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Rock Star

en Sadomaso

El pequeño cuarto estaba levemente iluminado por un foco en lo más alto, irradiando a una blonda, quien sentada en una paupérrima silla, entonaba acordes con la guitarra eléctrica que poseía.

Maquillajes oscuros en todo su rostro, sus lisos cabellos se desparramaban en ella y tras ella, un ajustado collar incrustado con perlas, una ajustada y añeja camiseta negra que imprimían "Ramones", una pequeña falda negra sujetada con un cinturón con mismas características perladas del collar y unas botas que no llegaban a alcanzar las rodillas.

Seguía tocando, miraba con total devoción sus dedos acariciar las cuerdas, le encantaban que tales movimientos produzcan sonidos que a la larga ha de hacer saltar a un emocionado público. Se sentía poderosa con aquel instrumento de cuerdas.

Ya pasaron los tantos meses de pruebas y competencias, ella era una de las pocas que fue aprobada para las ensayos finales de pertenecer al grupo rock del momento, mismo grupo que meses atrás había perdido al guitarrista en un desafortunado accidente. Ella sabía que tenía habilidades suficientemente buenas como para ocupar el puesto del dicho guitarrista. Y no sólo eso, era la única mujer en la lista final... y estaba dispuesta a todo.

Se abre la puerta, ilumina fuerte la habitación y entran tres personas, eran los integrantes de la banda, dos hombres, baterista y bajista, junto a una mujer, cantante. Cierran la puerta y quedan con nuestra protagonista;

-Eres Audrey? Bonito nombre –era el bajista, su mirada lasciva sobre la jovencita lo decía todo –eres la última en ser entrevistada, a los demás les fue bien, pero no sientas presión...

Apenas susurró un "ok", sumida siempre en sus tonadas.

-Te hemos visto en los videos que mandaste, eres muy buena.

La joven Audrey se levanta, posa un pie sobre la silla, regalando una hermosa vista a su ropa interior que dejaba a la panorámica por las diminutas dimensiones de la falda, y posa la guitarra, presta a tocar sus mejores notas.

-Detente! –gesticuló la única mujer de la banda, de hermosa contextura física, alisados cabellos negros y prácticamente en la misma onda de vestimenta. Audrey quedó perpleja, no entendió el porqué no la dejaron tocar.

-Sabemos como tocas, éstas entrevistas no son para eso.

-Para que son entonces, si no me van a dejar tocar?

La mujer le sonreía;

-Queremos saber que tan... comprometida... estarás a la banda.

-Pues les daré lo poco que tengo... mi tiempo y vida –dijo orgullosa

-Pues, en ese caso no te diferencias de los otros cuatro muchachos que entrevistamos.

-A que se refieren?

- Pues, digamos que para ser parte de "Sadistic", deberás entregar también tu cuerpo –y la miraba con más lascivia, acercándose a Audrey, quien sorprendida, retrocede uno pasos, rápidamente pudo entender la situación;

-No... no...

-Tranquila niña, no te lastimaré... si no lo deseas.

La mujer la aprisionó contra la pared, bordeándola con sus brazos la pequeña cintura, dirigiéndola atrás para manosear con intensidad las nalgas de la jovencita al tiempo en que su rostro se dirigía hacia la de Audrey, susurrándole lo bella que estaba con tantos adornos, lamiéndole salvajemente el lóbulo. La muchacha tiritó, esquinó su sorprendido rostro, alejándose de la mujer.

-Que te pasa niña?

-No... no soy... lesbiana –dijo levemente, totalmente enrojecida. El par de hombres, quienes seguían mirando distanciados, echaron carcajadas.

-No te preocupes nena, ya te irás acostumbrando –se volvió nuevamente, besándola con total indecoro, penetrándola con la lengua en una poco participativa boca de la joven, bajando una mano bajo la falda, meciendo bajo la ropa interior, sintiendo los vellos de la joven, siempre manoseándola. Audrey no podía creerlo, estaba inmóvil y era brutalmente hurgada por una de sus ídolos.

-Mmm... cuando entres en la banda, tu coño lo llevarás siempre depilado, como el mío, ves? –agarro la temblorosa mano de nuestra protagonista, dirigiéndola bajo la falda de cuero que llevaba, obligándola a sentir la vagina, haciéndola recorrer sus labios totalmente rasurados.

-Es... esta bien... –decía temblorosa.

-Te veo insegura, realmente quieres pertenecer a la banda?

-Yo... este...

ZAS!

La mujer propinó un terrible bofetón con la mano abierta a la mejilla de la joven Audrey, quien sorprendida, protegió su rostro.

-Responde rápido; quieres pertenecer a la banda?

En aquellas milésimas de segundos, Audrey vio las giras, la fama, el estrellato, todo aquello estaba englobado tras un , atrás quedarían su aburrida familia religiosa, sus tontos compañeros de universidad... atrás quedaría todo ello, y un simple sería su causa.

