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Sexo en la Política (3) La Princesa parte 2

en Orgías

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2009

Me olvidé de todo. Me olvidé de quien era, de lo que había hecho, de porque estaba ahí. Me olvidé de drogarme, de coger. Era una nueva persona.

Dejamos de ver la película y nuestro único deseo era besarnos. Nuestras bocas estaban unidas y nuestras lenguas enredadas. Me sentía cómoda en ese momento. Manuel no había dado señales de que le interesara el sexo en ese momento. De alguna manera, su trato hacía mí, calmaba mis ganas de coger, con él o con otros.

Acariciaba mi cintura, yo tenía mis manos alrededor de su cuello.

Mi panochita palpitaba muy rico, pero no me pedía a gritos sexo. Estaba tranquila, disfrutando de ese momento perfecto con mi novio.

-Disculpen. –Dijo mi nueva suegra. No había entrado a la sala, pero su plan era no incomodar así que nos gritó desde lejos. Nos separamos rápido y solo sonreímos como dos enamorados. Se abrió la puerta y entró. –Manu. –Le dijo a mi novio. – ¿Tienes todo listo para el viaje? –Le preguntó.

-¿Tengo que ir? –La mamá asintió.

–Tú sabes que tú papá hace un gran esfuerzo en este trabajo, les da todo pero a cambio pide compañía.

-Lo sé, pero es que…

-Julia, ¿No quieres venir con nosotros? –Me preguntó mi suegra.

-Me encantaría. –Respondí.

-Pero… -Dijo Manuel, recargándose en el sillón molesto.

-No seas así. –Le di un golpe en la pierna. –En tal ciudad tengo familia. De hecho ellos me dieron asilo cuando llegué a la ciudad, luego viajé aquí. –Continué. -Me hablaron y quiero ir a verlos. Reportarme más que nada, para que no se preocupen. –Dije.

-Manuel, no seas grosero. Entiéndela. –Le dijo mi suegra. Volteó a verme. –Claro Julia, nuestro viaje es de una semana. Ve a ver a tu familia tranquila.

Platicamos un rato. Nos quedamos solos, nos volvimos a besar.

Para la noche, Manuel me fue a dejar a la central de autobuses. Tenía que guardar las apariencias frente a estas personas y tuve que tomar un autobús. Me incomodó bastante. Ya estaba acostumbrada a los lujos de una camioneta y un chofer.

Me despedí.

El viaje a mi ciudad fue largo y cansado. Trate de dormir en el camino pero empezaron a torturarme mis pensamientos; “Son buena familia”, “Manuel es increíble”, “Lo amo”, “Si hablo con los militares, los dejarían en paz”, “Puedo convencer a todos cogiendo, se lo propondré al jefe”. Todo el camino fueron estos pensamientos.

Estaba en un problema grande, enorme. Esta familia me estaba ofreciendo lo que siempre quise y no podía tenerlo. Llegué a mi ciudad. Bajé del autobús con miedo. “Estas personas tienen todo vigilado”.

Agarré un taxi y me llevó a mi casa. Llegué y no vi la camioneta. Entré y todo estaba muy limpio. “La señora es muy dedicada en esto”, pensé.

Subí a mi cuarto y me desnudé completamente. Me metí a bañar, luego salí y me dormí.

Me despertó el sonido de la puerta.

-¿QUIEN? –Grité asustada.

-Soy yo. –Escuché la voz de mi mano derecha.

-AHÍ VOY. –Dije. Me levanté y me vestí me manera muy casual.

Bajé las escaleras y estaba solo mi mano derecha en la mesa con comida. Me senté.

-¿Qué tal ha ido todo? –Pregunté.

-Está muy grueso, por todos lados nos vigilan. –Me dijo. –Me sorprende que no hayan venido en cuanto la vieron.

-¿Dónde están? –Pregunté. Mi corazón quiso salirse de mi cuerpo.

-Venga. –Caminamos hasta una ventana, abrió la cortina y me señaló una camioneta que estaba metida en una casa. –Ahí están. Todo el tiempo entran y salen personas. Visten como civiles. –Regresamos a la mesa. El hambre, que era poca, se me quitó. -¿Cómo va con el encargo? –Me preguntó.

-Bien. –Dije mientras jugaba con la comida. Bajé la cabeza. Deseaba decirle que todo iba perfecto, y la realidad es que sí iba muy avanzada, pero no quería seguir.

Silencio. Solo se escuchó como comía.

-¿Qué pasa? –Me preguntó rompiendo el silencio.

-¿De qué? –Respondí muy a la defensiva.

-¿No ha avanzado nada? –Me preguntó.

-No es eso. –Dije. Silencio.

-No está sola. –Me dijo agarrando mi mano y solté el llanto.

