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El secreto de Magdi-Blu

en Dominación

EL SECRETO DE MAGDI-BLU

Segunda parte

UN AVISO INQUIETANTE

La calle estaba llena de gente curiosa ante tres patrullas policiales con las linternas puestas. Muchos hablaban, otros miraban y todos expectantes. Algunos policías, de cara al público, custodiaban que no se traspasara aquella barrera. Los vehículos sonaban sus bocinas para que les dejaran pasar ante la estrechez de la calzada por tanta gente curiosa. Muchas personas que transitaban la calle se paraban, creyendo ver manifestaciones o seguían sin prestar atención. Había un suceso extraordinario, pero la vida continuaba.

Un coche azul oscuro se acercaba. A la altura de los curiosos hizo sonar la sirena que había puesto el conductor en ese momento encima del techo, le hicieron paso y paró un poco más adelante del primero de los tres vehículos oficiales. Un hombre alto y delgado bajó de él y se acercó al cordón policial presentándose.

-Pase, señor –Dijo uno de los policías- Todos están arriba y el inspector Jordán le espera.

El hombre entró en el edificio y subió las escaleras hasta la primera planta. Una puerta abierta daba acceso al escenario que venía a inspeccionar.

-¡Hola, Javier! Te esperábamos

-¿Qué hay, Jordán? ¿Una víctima como las otras?

-Igual, Javi, las mismas características y misma puesta de escenario.

-¿Testigos? –Inquirió el inspector

-Una vecina de aquí al lado. La interrogué.

-Tráela de nuevo, Jordán

Habían seguido por un pasillo corto y llegaron al final de éste. Una habitación a media luz, una alcoba con decoración femenina y una cama matrimonial donde había sobre ella cuatro sirios eléctricos pequeños en cada esquina del mueble, acompañando a una mujer joven desnuda, atada de manos y pies a la cabecera y bajo de la cama, abierta de piernas. Algo no era normal en ella: tenía tres tubos de madera de unos cinco por cincuenta centímetros, uno de ellos introducido en sus partes, el otro por el recto y un tercero por la boca. Los ojos de ésta estaban totalmente abiertos, desorbitados y demostraban un tremendo terror. Por la boca empalada chorreaba un líquido casi transparente. Su cuerpo estaba flagelado desde el pecho hasta los muslos y manchado con el mismo líquido por todo él. La habitación presentaba unos letreros hechos a mano y con spray a ambos lados que decían:

"La mujer es escoria ¡Esclava del placer del hombre!"

Un hombre estaba sentado en la cama y con guantes de late examinaba el cuerpo femenino. Al cabo de varios minutos se levantó, miró a su alrededor y descubrió al inspector jefe. Se acercó a él.

-¡Lo tienes difícil, Artero! Más de lo mismo. Sólo una diferencia, las manchas que ves sobre ese bonito cuerpo de mujer son semen. Haremos un análisis de esos líquidos y veremos, por su ADN, si es de uno solo o de varios. Mañana por la tarde te daré mi informe. Hablaré con el juez y diré lo mismo que te he dicho para que haga el levantamiento. ¡Chao, Javi!.

Ante el inspector jefe se presentó, acompañada por Jordán, una joven de mediana estatura y guapetona

-¿Su nombre es...? –Preguntó el jefe de policía

-Carmen Aranda, señor. Pero, no se..., ya le dije al policía aquí presente lo que quería saber...

-No se preocupe por lo que dijo. Cuéntemelo a mí.

La joven contó que la mujer asesinada había llegado tarde y sola. No sintió a nadie que tocara a la puerta ni oyó gritos. Ella cuidaba de la pecera y las flores de la fallecida y lavaba la ropa de su amiga. Sabía que su forma de vida era turbia. De vez en cuando venían hombres a su casa a visitarla pero que era una forma de ser de cada cual. Se la veía sincera y muy dolida por la muerte de la otra joven y de que forma.

-¿Tenía referencias o conocía a otras personas o persona que viniera con alguna frecuencia por aquí? ¿Hombre, mujer?

-No, señor.

-¿Nadie, nadie?

La mujer quedó pensativa un momento y, haciendo un gesto con la mano comentó con cierta sorpresa.

-Señor inspector. Hace dos semanas vino por aquí una mujer joven, de nuestra edad, elegante y en un coche Wolvagen rojo. Vino en dos o tres ocasiones más en los días posteriores y ya no la he vuelto a ver. Tenía buena amistad con Celia y hablaban de sexo y se reían de eso con una libertad..., que ya, ya.

-¿Se acuerda de la matrícula del coche?

