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Las vacaciones me ponen -5

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Las vacaciones me ponen -5.

 

Me despertó la caricia de las manos en mi cuerpo desnudo. Me dejé hacer, me vuelve loca que abusen de mí cuando duermo, como si fuera un sueño erótico. La cabeza de la verga de Carlos tanteaba el valle entre mis esferas gemelas. Estaba mojado e iba dejando un reguero de humedad hasta que llegó a mi concha. Fue haciéndose camino entre mis labios íntimos hasta que acertó en la abertura de mi vagina, entonces empujó y sentí como me penetraba. Me acucharé para ayudarle en su cogida y aumentar nuestro mutuo placer. Su ritmo mostraba que su excitación era cada vez mayor. Me giró dejándome boca abajo, sin sacarla, sobre mí, aceleró sus embestidas hasta que agarrando mi cabello se derramó. Yo no había acabado, pero decidí que era bueno quedarme excitada para el juego que pensaba durante la tarde noche.

Había tenido un sueño extraño, terrible, pero didáctico.

Era una ciudad colonial centroamericana, el cielo nublado, en el centro de la plaza había cinco columnas donde estaban atadas tres mujeres, un jovencito y un hombre de unos cuarenta años. Tenían la piel cobriza, y sólo vestían unas túnicas pardas. A sus pies un montón de madera seca.

Frente a ellos una monja y un fraile que les acusaban de fornicadores, lesbianas, sodomitas, incestuosos, adoradores del diablo. Les pedían que se arrepintieran, el hombre en la pira les miró con odio. Y con voz que venía del mas allá les maldijo a ellos y a su castidad y a su Virgen , amenazándoles que el crucifijo que habían hecho con el oro de sus dioses, sería la causa de su muerte. “Sólo  una mujer impura y lujuriosa tenía derecho a disponer del oro de la madre tierra”

Los sueños son extraños. Cuando los quemaban , de sus bocas salieron cuerpos desnudos en las acciones  más pornográficas que yo ni siquiera había imaginado.

Un salto en mi dormir, me hizo ver un bergantín navegando a toda vela, tras él dos carabelas disparando cañonazos. En la nave perseguida estaban la monja y el fraile orando a  un crucifijo dorado. Una esfera enorme y negra volaba hasta golpear a un mástil, que se rompía y se derrumbaba sobre los religiosos, el crucifijo saltaba de las manos y caía al mar mientras el cura y la monja agonizaban. En eso estaba cuando el ardor de mi marido me despertó.

Eran más de las 6, me apetecía volver a bañarme. Así que me lavé la concha , me puse el slip de un bikini rojo, una remera del mismo color que me llegaba 5 dedos por debajo del pubis, me calcé las sandalias y estaba dispuesta. Mi marido andaba lento, así que le dije que yo bajaba a bañarme en el mar y luego nos veíamos en la pileta.

Siempre me ha encantado el mar. Durante mi infancia y adolescencia  pasé los veranos completos en Mar del Plata. Por eso el Mediterráneo o como donde estaba entonces,  el Caribe, con sus aguas cálidas, era un deleite que quería disfrutar. Estaba sola, con todo el océano para mí,  así que nadé, buceé y jugué con las olas durante casi una hora. Bañándome pensé en cómo se iban a desarrollar el resto de los días, olía una promiscuidad que se captaba en el ambiente y se potenciaba cuando las dos parejas estábamos juntas. En el sexo había muchas cosas  que no había realizado, pero estaba dispuesta a no quedar atrás. El sueño, en el que se castigaba la castidad y se prometía riquezas a las lujuriosas, me parecía una profecía. Así que iba a calentar y levantar ratones hasta que llegara la tormenta.

Al salir me sequé y fui hacia la pileta, allí estaban Carlos, Pablo y mi amiga Susana, tomando tranquilos unas copas. Les saludé con un beso en la boca a todos, recreándome en mi compañera, metiendo un poco la lengua y jugando con sus labios mientras le sujetaba la cara con las dos manos.

  -“ Estáis elegantísimos y yo con estas pintas. Dejadme por lo menos que me quite la sal mientras me encargáis una copa.”

Iban con shorts y camisas de manga corta, duchados y peinados. Susana hasta ligeramente maquillada.

Me tiré a la piscina, nadé un par de largos y luego me duché. Me puse la remera secándome poco, el agua de la ducha me había puesto erectos los pezones, que como el resto de mi cuerpo se pegaba a la tela por la humedad de mi piel. Se quedaron sin habla ellos y el camarero que trajo mi copa. La bebí tranquila, hablábamos de día siguiente en el barco y en un plano de la zona, analizamos donde podíamos ir. Había playas que sólo tenían acceso desde el mar, pero habría que llevar toda la comida y bebida. La verdad es que parecía delicioso.

