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La Madrastra

en Sexo con maduras

LA MADRASTRA

Primera parte

Mis traumas y yo

Estaba jodido, me las prometía felices con los amigos y amigas, queríamos montar una bacanal en mi casa de las que hacían época, de esas en las que nos poníamos tirados en el suelo follando como locos, intercambiando amigas, novias, amantes y esposas. No era la primera vez que cualquiera de los amigos, contándome yo, organizábamos ese tipo de fiesta. Muchas veces me tiré a la mujer de Guzmán, un gran amigo mío, de la cual me encontraba muy enamorado estando estudiando pero ella lo prefirió a él. Ese mismo día recibo la llamada de mi padre diciéndome que regresaba de un viaje de los tantos que realiza.

Era un cabronazo en toda regla. Parece ser que se había casado, no había dicho nada ni me consultó e invitó como hijo y heredero y ahora me llamaba diciéndome que regresaría de la luna de miel a la mañana siguiente, sobre las once a.m. Lo maldecía en todos los idiomas por hijo de puta. Siempre lo había sido conmigo, nunca se ocupó de mí persona ni estuvo enterado de los estudios, si iba mal o bien, si necesitaba ayuda ni acudía a los finales de una etapa de estudios para empezar la siguiente y, por supuesto, no se encontraba cuando entré en la universidad ni cuando salí.

Sólo mi madre estuvo conmigo en todo momento, la que me ayudó en las matemáticas, en los dibujos, en las reuniones de padre, la que me llevaba al médico cuando estaba malo, cuando me operaron de fimosis, me regalaba en los cumpleaños, se acostaba en mi cama y me acompañaba si tenía miedo de la oscuridad siendo pequeño. En una palabra, nunca estuvo junto a mí ni con mi madre. Acudió al entierro de ella por compromiso, yo no lo avisé, fue su perro guardián Gerardo, el chofer. No sabía que había enfermado ni cuando y eso que no estaban divorciados y nos había olvidado por completo como su familia. Ese cagado y no nacido de madre nunca nos tuvo a mi madre y a mí en cuenta. No lo podía tragar pero siempre pagó todas mis facturas sin pedir explicaciones, Tengo que decir que jamás fui un borracho ni drogata por abandono paterno, ese tipo de trauma no iba conmigo. Pago los estudios y la universidad, me dio empleo cuando terminé arquitectura dándome los proyectos para unas urbanizaciones y pagaba una buena cantidad por cada uno. No era avaro el mariconazo y encima dejaba que su vástago viviera en su casa con veinticinco años, que también era la mía por derecho propio. Si mal no recuerdo, mi padre y yo nos habíamos visto unas quince veces en la vida, de manera que el que ordenara quedarme en casa para recibirlo era una falacia, prepotencia de hombre importante y jefe supremo, pero ahí me ven ustedes acatando la orden del dictador de mierda que era el autor de mis días.

Hasta aquí la descripción somera de mis relaciones con ese sinvergüenza de mal parido. Ahora voy a contar la historia verdadera que es la que nos interesa.

Debido al cambio radical de planes impuestos, me vi en la obligación de cambiar algunos, por ejemplo, tenía cita con unas gemelas que eran impresionantes nada más verlas. Guapetonas, streaper gilrs sin ser extraordinarias, tetonas donde las haya y unas caderas apetecibles para darse uno un gustazo en poseerlas como un loco. Digo que eran increíbles porque vestían igual, pensaban lo mismo en todo momento, caminaban con los mismos pasos, nunca se separaban ni para ir al retrete, hablaban a la vez y sonaban como esas bocinas dobles de los vehículos modernos.

Yo no soy un hombre potente en la sexualidad ni mucho menos, soy más bien normal tirando a más por lo joven, nada más, con muchas experiencias, eso sí, pero normalito donde los haya. Nunca había tenido experiencias con mujeres por partida doble y esta me apetecía por lo anormal del caso. Dije, para mis adentro, que si ellas eran tan iguales suponía que follando sería otro tanto igual, no me equivoqué.

