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La Princesa y el Guardaespaldas (3)

en Hetero: Infidelidad

LA PRINCESA Y EL GUARDAESPALDAS

Tercera parte

 

Este relato está dividido en cuatro partes consecutivas.

La primera parte se editó el 28-06-2004 y se encuentra colocada en http://www.todorelatos.com/relato/22145/

La segunda parte se editó el 4 de julio del mismo año y está en http://www.todorelatos.com/relato/22429/

 

IX

Nace una relación profunda

Helvert VonNow abrochaba su impecable camisa blanca y se disponía a colocarse la corbata ante el amplio espejo del tocador de las habitaciones de la princesa Estephanye. Subió el cuello y tomó la corbata azul eléctrico de seda brillante lisa, como le gustaba a él. La colocó alrededor del cuello camisero y midió los lados para que el tamaño quedara perfecto. Le encantaba el orden y la estética y, tener una corbata en la que la parte delgada estuviera a la altura de la cara principal le parecía poco elegante.

-Señora ¿Qué tema va a tocar los periodistas latinoamericanos? –Comenzó diciendo al tiempo que empezaba a realizar el nudo.

Estephanye se asomó a la puerta del baño, desnuda, con un tanga que sólo cubría a duras penas su pubis en el que se le veía, por arriba, el principio del monte de Venus rubio y recortado. Los pechos oscilaron cuando se paró en seco bajo el marco de la puerta. Alta, joven, guapa, simpática, exultante a rabiar. Helvert apartó la vista de aquella visión y cerró los ojos por un momento. Acababan de hacer el amor como desaforados y verla así nuevamente lo ponía en órbita. Sabía que no era un superdotado en el amor ni capaz de atender tres veces seguida a una mujer sin un buen rato de relax. Pero ella, por si sola era un caso extraordinario, la bilirrubina le subía por el cuerpo y le daba sofoco. Su persona irradiaba y transmitía vida a la otra que la estuviera amando y es lo que hacía con él cada vez que estaban juntos que, desde la llegada a Cataluña no habían dejado de estarlo ni una sola noche y, a veces, alguna tarde como ésta, por ejemplo, decía para su adentro.

-Bueno, según Gerdha que tiene un borrador de las preguntas pues de la formación de nuestro país, los negocios del juego, prosperidad, mi familia a través de la historia de Lenstters, etc. –Parada en aquel marco, con los brazos caído a lo largo de su bien formado cuerpo desnudo, esperando que él abriera los ojos que no querían mirarla, intencionadamente provocativa- ¿Haces el nudo de la corbata con los ojos cerrado? ¿Sale mejor de esa forma? ¿Te pone mucho verme así? ¿Acaso no te gusto?

Y Estephanye se apoyaba ahora en el marco de la puerta estirando el brazo derecho algo más arriba de su cabeza, con una suave sonrisa en la comisura de la boca, burlándose de él, comprobando lo nervioso que lo ponía.

-Señora… eh… se hace tarde

-¿Sí o no? –Y lo miraba con intensidad. Bajó el brazo y fue acercándose lentamente hacia VonNow. Quedó casi pegada al cuerpo masculino, rozando los pezones enrojecidos por tantas caricias y estiramientos dolorosos a la camisa que delataba una respiración agitada dentro de ella- Te creo capaz de dominarte y no tocarme ahora mismo. Frío como el metal, enigmático, desapasionado, no me quieres como tu muj…

No pudo continuar, Helvert la tomó entre sus brazos y la aplastó contra su pecho. Tomó la rubia cabeza con la mano derecha y tiró de los cabello hacia atrás con fuerza y sin piedad hasta que el rostro provocativo de la joven quedó mirándolo obligatoriamente. Estephanye tenía la boca entreabierta y se podía ver su lengua moviéndose dentro de ella, jugosa, deseable. Los ojos grandes y bien abiertos desafiándolo una vez más como lo había hecho no hacía dos horas. La contemplo un rato y luego le estampó un apasionado beso en los gordezuelos labios recién lacados al natural. La izquierda apretaba la cintura de la muchacha que quedaba completamente pegada a él y las caderas femeninas hicieron un movimiento de más profundidad en las de él. Estaba acostumbrándose a la lentitud de él en amarla y subiendo lentamente sus torneados brazos los pasó por el cuello masculino y los enredó. Lo ayudaba a mantenerla porque quería sentir una vez y mil veces más aquellas manazas de hombre bruto sobre su cuerpo de mujer ardiente, sumisa a las dolorosas caricias. Y Helvert, interpretando el gesto soltó el claro cabello y bajó la mano por su costado hacia el glúteo derecho desnudo total por el hilo dental que se perdía en la unión de ambos y lo estrujó con pasión, con ardor. Volvía a acariciarla con violencia dominadora de la forma que tanto la volvía loca.