-S... sí –se irguió derecha, queriendo disimular confianza.

-Buena respuesta, pero aún no estás dentro. Quítate la remerilla.

Pero la joven se la notaba en extremo temblorosa, no sabría que le depararía ahora. El par de hombres, el bajista y baterista, se acercaron sonrientes tras ella, uno levantando sus frágiles brazos al aire, mientras el otro retiraba la remerilla. Audrey estaba anonada, su cuerpo se extasiaba al sentir sus ídolos mirándola, tocándola y deseándola fervientemente. Ya sus senos estaban al aire, con los pezones irguiéndose vergonzosamente de los toqueteos que le propinó la mujer.

De atrás siente una vara de madera intentando penetrar su recto, tembló del susto y se alejó. El baterista intentaba mecer la varilla con la que toca en sus conciertos, dentro de ella!. El hombre le sonrió, indicándole que aquello no dolería.

-Tranquila –calmó la mujer –bájate la faldita y abre bien las piernas –temblorosa lo hizo, empezaba a sudar del miedo. Ahora estaba totalmente desnuda, tan sólo con las botas y el collar con perlas.

Abrió las piernas, y en el momento en que sentía la varilla entrar lentamente, abre dulcemente la boca y cierra los ojos, instante aprovechado por la mujer para meter un par de dedos en la boca de la joven, revolviéndolos dentro, jugándolo con su lengua, sacándolo y llevándolo a su boca para saborear gustosa;

-Mmm... amo el sabor de las jovencitas –y con su mirada cargada de morbo, cayó arrodillada frente a la feminidad de Audrey, amasándolo levemente con las manos. La muchacha se sentía en el cielo, con una vara entrando y saliendo en el recto, al tiempo en que la experta mujer escupía en el coño, manoseando para lubricarlo, y metiendo la lengua, atravesándola y recorriéndola en sus confines, haciéndola lanzar dulces gemidos del placer que alcanzaba.

El bajista, quien se limitaba a observar los manoseos y abusos, se retira unos minutos y vuelve con un micrófono, blandeándolo por los cables, mirando con total lascivia a Audrey, quien seguía parada en sus retuerces de placer.

La mujer se levanta, con la boca llena de los jugos de coño, besándola nuevamente, jugando con las lenguas de ambas, ya participativas de la calentura. Allí Audrey sintió sus propios jugos, pegándose en su lengua, el sabor era exquisito, el néctar de su cuerpo con la saliva de la especialista mujer. Tras el beso, la mujer se aleja, sentándose en una silla ubicada en la esquina de la habitación, sonriente, observando como los dos hombres la harían suya. Le retiran la varilla del recto, y la obligan a limpiarlo a lengüetazos, sus muecas de asco no se hicieron esperar, pero con total devoción, y amor por la banda, terminó de limpiarlo, dejándolo bien brillante, pero con la lengua impregnada de los olores de sus entrañas.

-Al suelo –ordenó el bajista, siempre blandeando el micrófono. Ella cayó, colocándose en cuatro patas, mirando siempre a la mujer sentada a lo lejos. La única luz de aquel foco la alumbraba como a una diosa, allí en perruna posición, arqueando la espalda.

-Levanta más el trasero. – Ella lo hizo, provocando una excitación tremenda en los dos hombres, quienes empezaron a palpar los dos agujeros, expuestos y rosados, casi juveniles, casi sin uso... casi. Audrey gemía, se retorcía de los indecorosos tratos, mordía sus labios cuando la abofeteaban fuerte las nalgas, los sonidos de los golpes y gemidos constantes se derramaban por toda la habitación. En cuestión de minutos su bello trasero se lucía en los más vivos rojos ardientes, el simple tacto era ya de por sí doloroso.

De repente siente unos dedos separarles sus labios vaginales, abriéndolos con intensidad, revelando sus carnosas y rosadas intimidades. Un dedo hurgando la hizo gemir míseramente. El mismo dedo intentaba entrar, lo hacía a raudas, vibrando, sintiéndola mojarse lentamente.

-Te gusta niña?

No le respondía, su rostro angelical estaba con los ojos cerradísimos, su boca esforzándose por no chillar del dolor y placer que se conjugaban en su sexo, hicieron a la mujer sentada a lo lejos, excitarse de la escena.

Sintió ahora el mango del micrófono intentando ingresar en su sexo, meciéndose lentamente, facilitando la entrada por la lubricidad que ofrecía ella. Con los centímetros que entraban, ella se retorcía, las babas se salían de la juntura de los labios, ubicada en el mismo umbral del dolor y placer, no pudo evitar aullar cuando empezaban las frenéticas arremetidas que daban al micrófono dentro de ella, metiendo y sacando con total indecoro y velocidad fantasmal al ritmo de sus ya fuertes gritos y lágrimas. Tras intensas arremetidas, retiran el micrófono, y aprovechando su boca abierta a más no poder del placer, se la injertaron hasta la garganta. Aquel aparato lleno de sus líquidos, la hicieron regodearse del sabor, y es que en cuestión de minutos, ya la habían hecho probar de todas las sustancias de su cuerpo.

