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Incredulidad

en Hetero: General

INCREDULIDAD

ENCUENTRO "CASUAL"

Tac – tac - tac, a intervalos, suaves, inseguros y hacia la puerta, esta se cierra, una voz de mujer que dice algo a alguien que no responde y luego nada. Todos los días por la mañana es la misma cantinela y la curiosidad me corroe sin poderlo evitar. Tac – tac – tac… bajando las escaleras.

-Evelio –Es el conserje del edificio, pequeño, rechoncho y bonachón- Todos los días hay una persona que hace sonar algo en el suelo a la hora de salir de casa, como un palo o algo así. Cuando sale dice algunas palabras que no entiendo y desaparece ¿Quién es?

-¡Ah, zi zeñor! –Tiene una dislexia y habla con la z- Es la zeñorita Ángela de la Cruz una zieguita muy linda y zimpática. Trabaja en la O.N.Z.E

A la siguiente mañana no se me escapó, la estuve esperando detrás de la puerta y, tan pronto salió y llegó a mi rellano la abordé. Tac - tac - tac, abre la puerta de la calle y, como de costumbre dice algo, seguramente a su perro lazarillo. La oigo bajar por mi lado de la escalera, salgo y me hago el encontradizo.

-¡Ah, caray! Qué hermoso perro ¿Es un Labrador, no? Buenos días, señorita ¡Perdón, joven…! No me di cuenta… (Soy un hipócrita y mentiroso compulsivo)… esto… pues… eh. Me llamo Fernando Fuentes, nuevo aquí y, en fin, para servirla a una chica tan guapa como usted.

El perro gruñe y hace intención de enseñarme los dientes y, claro, yo me retiro. Ella tiene una sonrisa burlona en su bien formada boca y contiene al can.

-Buenos días, señor Fuentes. Yo soy Ángela de la Cruz, como ya sabía, vecina de encima de su piso, como habrá podido comprobar por este bastón –Lo muestra-. Evelio me dijo que se interesó por mí y preguntó quien era.

-Disculpe, Ángela, la pequeña mentira. A Evelio lo voy a pinchar como a un neumático antiguo y a desinflarlo todo por bocazas, pero es tan buena persona que no se si me atreveré ¿Qué dice usted?

Ángela ríe y mueve afirmativamente la cabeza a mi comentario sobre el inofensivo portero. Sigue bajando y el animal pasa desafiándome con el roce de su enorme cuerpo por mis pies

Llegamos a la calle y tomamos la misma dirección. Voy al paso de ella, lento, tanteando con el bastón cuando baja una acera advertida por su perro lazarillo. Estamos callados y la miro de reojo. Tiene un cuerpo bien formado. La moderna mujer de hoy bien vestida, elegante, desenfadada, solo su paso pequeño la limita sin gran importancia. La veo segura, alegre y dueña de sí misma. Es una mujer sola que vive con un perro dependiendo en ocasiones de él. Su mundo es el trabajo, las amistades y la casa. Esa es la visión que tengo de ella.

-¿Ha terminado de analizarme, señor Fuentes? –Directa, seria pero con un matiz burlesco en su entonación- Los ciegos sabemos cuando nos observan y la intensidad de ese análisis ¿No lo cree?

-Sí, Ángela, la creo porque eso es lo que estaba haciendo con su persona

-¿Le gusta lo que ve?

-Si, mucho. Y me gusta usted como mujer y persona.

-¿Por qué? No me conoce

-Me ha demostrado que es inteligente, intuitiva. Es ciega si pero sabe valerse sola sin ayuda de nadie ante hombres entrometidos y engreídos como yo. Nunca me he parado a pensar que una persona en sus condiciones es capaz de ser autosuficiente. Para mí, ustedes son minusválidos, dependientes de los prepotentes videntes. Me ha demostrado que no y eso tiene un valor incalculable y una merma para mi ego.

