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Dogmas Sagrados (4)

en Sadomaso

Desde la urbe de Praga hasta las lejanas tierras de Bangladesh, se revela el destino de la humanidad para todo el mundo. Se revelan... los Dogmas Sagrados Y es allí donde las religiones se desnudan en quimeras, y los héroes se convierten en simplemente... grandes héroes. 

 

-Dogmas Sagrados-

Agartala era el objetivo de Bauman y Claude, esta ciudadela de Bangladesh, en vías de desarrollo, estaba, en ese oscuro amanecer, lloviendo como nunca, levantando el vapor desde el cálido pavimentado. Allí, bajo una parada de bus, yacían esperando ambos.

- Van casi media hora Oficial Bauman... ¡Van casi media hora y su amiga no se presenta!

-Mmm..  Mujeres ¿no?– sonrió, bajó sus oscuros lentes y levantó la vista, una figura venía corriendo hacia ellos, atravesando el vaporizado pavimentado y la fuerte tormenta, venía con una caperuza oscura, y al llegar bajo la parada, ésta se retiró dicho albornoz. Era una mujer, asiática y de lisos pelos negros y brillantes que mojados se regaban tras ella, sonriente miró a Bauman, y sin mediar palabras, lo tomó del rostro para clavar un beso de aquellos. Claude contemplaba morbosamente el espectáculo, pero al ver que el tiempo pasaba y las cadenciosas bocas seguían ladeando lenguas, decidió simular una tos, haciendo de ambos separarse lentamente del calenturiento besuqueo.

- ¿Que pasa novato? Te presento a Anette, mi compañera de pasados acontecimientos.

- Encantado señorita, soy Claude.

La asiática rodeó un brazo por la cintura de su amante, y musitó; - Un placer. Mejor nos vamos a mi apartamento, sé que no tienen mucho tiempo.

- De hecho, estamos esperando la llegada del Fiscal. No hay apuro.

- Entonces – cortó ella- al parecer, solo yo sé que no tienen mucho tiempo.

- ¿A qué te refieres, mujer? Crees acaso que...

El sonido del disparo de un arma hizo eco en el lugar, Bauman giró la vista hacia la calle, y vio alejarse un auto a toda velocidad, huyendo y desapareciendo tras la potente lluvia. Observó a Anette, estaba asustada y fuertemente pegada a su cuerpo. Y fue cuando reparó en Claude, tumbado en el suelo, revolcándose del dolor.

- ¡Te dispararon!

- Será mejor que llame una ambulancia. – cortó asustada la mujer, quien empezaba a gestionar con su móvil.

Bauman se acuclilló frente a su compañero, observó el brazo herido y volvió la vista hacia las calles;  - Tranquilízate compañero, todo saldrá bien.

- ¿!Por qué lo dice tan tranquilo, no ve mi brazo!?

- Presiona y evita el sangrado, son los séquitos de Alter Vida quienes atentan contra nosotros.

- Scott – cortó la mujer- ¿Estás seguro de lo que dices?

Y reponiéndose, cogió un cigarro, encendiéndolo como siempre; - No me equivoco... tengo un sexto sentido. ¿Quieren jugar rudo? Pues que comience el juego.

******

- Levántate.

- ¿¡Dónde piensa llevarme!? –preguntó Juliette mientras, temblando, abrazaba a su hermana en la rocosa celda.

- Cállate y obedece.

- ¡No me mande a callar engendro! Dime, dónde piensa llevarme.

-  Hoy te toca en la mazmorra.

Juliette se estremeció, si con su dulce hermana fueron impiadosos al desvirgarla, ¿qué le depararía a ella, tan altanera, tan arrogante? El ver a su captor con un látigo brillante en mano, engrasado para el momento, la hizo tiritar más aún.

- ¡Por favor! – escindió Kaley con estremecimiento- ¿Qué hemos hecho para merecer esto?

