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Futbol Femenino

en Sadomaso

Fútbol Femenino

La final de la liga Sueca de fútbol femenino. En nervioso juego, un solo gesto provocaba la ira de las jugadoras, desatando así una sádica batalla campal.

Un pase perfecto de Kimberly, habilitaba a Jessica, la figura del Malmo sueco. Definiendo como los grandes, llámese Crespo, Ronaldinho, o Raúl, marcaba el gol tranquilizador, el segundo y definitivo. Su equipo llegaba a la final, y sería la 5ta consecutiva. Nunca perdieron un partido de su actual campaña, y vaya que pintaban como las favorita a alzar el trofeo.

El árbitro daba el pitazo final, la alegría de las féminas se hizo notar en aquel estadio, casi vacío, como de costumbre. Solo algunos muchachos que venían con el fuego a flor de piel para ver las muy atractivas jugadoras, más que el partido.

El festejo de las jóvenes continuó en la casa de la portera Ada. Sentadas todas las casi 20 jugadoras en el jardín. Cánticos, y recuerdos anecdóticos de la semifinal fueron la premisa.

La capitana Kimberly, se levanta;

-Cuando seamos campeonas del torneo, festejaremos a lo grande!

La mayoría de ellas, pensando en una gran fiesta, atinaban a gritar y vitorear la decisión.

-Será una fiesta privada –continuó- quién me acompaña entonces al SexShop para los adornos y juguetes?

La mayoría eran jóvenes que no llegaban a los 21, por lo que el barullo se convirtió en silencio, debido principalmente a la vergüenza.

-Que clase de fiesta planeas?- pregunta su amiga Jessica, un poco sonrojada

Sonriendo responde;

-Globos de condones, consoladores, látigos y no sé... es cuestión de revisar lo que el local tenga.

Otra se levanta, bastante tomada ya;

-Es buena idea esta... no?

Había roto el hielo. Algunas sonreían por el original pensamiento.

Las afirmaciones no tardaron en llegar, prometieron el campeonato, y la fiesta privada.

Dos noches después, en el local mencionado, se encontraban Jessica y Kimberly, buscando los materiales. Jessica no podía evitar sonrojarse al ver los titánicos consoladores, dispuestos bajo el vidrio de los mostradores.

Kimberly entonces pidió una muestra a uno de los encargados. Enseguida se la cedió, uno mediano, con venas y todo. Se la lanzó a Jessica;

-Agárralo!

Jessica, algo asustada, llevó consigo sus manos, dejando que el aparejo de plástico golpease en sus senos, cayendo luego al suelo.

-Por suerte no eres nuestra portera, que reflejos de bruta tienes! –bromeo

Con una riza forzada, pidió seguir husmeando.

Llegaron a los látigos. Estaban dispuestos por tamaño en la pared. La siempre sonriente y emocionada de Kimberly, agarró uno pequeño, de varias tiras.

El sonido chasqueando el trasero desprevenido de Jessica, hizo a todos los clientes voltear hacia ellas.

-Suelta eso ya! –respondía Jessica, tapándose con las manos su rostro, totalmente avergonzada de las miradas.

-Te dolió? –preguntó entonces la alegre Kimberly

-Que no me ves las rajas que dejaste?!

Levantando levemente su falda, observa varias líneas rojizas;

-Carajo, no pensé que era tan poderoso el fuste ése! –se disculpaba Kimberly, entregándole el látigo a ella.

-Devuélveme uno, así quedamos igual

-Mejor lo guardo

-Tonta, hazlo una vez y ya

Observó a su alrededor, los clientes ya estaban ocupados en lo suyo. Un nudo en el estomago invadió a Jessica. Sujetó fuerte el látigo, propinándole uno entre sus muslos. No sonó fuerte como el anterior, y mientras que Kimberly se burlaba por no tener las ganas de dar un buen fuste, Jessica, desde su alma, sintió una genial sensación. Tal vez eso le gustaba.

Tras hora y media, salieron del local, cada una de las dos, cargando varias bolsas negras. En el frente mismo, hicieron parar un taxi. Jessica estaba con la mirada fija y ruda en la vereda contraria.

-Que miras? -pregunta Kimberly

-Es Ana... mírala.

Una hermosa figura fémina paseaba de brazos con un muchacho. Se trataba de la goleadora del equipo contrario que enfrentarían en la final. El muchacho, era el ex de Jessica, Esteban. Ana se lo había robado descaradamente. Jessica no era de mucho salir, al contrario del muchacho. En una de las tantas fiestas, fue cuando conoció a Ana, quién ante la insistencia de que abandonara a Jessica, por considerarla una mojigata, convenció que la dejara.