Había anochecido y el cielo cubierto de estrellas era un espectáculo, pero me di cuenta que yo debía ser un poco tonta pues era la única que me fijaba en la naturaleza. Mis compañeros bebían , reían, hacían comentarios cargados de picardía sobre las parejas que estaban en el hotel , cómo cogerían, que harían, y si estarían abiertos a juegos sexuales de todo tipo. Cuando hablaban de los demás, en el aire quedaba claro que era cosas que podíamos hacer nosotros.

Se acercaba la hora de la cena, decidimos hacerlo en el restaurante que tenía música en vivo. Yo les dije que me esperaran pues iba aponerme algo mas adecuado ya que no te dejaban entrar en malla. Prometí volver en unos minutos. Los dejé, volví a besarles en la boca al despedirme, lo hice con la suficiente carga sexual para que se calentaran.

En la habitación me desnudé, me tumbé en la cama y me hice un dedo de urgencia, estaba cachonda perdida y quería estar mas serena para poder jugar con ellos y controlar por lo menos un poco la situación. Me lavé la concha, elegí una bombacha de tiro bajo, un pantalón blanco de lino y un top de algodón que dejaba toda la espalda al aire, con una sandalias de taco bajo. Mientras me peinaba, al mirarme en el espejo, comprobé que estaba linda y sexy.

Me esperaban con otro trago duro en la mano, me dio la sensación que llevaban alguno más de la cuenta. Me había dado cuenta que les ponía cuando les besaba, así que repetí la operación despacio, para que todos apreciaran lo que les hacía y les hacia a los otros.

Lo mejor para que no se te suba el alcohol es comer mucho, y lo hice pues además tenía hambre, el mar me abre el apetito, y haciéndome la sedienta me di a la cerveza. El trago mezclado me dejaba tirada y quería estar algo serena.

Las primeras parejas salieron a bailar, Carlos se levantó y como un antiguo caballero pidió a mi amiga Susana que le concediera aquella cumbia.

Nos quedamos Pablo y yo en la mesa, nuestros cónyuges ponían ritmo pero sobre todo pasión, vamos que aprovechaban la pista para meterse mano.  Yo me daba a los dulces, aplicando aquella receta de: si no quieres emborracharte, come mucha azúcar que te baja el nivel alcohólico en sangre.

-“Lo pasan bien. Se ve que se atraen, a mi no me importa, soy un hombre abierto. Creo en las parejas abiertas. Tu, Marta, ¿ qué opinas?”-

- “Yo no soy celosa, y además hemos venido a disfrutar. Así que todo bien. Estoy abierta a todo”- dije simulando que estaba un poco bebida, fácil de creer después del pedo de mi primera noche.-“ Vale… todo. Yo soy capaz de hacer cualquier locura ….. Vas a ver cuando me suelte….Pero creo que debemos empezar mañana en el barco….Hoy es sólo sesión de precalentamiento.. Así se nos aumentan los ratones..”-

Mi mano se había posado en su entrepierna. La tenía dura como una piedra, la acaricié a través de la tela, como si fuera una niña que no sabe lo que hace.

“Entonces…”- iba a proponer Pablo. Yo le corté con : -“ cada oveja con su pareja, para prepararse para mañana.”-

No quería empezar tan pronto, nos quedaban cinco días para cualquier fantasía y la espera , sabiendo que se van a cumplir, es un estado delicioso, como el de los niños que saben que a la mañana siguiente los Reyes les traen los juguetes que han pedido.

Susana y mi marido volvieron de bailar agarradas de la cintura, apoyándose uno en el otro, eran la imagen de una pareja que se está preparando para encamarse.

-“ Ahora nos toca a nosotros”- dijo Pablo, me tomó de la mano y me llevó a la pista. La música era  pegadiza, y yo me pegué a él, a antes le abrí la camisa para que notara mis pezones erectos a través de la fina tela de mi top. Las pelvis juntas y moviéndose, los ritmos de cogida sabrosa, la verga endurecida se restregaba contra mi concha. Sus manos ansiosas me sobaban la espalda desnuda.

-“ Nena, como sigas moviéndote así, me voy a correr.”- susurró en un murmullo a mi oído.

- “No seas presumido. Con lo que llevas de alcohol y los polvos que has echado a tu mujer, tardará bastante más. Pero me encanta ponerte burro.”- le dije. La música se acabó y él seguía empalmado y abrazado.