El imponente extraño dio a la vista de ambas féminas, la misma jeringa con el líquido rojizo. Juliette, imprevistamente, se lanzó a los pies del hombre;

-¡Está bien! ¡Pero le ruego aleje esa cosa de mi vista! ¡Ya no doy más con esa sustancia!

- Vaya, veo que te estás volviendo más dócil, muchacha. ¿Irás con nosotros sin causar problemas, muchacha?

- Iré, pero por favor, aleje esa jeringa de mi vista...

- Sorprendente, pensábamos que contigo tardaríamos semanas en tenerte controlada, veo que... ¡Uff!

Juliette, en un movimiento imprevisto, mandó un descarado puño entre las piernas del hombre, dañándole en sus –obviamente- más sensibles pertenencias. El hombre dejó caer la jeringa, y quedó en cuclillas con el rostro estrujado al máximo del dolor.

La muchacha cogió la inyección, y con una rabia de aquellas, se la clavó en el brazo, depositando aquel líquido que, al menos dentro de ella, le inducía un morbo tremendo.

- ¿¡Qué se siente ahora!? ¡Dime engendro! – y tras levantarse, lanzó una cruenta patada en el sorprendido rostro del hombre... quedó inconsciente y con una jeringa clavada en el brazo.

- ¡Juliette!

- ¡Sh! ¡No levantes la voz, chiquilla! – decía mientras se volvía a arrodillarse frente al desmayado captor para retirarle las ropas.

- ¿Qué haces? – susurró.

- Saldré a buscar ayuda... ¿crees que lo haré desnuda así como estoy, niña?

- Llévame conti...– Kaley quiso terminar la frase, pero volvió la vista hacia la corta cadena de su collar, que la unía con la esquina de la celda, y empezó a caer en otro frenesí de llantos.

- Mírame Kaley, ¡no te abandonaré! – y arrodillándose frente a ella, la llenó de tibios besos en sus sonrojadas mejillas, intentando consolarla entretanto ofrecía dulces caricias entre sus lisos y desparramados pelos.

- Volveré – susurró – ¿aún te duelen tus partes?

- Bastante – dijo sollozando en los pechos de su hermana. Los desgarros en su depilada feminidad abultada y anillada, sumado al de su trasero ensanchado inhumanamente, aún estaban lejos de apaciguarse.

- Pues sí, aún los tienes hinchados. Sabes que no te dejaré niña. ¡Debes resistir! Iré afuera...

- ¿Conoces la salida? – dijo secándose los ojos y narices del reciente lloriqueo.

Y levantándose Juliette con las holgadas ropas en mano, empezó a vestirse, si bien descalza, con los dogales sobresaltando en sus extremidades, se prestó a retirarse, la miró por última vez, aunque esperando que no sea la última;

- ¿La salida? La tengo de memoria. Sólo espero que nadie aparezca en mi camino. No te preocupes, Kaley... volveré con ayuda...

******

- Me siento mal por haber dejado al novato en el Sanatorio, Anette.

- No te preocupes por el muchacho- decía abrazándolo insinuante por la cintura - recuerda las palabras del doctor, por suerte no desgarró algún músculo, y mañana lo verás de nuevo.

- Tal vez tengas razón, mujer. Bonito apartamento, por cierto.

- No me digas que has venido a perder el tiempo alabando mi decorado – y tras cercar sus tibios labios en los de Bauman, ciño su cuerpo junto al de él, restregándose lenta y eróticamente, sintiendo un vigor que crecía entre sus piernas; - Y veo que no sólo tú me extrañabas – dijo entre un guiño, con una mano descarada que se restregaba por la virilidad latiente.

- Decías que no había tiempo, Anette.- y se apartó a mirar por la ventana la fría lluvia. 

- No tardaremos... – y lo guió en manos, hasta la alcoba, empujándolo entre risas, a la cama. Bauman la miraba sonriente, y antes de poder acomodarse, la mujer cayó sentada sobre su cintura, y tomándolo del rostro con ambas manos, mandó una desvergonzada lengua en su boca.

