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Dogmas Sagrados

en Sadomaso

Son grandes las motivaciones de este grupo de extraños magnates, que sumidos en sus perversiones, erigieron terribles calabozos en un país oculto en lo más recóndito del mundo, escondido tras infinitos bosques e increíbles montañas. Contrataron un grupo especial, por no decir ilegal, para capturar a dos jovencitas hermanas, hijas de una acaudalada familia en Praga, y cuyo padre se inmiscuía en los asuntos que éstos tenían para con los ensayos de drogas experimentales... y prohibidas.

Son grandes las motivaciones, para forzar a dichas féminas a tener las más humillantes sesiones de sexo lésbico e incestuoso, para convertirlas de jovencitas cultas, a enviciadas que se alimentan de sexo y dolor, someterlas a cruentos marcajes, inhumanos tratos, terribles condiciones de vida y míseras raciones de alimentos conseguidas con horas y horas de sufrimiento, y por consiguiente, punzar al padre en donde más le duele, haciéndolo reconsiderar sus peligrosas inmiscuidas. Pero terribles secretos se erigen tras este simple secuestro... escalofriantes secretos.

Como les dije, son grandes las motivaciones...

 

-Dogmas Sagrados -

La campanilla del colegio religioso sonaba de manera estruendosa, los tantos alumnos que la componían, corrían presurosos hacia la salida, partiendo en grupos para las diversas arterias de la ciudad, mientras otros de mayor posición económica esperaban sus respectivos chóferes en las aceras frente al lugar.

Y de entre la muchedumbre que presurosa corría hacía la salida, una joven blonda venía lentamente cabizbaja. Tanta vergüenza tenía para con los elogios que algunos chicos lanzaban, que se enrojecía fácilmente, bajando su cabeza, apretando fuertemente sus cuadernos con los brazos cruzados contra sus pequeños pechos. Su falda de colegiala, sobrepasando las rodillas, daba la acertada impresión de ser puritana, pero bajo tanta tela, yacía oculto un casi cultural cuerpo femenino. A tan sólo un año para finalizar su colegio, nunca logró salir de aquella timidez que le fue acompañando desde sus inicios.

Su nombre, Kaley, y hasta ese entonces, no tenía idea siquiera de las desdichas que sufriría el resto de su vida.

Llegó hasta la entrada, volvió su rostro para el colegio, rebuscando con la vista, sonriendo levemente cuando la vió venir. Era su hermana mayor, ligeramente más alta que Kaley, era su último año del colegio, y aparecía tomada de ambos brazos por dos muchachos, venían riéndose, seguramente hablando de nimiedades. Su nombre, Juliette, era la antítesis de Kaley, su falda a cuadros no llegaba a ocultar siquiera tres cuartos de sus torneados y bronceados muslos. Su camisa desabotonada hacía que con la más mínima brisa, ésta develara un ombligo atravesado por un piercing. Maquillada como para merecerse el título de la reina del colegio... por no decir la zorra de allí. Por lejos era el antagonismo de Kaley.

Juliette besó al par de muchachos en sus mejillas, quienes sonrientes se despidieron y tomaron otros rumbos en la acera. Ella vió a su hermana menor, y con una frialdad se acerca, sin siquiera saludarla;

-Ya vino el chofer? –preguntó Juliette con un tono autoritario más que familiar.

-Recién salí, aún no lo he visto...

Juliette arqueó los ojos, odiaba que el gentío del colegio la viese junto a una mojigata, si bien era su hermana menor, su status de chica popular peligraba cada vez que la veían con ella.

A tan sólo metros de allí, un Mercedes oscuro yacía estacionado, confundiéndose entre los tantos autos que pululaban. Allí se tramaban cruentos planes para contra nuestras protagonistas.

Un gigantesco negro, sentado en el asiento del conductor, empezaba a fotografiarlas con una cámara telescópica, hablando con un compañero a su lado;

-Las ves?

