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Dando las nalgas (5) Guerra y Amor

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Tomé la regadera. Mojé mi cabello despacio mientras con la otra mano le quitaba todo rastro de jabón.

Esa noche era importante y necesitaba lucir perfecta. Habían pasado dos semanas desde que le había dicho a Magda que me iba a rebelar en contra del jefe de la plaza y esa noche iniciaría mi plan.

Me incliné un poco y tomé un rastrillo para rasurarme. Empecé a chiflar una de mis canciones favoritas, estaba feliz. El rastrillo pasaba por cada parte de mi cuerpo que necesitaba un retoque. Cuando terminé, salí de la regadera. Me puse frente al espejo del tocador.

Tomé una toalla y me limpié. Luego me puse loción por mi cuerpo y una crema en mi cara.

Agarré una bata de baño y me amarré una toalla en la cabeza. Salí del baño, rumbo a la recamara. Estaba en total silencio el lugar. Me gustaba la ubicación de la nueva casa, estaba retirada de las personas y se respiraba un aire de paz y tranquilidad.

Me acerqué al tocador de mi recamara y esnifé cocaína. Dejé que la droga hiciera el efecto. Mi mini bar estaba lleno de bebidas alcohólicas, de las más populares del país. Tomé un vaso y lo llené. De un tragó lo tomé todo. Me serví más.

Caminé a mi closet y empecé a buscar que ponerme.

Andaba en mis días y la verdad, lo odiaba, más esa noche. Pero al mismo tiempo me alegraba, ya que la había librado una vez más. No estaba embarazada. Y como cada mes, prometía que me cuidaría más. Y más que embarazo, de enfermedades. Me arriesgaba mucho y podía pasar en cualquier momento.

Desde que hacía mis viajes de negocio, que incluían placer, mis visitas al médico eran casi a diario. Vivía de mi sexo y no me podía permitir agarrar algo. Y hasta ese momento, todo estaba en perfectas condiciones.

Agarré un pantalón de vestir, color gris, con un saco del mismo color, y una camisa blanca recién planchada. Lo combiné con unos zapatos, blancos.

Abajo me puse un conjunto de ropa interior especial para “esos” días y anduve en ropa interior por todo el cuarto mientras me maquillaba, bebía y esnifaba coca. Me miré en el espejo y noté que la estricta dieta, junto al estricto régimen de ejercicio, al cual me tenía Rebecca, habían empezado a hacer efecto luego de unos meses. Aun no me miraba como la mujer que deseaba, pero lo que miré me animó a seguir.

Luego de una hora más o menos, me puse la ropa y se me miraba perfecta. Mi cabello lacio, que ahora estaba de color negro, caía hasta tocar mis nalgas que despacio se paraban con el ejercicio. El saco tenía un botón que amarré y la curva de mi cintura apareció y se marcaron mis caderas. Y mis tetas pedían salir de mi camisa blanca.

Agarré una gabardina color rosa para cubrirme un poco de los vientos que había provocado la llegada de diciembre.

Bebí lo poco que quedaba de mi whisky, tomé una bolsa de regalo y salí del cuarto y de la casa. Me puse unos lentes y tomé un taxi. Marqué un número de teléfono.

-Iré a sacar dinero. –Dije en cuanto escuché la voz de mi mano derecha. –Necesito que vengan por mí y los veo en el lugar de siempre. –Colgué.

Mi forma de hablar y de dar órdenes a mi gente, también había cambiado. Últimamente, todas mis palabras fluían como el agua en un río. En mi cabeza, aparecían los diálogos correctos antes de hablar.

Eran las 8pm. Quedé en verme con el jefe de la plaza en mi nuevo bar a las 9pm para hablar de negocios.

No me había hablado en todo el día para confirmar la cita, y odiaba eso. Lo odiaba y mi sangre hervía de coraje. No me tomaba la importancia que quería. Para él, era una puta más. Y yo no quería ser una puta más, quería ser la puta jefa.

Desde que hicimos negocios, hasta la fecha, me había acostado con él 3 veces. No era mi mejor amante, pero pensé que al intimar, su trato conmigo sería más serio. Pero no, al contrario, me trataba peor.

Saqué un teléfono desechable que había comprado durante el día. El jefe me había recomendado que siempre que le hablara, lo hiciera con un teléfono nuevo y desechable, por si alguien nos rastreaba. Él lo hacía. Marqué su número un par de veces hasta que contestó.

-Hablo para confirmar cita. –Dije.

-Estoy ocupado. –Me dijo con una voz seca. –Llegaré tarde. –Y no dijo nada más.

-De acuerdo. –Colgamos.

Luego de unos minutos, llegué a mi destino. Pagué y bajé con la bolsa de regalo. Miré una casa muy sencilla. Estaba en una colonia sencilla.

Alrededor las personas hacían su vida; algunos niños jugaban futbol, parejas de novios caminaban tomados de la mano, familias salían de su casa en autos, o llegaban y bajaban las compras navideñas. Y sentí nostalgia. No hace mucho yo era esa niña que jugaba en el patio de su casa, o salía a hacer las compras navideñas en familia.

Una lágrima salió de mis ojos y recorrió mi mejilla. Levanté mi cabeza orgullosa y toqué la puerta. Esperé varios segundos hasta que se abrió. Me recibió una persona. Uno de mis nuevos guardias, de edad grande. Iba armado.

-¿Cómo está? –Me dijo cerrando la puerta detrás de mí. Me quité los lentes. Tenía una mesa con una tele y un calentador. Estaba comiendo pollo.

-Bien, ¿Cómo va el partido? –Dije acercándome a la tele.

-Están en el medio tiempo, van 1-1. –Me respondió.

-Si no me equivoco, 4-2 el marcador global…

-Así es.

-¿Cómo está el juego? ¿Si nos ve en la final? –Pregunté.

-Por mi afición a la máquina, le diré que sí. Pero el juego está apretado, quedan 45 minutos.

-Tome. –Le di la bolsa de regalo. Lo abrió y sacó tres playeras del equipo de futbol, Cruz Azul. –Es un regalo, una playera es para usted, otra para su hijo y la otra para mí. Para usarla ahorita y darle suerte. –Le dije.

Me dio una, me quité la gabardina, el saco, y encima de mi camisa me puse la playera del club de futbol.

-Muchas gracias. Es usted un ángel. –Me dijo. Se puso la suya.

-Si el equipo llega a la final, usted, su hijo y yo iremos al estadio azul a verlos. –Le dije.

-Muchas gracias. –Dijo animado. –Llegaremos a la final.

-Sí. –Asentí. –Iré abajo.

-Adelante.

Regalar una playera de un club de futbol o aprender de futbol e incluso, aprender toda la historia de ese club de futbol era nada comparado con lo que había en esa casa. Pero tenía que hacerlo, porque tenía que quedar bien con el guardia. Y la verdad es que, dedicarle tiempo a ese club, me había ganado el corazón.

Caminé a un cuarto que estaba a lado. Entré y era una cocina. En medio estaba una cama. A lado de la cocina estaba una puerta. La abrí y encendí la luz. Había una escalera para bajar. Las bajé despacio y llegué a una esquina. Las escaleras doblaban a la derecha. Y al fondo vi un cuarto con una puerta.

Lo que había detrás de esa puerta era lo más valioso para mí.

Llegué hasta el final de las escaleras. En ese cuarto, en un rincón había un closet lleno de bolsas color rosa. Tomé uno y me acerqué a la puerta.

Saqué una llave y la puerta se abrió. Estaba en total oscuridad, encendí la luz y ante mí apareció una montaña de dinero. Mi dinero. El que había juntado.

-Hola, bebé. –Le dije con una sonrisa. Me acerqué a una mesa donde había dinero en paquetes, amarrado con ligas. Nuevamente chiflé mi canción favorita. Abrí mi bolsa y puse dentro varios paquetes. Cuando había puesto lo que necesitaba, cerré la bolsa y me acerqué a la montaña.

No me gustaba tener mi dinero en ese lugar pero mi abogado me había dicho que no podía simplemente ir al banco y meter el dinero, que eso era ilegal. Que lo que teníamos que hacer era lavar el dinero. No entendía muy bien que era eso de lavar el dinero, pero mi abogado se encargaría de eso.