El hombre la tomó de la cintura, alzó la falda y apartó las bragas, entretanto la mujer, tras separarse del beso, con recelo le despojó de sus pantalones y reveló una palpitante hombría apuntando al techo.

La mujer tomó la venosa hombría con sus manos, lo guió en la entrada de la humedecida raja,  y en lento movimiento, cerrando sus ojos, se la enterró, arrancándose un leve gemido acallado con una sutil mordida en sus labios.

Bauman cerraba sus ojos y disfrutaba, sentía aquella asiática aumentando sus saltos, su pequeña cavidad apenas dando abasto, humedeciéndolo en sus arremetidas cariñosas. Y fue cuando sintió un frío metal entre los ojos;

- Llegaste lejos, Scott. – Anette sostenía un arma mientras seguían en sus bombeos.

- ¿¡Anette?!

- No debes inmiscuirte en cuestiones que estás lejos de entender.

- ¿Pero cómo es posible? – y los bombeos se hicieron lentos mientras la asiática seguía apuntando con el arma.

- ¿Recuerdas la niña que tanto te carcome la conciencia? Ella murió en manos de ellos... no aguantó el ritual.

- ¿De qué hablas... rituales?

- ¡La preñarán, Scott! ¡A cualquiera de las dos hermanas! ¡Y de ello nacerá un ser que traerá un nuevo orden!

- Traidora... –  musitó Bauman, y los resaltos se tornaron violentos, de románticos se convirtieron en fogosos.

- Es una lástima, tanto has viajado, y hoy morirás... además, el rito debería comenzar esta noche.

- ¿¡Esta noche!?

- ¿No es delicioso hacer el amor así, Scott? Llegar al orgasmo estando tan cerca de la muerte...

- ¿Acaso no te importa la vida de aquellas dos jóvenes?

- ¿Porqué debería importarme? – dicho esto, la mujer arqueó su espalda, y comenzó un desenfrenado movimiento de caderas, saltaba y gritaba sobre el sorprendido hombre mientras firme lo apuntaba con el arma. – ¡Más fuerte Scott! ¡Lléname! ¿¡Es todo lo que puedes dar!?¡Más!

Ambos llegaron a un frenético momento en que sus orgiásticos movimientos no daban abasto al éxtasis, y sumidos en sus calenturas, chillaron al unísono. Anette, lejos de caer rendida en las garras del goce, apuntó con más fuerza el arma en la frente del extasiado oficial;

- Tras los montes gemelos de Argathala, nacerá el futuro líder, y tú, mi amante querido, no tendrás la dicha de verlo nacer...

Bauman cerró sus ojos, escuchó dos disparos, y creyó que le llegó la hora. Pero el hecho de sentir a Anette caer rendida sobre su pecho, desparramando sangre en él, lo hizo estremecer, levantó la vista al fondo de la habitación, y vio en la puerta, una figura oscura empuñando un arma;

- ¡Claude!

- Vaya, Oficial Bauman, ya le tomé cariño al hecho de que me llamaras “novato”.

- ¡Me salvaste! ¿Cómo?

- ¿Recuerdas en la parada de bus? Anette se esquivó mucho antes de que el auto apareciera... ella sabía que me dispararían, Oficial Bauman. Por eso vine.

- Con decir que tenías un sexto sentido era suficiente. Mejor nos apuramos y tomamos el Jeep del garaje – decía levantándose, revolcando el cuerpo de la mujer en la cama. Con una templanza notable, se dirigió al baño a lavarse la sangre regada en su pecho.

- ¿Está muerta?

- ¿¡Muerta!? ¡Pero si le clavaste dos balazos, Claude!

-  Oficial Bauman, ¡nunca había matado a alguien!

- Tranquilízate, fue en mi defensa. No hay tiempo para ella, la fiscalía se encargará de esto en su debido momento, debemos irnos ahora hacia los montes gemelos

-  Afuera está lloviendo torrencialmente.

- No podemos esperar Claude, esta noche podría terminar todo.

- ¿Esta noche? ¿Por qué concluye eso?