-No señor, no. No presté tanta atención

-¡Vale, gracias! Si sabe algo más comuníquelo al inspector. De todas forma la citaremos para que haga una declaración jurada de lo que nos ha comentado. Gracias.

Con la indiferencia propia de los policías ante el ciudadano que les paga, Javier dio la espalda a la testigo.

-Jordán ¿Quién hay en la Central que tenga conocimientos sobre sectas? Llevo pensando hace mucho que esto es obra de esa gente.

-No sé, jefe. Alberto Galán ha llevado algunos casos sobre sectas. Hablaré con él y pediré ayuda, si es lo que quieres.

-Ayuda no. Somos autosuficientes y buenos para resolver este caso. Que envíe a alguien que nos asesore. Mira, ahí viene el juez. Me voy a casa. ¡Adiós!

 

 

Subiendo las escaleras del portal y llegando a su casa, Javier Artero oyó que tocaban el timbre de la puerta. Vio a un muchacho uniformado con un burofax en la mano.

-¿Desea algo de ahí? Soy el dueño de la casa.

-Buenos días, señor. Traigo un burofax para la señora Magdalena Blu Alcántara ¿Es usted familiar?

-Su marido. Puedo cogerlo.

-Firme aquí –Javi firmó el recibo sobre la pared y lo entregó- Gracias y adios

Se dio cuenta que no estaba totalmente cerrado el telegrama. Una curiosidad de policía le atacó. Era una curiosidad aprendida en la Academia que todos tenían. Con cuidado la abrió sin quitar el pegue que todavía estaba entero. Decía.

"Te esperamos en la Hermandad tus hermanos y yo. Ven sin falta el sábado a las 10:00 p.m. No faltes, es tu obligación para con nosotros."

-¿Hermandad? ¿Qué Hermandad es esa? ¿Qué obligaciones tiene Magdi con nadie que desconozca? Yo, que sepa, soy su obligación, el marido, el amo y señor de ella. –Se quedó sorprendido y mosqueado.

Magdi-Blu estaba trabajando en el bufete y no aparecería hasta las nueve, como normalmente hacía. ¿Qué obligaciones tenía? Que supiera, su esposa no tenía familiares. Ella contó que habían muerto ¿Entonces, qué significaba ese telegrama?. En lo que quedó de tarde Javi se hizo una y mil preguntas sin respuestas "Te esperamos en la Hermandad..." ¿Qué coño de Hermandad? ¿Magdi pertenecía a una Hermandad? ¿Desde cuando y, con qué permiso? Era esposa, sí, pero también era su esclava y sólo él tenía potestad sobre su persona. Era una ley tácita de una persona sumisa cuando se entrega a otra que quiere que la domine y la instruya en la disciplina del sado y la obediencia total y absoluta ¿Entonces, qué pasaba allí que se le escapaba?

Miró el reloj, las ocho de la tarde. Decidió hacercarse al Bazar de enfrente hacer una fotocopia del documento y analizarla detenidamente. Magdi tenía que dar muchas explicaciones de ahora en adelante a su señor. A las nueve y diez de la noche llegó la muchacha. Estaba bonita, elegante. La falda azul estaba por arriba de las rodillas unos diez centímetros y ajustada a sus fuertes y redondas caderas. Se le señalizaba por detrás el triangulito que formaba la trasera del tanga. La camisa, también azul y de terciopelo, era amplia pero sus pechos prietos y aquellos pezones puntiagudos se vislumbraban perfectamente y se notaban que no estaban sujetos. Era una norma impuesta por él que la esposa cumplía a rajatabla. Normalmente llevaba sujetador cuando trabajaba pero, al salir de allí, en el vestuario personal que tenía en el bufete, se desprendía de la pieza y llegaba a casa con los pechos libres

No dijo nada de aquel telegrama. Lo había dejado cerrado, puesto sobre el armario aparador. Ya la informaría, como por casualidad, que tenía un mensaje para ella. En silencio la tomó de la mano y la acercó a él. Miró aquellos ojos que tanto amaba con detenimiento y un cierto malestar y besó aquella boca con intensidad. Luego, sus manos inspeccionaron todo el precioso culo y se introdujeron por debajo de la falda y fueron estrujados con pasión mil veces. Magdi-Blu se enroscó en su cuello y metió la lengua dentro de la boca de su marido. Notó como él se apoderaba de sus pechos y los apretaba de una forma distinta a otras veces. Pensó que, seguramente, Javi quería aleccionarla con castigos una vez más para gozar de su cuerpo

-Dónde quieres azotarme ahora, amor mío ¿En la vagina? ¿En los pechos que tanto te gustan? ¿Dónde?