-Sí, salieron a las 12:15... como todos los jueves, el horario lo tenemos dominado.

-Y si no nos equivocamos, el chofer vendrá en siete minutos –decía el negro sin dejar de fotografiarla.

-Siente minutos, eh? Hoy es el gran día, seis semanas de intensas investigaciones y cálculos... y terminan en siete minutos.

-Para mi todo comienza dentro de siete minutos. Ya quiero ver a Juliette sufriendo en los calabozos.

-Mmm... yo no voy por esos gustos, sabes? Además me parece mucho más interesante la hermana.

-Kaley, la pequeña santita? –se sobresaltó, pero siempre fotografiándolas- Estás mal de la cabeza amigo!

Unos minutos después, una voz radial se activaba en el coche;

- Está llegando el chofer, todo como lo planeado?

- Absolutamente, siete minutos, como siempre jefe.

-Perfecto, nos vemos frente a la mansión.

La comunicación quedó cortada, los dos hombres se miraban sonrientes, sabían que ya era hora de accionar los planes.

Mientras, Kaley y Juliette subían presurosas al auto de reciente llegada, que ya partía hacia la mansión en donde vivían. El viaje no era nada largo, y ambas siempre sumidas en silencios, distanciadas en los asientos, mirando con total aburrimiento las populosas calles.

Giraba frente a la entrada y esperaba que el gran portón se abriese, manipulado por un guardia. Se despidieron del chofer, y retomaron desde el garaje hasta la gran mansión.

-Mira –cortó Juliette- yo iré a darme un baño primero, así que tendrás que esperarme uno minutos para poder entrar.

Kaley sabía que esperar unos minutos significaba esperar media hora, por lo que sonriendo, lanza sus cuadernos en la sala, y presurosa corre por las escaleras para llegar al baño.

Juliette quedó boquiabierta, una vez más la dejó a medio discurso, pero el escuchar a lo lejos la puerta del baño abrirse y cerrarse fuertemente, decidió sentarse en el sofá de la sala, sacándose su camisa de colegiala, quedando con una muy ajustada remerilla blanca que denotaban sus aureolas y dejaba desnuda su panza.

El teléfono suena, la muchacha presurosa contesta;

-Hola?

-Hola mi amor!

-Javi?

-No

-Manuel?

-No!

-Richard?

-Reconociste mi voz, princesa?

-Cómo no reconocerla! Que sucede?

-Pues hoy quedamos en salir... –ella rápido pudo recordar que tenía otra cita con un universitario, por lo que a raudas contestó;

-Si, sabes, estoy algo enferma, no creo que pueda salir hoy

-Hm.. que tal mañana! –Ella volvió a orbitar los ojos, sabía que el muchacho era muy insistente, decidió negársele unas cuantas veces hasta que el joven por fin desistió y cortaron la comunicación amistosamente. Pero en segundos el teléfono vuelve a sonar;

-Richard, de veras no podré salir en este mes! –exageró Juliette, pero escuchó una sonrisa;

-No soy Richard.

Ella se tapó la boca de la vergüenza, pero tras reponerse;

-Siento la confusión, quien eres, Horacio?

-No soy ni uno de los 13 muchachos que vas a nombrar...

-13? Como sabes que son trece?!

-Digamos que sé mucho sobre ti. Eres hermosa, lo sabías?, y esas tetas... deliciosas!.

-Quién eres?!

Rápidamente siente una enorme mano surcar su nariz con un pañuelo. Del susto soltó el teléfono, el olor era fuerte, ella luchaba para intentar voltearse y verlo, pero el extraño era muy fornido y la forjaba violentamente. De repente veían difuso... oscuridad, sentía debilidad... cayó adormecida...

Mientras, Kaley estaba acostada en la tina, que ya estaba medio llena de las tibias aguas que la relajaban. Reposando la cabeza en los confines de dicha bañera, dirigió una mano a su feminidad, palpándola levemente con un dedo; se sobresaltó, cerraba los ojos y continuaba su auto-placer, metiendo levemente dicho dedo entre los labios vaginales, apenas revolviendo, se mordía los labios y casi lagrimeaba mientras convulsionaba ligeramente.