-¿Qué hago? –Dije entre lágrimas. –Son buenas personas, el gobernador, la esposa, los hijos. Incluso la prima. Me tratan como una princesa. –Y no aguanté más el coraje. – ¡SOY UNA PRINCESA! –Miré a mi mano derecha y él solo me miraba sin decir nada más.

-Entiendo lo que dice. –Me dijo bajando su cabeza. –Eso lo descubrí cuando conocí a mi novia y lo perdí todo cuando me la quitaron de las manos. –Seguía llorando. De pronto miré que mi mano derecha también estaba llorando. –Y también descubrí que de este mundo no se puede salir, al menos que sea en ataúd. –Se limpió las lágrimas. – ¿Qué fue lo que pasó? –Sus palabras me habían hecho agarrar confianza.

-Me enamoré. –Silencio. –No solo del hijo del gobernador, me enamoré de la familia, de la vida. Eso es algo que siempre soñé… -No pude continuar.

-El plan era perfecto, lo hablamos muchas veces aquí. ¿En qué falló? –Preguntó.

-No fallé en nada. Era meterme con uno de los hijos, despacio seducir al gobernador y luego grabarlo mientras hace los negocios ilícitos. –Dije. –Voy bien.

-Pero…

-Ya no soy capaz de hacer eso. Quiero seguir de novia con el hijo del gobernador.

-Y está consiente de que ya no puede hacer eso, ¿Verdad? –Dijo mi mano derecha y puso una bolsa de cocaína en la mesa.

-Sí.

-¿Entonces? ¿Qué hará? –Me preguntó. Me limpié mis lágrimas, y como si me hablara, agarré y esnifé cocaína, rompiendo esas semanas que tenía sin hacerlo.

-Mira… -Y hablé.

Mi mano derecha sacó una botella de tequila y empezamos a tomar mientras nos drogábamos.

Luego de un rato, el tequila empezó hacer efecto y la plática cambió de tema.

-Sí, descubrí a mi novio con su prima… Si vieras a la prima ¡Wow! Es la mujer más buena que tú vas a ver en tu puta vida. –Le dije.

-¿Tanto así? –Dijo y bebió tequila.

-Y si te lo preguntas, yo ya me la comí. –Le dije y levanté mi shot en señal de brindis y luego bebí.

Nuestros labios estaban unidos. El sabor del tequila provocaba que no quisiera dejar de besarlo. Por nuestros labios, se salía el alcohol, recorría nuestra barbilla hasta que se tiraba. Lo agarré de la cara y me separé, para luego, lamer todo rastro de tequila que le quedaba en su rostro.

-Nunca te he dicho, pero me cogí al novio de mi amiga. –Dije y reímos.

-Cuenta, cuenta, cuenta. –Me dijo animado.

-Sí, ella andaba ebria y él y yo la fuimos a dejar a su casa, la dejamos y fuimos a su casa a coger. –Bebí otro shot de tequila. –Fue la primera vez.

-Y ¿Tú amiga nunca supo? –Me preguntó.

-Claro que sí, nos encontró cogiendo. Me tenía bien ensartada cuando nos vio. –Le dije. Mi mundo empezaba a moverse.

-Y ¿Qué pasó?

-Nos agarramos a madrazos. –Sonreímos. –Sí, yo desnuda, con mis tetas colgando y saltando para todos lados. –Me quité la playera y mi brassier, y moví mis tetas para arriba y para abajo. –Así mero se movían.

-Y entonces el profe me cogió en un salón. Tenía que sacar 10 y como soy excelente para coger... –Le dije. Sin darme cuenta mi mano derecha besaba mi cuello y acariciaba mis tetas. –Sirve más tequila. –Le dije y se levantó.

-¡Ay! Así mamaba mi panocha Cesar. –Tenía mis piernas rodeando la cabeza de mi mano derecha. –Sigue, así, así… -Lo apreté contra mí.

-Una vez me prostituí con 5 chavos y uno de ellos tenía una verga enorme. -Me saqué la verga de la boca y lo masturbé mientras le contaba mi anécdota.

-Hazlo profundo, puta. –Me dijo casi gritando.

-No puedo, pero mi hermana es una experta en metérsela toda. –Le dije. –A mí me gusta mamar verga, pero nunca he podido comérmela toda.

Puso sus manos en mi cabeza y me llevó de nuevo a su verga.

-Soy la mera verga. –Dije, me llevé la botella de tequila a la boca y bebí. Mi mano derecha me llevaba cargada, clavada en su verga. Íbamos subiendo las escaleras golpeando las paredes. Llegamos al pie de las escaleras y nos caímos.

-Disculpa. –Dijo asustado.

-No te perdono, pendejo. Me la sacaste, ahora aquí me vas a coger. –Dije. Lo jalé hacía mí y nos besamos. Su verga no tardó en encontrar la entrada de mi panochita. –Sí, muévete, dame más, más, más.

