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El Chat

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El horror estaba servido de pronto ante mis ojos, mi vida rota a un golpe de flash para siempre tan pronto encendí la luz de nuestra alcoba. El desastre de nuestro matrimonio, que tanto me anunció en varias ocasiones, no era más que una inmensa mancha de sangre que inundaba los bajos de la cama, fresca, olorosa y emanando todavía de entre sus piernas y, en medio, un cuerpo de mujer bien formado, con las piernas algo abiertas, un brazo caído por el lado izquierdo y el otro en diagonal y casi rozando el otro extremo: el mío. La cara hacia un lado y una expresión de tristeza, ojos herméticamente cerrados y la boca de trazos finos algo abierta y con un rictus de dolor.

No podía dar crédito a lo que veía. No hacía dos horas estuvimos hablando algo no sé muy bien qué y ella marchó cuando le prometí apagar y ahí acabó todo. Recuerdo, eso sí, que Mónica dijo algo de que tenía mareos y se iba de lado. Yo no sé lo que contesté exactamente pero tuvo que sonar en mis oídos a raro, estaba con mis ojos engrandecidos como cherne congelado mirando los múltiples botoncillos cambiando continuamente de azul a anaranjado, solicitando mi presencia, queriendo hablar conmigo, un amigo del chat político, una amiga a la que le gusta mis atrevimientos de macho salido, otra que es compañera de oficina y se roza "al descuido" en la fotocopiadora, uno más que tiene un nick raro y otro y otro y otro… Todos ellos pertenecientes a Yahoo, MSN, Wanadoo, Terra, Altavista, colombia.com, escuelabdsm, BDSMexico, SexAmor, ElmundoEmpresa, eldiariosport, ya.com, DoctorAmos, loquemepaso.com, TodoRelatos, AmorFiliar y más y más y más, infinitamente más ¡Todos reunidos en pequeñitos botoncitos vibrantes y cambiantes en la barra de estado! Me enamoraban perdidamente de ellos porque hablaban, decían mucho, mostraban más, exigían, hipnotizaban, drogaban, atraían, obligaban, me esclavizaban, tenía el culo permanentemente en la silla, no comía… y no permitía que atendiera las necesidades de Mónica

Iba a trabajar temprano para chatear con un grupo que se conectaba a esa hora o más temprano o lo hacía cuando tenía que cortar forzosamente, entonces, con el pretexto de buscar o bajar algo en Internet de interés para la empresa, que ya estaba pensado y sabiendo el lugar exacto de localización, entonces, esos amigos tardíos eran atendidos en tiempo de trabajo y con la pausa "Que viene el jefe…" y vuelta a empezar una y otra vez, siempre con las ventanitas del chat, diez quince, treinta, unas detrás de las otras. Buscaba momentos propicios en horas de trabajo para escaquearme y meterme en el chat por el ordenador de otro compañero.

Por la tarde, cuando salía de la oficina, ya tenía concertado un foro más o una cita con una amiga o amigo de una comunidad erótica, de tipo intelectual, aficionados a lo que fuera, encontrarme con chicas que buscaban rollos con hombres y nos mentíamos con nicks exóticos, tremebundos, graciosos unos mitológicos otros de fantasía, los más con nicks de seudónimos ¡Un auténtico mundo que no te exigía nada! solo ser agradable, saber de lo que iba allá donde te metieras, tener conversación, ser ligón, mostrarte machista ante una chica que le gustaba el morbo, enamorado, altanero, susurrando las palabras a golpe de teclas que se comían las letras… Horas y horas dándole a los dedos, al ratón, mirando como un poseso la pantalla.

Teclas, teclas, teclas, teclas… clic, clic, clic, clic… teclas, teclas, teclas…clic, clic…

¡Y el mundo se presentaba ante mí majestuoso, grande, radiante, hermosos, lleno de muchos pueblos y costumbres, intransigente, violento, imperativo, amoroso, de fantasía…!

