha, se miraría mal y no podría llevar a cabo los planes”. “Ni modo, tendré que darle por el lado de Manuel, aparte ya lo tengo avanzado”.

-Si te soy sincera, es guapo. –Le dije. Nuevamente sentí calor en mis mejillas.

-¿Verdad que sí? –Me dijo con una sonrisa. Y empezamos a platicar ella y yo en la mesa. Pasados 30 minutos miré como se levantaron de la mesa la familia del gobernador. –Bueno, dieron las 12 y me tengo que ir. Un gusto conocerte, Julia.

-Igualmente, Alondra. –Le dije levantándome con ella.

Sin decir nada más, se fue a la mesa. Vi como empezaron a platicar entre ellos y luego Alondra regresó.

-Oye. –Me dijo mirando el piso. –La fam… Manuel te invita a salir esta noche. Iremos a una feria que llegó hace días a la ciudad.

-Este… yo no sé. –Dije fingiendo duda. –No sé si es correcto. Apenas nos conocemos, él es el hijo del gobernador y yo… pues…

-No te preocupes, acepta. –Me dijo dando brincos y agarrándome de las manos. Ese gesto me puso muy feliz.

-De acuerdo…

-Sí.

-… Pero quiero dejar en claro que no quiero aprovecharme de ustedes ni nada de eso. –Dije.

-No te preocupes por eso. –Se acercó a mi oído y me susurró. –Yo me aprovecho de ellos. Mi familia no tiene el dinero que ellos tienen. A ti te están invitando y le gustas al hijo, aprovéchate. –Solo reí y me encogí de hombros.

Me agarró de la mano y me jaló hasta la mesa del gobernador. Mi corazón latió muy de prisa y sentí como se me salía del cuerpo. Necesitaba cocaína. Llegué y me sentí muy chiquita ante ellos.

-Hola. –Me saludó el gobernador dándome la mano. Temblé. “Concéntrate en el trabajo”. – ¿A dónde irán?

-A la feria. –Dijo Andrés que tenía de la mano a su novia.

-¿Irá alguien más aparte de ustedes? –Preguntó el gobernador. Su voz era grave y fuerte.

-No papá, solo nosotros 5. –Dijo Andrés. Asintió el gobernador. Miré de reojo a Manuel y se le notaba nervioso. Yo también lo estaba.

-La seguridad ante todo. –Me susurró la prima.

-¿Qué seguridad? –Le pregunté tontamente.

-Es la familia del gobernador, imagínate que les pase algo… Siempre están en riesgo. –Me dijo. “Cierto”, pensé. Pero lo que no sabía era que el problema de ellos era yo.

Dijeron un par de palabras más que no escuché y luego salimos del restaurante. Otras instrucciones más seguidos de un “Cuídense” y nos subimos los 5 a una camioneta. Manejaba Andrés y a lado iba Nohemí, yo iba atrás, en medio y Manuel y Alondra iban a mis lados.

-¿A DÓNDE VAMOS? –Gritó Alondra. La música iba muy fuerte. Nadie respondió. Se acercó a Nohemí y le dijo algo, esta rápido le bajó a la música.

-Vamos a la feria. –Nos dijo viéndome. Luego miró a Manuel y a Alondra. Vi cómo se agarraron la mano los dos novios.

Dimos un par de vueltas por toda la ciudad. Manuel no me habló para nada y yo iba en mi plan “Niña buena”. Llegamos a la feria. Había un mundo de gente. Nos estacionamos y bajamos.

Me espanté apenas al bajar: Vi unas camionetas rodeando la camioneta donde íbamos. Bajaron varias personas armadas.

-Estos no nos dejan solos. –Habló por primera vez Manuel. Entendí rápido.

-Es por su seguridad. –Le dije. Asintió.

-Hoy está más lleno que el año pasado. –Dijo Andrés acercándose a Nohemí que se había acercado a nosotros.

-No es que esté más lleno, es que la feria está más grande. –Dijo Nohemí.

-No le había puesto atención a eso, Mimí. –Dijo Andrés.