-Muerde mis pezones. –Le dije cuando me incliné hacia él. Lo estaba montando. Agarré la botella de tequila y bebí, luego la puse frente a su rostro y le vacié en toda su cara. Agarró mis tetas y detuvo mis movimientos. Luego mi mano derecha, muy torpemente empezó a darme rápido y fuerte. Yo gemía de placer.

-Esto es lo que soy, una perra. –Le dije cuando me daba de perrito. Me jalaba del pelo muy fuerte y me gustaba. –Tráeme coca, pendejo. –Dejó de cogerme y vi cómo, de un lado para otro, salió del cuarto.

Me recosté en la cama y cerré mis ojos.

El movimiento de mi cuerpo, arriba y abajo, me despertó. Mis piernas estaban en los hombros de mi mano derecha. En cuanto desperté, tuve un orgasmo. Solo solté mi cuerpo. Cerré nuevamente mis ojos.

La verga estaba dentro de mi boca y me pegó un chorro en el paladar, luego otro, y otro…

SIGUIENTE DÍA

La luz del sol me pegó en la cara. Abrí mis ojos y todo empezó a darme vueltas. Mi cuerpo me avisó de algo y rápido corrí al baño y saqué todo lo que traía dentro.

No podía con el mareo, me sentía fatal. Abrí la regadera y me tiré en el suelo. El agua estaba helada. Seguía vomitando. “Por favor, ya para”, pensé. Cuando se me quitaron las ganas, me levanté y caminé a la cama y nuevamente me acosté. Cerré mis ojos pero el mareo me impedía dormir.

“¿Qué pasó?”, pensé. Bajé mis brazos y me sentí desnuda. Despacio los recuerdos me empezaron a llegar. “Cogí con mi mano derecha”. Toqué la demás cama y no había nadie, estaba sola. “¿Si cogí con él?”, me pregunté. “Droga… tequila… allá abajo… subimos… sí, cogí con él”.

-No puede ser, Julia. –Dije pegándole a la cama. –Y ¿La princesa que dijiste que serías? ¿Dónde está? Y ¿Manuel? –Agarré aire. –Tranquila, tranquila. Todo se va a quedar aquí. Nadie se va a enterar.

Pero no podía sacarme esos pensamientos. Incluso el mareo era menos. Hasta que el cansancio me ganó y me dormí. Abrí mis ojos y estaba oscuro fuera.

Sentía un poco de mareo y mucha hambre. Me levanté, me bañé y me arreglé de manera muy casual. Con mucha pena, cosa que no sentía desde que empecé a coger con Rafa, le hablé a mi mano derecha.

-Oye, tengo hambre, ¿Puedes venir por mí?

-Si, en un momento llego allá.

Me daba miedo enfrentarlo. “Pero, ¿Por qué? Has hecho esto miles de veces”. Empecé a temblar. A los 20 minutos, escuché la camioneta seguido de un claxon. Salí de la casa temblando y subí a la camioneta.

-Buenas noches. –Dije con la cabeza abajo. “Rafa me cogió por primera vez y luego la segunda fue en las parcelas y sentía lo mismo que ahorita. Pero, ¿Por qué?”, pensé.

-Buenas noches, señorita. ¿A dónde vamos? –Me preguntó de manera muy natural.

-Este… -Dudé. –A cenar. –Dije y tragué saliva.

-¿A dónde mismo? –Me preguntó.

-S… Sí. –Le dije.

Avanzó y todo el camino fue en silencio. Llegamos a un restaurante de comida natural y comimos en silencio. Estaba muy nerviosa. Terminamos y salimos.

-¿A dónde? –Preguntó.

-A… a… llévame un rato a… por la ciudad. –Dije tragando saliva. “Julia, tranquila. Es uno más en tu lista. Incluso este ya te ha dado por el culo”. Luego de media hora, en silencio, le dije que me llevara a la casa de seguridad, donde tenía mi dinero.

En 10 minutos llegamos.

Bajé y toqué la puerta.

-¿Quién? –Escuché la voz de mi guardia.

-Julia. –Dije. Abrió rápido. Entré. -¿Co… cómo está? –Dije tartamudeando al verlo y recordar que esa persona también me había cogido.

-Muy bien, señorita. ¿Quiere pasar a ver? –Me preguntó. Asentí con la cabeza.

Abrió la puerta y bajé las escaleras, hice todo el recorrido y miré ante mí la puerta que cuidaba mi dinero. Abrí la puerta y ahí estaba la enorme torre. Desde la última vez que la vi, estaba más grande.