- “ Vamos a la mesa.”- le arrastré de vuelta a donde nos esperaban nuestras parejas. Me di cuenta que no habían perdido detalle de nuestro baile, y que tampoco habían perdido tiempo en dejar de meterse mano.

Nos sentamos, yo separé con un poco de brusquedad a Susana de Carlos y la besé en la boca, metiendo mi lengua hasta casi su garganta. La devoré durante un par de minutos.  Nos separamos jadeantes.

-“ Ha llegado el momento de irse a la cama”- me levanté y llevando de la mano a mi amiga me dirigí hacia los ascensores. Los hombres tardaron en reaccionar, luego nos siguieron rápidamente. Yo estaba alegre, pero ellos andaban bastante borrachos. Al llegar a nuestro piso, no dejé opción, salí rápida llevando a mi marido hasta nuestra habitación, abrí, entramos, cerré la puerta, lo empujé tumbándole en la cama y antes que tuviera tiempo de nada, le até las manos con el cinturón de uno de los albornoces que estaban sobre el lecho. Después le subí la remera de modo que le tapara la cabeza.

Estaba en mis manos, era mi juguete. Le desabroché los pantalones y los quité al tiempo que los boxer. Allí, sin ver, atado, indefenso, con la verga en alto tenía a mi marido.

Le agarré la pija , y le hice unos cuantos arriba y abajo. La tenía como una piedra. Me reí con la situación mientras me desnudaba. La verdad es que estaba mojadita, pero al mismo tiempo totalmente fría de mente.

Puse un cenicero sobre la sabana, encendí un cigarrillo y me monté sobe Carlos, dándole la espalda. Tranquila, disfrutando del tabaco y del tran- tran del polvo me dejé llevar por mi imaginación  a un mundo de orgías. Susana, Pablo, Carlos, Sharon Stone, Brad Pitt, la Jolie, Paulina Rubio y Shakira fueron mis compañeros de sexo, solos o en grupo. Estaba en la gloria con aquel consolador de carne dentro, pudiendo llevar el ritmo de mis fantasías. Fumé un cigarrillo y otro más, como dice la maravillosa canción del Nano y decidí que era hora de acabar.

Aceleré mi cabalgada, mientras me acariciaba con una mano los pezones y con la otra masajeaba mi clítoris hasta que me fui, y volví a irme.

Mi marido con tanto alcohol la tenía dura , pero no había soltado su leche. Decidí ser generosa y se la agarré con fuerza , masturbándole rápidamente hasta que soltó el chorro de semen.  Le desaté, estaba totalmente relajado, así que me tumbé y caí dormida en segundos.

Me desperté temprano. Había tenido el mismo sueño que en la siesta del día anterior. La ceremonia de la inquisición, la pérdida del crucifijo y las palabras del sacerdote  de aquel extraño culto sexual jurando que la joya sólo podría pertenecer a una mujer lujuriosa. Yo era espectadora de todo y fue su mirada a mis ojos cuando ardía lo que me hizo despertar.

Me prometí a mi misma , que iba ser la putita mas puta de todo el Caribe. Me puse la remera de mi marido , la bombachita del día anterior, las sandalias, y viendo que Carlos dormía como un bendito, agarré los puchos y bajé a desayunar. Al salir del cuarto vi en el pasillo, que una pareja con maletas dejaba la habitación de al lado de la que ocupaban nuestros amigos. Cuando llegué abajo, fui a recepción y pedí si era posible que nos cambiaran a ese cuarto, dado que estaba contiguo al de un matrimonio amigo. No pusieron problema, nos harían el traslado en la mañana, cuando saliéramos de excursión. Sólo me pidieron que dejara todo lo que había que trasladar encima de la cama.

Si íbamos a jugar, estar tan próximos era lo ideal. Contenta , me puse ciega. Eso sí de comida sana, fruta, fruta, más fruta, queso, tostada de pan integral con aceite de oliva y café con leche desnatada, acompañado todo con unos vasos de jugo de pomelo. Con la tripa llena encendí el primer pucho del día. Estaba jugando con las volutas de humo, cuando llegaron Susana y Pablo.

Me besaron en la boca y se sentaron conmigo. Estaban preparados para salir en el barco después de desayunar, mi amiga llevaba el bikini bajo una remera y un short y su marido un pantalón de gabardina, de esos que parecen diseñados para la selva llenos de bolsillos y una camisa de manga corta. Los dos calzaban náuticos.