-No quiero azotarte, Magdi, solo amarte.

La tomó en brazos como hacía siempre y la llevó a la alcoba matrimonial. La depositó en el suelo y se entretuvo en desnudarla solo de la falda y blusa. El cuerpo de mujer apareció casi totalmente desnudo, el tanga negro y transparente era la única prenda que llevaba puesta. Javier tomó aquella vulva hinchada que parecía que estaba perpetuamente en la meseta del placer y la apretó con devoción. Comenzó a besar los pechos macizos de Magdi-Blu sin soltar aquel sexo amado y fue bajando lentamente, recorriendo con su boca toda la piel brillante, suave y estremecida de la joven. Llegó a la pletina de la prendita y con la mano libre la bajó hasta las rodillas. La boca ansiosa se introducía en el depilado y bien cuidado vello del pubis, en forma triángulo invertido, donde la altura estaba sesgada en curva que caía a los lados de la vulva, y lo mordía literalmente, sin dejar de bajar hasta llegar a los labios, sujetos por aquella mano férrea que dejó paso a una lengua que empezó a humedecerlos hasta introducirse en el pliegue que formaban aquellos y buscaba tranquilamente el clítoris, el himen y las suaves y húmedas paredes de la vagina. La lengua inquieta jugó con el botón que estaba totalmente excitado y echado hacia arriba por el clímax que se presentaba. Durante un buen rato fue masageado en profundidad haciendo que la muchacha tuviera el primer orgasmo que bañó la boca del hombre que lo bebió. Entonces, bajando la lengua buscó el himen y la introdujo todo lo que pudo moviéndola con ligereza por los lados del agujero y recibiendo más líquido del interior de la vagina aterciopelada.

Magdi-Blu cogía la cabeza de su señor y ayudaba a tenerla pegada a su coño para facilitarle el trabajo. Los glúteos fueron cogidos con desesperación, apretados hasta clavarse en aquellas carnes y dejarlas rojas. Magdi jadeaba cada vez más, movía la cabeza de un lado a otro y la echó hacia atrás con los ojos cerrado y la boca abierta, desesperada por la pasión que la inundaba

Javier se levantó y ofreció la boca inundada de los orgasmos y ella, con una habilidad inaudita, comenzó a lamerla toda, tomándose sus líquidos, dejando lustrosa el interior con la lengua y limpiando las comisuras bucal y la barbilla del hombre. Quedó el marido perfecto. Éste la tomó nuevamente en brazos y la llevó a la cama. Allí la dejó boca a bajo, le subió las caderas y abrió las piernas. Toda la vulva se veía lubricada, chorreante, los labios hinchados aun más por la meseta que daba paso nuevamente al orgasmo que estaba a punto de aparecerle. Sabiéndolo, Javi enfiló su erecto pene hacia el himen y lo introdujo de una sola vez hasta el fondo, tocando el cervix con la punta del prepucio, realizando seguidamente los movimientos pélvicos, que no fueron muchos, y haciendo estremecer otra vez los ovarios en una corrida totalmente satisfactoria para la muchacha. Su dueño sintió cómo venía aquel líquido femenino caliente y cubría su falo cubierto por aquella fogosa vagina y, poniendo los ojos en blanco, apretando con fruición los lados de los glúteos femeninos más fuerte aún si cabe terminó en tremenda eyaculación dentro de su esposa, inundándola y haciendo que ella se deslizara, por sí sola, en un movimiento de sus caderas frenético y ayudando a su esposo a vaciarse en su totalidad en el interior. Ambos quedaron uno encima del otro, sudando, rendidos y satisfechos, contentos con ellos mismos por profesarse aquel cariño que no parecía acabar.

-¿A qué ha venido este delicioso polvo, mi señor? –Preguntó sonriente, queriendo ver la cara de su amado sin poder- Llegar y besar el santo ha sido todo uno ¿Es un regalo que mi dueño ha tenido con su guarra puta?

-Ha llegado un telegrama para ti, Magdi. Me ha fastidiado y enojado mucho. En otras ocasiones ha sido motivo de que te fueras una semana o más lejos de mí ¿Será ese otro que me lleve a estar solo una vez más?

Javier sintió cómo Magdi se estremecía toda debajo de él, cómo ocultó la cara en la ropa de la cama y permaneció así un largo tiempo. No dijo nada, no hizo nada, no se movió de encima de su mujer, dejó que tomara posición y luego se expresara. No hubo respuesta alguna y, Javier bajó, se puso en pie y se subió el pantalón y lo abrochó. Salió a pasos rápidos de la habitación matrimonial y del domicilio dando un fuerte portazo. Magdi-Blu se marchó del domicilio conyugal con una pequeña maleta de viaje. No lo volvió a ver hasta ocho días después.