-¿Qué es esto? Julia. –Dije y me senté a llorar en la silla que tenía ahí. –Ya deja esto, déjalo por la paz. -5, 10, 15 minutos. Agarré aire. Esnifé cocaína. –Sea como sea, hagas lo que hagas, eres una mujer con valor, fuerte. Te has abierto camino sola, desde niña, al tomar la decisión de coger, al estudiar, al enfrentarme a mi mamá para tener novio, al enfrentarme a todo lo que me ha puesto la vida. Eres fuerte y tú puedes. -Y sin contar, agarré un montón de billetes y salí decidida de ese cuarto. Subí las escaleras y caminé a la salida. –Te encargo. –Le dije a mi guardia.

Salí y subí a la camioneta.

-Y ¿Bien? –Me preguntó.

-Llévame a mi casa, pero a la de la otra ciudad. –Le dije.

-¿Tan noche? –Me preguntó.

-¿Algún problema? –Le dije perdiendo todo miedo y con seguridad. Lo miré fijamente y trató de sostenerme la mirada.

-De acuerdo. –Y salió rumbo a otra casa.

Bajé los vidrios y cerré mis ojos. El aire me pegaba en la cara. “Esta semana, voy a coger con medio mundo. Si me sigo sintiendo mal, entonces me decidiré por Manuel. Y si esto me gusta, entonces será por ser una puta”, pensé en el camino.

Sentí la brisa y la arena en mi cara, señal de que estábamos llegando. Al rato se detuvo y abrí mis ojos. Estábamos frente a mi casa.

-Aquí me quedaré a dormir. –Y añadí en cuanto vi que quiso hablar.  -Te hablo temprano en la mañana. –“Esta noche no seré tuya”, pensé.

Bajé y entré a mi casa. Estaba reluciente de limpio.

-Te tengo abandonada, amor. –Le dije. Encendí un par de lámparas y puse música. Me quité el pantalón y la blusa y caminé en ropa interior hasta mi cuarto.

Abrí mi closet y busqué un baby doll. Agarré uno negro. Me lo puse. Era en dos partes y estaba unido por un hilo que salía de mis tetas y se unía en mi espalda. A la altura de mis tetas, estaban tres hilos que se amarraban en la espalda. Y desde mi cintura y mis piernas, estaba abierto. Era transparente.

Me quité el calzón que traía y me puse una tanga color negro. Abajo unos tacones del mismo color. Me maquillé un poco, me limpié la boca y caminé hasta donde estaba una mesa llena de papeles.

Agarré un anuncio donde ofrecían servicios sexuales. Tenía muchos. Los tenía para darme ideas y ponerlas en mi negocio. El que agarré, ofrecía servicios de masaje a mujeres. Marqué el número.

-Sí, buenas noches. –Me respondió un señor.

-Buenas noches, quisiera un servicio. –Le dije.

-De acuerdo señorita, ¿Ya conoce nuestros paquetes? –Me preguntó. Negué. Los dijo.

-Quiero toda la noche, pero disculpa, quiero a tres y toda la noche. –Le dije.

-Eso le saldrá un poco más caro y con algo extra. No todos nuestros muchachos se animan a algo así.

-Pero, ¿Si me los puede conseguir? –Pregunté. –El dinero no es problema.

-Sí, claro, deme sus datos. –Se los di. –Llegarán en media hora por la distancia. Gracias.

Mientras los esperaba, encendí un par de velas, saqué vino y copas y me mojé imaginando como me los iba a coger. El tiempo se me hizo eterno hasta que tocaron la puerta. Me puse una gabardina. Me levanté con el corazón queriéndose salir.

Abrí y estaba un señor.

-Buenas noches, venimos a entregarle un paquete.

-¿Un paquete? Disculpe, no he pedido nada.

-Es usted la señorita ¿Julia? –Me preguntó.

-Sí.

-Pasen muchachos. –Y frente a la puerta aparecieron 3 muchachos, hermosos, con un cuerpazo que se notaba debajo de sus playeras ajustadas. Traían unas cajas en los brazos. Hipnotizada, me hice a un lado para dejarlos entrar. “Estos son los míos”, pensé.

Entró el señor y cerré la puerta tras él.

-¿Qué es esto? –Dije riendo.

-Somos un negocio con mucha discreción. Para que nuestras clientas pueden estar seguras. –Me dijo.

-Cuando los vi, me asusté. –Me tapé la boca de la risa. -¡Wow! Muy bien hecho chicos. –Dije aplaudiendo.

-Pidió a tres muchachos. Ellos son. Con confianza, acérquese. Toque la mercancía. –Volví a reír. Me acerqué a uno y toqué sus brazos. Luego a otro y sin pena, nos besamos. -¡Wow! Tiene muy buena mercancía. –Dije. Me abracé de los dos muchachos. Variaban sus estaturas pero en una media, yo les llegaba a los tres a los hombros.