-Sube al taxi, que no vale la pena –decía ya enseriada Kimberly

Fueron de allí. Debían ocultar los aparatos de su viejo entrenador, e ir a concentrar para la final.

Era de día. Gigantesco estadio para 60 000 personas... sólo habían más de 50 aficionados allí. Algunos padres, y por sobre todo, muchachos excitados en ver las mejores jugadoras, entre ellos estaba Esteban. Las féminas del Malmo, en el vestuarios, miraban graciosamente los diversos aparatos que compraron hace noches Jessica y Kimberly. Las bolsas lo guardaron en uno de los armarios de las jugadoras. Estaban listas, y al llegar el técnico (estaba afuera, supuestamente esperando a que se cambien, más bien estaba espiando sus hermosas féminas) , fueron a los pasillos, donde se encontraron con sus rivales. Algunas conocidas se saludaban, más Jessica miraba con tremendo odio a la rival Ana.

Salieron a la cancha, aplausos de los padres, piropos de los muchachos, una copa de plata se visualizaba en una mesa entre los dos bancos de los equipos.

Pitazo inicial. Comenzaba el primer tiempo. Dado que Ana y Jessica eran delanteras en sus respectivos equipos, nunca se topaban en la cancha. El juego presentaba un aburrimiento tal, que los organizadores dormían en las altas graderías. El primer tiempo sin emociones. La charla motivacional del técnico, hizo de las chicas del Malmo unas fieras.

Comenzaba el segundo tiempo. Patadas, roces, eran ya frecuentes. Las del Malmo dominaban. Jessica tenía la pelota, tenía panorama. Se terminaba el juego. Apuntó, remató...

El palo decía que no. Jessica caía al suelo, rendida por la mala tarde.

Imprevistamente Ana bajaba la cancha, dirigiéndose levemente a los oídos de Jessica;

- Levántate mojigata, pedazo de basura... no tienes puntería

Se alejó de allí. Jessica, levantándose, con el alma encendida, corrió hacia su rival.

Ana tenía la pelota frente al área. Jessica la barrió fuertemente, vengándose así. El árbitro cobraba falta. Era ya lo último del partido. Tiro libre. Lo cobraba Ana...

Remataba, pasaba la barrera. La portera Ada sin chances. Era gol.

Ana festejaba con sus compañeras. Jessica, rendida de rodillas, la observaba con impotencia.

Ana la observó, y con una sonrisa, lanzó un beso a ella, como diciendo gracias.

La furia se apoderó de Jessica. Corrió hacia Ana. Horrible bofetazo le propinó. Las contrarias, enojadas por el acto, empujan a Jessica al suelo. Empezaba la barbarie.

Kimberly vino a ayudar, pateando con sus botines los muslos de una rival, rasgándola, dejándola rojizas y sangrientas manchas. Las suplentes de ambos equipo entraban. Kimberly ordenó a una compañera traer las bolsas negras que compraron del Sexshop del vestuario. El árbitro no podía parar la pelea. Los organizadores durmiendo en las altas plateas. Los pocos padres intentaban entrar a tranquilizar. Los muchachos se ponían frente a ellos;

-Déjelas enfrentarse sanamente –decían.

Ante la impotencia, los pocos padres se limitaron a mirar como las chicas se lanzaban patadas, bofetazos, escupitajos y estirones de cabellos. Los técnicos, ambos viejos y pervertidos, sonreían y disfrutaban. Los árbitros, en rara actitud, tal vez rendidos, se sentaron junto a uno de los técnicos. Es que no había policías.

Las del Malmo eran mucho más. Las rivales se retiraron a sus vestuarios, totalmente agarrotadas, tembladillas y con miedo tal, que se encerraron allí. Miraron a su alrededor, y con susto, una de ellas pregunta;

-Dónde está Ana?

En el campo de juego, cuatro jugadoras, atajaban a Ana por el gramado. Kimberly sostenía un látigo. Le dio un fuste a el cuerpo, produciéndole gemidos. Jessica tenía otro, aplicándole fustazos a su boca, haciéndola sangrar. Rasgando su remera, pantaloncillos y ropa interior, se decidieron en violarla con el consolador más grande.

-Pero que piensan hacer! –decía Ana con el horror dibujado en el rostro al ver el consolador- es que no saben perder!