Primeramente las llamé donde ellas vivían y les conté la verdad. No estuvieron de acuerdo ambos pero, como también tenían ganas de estar conmigo, aceptaron. No se arrepintieron cuando vieron donde vivía.

Mi casa es una mansión enclavada en un gran bosque habitable y muy cuidado. Se accede a ella a través de una increíble cancela que se abre desde la cocina de la casa y a través de un sistema de televisión. Una carretera asfaltada de más de un kilómetro de largo lleva a una casa con arquitectura de fortaleza y una entrada de friso griego y columnas conríntias. En fin, cuando las gemelas vieron tal paisaje era un mar de alegría y de contentos de haber aceptado la invitación. Si a eso le añadimos que les envié a Gerardo, el chofer, con uno de los Mercedes limosina que mi padre tenía ¡figúrense ustedes!, el polvo o los polvos estaban garantizados.

Las invité a almorzar y a cenar y acto seguido las llevé a mi habitación. Fueron encantadas tan pronto terminaron de comer. Las gemelas, como yo, tenían ganas de juergas. Si extraordinaria era verlas igualmente de excepcionales se comportaban en la cama. Les puedo decir que si les tocaba el pecho a una a la otra tenía que acariciarles el coño. Mis manos tenían que estar siempre en las dos nunca en una sola porque no lo permitían. Tenía que pensar cómo tratarlas para satisfacerlas y quedar bien con las chicas. Como daba igual, tomé a una de ellas, la puse en pompa, le abrí las piernas y enfilé mi erecto pene hacia el himen de ella. A la otra la puse al lado derecho, de pie y empecé a chuparle el borrego. Siempre he tenido facilidad para independizar los miembros y los movimientos del cuerpo de lo que vaya hacer. Podía mover la pelvis achuchando aquella preciosa vagina duramente como mamar el clítoris o toda aquella vulva de la otra dándoles placer y gozando yo más que un cosaco. A la que me follaba le cogía una teta y a la otra hermana hacía otro tanto igual. ¡Impresionante las niñas!, Ambas se corrieron de puro gusto al tiempo y yo quedé a la espera de hacer el intercambio, embestir a la que masturbaba y masturbar a la follada, hacer que se volviera a corres para tener que correrme entre las dos teniéndolas delante, acostadas y juntas y distribuyendo mi semen a ambas. Quedamos exhausto los tres, sobre todo yo. Estar con unas gemelas como aquellas era estar en dos paraísos a la vez pero muy cansado. Un hombre sin experiencia hubiera fracasado con ellas porque no eran jóvenes normales, eran dos en una sola por tanto, siendo dos, todo era por partida doble pero a la hora de distribuir el placer había que hacerlo como si fuera para una chica no para dos, difícil de comprender, difícil de explicarlo y difícil de escribirlo, créanme. La experiencia fue para recordarla toda la vida. Quedamos en vernos otro día no muy lejano.

A quien no le gustó fue a Rosita. Verán, esta muchacha estudiaba ingeniería industrial y trabajaba en la mansión como trabajadora doméstica. Le pagaba un importante sueldo a ella y a su amiga Olga, también estudiante de informática por tener la casona impecable y no tenía nada que decir del trabajo de las dos mujeres, era excelente pero Rosita no era tan solo doncella al servicio de la casa, era también, una o dos veces por semana, dependiendo de las guardias que tuviera los fines de éstas, mi amante. Guapa, espléndida en pechos y caderas, increíble folladora y muy buena mamando la polla. Llevábamos de relaciones ocultas unos dos años y medio. En principio ella me compartía con otras pero a medida que pasaba el tiempo era más exigente y tomaba unos cabreos que me hacía poner serio y amenazarla con echarla sin no cumplía su cometido en el hogar como era debido. Aquella misma mañana había visto salir a las gemelas de mi alcoba, ajustándose la ropa y, cuando me vio me puso las peras a cuarto nuevamente. La ignoré por completo y aquel viernes me perdonó pasando la noche en mi compañía. Al día siguiente llegó la feliz pareja de la luna de miel.