Sabía que la iba a poner de espalda y apoyada sobre el pecho masculino para gozar de su frente y volvió a ocurrir, lo iba conociendo y eso le gustaba con locura. Recostada de espalda en su torso apoyó la cabeza en el hombro de él, subió el brazo derecho y colocó la mano en torno al cuello encorbatado. La cara del hombre se hundía en su nuca desnuda rozándola y mordiéndola sin parar. Las enormes manos bajaron hacia sus muslo y las yemas de los dedos era electricidad acariciante y se deslizaron por ellos hacia adelante y al interior, luego, tranquilamente, comenzaron a subir acariciadoramente y se metieron en los separados labios vaginales sobre del triangulito de seda y los rozaba nada más, haciendo que ella sintiera mil sensaciones nuevas y unos suaves dedos que la llenaban de descargas exaltadas y subían hasta la raíz del pelo. Esos dedos acariciantes pasaban multitud de veces por los labios alterados y abiertos por el coito anterior buscando la dominación de la mujer a través de su sexo, otras veces palpaba las ingles para volver a la cúspide de la vulva y seguir provocando emociones tan grande que Estephanye abriendo y estirando la pierna derecha hacia atrás de la del hombre se extendió bruscamente por todo el cuerpo del varón mientras su respiración era una pura agitación y le vino un orgasmo que se reflejo claramente en la mini braguita.

-¡Para, Helvert, para, por Dios! –Y se estremecía toda violentamente pegada al pecho masculino. Sus piernas la delataron y creyó que iba a caer al suelo de lo emocionada que se encontraba.

Aquellas manos fuertes la sostuvieron una vez más a la vez que no la perdonaban que fuera Estephanye la provocadora del desaguisado y siguieron allí, impertérritas apoderándose de una vulva vencida, dócil, encharcada, abierta y manando nuevamente los jugos vaginales producidos por las continuas caricias suaves de los dedos.

-Vamos… vamos a llegar tarde, Helvert mío ¡Ten piedad! –Y ponía su cara debajo de la de él

La sostuvo contra su pecho un buen rato hasta que la joven volvió a ser dueña de sus actos, tomándola por la cintura y besando todo su agradable rostro, luego la separó con suavidad y, dándole una palmadita sonora en el trasero, la soltó. Estephanye lo miró de una forma tan intensa que VonNow sintió que todo su ser se iba detrás de ella nuevamente.

-Cambiase y vístase, alteza. La es… la esperaré fuera –Y caminaba rápido hacia la salida, tomando por el camino la chaqueta del traje, sabía que no podía estar ni un momento más allí con ella, porque…

-No me cambiaré, Helvert, solo pondré el vestido, retoco el cabello y acudimos a la entrevista.

X

La entrevista

Marina dejó en el suelo su maletín de aluminio algo grande para su cuerpo delgado y de buenas proporciones. Se arrodilló sacando del escote de la blusa de seda blanca holgada de mangas largas que dejaba vislumbrar su precioso pecho una cadena de plata con varias pequeñas llaves, extrajo una y abrió la pequeña maleta metálica bien surtida, con cuerpos de cámaras sin los objetivos dispuestos en cada lugar destinado en el maletín. A la izquierda de éste había un estuche negro de terciopelo con un texto en blanco que decía Kodak DCS Pro Back. Era su cámara preferida, cámara diseñada para estudios y reportaje de interiores.