-Las instrucciones son no dejarlo solo, joven Andrés. –Dijo uno de seguridad que se acercó a nosotros.

-Lo sé, pero miren, es un mundo de gente y no va a pasarnos nada. Solo estén en comunicación constante. –Dijo Andrés agarrándose el oído.

-Entendido. –Le hizo una seña a los demás de seguridad y se separaron de nosotros.

-Andando. –Caminamos a la entrada. Andrés se acercó a pagar los boletos. –Quiero 5 boletos y quiero pagar el extra para que nos dejen subir a todos los juegos sin límites. –Dijo.

-Esos pagos se hacen a la hora de subir a los juegos. –Dijo el encargado de los boletos.

-El año pasado compré unos boletos así y no había tanto problema a la hora de llegar a los juegos por el cambio y todo eso.

-Sí, esta vez se cambió esa modalidad. –Dijo a secas el encargado. Andrés no dijo nada más y caminamos con nuestros boletos a la entrada. Dimos nuestros boletos y entramos.

Alondra iba muy divertida, Manuel iba algo serio. La pareja iba tomada de la mano, enamorados y yo, los acompañaba.

-Vénganse. Vamos por nuestra cuenta. –Nos tomó de la mano Alondra a Manuel y a mí y nos jaló lejos de la pareja. Nos perdimos entre la gente. -¿A dónde iremos primero?

-Vamos a jugar a dispararle a los patos. –Dijo Manuel. Me vio y asentí.

Llegamos y jugó Alondra, luego yo, que tumbé pocos patitos y al final Manuel. Se sacó un oso de peluche que rápido me regaló. Caminamos un poco más y llegamos a un juego de aros; teníamos que tirar los aros y meter dentro el premio.

-Esto es imposible. –Dije frustrada, después de tirar como 50 aros y no lograr nada. Alondra estaba igual y Manuel lo intentó también sin éxito.

Nos sentimos aun peor cuando otra persona, con pocos intentos, logró agarrar un premio. En ese momento nos fuimos a otro juego. Llegamos a la pesca, luego dardos, canicas, futbolito.

-Iré a comprar algo. –Dijo Alondra. -¿Quieren algo? –Nos preguntó.

-Algo para tomar. –Dije.

-Está bien, ya vengo. –Dije con una sonrisa. Rápido me di cuenta que su idea era dejarnos solos.

-Y ¿Bien? –Pregunté mientras mi corazón latía de prisa. Estaba nerviosa y no entendía porque. Para mí era muy fácil estar con un hombre y coger, pero con esta persona era diferente. “¿Será porque es trabajo?”, pensé.

-Caminemos mientras. –Me dijo. Caminamos como un par de enamorados: dando pasos despacio, con la cabeza baja. Empezamos a platicar. Me hizo preguntas sobre mi vida y yo le respondí con cosas falsas.

Se nos acercó un payaso y nos llenó de confeti. Reímos mientras nos limpiábamos. Él me sacudió la cabeza y yo hice lo mismo. Luego compramos un algodón de azúcar. La plática seguía y se me hizo muy agradable.

Llegamos a los carritos chocones y empecé a hacer mi juego de “niña buena”.

-Vamos a los carritos chocones. Ándale. –Le dije. Lo tomé de la mano ante su duda y llegamos a la entrada. Pagó y jugamos un rato.

El coqueteó empezó a surgir a la hora de buscarnos para chocarnos. “Tienes que hacer que caiga en tus redes”, pensé. Terminamos.

Fuimos a las tazas locas. “Agárrale la mano y finge miedo”, bueno, miedo tengo y sonreí dentro de mí mientras las tazas daban vueltas como locas. Gritaba en todo momento.

Bajamos y por unos momentos me sentí mal, mareada.

20 minutos pasaron cuando estaba lista y llegamos a rueda de la fortuna.

-Está enorme. –Le dije. –Me da mucho miedo, y ¿Si se cae? –Le pregunté.

-Es segura, mira. –Y puse atención como daba vueltas.

-Si me vas a cuidar y me aseguras que será la mejor experiencia de mi vida, me subo. –Dije en tono de niña.