-“ Bueno, hoy es el día para comenzar a poner en práctica todas nuestras fantasías. El mar nos llevará hacia el mundo donde nada está prohibido.”- largué esa frase cargada de poesía.

-“ Sos una loquita, mira que los ratones que podemos tener pueden ser muy fuertes y malvados.”- me contestó Susi con una sonrisa perversa.

-“ Y no sólo eso. Hoy nos trasladamos a la habitación contigua a la vuestra. La que está a la derecha.”- añadí.

-“Es la que está comunicada. Se oye todo a través de la puerta, lo digo por como roncaban”- comentó Pablo- “Eso puede ser interesante, lo de estar tan juntos permite muchos juegos.”-

-“Eso espero. Ahí viene Carlos. Yo os voy a dejar par preparar las cosas para el traslado de habitación y cambiarme para ir al barco. Antes de que acabéis de desayunar estoy de vuelta. Dejad que el cambio de cuarto sea una sorpresa.”- Me levanté y fui hacia mi marido, le di un beso y le dije que me iba a vestir para salir a navegar.

Me duché, me puse un bikini blanco , una musculosa y un short, las hawaianas, deje toda la ropa ordenada encima de la cama, menos la mía interior, que metí junto a la electrónica en uno de los maletines de mano. Abrí la caja de seguridad y saqué toda la documentación y el dinero poniéndolo en la cartera. Ya estaba dispuesta para la aventura, al bajar dejé la cartera en la seguridad del hotel y me acerqué donde mis compañeros me esperaban.

Les habían preparado tres cestas donde iba la comida y la bebida para la excursión marítima.

Fuimos hacia el embarcadero, habíamos alquilado un pequeño yate de unos seis metros de largo por tres de ancho, nos montamos y Pablo se convirtió en patrón mientras Carlos desanudaba las sogas y salíamos del puerto.

En pocos minutos estábamos navegando camino de alguna de las playas desiertas que habían buscado en los mapas. Los dos hombres iban en el puente, nosotras guardamos la comida y la bebida en la nevera, después subimos a cubierta y extendimos las toallas.

Había llegado el momento, no lo dudé, me quité la musculosa, el short, el top de bikini y mirando a los ojos a Susana me despojé del cola les. Estaba como mi madre me trajo al mundo.

-“Anda, déjame la crema o mejor dámela tú “- sonreí al decírselo. Ella me imitó y en segundos quedamos como dos Evas en el paraíso.

Nos untamos las manos con el protector y sentí su tacto en mi piel, me lo puso en los senos, después en el triángulo trasero. Paró y me besó. Nuestros cuerpos se fundieron en el abrazo, los pechos se juntaron y los pezones erectos se rozaron. Cuando nos separamos estábamos jadeantes. Yo le puse la crema entre las nalgas y luego se la extendí sobre el monte de Venus. Ella me imitó, los dedos se entretenían en la caricia de nuestros pubis. Todos los recuerdos de nuestra adolescencia se me agolparon en la mente, el placer compartido, las masturbaciones mutuas. Apreté sus dedos contra mi clítoris y le susurré: - “Por favor, sigue.”-

-“Y vos , también.”- paradas, una frente a la otra, al sol, mirándonos con hambre, nos hicimos un dedo la una a la otra.

Cuando nos separamos, unos aplausos llegaron a nuestros oídos. Carlos y Pablo nos estaban aplaudiendo.

-“¡ Eso son mujeres!.”- “¡Viva el espectáculo!”- nos jalearon, cuando cansadas nos tumbamos al sol, tomadas de la mano.

-“Estaba esperando esto desde que te ví”- le dije en voz baja- “ Pero quiero más. Quiero además que nos vean amarnos, comernos, hacer cosas que cuando éramos unas crías no sabíamos. Y me apetece cambiar de pareja y que me veas coger con tu marido y verte con el mío y…”

-“ Ahora disfruta del sol, que tiempo habrá cuando lleguemos a la playa.”-

El viento y el sol tras el orgasmo me adormecieron, debieron ser unos pocos  minutos, pero fueron suficientes para volver al sueño recurrente de los quemados y los religiosos, eso hizo que me despertara de golpe. Me senté a admirar el paisaje, la costa cercana era de arena y árboles, ya no había edificaciones, vi hacia donde nos dirigíamos. El terreno se elevaba, y bajo la colina, había una pequeña bahía, parecía el paraíso. Susana, con los ojos cerrados tras las gafas de sol, descansaba.

Me levanté, agarré el protector y fui hacia donde estaban los hombres. Carlos manejaba el timón, Pablo a su lado bebía cerveza de una lata. Subí con ellos. Los dos llevaban todavía la malla.