Y Mónica sola una noche y la otra, con ganas de hablar, con deseos de hacer el amor conmigo, de salir juntos, perdernos cogidos de la mano, besarnos en la calle como tórtolos, salir a cenar o tan solo tomar unas hamburguesas o perritos calientes, bailar tan cogidos que mis manos se perdieran en ella en una discoteca buscando la complicidad de la oscuridad. Llegar a casa y acosarla contra la pared de la sala, casi sin cerrar la puerta de entrada y perder los cinco sentidos y caer al suelo abrazados, desmelenados, las ropas alteradas, las manos buscándonos por lugares de nuestros cuerpos maravillosos. No, eso ya no ocurría desde que compre el ordenador por deseo de ella y supe que existía el chat

Llegaba a casa dando un saludo de pasada y a gran distancia de Mónica que, podía ser que no estuviera en casa pero yo no me enteraba o no quería saberlo. Tengo entendido por ella que me veía pasar la puerta de la calle en un plis plas, volando, quitarme la chaqueta, tirarla sobre el sofá y meterme en el pequeño estudio de Mónica y mío, encender el ordenador y, aquí… aquí el mundo cambiaba, no existía el hogar ni la esposa. Antes iba hacia la cocina o las habitaciones, buscándola, besándola, tocándola, preguntándole que había hecho durante el día mientras besaba su boca dando unas tortitas en sus redondas caderas desde abajo hacia arriba gozando de los movimientos cimbreantes de sus glúteos o mis manos levantaban su vestido más arriba de sus axilas o le bajaba el pantalón si lo llevaba.

Sabía que chat era cada botón ondulante, el tiempo que tenía para contestar y dar paso al siguiente con una velocidad endiablada a través del ratón y picar en el que correspondiera. Había cogido tal práctica con el Mouse, tal rapidez en teclear que verme podía causar un acojonamiento de la risa o un sentimiento de auténtica compasión. Era una adicción continua, no pensaba más que el ordenador, estar lo más posible solo porque era cuando más feliz me encontraba.

Si Mónica me comentaba de ir a pasar el fin de semana a la casa de sus padres o de los míos me enfurecía y no podía contar conmigo nunca. Ella marchaba despotricando de mi y, entonces, aquel fin de semana era solo de dos o, a lo más, tres horas de sueño el resto embutido ante la pantalla continuamente encendida y cambiando de hilo constantemente. Mi vida no tenía significado si no estaba ante aquel aparato, permitiéndome estar conectado con el mundo entero, con mis cyberamigos muchos desconocidos, otros tantos por sus fotos, los más por video cámara y estos amigos y amigas de distintos lugares de España, de Europa, de Latinoamérica, de Australia ¡Del mundo entero! Vivía solo y exclusivamente para el chat y el foro y mi cara tenía forma de monitor, mi cuerpo de torre, mis dedos eran puro teclado, mi mano derecha un ratón y mis ojos escupían, en lugar de lágrimas, chat, chat, chat… Yahoo, MSN, Altavista, Ya.com, Iris. HiloMusical, amistad y amor, deportes, política, BDSM, eróticas; páginas: Sexo, Doctoramos, TodoRelatos, AmorFilial… Dios santo, no había casi nada que no tocara y siempre dentro de todos ellos en el chat o en los distintos foros.

Teclas, teclas, teclas, teclas… clic, clic, clic, clic… teclas, teclas, teclas…clic, clic…

Casi no me acordaba cuando había dejado embarazada a mi mujer, no me acordaba cuando fue la penúltima vez que estuvimos juntos, no me acordaba del cuerpo de Mónica, dormía algunas veces en la mesilla movible del teclado apoyando la cabeza y amanecía de la misma forma con fuertes dolores. No me importaba nada que no fuera aquel aparato que estaba frente a mi encendido, era lo primero que veía y le sonreía con agradecimiento cuando me daba cuenta que me permitió dormir a su lado.

-Carlos, por favor, tenemos que hablar. No podemos continuar así –Decía Mónica molesta, queriendo apartarme por un momento los ojos de la pantalla iluminada por las distintas ventanas del chat- Si seguimos así me separaré de ti.

Otro día

-¡Carlos! ¡Por el amor de Dios! ¿Es que prefieres a ese ordenador antes que a mí?

Dos días más tarde

-¡Carlos! Esto ya pasa de castaño oscuro ¡O dejas ahora mismo ese aparato o hago las maletas y me voy a la casa de mis padres!

