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Corazón loco

en Amor filial

CORAZÓN LOCO.

Capítulo 3 de La máquina del tiempo..

Conviene leer antes : La novia de mi difunto hermano y La prima de mi amante.

Tras nuestro viaje de bodas, Consuelo y yo volvimos a Madrid, y mientras ella iba a ver a sus padres, decidí aprovechar para meterle un polvo a Elisa.

Sabía cómo iba a esperarme en la tienda: celosa. Llevaba una túnica transparente para demostrar que tenía un cuerpo de ninfa, el pelo de oro suelto cubriéndole los senos de adolescente viciosa. No le di tiempo a decir nada, la atraje hacia mí, la metí un beso en los morros para que estuviera callada, la apreté bien apretada, llevé las manos a las duras nalgas, la pegué contra mi verga dura, porque siempre me ha excitado y la restregué contra mí.

Cuando la solté ronroneó como una gata en celo. Hice que cayera la túnica, la dejé desnuda, la giré, la apoyé sobre la mesa, dejando sus culo listo para mi ataque, me bajé los pantalones y el calzoncillo, con una mano mientras que con la otra, le ensalivaba el ojete. Puse el cipote en su puerta trasera y empujé.

Me di cuenta que me seguía volviendo loco, que era mi perdición, pero que ahora la tenía controlada. Darle por culo me volvía loco y a ella también, no había más que oír sus gemidos que se iban convirtiendo en chillidos a medida que le daba más y más fuerte. Me corrí, la saqué despacio, estaba un poco sucia, fui al baño a lavarme. Elisa vino conmigo, abrazada, entregada.

-¿ Me quieres?

- Sí, nena. Te quiero, me gustas y sabes que no te voy a dejar...mientras seas mi zorrita buena.

Y ahí se derritió. Me besó mimosa, mirándome desde lo más profundo de sus inmensos ojos azules.

-De verdad¿ soy tu zorrita aunque estés recién casado? Mi prima Chelito ¿ qué es?

- Consuelo es mi esposa, la tapadera para nosotros, para que nadie sospeche. Tú me vuelves loco, eres tan hermosa, tan cariñosa, tan ardorosa...tan no sé que decirte, que me vuelves loco.

La verdad es que me encantaba, tan virginal y tan golfa e interesada, porque yo sabía que de verdad lo que quería era seguir con la tienda como dueña. Y si tenía alguna duda se me disipó cuando me preguntó mientras me ayudaba a lavarme la polla.

- Amor mío, ¿ que has pensado hacer con la tienda?

- Que sigas con ella, yo no entiendo de eso y además tengo que seguir en Alicante, por mi madre y mi trabajo. Vendré los fines de semana para poder estar contigo. ¿ Te gusta que te la meta por detrás?

- Me encanta, me hace sentir...perversa...divertida. ¿ Por qué me lo preguntas?

- Porque como ahora follas con tu marido y seguro queréis tener un hijo, haciéndolo así, no hay problemas para saber quien es el padre...que luego puede dar problemas.

- No se me había ocurrido..me parece una buena idea porque Manolo quiere que tengamos un niño.

Y así empezó una nueva fase de mi vida, prácticamente perfecta.

Los días laborables con mi mujer en Alicante. Hay que reconocer que el hacer el amor la ponía más y más sensual. Le encantaba el sol y se pasaba el día entre la playa bronceándose y el gimnasio poniéndose guapa para mí, a lo que hay que añadir el hacerme comiditas y cuidar de la casa y de mi madre. El follar con ella era cojonudo, me estaba jodiendo a una de las tías con mejores tetas de la zona. No hacía falta más que acompañarla en cualquier paseo playero donde los hombres y hasta las mujeres se giraban para ver su delantera prodigiosa, que lucía en sus frecuentes topless. Y además, ¡ le gustaba tanto hacer el amor conmigo!, ¡ le parecía tan bueno y tan guapo! Estaba en la gloria.