-Prometido. –Me dijo y tomamos turno.

Subimos. La rueda empezó a girar. Fue una experiencia totalmente diferente, y no lo decía por el juego. La compañía despacio me envolvió. Inconscientemente, abracé su brazo y recargué mi cabeza en su hombro. La rueda giraba y estando arriba, miré totalmente la ciudad. Con sus luces encendidas, brilló todo hermoso. Dio una vuelta más la rueda y me olvidé del trabajo.

-Que hermoso espectáculo. –Le dije. –Estando aquí arriba, con esta vista, uno olvida todo lo malo y solo existe lo hermoso que es vivir, el amor, todo es perfecto.

Sentí un nudo en mi pecho, mi corazón se aceleró muy de prisa, las mariposas volaban dentro de mi estómago y me llegó el amor. Me separé y miré a Manuel. Este me vio también y nos quedamos unos segundos viéndonos. Miraba distraídamente sus labios, que indicaban que deseaban besarme. Luego me tomó de los hombros.

Estaba nerviosa. Se acomodó en el asiento del juego y despacio se acercó a mí. Lo vi venir, con sus ojos cerrados. Cerré los míos y abrí mis labios. Chocaron y me sentí enamorada. Rápido nuestras lenguas empezaron a jugar.

Se detuvo el tiempo en aquel beso, no existió más que ese momento, y no deseaba que terminara. Fue un beso rico, tierno, lleno de amor. Fue perfecto.

¡PUM! Se escuchó una explosión muy fuerte, me sobresalté y me separé de Manuel.

-¿Qué fue eso? –Pregunté asustada.

-Fue un cohete, mira. –Apuntó al cielo. Miré los fuegos artificiales en el cielo, y esto fue el momento culminante. Toda la noche había sido perfecta con ese niño.

Despacio, empezaron a bajar a las personas. Me sentí incomoda por el beso que le había dado a Manuel y de nueva cuenta “Y no sé porque, si muchos hombres me han cogido”.

Bajé mi cabeza apenada y esperé el momento para bajar el cual, se me hizo muy largo. Todo fue silencio. Cuando tocó nuestro turno, primero bajó el muchacho y luego me dio la mano para bajar. “Todo un caballero”, pensé.

-Gracias. –Le dije.

-Vamos a buscar a los otros. –Dijo. Y caminamos en silencio.

Mi mente iba en blanco, no sabía cómo actuar. Siempre había sido una puta pero ahí no era el momento de serlo, sino que debía ser una princesa. “Una princesa como siempre lo he deseado”.

-¡Bu! –Di un brinco al sentir unas manos en mi espalda seguido de unas sonrisas. –Te asustaste. –Volteé y era Alondra. –Teníamos rato buscándolos.

-Andábamos en la rueda de la fortuna. –Dijo Manuel.

-Es hora de irnos. –Dijo Andrés.

“¿Tan pronto?”, pensé y miré la hora, ya había pasado la media noche. Caminamos fuera y llegamos a la camioneta. Nos quedamos solas Alondra y yo.

-¿Qué pasó? –Me dijo divertida. –Se te ve una cara… ¿A poco ustedes dos…?

-Cállate, tonta. –Dije y me di cuenta que había sonado como toda una de esas niñas fresas. Pero ahora había salido de manera natural y nada fingido.

-Ya tengo prima. –Dijo feliz.

-No, para nada. Ya cállate. –Repetí.

Subimos a la camioneta, les dije el hotel donde me hospedaba y nos fuimos. En 20 minutos llegamos.

-Muchas gracias, me la pasé muy bien. –Les dije cuando me iba bajando.

-Manuel, acompáñala a pasar. –Le dijo Andrés a su hermano. Rápido se bajó y se puso a un lado.

-No, no te preocupes, estoy bien. –Le dije con una sonrisa nerviosa.

-No pasa nada. –Me dijo y caminamos rumbo al hotel.

Pedimos entrada, subimos en el elevador y llegamos a mi habitación.