 

 

La subinspectora Pilar Arañas

Ese día no era el propicio para el hombre. Su mujer había marchado dos días atrás sin dar explicaciones sobre sus ausencias ni sobre sus familiares. Magdi-Blu no habló nada, se cerró en banda, se puso nerviosa. Era su esclava y lo sabía pero un deber superior, más grande aún que su propia vida la obligaba a alejarse del ser que amaba con pasión mas tenía que desobedecer, engañar y, si era preciso, renunciar al hombre que le dio la consideración de mujer y no de una puta perra destinada a dar placer quisiera o no a cuatro hombres todos los días o cuando decidieran colgarla, pegarla, vejarla y follarla hasta que perdía el conocimiento del dolor tan grande que recibía a manos de ellos.

Al inspector jefe Javier Artero se le cayó un expediente grueso al suelo, se abrió y quedó medio expandidos los folios alrededor de la carpeta. En el momento de agacharse y recogerlo, tocaron en la puerta y dio permiso para entrar. Se encontraba agachado en la tarea de recoger cuando vio unos zapatos negros y una pernera blanca de mujer a medio metro de sus narices. Fue mirando poco a poco hacia arriba y lo que vio le agradó mucho. Unas piernas largas con unos muslos macizos y una vulva bastante señalada en aquellos pantalones estrechos de cintura baja. Unos cinco o siete centímetros de cintura se veían descubiertos enseñando un redondo y bien formado ombligo con una piedra brillante en su interior. Los pechos eran generosos y rectos, señalándoseles los pezones tenuemente en aquella blusa de tirantes cubierta por una chaquetilla, también blanca, que se abría a los costados dejando ver aquellas dos hermosas mamas. El rostro, sonriente, parecía la hermana gemela de Urma Zurman, pero con el cabello más corto y castaño claro. La mujer era una real hembra de una gran altura, como la actriz, pero más maciza.

Rió y se complació ante la admiración que el jefe de policía le prodigaba. Se agachó ante él y aquellas entrepiernas abiertas fueron de gran excitación para el hombre. Olía a perfume bueno y los pechos, cuando ella se bajó, ondularon alegremente. La mujer era consciente que aquel ejemplar de macho la miraba toda sin dejar un resquicio de su cuerpo sin contemplar y se sintió feliz y agradable. No iba por la vida de diva ni de mujer hermosa, como realmente era. Una mujer normal, enamorada de su trabajo, con buen tipo y presencia. Pero eso sí, aquel hombre le gustó desde que lo vio, en el primer año como alumna del Cuerpo Superior de Policías, dando una clase magistral sobre criminología, una segunda vez, al año siguiente, un par de veces después cuando hacía las prácticas. Y ahora, que la admirara de aquella forma la emocionó, la excitó y sus entrañas temblaron de placer morboso.

-Pilar Arañas, subinspectora de la Central, adscrita a la Brigada Social y experta en sectas religiosas y de otros tipos. Encantada de conocerle, jefe –Extendió una mano estrecha de dedos largos y finos muy bien cuidados con uñas lacadas en esmalte transparente.

-Javier Artero, encantado –Y estiró su mano para coger aquella que le resultó ardiente y estremecida cuando la estrechó

-Alberto Galán me ha ordenado presentarme a usted y colaborar a sus órdenes mientras dure el caso que tiene entre mano, jefe.

Se levantaron ambos sin soltarse las manos. Fue la policía quien la rescató con dificultad de la de él. Nerviosa las puso detrás porque no sabía dónde utilizarlas. Aquella acción dejó aún más patente los senos de ella que quedaron bien reflejados y los pezones erectos y gruesos por la sensación de placer que tenía en su cuerpo. Acababa de llegar, de presentarse y aquel hombre la ponía a cien igual que cuando estaba en la academia y lo veía con alguna regularidad. Ahora se habían saludado dándose las manos y ella tenía la sensación de haberse mojado la tanguita que llevaba puesta. Además, desde que entró él no dejaba de mirarla descaradamente y eso, a su pesar, viniendo del inspector la subyugaba enormemente.

-Siéntese, subinspectora. Le explicaré someramente lo que ocurre.

Otra visión extraordinaria el trasero de aquella muchacha más alta que él, le sacaba la frente. Ancha de espalda y caderas. Sus nalgas, algo respingonas, se veían apretadas, duras a pesar de que cuando caminaba tenía unos ciertos movimientos sensuales pero preciosos donde las hubiera.