Ella ríe, lo agradece y seguimos hablando todo el recorrido sin preguntarnos si esa dirección nos conduce a los dos al mismo sitio. Los temas se suceden uno detrás del otro, cambiamos opiniones sobre la actualidad, diferimos en otros asuntos que no vienen al caso, reímos y llegamos fatalmente a la O.N.C.E. El perro se detiene. En todo el camino ha estado analizándome y, cuando se para, indicando a su dueña fin del trayecto, se arrima a mi pierna y roza su cabezota en ella. Con su cuerpo intenta que entre en el edificio. Me defiendo como puedo, Ángela lo calma pasando la mano por el lomo. El animal aúlla por primera vez

-Le ha caído bien a Pecoso, es la forma de demostrarlo aunque no entiendo porqué ha aullado. Bien señor Fuente aquí trabajo y hasta aquí llego ¿Trabaja cerca de por aquí?

-No, Ángela, en el sentido contrario a éste, entro a las diez, tengo tiempo y, como apreció desde el principio, salí a su encuentro solo para conocerla.

-¿Si lo invito a cenar aceptaría?

-¿A cenar? ¿De veras lo quiere?

-Pecoso le ha dado el visto bueno y, si a él le gusta usted a mí también. Es un perro lazarillo y un guardián para mi persona y todo lo mío de primera clase ¿Acepta?

-¿A las nueve?

-A las nueve

Acababa de invitarme a cenar, a una velada pero también me advierte que Pecoso estará ahí, vigilando, sabedor de lo que tiene que hacer en todo momento Para mis adentros sopeso que era pronto para un encuentro así y nocturno. Lo desecho de la cabeza. Esta resultando fantástico. Pecoso brama nuevamente cuando parto y llora.

LA CENA

Riiiiiing. Riiiiiing. La puerta da paso a una Ángela vestida con camisa blanca de seda con chorreras, semitransparente, ajustada y donde se nota unos pechos medianos, turgentes, pezones pequeños y evidentes; una falda negra muy ajustada y a medio muslo. Bien peinada y toda ella fresca, sin pintura en la cara tan solo un rojo brillante en sus labios. Las piernas largas, bien formadas, están cubiertas por unas medias o quizás pantys negros traslúcidos. Está impresionante, bella de verdad. Detrás de ella Pecoso moviendo el rabo en señal de bienvenida.

-Pasa, Fernando. Eres puntual y eso me gusta.

-Estás preciosa, Ángela. Traigo conmigo a Don Perinong blanco y tinto, creo que nos vendrá bien en la cena ¿He acertado?

-¡Estupendo!

La cena transcurre en una conversación animada. En realidad no me acuerdo si cenamos o no, lo que comimos y qué temas tratamos, solo tengo ojos para su cuerpo. Cuando nos retiramos de la mesa y vamos al salón la contemplo por detrás. Hombros normales y rectos, cintura fina ceñida a un cinturón charol ancho, unas caderas vastas y redondas. La falda deja ver unas pantorrillas firmes y bien formadas. Me gusta esa mujer y siento que me enervo con solo verla. Me Invita a sentar en el sofá mientras ella prepara el café. De frente la miro y termino de enervarme, no lleva sujetador y sus pechos le bailan al caminar. Los deseo en mis manos, apretarlos, besarlos, chuparlos. Me fijo en sus caderas y me figuro unas nalgas aterciopeladas y un sexo digno de ser poseído, caliente, húmedo, pidiendo guerra, desesperado por ser penetrado. Aparto la mirada de ella. Estoy totalmente empalmado y no puedo controlarme.

-¿Te gusta bailar? Si quieres, después de tomar el café, bailamos ¿Hace? –Sus ojos no ven pero me miran fijamente. Tienen un no se qué de burlesco que me desconcierta.

-Si, claro.

-Sabes, Fernando, siento como me miras. Para los ciegos las miradas de los demás son como dedos que te tocan allá donde las dirigen. Tú me has mirado toda y la he sentido en mi rostro, pechos, caderas, sexo, piernas. También he percibido que tus observaciones son de admiración y eso me ha gustado mucho. Pecoso ha seguido en todo momento tu análisis y no ha gruñido, eso quiere decir que no ha visto peligro a mi persona. Por todo ello creo que te ha tocado el bingo.