Bauman ciño en su cintura dos Uzzi´s, se abrigó con la gabardina, y atinó a colocarse sus gafas oscuras; - Es que yo, amigo Claude, tengo un sexto sentido...

******

- ¿¡Dónde está tu hermana!?

- ¡No lo sé!

- Empiecen a engrasar los látigos, muchachos.

- ¡No! ¿¡Que no tienen piedad!?

- Pobre niña, ya es muy tarde para pedir misericordia. ¡Ustedes dos!- y señaló a un par de secuaces - ¡Vayan al bosque y búsquenla! Si la ven...

- Hecho señor, ya vamos.

- Y tú, niña, has llegado a tu momento, veremos si aguantarás el rito. ¡Llévensela a la mazmorra! Si se resiste, tienen todo mi permiso.

- ¡Aléjense de mí! ¡No se acerquen!

-- Bofetadas, rasguños, resistencia, látigos... e impotencia--

Pobre Juliette, corriendo con una excesiva desesperación bajo la lluvia del oscuro bosque, poco le importaba las ramas y piedrecillas que impiadosas le fustigaban los pies.

Pero por desgracia de sus burdos movimientos, cayó tropezada, la ropa se le hizo pesada por el agua, y su cuerpo sufrió las consecuencias cansinas de ser una joven de la alta sociedad. 

- Es increíble – sonó una voz gruesa- como la lluvia nos facilitó seguirte... tus huellas te delataron, muchacha.

Juliette giró la vista, eran los dos mismos hombres quienes la secuestraron en la mansión de Praga. El impiadoso hombre de raza, y el flacucho pervertido.

Sin mediar palabras, se abalanzaron ambos sobre ella, lucharon brevemente en poseerla bajo la incómoda lluvia, y tras tomarla de su cintura, pese a los fehacientes retuerces que Juliette ofrecía, la controlaron a cabalidad.

En peritos movimientos, la encadenaron - mediante las argollas de sus muñecas- al árbol más próximo, de manera que la muchacha quedó “abrazando” dicho árbol de rodillas, con su desconsolado rostro pegándose en el áspero tronco. 

- ¡Déjenme ir! – balbuceó amargada.

Un cruento látigo resonó en el bosque, las tiras de cuero golpearon  en ella, destrozaron las paupérrimas ropas que la cubrían y recorrieron con vivo fuego desde los hombros hasta toda la espalda, arrancándole de sus entrañas, unos chillidos atronadores que hicieron eco en el bosque y dejaron rajas rojizas que tornaban al morado.

- Cállate – masculló el gigantesco negro que sostenía el látigo, se arrodilló frente a sus lechosas nalgas, y separándolas descaradamente con sus grosas manos, musitó; - Míralo, rosadito y virgen trasero. Delicioso, sin dudas.

Meció unos dedos, Juliette se retorcía y gemías calamitosamente mientras su trasero empezaba a recibir la indecorosa arribada de aquellos dedos mojados. Primero uno, lo revolvió, y luego dos. Llegó a tres, viendo que la joven ya tenía el recto dolorosamente ensanchado a gusto. Reposó su gigantesca virilidad, y a lentísimo arrebato, logró mecer el glande.

Sus desesperantes gritos se convirtieron en balbuceos al sentir la feroz penetración de aquel negro. Sus manos arañaban el tronco que “abrazaba” del dolor, mordía sus dientes con desesperación y sus lacrimosos ojos se cerraban con fuerza al tiempo que la potente lluvia la fustigaba el rostro.

Lejos  de apaciguar la arribada, el negro conseguía, centímetro a centímetro, mecer su venosa hombría mientras la muchacha se retorcía lastimosamente en sus limitaciones. El flacucho, boquiabierto miraba como el descomunal órgano lograba entrar en tan pequeño recto.