 

Pilar, la madrastra

Gerardo, el chofer, aparcó la limosina blanca delante de la puerta principal. La servidumbre está alineada con las manos detrás y yo al frente, como un teniente del ejército al frente de su compañía. Salió mi padre, tenía que reconocer que aquel hijo de puta se cuidaba muy bien y parecía mi hermano mayor más que mi progenitor, yo, como putero y juerguista, con mis veinticinco años estaba algo decaído y el mariconazo, con sesenta años encima, parecía tener cuarenta. Banquero, industrial, hijo de la gran puta y encima joven. Lo miraba con odio envidia y desprecio a la vez. Éste extiende la mano y sale del vehículo una hermosa mujer con gafas sin montura, ultramoderna, de cristales azules. Vestía una chaqueta blanca veraniega con botones dorados al uso marinero, blusa escotada, con unos soberbios, redondos y rectos pecho con pezones picudos y unas caderas anchas y llenas de curvas. Vestía unos pantalones de terciopelo azul y cintura baja, ajustados a las caderas y muslos y bombacho en las piernas que se metían en unas botas blancas de media caña. El rostro ovalado, terso y dorado, nariz recta, ojos algo separados pero grandes y expresivos. Boca también grande y carnosa de labios gordezuelos y rojos. Alta, muy alta, le sacaba a mi padre algo más que la frente. En general, la nueva esposa de mi padre era y es vistosa como mujer. La pareja se encaminó hacia donde estábamos despacio, mirándonos de uno en uno, altivos, conscientes de que eran el centro de atención de los que estábamos allí. El cabrón de mi padre parecía un pingüino a su lado, tal era el atractivo y figura de aquella mujer.

Me percaté que, tan pronto puso sus ojos en mí, no los apartó y me retó manteniendo la mirada. Su sonrisa altiva, socarrona y maliciosa volvió a aparecer. Después de saludar a los empleados domésticos cuando los presenté, posó nuevamente sus ojos descarados en toda mi persona.

-¡Vaya, vaya, vaya! ¡Tú eres Carlos, el cerebro de la familia!

Quedé anonadado ante tal calificativo y miré a mi padre, que con una sonrisa de oreja a oreja seguía a su esposa como un perito

-Informé a Pilar que tienes dos carreras, hijo, que me ayudas en los proyectos industriales y de urbanizaciones. Ha visto tus planos y ha quedado encantada. Es socio capitalista y muy importante en nuestro Banco

"¡Repelente e hipócrita hijo de puta! ¿Quién eres tú para hablar de mí? ¿Por qué te acuerdas de tu hijo? ¿Qué mal te he hecho en mi puta vida? ¡Nunca he sido nada para ti ¿y tienes un pensamiento de mi persona?! ¡Olvídame, mamarracho de mierda!". Todo esto lo pensé en un instante y la mirada que le proyecté hacia aquel hombre tenía que ser muy expresiva. Por un momento, Pilar Palacios, según fue presentada, quedó boquiabierta ante mi odio hacia su marido, pero acto seguido aquella malicia volvió a aparecer en sus ojos y boca cuando, cogiéndose de mi brazo y pegando aquellos prietos pechos en él nos encaminamos al interior de la casa. Sentía la masa mamaria y el pezón que parecía que picaba por lo crecido. Estaba nervioso, excitado y quería poner mi brazo por su cintura y apretarla contra mí para comprobar la dureza de aquel cuerpo divino.

-¿Por qué odias a tu padre tan ferozmente? –Dijo con su rostro pegado a mi oreja en un inquietante susurro. Sentía aquel perfume que desprendía su persona, su aliento a fresa y me arrimé más a ella, restregándole mi antebrazo con un movimiento descarado por la protuberancia que no se apartaba.