Tomó el estuche como si estuviera cogiendo a un bebé y lo colocó con el mismo cuidado en la mesita del recibidor y lo abrió. De él sacó una cámara cuadrada y plateada. Siempre la empleaba cuando iban a hacer entrevistas importantes y dentro de un salón. Tenía una resolución máxima de 4080 x 4080 y permitía ver las imágenes de inmediato que se apretara el disparador. Se podía transferir esas imágenes al ordenador si se quería o por Internet y enviarlas directamente a la redacción sin necesidad de pasar por laboratorio por su digitalidad, crear más de setenta diapositivas y exponerlas sobre pared sin el reflector .Era su joya querida, la niña mimada del extenso material fotográfico que poseía. La miró maternalmente para comprobar una vez más que estaba perfectamente resguardada. Se volvió hacia el abierto maletín y quedó mirando los otros cuerpos puestos boca arriba, tomó una Epson Photo PC 3100Z de mano, cámara digital y de rollo, buena para la calle, interiores y hacer tomas de fotografías rápidas, con visor óptico para comprobar el estado de luz. La empleaba mucho porque se podía incorporar a un videotex y usarla como cámara de vídeo si interesaba. La resolución fotográfica de la misma podía equipararse a la Kodak Pro Back. Extrajo una correa de color negro con ribetes blanco y rojos a lo largo de la cinta y con un anclaje a cada lado, los enganchó al cuerpo y la colgó de su fino y elegante cuello que lucía un collar de perlas Majóricas regalo de Alberto cuando estuvieron en Mallorca. Tomó una lente Canon de 60x60 y de SUM 10 y la incorporó al dicho cuerpo y otra de 50x50 sin SUM para la Kodak.

Además de la excitante blusa, Marina lucía una larga falda blanca a media pierna ceñida a unas caderas anchas y hermosas. Estaba de espalda a la puerta de entrada e inclinada colocando la lente a la Kodak cuando una mano indiscreta se paró muy cerca de sus nalgas y apretó. Dio un brinco y miró hacia atrás.

-¡Alberto, por favor! ¡Cuantas veces te he dicho que no me…! –Sus ojos se agrandaron desmesurados al mirar por arriba del hombro del compañero. Alberto, quitó la mano no si antes descargar una torta cariñosa ahora sí, en medio de los glúteos ¡Estaba loco por ese culo precioso de mujer!

Pero el asombro, los cambios de colores de la bonita colombiana no se debía tan solo a ese trato normal entre pareja con algo más que compañerismo. No, algo se había salido del tiesto y la miró extrañado. Para comprobar el azoramiento de Marina no tuvo más que seguir la mirada de ella.

En la puerta, con una amplia sonrisa que sonó a carcajada, había una bella mujer alta, joven, rubia, muy bien vestida y de aspecto nórdica a todas luces. Había visto, desde el principio la acción de él y la pasiva defensa de ella. Movía la leonada cabeza de un lado a otro sin dejar de sonreír a la vez que enlazaba las manos y las apoyaba contra sus muslos.

-Querida amiga periodista, hay varias maneras de combatir a los hombres a saber: matarlos uno a uno. Eso sería provocar la mitad de la catástrofe de la humanidad ¡Las mujeres somos más racionales e inteligentes! ¿Verdad?; cortarles las manos que dan tortas en los culetes, eso sería una buena ley parlamentaria; darle un mordisco en la yugular ¡Bien! –Y cerraba el puño derecho a la vez que lo impulsaba hacia arriba- O, querida mía, quererlos tal como son, a lo que yo me apuntaría desde ahora mismo ¿Qué dice usted?

-Pues yo me apuntaría a la ley de cortarles las manos para que dejaran la dichosa manía de palmear traseros femeninos ¿Qué les provocarán esos deseos, señora?

-La sensual moda femenina, apreciada Marina. Los modistos nos visten para gustar a los hombres. Tenemos un cuerpo llenos de curvas y nos modelan solo para ellos. ¡Así de sencillo, amiga! –Y hacía un gesto de resignación con las manos, la subida del entrecejo y ladeando la cara.

-¿Y el mordisquito en la yugular? ¡Parece efectivo! –Dijo Marina y ambas rieron el comentario al tiempo que miraban con burla a Alberto.

-Soy Estephanye de Lenstters –Se presentó, omitiendo el tratamiento de princesa, dando la mano a Alberto que la tomó, como un caballero al viejo estilo, se inclinó y la besó

-Alberto, redactor del Diario Buenos Aires –Dijo el periodista con una tenue sonrisa en los labios.