-Te agradezco, me divertí como hacía mucho que no lo hacía. –Le dije cuando estábamos parados en la puerta de mi cuarto.

-Yo también la pasé bien, la compañía fue muy especial. La mejor que he tenido en mi vida. –Dijo. Mi corazón saltó de alegría. “Pero ¿Por qué siento esto?”, volteé y lo miré a los ojos.  “Sus ojos no transmiten lujuria, entonces, ¿Por qué me dice esto? ¿No me quiere coger? ¿Me ama de verdad?”, miles de dudas en mi cabeza.

“Rafa es el único hombre que me entiende perfectamente. Me ama y lo amo. Y es parte esencial en mi mundo, en mi vida. Manuel, me ama, de diferente manera, es el hombre perfecto, el ideal para mí. Y así dije de Cesar y terminé matándolo. No. Manuel es diferente, él me ama de diferente manera, para él soy una princesa”, pensé. “Pero yo no soy una princesa, yo soy una criminal que está aquí para arruinarles la vida” y solté una lagrima. Rápidamente me lancé encima de Manuel y le di un beso.

-Discúlpame. –Le dije entre sollozos. –Será mejor que no me busques.

Corriendo entré a mi habitación y cerré la puerta. Me lancé en la cama y comencé a llorar.

-No merezco un hombre así. –Dije y me dormí con este pensamiento.

Me desperté asustada. Vi la hora, eran las 8am. “Muy temprano”. Traté de dormir pero ya no pude. Manuel no salía de mi cabeza.

-¿Qué te pasa? –Dije cuando me desnudé completamente y me miré en el espejo. -¿A poco si estás enamorada? –Me bañé con ese pensamiento en la cabeza. –Me iré de la ciudad, regresaré a mi pueblo natal. No voy a arruinar a otra familia.

Salí y empecé a arreglarme. Sonó mi teléfono y vi que era un número que no conocía.

-¿Sí?

-Hola Julia, ¿Cómo amaneciste? –Rápido reconocí la voz, el militar.

-Bien. –Dije a secas.

-Tu respuesta me da a pensar que hiciste algo en la noche. –Me dijo en tono divertido. “Irme de la ciudad no será tan fácil como creí, me vigilan todo el tiempo, saben de mí. Estoy realmente en problemas”.

-Esto es despacio. –Respondí.

-No te tardes mucho. Siempre hay más opciones. –“Me amenazó”.

-El trabajo se hará. –Le dije.

-Eso espero. –Y colgamos.

Tiré a la cama el celular lo más fuerte que pude. Esnifé cocaína y me entró un coraje enorme. Me senté en la cama.

-Tranquila Julia, con él no podrás. Está en otro nivel. –Me dije. Agarré aire y empecé a idear millones de planes para no afectar a la familia.

Me vestí y para medio día, salí del hotel. Al bajar me habló la recepcionista.

-Dígame. –Le dije.

-Le dejaron esto esta mañana. –Me dijo mostrándome un enorme ramo de flores rojas. –Está muy hermoso. –Me dijo.

De nueva cuenta, sentimientos encontrados. Era precioso el ramo. La señorita de la recepción me dio una nota.

-“Cada flor representa cada momento que pasamos juntos anoche y que fui feliz”. Miré el ramo, eran cientos, miles. “Que exagerada soy”, reí.

-Señorita, me pidieron que cuando bajara, la acompañara a la salida. –Me dijo uno de los trabajadores del hotel.

-¿Perdón? –Dije.

-Por favor. –Me hizo un ademan con su brazo para que saliera del hotel. Tomé el ramo en mis brazos. Iba caminando roja de la pena al ver que unas personas me miraban con el ramo en las manos.

Al salir, mi corazón latió de alegría al ver a Manuel parado a un lado de un limosina. Sonreí y me sonrió. Caminé, floté directo a él.

-Buenos días. –Me dijo dándome un beso en la mejilla. –Disculpa todo este espectáculo que hice para ti.

A pesar de tener dinero, nunca había disfrutado tanto de las comodidades que daba. Miraba asombrada la limosina.

-Muchas gracias. –Le dije. –Están hermosas.