-Seguramente estarás mucho tiempo casada con él y lo comprobarás a su debido tiempo. De todas formas, algún día es posible que te lo cuente, Pilar –Le contesté con mis labios rozándole la mejilla.

Subimos las escaleras de aquel amplio recibidor que daba a los dormitorios y los domésticos, portando cada uno de ellos una maleta algo pesada, subieron detrás de nosotros hasta la habitación que Rosita había adecuado para el nuevo matrimonio. Pasaron al interior y ella quedó mirando el entorno. Debió satisfacerla porque no se apeaba de su permanente sonrisa.

-Todo muy bien, chicos, os habéis superado. Acordadme de recompensaros luego –Y desapareció con un gesto de diosa del cine del campo visual de aquellos sorprendidos trabajadores y de mí mismo que no esperábamos aquella salida de tono.

Había pasado una hora de la llegada de ellos cuando llegó una furgoneta con más maletas con equipajes que fueron descargadas frente a la puerta de servicio. Fui avisado de ello y ordené subirlas. Ayudé a llevar las ocho maletas recibidas y, al tocar en el dormitorio no recibimos contestación. Abrí la puerta y todos oímos gemidos de mujer que procedían del baño. Eran grititos y gemidos que sonaban a falsos, a mujer que estaba siendo poseída sin recibir placer. Nos miramos todos, sonreíamos burlonamente. No nos creíamos lo que estabamos escuchando porque era evidente la mentira del momento.

Pasaron cuatro horas y, a las cinco de la tarde el nuevo matrimonio salió de la alcoba, preguntaron por mí y ordenaron que se dispusiera un todo terreno para pasear por toda la propiedad. Salí al paso cuando bajaban las escaleras. Mi padre, con bermudas, parecía un hombre atlético y en muy buena forma, todo sea dicho, pero ella, sin ser bella, estaba genial con aquel cuerpo. Vestía niky azul ajustado donde sus senos se perfilaban enormemente y los pezones se dibujaban sencillamente extraordinarios. Un pantalón de media caña totalmente pegado al cuerpo, de cintura baja, dejaba ver unas exuberantes caderas bien marcadas. Unas zapatillas del mismo color que la camiseta y de suela de esparto componía el conjunto marinero de Pilar.

Gerardo aparcó pegado a las escalinatas. Los dos bajaron y montaron en el coche campero. Los vi montar a bordo del vehículo sin quitarle los ojos a aquel hermoso y redondo culo de la mujer que me estaba volviendo tarumba. Tan entusiasmado estaba en mirarla que no me di cuenta que era observado por ella. Dejó que la viera bien, que metiera la vista por todo su cuerpo y que me estremeciera de placer. Todos sus movimientos eran pausados, estudiados y sensuales. Pilar tenía plena conciencia que su personalidad había impactado en mí y que la deseaba como mujer.

Ya instalados, bajó el cristal de la ventanilla y comentó.

-Carlos, esta noche tenemos una cena formal y elegante. No te exigimos que vayas de etiqueta pero sí con una corbata. Hablaremos de las urbanizaciones que ya están en marcha. Ordena una comida acorde que nos permita hablar, bailar y pasar un agradable rato. Sólo habrá una mujer: yo.

Para mí va a ser un honor estar y bailar con dos hombres guapos de diferentes épocas. Estaré en la gloria esta noche –Me guió un ojo y enseñó una amplia sonrisa de complicidad.

 

La cena

Estaba ante el espejo intentando hacer el nudo de la corbata. Ya estaba vestido con el único traje que tenía y que sirvió para ser el padrino de la boda de Guzmán, mi mejor amigo. Lo había utilizado con ésta tres veces más por tanto estaba impecable para la ocasión que, me daba la sensación, iba a ser irrepetible.