-¿Qué le parecen? –Me dijo.

-Necesito verlos desnudos. –Dije.

-No puedo mostrarle más, tocar sí pero ver aún no. –Me dijo.

-Créame, me voy a quedar con ellos.

-Entonces, a los negocios. –Y pagué. Y me dijo que el extra era para los muchachos, que yo me arreglara con ellos. Dicho esto se fue dejándome sola con tres muchachos que llegaron ahí para cogerme.

-Tomen asiento. –Les dije en cuanto regresé a la sala. Se sentaron. –Oye tú, sírvenos vino. –Le dije al chavo con el que no había interactuado. Me dio una copa y una a sus compañeros. Se acercó a mí y me abrazó de la cintura. –Por esta noche, ¡Salud! –Les dije y bebimos.

-Hermosa casa. –Me dijo el de piel blanca. Los otros dos eran de piel morena. -¿Es de usted?

-No me hablen de usted. –Les dije. –Esta noche ustedes me meterán la verga y eso significa que nos perderemos el respeto. -Llevé mis manos al cuello del chavo que estaba a mi lado. Lo vi a los ojos, tenía unos ojos preciosos. Y sin pensarlo más, nos besamos. Me pegó a su cuerpo y mis tetas enormes tocaron su cuerpo firme.

Mi lengua tocó cada parte de su boca, peleó con su lengua, probó cada rastro de saliva que soltaba. Fue todo un placer besarlo. Me separé de él y lo vi con mucha excitación. Estaba ardiendo. Quería que me metiera la verga. “Tranquila Julia, los tienes para ti solita y toda la noche”, pensé.

Aplicando un poco de fuerza, lo llevé hasta la pared y me puse de espaldas a él. Sobé mis nalgas donde despacio se formaba algo duro. Levantando el dedo indice, les hablé a los otros dos muchachos para que se acercaran. El chavo de los ojos bonito movía sus caderas y sobaba su verga en mis nalgas mientras me tomaba mis caderas y me movía a su ritmo.

Los otros dos chavos se acercaron y abrí la boca para besar al de piel blanca. El moreno, mientras, besó mi cuello y tocó mis tetas por encima de la gabardina.

Dejé de besar al de piel blanca y ahora mi lengua se metió dentro de la boca del moreno. Este, con su lengua golpeaba mi paladar, era una sensación increíble. Estaba en el cielo sintiendo tantas manos en mi cuerpo.

Sentí unas manos alrededor de mi vientre, y despacio buscaba el cinto de la gabardina.

-Esperen muchachos. –Les dije. Se detuvieron. –Aquí la que manda soy yo. –El blanco y el moreno se separaron un poco y me vieron con cara de asustados. –Tranquilos, no se asusten. Ustedes pueden hacerme lo que quieran, pero a mi ritmo. Tenemos toda la noche. –Tomé de la mano al de ojos bonitos y nos metimos entre los dos muchachos. Llegamos al sillón, se sentó primero y yo encima de él. –Vengan y sirvan un poco más de vino. –Los cuatro agarramos las copas y bebimos. –Cuéntenme, ¿Qué edad tienen? –Les pregunté.

-¿La edad importa? –Preguntó el de piel blanca.

-¿Quién sabe? ¿De qué edad me miran? –Les dije sonriendo y bebí más vino.

-Te miras de 15 años. –Me dijo el de ojos bonitos. –Pero no damos servicio a menores de edad, así que mínimo has de tener 18. –Lo vi y lo besé. Sus manos enormes acariciaban mi cintura.

-O eres una traga años y has de tener algunos 25 años. –Dijo el moreno. –Nos han tocado así. –Dejé de besar a mi hombre y lo vi sonriendo.

-Y ¿Si les digo que soy menor de edad? –Les dije y los tres pusieron cara de sorpresa. Pero el que se sorprendió más fue el blanco. Me levanté y fui a sentarme en sus piernas. -¿Te excita que sea menor de edad?

-Me calienta como no tienes una idea, pero cierto, no te hubieran aceptado si lo fueras… -Le puse un dedo en su boca para callarlo.

-Con dinero, baila el perro. –Le dije mirándolo directamente a los ojos. –Pagué mucho dinero por ustedes y aparte le di algo extra a su jefe para que me vinieran a coger siendo menor de edad. –El de piel blanca, subió un poco mi gabardina y acariciaba mis piernas. Volteé a ver al moreno, le pedí su mano, lo jalé y nos besamos.

La música sonaba de fondo. El olor de las velas inundó el ambiente. Y yo estaba ardiendo.

-Entonces, ¿La casa no es tuya? –Preguntó el de piel blanca.

-¿Ustedes creen que no pueda conseguir una casa así? –Se vieron sonriendo. –Entonces, adivinen.