Di varios manotazos a la montaña de dinero y miré como salía volando en todas direcciones, agarré puños y los lancé al aire. El dinero caía como si fuera lluvia.

Me quedé un rato en ese cuarto, sentada en la silla de la mesa, disfrutando de mi dinero y del olor. Salí a los 20 minutos. Cerré todo. Llegué a la entrada.

-¿Seguimos igual? –Dije con mi bolsa rosa en la mano.

-Sí, igual. Está duro el juego. –Acerqué una silla y me senté a mirar el juego.

Me quedé ahí hasta que se terminó y festejamos abrazándonos. Le recordé sobre la ida al estadio el día de la final. Se puso más alegre. Salió a buscarme un taxi y de ahí rumbo al lugar donde me recogerían.

Llegué a un centro comercial y marqué el número de mi mano derecha. Me dijo que estaba en el estacionamiento y salí. Vi mi camioneta, y caminé.

Abrí la puerta y subí atrás. Solo iba mi mano derecha manejando.

-¡Ups! –Dije. –Pensé que venías acompañado.

-Le di la noche. –Me dijo. –Usted se moverá con el jefe, ¿No? –Arrancó la camioneta.

-Así es. –Le dije. –E imagino que le diste la noche porque saldrás con tú nueva novia... –Dije sonriendo. No dijo nada. –Me da gusto que hayas encontrado a alguien.

-Lo sé, y sé que lo dice de todo corazón.

-Toma. –Le puse la bolsa encima. –Para que pases una noche increíble con ella.

-Muchas gracias. Es usted un ángel. –Dijo. Silencio.

Esnifé cocaína y le ofrecí. Lo hizo.

-¿Te acuerdas? –Pregunté. Agarramos carretera rumbo a la otra ciudad, no había más que árboles en el camino.

-¿De qué? –Preguntó.

-De la vez que tú y yo tuvimos sexo. –Dije.

-Sí, fue hace un tiempo.

-La verdad es que me quedé con ganas de más. –Últimamente mi mano derecha estaba muy serio conmigo y le dije eso para ver si lo rompía. Lo miré por el espejo retrovisor. No volteó para nada la mirada. –Me rindo. He intentado todo. Lo único que me ocurre es que estás enamorado. ¿Qué te pasa? –Pregunté.

-La verdad es que sí pasa algo. –Dijo.

-Dime. Tenme confianza, tú y yo hemos pasado muchas cosas.

-Lo que pasa es que… -Dudó. –…Sé que llegué aquí para servirle, me paga muy bien, la he visto subir y desenvolverse en este negocio y la respeto por eso…

-¿Quieres más dinero? Puedo dártelo. ¿Vacaciones? Tómalas.

-No, no, no, no es eso. –Me dijo nervioso. –Se trata de mi novia. Últimamente me hace preguntas que de donde saco el dinero. La mentira de que soy gerente ya no se la cree.

-Puedo darte un puesto en una de mis empresas, con eso se arregla todo…

-Lo que pasa es que quiero salirme. –Dijo casi gritando. Silencio. Abrí mis ojos.

-¿Salirte? ¡Wow! No me lo esperaba. –Se hizo el silencio. -¿La amas mucho?

-Es una mujer sencilla, me escucha y me comprende. Tiene un hijo de 4 años, me acepta también. Y conmigo es una familia. Algo que nunca he tenido. –Confesó.

-E imagino que quieres una indemnización. –Dije.

-Claro que no. Si me puede ayudar con algo, muy bien. Pero quiero empezar algo por mi cuenta, algo serio y honesto. –Me vio por el espejo. –Claro, sin ofender. –Nuevamente silencio.

-Está bien. –Le dije. –Esto quedará entre tú y yo, pero lo que quiero es que vayas a otro estado de la republica a vivir, no quiero que alguien te vea y se dé cuenta que te deje salir fácilmente. –Agarré aire. –Tú sabes que solo hay una forma de salir de este negocio.

-Muchas gracias. –Dijo con un tono de felicidad. Luego añadió. -¿Pero…?

-Ayúdame por una última vez. Traigo un plan para escalar hasta lo más alto. Me llevaré una, máximo dos semanas. Luego de esto, serás libre. Pero te necesito, en serio.

-¿De qué trata el plan? –Me dijo.

-Voy a presentarle a Magda, al jefe; mi idea es que caiga en sus garras, lo enamore totalmente y cuando baje la guardia, acabar con él. –Dije.

-Pero, ¿Cómo hará para que no haya venganza de su gente? ¿Eso ya lo pensó? –Preguntó.

-Claro. –Dije orgullosa. –Mientras Magda hace su trabajo, yo haré el mío con su mano derecha. Tengo mis técnicas de seducción. Lo prepararé para cuando llegue el momento, me levante la mano junto con su gente.

-¿Cree que será así de fácil? –Me dijo.

-Por eso te necesito, por si las cosas no salen como quiero, estés ahí para apoyarme.

-Suena a algo muy peligroso. ¿Confía en Magda? ¿No cree que la pueda traicionar? –Preguntó.

-Tiene algo de miedo, pero sé que me quiere. Esto lo hemos hablado mucho y aunque no está segura, quiere darle para adelante. –Dije. –Después de esto, ella y yo tomaremos unas merecidas vacaciones.

-No estoy muy convencido. –Y puso una cara de duda. – ¿Cuánto tiempo tiene aquí?

-Más o menos 8 meses. –Respondí.

-En 8 meses usted ha llegado hasta arriba…

-No, no estoy arriba, me hace falta subir un escalón. –Le dije interrumpiendo.

-¿Cómo qué no? –Me dijo elevando un poco la voz. –Empezó trabajando en un lugar vendiendo artículos varios, luego fue secretaria de un buffet de abogados. Ahí tuvo algunos problemas con algunas personas que supo enfrentar muy bien y salió fortalecida. La policía está a su disposición, ha sabido hacer negocios con las personas. Con esto último me ha sorprendido, usted puede convencer a cualquier persona de hacer cualquier cosa. Ni Edith puede esto. Su droga ya se vende en la ciudad y el dinero le cae del cielo. ¿Qué más puede pedir? –La verdad es que con todo eso me desarmó. No supe que decirle. No sabía cómo decirle que quería que todos me miraran como la jefa. –Usted ya está lista para regresar a su ciudad y tomar el lugar de Edith. De eso se trataba este viaje.

Se hizo el silencio un rato. Pensaba en todo lo que me decía. La verdad es que tenía razón. De la Julia que llegó, a la Julia que estaba ahí… Ya me había convertido en esa persona que nunca imaginé que sería en mi vida. En una criminal. Pero necesitaba llegar a lo más alto, por orgullo, porque el jefe de ese lugar no me respetaba.

-Necesito esto.

-No lo necesita.

-Sí lo necesito, esta persona aun me mira para abajo, y me da un coraje enorme. Esto es personal, quiero ser la jefa y que me respete. –Dije. Esnifé cocaína.

-Sabe que puede morir, ¿no? –Me dijo.

-Creo que todo el mundo teme a la muerte. –Dije. –Sin embargo, si hago bien las cosas, él puede morir y yo vivir.

-No la entiendo. –Dijo. –Ahorita mismo me da la orden, abandona todo esto y para mañana está en su ciudad, libre, segura de todo y siendo la jefa.

-En una semana tú estarás iniciando una nueva vida con tu novia y yo seré el jefe de este lugar. –Le dije terminando la plática.

Luego de una hora, llegamos a mi bar. Alrededor, estaba lleno de autos, unos pasaban y otros buscaban estacionamiento. Gente parada fuera esperando entrada. Rodeamos el lugar y paramos detrás. Estaba un guardia cuidando la puerta. Me abrió la camioneta y me ayudó a bajar.

-Buenas noches. –Me dijo.

-Buenas noches. –Lo saludé con la sonrisa más coqueta que tenía. –Supe que tu hijo está malito, ¿Qué le pasó?

-Le dio gripa, y tiene bronquios, lo tuvimos que internar.

-Pobrecito. –Le dije. –Pero, ¿Ya todo bien?

-Está ya en casa, siendo consentido por su madre. –Reímos.

-Qué bueno, espero se recupere pronto. –Le dije. Saqué un paquete de billetes. –Toma, para que a tu niño no le falte nada. Y cómprale un buen regalito.