Bordeaba luego con dos dedos sus labios, haciendo que la mano vibre lentamente, y por ende, haciéndola sucumbir en un leve gemido en donde una dulce baba se escapaba por la comisura de sus labios que se encontraban muy abiertos de los gemidos que la jovencita osaba de lanzar.

Sumida en tímidas fantasías de dominación, imaginándose domar a latigazos a un hombre corpulento en lejanas e inexistentes tierras. Le encantaba el aspecto de pequeña frágil y hermosa, dominando a un ser diez veces más fuerte que ella. Gemía más fuerte al ritmo de los imaginarios latigazos que osaba de reprender al ficticio ser. Pero el destino le tenía guardada terribles sorpresas, horribles deseos.

Aceleraba el ritmo de los dedos, se revolvía entre las tibias aguas, gemía más arduamente, siempre cerrando los ojos, lagrimeando del placer que se infligía, lanzando un sonoro chillido de placer. Se había llegado, sonreía retraídamente con los ojos siempre envueltos. Pero una voz masculina la interrumpió;

-Sabía que no eras una puritana.

Era un desconocido!, estaba justo frente a ella con una cámara fotográfica en manos, sonriente. Kaley saltó de la tina, aullando arduamente, tapándose sus expuestas y mojadas zonas privadas.

-Además sabía que tenías un cuerpo espectacular... lástima que tengan otros designios para ti.

-Quien eres?! Lárgate! –gritaba temblando y parada en las aguas de la tina.

-No necesitas saber quién soy –señalaba con una tranquilidad increíble, contrastando a la muy exaltada y aterrorizada joven-

-En la alcoba de mis padres encontrarás dinero y joyas! Pero por favor, aléjate!

-Oro y dinero no compran lo que ellos quieren. Tengo un compañero abajo, está con tu hermana, si estuviera aquí, lo más probable te desmenuza a golpes... si quieres lo llamo, o lo hacemos por las buenas? –decía estrechándole una toalla. Kaley, temblorosa y sollozante, sucumbiendo ante una muy probable violación, agarraba la toalla y se la ponía;

-Por favor, si van a violarme les ruego...

-Piensas que te vamos a violar?! –reía socarronamente- Siento sonar duro, pero la verdad que una violación te parecerá un regalo del cielo si lo comparas con lo que te depara. Vamos, vente aquí.

-No me muevo de aquí!

El hombre estaba presuroso, rápidamente se abalanza sobre ella, y en misma estrategia, la acorrala y punza con el pañuelo a su gimiente rostro, viéndola convulsionar, sintiendo como lo arañaba, pero no tardaría en caer en sus brazos desmayada.

Prende un intercomunicador alojado en su oído;

-Tengo a la hermana menor.

-Perfecto, yo tengo a Juliette, afuera nos esperan.

-Ya la llevo.

Había comenzado el macabro plan. Quedan muy evidenciadas las influencias del grupo que manejaba los hilos de este propósito. Sus contactos en las aduanas de Praga y los tantos aeropuertos privados que poseían, no les llevaría siquiera mínimos inconvenientes en traerlas, siempre adormecidas con drogas, en cuestión de horas, a lo que sería la morada en donde conocerían ambas las más horribles y denigrantes prácticas vejatorias. Había comenzado el macabro plan...

************

El público frente a la mansión era tremendo, los periodistas televisivos subían sobres sus camionetas a fin de obtener aunque sean las más mínimas tomas de los rostros de los familiares. El calor de aquel día era insoportable, y bien el gentío acumulado frente a la mansión sufría de serios problemas de insolación. Presos de la típica curiosidad ciudadana, osaban de desafiar las altas temperaturas entre los flases de las cámaras y reportes en vivo de los periodistas.