Me puse la chaqueta y me vi ante el espejo vestido de gris azulado, con corbata de seda azul eléctrico y camisa blanca, también de seda, estaba elegante. La mujer de mi padre estaría contenta con mi porte.

Bajé y los encontré sentados uno frente al otro en el salón recibidor, charlando, con una copa en las manos y rodeado de una suave música ambiental. La luz tenue daba un ambiente selecto y acogedor. Un gran espacio dispuesto en medio de los sillones de estilo moderno era la pista de baile que se había pedido aquella tarde por la nueva señora de la casa. Rosi era la encargada de atendernos ese día. Iba vestida muy elegantemente con aquel uniforme que más parecía un "maitre" que una camarera de mesa: chaqueta corta de color morado; chaleco, corbata, pantalón y zapatos de mujer negro; la camisa y guantes blancos. Estaba preciosa. Tenía una sonrisa en la cara hasta que me vio aparecer. Me senté frente a ellos y la joven se dirigió hacia donde estaba con un carrillo lleno de bebidas, copas y vasos.

-¿Qué desea beber, Don Carlos? –Y su mirada era inquisitiva.

-Whisky, Rosi, por favor. Estás muy guapa con ese uniforme –No miró ni contestó.

-Te arrancaré la polla con mis dientes esta noche, cuando vaya a tu habitación, si le metes mano a la puta esa. Estaré vigilándote todo el rato. –Lo dijo tan bajo que sólo yo lo oí.

Si bonita estaba la camarera bonita estaba la nueva señora de la casa. Vestía un traje largo de terciopelo rojo muy ajustado y sin nada debajo, según pude apreciar. Los hombros, romos, estaban descubiertos y su traje se mantenía por el corpiño muy escotado sobre sus soberbios pechos. De ahí la amenaza de Rosi

Antes de pasar al comedor, estuvimos hablando de los proyectos de encargo que había realizado y presentados en los días posteriores a la venida de ellos.

Pasamos al comedor y Rosi nos sirvió uno a uno. Cuando pasó a servirme, con disimulo bajé los brazos y una mano mía se posó en sus bonitas caderas. Ella paró y miró al frente unos instantes luego siguió, sus caderas eran estrujadas con fuerza.

Pilar no perdía detalles de la forma de servir de la joven. Cuando ésta paró un momento una sonrisa sarcástica apareció en su cara. Creo que se dio cuenta de mi acción moviendo la cabeza. Bailó con mi padre dos o tres piezas, pegados, besándose, sintiéndose por las pelvis y por las manos. Se notaban que estaban recién casados. Rosi había vuelto a su puesto de camarera con sus nalgas hirviendo por los apretones que le prodigué mientras me servía, pero no me quedé de "Rosita", ella, antes de ir a su puesto me dio un pisotón con el tacón agudo de su zapato que me dejó mascando en seco, luego, desde su puesto, sonreía maliciosamente mirándome y, amenazándome con los dientes, si me pasaba con la mujer de mi padre.

Casi me estaba ya aburriendo cuando Pilar me invitó a que la sacara a bailar. Miré a Rosi, me levanté y, tendiéndole la mano, la saqué a la improvisada pista. Tan pronto la tomé por la cintura la apreté contra mí y presioné su cintura. Debajo de aquel precioso traje rojo no llevaba nada. Mientras bailábamos la iba tocando y comprobando su desnudez. Hice un movimiento y la coloqué de cara a su marido pero conmigo delante. Con la iluminación tenue y ambiental, la oscuridad nos favorecía, entonces mi mano derecha bajó despacio, tanteando de la cintura a sus caderas, sólo tenía el traje nada más. No pude resistir amasar aquellos glúteos uno a uno y tener una erección que introduje entre sus piernas de forma desesperada. No comentó nada ni apartó su cara de la mía, seguía bailando como si nada pasara y, estaba terminando la pieza, yo con mi pene debajo de su vulva y ella que me pide otra pieza. La miré agradecido y la atraje aun más y rocé mis labios con los de ella.