-Muchas gracias, señorita. –Me dijo. –Es usted un ángel.

Me abrió la puerta de mi bar y entré. En la noche, era la tercer persona que me había llamada “Ángel”. Entre mi gente se corrió el rumor de mi tatuaje y me empezaron a llamar por ese apodo. Pero solo me lo decían para halagarme, nunca había sido un apodo por el cual me llamaban en la calle.

Subí a mi oficina. Entré y estaba vacía. La música se escuchaba fuerte. Esnifé cocaína y me dejé caer en el sillón. Pensé en el plan y lo recorrí mil veces en mi mente. Nada tenía que salir mal esta noche.

La puerta se abrió y vi entrar a Clara. Me levanté y la vi con una sonrisa, estaba increíblemente hermosa. Llevaba un vestido muy apretado de rayas negras y blancas. Sus caderas, sus nalgas, y su cintura se marcaban perfectamente bien. Corrí y la abracé.

-Oye, que hermosa mujer eres. –Le dije dándole una vuelta. –Estás… con esto caerá enseguida.

-No sé que estoy haciendo aquí. –Me dijo y noté cierto temor en su voz. –Yo… esto no es lo mío.

-Tranquila. ¿Quieres cocaína? –Le ofrecí.

-No. –Casi gritó. –No, eso nunca. Yo estoy bien, pero… nunca imaginé que al separarme de mi esposo y estar contigo, tendría que estar metida en esto.

-Ya sabías de mí. –Le dije.

-Sí, no me acerqué a ti sin saberlo pero nunca imaginé que estaría dentro.

-Si todo sale bien, en unos días estaremos riéndonos de esto, y nunca más tendremos que hacerlo, solo disfrutar de nuestras vidas.

-Eso temo, que no salga nada bien. –Me dijo.

-El plan es perfecto, saldrá bien. –Le dije. –Solo hay que seguirlo al pie de la letra. Quítate el miedo, libera tu mente.

Estuvimos 10 minutos repasando todo y luego salí de la oficina.

Fui a mi mesa vip. Se encontraba en el segundo piso. Era grande, tenía un par de sillones, mesas, sillas, para unas 20 personas. Y se podía ver todo perfectamente. Tenía un barandal de cristal. Mi lugar era junto a ese barandal, ahí había solo dos sillones y una mesa en el centro.

Me senté, pedí una botella de whisky y disfruté de la música, la cocaína y el alcohol. Mi gente, que eran tres guardias, se sentaron en una de las mesas. Iban armados.

Cerca de la medianoche, llegó el jefe. Me levanté a recibirlo y se sentó en el sillón de mi lado. Él traía 5 guardias que se sentaron separados de mis guardias.

-¿Qué tal fueron los negocios? –Pregunté.

-Pésimo. –Dijo mientras se servía whisky y bebía todo de golpe. Luego se sirvió más. No añadió más.

Eso odiaba, no me contaba los planes, no me tomaba en cuenta.

-Cualquier cosa en la que pueda ayudar, dime. –Le dije.

-¿Cómo va tu negocio de prostitución? –Preguntó.

-Creciendo. En estos días invitaré a personas importantes, espero contar con tu presencia.

-¿Qué día?

-La próxima semana.

-Si no estoy muy ocupado, ahí estaré. –La verdad es que se le miraba un estrés enorme.

-Te hace falta una mujer. –Le dije.

-Necesito a una de tus putas, o dos. –Dijo.

-No hablo de ese tipo de mujeres, sino una mujer que te espere en casa, que te quiera, que te prepare comida, te procure.

-Estoy rodeado solo de putas y no me da tiempo de conocer a alguien. –“Otro motivo más para sacarlo”, pensé. -No estarás pensando en ti, ¿O sí?

-No, claro que no. –Me hirvió la sangre. Bajé mi mano y la llevé directo a la bolsa donde tenía mi arma. “No vas a salir viva, Julia”. Levanté mi mano y troné los dedos. Se acercó el mesero. –Por favor, háblale a la gerente. –Asintió y salió. Luego de un rato, llegó Clara, que para ojos de mi jefe, era una desconocida completamente. –Oye, mira allá. –Le señalé a una pareja que se comía a besos en una esquina. El chavo le metía mano por todos lados a la muchacha, y esta cedía a todas las caricias. –Quiero que estén más atentos a ese tipo de actitudes. Ve y ofréceles una habitación. –Dije.

-Enseguida. –Dijo y salió.

Puse atención al jefe pero no le hizo ni el más mínimo caso.

-Ella es la gerente de mi bar. –Le dije para hacerla notar. –Hice una entrevista larga a mujeres y hombres. Se llama Clara.

-Bien. –Dijo a secas.

-Sí, ella no es como todas las mujeres que tratamos. Ella es honesta, la puse a prueba y la pasó. –Silencio entre nosotros.

La música se escuchaba al fondo, la gente tomaba y bailaba en la pista. Vi a Clara que apareció en la pista y caminó hasta la pareja que seguía besándose. Le tocó la espalda al muchacho y se separó sin muchas ganas. Clara les dijo algo y luego salieron los tres caminando hasta que entraron por una puerta y se perdieron de vista.

Los siguientes 5 minutos fueron en total silencio. El jefe no paraba de beber, de mirar la pista, de hablar con su gente. Yo estaba desesperada. El plan de juntar a Clara con el jefe no estaba ni cerca de concretarse. El jefe no tenía ni el más mínimo interés por ella.

Distraídamente tomé mi teléfono y le mandé un mensaje a Clara.

-“Ven, necesito que seas más atenta con el jefe. No ha notado tu presencia. Debes ser ofrecida pero sin que lo note”.

Recordé que Clara no era como mis muchachas del prostíbulo. Había dedicado mucho tiempo en entrenar a mis mujeres para que sedujeran a mis clientes. A Clara no le había enseñado nada. Ella no era prostituta. Ella era una mujer decente, que se había separado de su esposo por haberle sido infiel.

Cuando la conocí, me platicó y le ofrecí una vida llena de placeres, sin ninguna preocupación. Tenía unas caderas y unas nalgas increíbles pero sexualmente hablando, no tenía práctica.

Pero la necesitaba en esos momentos. Y solo por un par de días, para que hiciera que bajara la guardia el jefe.

-Estoy pensando en subirte la cuota. –Me dijo.

-Increíble. –Le dije. –Me has estado pagando menos por la droga que te vendo, el pago que te hago por mis negocios es muchísimo, estas ganando demasiado dinero con esto y encima quieres más.

-Aunque no parezca, me doy cuenta de cada paso que das. –Me dijo. –Mira nada más este negocio, es el último que abriste. Es el lugar perfecto para la venta de alcohol y droga. Más aparte le sumo todos los negocios que tienes, incluido el de prostitución. Ni yo tengo tantos. Has crecido más que yo en poco tiempo. –Silencio. Bebió. –Si quieres seguir manteniendo tus negocios, deberás pagar la nueva cuota.

Una vez más, me hirvió la sangre en la cabeza.

En parte tenía razón. Casi una cuarta parte de los negocios de la ciudad eran míos o tenía dinero invertido en ellos. Mi abogado había hecho buen trabajo en eso. Había ganado demasiado terreno y el jefe se sentía amenazado por eso.

Sin responder, esnifé cocaína y seguí bebiendo.

-¿Se les ofrece algo más? –Escuché la voz de Clara.

-Estamos bien, gracias. –Le dije.

-¿Cómo te llamas? –Le preguntó el jefe. Noté que no me había puesto atención cuando se lo dije.

-Clara. –Dijo tratando de fingir pena. No le salió.

El jefe distraídamente le agarró la mano y empezó a jugar con los dedos.

-Tengo entendido que es casada. –Le dije a modo de broma al jefe. –Y te dije que ella no es como las demás mujeres.

-¿Eres casada? –Le preguntó el jefe sin dejar de mirarla.

-Estoy recién separada. –Le dijo Clara. Quitó su mano de la del jefe. –Bueno, si no se les ofrece algo más me retiro. Por cierto, ya llevé a la pareja a un lugar más privado. –Me dijo.

-Gracias. –Y dicho esto, salió caminando. Volteé a verla y vi que el jefe hizo lo mismo. Con la ropa que traía, con su cuerpo y con la manera de caminar, hizo que me excitara mucho. Solo porque la necesitaba en ese momento, sino me hubiera levantado a morderle las nalgas. –Necesitas una mujer como ella, lejos de todo esto.