-Tenemos entre mano un caso de un asesino en serie. Llevamos cuatro mujeres asesinadas en lo que va de semestre. Todas de igual forma y puesta de escena: degolladas, flageladas y empaladas, luego, les pone cuatro pequeños sirios eléctricos en las esquina de las camas y pinta la misma frase en las paredes, una frente a la otra.

Las opiniones de mi grupo están algo divididas aunque no faltas de razonamientos todas ellas. Por ejemplo, un maniaco reprimido y virgen, maltratado por su madre o padre. Otra, los abusos sexuales cometidos en la persona del criminal por familiares allegado: padre, madre, hermana, etc., o todos a la vez. Una tercera es que haya un grupo que organice estas matanzas, el hecho de las estacas en el sexo, ano y boca, eso quiere decir depravación, pérdida del equilibro emocional, el desdoblamiento de la personalidad, en fin, le digo que hay disparidad, todas acertadas y con sentido común.

-¿Y la suya, jefe?

-El asesino no es un hombre sino una mujer. El cartel que siempre pone en las paredes opuestas lo dice todo: "La mujer es escoria ¡Esclava del placer del hombre!". Para mí, es indicativo que ella es una persona maltratada sexualmente por familiares desde siempre o, por lo menos, desde muy corta edad. Se ha visto liberada por algunas circunstancias, escaparse del seno familiar tormentoso, ser despreciada por esos familiares; casarse y verse en una situación diferente con un solo hombre, que éste también la esté destruyendo, no sé. Llevamos seis meses, subinspectora, y no sabemos nada. Con este último crimen me he reafirmado que la mujer pertenece a una secta religiosa, satánica o dedicada exclusivamente al sexo. Por eso le he pedido a Galán alguien entendido en estas organizaciones. Me ha enviado a una mujer.

-¿Eso le molesta, jefe, que sea mujer? –Dijo Pilar inquisidora, algo sorprendida.

-Es usted muy bonita, inteligente y especialista en esos temas. Mis hombres se sentirán atraídos por su persona y envidiosos de verse relegados en las investigaciones. Quiero que sea una asesora en el grupo, con voz pero sin voto, de esa forma solo la admirarán, se evita enconos, los hombres no estarán nerviosos sino encantados de verla todos los días y tenerla entre nosotros. Es usted, Pilar, un regalo para la vista, créame.

Pilar escuchaba la arenga muy seria. Lo seguía con la mirada cuando al hablar caminaba de un lado para otro, costumbre de siempre en él. Ella lo había visto en varias ocasiones en otras actividades distintas a la investigación. Contestó crudamente, sin tener en cuenta que era un jefe, sólo un machista chovinista

-Para dar color y agradar personalmente a su grupo de machos ibéricos, como hembra agraciada, se puede ir buscando a una bailarina que haga desnudos, tenga buenas tetas y un mejor coño, con un culo, claro está, respingó y apetecible para la sodomización. Le aseguro que quizás puedan llegar a descubrir a la matona de turno que, mira por donde, pueda ser esa bailarina y acabe con los berracos del inspector jefe Javier Artero, incluido él mismo –Dio media vuelta y se dirigió a paso rápido hacia la puerta de salida del despacho.

-¡Subinspectora Pilar Araña! Usted ha sido cedida temporalmente a mi grupo, a mis órdenes y a mis cojones. Su jefe habló de su trabajo como la mejor y más cualificada para este asunto, que es más peliagudo de lo que se pueda imaginar. Permanecerá, como le he dicho, a mis órdenes, será la hembra número tres del grupo, acudirá a las escenas de los hechos que se puedan cometer más adelante ¡Dios no lo quiera! y nos asesorará en todo lo relacionado a los acontecimientos. Es una hembra muy hermosa, no lo puede negar, tiene gran prestancia y personalidad con esas tetas suyas, esa vulva bien señalizada y el culo redondo y prieto que tiene está de "toma pan y moja" y unas palmaditas ahí le sentaría pero que muy bien por bocaza. Nunca más me vuelva hablar de ese modo o le meto un paquete que se cagar por esos muslos preciosos. Ya me dijeron de su temperamento y lo probé. Ahora, punto final a esta conversación. Solo le diré que, aunque me denuncie a Interior como acosador, ya me gustaría ser yo, personalmente, quien le diera esas palmaditas en semejante trasero digno de sodomizarlo.

-Pensaré en adelante si lo denuncio o no –Contestó la joven con una media sonrisa- Si está interesado en darme esa tortas no tiene más que ir a esta dirección personal y allí se explaya, jefe. Le aseguro que no opondré resistencia

Guiñó un ojo y salio.

 

 

 

Fin de la segunda parte