Estephanye miró a Marina y ésta extendió el torneado brazo para dar la pequeña mano a la alemana. La aristócrata, con toda naturalidad, la cogió por la mano y la atrae hacia ella y, tocando los brazos de la periodista gráfica le estampó dos sonoros besos, uno en cada lado de la linda cara de la colombiana.

-Marina, fotógrafa del mismo periódico. Veo, señora, que no está muy maquillada ¿No le gusta? –Observó la joven.

-Me gusta la naturalidad. Quiero ser yo misma siempre–Contestó la princesa

-Y me parece muy bien, señora. Usted no necesita de subterfugios femeninos para estar bella. Por naturaleza ya lo es pero en las fotos saldría algo pálida. Llevo siempre conmigo un pequeño tocador para retoques fotográficos

Marina colocó a la princesa ante la inmensa ventana que daba a la Rambla donde se veía el puerto y los barcos de gran calaje: transatlánticos, buques de pasajes internos; contenedores; petroleros, a la izquierda, la figura de Colón, en su alto pedestal señalando perfectamente la dirección de Las Américas. Se veía a la gente paseando por la avenida y los locales de ocio con sus terrazas y personas sentadas en ellas consumiendo. Una auténtica estampa marinera y ciudadana. Marina retocó con polvos de maquillaje más vivos la faz de la dama y midió la luz que despedía la princesa con el fotómetro de su cámara, sonó un disparo, comprobó en el visor de la cámara la foto tomada a Estepanye y la mostró a la joven aristócrata.

-¡Caramba! ¿Así voy a aparecer? –Dijo admirada mirando el visor de la cámara móvil.

-Si, señora, y aún mejor con el papel croché de la revista que editará el reportaje- Cuando quieras, Alberto.

Alberto, que estaba algo alejado de ellas, se acercó y se sentó frente a la mujer. La miró rápidamente en un silencio total, Luego, sacó una grabadora, la colocó en la mesita que los separaba y dijo

-Señora, es usted una mujer nórdica muy bella y posee unas preciosas piernas –Lo dijo con tanta naturalidad que Estephanye de Lenstters lo miró alagada pero algo inquieta. Sin poderlo evitar miró hacia la puerta de entrada al salón de Entrevista del hotel. Allí había un hombre muy alto, serio, elegantemente vestido, con las manos enlazadas por delante. Su mirada fija en el redactor era sombría y fría. No parpadeó ni una sola vez al oír el comentario del periodista.

Marina, que estaba tomando planos miró asombrada a su compañero y siguió la mirada de la entrevistada –"¡Dios mío!"- Se dijo atónita –"¡Este hombre no tiene remedio!"- Y esperó lo peor.

-¿Va a salir en el reportaje este halago suyo, señor? –Comento la princesa con una sonrisa forzada.

-¡No, por favor! Es que cuando tengo ante mí a una belleza natural me hace hablar sin pensarlo. Disculpe, ha sido solo un comentario admirativo.

-"¡Lo mato ahora ya y no cuando estemos solos!" –Bramaba por dentro Marina, y lo miró de reojos.

-Princesa ¿Podría dar una ligera semblanza del Ducado de Lenstters? ¿Dónde se encuentra? ¿Cómo es la gente?

-El Ducado de Lenstters es un pequeño estado centrado en la Alta Baviera. Tiene setecientos Km. cuadrados, un nivel y calidad de vida muy alto, líneas férreas que unen todos los puntos del país, carreteras excelentes que confraternizan a todos los cantones, la gran mayoría de letthersianos tienen teléfono, radio y TV, seis periódicos diarios, con una tirada media de 140000 ejemplares, siendo el más importante La Voz de Lenstters; cuatro canales de TV que emite a toda Europa y tres aeropuertos.

"El gobierno, con Carta Magna, es una monarquía constitucional, como la española y hereditaria, tanto en la persona del hijo como de la hija, si algunos de ellos es el mayor. En España, Dinamarca y Noruega está la Ley Sálica, que da la preferencia al varón, en Lenstters no. Es un Ducado con Parlamento con Cámara de Parlamentarios unicameral que ejerce el Poder Legislativo y consta de 70 miembros que se eligen cada siete años, como ocurre en Francia. Votan todos los jóvenes de ambos sexos que tenga 18 años."