-Y tú encargarte de los negocios, ¿No? –Dijo.

Me di cuenta que todo estaba saliéndome mal. Estaba siendo demasiado obvia y él jefe lo notaba por todos lados. “Quizá ya se dio cuenta de Clara”, pensé.

Al instante se levantó.

-Me voy. –Me dijo mientras se levantaba. Se acomodó su ropa. –Seguimos en contacto. Esta semana espero tu respuesta. Hasta eso, estoy siendo justo contigo. –Bebió el último trago de alcohol. –Paga y sigues con tus negocios, no pagues, te los quito.

-Creo que no tengo muchas opciones. –Le dije sosteniéndole la mirada. –Por cierto, traigo el pago por el favor que me hiciste. Viene en camino. Déjame a tu hombre de confianza, se lo doy y te lo mando de regreso.

-De acuerdo. –Me dijo. Nos dimos la mano y salió con su gente dejando solo a un hombre. Les hice una seña a mis hombres y salieron.

-Ponte cómodo. –Le dije cuando nos quedamos solos. Al minuto llegó una botella de whisky y un par de vasos. La traía una señorita de 19 años. Era una de mis prostitutas. –Atenderé un negocio, no tardo mucho. Mientras disfruta.

Salí de mi privado y caminé hasta la pista. Me abrí paso y llegué hasta una puerta que cuidaba un guardia de seguridad. En cuanto me vio, me abrió la puerta. Entré y cerró la puerta. Ahí estaba otro guardia, de más edad, igual cuidando la puerta. La abrió y entré a un segundo.

En medio había una cama, y a los costados sillones. Había más alcohol y droga. Me tiré en la cama. En frente podía mirar a la pareja que minutos antes estaba tocándose en la pista; estaban en una cama, desnudos. El hombre, estaba encima de su pareja, penetrándola en posición de misionero.

La mujer rodeaba con sus piernas y brazos a su hombre, mientras esté se movía con fuerza. Entraba y salía, rápido. La mujer abría su boca, pero de ahí no salía ningún sonido. Había diseñado ese cuarto especialmente para cumplir mis fantasías: ver coger a otros.

Donde yo estaba, había puesto uno de esos vidrios donde para dentro se podía mirar, pero hacia fuera solo aparecía el reflejo de la persona. Y no metía a cualquier pareja ahí, sino que la pareja debía cumplir con ciertas condiciones. Una de ellas es que anduvieran o muy tomados o muy drogados, o las dos. Para que no le pusieran atención al vidrio y no sospecharan.

Dentro se les ofrecía más droga y alcohol. Y me daban todo un espectáculo.

Tomé un vaso lleno de whisky que previamente me habían preparado y miré como se intercambiaron los papeles: el hombre se acostó boca arriba y la chava empezó a montarlo. Tenía unas tetas chiquitas que saltaban con cada movimiento. El chavo la tomó de las caderas y trató de moverse a su ritmo. Estaba muy excitada y deseaba una verga. Pero no podía tenerla.

Me levanté y esnifé cocaína. Caminé, con el vaso de whisky en la mano, hacia la ventana. La chava tenía su cabeza hacia arriba, en su cara se miraba dolor y satisfacción. Se movían torpemente.

Se bajó y los dos se levantaron para ir hasta donde estaba el alcohol y la droga. Bebieron y esnifaron. Se miraban muy perdidos. Y de pronto, todo rastro de excitación desapareció y me llegó un miedo terrible combinado con coraje.

Tiré el vaso con todas mis fuerzas a la pared. Se Quebró. “Maldito seas, jefe”, pensé.

La chava se subió a la cama y se empinó. El chavo, caminó y metió su cabeza entre las nalgas de su mujer. Yo caminé hasta donde estaba mi bolsa y saqué el arma que traía.

Días antes, me habían enseñado lo básico del arma. Más que nada, saber que en todo momento debe tener el seguro puesto. Miré y lo tenía. Con habilidad saqué el cargador y vi que tenía balas. Aplicando fuerza, metí el cargador. Bebí whisky y con el arma en mano, caminé hasta el cristal apuntando a la pareja.

“Te vas arrepentir cuando te tenga en la mira”. El enojo fue en aumento.

Miré que el chavo se levantó y su mujer se tiró completamente en la cama. Noté que el hombre hizo algunos movimientos extraños y tuve un mal presentimiento. La chava empezó a moverse, como si temblara…

-Un ataque. –Dije sin moverme. El chavo, asustado, trató de ayudarla pero no sabía qué hacer. Mientras los miraba, agarré mi teléfono y marqué un número. – ¿Puede venir? Por favor. –Dije y colgué.

Entró el señor grande de edad y se acercó a mí. Miró por el espejo.

-Señorita, tiene una sobredosis. –Me dijo en tono alarmante.

-¿Qué podemos hacer? –Pregunté.

-Llamar una ambulancia.

-¿Cómo tendríamos más problemas? ¿Si se salva o si muere? –Dije pensando en los problemas en los que me podía meter con mi jefe, con mi negocio, con la policía si la chava se recuperara y nos metiera una demanda.

-No es momento de pensar en eso, debemos llamar a la ambulancia. –Me dijo alterado. Miraba al chavo desesperado y la chava sin hacer movimiento alguno.

-No hagan nada. –Dije. –Cuando se vaya la gente, llévense el cuerpo de la muchacha y asesinen al chavo.

Silencio. La música electrónica se escuchaba al fondo. Luego de un rato:

-A la orden. –Y dicho esto, salió.

Y se me ocurrió una nueva idea. Agarré mis cosas y salí del cuarto. Me dirigí a mi mesa vip. Entré de golpe y vi a mi prostituta, sin brassier pero con su tanga, bailándole al guardia de mi jefe.

-Muchas gracias. –Le dije a mi prostituta. –Puedes irte. –Agarró su ropa y salió.

-Muy buen trato. Tienes unas mujeres excelentes. –Me dijo mientras y se acomodaba la erección que tenía entre sus piernas.

-Son muy complacientes. –Le dije. -¿Qué te parecieron las dos mujeres que te envié? –Me senté frente a él.

-La morenita tiene una boquita exquisita. La otra, se movía delicioso. Me la pasé muy bien. –Me dijo.

-Ya te dije, tengo una amplia variedad de mujeres. –Como parte de mi plan, debía tener en mis manos a esa persona. Que mejor que con mujeres. –Chichonas, culonas, flacas, gordas, altas, chaparras, de todos los tonos de piel, menores de edad, vírgenes. –Silencio. Bebí whisky. –Aunque estas últimas son especiales, son sobre pedido, y necesito tiempo para conseguirlas.

Se levantó y caminó hacia mí. Se agachó poquito y quedó frente a mi cara.

-Yo solo quiero a una. –Y besó mi mejilla, bajó a mi cuello y lo besó, lo chupó y lo mordió.

-Lo nuestro no puede ser. –Le dije entre gemidos fingidos. Llevó sus manos a mis tetas y las apretó. –No, por favor. –Le dije y llevé mis manos a su espalda para acariciarlo. Le di un beso en su cuello. –Te puedes meter en problemas.

Se levantó y me levantó. Me llevó a uno de mis sillones y me acostó, se puso encima de mí. Se metió entre mis piernas y empezó a besarme. Aprovechaba para tocarme por todos lados. Esporádicamente le respondía un beso, lo abrazaba o lo rodeaba con mis piernas. Luego fingía que eso no me gustaba. Me hacía la difícil.

Días antes, habíamos tenido nuestro primer faje. Fue en una fiesta de mi jefe. Por la gente, no tuvimos sexo y tuve suerte ya que no me hubiera podido detener por mi voluntad. Pero ahorita, estaba en mis días, y no íbamos a llegar a más. No se lo había dicho porque tenía más planes para esa noche que no se llevarían a cabo si supiera que andaba en mis días.

Pero el guardia no tenía pensado parar. En eso sonó mi teléfono.

-Mi teléfono, necesito contestar. –Le dije tratando de quitarlo.

-Al único que le debes responder es a tu jefe, y yo estoy aquí contigo. Él lo sabe y no te molestaría. –Siguió tocándome.