-Es casa de tus papás, por el lugar donde está son de dinero pero te dejan mucho tiempo sola. –Dijo el de ojos bonitos.

-Mal. –Dije.

-Estás de vacaciones con amigas. –Dijo el blanco. –Ha de ser una especie de despedida de soltera. Ellas te dieron este espacio para que disfrutes tus últimas noches de soltera.

-Mal. –Y le planté un beso. –Y ¿Tú? –Le pregunté al moreno. Se quedó un rato pensando.

-Yo no creo que seas menor de edad. Más bien creo que eres la amante de tu jefe.

-Cuenta más. –Le dije soltando líquidos en mi entrepierna. Me bajé de las piernas del de piel blanca y me senté encima de él.

-Esta es su casa donde viene a verse contigo, él ahorita está con su familia. Por el dinero que te paga te puedes dar muchos lujos, como este por ejemplo.

-Y ¿Por qué crees que yo pagaría un servicio como este? ¿Crees que no puedo conseguirme a alguien? –Pegué mis labios a los suyos, sin tocarlo y pude sentir su respiración y pecho agitados. Esta excitándose con la simple idea que daba.

-Porque eres caliente, te gusta el sexo y esto para ti es la gloria. Te excita la idea de pagar y coger con tres. –Solo se escuchó el sonido de la música.

Me quedé un rato viéndolo y él me sostenía la mirada. “En lo último tiene totalmente razón”, mi tanga estaba húmeda.

Me levanté y lo jalé para que se levantara. Nos pusimos de pie, en medio de los dos chavos.

-Bien. Les voy a presentar lo que se van a comer. –Les dije. –Luego de hacerlo, llegaremos a un trato y si lo aceptan, ganarán mucho dinero.

-¿Qué tanto? –Dijo el de piel blanca.

-No pienses en el dinero, piensa en que me comerás. –Le dije. Puso cara de molestia. –Quítame la gabardina, papi. –Le dije dándole un pico. Se acercó y quitó mi cinto. Caminó detrás de mí, estiré mis manos y sacó mi gabardina quedando totalmente en babydoll. Vi la cara de bobos de los chavos comiendo mis tetas. - ¿Qué les parece? –Pregunté.

Vi que se levantaron para tocarme.

-¿Podemos?

-No, la mercancía no se toca. Solo admiren. –Los tres no apartaban la vista de mis tetas.

-Ahora sí creo lo del jefe. –Dijo el de ojos bonitos. –Con esas tetas y si fuera jefe, te comería todos los días y te mantendría.

-Esa historia del jefe fue la que estuvo más cerca pero igual estaba errónea. –Les dije.

-Entonces ¿Cuál es la historia real? –Me preguntaron los tres, acomodándose en el sillón y viéndome de pies a cabeza.

-Estuvo en lo cierto su amigo en que he utilizado mi cuerpo para ascender en el trabajo que tengo. –Agarré mis tetas y las moví arriba, abajo. –Sobre todo estas, que las sé utilizar muy bien. Pero ahora yo soy la jefa. –No me pusieron atención, ellos seguían con su mirada en mis tetas.

Vi que se sobaban su paquete. Yo también ya estaba ardiendo y deseaba una verga dentro de mí.

-Estás bien buena, amiga. –Me dijo el blanco.

Estiré la mano en señal de que se acercara. Se levantó, me dio la mano y salimos rumbo a la alberca.

-Vamos. –Les dije a los otros dos. –Se levantaron y me siguieron. Salimos y nos pusimos en la orilla de la alberca.

-Pero no nos dijiste cual es el trato para ganar más dinero. –Dijo nuevamente el blanco.

-Quítame el babydoll. –Le dije con una sonrisa.

Se acomodó a un lado, quitó los hilos. Luego del otro lado. Levanté mis manos y salió el babydoll. Me tetas enormes quedaron a la vista.

-¡Wow! –Dijo el de ojos bonitos. –Están enormes. Son hermosos. –Se acercó a querérmelos tocar.

-¡Ey! Sin tocar. –Le dije. Retrocedió.

-Ya dinos, ¿Cuál es el trato? –Dijo el de ojos bonitos. –Necesito tenerte. –Dijo en tono desesperado.

Hice a un lado al blanco y jalé al de ojos bonitos y sin pensarlo, nos besamos. Con mucho deseo, nuestras lenguas se golpeaban. Sus manos, que estaban en mis hombros, bajaron por mis brazos y se pusieron en mi cintura para luego irse para atrás y recorrer toda mi espalda.

Mis manos buscaron rápidamente su abdomen por debajo de su playera, él levantó sus manos y yo levanté un poco su playera. Dejé de besarlo y bajé a besar su cuerpo, que estaba muy bien trabajado; un beso por aquí, un beso por allá. Estaba hermoso. Me tomó de la cabeza y acarició mi cabello.