Cuando iba a Madrid, sacaba una horita para encular a Elisa, cada vez más aficionada a que se la metiera por detrás. Me hice un experto y para no ensuciarme tanto, la ordené que se hiciera lavativas antes del acto. Procuraba estar cuando se sometía a dicho procedimiento, me gustaba ver como se humillaba, a veces era yo el que se las ponía. Y a ella le gustaba y mucho. Aquella mujer que en mi vida anterior, me despreciaba, me ponía los cuernos y me había arruinado la vida , ahora era una señora obediente, encantada de que la tuviera bien domada.

En el tema de la pasta y las quinielas exitosas, seguí con ellas, tranquilo y en secreto, sólo dos veces hice una con mi suegro para ayudar a montar la empresa constructora en la que ya era socio, aunque la llevara él. Le impresionaba que acertara el tema del fútbol, me dijo que por qué no jugaba mas, se quedó tranquilo cuando le contesté que no quería caer en la ludopatía.

Hombre precavido, guardé la maquina que me había permitido volver en el tiempo antes de comenzar a liarme con Elisa y arruinar mi vida, separándola en dos partes, en dos pequeños almacenes que compré. Las instrucciones de su manejo las tenía siempre conmigo en casa , hice una copia y la puse en una caja de seguridad. Había llegado a mi poder por casualidad, nadie había investigado sobre ella, pero hombre precavido vale por dos. Para mí había sido la razón de mi felicidad, porque era totalmente feliz.

Lo fui más cuando Elisa me dijo que estaba embarazada, a partir de ese día decidí mezclar coño y culo. La verdad que se puso más buena, le crecieron un poco las tetas, los pezones siempre estaban tiesos y divinos, apenas engordó y desarrolló un mayor ímpetu lujurioso. No sé cómo se lo montaría con Manolo, su marido, pero yo, de tener queja, podría ser el exceso de folleteo. Era una maquina de joder, hasta el punto que nuestras sesiones tuve que comenzar haciéndole un par de pajas, para calmar su ardor vicioso y luego joderla un rato y acabar por el ojete. El estar bien follado hacía que tardara en correrme y con una suelta de leche la tenía contenta porque ella llegaba cuatro veces, lo sabía por como chillaba y cada vez que tenía un orgasmo soltaba un “me morí” o un “YAAA” que empezaba en aullido y acababa en corte rápido y seco.

Elisa tuvo una niña que bautizaron María Eugenia, como la madre del cornudo de su marido, y de la que Consuelo y yo fuimos padrinos. Dado que enseguida tomó precauciones para no tener otro crío seguido, volvimos a darle a la jodienda por el coño con gran deleite por mi parte y mucho vicio por la suya.

A veces uno cree que las cosas no pueden mejorar y resulta que mejoran.

El sucedido que quiero contar, tiene que ver con la fiesta de San Fermín, que el dueño de la constructora en la que yo trabajaba, y dado que era su onomástica , tuvo a bien celebrar en Alicante. Invitó a una cena con baile al personal de la empresa y sus parejas. Don Fermín tenían fama de mujeriego y fornicador, decían las malas lenguas que se había follado a todas las tías de la empresa, que también se había calzado a muchas de las esposas de sus subordinados y empleados.

Consuelito, mi santa esposa apareció en la fiesta, con un vestido sencillo de una tela con flores. No iba exagerada, la falda unos dedos por encima de la rodilla, con poco escote, sólo que con las peras que tenía, sin sujetador, las tetas se le movían con un ritmo cadencioso que levantaban la polla a un muerto.

Y don Fermín no era un muerto, que estaba muy vivo y apenas la vio, fue a por ella como un lobo en celo. Mi señora siempre ha sido muy educada, y además un poco inocente de los estragos que origina, así que habló tranquila con él, sin darse cuenta como el cabrón la iba llevando hacia la parte del jardín donde apenas había gente.

Yo estaba poniéndome ciego de jabugo y langostinos cuando un grito desgarrador de Consuelo llegó a mis oídos. Acudí hacía donde venían y allí me encontré con mi santa y explosiva esposa con un tirante del vestido roto, forcejeando con mi jefe que se había sacado la pija, dura, aunque es verdad que no muy grande.