Dejó de sonar. Nuevamente sonó. No nos despegamos. En eso se abrió la puerta. Se detuvo. Los dos volteamos a ver. Ahí estaba Clara.

-Disculpen. –Dijo y salió.

-Espera. –Le dije. Me había salvado la campana. Nos separamos. Me acomodé un poco y caminé hasta donde estaba Clara. Salimos y cerramos la puerta. –Me salvaste. –Le dije echándome aire en la cara.

-Creí que eso harías con él. –Me dijo.

-Lo haré pero ahorita no puedo, ya sabes que ando en mis días. –Le dije. -¿Qué pasó?

-Tú jefe me habló y empezamos a hablar, me invitó a salir. –Me dijo.

-¿Y…? –Pregunté.

-Y ¿Qué? –Me respondió.

-Sí, ¿Qué esperas para irte con él? –Le dije en tono desesperado. –Es la oportunidad que quería.

-Estoy nerviosa, no sé qué va a pasar.

-Va a pasar lo que hemos planeado, necesito que lo vuelvas loco. –Noté un sentimiento que nunca había sentido dentro de mí: Avaricia. Sentí que mis ojos se llenaron de fuego, que se habían puesto rojos por lo que sentí. –Pórtate como una mujer decente, pero sedúcelo y llévatelo a la cama y hazle el mejor sexo de su vida.

-Desde que me separé de mi marido, tú has sido la única persona con la que he tenido algo más… íntimo. –Dudó. –Y eres mujer. O sea, hace mucho que no siento las caricias de un hombre, las manos, la piel, la fuerza y la carne de un pene… -La callé con un beso. Me respondió y nos besamos en la entrada de mi cuarto vip. –Tengo miedo.

-Lo sé. Toma cocaína solo por esta noche, para los nervios. Te aseguro que pronto acabará. –Dije. Me miró en silencio.

Saqué la bolsita de polvo blanco y con mi uña agarré un poco. Esnifé para mostrarle como se hacía. Luego llevé un poco a su nariz y torpemente, esnifó.

-Creo que no entró. –Dijo con su nariz manchada. –Vamos a probar de nuevo. –Me dijo. Repetimos la acción y esta vez miré como había entrado todo a su cuerpo. Empezó a tallarse la nariz y hacer gestos de dolor. -¿Qué es esto? –Preguntó asqueada. -¿Cómo les puede gustar esto?

-No es que nos guste, sino la sensación que provoca. –La tomé de la cintura. –Empieza recorriendo todo tu cuerpo, tus venas se encargan de transportarla. –Acaricié sus brazos y manos. –Despacio empiezas a ver en tu cabeza, que tu sangre pasa de color blanco a color negro, todo dolor va desapareciendo y sientes que puedes lograr todo lo que te propongas.

Me vio durante un momento en silencio. Me escuchaba atentamente y pude ver a través de sus ojos que la droga le cayó de maravilla.

-Muchas gracias. –Me dijo sonriendo. –Esta noche, caerá en mis garras tu jefe.

-Estoy segura que sí. –Nos dimos un pico y se fue. Entré en mi cuarto vip y miré al guardia sentado en el sillón donde minutos antes habíamos estado fajando.

-¿Y…? –Preguntó.

-Llévame a recorrer la ciudad, a conocer cada rincón.

-Dudo que no la conozcas. –Caminé hacia él, me senté encima y nos besamos. Apretó mis nalgas.

-Quiero que me lleves a esos rincones donde uno puede disfrutar más de esto. –Le dije. Me levanté y lo jalé de la mano. Caminamos a la salida. Llegamos a donde estaba mi camioneta. –Tienen su noche libre. –Les dije a las personas que trabajaban para mí. –Está noche andaré sola. –Subimos a mi camioneta, yo manejando y arrancamos.

Dimos un paseo por la ciudad mientras nos drogábamos y tomábamos alcohol. El guardia no desaprovechaba la oportunidad para tocar mis tetas y besar mi cuello.

A los 20 minutos hicimos nuestra primera parada: En un estacionamiento de una tienda comercial. Rápido, nos comimos a besos. Nuestros labios chocaron con desesperación, las lenguas se golpeaban y sus manos apretaban mis tetas y yo su paquete. Su bulto creció rápido, quizá por el efecto de la droga o el efecto del alcohol o por las ganas que me traía.

Bajó a mi cuello y lo empezó a chupar y a morder despacio. Subí mis manos a su cabeza y lo acaricié. Bajó sus manos por mi cintura y llegó a mis piernas que acarició.

Aproveché ese momento para esnifar más cocaína. El fajé siguió unos minutos más hasta que lo detuve.

-Vamos a seguir conociendo esta hermosa ciudad. –Se separó sin muchas ganas y me vio feo. –Papi, te tengo una sorpresa más tarde, no te quieras adelantar. Tenemos mucho tiempo para nosotros. –Nos dimos un pico y seguimos nuestro camino.

Pasamos gran parte de la noche haciendo esto. Los fajes eran cortos y en lugares atrevidos; en semáforos, entre el tráfico, nos bajábamos en algún callejón. Y su desesperación y ganas por tenerme se le notaba en cada faje. Pero lo detenía.

Era difícil detenerlo y detenerme pero en el fondo sabía que yo no podría coger con él esa noche, esa ayudaba.

Cerca de las 2am, cuando sentía que la carretera se movía para todos lados y cuando ya no podía escuchar nada, ni ver mucho, despacio arranqué a mi casa.

Tardamos cerca de 40 minutos en llegar, cuando no era un camino de más de 15 minutos. Bajamos. Todo el piso se me movía. El guardia me ayudó a bajar y caminar. Algo iba cantando. Yo no podía con mi cuerpo, casi me cargaba.

Abrí la puerta y me metió casi de un empujón. El guardia iba también demasiado mal. Caí de rodillas y él cayó casi encima de mí, a un lado. Nos levantamos y caminamos nuevamente. Me agarró de la cintura. Mi cuerpo se estremeció. Caminamos a la sala y me dejé caer en el sillón boca arriba. Estiré mis brazos para invitarlo y se puso encima de mí, entre mis piernas.

Nos besamos mientras él se movía como si me penetrara. Empezó a quitar los botones de mi camisa y quedaron mis tetas libres, sostenidas por el brassier. Se las comió. El techo se movía mucho. Levanté su cabeza y nos besamos. Bajé mis manos a su paquete.

-Que linda verga tienes, papi. –Le dije.

Se levantó y se empezó a desvestir, yo me senté en el sillón y me quite mi brassier. Cayeron mis tetas. Su verga saltó apuntando al techo. Se acercó a mí y agarró mi cabeza en señal de que quería que se la mamara. Abrí mi boca y me la comí.

Los mareos me impedían darle una mamada buena, me daba asco y ganas de vomitar. Se la llené de saliva, me la saqué y lo empecé a masturbar. Le di unos golpes a su cabecita con mi lengua. Luego bajé a sus bolas para chuparlas. Besé sus piernas y me levanté sin soltarle la verga.

Nos besamos. Empezó a buscar mi pantalón para bajármelo.

-Espera, papi. –Le dije con una sonrisa.

-Te deseo, perrita. –Me dijo.

-Y yo a ti, me encantas. Me fascinas. –Entre besos y mareos, empecé a seducirlo. –Te tengo una sorpresa. –Le dije. Me separé y me vio.

-¿De qué trata? –Corrió a mí y me abrazó. Con desesperación jugó con mis tetas y besó mi cuello. –Yo solo te quiero a ti. –De un empujón lo separé.

-Ya veras, espera aquí. –Le dije.

Caminé de un lado a otro, llegué al pie de las escaleras y miré como se movían. Se me hacían cientos de escaleras. Subí uno, luego otro, despacio, agarrándome para no caerme. Luego de unos segundos que parecieron horas, llegué al segundo piso y caminé a mi cuarto. Abrí la puerta. Estaban dos mujeres, en minifalda y una blusa ombliguera. Estaban viéndose en el espejo y platicando.

-Chicas. –Dije entrando. Se acercaron a mí y me agarraron. Me llevaron hasta uno de mis sillones. –Disculpen como ando. Es el sacrificio que tengo que hacer por… No estaré muy disponible para ayudarlas pero ya saben qué hacer. –Les dije y miré a la cama.