A veces, sus cariñitos a destiempo, solo para separarme de la silla, eran pensados

-Carlos… Carlitos mío… ¡uuuummmmm… estoy… no se… caliente! Jajaja ¿No te gusta que tu mujercita te diga estas cosas? –Y sus manos acariciaban por debajo de mis brazos las tetillas, desabrochaba la camisa, besaba mi cuello, rozaba con sus medianos pechos mi espalda apretándolas, bajaba hacia mi pantalón y…

-¡Mónica, mujer, déjame! ¡Joder, mira que eres pesada! ¡Fíjate, fíjate lo que me dice éste de Venezuela! ¿A dónde vas, mujer?... ¡Mónica, Mónica, chiquilla! ¿A dónde vas?

No había diálogo, no había calor humano, no existía la relación de pareja. Yo decía siempre que si, que hablaríamos al día siguiente y que todo quedaría claro pero ese día nunca llegaba porque una vez encendido el aparato no había fuerza humana que me quitara de allí. Varios días después ella volvía a insistir y yo a demorarlo las veces que me recriminaba mi devoción hacia el ordenador. Ella se quedaba mirándome con reproche, con tristeza, desolada y yo pensando ¡Esta encelada de una máquina, no jodas! No veía la realidad de lo que nos estaba pasando porque tenía necesidad de picar en el botoncito anaranjado para contestar al amigo o amiga que me reclamaba y así un día y otro y el siguiente, los ojos moviéndose como locos buscando aquellas gemitas reflectantes que avisaban de su presencia.

Toda máquina tiene un rodaje y su primera avería y el ordenador mío no era una excepción. El virus Ántrax infestó el disco y el NYB el arranque. Se metió a través la red y la fastidió de medio a medio. Me dediqué a salir del trabajo y meterme en cibercentros y continuaba chateando pero estos centros tienen un horario y yo tenía que regresar a casa. Creo que fue cuando tuve la penúltima relación con Mónica y más tarde ¡Milagro de la Naturaleza! La dejé embarazada. En principio se negó con toda la razón del mundo. Se resistió todo lo que pudo, luego menos, quitándome los brazos que tenía sobre ella, apartando su cara para que no la besara. La hacía reír con los pelos de la barba y el bigote y su resistencia cedía poco a poco. Mis manos buscaban su estomago, parte donde más cosquillas tiene, y luchábamos a brazos partidos y terminábamos en la cama buscándonos con desespero, ella aprovechando el momento yo pensando los días que faltaban para que mediera el ordenador

-Carlos, por favor, ayúdame, creo que voy a abortar. Me encuentro muy mal y tengo mareos. Levanta de ahí y ayúdame –Y Mónica debía estar mal, le costó salir del marco de la puerta, pero yo no levantaba la cara del teclado y del monitor

-Si, espera, ya voy, contesto a estos amigos, cierro y vemos lo que pasa o vamos al medico si es preciso –Hablando sin mirarla, hablando al tiempo que tecleaba a una velocidad de vértigo, hablándola y moviendo el ratón con movimientos de psicópata, con verdaderos tics nerviosos pero con efectividad porque abría ventanas y me permitía meterme en Badajoz, en Francia, en Colombia, en Canadá ¡Dios, en miles de sitios inmensos, llenos de información, de costumbres, de formas humanas! Y me olvidé de Mónica, me olvide de Mónica que pedía ayuda por encontrarse mal.

Comencé a sentir un olor extraño, fuerte, desagradable y que conocía pero no podía saber a qué. Olisquee levantando la nariz al aire ¡Y de pronto lo supe!

-¡Mónicaaaaaaaaa!

Y, al querer traspasar la puerta para ir donde estaba ella me metí en un pequeño charco de sangre y chapotee en él. Quedé parado, perplejo, asombrado, sin saber que era lo que estaba ocurriendo y salí de la balsa sanguinolenta mirando la suela del zapato que parecía una boca con más de doscientos dietes largos y finos que se alargaban o encogían si subía o bajaba el zapato y marcando de huellas el suelo, siguiendo las gotas que la sangre de ella había dejado entré en nuestra alcoba…

-¡¡¡Aaaaaaaaaaahh!!!