-Si quieres que se baje semejante aparato, por lo que noto, -Dijo al oído- tienes que parar de tocarme. Ya sabías que no llevo nada debajo del traje desde que pusiste tus ojos en mí ¿o quieres comprobarlo de otra forma? Encantada, veo que los hombres de esta casa son todos fogosos con sus mujeres.

No pude contenerme y la besé en los sabrosos labios al tiempo que estrujaba violentamente aquellas nalgas cogiéndola por su unión y sintiendo cómo se me abrían y dejaban pasar los dedos. Mi pene creció más y sentí que estaba a punto de correrme. Un estremecimiento maravilloso me vino y quedé rígido. Se retiró un poco y cuando mi pene quedó recto lo empujó con su vulva dejándolo totalmente entre los labios vaginales. Pilar, sabedora, hizo que hablaba de algo, con normalidad, y dejó que me corriera totalmente mientras eran masacradas tremendamente sus anchas y carnosas nalgas. Fue una tremenda eyaculación. Sólo hubo un comentario al oído.

-¡Dios mío! ¡Qué desperdicio! Tendría que estar dentro de mí y no en tus slips ¿No crees? En fin, algún día pondremos remedio a esto. La chiquita de allí –Señaló con los ojos- ¿No te consuela con regularidad?

No contesté. Giré los ojos hacia donde estaba la doncella y vi una cara que no me gustó nada. Me pareció ver sus blancos dientes apretados y una mirada asesina. Pesé que quizás, aquella noche, iba a tener que hacerme una paja en solitario y con la imagen de esta maravillosa mujer que tenía en mis brazos.

Cuando llegó el momento del café y puro, mi padre y Pilar me comunicaron una noticia que me dejó muy contento. Habían aprobado el proyecto de Marbella y el presupuesto estaba a mi disposición, tan sólo tenía que organizarme y combinar mi trabajo de administrador de fincas del nefasto padre con el de técnico y ejecutor de las obras. Quedó acordado que trabajaría de lunes a jueves en el proyecto y el viernes y sábado lo dedicaría a los bienes patrimoniales.

Me retiré junto con ellos y, después de saludar a Rosi, que no me contestó, marché al dormitorio para esperar a la arisca muchacha. Quedé dormido antes que llegara pues se retrasó todo lo que quiso y más. Tuve un mal despertar, unas sonoras bofetadas me despertaron estrepitosamente.

-¡Cerdo, más que cerdo! ¡Cogiéndole el culo a la puta de tu madrastra y besándola descaradamente, miserable! Por supuesto querrás un servicio completo, como siempre, ¿No?

-Bueno, no me opondré, si tú quieres. Te juro que no ocurrió nada, tan solo la toqué. Al fin y al cabo, Rosi, soy un hombre. Una mujer como esa se la pone a uno tiesa, por lo demás, te prometo que fue eso.

-Bien, bien. Vamos a ver por donde empiezo, ummmmm. Por aquí –Y empezó besándome el torso y bajaba lentamente.

Se puso en la postura que ella sabía me gustaba: con sus nalgas puestas en pompa y los muslos abiertos para darme acceso a la vulva y los pechos con el espacio necesario para tocarlos. Lamía el final de mi estómago y se metía de lleno en los vellos del pubis donde le gustaba entretenerse pasando los dedos y mesarlos. Pasó a mi falo y lo introdujo con naturalidad en la boca y dio muy buenos lametazos

Yo, entretanto, me había olvidado de su amenaza y me dedicaba a tocar aquella vagina hinchada, los generosos pechos que me daban una satisfacción increíble. Dejó de realizar la felación y tomó posesión de los huevos. Besándolo estaba cuando ocurrió lo que promerió. Los dientes de ella trincaron el escroto que tenía en la boca y, sin hacer daño, hizo que diera tal respingo en la cama que me puse sentado sin moverme del sitio y la miraba con tal terror que ella sacó el huevo de la boca y rió alegremente mi gran temor.