Estaba otra muchacha, tirada en la cama, boca arriba. Movía su cabeza de un lado a otro. Iba vestida igual que las otras dos chicas.

-Está drogada, no está inconsciente. –Me dijo una de mis muchachas.

Me levanté y me acerqué a verla. Esa persona era la llave que abriría las puertas a mi éxito.

-¿Cuándo la trajeron? –Pregunté.

La miré. Levantó una de sus manos la vio. Sonrió.

-¡Wow! –Dijo.

La niña que estaba ahí, acostada, drogada, era el favor que me hizo mi jefe. Le platiqué que uno de mis clientes quería una niña virgen de unos 14 años. En un par de días, me la consiguió y ahí la tenía frente a mí.

Lo que no sabía mi jefe, es que esa niña era para su guardia. Con esto sin duda, me lo ganaría completamente.

-Vamos. –Les dije. Las muchachas se acercaron a la jovencita drogada y la levantaron. Como pudo, se puso de pie.

Caminé frente a ellas, orgullosa. Salimos del cuarto, bajamos las escaleras y llegamos a la sala, donde estaba el guardia esperándome, desnudo completamente. En cuanto nos vio, se levantó sorprendido.

Sus ojos brillaron al vernos a las 4 paradas frente a él con una sonrisa. Menos la drogada, que seguía en su juego imaginario. Me le acerqué despacio.

-¿Sabes? Tú también me gustas mucho, eres diferente a todos los demás y siento que tu verdadero potencial está siendo desperdiciado. –Le di un beso al ver que quería hablar. –No digas nada. Esta noche será solo para disfrutar.

Me separé y se acercaron las dos chicas a él. Empezaron a tocarlo, besarlo. La drogada, caminó en dirección a la cocina. Corrí como pude a agarrarla. La traje de vuelta a la sala, donde una de mis mujeres estaba hincada, mamándole la verga mientras la otra lo besaba.

Senté a la drogada en el sillón y me acerqué al guardia de mi jefe. Le agarré la verga para ayudarle a mi mujer a darle una mejor mamada. Besé a mi otra mujer frente a su cara. Luego me separé y lo besé. La otra mujer se agachó y entre las dos le mamaron la verga.

-La señorita de allá es virgen. –Le dije. –Es toda una princesa y la conseguí para ti. Para esta noche especial. Ella desea entregarse a ti, que tú seas el primero. –Me miraba incrédulo. –Mis muchachas la prepararon para ti.

Lo jalé rumbo a las escaleras. Las chavas se levantaron y agarraron a la drogada. Subimos. Sentía que yo ya no podía. De un momento a otro, iba a caer dormida. Mi cuerpo respondía poco.

Entramos al cuarto. Con la poca fuerza que me quedaba, lo aventé en la cama y yo caí en el sillón. Entraron las muchachas. Cerré los ojos. Los abrí, miré a las dos muchachas desnudas, una cabalgaba al guardia de mi jefe y la otra besaba la drogada, que aún tenía ropa.

Nuevamente mis ojos se cerraron. Los abrí y me topé con la cara de la drogada. Tenía los brazos levantados y yo le quita la ropa. Quedó en ropa interior. Me dio la espalda y le quité su brassier y su tanga. Se volteó y nos besamos. Cuando nos separamos, miré a una de mis muchachas empinada, el guardia le daba de perrito, y ella le mamaba la panocha a la otra muchacha.

Tomé de la mano a la drogada y la llevé a la cama. Nos acostamos, cada una a lado de la muchacha que estaba acostada y nos comimos sus tetas al mismo tiempo. Acomodé mi cabeza en la cama para besarla y cerré mis ojos.

Abrí mis ojos, la drogada estaba boca arriba en la cama y el guardia estaba encima de ella, este se movía arriba, abajo, con fuerza, rápido. La drogada, gemía de dolor y placer. Cerré mis ojos y disfruté del movimiento de la cama. Ese movimiento que indicaba que ganaría…

Abrí mis ojos. A lado de mí estaba el guardia del jefe, dormido. El dolor de cabeza que traía era enorme, el mareo era increíble. No me pude mover, pero necesitaba saber que había pasado. Miré por el cuarto y las dos muchachas estaban en el sillón acostadas, dormidas. Me levanté con mucha voluntad y caminé hacia ellas.

-Chicas, ¿Qué pasó? –Dije moviéndolas a las dos.

-Todo salió muy bien. –Dijo una con los ojos cerrados.

-Y ¿La niña? –Pregunté con duda.

-Vinieron por ella hace rato. –Me dijo.

-Perfecto. –Dije con una sonrisa.

Caminé nuevamente a la cama y caí acostada. Por la ansiedad que me dio el sabor que todo había salido bien, no pude dormir tan pronto. Pero el mareo ya no me importó. Estaba feliz.

Dormí. Desperté y vi que eran las 3pm. Abrí los ojos y el mareo era menos. Las chavas ya se habían ido y el guardia del jefe seguía durmiendo.

Me levanté, bajé a la cocina y la señora de la limpieza me tenía café hecho. Llevé dos tazas y comida. Desperté al guardia y con una sonrisa me recibió.

-Increíble lo de anoche. –Me dijo. –Y luego tener esto en la cama, es como un sueño.

-Entonces hay que seguir disfrutándolo porque cuando despertemos quizá no sea igual. –Le dije.

-Trataremos de que lo sea. –Dijo y comimos.

Platicamos de todo un poco. Más bien era una plática para conocernos. El guardia había caído en mis redes. Nos bañamos y nos arreglamos y para las 5pm salimos en mi camioneta.

Estaba por dar un paso más en mi plan y me sentía muy nerviosa. Lo siguiente que haría, era muy arriesgado, cualquier cosa que saliera mal, perderíamos nuestras vidas. Pero estaba dispuesta a correr cualquier riesgo si eso significaba quedarme con la ciudad.

Esnifé cocaína. Mi corazón quería salirse de mi cuerpo. Miré al guardia del jefe y sentí demasiado miedo. Me arrepentí, quería regresar a un día antes, cuando mi guardia me dijo que me podía llevar a mi ciudad y terminar con todo esto. Pero era muy tarde y de pronto, sentí como mi cuerpo dio un movimiento muy brusco, algo que nunca había sentido. Luego, la camioneta empezó a girar y salió de la carretera.

Por unos segundos, que parecieron años y dos vueltas que me parecieron miles, la camioneta pegó contra un árbol que la hizo detener. Pegó de mi lado y sentí un dolor inmenso en mi brazo derecho. El guardia de mi jefe me hablaba pero no podía escuchar nada, el dolor me nubló cada sentido de mí. A los segundos, el sonido que escuché me hizo sentir en el infierno. No hay sonido más aterrador que el de las balas saliendo del arma y pegar en una camioneta.

Instintivamente, agarrando mi brazo derecho, me agaché. Miré como el guardia del jefe, se agachó también. Los vidrios caían en nuestra cabeza, el sonido de las balas pasar de un lado a otro, me hacían sentir muerta. Luego, todo quedó en silencio y se escuchó como la camioneta, con las personas que nos habían atacado, salieron a toda prisa.

Nos miramos por un momento. Nunca había sentido esto que sentía en ese momento. Se me vinieron a mi cabeza las imágenes de mi sobrino, el hijo de mi hermana y mi deseo de verlo y de perdonarla aumentaron. “Discúlpame, Olga, ese hijo es de las dos”, pensé y lloré.

-Ya pasó. –Me dijo el guardia del jefe haciéndome volver en sí. -¿Estás bien? –Me preguntó.

-S… sí. Me golpeé en brazo. –Dije pero no sentía dolor. La adrenalina estaba al máximo. -¿Qué pasó?

-Al parecer fue un atentado contra tu vida. –Me dijo. –Alguien quería matarte.

-A ¿Mi? –Pregunté. –Pero, ¿Por qué?

-No lo sé ni tampoco sabemos quién fue. –Me dijo. Vi que sacó un arma y se levantó despacio. Apuntó saliendo despacio y luego guardó el arma. –Se fueron. Le hablaré a una ambulancia para que nos atienda.

Lo miré más detenidamente y traía sangre en su rostro. Me quedé acostada en la camioneta y esperé. El dolor del brazo empezó a aumentar. “Lo peor ya pasó, lo peor ya pasó, lo lograste, tranquila. Esto no es parte del plan pero lo hace más creíble.”, pensé.