No he entendido lo del "bingo", tampoco importa. Suena la canción "El gato está triste y azul" de Roberto Carlo y Ángela extiende los brazos invitándome a bailar. Me acerco y la tomo por la cintura. Coge mi cuello y se pega a mí. Es algo más baja que yo y su cara reposa sobre mi pecho. Siento un tremendo escalofrío al abrazarla pero su perfume de mujer, su tibieza, su cuerpo provocador, entregado lo compensa y me sobrepongo. La aprieto y se deja. Me estremezco todo, hay algo en ella que no comprendo, paso mi boca por su frente y me permite que la bese. Mis manos suben y bajan por los costados de su cuerpo y ella enreda más sus brazos en mi cuello.

Estoy muy cachondo y lo sabe. Mi pene está duro y levantado y Ángela permite que se acople frente a su vulva. Con la mano izquierda la aprieto por la cintura y la fundo en mí mientras que la derecha baja hacia sus glúteos y los masajea, duros y carnosos a la vez. La falda no me permite degustarlos a conciencia por lo que me atrevo a subir la prenda con cierto temor poco a poco pero sin parar. Por toda respuesta Ángela ofrece sus labios carnosos, rojos, entreabiertos y me apodero de ellos en un largo y fogoso beso húmedo. La falda ha llegado a la cintura y muestra unas nalgas dentro de un panty sin bragas. La visión hace desquiciarme la mente y me apodero de ellas con las dos manos, las estrujo con violencia… ¡Maldita sea, termina la canción!

La chica no se separa y el compact-disc vuelve a sonar, esta vez es Ghost ¡Dios, esta mujer va a conseguir que moje mis calzoncillos! Ahora ella restriega su sexo una y otra vez contra el mío. Está respondiendo a todas mis caricias, quiere que continuemos y dar rienda suelta a unos deseos, unos sentimientos que apareció aquella mañana y que están empezando a nacer con el baile. No nos movemos del sitio, nuestras caderas se mueven en un ritmo acompasado y de frotamiento. Mis manos están en un continuo reconocimiento por aquel cuerpo y se meten por lugares recónditos e íntimos que ella deja pasar separando las piernas sin reparos, consciente y deseosa de mis caricias.

Ángela baja su brazo derecho y con su mano de uñas lacadas me acaricia las tetillas, con suavidad, delicadamente. Las aprieta y busca mis insignificantes pezoncillos y los pellizca con fuerza. Se apodera de mi boca y la engulle dentro de la suya. Un terror extraño invade mi ser con el contacto, hay oscuridad delante de los ojos pero es solo un momento. La mano va bajando, apretando allá por donde va y llega a mi bragueta. Se para y hace un reconocimiento del terreno. Estoy echo un jabato y toma todo mi pene con su mano a través del pantalón, lo aprieta con fuerza. Sus dedos tantean el crecimiento de él y comienza a desabrochar la cremallera. Es atrevida y no se conforma con manosearlo por encima del calzoncillo que lo baja y el sexo salta hacia arriba, moviéndose, buscando equilibro, soltando gotas, El prepucio queda justo en la línea de visión, si la tuviera, de ella. Otra vez aquella impresión desagradable, sus manos están frías. Con el pulgar acaricia la cabeza que está húmeda y los dedos se aferran al cilindro, lo aprieta, lo agita, lo masturba, lo quiere probar…