Y ahí me acordé de cómo en mi vida anterior me había puesto en la calle, sin un duro, diciéndome que yo era un borracho, vago y vicioso, denuncia en la que encima había intervenido el cabrón de mi “amigo” Manolo, ahora cornudo esposo de mi ex Elisa, así que decidí que era un momento maravilloso para vengarme. Fui hacia él, tiré de su hombro y cuando le tuve mirándome le solté un par de hostias de campeonato, después un puñetazo en el estómago que le hizo caer al suelo. Y ahí aproveché para darle una patada en los huevos. Después, muy digno, entre las miradas asombradas del resto de los empleados, pasé una mano por el hombro a mi llorosa mujer, y abrazándola nos fuimos hacia la salida.

Seguía llorando cuando llegamos a casa. Yo me había puesto a mil, el tener una mujer tan buenorra que levantaba esas pasiones me la ponía durísima. Encima haber roto la cara y los cojones al cabrón de mi jefe, era un afrodisíaco alucinante, así que cuando la besé y ella se volcó sobre mí, mi respuesta fue sencilla: bajé la cremallera del vestido e hice que cayera al suelo.

- Te amo- me susurró entregada- Eres tan valiente. Mi héroe, mi amor...mi vida.

¡Que hace uno cuando una tía inmensa, que además te apunta con un par de tetas que parecen cuernos de mihura! Llevarla a la cama, quitarle las braguitas y metérsela. Eso hice. Estaba súper lubricada, no supe si por estar con un héroe o por que le excitaba excitar, cosa que también pensé. Creo que fue ese día cuando comencé a sospechar que quizás Consuelo era menos inocente y buena de lo que me había parecido, que su ingenuidad era una manera de atraerme más.

Pero entonces no le di importancia, disfruté de ella ardiente, ansiosa, tanto que se vino enseguida, yo no tardé mucho en correrme. Ella se quedó con ganas de más, cuando la saqué mojada, me dijo mimosa:

- ¿ Puedo limpiarla con mi boquita?

- Sí, cariño, ya te he dicho que me la puedes chupar todas las veces que quieras.

- Lo que quiero es que se te vuelva a poner gorda y dura y montarme hasta sacarte toda la lechecita.

¡ Qué puede hacer un hombre con semejante criatura! pues dejarse hacer y darse uno el gusto de follarse a un pedazo de hembra que levantaba pasiones. Sentir su lengua lamiendo mi polla, jugando después con labios y dientes, hizo que el arma volviera a levantarse orgullosa para que Chelo se dejara caer haciendo que le entrara entera hasta la empuñadura. Y se movió, arriba, abajo, adelante , atrás, a la derecha, a la izquierda, y sus pechugas trémulas ante mis ojos. No sé el tiempo que estuvimos en aquel paraíso. Ella se fue mas de una vez, hasta que le solté mi leche. Se quedó encima mío dormida, sin sacar la pija, que fue saliendo poco a poco.

Al día siguiente fui a la empresa. Pedí ver a Fermín, no estaba, dije que quería verle en un par de horas, el tiempo en ir con mi abogado a presentar una denuncia por intento de violación, abuso de autoridad...dije un montón de cosas, con el final muy digno de que no sabía cuantos pero estaba seguro que podría denunciarlo por muchos delitos. Haciéndome el agitado me fui a desayunar al bar debajo de mi casa y esperé.

Me vinieron a buscar y negocié un buen despido y además una excavadora, no muy grande pero que nos venía bien a mi suegro y a mí para nuestra nueva empresa.

Me sentía feliz, en mi vida anterior me habían dado por culo, esta vez era yo el que había sacado ventaja y venganza.

Cuando le dije a Consuelo que me habían despedido y que tendríamos que ir a trabajar en Madrid, tuvo una doble reacción.

La primera emocionado polvo, homenaje a su héroe. La segunda preguntar si íbamos a vender el piso junto a la playa en Alicante, lo justificó interesándose por la salud de mi pobre y enferma madre. Cuando le expliqué que había cobrado bien, que el trabajo era para ayudar a sus padres en la empresa que habíamos montado, que no se vendía el piso donde estábamos porque teníamos que ver y cuidar a mi santa madre, pues se puso muy contenta y llamó a su madre.