Pero dentro de la mansión, alejados del acoso periodístico, los oficiales encargados entrevistaban tanto al chofer del coche en una habitación, como al guardia de turno en otra, mientras los muy afectados padres se abrazaban en la sala, donde aún yacía la camisa de colegiala que Juliette había lanzado.

El chofer dejó en claro que bien las jovencitas bajaron, se volvió a buscar a los padres en el aeropuerto, por lo que su implicación, si bien siempre sospechosa, era ya descartada.

Por su parte, el guardia, muy molido a golpes, relató que unos enmascarados entraron en su casilla de seguridad y lo ultrajaron a garrotazos, dejándolo inconsciente. El comisario seguía la entrevista;

- Cuántos eran?

-Sólo dos, y uno más que maniobró la camioneta blanca de donde descendieron. Ya les di los datos de la camioneta.

-Ambos enmascarados, eh?

-Estoy seguro que eran matones profesionales.

-Definitivamente lo eran –cortó el comisario- lo hicieron todo en cuestión de minutos, es clara muestra de ser expertos.

La puerta de la habitación se abría, entraba un oficial de aspecto fortachón, la camisa celeste remangada hasta los codos, la corbata desarreglada, cabellos marrones y una mirada oculta tras unas gafas negras. Venía masticando un cigarro;

-Disculpa, acabas de decir que eran matones profesionales? –dijo con una voz que imprimía poderío.

-Sí!

-Pues, siquiera uno de tus golpes van en zonas mortales... por lo menos estómago.

-Adónde quieres llegar? –se sobresaltaba el guardia. El comisario sonreía durante la discusión, sabía que el oficial de reciente llegada tenía una intuición especial que lo destacaba.

-Sólo digo, que si te querían muerto, hoy estaríamos en un funeral.

-Si está buscando culpables, pues se está equivocando de persona!

El oficial sonreía, sacando su cigarro, lanzándolo al suelo y extinguiéndolo con su zapato, expulsando los últimos humos que yacían en su boca;

-Tienes razón, me equivoqué, el chofer no fue... pero tú estás arrestado.

El guardia se levantaba nervioso, pero entre el griterío, los estatales lo atajaban y arrestaban, exponiéndoles sus derechos. El comisario se acercaba a nuestro oficial;

-Oficial Bauman, un gusto volverlo a ver.

-Que hayan pasado años, no significa que hayas perdido el derecho de llamarme Scott, comisario.

El mandatario sonrió, echando una amistosa palmoteada a la espalda;

-Y bien, qué me dices de este caso, secuestro y a pedir dinero?

-No lo sé... algo me dice que va más allá de un mero secuestro. No se llevaron nada de valor... y lo hicieron con fríos cálculos.

-A que te refieres Scott?

El oficial volvía a sacar un cigarro de su bolsillo, lo prendió y tornó a sacar el humo, pensativo;

-Es cuestión de tiempo, mi amigo... de saber en qué tipo de juego nos hemos metido... es sólo cuestión de tiempo...

************

Un añejo jeep se adentraba en los polvorientos caminos de tierra en medio de una jungla. Los saltos eran una constante producto de la desnivelación propia de este tipo de parajes, e hicieron a la blonda Juliette despertar.

Apenas abría los ojos y ya el sol la cegaba molestosamente. El polvo era realmente fastidioso, pero al adquirir mayor conciencia, no tardó en darse cuenta de la incómoda posición en que estaba, era una pequeña jaula metálica, forjada a permanecer en posición fetal por las mínimas dimensiones. Aún tenía las ropas con la que la secuestraron, su falda de colegiala, su remerilla de algodón ajustada y sudorosa, y las cortas medias que apenas llegaban a los tobillos.

Miró temblorosa adelante, dos hombres, un gigantesco y vigoroso negro manejando y charlando con un blanco de menores proporciones, ambos hablando amenamente en idiomas inentendibles para nuestra protagonista. Ni siquiera pasaba por su mente en pedir ayuda, indefensa en medio de la nada, que clase de destino podría depararla.