Meto las manos por dentro del panty y la sensación de pavor se agudiza y me detiene en seco. Su piel también está helada pero tiene tejido carnoso, es suave, blanco, semibrillante y agradable. He tenido a otras mujeres en mis brazos y sé que los glúteos femeninos no contienen mucho calor. No importa, no he bajado la intensidad y la recorro toda entre besos, caricias, masturbaciones. Ambos queremos que el disco termine y la voy arrimando a la pared, lentamente, siguiendo el compás de la preciosa melodía que habla de fantasmas. Ángela ha dejado de tocarme y yo, aprovechando, la tomo por la cintura, la giro toda, la dejo apoyada en mi pecho. Levantando la falda, bajo la media toco el vello negro y juego con su vulva de piel fresca y, sin embargo, es un sexo que está mojado, vivo y palpitante. La canción está terminando y mis dedos se introducen por entre los pliegues de los labios vaginales, buscan el clítoris y lo encuentran grande, hinchado, lleno de líquido y tembloroso. El dedo anular y meñique redondea la entrada de la vagina y la estimula a conciencia. Pretendo meter esos dedos en el himen todo lo que puedo y Ángela suspira agitadamente. Con la izquierda toco los pechos a través de la blusa y están duros pero flexibles. Los aprieto y los empujo hacia arriba uno a uno con desespero. En el centro de la mano siento el pezón puntiagudo, estremeciéndose como si fueran eléctricos cada vez que estrujo las mamas. Ella jadea, hace un rictus de dolor y levanta la cabeza ofreciendo la boca.

-¡No pares, por favor, destrózalos si quieres! –Comenta más suspirando que hablando.

Estoy que no me aguanto. La apoyo contra la pared con los brazos en alto, separo bastante las caderas de ella y la dejo en un ángulo agudo que me permite ver unas caderas en forma de corazón. Con la mano entre sus muslo le indico que los vaya abriendo y, poco a poco, la vulva se hace visible, chorreante por las caricias, grande por la excitación, labios semiabiertos invitando a la penetración. Bajo totalmente los pantys hasta los tobillos y ante mi rostro tengo unos glúteos blancos, redondos, anchos, algo abiertos. Los beso y el frior vuelve a estremecerme, paso la boca por entre la unión de ellos y los separo. El ano sombreado en color sonrosado está herméticamente cerrado e inodoro. Apoyo la punta de mi nariz en él y arrimo la boca a un sexo que desprende olor a hembra. La lengua degusta de sus flujos y Ángela, al contacto se estremece y tiene el primero o segundo orgasmo. Aquella pequeña fuente de líquidos corre por mi boca, barbilla y moja la camisa ¡Todo aquello es celestial, maravilloso! No paro mientras dejo ocupada las manos en acariciar los gélidos muslos largos y magros. Subo al sexo, al pubis, al bajo vientre y me levanto. Toda ella es un puro témpano, no lo entiendo ni quiero analizar aquello, no estoy mediatizado por el fenómeno, deseo poseerla ¡ya!

-¡Por tu vida, Fernando, penétrame! ¡No hay tiempo para más! –Es una súplica que suena cavernosa, lejos, con eco. Vuelve nuevamente aquella oscuridad que hace que me vea solo, tendido, con la boca abierta buscando aire y un alo de luz

Ángela tiene cogido mi pene. Ha metido la mano por entre sus piernas, lo ha alcanzado y lo dirige hacia su himen acercando sus caderas. Veo como lo coloca y con sus movimientos pide la penetración. Empujo y entra ajustado pero suavemente, hasta el final. Los cartílagos vaginales van cediendo y permitiendo con rapidez la entrada. Comienzo el vaivén del coito con las caderas de ella entre mis manos y la castigo con los golpes constantes de la pelvis. Estoy en un clímax máximo del placer, ya es imposible para mí sacarle más jugo a un cuerpo hermoso de mujer. Estoy totalmente acelerado y debo hacerle daño porque ella me está diciendo no sé que cosa, mirando hacia atrás, con rostro transfigurado. No es ella, no es la bonita Ángela, cierro los ojos y me dejo llevar por la meseta de la excitación y el placer y eyaculo dentro de la mujer con pequeños chorros que van saliendo parejo a los continuos envites que le proporciono a la vagina.

¡Grito, grito, grito! ¡Nadie me oye! ¿Qué pasa, Dios? ¿Por qué tanta oscuridad? ¡No puedo respirar! ¡Aaaahhhhhhhh!

