Una manera de ganarse la vida
Leticia4.
Este micro relato es continuación de El Alivio de tensiones, La puta esa y Sexo de mañana.
Le gusta el agua caliente sobre su piel. Se lava bien la verga, deteniéndose en el glande. Debe cuidarlo, es su instrumento de trabajo. Ya ha acabado y se mira en el espejo. Moreno, el pelo largo, con una goma se hace una coleta. Los ojos verdes, sabe que el contraste con negro de sus cejas y sus enormes pestañas, atrae a las mujeres, y algunos hombres, pero ese no es su rubro. La cara cuadrada, con una nariz recta, quizás un poco grande. Se sonríe pensando en lo que le suele decir Silvia : "Nariz grande, pija grande" Y sí la tiene grande, y gruesa, sabe que las vuelve locas a sus amantes. Gruesos también, son sus labios. La sonrisa deja ver sus dientes blancos, de anuncio.
El cuerpo atlético, musculado sin exceso, de nadador. El vello que le cubre el torso abundante , sin ser un oso. Sabe que tiene un buen culo, es algo en que se fijan siempre las minas.
Se seca, se pone colonia . Hoy tiene doble trabajo. Por la mañana, Silvia, ahora en la primera hora de la tarde: Ángela. Son dos estilos diferentes.
Con Silvia, saca la guita, filmándola. Se dio cuenta , nada más verla en la compra. Siempre parecería una adolescente. Rubia, melenita, ojos azules, delgada, poco pecho, eso sí con unos pezones enormes que sobresalían casi medio dedo cuando estaban erectos. Con sus treinta y , parecía una muchacha. Era ideal para el encargo que tenía: Vídeos porno.
Era una forma de ganarse la vida. La filmaba cuando cogían, y tan crédula, jugaba a disfraces y shows eróticos que aumentaban el valor de las películas.
Tenía un problema, la imposibilidad de mover la cámara. Se consolaba diciendo que así rodaban los clásicos, las cosas ocurrían en un plano fijo. Por otro lado, daba sensación de mayor amateurismo.
Sacaba 1000 pesos por filmación, aunque algunas veces no valían, y tenía que borrarlas. Pero un mes con otro, eran 12000 pesos, un dinero por un placer.
Se vistió , y en la moto fue a buscar a Ángela. Entró en la confitería, las mujeres se fijaron en él, los hombres en su pareja.
En los 50 años, rubia de tinte, cuerpo cuidado, con un saco gris oscuro y pollera del mismo color, que se abría al andar y dejaba ver una pierna enfundada en media negra con dibujos en rosa, como la blusa de seda que llevaba.
A la vuelta estaba el telo. Pagó ella, en la suite, mientras él se sentaba en un sofá, se quitó el saco y la pollera, quedó con botines , medias, liguero negro y la camisa. No llevaba ropa interior, el sexo depilado, y los pezones marcados en la seda. Las lolas operadas no necesitaban corpiño.
Fabián se levanto, la mujer le fue desnudando.
Primero la campera de cuero negro, se recostó en su torso, y puso la pierna del hombre entre sus muslos. La piel del pantalón se humedeció con su humedad.
Después la remera, se pegó aún mas al cuerpo del hombre. Esté sentía la suavidad de la seda, en su piel.
Se arrodilló, y experta soltó el cinturón, bajando de un tirón, pantalones y slip. La verga enhiesta, quedó libre. La mujer se abalanzó sobre ella, chupándola como una posesa. La metía hasta dentro, Fabián siempre se admiraba de cómo podía tragarla entera.
Se sentó en la cama, le era difícil moverse con los pantalones caídos. Ángela se colocó a caballo de su pierna izquierda y desató la bota del hombre, éste con la otra empujó las nalgas de ella hasta descalzar ese pie.
Repitieron la operación con el otro zapato, luego le dejó desnudo sentado en el lecho.
Fue a su cartera, y sacó un forro. Lo puso en la boca, y de nuevo arrodillada, lo extendió sobre el arma endurecida.
Mientras se giraba, dejó caer la blusa al suelo y acercándose al hombre, comenzó a sentarse sobre el principio de sus muslos. Agarró la verga y apoyó la cabeza de la misma en su orto, después muy despacio , cayendo dejó que la verga se introdujera en su cuerpo.
Al principio lentamente, después mas rápido cabalgó al hombre, mientras se acariciaba su clítoris. Fabián estalló con los espasmos de su orgasmo.
Se levantó, le quitó el preservativo lleno de leche, y cuando el hombre se tumbó en la cama, ella también lo hizo.
Su descanso duró muy pocos minutos, no se había secado el semen en la verga cuando lo limpió con la lengua ansiosa, y volvió a lamerlo y chuparlo hasta que recupera su dureza.
Se empala en él, y vuelve a una cabalgada de pasión acariciándose los pechos y el botón rosado. Estalló tres veces antes de que Fabián volviera a soltar su carga.
Feliz, tumbada a su vera, deja 500 pesos en la cama.