Yo cuando vi que la conversación iba para largo me fui a da una vuelta por la residencia donde estaba mi madre. La verdad que era un mueble asistido. No me costaba, pagaba el seguro, y para mi era la coartada para tener en el alero a Elisa y follarla a capricho y e iba a ser una justificación para poder pasar los fines de semana en Alicante, donde mi mujer se fanatizaba con la playa, se ponía cachonda y a mi me hacía feliz.

Cuando volví a casa, me esperaba y cómo me esperaba. Con un camisoncito transparente, perfumada y tirándose sobre mí para que sintiera como estaba de buena y de caliente.

Y nos echamos otro polvo, con ella bien entregada, bien dispuesta a todo, poniéndose ella abajo, ella arriba y acabando a lo perro delante del espejo donde el va y ven de sus tetas turgentes llevando el ritmo de mis embestidas era el mayor espectáculo del mundo. Luego me hizo una mamada, de esas que ella era maestra. Con la leche en la boca me dijo:

- Mi madre dice que eres un hombre muy valiente y estupendo. Que tengo quedarte todos los gustos y satisfacerte siempre. ¿De verdad te gusta lo que te hago? ¿ Soy suficiente mujer para ti?

Que iba a decir uno, que era una joya y un pedazo de hembra como en realidad era.

Y nos vinimos a vivir a Madrid con fines de semana en Alicante. La empresa iba perfecta, las cuatro casas que había construido se estaban vendiendo tan bien que comenzamos otras tres. Yo prefería ir poco a poco, estas las pusimos a la venta apenas pasamos de los cimientos. En la parte comercial trabajaban mi mujer y mi suegra.

Fue a mi suegra a la que se le ocurrió viajar al extranjero, yo puse pegas: mi madre a la que iba a ver todos los fines de semana. Adela lo tenía todo pensado, su sobrina Elisa podía ir a pasar unos días en la playa durante nuestro viaje y cuidar a mi pobre mamá. No pude negarme.

El viaje a Roma, que era donde mi suegra quería ir, por aquello del Vaticano y el Papa polaco que había visto en Madrid. Lo pasamos bien, muy bien.

Algo me empezó a dar en la nariz:

a) Consuelo que siempre estaba cachonda, estuvo más cachonda todavía. Me ordeño como si fuera un toro semental.

b) Cuando iban las dos juntas eran un show, eran tan sensuales que los italianos que le tienen afición al bello sexo, no hacían más que mirarlas y decirles piropos.

c) Mi suegra estaba buena. En sus primeros cuarenta, bien cuidada, la verdad que tenía un buen polvo.

A la vuelta, en Madrid, quedé con Elisa, sabía que estaría un pelo celosa. Con su niña en la guardería , su marido trabajando, íbamos a tener casi todo el día para nosotros. La mujer que me había despreciado se había convertido en una sumisa dispuesta a todo para seguir follando conmigo.

Me esperaba con un minivestido negro, que permitía lucir sus lindas piernas hasta mas de medio muslo enfundadas en unas medias de red. Y de allí salían las cintas de un liguero. Se abalanzó para besarme, fue un beso largo en el que las lenguas se buscaban mientras los cuerpos se restregaban.

Nos separamos, Elisa se giró para que yo le bajara el cierre de cremallera del vestido que le recorría la espalda, cuando lo hice, ella se volvió para besarme de nuevo, la sentí tierna, muy dulce, la miré los enormes ojos azules. Me di cuenta por qué me había enamorado como un tonto de ella cuando la vi la primera vez, se mezclaban el cielo y el mar claro llenando el mundo de belleza.

-He pasado varios días en el piso de Alicante donde me di cuenta que te iba a amar para siempre. Ha sido muy fuerte.- me soltó con voz romántica.