………

Mónica abrió los ojos poco a poco y comenzó a ver el lugar que la rodeaba. No entendía que hacía allí. Una habitación blanca, acostada en una cama blanca y de hierro redondeado pintado de blanco, una mesilla de noche con un brazo largo que contenía una bolsa de suero y que, por un tubo largo y fino que se perdía dentro un gran trozo de esparadrapo adherido en la articulación de su brazo izquierdo por lo que se vio conectada. No comprendía nada de lo que pasaba y, volviendo la cabeza hacia el lado derecho me encontró dormido a los pies de su cama, sentado, recontado la cabeza sobre mis brazos cruzados y con la cara vuelta hacia ella. No me despertó y dejó que yo siguiera allí, acompañándola, a su lado, sabiendo que esa aptitud mía demostraba que yo aún seguía queriéndola, teniendo esperanza de reorganizar nuestro matrimonio. Pero aún no se daba cuenta de la verdad

-¡Buenos días, chicos, buenos días! –Era una auxiliar de enfermera de cara agradable que llevaba el desayuno a los enfermos- ¿Habéis pasado bien la noche? ¡uuuuufff!, creo que si, jajaja

Yo desperté de un brinco y miro hacia la persona que estaba hablando y luego, con la misma rapidez hacia Mónica. Estaba recostada sobre la cabecera de la cama, con un almohadón detrás, radiante, bella, lozana, con algo más de color, sonriendo mientras me miraba ¡Viva, Dios, viva! Un sentimiento inmenso acudió a mí y sin poderlo remediar rompí a llorar de forma atronadora sin lograr contener, gritando su nombre, pidiendo perdón, llorando, llorando desconsoladamente como un niño chico por la mujer de la que estuve a punto de cambiar por un ordenador. Las dos mujeres quedaron impresionadas y la auxiliar casi se le cae el desayuno de Mónica al suelo. Yo estaba sentado y con la cara entre las manos, saliendo las lágrimas por entre mis dedos, estremeciéndome por las contracciones del llanto sin importarme que me vieran vencido, derrotado, amargado, desesperado por lo que hubiera podido haberle ocurrido a Mónica. El hecho de haberla visto tan viva, tan preciosa fue lo que me rindió a la evidencia ¡Qué estaba haciendo yo para atentar contra ella y…!

-¿Qué pasa aquí? ¿Qué son esos gritos que congojas? –Era el medico de la mañana el que entraba en esos momentos y nos sorprendió a las mujeres y a mi en aquella situación- ¿Qué sucede auxiliar?

-Doctor, no lo sé, el hombre se ha puesto emocionado por ver a su… -Y señalaba a una Mónica que se quitaba con los dedos de su mano derecha unas suaves lágrimas que fluyeron a sus bonitos ojos.

-Tengo que darles una noticia. Es triste señora y señor… Miró el nombre de ella en el parte clínico- Señora Marín. Ha perdido al hijo que llevaba en sus entrañas. Una pérdida masiva de sangre debido a una alteración hormonal precipitó el aborto espontáneo. Sucede muchas veces en las primeras semanas, con primerizas o a lo largo de la vida reproductora de la mujer. Eso no quiere decir que no puedan volver a ser padres. Paciencia, tranquilidad, descanso y cariño entre ambos es el remedio efectivo. Ninguno de los dos tienen la culpa es la Naturaleza que es muy sabia y creo…

-No crea nada, doctor, no sea tan misericordioso conmigo –Dije levantándome de la silla, con la cara que parecía un lago desbordado, con las palabras cortadas por los sentimientos que fluían en mi, enfurecido conmigo mismo- Esto sucedió porque yo la abandoné y no la ayudé en el momento preciso. Yo soy el culpable de la muerte de nuestro hijo. No dulcifique la píldora con sus palabras, doctor. No estuve con ella cuando me necesitó y eso es todo.

-¡Oiga usted! ¡La última palabra la digo yo, carajo! ¡Yo no dulcifico nada ni soy misericordioso, caballero, soy médico no psicólogo! El informe clínico dice lo que se ha analizado y eso es lo que expreso. Las desavenencias conyugales no afectan para nada al informe médico. Si fuera como dice, usted no hubiera dormido esta noche a los pies de su señora ¿Estamos? Su mujer pudo haber tenido el aborto porque el mecanismo de la Naturaleza de ella no permitió un ser malformado ¿Causas? Muchas: alteración del huevo fecundado, alguna deficiencia en la anatomía del aparato genital femenino debido al cervix o cuello uterino por su debilidad que provoca embarazos previos incapaz de tolerar al embrión debido a su crecimiento.