Tras minutos en donde lengüeteaba sin pudor el micrófono, se la retiran, volviéndole a injertarle por el mango en su sexo, al tiempo en que las varas volvían en su recto. Se alejaron, sentándose en cómodas sillas al lado de la mujer, bajándose sus pantalones para así revelerlos en extrema cachondez.

-Ven aquí, vamos, vamos –le llamaba la mujer, chasqueando los dedos, tratándola tal perra.

Sabía que ganaría puntos si se dirigía gateando, y al hacerlo, siempre con el micrófono y las varas dentro de ella, no pudo dejar de observarlos sonrientes, como deseándola, y por ende aceptándola como la nueva guitarrista. Llegó, la mujer abría las piernas, invitándole a saborearla. Presa de la calentura, separa los muslos de la cantante con las manos, y se dirige a besar su coño, haciéndola estremecerse del goce. Otro dulce beso, uno más, con la lengua levemente incluida, apenas punzando.

Pero no contó con que uno de los hombres se paró tras la arrodillada Audrey, preparando amenazante uno de los tantos cables eléctricos de conexión que pululaban en el cuarto, y tratándolo tal látigo, chasquea inhumanamente en las expuestas y rojizas nalgas de la joven.

Se pegó el grito de su vida, pero del cruel golpe, metió con más fuerza su boca dentro del chorreante coño, gritando allí, tragando los jugos de la mujer, atragantándose con ellas.

El mismo hombre toma los cables, haciéndolos pasar varias veces alrededor del cuello de la joven, apretándolo y trayéndola hacia sí, apartándola de la vagina que tan ferviente chupaba. Y siempre de rodillas, la da media vuelta, dejándola observar sorprendida una gigantesca polla. En segundos el otro se acerca, teniendo ahora a la vista, dos enormes vergas erectas a reventar.

-Abre la boca –decía mientras la ahorcaba más y más con el cable. Apenas lo hizo, recibiendo de golpe semejante verga introducirse hasta la garganta, arrancándole sonidos de vergonzosas arcadas. La retira de la boca, y antes de que Audrey retome el aire, la otra verga se introducía también en la boca. La taladraba unos segundos, y lo retiraba, dándole paso a su compañero y así sucesivamente, follándola por la boca por turnos.

Tras minutos de intensas arremetidas, en la que la joven se la notaba muy asfixiada, con salivas derramándose vergonzosamente de entre sus rojizos labios, no tardaron en largarse por todo su rostro, ordenándole que no intente retirarse el tibio semen que goteaba de su rostro.

La mujer se dirige hacia ella, se acuclilla, la toma del rostro con ambas manos, y empieza a lamer todo el líquido que se empapaba en lo que una vez fue un inocente rostro. Su lengua recorriendo, levantando y haciendo hilos el semen entre la lengua de la cantante y el rostro de la joven, hicieron nuevamente excitar al par de hombres.

Tras lamerla toda, recogiendo todo el semen, dejándola con el rostro brillante de saliva, la besa, depositándole el espeso líquido, ordenándola que se lo trague. Asqueada lo hizo, no fue su primera vez tragando aquello, pero nunca lo hizo de ésta manera.

Le retiran las varas, el micrófono, y el par de hombres se excluyen de la habitación. La mujer retira los cables que apenas la dejaban respirar, la piel del cuello en extremo roja, la cubre con una toalla, la saca del cuarto, atravesando los pasillos en los que algunos técnicos que pululaban no ocultaban su vista, trasladándola a su camerino privado, llevándola en la ducha, enjabonándola y limpiando con total frenesí sus tan acechados agujeros pese a los insistentes retuerces del dolor de Audrey.

Tras unos manguerazos de agua fría, en la que al principio se resistía por el fresco, la lleva a un sofá, vistiéndola con ropa más cómoda;

-Estás bien Audrey?

Lucía cansada, sus ojos apenas abiertos ya, la habían vejado bastante. Antes que caiga dormida en tan confortable sofá, la mujer le susurra;

-Bienvenida a la banda... esto es sólo el inicio de una excitante vida, mi niña. –le vuelve a lamer salvaje el lóbulo.

La dejó reposar, Audrey se regodeó entre las suaves sábanas que le cedió, dejándola dormir sonriente.

Antes de caer en el sueño, no pudo evitar sonreír, tantos meses de arduos trabajos y sacrificios la habían depositado allí, se ganó el puesto de su vida. Ya soñaba entonar los más fuertes y excitantes sonidos en gigantescos escenarios, en donde sus rudas notas harían vibrar al futuro público. La harían sentir la más dichosa, la más afortunada, con toda la fama y correspondiente fanatizada... El poder de imprimir los clásicos sexo, droga y rock en sus manos, la harían sentir como una verdadera estrella y diosa de la música, la harían sentir toda una... Rock Star...

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