"Tenemos un ejército de gente voluntaria con 1100 efectivos entre generalato, oficialía, suboficialía y soldados profesionales. Estamos en trámite de entrar en la "OTAN"

Mi padre, el príncipe reinante Federico IV, está casado con la princesa Margueritte, mi madre."

"El Estado está dividido en 15 cantones y éstos a su vez en comunas o municipios. La capital de Lenstters y, de las quince capitales que hay es la segunda más grande."

"Históricamente somos un Estado muy joven aunque mi país nación en 1525 cuando Carlos I de España y V de Alemania concedió amplios terrenos al conde Maximiliano de Lenstters, general que combatió contra el imperio turco, defendiendo el derecho de Carlos a testar la Corona negra del Sacro Imperio Romano Germánico…

Y Estephanye siguió hablando largo y tendido sobre las peculiaridades de su país. Luego pasaron al jardín de hotel y la entrevista siguió diferente derrotero, por último, el periodista pidió terminar el reportaje por las calles cercana al puerto de Barcelona, entre su gente. Aquí, Estephanye, que cada cierto tiempo giraba la cabeza como buscando algo o a alguien, detalle que fue detectado por el argentino, comentó tranquilamente

-Bueno, por mí encantada, pero esa petición ha de ser registrada por el Cuerpo de Seguridad de la Casa reinante Lenstters. Este organismo es la que decide la seguridad en las salidas de los miembros de la Casa y, aquel caballero que nos sigue tan discretamente es, precisamente, el jefe en España de ese Cuerpo. Con él es con quien tienen ustedes que hablar –Y la princesa miró de una forma muy especial al hombre bien vestido que acudió con toda tranquilidad.

Alberto y Marina, que estaba a su lado sacando instantánea, solo sabían de su presencia. El periodista habló en inglés al alemán que lo escuchó con mucha atención y con una seriedad que produjo respeto e incomodidad al reportero

-Bueno, señor –Dijo Helvert VonNow en un perfecto español- No tenemos problemas alguno en esa petición, pero hoy no. Su alteza tiene, dentro de dos horas, cita con el Presidente de la Generalitat que vendrá aquí. En todo caso, caballero, señora, tendrá que ser para mañana en la mañana o pasado mañana también en la mañana porque su alteza parte para Italia por la tarde. Usted, señorita Marina, que ha sacado cuatro fotos mías, tendrá que darme su máquina para borrarlas de la memoria. Es la princesa la protagonista de su reportaje no yo. Por favor –Y extendía la mano.

Y Marina no opuso resistencia al ruego. Estaba intimidada ¿Cómo sabía aquel gorila de raza que había sacado exactamente cuatro fotos? Era cierto pero quizás quedara la duda de que él no supiera manipular bien la digital y no borrara la memoria de cada una de ellas, por lo que podía recuperarlas. Su esperanza quedó en desilusión, aquel hermoso ejemplar de hombre supo borrar las fotos de la memoria y, una vez terminado todo el proceso, devolvió el cuerpo fotográfico a la joven y bella periodista colombiana. Un silencio espeso cayó como una loza sobre todos ellos y Estephanye, acostumbrada a situaciones incómodas y violentas, por razón de su cargo, fue la que mantuvo la serenidad y dio un giro a la situación creada por el guardaespaldas.

-Bien, señora y señor periodistas, mañana, sobre las diez podemos vernos y dar ese paseo matutino tan gratificante ¿Les parece bien? –Y una amplia y fresca sonrisa nórdica disipó el momento violento.

… … …

-¿Cómo sabías tú, Helbert mío, que Marina había sacado cuatro fotos tuyas? –Preguntó con voz sofocada, acurrucada toda, con sus piernas metidas entre las de él, mordiendo el tórax velludo de su amante después del segundo coito de aquella noche- Ella no dejaba de disparar constantemente.