-Quiero invitarte a salir. –Me dijo. Lo miré con tristeza. –Si quieres o no puedes, no te preocupes, yo entiendo. Quizá tengas otros planes.

-No, no tengo nada que hacer. Solo que… ¡Wow! Todo esto me tomó por sorpresa. –Le dije.

-Eso es un ¿Sí? –Dijo.

-Sí. –Dije feliz. Abrió la puerta y entré. Miré una mesita en medio donde había una caja de pizza. Manuel entró por el otro lado.

-Vámonos. –Le dijo al chofer por un micrófono. Arrancó. –Esta es la pizza más rica que probarás en tu vida. –Abrió la caja y el olor me llegó hasta el alma. Sirvió dos rebanadas. Empezamos a comer.

Sin duda, era la pizza más rica. Platicamos en el camino. Luego de un rato, llegamos a un parque de diversiones.

-Este es el mini golf del que te platiqué. –Me dijo. Bajó y me abrió la puerta.

Fueron horas de paz, diversión y mucho coqueteo.

Cuando terminamos, subimos de nueva cuenta a la limosina. Me llevó a unas hamburguesas que estaban a lado de un lago. Las mesas estaban a la orilla del agua y había patos que se acercaban y se metían entre los pies.

Fue otro rato divirtiéndonos.

Ya para oscurecer, me llevó a mi hotel. El camino fue un poco más silencioso. Llegamos y estuvimos un rato en silencio.

-Otro día muy bueno, muchas gracias. –Le dije y me despedí de beso en mi mejilla.

-Ojala se repita. –Me dijo y asentí.

Me bajé y como el día anterior, apenas entré al cuarto de hotel y comencé a llorar.

Los siguientes días nuevamente pasó por mí al hotel. Salimos con su prima y eso me hacía sentir más tranquila. “No quiero enamorarme completamente”, pero era tan perfecto todo.

30 DE DICIEMBRE 2008

-¿Harás algo mañana? ¿Tienes algún plan? –Me preguntó Manuel cuando nos despedíamos.

-Nada. Como ves, estoy de vacaciones y mi único plan era pasarla en mi cuarto de hotel. –Respondí.

-Te invito a nuestra casa mañana a pasar el 31 de diciembre. Mis papás lo aceptan, y así no lo pasarás sola. –Lo pensé un rato.

-Estos días han sido increíbles que quisiera ver que sorpresa me depara la vida mañana. –Dije.

Nos despedimos y nuevamente a llorar.

31 DE DICIEMBRE 2008 – 1 DE ENERO 2009

Faltaban minutos para que terminara el año y comenzara un nuevo año.

Toda la familia se había portado muy bien conmigo. Manuel había sido perfecto conmigo, Andrés y su novia me habían tratado como si ya fuera una más de su familia y entre juegos, Andrés ya me decía cuñada.

La mamá me había atendido en todo momento, le ayudé a preparar y servir la cena. Platicamos y reímos mucho. Y el papá, gobernador, a pesar de marcar un límite muy marcado conmigo, en ningún momento había sido grosero conmigo y también me daba un lugar especial en la familia.

Todo esto que estaba pasando era lo que siempre había soñado en mi vida; la familia de mi novio era perfecta para mí. Ese día, olvidé por completo quien era y vivía únicamente lo que quería ser.

Era una princesa.

Y como toda princesa, empecé a soñar con un final feliz. Y el final feliz de ese día llegó.

Subimos a la azotea de la casa, Manuel y yo. Inconscientemente, íbamos abrazados. En silencio. Llegamos a la orilla.

Empezamos a escuchar la cuenta regresiva; 10, 9, 8… mi corazón se me salía del cuerpo, se acercaba el momento y estaba lista para aceptar cualquier propuesta. Estaba enamorada… 7, 6, 5, 4, 3…

-¿Quieres ser mi novia? –Dijo.

Y entre aplausos, gritos, fuegos artificiales, extendí mis brazos y rodeé su cuello. Él me tomó de la cintura y terminamos/iniciamos el año con un beso.

Continuará.

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