-La próxima vez mira donde pones las manos, cariño, además, me dio la sensación que tu polla iba a romper el bonito vestido de la nueva esposa de tu padre ¡Está feo que se haga eso con la madrastra!

Rosi volvió a meterse el huevo en la boca y esta vez lo chupaba con devoción. Su boca, inquieta, tragó nuevamente el pene y lo estrujaba con la lengua contra el paladar. Lo sacaba y lo metía hasta confines increíble de su garganta, yo creo que abría su epiglotis y se metía en su glotis. No tengo el pene largo tampoco corto pero si grueso, la muchacha era capaz de tocar con sus labios los escrotos y quedar respirando tan tranquila. Me maravillaba su destreza. Sentí que estaba llegando un momento en que iba a necesitar su divina vagina y no quería eyacular porque la noche era larga y ella muy deseable. Una mano abarcaba mis escrotos y los acariciaba mil veces por segundo.

La tomé con mis manos por su cabeza, la saqué de entre mis ingles y la puse encima, desnuda, suave, joven. Amasé las cachas con muchas ganas y luego, con la misma necesidad, auscultaba el interior de las nalgas en busca del esfínter que, una vez encontrado, invadí descaradamente sin el consentimiento de mi Rosi que me lo agradeció comiéndome la boca, con aquella lengua húmeda y sabrosa en unos excitantes besos franceses que hizo que me transportara al Olympo. Ella, con su maestría, tomó mi polla y la condujo hacia su himen. Con un movimiento de pelvis, sin permitir que mis dedos salieran de su culo, introdujo el pene totalmente en el interior de su vagina. Agarrándome las manos y obligándome que le abriera más aquel agujerito y metiera mas de tres o cuatro dedos, Rosi movía las caderas con un frenesí tragándose el falo una y otra vez, como una yegua en total celo.

Cuatro o cinco minutos después, tras una forcejeante carrera en busca del mejor placer de una noche larga de amor compartido nos corrimos casi a la par, probando nuestras salivas, luchando con las lenguas, metiéndonos en la boca del otro, los dedos de ambas manos hurgando sin misericordia un ano femenino ensanchando hasta la saciedad y dos sexos totalmente chorreantes ensamblados, hinchados por haber llegado al máximum de aquel encuentro que cada vez que lo repetíamos buscábamos la perfección más absoluta.

Rosi, después que la dejara libre de todo, se colocó a mi izquierda y tomó mi pene que se encontraba recostado a un lado de mi ingle. Lo tomó con toda la mano, lo estiró y luego lo dobló con la intención de hacer una especie de "U". Me revolví contra mi amante pero otro tirón hizo que quedara quieto.

-Vi, cariñito, como te corrías en el chocho de la puta de tu madrastra. Vi, cariñito, como ella escondía esta polla entre sus apestosas ingles y te decía algo al oído. Lo vi todo, cariñito y me di cuenta de que ella es una Electra que te quiere follar, amorcito. No soy tonta y sé que eres más putero que el cabrón de tu padre y tengo la obligación de atarte corto. Por eso, amorcito, me parece que esta polla juguetona que, seguramente querrá meterse en mi culito, como otras veces, va a ir algo calentita a él porque la dueña de ese anito tan precioso está cabreada como una perra sin macho.

-¡Cálmate, Rosi, cálmate, por favor! –Y miraba con desconcierto como ella trataba mi pene- Te aseguro que ocurrió porque ella estaba vestida con ese traje rojo y nada debajo. Por lo demás, no tienes que temer.

-Esto es un aviso a navegante. Por hoy te perdono, la próxima, cuando te la mame, me la como después de haberla desprendido con mis dientes. ¿Estamos, cariñito? –Se dobló boca abajo y se puso de cúbito supino- Te doy permiso para follarme por ahí.