Silencio…

Tranquilidad…

Paz…

Ya no siento nada…

¡Qué bien estoy!

¡Silencio! ¡Silencio! ¡Silencio…!

 

INCREDULIDAD

Ángela se sale de mí, me abraza inmovilizando los brazos. Todo pasa rápido a nuestro alrededor, nos movemos sin parar. Me da la sensación que estamos pasando por un agujero de gusano multicolor. Estoy asombrado, paralizado más bien y ella continua con el abrazo, con su cara pegada a mi pecho y apretándome fuertemente. No siento miedo sólo incredulidad, extrañeza, una curiosidad increíble por saber qué es lo que está sucediendo. Parece un viaje imparable de los dos a un destino desconocido. Miro a mi alrededor y es quietud, sosiego. La miro y no veo el rostro, no puedo abrazarla porque me lo impide solo logro apoyar las manos en sus caderas desnudas, recién poseídas y, de pronto, todo acaba, volvemos a la normalidad y continuábamos en la sala, reclinados en la pared donde hemos hecho el amor locamente, pero estamos vestidos igual que cuando llegué a la casa.

-¿Qué ha pasado, Ángela? ¿Qué ha sido esto?

-Pasó todo, ya eres un alma nueva. Tu vida ha terminado por imperativo de las circunstancias que te rodeó.

¡Qué está diciendo! Me pregunto si el polvo tan deseado la ha dejado fuera de sí ¡Qué bueno soy dando placer!

-¿Cómo que mi vida ha terminado? –Digo con sorna- ¿Qué quieres decir?

-Has muerto hace cuatro días ¡Mira, ese es tu entierro! –Señala con el brazo izquierdo hacia la pared

Río y miro la dirección de su brazo cubierto por la manga de la camisa de seda blanca.

Estamos en el exterior, bajo un cielo azul radiante, hermoso. Ante mí se presenta una pequeña multitud de hombres casi todos y muy pocas mujeres. Están a un nivel por debajo de Ángela y mío, caminan en grupos, en parejas o solos. Hablan bajito y en el centro de aquella masa un ataúd de color marrón lacado que se balancea al compás de las personas que lo llevan. Quedo asombrado al ver que soy yo el que está dentro del arca, lo veo tan claro que mi incredulidad aumenta. Observo mi rostro de color violeta, tapado hasta el cuello con una mortaja blanca y una sonrisa feliz en la cara. No siento terror, el miedo no se apodera de mí ¡Dios santo! ¿Será verdad que estoy muerto? ¿Cómo puede hacer ese truco de magia siendo invidente?

-¡Pero, pero…! –No logro expresarme bien- ¿Tú también estas…?

-Ángela se salvó porque la tragedia ocurrió cuando regresaste a tu domicilio. Era un edificio viejo y, estando en casa, se derrumbó casi por completo. El piso de la ciega cayó sobre ti y te dejó sepultado. Falleciste poco a poco por asfixia. Sólo tú pereciste en él y Evelio denunció tu desaparición con el recuento de los vecinos del edificio.

-¡Espera, espera, espera! Haber, dices que Ángela se salvó, entonces ¿Quién eres tú?

-¿No lo sabes todavía? ¿Cuándo me acariciabas, besabas y me poseías no sentías sensaciones extrañas de mí diferentes a otras mujeres con las que has estado?

-No…, no… se –La contemplo con recelo, aquellos ojos que miraban al frente ahora lo hacían observándome fijamente.

-Soy quien estás pensando: La Muerte, pero tu muerte no a la que llaman El Arcángel Exterminador. Todos nacen con el código genético escrito y programado y, dentro de ese programa estamos nosotras. Nacemos, crecemos, nos desarrollamos y morimos junto a cada uno de los seres vivos porque pertenecemos a esa compilación de información, a esa naturaleza. Cuando ésta llega a su fin, ya sea por los medios que los rodea o por vejez aparecemos y los traemos aquí a lo que se llama El Más Allá, luego, desaparecemos junto a esos cuerpos. Los vivos dicen que La Muerte está siempre presente y no están desatinados pero lo que no saben es que somos tantas como seres vivos hay y formamos parte de todos y cada uno.