El posterior de Juliette abrigó todo lo humanamente posible aquel hombre. La joven sentía como la empalaba lenta, y, poco a poco, adquiría un ritmo doloroso. Con lágrimas por su rostro, con la pujante precipitación bañándola, su mundo cayó en un mar de desesperaciones que se evidenciaban en sus llantos sonoros. El dolor del trallazo latía a mil fuegos en su espalda, la arremetida se tornó vehemente, y la joven empezaba a perder el conocimiento entre las risas de aquellos monstruos.

Se arqueaba penosamente, el negro la tomaba fuertemente con ambas manos de su cadera, y con potencia arremetía con más impulsos. La muchacha mascullaba ruegos inentendibles, tanta impiedad, tanto dolor. El mismo apartó su virilidad, forzando a agrandar ferozmente el rosado agujero trasero al retirar el glande. Gritos, risas impiadosas y dolores estratosféricos que se conjugaban y perdían con los fortísimos rayos que regaban el oscuro bosque.

- ¿Nunca te callas princesita? Aquí va otro trallazo, ¡para que aprendas!...

Juliette cerró sus ojos a la espera de los golpes, pero el sonido de varios disparos, más el retumbe de dos cuerpos que cayeron en el húmedo suelo, la hizo fenecer. Estaban muertos sus captores, fulminados por el reciente tiroteo.

Una figura oscura con una gabardina, venía atravesando la lluvia, dirigiéndose hacia la muchacha;

- ¡No me mate! ¡Se lo ruego!

- ¿Kaley Riviere? ¿Juliette? ¿Cuál de las hermanas eres?

- ¡Juliette... soy Juliette!

- Mi nombre es Scott Bauman... y vine a rescatarla.

- ¡Oficial Bauman! – era el novato que presuroso corría hacia ellos.

- Claude, necesito que la desates del árbol, y la lleves al Jeep. Y ofrécele tu abrigo.

- ¿Y usted, Oficial?

- No te preocupes por mí – dijo recargando su arma- Vayan al aeropuerto, que el Fiscal estará llegando, y tráelo en éste lugar, ¿entendido? Muchacha, ¿dónde está el lugar del cautiverio?

- Es aquella formación de rocas a lo lejos – contestó algo atontada mientras asustada miraba los dos cuerpos inertes de sus captores, entre tanto Claude la despojaba de sus encadenamientos con rapidez.

- Mejor se apuran- cortó Bauman- que va a empezar el juego.

******

La desdichada Kaley estaba sobre una mesilla metálica de la lúgubre mazmorra, tenía una bozal, con un mástil de goma que se mecía hacia el interior de su boca, la llenaba completa en su cavidad y alcanzaba su garganta, provocándole nauseas y arcadas.

Todo ello, más las salivas que se desbordaban de su boca, la hacían lagrimear bajo el paño negro que la cegaba. 

Un cinturón de cuero ciñó fuertemente su pequeña cintura y allí le trabaron los grilletes de las muñecas, los tobillos estaban sujetos a los muslos mediante correas de cuero y una barra separaba las rodillas todo lo que físicamente se podía, y si bien todo ello la mantenía estática, le permitía algo de libertad para leves movimientos de retuerces.

Su pequeño y depilado cuerpo, expuesto, sudoroso y palpitante, temblaba briosamente a la espera de lo que los sectarios harían con ella. Una tibia carne reposó en su feminidad, expectante, al tiempo en que sintió unas manos sujetarle su diminuta cadera.

- Esta noche – dijo un hombre a lo lejos, en una túnica marrón, el mismo quien en su momento había marcado con vivo fuego a Juliette – comenzará una nueva vida para ti, niña.

- Mmm – masculló ella ya con aire rendido. – ¡Mmm!

La penetración, si bien fue extremadamente lenta, causó un dolor, propio de la falta de recuperación física tras el anterior desvirgamiento. ¡Cómo ardía aquello! Los anillos en su sexo se estiraban al ritmo de las arremetidas, y sus mascullas lastimeras no eran sino nutrientes para su violador.