Se separé de mí, el vestido cayó al suelo. Sólo llevaba una tanga y el liguero negros, estaba hermosa, una mezcla de adolescente y ángel. La maternidad la había dado un poco más de sensualidad, aumentando su belleza hasta el paroxismo.

- Ignacio, te amo y te amaré siempre.

Y volvió a abrazarme, sentir sus pezones a través de la seda de mi camisa me volvió loco. A ella le excitó el contacto con la tela. Me desabrochó el cinturón y soltó el pantalón para que fuera al suelo. Me pegué aun mas para que notara como la tenía de dura. Sacamos los pies de las ropas caídas y siguiendo el beso fuimos a la cama.

Se tumbó, sacó mi polla del calzoncillo, se corrió la tanga y la guió a su interior. Se deslizó hasta el fondo de su vagina.

- Te amo, no puedo dejar de amarte.

Me di cuenta que sus ojos se llenaban de lágrimas mientras lo decía. Me pegó un subidón de ternura. Y comencé a hacerle el amor, no a follarla, no a joderla, no: a hacer el amor. Algo que había sentido cuando en nuestra vida anterior fue mía la primera vez, en la noche de bodas, tras nuestro matrimonio. Entonces no iba de negro, su lencería era blanca , de recién casada. Por eso cuando la besé tierno y la susurré:

-Yo también te amo con locura.- No mentí, era verdad , la había amado y la seguía amando.

Llegamos a la explosión casi a la vez, comenzó ella y yo aceleré para correrme al unísono. Nos quedamos abrazados.

Suavemente las yemas de mis dedos acariciaron sus pezones erectos, entonces Elisa habló y me hizo volver a la realidad, dejando el cielo donde su belleza virginal me había llevado una vez más, como en toda mi vida anterior, hasta que me la jodió y que sólo la máquina me había hecho retroceder en el tiempo y cambiar.

-Mi amor , ¿ te gustan mis tetas más que las de Consuelo y su madre? Las de ellas son mas grandes pero las mías...

- Las tuyas son de niña. Y eso hace que sean más apetitosas.

No me debía equivocar, tenía que tenerla bien sujeta, en su sitio, porque era capaz de liar a cualquiera, así que la chupé los largos pezones, le agarré la mano para que me tocara la polla hasta volver a ponerla dura. Volvió a gemir, cuando le acaricié el coño, unté los dedos en mi semen que chorreaba y le toqué el clítoris, lo tenía como una piedra. Ahí anduve hasta que volvió a correrse, yo ya estaba dispuesto, así que ordené:

- Como una perrita, que sabes que me gusta.

Rápida se levantó, se bajó las braguitas y se puso en cuatro, yo me quité los calzoncillos y colocándome tras ella, se la metí hasta el fondo por el coño.

- Putita, ¿ te gusta verte cuando te la meto?- Estaba delante del espejo de cuerpo completo. Era un espectáculo. Le agarré de los pelos como si fueran las riendas de un caballo y di caña con todas mis fuerzas.

- Si, me gusta ser tu putita y ..tu yegua.

-Pues a mi yegua le voy a dar unos buenos azotes.

Mientras la follaba comencé a darle nalgadas. Y la viciosa, a cada golpe se ponía más y más cachonda , hasta que se corrió de nuevo.

- Suéltame la leche en el culo.- me suplicó.

No me hice de rogar, la saqué y se la metí por el ojete. Estaba tan apretadito que no tarde mucho en correrme. Cuando acabé, Elisa se volvió y tomando la polla en la mano, la fue limpiando con su legua rosada.

- Quiero ser tu zorrita, tu jaca, tu nena..

- Si, tranquila. No hay putita como tú.

La besé. Mientras me duchaba para quitar el sudor, pensaba sobre las cosas de la vida. Cuando había sido bueno, la había adorado, me había vuelto loco por ella, Elisa me había engañado y despreciado. Ahora que la tenía al punto, estaba tan contenta, tan entregada, tan enamorada. Desde luego lo mío no es entender a las mujeres y como cantaba Machín “no podía entender como se podían querer dos mujeres a la vez”.

Continuará.

.

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