Luego de una hora y media, llegó una ambulancia. Subimos y nos fuimos. Me atendieron en la ambulancia. Dijeron que había quebrado el brazo.

Llegamos pero no al hospital sino como a una casa de seguridad.

-¿Qué es este lugar? –Pregunté.

-Es nuestra clínica particular. –Me dijo el guardia del jefe. –No podemos simplemente ir a un hospital y esperar que nos atiendan como reyes. Aquí tenemos buenos médicos y nos atenderán. Por cierto, hablé con mi jefe. –Mi corazón se aceleró demasiado.

-¿Qué te dijo? –Pregunté con miedo.

-Que iba a investigar esto que ocurrió. –Me le quedé mirando. -¿Qué pasa?

-¿Pueden darnos un momento? –Le dije a los médicos. Salieron. –Mira, no sé cómo decirte esto. -Le dije.

-Dime, tenme confianza. –Me dijo y me acarició la cabeza. Era totalmente mío. –Desde hace tiempo, y tú lo has visto, pero tenemos una pequeña fricción el jefe y yo. Al parecer se siente amenazado por mí y con razón. Soy una mujer de negocios y he ido creciendo, pero créeme, mi intención es solo hacer dinero, no deshacerme de él.

Me vio por un momento con miles de dudas en su cabeza.

-Él es una gran persona, ha demostrado mucha fuerza. –Me dijo. Silencio. –Tienes razón en eso que me dices, se siente amenazado por ti. Porque estás tomando fuerza.

-Y lo siento mucho, de verdad. –Lo tomé de la mano. –No quiero que haya conflictos entre los dos. Yo creo que el ataque de hoy es de él. Y si es así, mejor hablaré con él y me iré de la ciudad. –Lo miré, y sentí que le había lanzado esa mirada que una medusa le aventaría a su enemigo para convertirlo en piedra.

-Y ¿Lo nuestro? –Me dijo.

-Me interesas pero eres su mano derecha, no puedes salirte. Si lo haces, ¿Cómo podría confiar en ti? -Silencio. -¿Lo harías? –Me miró hipnotizado por el amor que fingía tener por él. -¿Me defenderías? Imagínate, tu y yo teniendo todo el poder. Tú controlas a su gente y yo conozco de negocios. No lo necesitamos. Tendríamos todo para nosotros.

Me miró.

-¿Este era tu plan? –Me preguntó.

-No, mi plan es vivir una vida tranquila contigo. Porque te amo. –Seguía dudando. –Le hablaré por teléfono para demostrarte que fue él y sobre todo, para demostrarte que también quiere deshacerte de ti. –Era mi última carta. Todo o nada.

Marqué su número. No contesto, como siempre. Luego marqué el número de Clara. Estuvo con él la noche anterior y con mucha suerte, estaría con él en ese momento.

-Estaba esperando esta llamada. –Contestó el jefe.

-¿Dónde está Clara? –Pregunté. El mano derecha escuchaba la conversación en silencio.

-Soy el dueño de la ciudad, conozco cada movimiento que hagas o quieras hacer. ¿Creíste que no conocía a tu putita? –Me dijo. –Me ofendes.

-¿QUE LE HICISTE? –Le grité y me alteré. Que le pasara algo a Clara no era parte del plan.

-Ella ya no es una molestia. –Y sonrió. –Y cómo te respeto, porque debo decir, has crecido demasiado en tan poco tiempo y por eso te respeto, te daré todo el día de hoy para que dejes la ciudad. A partir de mañana empezará la caza de “Ángeles”. –Dijo. Colgó.

Y en ese momento, nuevamente una irá me invadió. No sabía nada de Clara, la mujer que había dejado a su esposo por mí. La mujer que no quería estar en este mundo por miedo y yo la obligué a entrar y a tener, sin duda, una muerte violenta.

-¡HIJO DE PERRA! –Dije. -¿Ya te diste cuenta? –Pregunté.

-Me quedó claro. –Me dijo borrando todo rastro de duda. –Pero no podemos hacerle nada. Tiene a todos sus guardias.

-Estoy segura que te recibirá porque tú sabes dónde estoy. Él quiere acabar conmigo. Lo que me dijo fue solo para que saliera de donde me oculto. No te hará nada. –Le dije. –Confía en mí. –No dijo nada. –Una cosa más, hay una mujer que creo que es una muy buena amante de tu jefe. Por favor, ve y págale con la misma moneda.

Asintió. Le di los datos de la persona y salió. Cerré mis ojos pero por la adrenalina, la preocupación y todo lo que traía, no pude dormir. Los médicos hicieron su trabajo con mi brazo y me atendieron varios golpes. Me dieron medicamento y en unas horas, estaba lista.

Marqué por teléfono.

-¿Puedes venir por mí? –Le dije a mi mano derecha. Le di la dirección y en dos horas, estaba recogiéndome. Y por primera vez en el día, me sentí segura. Cerré mis ojos.

-¿Cómo van las cosas? –Me preguntó.

-Todo saliendo a la perfección. Si nada sale mal, en unas horas seré la jefe de esta ciudad.

-Si sabes que después de que maten al jefe, habrá una guerra, ¿Verdad? –Me preguntó.

-Estoy lista para eso. –Dije y me dejé llevar al sueño.

-Señorita. –Me despertaron. –Despierte.

-¿Qué pasó? –Me levanté asustada.

-Me informan que acaban de matar a su jefe. -Y cuando terminó la frase, mi corazón saltó de alegría. Me levanté demasiado excitada por la noticia y corrí a abrazar a la persona que me dio la noticia. Me dolió mi brazo muchísimo y mis golpes pero no me importó.

Detrás de la persona entró mi mano derecha. Traía una cara de muerto, pero no lo estaba.

-¿Qué pasa? –Le pregunté. Mi corazón latió de prisa.

-Asesinaron a mi novia. –Silencio. No dije nada. Empezó a llorar. Lo abracé.

-Tranquilo. ¿Hay información sobre el asesino? –Pregunté.

-Me dieron una descripción y coincide con el mano derecha del jefe. –Dijo levantando la cabeza.

-Me acaban de informar que el jefe fue asesinado…

-Sí, ahora tenemos que luchar contra esta persona para hacernos con el control. –Dijo.

-Lo arreglaré rápido. ¿Ha habido noticias sobre ellos? –Pregunté.

-Es extraño pero no hay movimientos. No se sabe quién fue el que lo mató. –Dijo y se sirvió whisky.

-Lo primero que se te venga a la mente. –Dije.

-Lo mató uno de sus guardias personales. –Dijo y bebió. –Por eso mismo no hay movimientos, quizá la gente estaba descontenta con él y querían un cambio.

-¿Qué ha salido en las noticias? –Pregunté.

-Aun nada, es muy pronto. –Me dijo.

-Tendrás tu venganza. –Le dije y lo agarré el hombro. –Esto ya es nuestro, solo estamos a un paso.

Se fue.

Me tiré en la cama a pensar en lo que había pasado.

Varios días despues, se me informó sobre varios enfrentamientos en varias partes de la ciudad. En la televisión salió la noticia de que el jefe de la plaza y pusieron mucho énfasis en su apodo, había fallecido y que había una disputa por hacerse con la plaza entre varios grupos armados.

Incluso, salió mi nombre. Me sentí muy orgullosa y a la vez con miedo. No sabía que iba a pasar con todo eso. Estaba aterrada y a la vez excitada. Había ordenado a mi gente replegarse mientras se peleaban entre ellos. El mano derecha de mi jefe, o ex jefe, haría todo el trabajo.

Pasaron dos días más en los cuales, la tensión entre mi gente había aumentado. Casi no salíamos y cuando lo hacíamos, era solo para comprar comida y regresar a escondernos. En una ocasión nos topamos con militares. Esto me daba aún más miedo. El gobierno ya estaba interviniendo. Y si ellos se lo proponían, me encontrarían rápidamente.

El consumo de cocaína aumentó. Mis nervios estaban al máximo. Si bien, esta era la vida que quería, me di cuenta que no. Esta no era la vida que quería. Encerrada, escondida, drogándome, sin poder disfrutar de la vida. “¿Esto significa ser delincuente?”, pensé. “No quiero serlo, me arrepiento totalmente”. Pero ya no podía hacer nada, ya estaba metida.