Fue en definitiva, el mayor de los imprevistos, que aquel hombre se largase dentro de su abultada vagina carmesí en tiempo extremadamente rápido. Se alejó, y dejó el paso libre a otro compañero, quien gustoso, la penetró sin reparos, como si de un objeto sexual se tratase ella.

Los diez hombres allí, se turnaban en vaciarles sus lechosos líquidos sin piedad, en cada arremetida de uno, los líquidos blanquecinos de los demás se desbordaban de sus hinchados y enrojecidos labios vaginales, corrían por sus lechosos muslos y trasero, impregnándose con su sudor, creando un olor notable. 

Sus retuerces eran lastimeros, a cada hombre que venía a llenarla, ésta se arqueaba infructíferamente, sus desconsoladas lágrimas que escapan bajo la venda por sus sonrojadas mejillas, sus leves llantos no eran nada en aquel cruento calabozo, su pequeño cuerpo temblante, no era sino la viva prueba de estar en los límites del dolor, físico y mental. ¡Cómo dolía todo ello!

La carne tibia ensanchando su feminidad, violentando su sexo y repletándola de los pastosos líquidos. Los anillos que yacían incrustados en sus pezones, la impotencia de no poder moverse, la droga que la hacía gozar una y otra vez sin que ella pudiera evitarlo, con todo ello, pronto perdería la cordura. 

La llenaron, la repletaron, entre sus piernas corrían los tibios líquidos que ya no cabían dentro de ella, su diminuto cuerpo sufría las consecuencias de no haber nacido ni por asomo para ser tratada como animal de preñez por parte de aquellos sádicos. 

Lloraba desconsolada, quería gritar, rogar que aquello parase, dejar de sentirlos hasta su cuello uterino, piedad, eso es lo que anhelaba, ¡piedad! Pero el bozal que se ceñía hasta su profundidad, se encargaba de hacerla callar.

Sudaba, se convulsionaba, sus puños apretaban con fuerza por la variedad de tamaños de los sexos desconocidos que se enterraban a fondo, su cuerpo se agitaba de los violentas embates, sus pequeños senos también, chasqueando en ambos, los aros allí incrustados. Y es precisamente en ese momento en que la desdichada Kaley, prefería morir, que seguir siendo usada hasta los límites antes insospechados por esta secta de religión oculta.  

- ...nacerán los dogmas sagrados, vendrá la revolución, surgirá de las desdichas y el dolor, nacerán los nuevos credos... – entonaban todos al unísono mientras impiadosos la bombeaban por turnos.

-- Disparos, disparos --

Aquel que tan vil la violaba, cayó al suelo con una bala en su brazo, y se retorció del dolor. Un hombre, proveniente de los pasillos, había derribado la puerta de la mazmorra de una patada.

En un aleteo de sus brazos, se despojó de la gabardina negra, mandó sus manos tras la cintura, y las devolvió a la vista, armadas con dos Uzzi´s.  Descargó todo en las piernas y brazos de aquellos extraños.

No perdonó uno, era Scott Bauman... y no perdonó uno solo. Todos cayeron heridos gravemente. Se acercó al camastro, donde la joven Kaley, lloraba mudamente.

- Tranquila muchacha – contestó dulcemente mientras le despojaba de todo aquello que la mantenía estática. – he venido a salvarte. - La joven Kaley, una vez liberada de todo aquello, atinó a retorcerse, gesticular su boca y gemir calamitosamente. Se levantó a raudas, mandó una mano a su violentado sexo en el que escurrían el semen de tantos hombres, y llorando, pegó su rostro en el pecho del oficial.

- Sáqueme de aquí... por favor – susurró entre lamentos. Con la otra mano, rebuscó el brazo del hombre, tomándolo de su mano.

El hecho de que la joven Kaley tomara de su mano, encendió en el hombre un sentimiento cálido que no pensó volver a sentir. Una dulce joven, sometida a cruentas perversiones, clamaba, con toda la inocencia, una salvación. Bauman sintió un sentimiento de que todo pudiera salir bien, una seguridad cándida que le devolvía la vitalidad necesaria para continuar su aventura... había recuperado la confianza en la vida... había recuperado la fe con aquella tierna mano que se ceñía con fuerza en la suya, y con aquel sentimental rostro que sollozaba en su pecho. 