Me levanté, con mi rostro caliente.

-Precioso. –Le dije. Los tres rieron. –De acuerdo, el trato es el siguiente: Vamos a coger y les voy a pagar a los tres $15,000 pesos. ¿Qué les parece?

-¿A cada uno? –Dijo el de ojos bonitos. Asentí con una sonrisa.

-Ni con tiempo extra sacamos eso en el mes. –Dijo el blanco.

-Espera. –Dijo el moreno que era el único que me miraba fijamente. –Dijiste vamos a coger, eso ¿Qué quiere decir? –Sonreí al ver sus ojos encendidos.

-Sí, me van a coger y lo harán entre ustedes. –Los tres chavos se quedaron serios. Luego, de manera muy natural, el blanco y el de ojos bonitos se empezaron a besar. Y eso era lo que necesitaba para empezar.

Sonreí de excitación. Sentí unas manos en mis tetas, tocaban mis pezones y los apretaba despacio. Llevé mis manos a su paquete que ya estaba duro. Lo desabroché y de un tirón bajé el short. Necesitaba una verga en mi boca, así que rápido me hinqué y me la metí a la boca.

Me la metía lo más que podía, dentro y fuera. Mientras lo hacía, no perdía detalle de como sus amigos se comían a besos. El de ojos bonitos ya le agarraba la verga al blanco y lo masturbaba.

El moreno me agarró de los brazos, me levantó y nos besamos. Nos separamos.

-Ellos no saben nada de ti, pero yo sé lo que quieres y deseas. –Me dijo. Mi corazón latió de alegría y excitación.

Me llevó a la orilla de la alberca donde estaban las escaleras para meterse a la alberca y dándome la mano, me bajó y me senté en un escalón. La mitad de mi cuerpo estaba dentro del agua. Despacio, mojé mi cuerpo. Me olvidé de todo.

Volteé a ver y el chavo moreno se masturbaba viéndome. Miré y los otros dos muchachos, desde lejos, me miraban también masturbándose. Con el dedo índice les dije que se acercaran. Y en unos segundos, tenía encima de mí tres vergas que apuntaban al cielo.

Me puse de rodillas y en medio de las tres y sin agarrarlas, las admiré. La cabeza de las tres vergas aparecía y desaparecía con cada movimiento de mano de sus dueños.

Las tres eran de diferente forma y color. La del moreno era la más grande y gruesa y ya escupía líquidos. Me acerqué y le besé la cabecita y le limpié todos los líquidos ricos. La verga del blanco era la más chica pero estaba gruesa. Aún estaba limpia. Volteé a ver la verga del de ojos bonitos y era muy parecida a la verga de Rafa, una verga de tamaño promedio y grosor igual.

Instintivamente me saboreé los labios, abrí la boca y me la comí. Y mientras lo hacía, agarré el palo del moreno y al mismo ritmo de mi mete y saca, empecé a masturbarlo. Dentro de la boca, pasaba la lengua alrededor del palo. Me detenía en la cabeza y la besaba. Mi mano ya estaba húmeda de los líquidos que soltaba la verga que masturbaba.

Cambié de posición, y ahora tocó el turno de meterme la verga del blanco a la boca. Me salí un rato a agarrar aire y lo masturbé. Miré, y el de ojos bonitos se besaba con el moreno.

De un brinco me metí a la alberca. El agua tapaba mis tetas estando parada.

-Vengan dentro, pero antes de meterse pónganse condón. –Les dije. Vi cómo se quitaron toda la ropa hasta quedar desnudos, sacaron una caja de condones y se los pusieron. Luego, de un brinco, los tres se metieron.

Como niña chiquita, rápido me alejé de ellos. Vi como ellos, sonriendo, me seguían. Llegué a la orilla agitada y festejé. Me sentí tonta cuando me miré desnuda y vi a los chavos que venían hacia mí con su verga de fuera, dispuestos a metérmela.

Olvidé el pensamiento cuando llegaron y el blanco empezó a besarme, poniéndose a un lado de mí. Sentí unas manos en mis piernas y las levantaron. Instintivamente rodee la cintura del hombre que me las había levantado y dejé de besar al blanco cuando sentí su verga en la entrada de mi panocha. Vi al moreno guiando su verga. Y despacio, me la empezó a meter. Empecé a gemir.

El de ojos bonitos se puso al otro lado de mí y para sostenerme, me agarré del cuello de los dos hombres.

El moreno, con movimientos lentos, me penetraba. Se escuchaba el sonido del agua al golpear nuestros cuerpos.