Agarré la de Pablo y la bajé. Hermosa, erguida, dura ante mis ojos se alzaba su verga. Tenía un culo de escultura griega, con dos hoyitos sobre las nalgas.

Me eché crema en las manos y empecé a repartirla por la piel recién descubierta. Primero por detrás, era un culo duro, sin mucho vello, aproveché para recorrer con un dedo el valle entre sus globos. Cuando mis manos fueron a su parte delantera, la polla enhiesta tenía pequeñas gotas en su glande. Pasé un dedo y me lo llevé a la boca. Luego extendí la crema por su bajo vientre hasta que agarré la pija pétrea y la embadurné.

- “¿ Le gusta a mi maridito lo que le he hecho a su amigo?”- pregunté con voz insinuante.

-“ Pablo, ponte tú al timón, que mi chica tiene que ponerme a mí también crema.”- dijo mientras con una mano se comenzaba a bajar el traje de baño.

Pablo, que tenía otras intenciones, no tuvo más remedio que ponerse a dirigir el barco. A mi marido le tengo mas visto, pero hacérselo delante de otro  hombre me ponía mucho. Con él fui más rápida, pero jugué metiendo

el dedo en el orto. Allí los tenía a mi disposición, dos armas de placer en alto, me coloqué entre los dos y se las agarré con una mano a cada uno, al principio sólo apreté un poco para que supieran que podía jugar con ellas.

-“Cómo me gusta que seas tan puta. No creí que ibas a poder hacerlo.”- me dijo mi marido totalmente cachondo.

No sé como desvié la mirada, en la bañera había unas bombonas con aire, aletas y unas gafas de buceo. Todo se arremolinó en mi cabeza, nunca supe por qué hice lo hice, pero dentro de mí sabía que tenía que hacerlo.

-“ Susi, los chicos te necesitan.”- grite a mi amiga que se levantó hermosa en su desnudez- “ Necesito bucear. Me pongo las bombonas y esperadme en la playa.”-

No les dejé tiempo para reaccionar, bajé me puse las aletas, las gafas y las bombonas, me acerqué al borde y me lancé al mar.

La lancha seguía su marcha, el sol se filtraba a través del agua, y ante mí se extendía un mundo de colores. La arena con plantas y pequeñas rocas, peces que llenaban de vida el espacio. Me sentía como una sirena, despacio, sólo moviendo las aletas, me desplazaba ingrávida en el océano.

No tenía sensación de peligro, al revés, me parecía estar en una aventura soñada. Otra vez había disfrutado algo parecido, en una cal en Ibiza, pero ahora era mucho mejor. Primero llevaba bombonas con lo que no tenía que salir a respirar, como un pez estaba en mi mundo. Y sobre todo los colores, los cientos de pececillos tenían toda la paleta del arco iris con una maravillosa luminosidad.

No sé los minutos que pasaron, el barco se había alejado camino de su destino. Decidí estar mas cerca del fondo mientras yo también iba hacia la costa siguiendo el rastro de la lancha. Desnuda como un pez, impulsada por mis pies, avanzaba feliz.

Me volví siguiendo la estela de un extraño pez multicolor, y lo VI.

Debía haber removido la arena y descubierto un brazo dorado. Volví y tiré de aquel paralelepípedo metálico. Y  APARECIO LA CRUZ  QUE HABÍA VISTO EN MIS SUEÑOS.

Pesaba más de lo que pensaba, era una cruz del tamaño de mi brazo, sabía que me iba costar llevarla a la playa, pero no tenía alternativa. Y empecé a cargar con ella. A medida que avanzaba me dolían los brazos, pero un extraño calor me iba invadiendo. Mi mente se llenaba de imágenes de sexo, conchas, penes , mujeres, hombres, en todas las posturas y cometiendo todos los excesos imaginables. Y siempre aquella voz que repetía: “ SI QUIERES LA CRUZ DE ORO, TENDRÁS QUE SER LA MÁS PUTA”

Sin darme cuenta, llegué hasta donde hacía pie. El yate estaba anclado, y en la arena, Susana , Pablo y Carlos, desnudos , me miraron asombrados cuando erguida, como una Venus surgiendo de las aguas, levanté mi trofeo sobre la cabeza.  

Serie escrita por varios autores.

Ver Las vacaciones me ponen -4. Capítulo desarrollado por Bubu

Los 1, 2, y 3 se encuentran en el perfil de Gatacolorada.  

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Las vacaciones me ponen -15

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