-Señora, con la misma técnica con que usted sacó magistralmente adelante la situación incómoda que creé. Yo cuento los metros que su persona recorre y por donde pisa, veo y calculo las personas que la rodean, la situación del momento y modo de sacarla de escenarios incómodos si se creara. Puedo prever, en un margen de error del 5 al 10%, gente que la puedan incomodar como la de esta noche cuando salió a despedir al presidente de la Comunidad catalana. Es la técnica del reconocimiento y la seguridad, señora, soy un agente cualificado y pertenezco a su equipo… ¡Aaaaahh!

Estephanye, mientras lo escuchaba, iba pasando sus gordezuelos labios por el cuello del hombre, el pecho y bajaba lentamente besando el estómago, metiendo la punta de su lengua en el amplio ombligo de él, escupiéndolo y esparciendo con su órgano bucal por sus alrededores a la vez que lo besaba y chupaba, mordiéndolo y creándole cosquillas, mirándolo con amor mientras se sacaba vellos de la boca, bajando a continuación e introduciéndose en aquel inmenso bosque de pelos negros, sudorosos, gruesos, fuertes y suaves a la vez y llegando a un pene no muy grande pero grueso que iba levantándose y creciendo a medida que la mujer se le acercaba. El olor fuerte que despedía el miembro viril era a ella y a él. Su boca tocó la cabeza del glande y la besó con intensidad, los labios se abrieron y fueron deslizándose lentamente por el cilindro hasta casi hacerlo desaparecer dentro de la oquedad bucal que lo apretaba sin gran experiencia pero deliciosamente, con instintos naturales, con la inocencia de un deseo de probarlo largo tiempo esperado

-¡Seee…ñora, ah! ¡Seño…raaaahh! ¿Qué ha.. hace? –Y parecía que Helbert quería desprender la rubia y preciosa cabeza de su princesa de su polla pero no se atrevía.

-En la calle soy tuya, tu responsabilidad absoluta; en las visitas soy tuya, la preocupación de que todo salga bien; soy tuya desde el mismo momento en que me entregué por primera vez a ti, y en esta cama soy más tuya todavía cuando me estás amando con esa intensidad lenta que desarrollas pero ahora, Helbert mío, con tu polla en mi boca, entre mis dientes, ahora, digo, eres mío, totalmente mío y lo serás hasta que acabe, soy la dueña de la situación y de tu persona –Había sacado el falo del interior de su boca y cogido con toda su mano derecha, de uñas lacadas al natural, cuando decía estas palabras- Déjate hacer porque no voy a soltarte hasta que consiga que te corras en mi boca que tanto te gusta poseer.

Y Helbert le costó un cierto tiempo producir erección pero se corrió en la boca de labios gordezuelos que se atoró cuando recibió con fuerza el semen que chocó en la laringe y se deslizó por la tráquea abierta y desprevenida. Rieron y rieron debajo de la ropa camera para mitigar sonidos que los delataran mientras se abrazaban y se juntaban en uno solo una vez más.

La noche era plácida y dormían tranquilamente, confiados, seguros de tener su amor asegurado, VonNow se había encargado de que todo marchara bien y el secreto se mantuviera en el más absoluto anonimato pero no contó con aquella figura negra, con gafa de nocturnidad, algo encorvada, que sacaba fotos con una cámara infrarroja y se deslizaba suavemente con agilidad y sin el menor ruido, salió por la puerta que daba a la habitación de al lado que servía de ropero y gabinete para Estephanye.

XI

Grecia

La princesa de Lenstters cosechaba éxitos allá donde iba. Era evidente, la habían preparado muy bien como representante del principado, como sucesora del trono y embajadora plenipotenciaria de ese país en el norte de Baviera. España e Italia daban fe del buen hacer de aquella joven y bella aristócrata de conducta intachable, sola siempre, pero con una alegría tan grande en sus ojos que nadie comprendía la razón. Un artículo muy bueno y bien ilustrado de una editorial latinoamericana mostraba una figura de mujer nórdica bella y elegante en la que mostraba el buen hacer de esta joven heredera. En la Riviera francesa quedaba un antiguo play boy, casi cuarentón, metido a soberano consorte en fiestas y saraos que nada tenía que ver con el buen hacer de su esposa en los países del Mediterráneo.