-¡Espera unos minutos, Rosi, espera!

Pasado un periodo prudencial, comenzamos los preliminares para un coito anal. Durante aquel tiempo estuvimos silenciosos, medio sonnolientos, abrazados, gozando del contacto de cada uno. La tomé entre mis brazos y la acaricié toda, centímetro a centímetro. Poco a poco, entre besos y besos la fui poniendo boca a bajo y le abría las piernas en toda su extensión. A ella le gustaba quedarse de rodillas, dejar los muslos muy separados y enseñar aquel ojete enrojecido y extendido por la masturbación anterior, pero yo preferí dejarla acostada, ponerme encima y follarla comiéndome su boca y tocándole un pecho. Las prácticas de las veces anteriores fueron dilatando el esfínter y, a la hora de penetrarlo, dejaba hacer la operación con facilidad. Rosi misma fue la encargada de tomar el pene y conectarlo con el ano. Le gustaba estas labores, sentir el miembro viril en sus manos, masajearlo antes y conducirlos hacia sus orificios era una gozada para ella. Decía que se sentía más llena, realizada, al ser ella la que hacía las operaciones el resto lo dejaba para su macho, que era yo y lo sigo siendo, actualmente.

La embestida hacia el interior de su culo no la di yo, Rosa, mujer dominante, temperamental, valiente, echa para el amor, tan pronto sintió el prepucio en la entrada anal, con un grito que daba fuerza al coito se enterró mi polla casi toda. Rosi era mucho y ella misma comenzó los movimientos pélvicos mientras yo, puesto sobre su espalda le entretenía las tetas con fuertes masajeos que ella animaba.

-¡Siiiii, puterooooo, siiii, estállame las tetaaaasssssss! ¡Cómo me gusta que me las cojas y maltrates! ¡ahhhhh!

Y su ritmo era salvaje, desesperado. Su boca abierta unas veces y trincadas las más le permitía realizar la fuerza necesaria para sostener mi peso sobre ella y empalarse mi miembro totalmente desaparecido dentro de la cavidad anal. Con sus gemidos constantanes seguía, al unísono, los movimientos de mete y saca ¡Era una mujer extraordinaria y lo sigue siendo todavía! Yo dejé una mano estrujando aquellas mamas y pellizcando los pezones crecidos por la excitación del momento y conduje otra a su vulva. Despiadadamente busqué el clítoris que había crecido igual que sus pezones y estaban aun más encharcados por los constantes orgasmos que esta mujer era capaz de tener. Lo masajeaba, lo estrujaba y mis dedos frotaban el frente de aquel precioso botón y Rosi cambiaba los gemidos gruesos por otros más finos, amariconados, y el impulso a su sodomización se hacían más y más fuertes y, de pronto, como una posesa endemoniada comenzó a dar salvajemente contra mis escrotos que creí que me los estallaba como buenos huevos que son, y es que se venía estrepitosamente en el clímax más alto de su meseta del placer. Tremendo orgasmo el de ella que me llenó la mano y se escurría por debajo hacia la cama. Sus gritos ahogados por la almohada que mordía eran excitantes y mi corrida no tardó mucho en llegar. No fue tan estrepitosa como el orgasmo pero lo suficientemente buena como para que ella quedara bien lubricada y se le mojara las redondeles de su culo ¡Habíamos gozado de lo lindo esa noche y la muchacha me lo agradeció con un beso en la mejilla!

-¡Soy una ramera degenerada al mamarla y dejarme follar de esta forma! ¡No lo mereces, mi putero maravilloso, pero no lo puedo remediar! ¡Ojito con esa otra puta porque, mira! –Los labios se abrieron y sus dientes tabletearon unos contra otros- ¡Me la como delante de ti y te convierto en un eunuco mariconcete para toda tu puta vida! ¿Estamos?

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Fin de la primera parte