Otra pisó fuertemente el rostro de la infortunada, provocándole más dolor y sangre. Dado el estado voraz en que se encontraban las jugadoras, no metieron el consolador mansamente. Todo lo contrario, de una buena vez se la metieron. Grandes chillidos hacían aplaudir a los muchachos de las gradas, que a la vez retiraban los celulares de los padres a fin de no advertir a la policía. Esteban estaba excitado en ver como Jessica sometía sin pudor a su novia.

La dieron vuelta, boca abajo, su embocadura tragaba los sucios pastos del suelo. Bolas chinas fueron la siguiente elección del menú. Sólo Kimberly entendía sus usos, dado que todas eran demasiado jóvenes y sin experiencia en ese ámbito. Previas pisoteadas en su desnuda espalda, enjertó entonces la primera bola. El dolor hizo a Ana levantar cabeza, gritando y llorando de impotencia. Al levantar entonces su cabeza, sus lacrimosos ojos observaban a Esteban sentado, aplaudiendo con sus amigos.

Jessica se percató de su cabeza levantándose. Se acercó, y asestó una cruel patada al suelo;

-Quieta zorra!

La pisaba una y otra vez. Kimberly procedía a la siguiente bola, levemente más grande. Otro chillo atronador inundó el prácticamente vacío estadio. Una bola más, un lloriqueo más fuerte;

-Basta, piedad ya!

Ya no entraban más bolas, la tercera sobresalía ya demasiado, su cuerpo lo expulsaba. Con unas esposas que compraron, la "arrestaron" con las manos a las espaldas. La volvieron a dar media vuelta sobre el suelo. Varias patadas y latigazos la volvía a invadir.

Kimberly volvía, sacó un bozal de cuero de la bolsa, insertándolo en la sangrienta boca de Ana. Decidieron levantarla del suelo.

Estaba desnuda, ha excepción de las medias con los botines. Miles de marcas tenía por todo su cuerpo.

-Te damos 10 segundos para que vuelvas con tus amigas. Si en ese tiempo no llegas al menos al túnel, te volveremos a traer.

Un fuerte latigazo entre sus desnudas nalgas la hicieron correr en tan penosa situación, con las manos siempre esposadas a su espalda. Con lágrimas en sus ojos, corría apresuradamente. Sus senos saltando al ritmo de su frenética huida, con las bolas chinas colgando de su recto, y un monumental consolador atravesando su ensangrentado sexo.

Vaya que era rápida. Sabían que llegaría al túnel, por lo que decidieron correr tras ella para seguir sometiéndola. Ada se lanzó, pero la infortunada tenía habilidad; se esquivó.

-Ole, ole! -Gritaban los muchachos.

Desde atrás, Jessica se lanzó, alzando sus piernas, dirigiéndose a los muslos de Ana. Cayó violentamente al suelo, impotente y avergonzada.

Eso es falta!- Protestaban con risas los muchachos.

Retirándole el consolador, Kimberly, con una maliciosa sonrisa dice;

-No somos tan malas perdedoras, te vamos a DAR la copa que te ganaste.

Jessica traía la copa. Ella quería metérselo en su dañado órgano.

Ana del susto cerró sus piernas, pero a la fuerza se la abrieron. Mascullaba y lloraba. El bozal no la dejaba protestar. Se la metieron violentamente. Al grito de GOL! de los muchachos, Jessica susurra a los oídos de su víctima;

-Seré mojigata, o una basura de porquería, pero mira que tengo puntería...

Y hacía adentrar la copa en su adolorido sexo.

La hicieron levantar, observando como la copa colgaba de entre su fémino órgano.

Jessica entonces miraba a las graderías, observando a Esteban, decidió sacarle el dedo, muestra de su afecto, junto con una dulce y macabra sonrisa.

La risa de sus amigos se hizo sentir.

Con un fuerte fustazo por parte de Jessica al rostro de Ana, caía inconsciente, presa del dolor.

Policías, muchos de ellos entraban al lugar; las chicas del vestuario tenían teléfonos para advertirlos. Arrestaron a los muchachos y a las jugadoras del Malmo. Observaban como había quedado la pobre desdichada tras sus torturas.

Jessica, arrestada, caminaba junto a Kimberly a una patrullera. La sonrisa esbozaba su rostro de punta a punta. Los años futuros en una correccional, nunca borrarían de su rostro, la felicidad impregnada por la cruel y dulce venganza. Los periodistas no tardaron en llegar y hacerse eco del hecho. Fue tan conocido el suceso, que en la siguiente temporada, (ya sin el Malmo, suspendido), en el mismo estadio gigantesco, en un partido inaugural del fútbol femenino, se presentaba, a incredulidad de muchos, repleto...

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