Doña Mónica, a través del dolor provocó la hemorragia y expulsó al feto. Pudo haber sido un dolor lumbar o por incompetencia del cuello uterino que rompió el saco amniótico y vaciado del mismo. No ha habido aborto espontáneo completo y no hay expulsión de tejidos de la cavidad uterina por lo que no ha sido necesaria la intervención de nosotros. Podrán tener más hijos –Hablaba muy deprisa, con los dientes trincado.

-¡Gracias, doctor! Agradecido que…

-¡Explico esto a doña Mónica no a usted por muy marido que sea! La próxima vez que se tropiece conmigo procure no meterse en mi campo. Yo procuré no hacerlo en el suyo, señor ¡Buenos días!

Y el médico dio media vuelta y marchó irritado, hablando alto

-¡Coño, pues no me ha cabreado, este carajo la vela!

-¿Por qué se ha enfadado, Mónica? –Y la miré perplejo, asombrado

Y Mónica escondía la cara entre sus manos y la giraba hacia un lado convulsionada por la risa que salía a raudales de su boca, llenando de alegría toda la habitación y produciéndole dolores que no podía remediar. Recibimos una triste noticia, muy triste, pero el humor se presentó solo

………….

Había pasado tres meses desde que sucedió todo, había pasado el tiempo llamando todos los días a la casa de mis suegros, contestando siempre Magdalena, la madre, siendo la intermediaria entre Mónica y yo, más de mi mujer que mío porque yo era el que siempre se ponía al teléfono.

-¡Hola, Magdalena! ¿Cómo estás? ¿Y Mónica? –Sabía ya lo que iba a responder

-Cada día más preciosa, hijo ¿Por qué no te pasas por aquí y la ves? Seguro que la raptarías y me quitarías un estorbo de encima ¡Es pesada como un plomo!

-Magdalena ¿Sigue empeñada en no querer hablarme?

-No lo sé, hijo, no lo sé. Ya ni lo pregunto. Siempre ha sido tan cabezota como su padre ¿Por qué no vienes este fin de semana a comer y, de camino, también a cenar…? En fin,… habitación sobra.

-Iré cuando ella me lo diga, Magdalena, cuando sea ella la que invite. Gracias, seguiré llamando todos los días.

El ver a Mónica en nuestro dormitorio en aquel estado, mi afición al ordenador desapareció completamente. Nunca volví a encenderlo. En el trabajo lo ponía en marcha, entraba en el programa profesional y no quería saber nada más de chats, de foros, de España, de Europa, del mundo entero. Aquella devoción tan inhumana que me dominó y separó de Mónica había desaparecido completamente. No me acordaba de Yahoo, MSN, Altavista, Ya.com, Iris. Hilos, amistad y amor, deportes, política, BDSM, Doctoramos, TodoRelatos, AmorFilial… Era una parte muy querida de mi historia pasada, dio luz, conocimiento, ratos maravillosos, me enseñó costumbres, lenguas, formas modernas de usar un lenguaje cybernético comprensible a todas luces. Fue amiga mía, seguía siendo amiga mía y seguiría siéndolo y eso no lo negaba, pero no llenaba, no tenía sentido para mi, no en casa, sola, silenciosa, algo desordenada, grande, inmensa por la soledad en que vivía, hasta la cama me pareció que sobraban metros y metros, permanecía en un lado y ya no me movía de él.

Vuelvo a llamarla, estas vez por la mañana. La noche anterior había pensado en aceptar la invitación que me hacía Magdalena. Marqué el número. La iría a ver, vería lo guapa que est…

-¿Carlos, eres tú, tesoro? ¿Cuándo vas a decidirte venir a almorzar?

¡El teléfono se resbala de las manos! ¡Hago malabarismo para cogerlo y lo consigo justo medio metro antes de dar en el suelo! El auricular tropieza con la mesa con gran ruido, a continuación en el cajón que está saliente, hace toda clase de ruidos en el camino al piso ¡Lo tomo, por fin, y me pongo en pie!

-Pero ¿Qué pasa ahora, Carlos? ¿Estás ahí? ¡Hombres! ¡Inútiles todos, mamá! ¿Te das cuenta? ¡Anda, ven a comer! Tenemos paella. Esta noche damos fiesta por ser el cumpleaños de papá, ya verás que bien lo vamos a pasar bailando. Te he comprado el CD que tanto te gusta…

Yo a pie firme, mirando al frente emocionado, sin poder responder, temblándome la voz y todo yo porque la estaba oyendo tan animada y me la imaginaba… me la imaginaba tan bonita