Esquinó los ojos a su izquierda, una jaula idéntica a la suya. No dio crédito a lo que observó, era su hermana Kaley, al parecer inconsciente, tal cual vino al mundo, sus pequeños senos saltaban al ritmo del jeep, y su cabellera desparramándose por todo su rostro. Juliette, al verla a su hermana, presa del nerviosismo y terror, olvidándose de lo tonto que sería gritar allí, no pudo evitar clamar auxilio, removiéndose fuertemente de la mínima jaula en la que yacía.

-Dejadme salir de aquí!!! Ayuda!!!

El jeep paró la marcha, la joven observó sobrecogida como los dos hombres bajaban de los asientos, dirigiéndose hacia ella. El más grande, agarra sin más dificultades con ambas manos la jaula, arrojándola de bruces al polvoriento suelo de la jungla. Juliette gimió de la descortesía con la que arrojaron la jaula con ella dentro.

Al intentar alzar la vista, ya escuchó un clic metálico; estaban destrabando la mini-prisión.

-Sal de ahí...

-Que pensáis hacer?!

-No es de tu incumbencia, niña. Prefieres que te saquemos nosotros!?

A raudas lo hizo, totalmente temblorosa en brazos y pies, sin siquiera poder mirarlos a los ojos del miedo. De atrás, siente al otro abrazarla, pegando los cuerpos, haciéndole sentir una notable verga entre sus nalgas, llevando sus manos a sus senos, magullándolos, susurrándole que no intense moverse. Las lágrimas empezaban a surcar su rojizo rostro al tiempo en que el hombre toqueteaba con más ansias y brutalidad los pequeños senos ocultos bajo las finas telas de algodón de su remerilla.

Bajó las manos, meciéndola debajo de las telas. El gigantesco estaba parada frente a Juliette, sonriente, observando placentero como ella retorcía el rostro del dolor ante unas manos que, escondidas bajo la remerilla, jugaban con los tetas con total libertad y vehemencia.

-Te gusta?

-Basta –susurró sollozante, mordiéndose los labios del dolor –por favor!

La soltó, empujándola hacia el suelo donde cayó violentamente. Y desde allí vio como el negro frente a ella, bajaba a medias el pantalón, mostrando su gigantesco órgano, si bien Juliette ya tenía experiencia con chicos, aquel imponente fuste triplicaba todo lo que había visto alguna vez. Sus ojos imprimían impotencia al relacionar lo que bien podrían hacer con ella.

El mismo se acerca;

-Abre la boca.

Negó enfáticamente con la cabeza, retrocediendo en el arenoso camino.

-Mírame jovencita, volverás a tu jaula y callarás el resto del camino, caso contrario me encargaré personalmente de ti, entiendes?

Juliette se repuso, su rostro más entristecido y el cuerpo sumido en temblores, decidió ir y acurrucarse apenas en la jaula que yacía en el medio del arenoso camino. Cerraron la rejilla, y con la misma facilidad en cargarla, la llevó al Jeep junto a su hermana.

Si bien el resto del camino se la pasó llorando, entendió que en aquella jungla tan abandonada por donde avanzaban presurosos era imposible obtener ayuda. Siquiera asistencia. Siquiera piedad.

Había pasado ya varios minutos y el jeep volvió a parar, siempre en medio de aquella selva. Bajaron los dos extraños y abrieron las jaulas, ordenando a Juliette su salida, quien apenas lo hizo. Rápidamente uno la sujeta fieramente por el brazo para no dejarla escapar.

El otro sacaba con total indecoro a la más pequeña de las hermanas, Kaley, aún yacía inconsciente, y la lanza bravamente al suelo. Despertaba adolorida.

-Donde estoy? –decía desde el polvoriento suelo.

-Levántate. No debemos perder tiempo.

Kaley vio su pequeño cuerpo sumido en vergonzosa desnudez, no tardó en cubrirse con sus brazos de la timidez, provocando las risas de ambos.