Los actos oficiales habían terminado hacía cinco días y Estephanye de Lenstters se encontraba de incógnito en Atenas visitando las antiguas ruinas atenienses que tanto admiraba. La acompañaba un reducido séquito de tres personas pero tan solo una de ellas estaba constantemente a su lado, hablando, consultando, admirando, era un hombre alto, fuerte, callado, de porte elegante que se encontraba siempre detrás de ella pero hombro con hombro y aquella joven de belleza nórdica irradiaba felicidad en todo momento.

Estephanye se encontraba de rodillas, los muslos abiertos de par en par, la cintura haciendo un arco intenso, su pecho y su rostro apoyados en la cama y la almohada; sus brazos extendidos hacia adelante se cogían con las manos fuertemente a la cabecera de ésta mientras Helbert perdía todo su pene totalmente erecto en la vulva chorreante con fuerza y cierta fiereza.

-¡Cielo santo, Helbert mío, me destrozas cada vez que me penetras! ¡Un poco de caridad amor, por favor! No pares, no… pa…ares nunca, solo caridad para esta mu…ujer que no te pue…de negar nada.

Y Helbert VonNow, con su habitual comportamiento de imperturbabilidad seguía su ritmo sin hacer caso a la amada que jadeaba mientras se aprisionaba, en ese momento, el pecho izquierdo emulando al hombre que la estaba haciendo perder la noción de las cosas. Era el segundo coito de la noche y ésta parecía, por la actividad del hombre que iba para largo. La joven estaba asombrada, maravillada de aquella marcha de Helbert, nunca lo había visto de aquella manera tan febril. Ella comenzó a recordar que había ido a una discoteca y que se había bebido una copa de más de la habitual y ¡Dios mío, la pasión que él le desarrollaba con sus envites la estaba matando de auténtico gusto! ¡Y solo una copa de más!

Aquella noche fue muy especial para Estephanye. Estaba en fechas de ovulación y se sabía receptiva. Habían llegado de estar en una discoteca discreta cerca de Partenón. Esa noche se pareció a la noche maravillosa en que se conocieron y fueron al "Corona" de Madrid. VonNow la sacó a bailar sin pedirle permiso como en otras ocasiones. Ella sintió como su corazón se aceleraba con aquella actitud, el dominio que estaba ejerciendo de día en día sobre su persona, como se dejaba llevar de la mano de él y el sentirse dominada, ser su mujer, su vida y la enervaba hasta límite insospechados. Bailaron quedos, muy juntos, Estephanye sintiendo la erección de Helbert, una mano fiera en las nalgas, la complicidad de la oscuridad, los besos interminables, la mano izquierda ¿O fue la derecha la que subía hacia su seno? Tanto daba, y luego como creyó que le destrozaba sus glúteos cuando se corrió de los apretados que los tuvo hasta que se fue como aquella noche de ensueño y, de pronto, sin dar explicaciones, VonNow la tomó de la cintura suavemente pero con decisión y la sacó de la sala. Ella lo miraba asombrada sin decir nada. Estaba acostumbrada ya a las decisiones de él que se dejó arrastrar y conducir hasta el hotel sin omitir palabra, cogida de su brazo y muy pegada a su cuerpo fuerte y firme. Lo que sí notaba en aquel hombre que ya había calado profundamente en su corazón y que empezaba a ser su vida entera era una intranquilidad, el mirar a los lados con rapidez, pararse y observar todo lo que le rodeaba como oteando, oliendo, presintiendo algo que no sabía qué era. Llegaron al hotel y él, con voz de mando, con cierta angustia en ella, ordenó

-Suba a la habitación, alteza, y espéreme. No pregunte ahora nada. Hay algo en el ambiente que no entiendo desde hace cierto tiempo y quiero averiguarlo ahora que tengo esa oportunidad. Nos siguen a distancia y no he podido averiguar nada aún. Reúnase con Gherda y mi ayudante hasta que yo regrese ¡Suba, señora!

Y el bien formado cuerpo de Estephanye se estremeció completamente ¡Dios mío, lo sabía, lo había presentido y visto! Quedó expectante ante la puerta acristalada de la entrada del hotel, con sus manitas bien cuidadas pegadas sobre las lunas inmaculadas y transparentes de las puertas, viéndolo partir sin un rumbo fijo

-¡Dios mío, que no lo sepa nunca! ¡Qué no llegue a descubrirlo! ¡Tengo que avisar rápidamente antes…! ¡Dios del cielo, mi vida por la de él! –Y corría por toda la sala y volaba más que corría escaleras arriba, llegaba a su habitación y se encerraba con llave, tomaba un móvil, marcaba un número y una voz aguardentosa le respondió casi en el acto

-¡Lo ha descubierto, salgan de ahí! ¡Por Dios, no le hagan nada! ¡Todo se ha acabado aquí y ya! ¡Vuelvan a casa, es una orden!