-Pero he hecho el amor con Ángela no contigo.

-Con Ángela no, conmigo sí. Verás, cuando ibas de regreso venías ilusionado con la invitación de la cena, con pasar unas horas junto a ella y ver qué podías sacar de esa noche. El derrumbe te sorprendió sin darte cuenta, el primer trozo de techo que se vino abajo te dio en la cabeza y te desplomaste sin conocimiento con la imagen de la mujer en tu cerebro. Casi no te enteraste de nada y la gran tragedia te sepultó.

"Mientras la improvisada tumba, que no te destrozó, tenía aire te mantenías vivo pero poco a poco lo fuiste consumiendo y ahogándote por el enrarecimiento y la falta de éste. Entre tanto, yo tomé la imagen y personalidad de Ángela que te habías echo, cómo te hubiera gustado haber pasado la noche con ella y yo hice lo demás. Acuérdate que fui parte de tu humanidad, de tus pensamientos y fantasías. Todo lo que ocurrió fue verdad y, cuando pasamos del mundo de los vivos al de los muertos, eyaculaste dentro de mí, o sea, de la imagen de ella, creaste jugos femeninos que quedaron impregnados en tu sexo, en los dedos, en tu boca…."

"Los forenses no dieron crédito a este echo, sabían que estabas sólo en la casa cuando ocurrió el derrumbe, ¿Entonces?, se preguntaron ¿Quién era la mujer que había estado contigo? La ciencia del mundo que has dejado no es capaz todavía de creer que el hombre, en circunstancias especiales, puede generar el orgasmo femenino, sabe que puede ser posible pero eso, todavía, entra en la ciencia de lo paranormal y la ciencia culta y acreditada de los vivos todavía no la admite. Secretamente cree en esos fenómenos anormales pero al no poderse demostrar, no tener teorías ni fundamentos de bases, es un echo inexacto."

"Me voy, Fernando, hasta aquí puedo llegar. Es hora que forme parte de la descomposición de tu cuerpo para crear otras existencias inferiores que se desarrollen y mueran para volver a realizar el ciclo de la vida. Adiós, tienes toda una eternidad para darte cuenta que has muerto, que no perteneces al mundo de los seres vivos aunque convivas entre ellos siempre. Este es el Cielo, el Limbo, el Infierno ¿Ves aquellas personas a lo lejos que caminan y se mezclan? son almas como tú. Para llegar a ellos has de adaptarte poco a poco a tu nueva forma, creer que ya no existes, no poder hablar con nadie porque no te ven ni oyen y creer que todo lo que se muestra a golpe de vista es parte de la nueva situación que no está medido ni contado. ¿Ves esa calle por donde has visto pasar tus restos?, si vuelves la vista verás que ha cambiado, ahora es una gran avenida de tres carriles ¿Verdad? Acostúmbrate a todo ello y te acercarás a esas almas que te esperan. La gente pasará tan deprisa a tu alrededor que no podrás distinguirlas. La medida de tiempo de ellos con el tuyo es distinta, están limitados tú eres ahora inmortal. Irás acercándote poco a poco a esos espíritus de enfrente y te fundirás con ellos pero, claro, será cuando tu incredulidad desaparezca y aceptes la realidad de tu muerte. ¡Hasta siempre, Fernando!"

La veo alejarse y difuminarse lentamente más allá. No siento tristeza, ni miedo, ni deseos corporales ni sexuales, ni amor, ni dolor, sólo paz, felicidad, un bienestar inmenso que me hace olvidarme de Ángela o recordarla de tarde en tarde como algo entrañable de mi paso por el mundo de los vivos.

¿Tardará mucho esta duda que me envuelve en desaparecer? ¡Quién sabe! ¡Seguramente una eternidad!