- Que bonito, Scott, muy bonito – cortó una voz ruda.

Bauman giró la vista, era el sectario en túnica, en aparente el líder, y sin pizca de pruebas de haber sido afectado por la reciente balacera.

- ¿Quién eres? ¿Cómo sabes mi nombre?

El extraño se despojó lentamente de la capucha, era un hombre desconocido, pero bien tras sus ennegrecidos pelos, surgían ojos rojizos, y una marca triangular en la frente. Era la misma voz que una vez hubo aparecido en el sospechoso del secuestro, era la misma marca triangular que hubo carbonizado las fotografías en la comisaría de Praga.

- Aléjese – dijo empuñando ambas Uzzi´s.

- No me haga reír, eso no me hace daño.

- ¿Apostamos?

- ¿Aún recuerdas, Scott? ¿La niña que no pudiste salvar hace años?

- Ustedes la mataron – dijo sosteniendo con más fuerza ambas armas.

- ¿Es por su muerte, que perdiste la fe?

- ¡Cállate!

- Veo que el frío e impasible Bauman tiene un punto débil. Te veo trastocado.¿Tanto te afecta haber fallado con ella?

Con rabia activó los Uzzi´s, cerró sus ojos, apretó sus dientes, y vació sus armas hasta dejarlas vacías. Disparos y disparos, en cuestión de segundos, tan sólo quedaban los olores de la pólvora. Abrió sus ojos, y es cuando incrédulo vio al mismo hombre, sin siquiera haberse afectado por las armas que le disparó a escasos metros.

- Te dije que no me haría daño. ¿No lo entiendes, Scott? ¿Crees que eres capaz de impedir que la joven sea preñada? Los Dogmas Sagrados dependen de la criatura que nacerá.

- Estás loco.

El oficial retrocedió unos pasos, chocó contra Kaley quien temblante lo abrazaba, y fue cuando las palabras del Padre en Praga le resonaron. Mandó una mano en su bolsillo, y rebuscó.

- ¿Crees que no tengo fe? Pues no la tenía, hasta estos sucesos – dijo mientras empuñaba el crucifijo – Estoy harto de oír sobre dogmas, sobre demonios, del nacimiento de un nuevo anticristo... como si el fin del mundo llegase.

- Y llegará, Bauman. El fin llegará si nace la criatura.

- ¿Y las drogas? ¿Todo el tráfico ilegal de drogas?

- Alter Vida es una secta, Bauman. Somos miles, no creas que los que has herido eran los únicos. La producción de drogas es un proceso tan ínfimo. El padre de las hijas tenía mínimas ideas sobre la verdadera causa encubierta tras la elaboración de drogas. Hay cosas que ustedes aún distan de comprender. 

- Sigo pensando que están locos.

- Bien por ti, amigo. Tus compañeros están llegando, pero el fin se aproxima... tu salvación dependerá de tu fe. Llegará el día en que los Dogmas Sagrados se levanten de la Tierra.

- Patrañas – refunfuñó. El extraño se colocó de nuevo la capucha, su rostro se escondió en las sombras del albornoz, y tras levantar sus brazos al techo;

-... crees que la aventura ha acabado, mas es el comienzo del fin, mi amigo Bauman –y se desvaneció frente a un atónito oficial. Tan sólo quedó la túnica, que vacía cayó al rocoso suelo.

******

- Será mejor que deje de llover – decía el Fiscal. Todo un séquito de oficiales y militares los seguían a él y Claude en el boscoso lugar.

- ¿Oyes los pasos? ¡Quietos!- ordenó, levantando el brazo a la espera del esclarecimiento de los sonidos. El ejercito de militares y estatales paró la marcha, expectantes todos.