A los 4 días recibí una llamada.

-Tenemos que vernos. –Escuché a la mano derecha de mi ex jefe.

-¿Qué pasó? –Pregunté.

-Esto llegó a su fin. –Me dijo. –Tú y yo somos los dueños de la ciudad.

Y respiré aliviada.

-Te espero en tal hotel. –Le dije. Y colgamos.

Mi cuerpo estaba listo para coger y me puse una minifalda con una tanga azul y una brassier del mismo color. Arriba una camisa de manga larga. Le hablé a mi mano derecha.

-Hoy acabamos con todo. –Le dije. –Ven por mí y llévame a tal lugar.

-Entendido. –Desde que falleció su novia, andaba más dispuesto a ayudar. No sé si era por su venganza o porque ya tenía tiempo para mí.

En dos horas, estaba saliendo al hotel y llegando. Llegamos y caminé al cuarto donde me dijo que estaría el mano derecha de mi ex jefe. Llegué y toqué. Tardó un rato en abrir pero lo hizo.

Entré y sentí nervios en el ambiente.

-Hola. –Le dije.

-Hola. –Me dijo. Nos vimos. Luego corrí a abrazarlo con el único brazo que tenía y a besarlo. Rápido me respondió.

-Mi héroe. –Le dije en tono coqueto. –Te mereces todo mi amor. –Le dije. –Eres el mejor, el mejor hombre del mundo, te deseo tanto. –Me di la vuelta y puse mis nalgas en su paquete. Empecé a frotarme en él.

Llevó rápido sus manos a mis tetas y besó mi espalda y mi cuello. Mi brazo impedía que acariciara bien mis tetas pero seguía haciéndolo. Me dio un empujón y caí en la cama. Me puse de rodillas y me sostuve con una mano. Volteé a verlo y se bajó su pantalón y su verga apuntó al techo. Se acercó a mí, subió mi minifalda y bajó mi tanga a la rodilla.

Acercó la cabeza de su verga a mi panocha y empujó despacio. Batalló en entrar ya que ninguno de los dos estaba lubricado hasta que entró toda. Se quedó un rato dentro, luego empezó a moverse.

Atrás, adelante. Sus piernas golpeaban mis nalgas. Sus manos se agarraban a mis caderas. Ninguno de los dos gemía. Era un sexo tan insípido. Seguía moviéndose y muy bien, nuestros cuerpos estaban sincronizados.

-Dame más. –Fingí lo más que pude. No estaba nada excitada y no sabía porque. Tenía una verga dentro de mí y el simple hecho de pensarlo me excitaba pero ese día no me calentaba nada.

Mi brazo se empezó a cansar, todo el peso de mi cuerpo caía en él. Y el dolor en mi brazo quebrado me llegó al estar en esa posición.

Pasaron 2, 3, 4, 5 minutos y no sentía nada de calentura, y estaba muy lejos de sentir un orgasmo. Sentí que se puso duro y vació dentro de mí.

-Delicioso, mi amor. –Le dije tirándome en la cama boca arriba. Se acomodó su pantalón y se acostó a un lado de mí. Descansamos un poco. Luego hablamos. -¿Todo bien? –Pregunté.

-Estos días fueron muy pesados. –Me dijo. –Estuve en un enfrentamiento y por poco no lo cuento. Afortunadamente iba con mucha gente.

-Y ¿Murieron muchos? –Pregunté limpiando el semen con la sabana de la cama.

-Muchos amigos que se pusieron de lado del difunto y otros desconocidos que estaban de nuestro lado. –Dijo. –Lo malo es que el gobierno anda metido.

-¿Qué podemos hacer? –Subí mi tanga.

-Ellos ya están enterados de esto. Ya saben de ti. Están de acuerdo pero quieren hablar contigo primero.

-¿No es una trampa? –Pregunté algo asustada.

-Para nada. Ellos también tenían tratos con el difunto. Es normal. Pero al parecer traen un negocio entre manos y tú les puedes ayudar.

-¿Sabes de que trata? –Pregunté.

-El difunto tenía la misma tarea, pero no pudo concretarla. –Añadió. –Al parecer ven más cualidades en ti, por ser mujer…

-Pero dime de que trata. –Interrumpí.

-Tenemos una cita con ellos el 23 de diciembre, no te preocupes. Todo a su tiempo.

-Me haces sufrir. –Dijo.

-Ahora eres mía completamente, lo que menos quiero es hacerte sufrir. –Me besó. –Mira nada más las cosas que hago por amor.

-Eres un hombre como ninguno. –Le dije sonriéndole. –Entonces, ¿Toda tu gente ya sabe de mí?

-Tienen órdenes de seguirte, ellos ya saben que el gobierno te dio luz verde. –Y respiré tranquila.

Me levanté y una ansiedad enorme me llegó. Empecé a temblar de la emoción. Esnifé cocaína. Saqué un arma de mi bolsa.

-¿Sabes?

-Dim… -No terminó la frase al ver que le apunté con el arma. -¿Qué pasa? –Me preguntó con duda y con una sonrisa nerviosa.

-¿Recuerdas el ataque que nos hicieron? –Asintió. –No fue tu jefe el que nos atacó, fue mi gente.

-¿Cómo? –Me preguntó.

-Tenía que ganar tu confianza, y que mejor que enamorándote. –Dije. –Este cuerpo, yo, no soy de nadie, al contrario, todos ustedes son míos cuando yo quiero y los utilizo para mi beneficio. –Silencio. Me veía con duda. –Fingí pelear con tu jefe y ponerlo en mi contra y sobre todo, que tú te dieras cuenta de eso para que me ayudaras a acabar con él. Planeé enamorarte para que hicieras las cosas por mí. Yo no podía acercarme a tu jefe, pero tú sí. Planeé con mi gente, un ataque a nosotros dos, así creerías que tu jefe te había traicionado por estar conmigo. Todo salió a la perfección.

Silencio. Nos miramos. Su mirada se duda se apagó y aparecieron unas llamas en sus ojos.

-No sé qué decir… el coraje me invade y quiero asesinarte pero no puedo. Ahorita solo me queda pensar que estos son mis últimos momentos. –Nuestras miradas seguían fijas. -¿Quién era la mujer que maté?

-¿Ella? Era la novia de mi mano derecha. Te cuento, él se quería salir y vivir una vida tranquila con ella, pero yo lo necesito, es el mejor elemento que tengo, incluso mejor que tú. Pero ella estorbaba y tú te deshiciste de ella, así que mi mano derecha regresó. Gracias. –Dije.

-Realmente, no puedo creer lo que estás diciendo. –Me dijo. –Eres una escoria, eres peor que mi jefe. Él nunca se metió con la gente, tenía sus arranques pero siempre con su gente. Pero ¿Tú? No te detienes para conseguir lo que quieres. ¿Qué clase de gente va a dirigir este lugar?

Y de pronto sentí mucha ira en mi cuerpo. Esta persona, que me ayudó a conseguir el poder, no era muy diferente a mi antiguo jefe. Seguía sin respetarme, me ofendía.

-Puedes decir lo que quieras, pero esto será lo último que vas a decir.

-¿Puedo decir una última cosa? –Preguntó.

-Dime.

-¿Quién es Clara?

-¿Clara? –Dije. –Clara es… -Bajé mi mirada triste y solté lágrimas.

-Sí, lo sabía. Ella era tu pareja. –Dijo sonriendo. –La encontré en la casa del jefe…

-Calla. –Dije enojada. –Ella… no debió pasar eso con ella… pero valoro lo que hizo por mí y su muerte no fue en vano.

-¿Así de escoria eres? –Dijo y escupió en el suelo. –Me arrepiento de habértela metido. –Su rostro se puso rojo del coraje. –Te cuento, la encontré sin…

Y no dejé que terminara la frase…

Al minuto salí del cuarto, bajé las escaleras tranquilamente y llegué a la camioneta donde estaba mi mano derecha. Subí y cerré la puerta.

-Acabo de vengarte. –Le dije. –Vámonos.

Continuará.

NOTA: EN EL RELATO ANTERIOR, AL FINAL, TUVE UNA PLATICA CON UNA MUJER. ME CONFUNDI DE NOMBRE Y NO ERA MAGDA SINO CLARA.

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