-Perfecto, alteza, nos retiramos en estos momentos como acordamos, archivamos el asunto con todo el material y volvemos a casa. No tema, desapareceremos antes que llegue a nosotros. Un hombre de su preparación y capacidad era de esperar que se diera cuenta. Es seguro, alteza que, por protegerla, no se decidiera a intervenir antes. A sus órdenes, alteza ¡Buenas noches!

Y cuando Helbert VonNow llegó a la habitación serio, nervioso, irritado consigo mismo y con mil preguntas en el aire que se notaba en su rostro Estephanye, al verlo sorprendido, perplejo y lleno de dudas se echó en sus brazos con tanta pasión que no lo dejó pensar en nada más que no fuera el tenerla, el poseerla de aquella forma tan frenética, sintiendo sus manos férreas recorrerla toda, aquel pene nervudo inundarla de semen y hacerla estremecerse de pasión perdiendo la noción del tiempo, sintiendo algo tan maravilloso como fue el percibir y ver, como si de ciencia infusa se tratara, un óvulo sol que, al llegar un esperma diminuto de su amado se estrellaba brutalmente en él y lo hacía resplandecer aun más de tal forma que la hizo transportar a un gran campo lleno de girasoles amarillos dorados y vivos que giraban contentos al los movimientos de su persona que bailaba dichosa entre ellos, feliz, frenética, sintiendo, mientras danzaba, como su vulva se llenaba y se llenaba de Helbert y la hacía desdoblarse y comenzar a flotar y a flotar cada vez más alto, mirar aquel paisaje infinito y precioso de girasoles como auténticos crisoles que la miraban desde la tierra que los habían visto nacer y dejaban oír, con sus movimientos musicales producidos por el aire que los acariciaban y movían, una música ensoñadora de cuna que su madre le cantaba cuando era pequeñita y ¡de pronto! se vio nuevamente entre las altas flores meciendo a un querubín desnudo, pataleando graciosamente y agitando sus manitas cerradas hacia ella, sonriendo con una pequeñísima y preciosa boca rebosante de leche materna que acababa de tomar de sus pechos desnudos, doloridos por las succiones y resumiendo hilitos de líquido blanco que caían en aquella boquita que era el vivo reflejo de la de Helbert. Ya no cabía en sí de la inmensa felicidad que la inundaba, miraba al cielo con sus ojos lleno de gratitud, húmedos, viendo miles y miles de estrellas resplandecientes, buscando al Ser Supremo para demostrar lo agradecidísima que estaba ¡Y quería gritar, gritar, gritaaar, gritaaaaaarr…!

-¡Señora! ¡Estephanye, Estephanye, mi vida, despierta, despierta por todos los santos! ¡Estephanyeeee! –Y la zarandeaba casi bruscamente.

Helbert VonNow la tenía frenéticamente abrazada, asustado mirando su cara a un centímetro de la de él, echándole el aliento a menta, dándole pequeños y cariñosos cachetes en la mejilla sonrosada y mojada su cara en perlado sudor y una cabellera rubia totalmente esparcida por la cama. Estephanye lo miró radiante, riendo, casi sin voz, entornando sus preciosos ojos y rogando.

-Helbert, Helbert mío, vuelve a despertarme de esta manera llamándome por mi nombre, tuteándome, preocupándote por esta pobre mujer que tienes en tus brazos y que será la madre de tu divino hijo. Hazme nuevamente tuya otra vez, mi querido guardaespaldas.

Y se ceñía toda al cuerpo masculino, traspasándole todas aquellas vibraciones llenas de energías positivas que acababa de tener en su transportación. VonNow, como siempre, con esa lentitud natural, teniéndola siempre fundida contra sí, la volvió a amar como pedía aquella mujer que había calado profundamente en su persona.

 

Fin de la tercera parte