-¡Mmm! Sí, así. Dame así de rico. –Le decía. Pasó 1 minuto, 2 minutos… sentí unas manos acariciando mis tetas. Miré a mis otros dos hombres. -¡Ups! Disculpen, me olvidé de ustedes. Sosténganme. –Quité mis manos de su cuello y bajé a buscar sus vergas.

Empecé a masturbar dos vergas mientras otra entraba en mí. Luego besé a uno de mis muchachos, luego al otro.

Pasaron 10 minutos haciendo eso y durante ese lapso tuve dos orgasmos.

-Cambio. –Dije. Los tres se quedaron quietos. –Tú, siéntate en la orilla. –Le dije al de ojos bonitos. –Tú, ponte a un lado de mí. –Le dije al moreno que me había cogido delicioso. –Yo me volteo, tú me sostienes mientras se la mamo a tu amigo y tú, me la metes de perrito. –Le dije al blanco.

Le quité el condón al de ojos bonitos para luego empezar a comerme su verga. Sentí unas manos en mi vientre que me sostenían y atrás, unas manos que abrían mis nalgas y una verga que rozaba las paredes antes de entrar a mi panocha.

Y en esta nueva posición, iniciamos. Casi al instante tuve un orgasmo.

Los movimientos del blanco eran lentos, por el agua pero muy ricos. Yo disfrutaba de la metida y de la verga en mi boca. Debajo del agua, una mano acariciaba mis tetas.

-Más rápido. –Le dije y trató de hacerlo. Yo también me moví, atrás, adelante.

Fueron otros 10 minutos en esta posición donde obtuve otros dos orgasmos.

-Vamos para fuera. –Les dije. Los tres que estábamos en el agua salimos.

Me di cuenta que aun traiga la tanga, me la quité. Los tres muchachos miraban mi cuerpo en silencio. Esperando mis órdenes.

-Tú. –Le dije al de ojos bonitos. –Acuéstate en un camastro y ponte un condón. –Corrió a buscar uno. Mientras los otros dos chavos, me comieron mis tetas. Llegó el de ojos bonitos y se acostó. Rápido me puse encima de él y me clavé. No me moví. –Ustedes, uno a cada lado. –Les dije.

Lo hicieron, les agarré la verga y empecé a mover mis caderas para cogerme aquella verga que no me había comido. Empecé a saltar y mis tetas rebotaban de manera exagerada. Me metí una verga a la boca, luego la otra.

Tuve un orgasmo a los minutos, pero no paré. Seguía disfrutando de aquello. No llenaba. Quería más, más, más. Sin soltar las vergas, me incliné y el de ojos bonitos empezó a mamar mis tetas. Ya no me moví, dejé que mi hombre me diera y así lo hizo.

Fueron otros dos orgasmos en 10 minutos. Terminé satisfecha.

-Quiero su leche en mis tetas. –Les dije.

Me acosté boca arriba en el camastro y los tres muchachos se pusieron a mis lados, masturbándose. Lo miraba con una cara de calentura y excitación demasiado perversa.

El primero en disparar fue el de ojos bonitos, llenó mis tetas de leche. Acercó su verga a mi boca para limpiársela. Tocó el turno del moreno, e hizo lo mismo. Al final, el blanco y miré mis tetas pintadas de blanco. Embarré todo el semen en mis tetas.

Los tres chavos se sentaron conmigo, agotados.

-Fue buen comienzo, ¿No? –Pregunté.

-Debo decir que me asombra. –Me dijo el moreno. –Tienes mucho aguante.

-Pensé que nos ganaríamos ese dinero fácil, ya veo que no. –Me dijo el blanco.

-Cuando termine con ustedes, no pensarán en el dinero. –Le dije dándole un pico al blanco. –Vayan por alcohol ustedes dos. –Le dije al blanco y al moreno. Me acosté boca abajo. –Tú, dame un masaje.

Cerré mis ojos y disfruté de las manos en mi espalda.

Regresaron los chavos.

-Está sonando tu teléfono. –Me dijo dándomelo. No alcancé a responder. Miré y tenía varias llamadas perdidas de Manuel.

Sonó el teléfono.

-Amor. ­–Le dije.

-Qué bueno que respondiste, ya me estaba preocupando. –Me dijo. Uno de los chavos me sirvió vino.

-Creo que no agarra señal o ni agarraba pero aquí estoy. –Le dije.

-¿Cómo estás? –Y empezamos a hablar. Terminamos. –Cuídate. Te amo.

-Y yo te amo a ti. –Le dije y colgamos.

-Mi novio. –Les dije a los chavos. Sonrieron.

-Estás llena de sorpresas. –Dijo el blanco.

-Y lo que falta de la noche. –Les dije.

Cerré mis ojos y sonreí dentro de mí orgullosa. Disfruté del masaje, del vino y la compañía.

”Putería 1, amor 0”, pensé.

Continuará.

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