Pese a que, la fuerte lluvia empañaba la vista y los oídos, un hombre aparecía de entre los árboles, venía con una joven desnuda y dormida en sus brazos.

- ¿Oficial Bauman?

- ¡Vamos, vamos, vamos, ayuden al hombre! ¿¡Qué esperan!? ¡Preparen a los doctores! ¡Vamos!

******

Periodistas locales e internacionales asestaban en el bosque, ya iluminado fuertemente por el sol naciente, gran parte entrevistando al Fiscal, quien fue injustamente pintado del héroe de la jornada. Protegidas del acoso periodístico, las hermanas Riviere -Juliette y Kaley- yacían dentro de la cabina de una ambulancia, ambas cubiertas de vendas en sus heridas, y abrazadas en el cómodo asiento mientras varios doctores hacían preguntas, un tanto personales;

- Te dije que volvería, tonta - susurró casi sonriente Juliette. La respuesta de la pequeña hermana, fue un abrazo cargado de fuerzas. Un abrazo, que días atrás – antes de los sucesos – jamás habría ocurrido. Cruentos sucesos y perversiones, que hizo de ambas, encontrarse las fuerzas para sobrevivir en una como en la otra. Cruentos sucesos, que las hicieron cambiar de hermanas odiosas e insociables entre ellas, a desenterrar un lazo que las uniría toda la vida.

A lo lejos en el bosque, sentados sobre un árbol caído, yacían Bauman  y el comisario;

- Buenas movidas, Scott, buenas movidas, pero aún así debiste esperar la llegada del Fiscal.

- Las jovencitas estarían muertas si esperábamos, amigo.

- No nos preocupemos por eso. Además, seguro te condecoran a la vuelta.

- Las condecoraciones dáselas al novato Claude. Se las merece. Por mi parte, no volveré a Praga, iré a Nueva York. Me alejaré de esto por un buen tiempo.

- Si así lo deseas amigo...  ¿Me pasas algún cigarro?

El oficial sacó de su bolsillo una caja, aún yacían un par de pitillos, aunque resonó el consejo del Padre en Praga, por lo que sonriente lanzó la cajilla entre los árboles.

- ¿Por qué los arrojaste?

Pero Bauman, inmutable, se levantó ufano, y alejándose entre los periodistas, giró y sonrió al comisario, colocándose el crucifijo en el cuello, recordando aquella lejana recomendación del Padre, dio un suspiro, y concluyó;

- Fumar mata, mi comisario... ¿Lo sabías?...

 

-Dogmas Sagrados-

 

- Señor comisario, ¿Me permite un momento?

- Adelante doctor, siéntese aquí, ¿Qué necesita?

- Acabamos de tomarle un análisis a la joven... Kaley Riviere.

- ¿Y... que sucede? No tema, que sabemos perfectamente las depravaciones que han sufrido las hermanas.

- Bueno, mi comisario... los daños físicos son fácilmente recuperables, pero no es por eso.

- Vamos, dígamelo rápido que se vienen los periodistas aquí.

- Pues, es un tanto frágil la información sobre la joven.

- Sólo dígamelo y ya.

- Ella... Comisario, la joven Kaley Riviere, está embarazada...

 

Capítulo Final

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Deliciosa Venganza

Diez Disparos

Tu hermanita nos pone

De Música Ligera

Mi última Carta

Eres mujer

Condenadas al Infierno

A sus pies

Dulce Cuñadita Mía

Dulce Adiós

Guía de Besos

La loca

Entrevista a Caja

Gualambau

Tatoo

El Loft de las Señoras

Mi Primer Trío

En Pecado Concebida

Los días de lluvia me harán recordarte

Colegiala Dominada

Quimérica

American Woman

Infidelidad

Dogmas Sagrados (3)

Encanto Adolescente

Dogmas Sagrados (2)

Silent Hill

Dogmas Sagrados

Rock Star

REC(...) PLAY

Secuestrada

Amor de Jovencitas

Violación masiva (2)

Resident Evil: Sexhocalipsis

Top Models

Futbol Femenino