Observaban venir un grupo de hombres vestidos de lujosos trajes negros, parecieran ejecutivos, pero el hecho de verlos en plena jungla lo contrastaba.

Saludaron y charlaron con los captores, siempre en idiomas extraños. Cuando podían, las aterrorizadas hermanas cruzaban la vista hacia ellas, sintiendo el terror impregnarse en una como en la otra. Es cierto que nunca se llevaron bien, pero la situación extrema y surrealista en la que estaban, era motivo suficiente para sosegar las diferencias.

Tras las breves charlas, se adentran hacia la jungla, amarrándolas fuertemente con cuerdas las muñecas tras sus espaldas, cegándolas con un pañuelo negro, arrastrándolas a un cruento destino, poco les importaba que las jovencitas se quejaran de las ramas y piedrecillas que espoleaban en sus desnudos pies.

Llegaron frente a una pequeña entrada a una cueva, una puerta metálica era lo único visible. Está de más decir que las estaban forzando entrar en unas mazmorras subterráneas. Les retiraron las vendas.

Como locas se retorcían infructíferamente de los brazos de sus captores al ver la entrada de una lúgubre ergástula, gritaban, pataleaban al aire, pero era todo en vano. Kaley, la más quejumbrosa, es lanzada al suelo, sumida en llantos lastimeros.

Preciso instante en que uno de los "ejecutivos" evidencia de su cinturón un terrible látigo de 9 tiras, blandeándola en su mano por leves segundos. Levanta, observa con una sádica sonrisa a la inocente víctima, y echa un cruento golpe que se detiene violentamente en su desnuda espalda.

El terrible chasquido del látigo pegarse en la joven Kaley, junto el desgarrador grito de su babeante boca, hicieron de los pájaros en los alrededores sobrevolar asustados de los árboles.

Y mientras se echaba adolorida, retorciéndose en el gramado, el mismo fustigador se acuclilla, agarrando un puñado de sus pelos, haciendo levantar su sollozante rostro bañando en babas, obligándola a observar el letrero que enmarcaba la entrada a la mazmorra;

"Tú que entras aquí, pierde todas las esperanzas"

Bien recuerda ella que en las leyendas, estas mismas palabras se imprimen en las puertas de la entrada al Infierno. Pero dicho averno le parecerá el cielo tras los tormentos que ambas hermanas vivirán dentro.

Antes de caer desmayada por el ardoroso dolor crónico que la invadía de su espalda al resto del cuerpo, supo que las vidas de ambas cambiarían drásticamente... y de la manera más cruel posible.

Veía borroso, escuchaba las impiadosas risas de los hombres al tiempo de otro latigazo que seguro propinaban a Juliette. Un grito doloroso de la misma, y luego el silencio. Todo oscuro. Desconcierto...

************

En la entrada a la comisaría, los periodistas hacían imposible el tránsito de personas, pero dentro, hacia las salas de interrogatorio salía el oficial Scott Bauman, empapado del sudor, destensando su corbata, sin soltar nunca el cigarrillo de su boca, siquiera sus gafas oscuras, dejando en la sala al guardia de la mansión, el único sospechoso del rapto de las hermanas, quien sentado en dicha sala, enterraba sus manos en su preocupado rostro. Cierra la puerta, recorre el pasillo en busca de agua, encontrándose con el comisario;

-Obtuviste lo que querías Scott?

-Es un hombre duro de roer... pero sé lo que lo hará confesar.

-Tranquilízate, no vayas a volver a tus... actividades extracurriculares –el comisario estaba preocupado, Bauman era un oficial recomendado por un gobierno extranjero, y bien todos sabían de su estilo en obtener resultados.

-No te preocupes, todo está bajo control comisario- otra bocanada al cigarro y vuelta a regar el humo, con el rostro tranquilo- este juego recién comienza mi amigo... y yo aún no hice mis movidas...

-Dogmas Sagrados-

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