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Me pones caliente

en Amor filial

Me pones caliente.

Me miro en el espejo y me gusto. La melena negra corta dejándome parte del cuello a la vista y al alcance de los besos. Los ojos negros, las cejas bien marcadas y las pestañas largas. Los labios me gustaría que fueran más mullidos como los de mi hija Daniela, pero los sé sensuales y sobre todo sensibles a la caricia. No soy alta, apenas llego al 1,60, pero soy sexy con mis pechos grandes, mi cintura estrecha , mi cola respingona, y encima tengo buenas piernas, torneadas, con tobillos finos. Me voy a vestir para una cita especial: voy a coger, a follar con mi cuñado Benito y sólo pensarlo me pongo caliente y me mojo. Algo se ha roto dentro de mí, una barrera que me cohibía, que me reprimía. Cómo ha estallado el volcán de sexualidad que me inunda es algo extraño. El viaje a España, las conversaciones con la hermanastra de Santiago, mi pareja; el topless y el nudismo por primera vez en mi vida; el haberme convertido en empresaria, socia de la dueña de la multinacional donde trabaja Santiago; el gozar tanto con él que hace que siempre acabe más de una vez. No sé, pero el fuego comenzó a partir que cogí con Benito en la presentación de un libro en la editorial donde es socia Raquel , mi cuñada, la hermana de mi difunto esposo. Ahí todo cambió.

Benito me daba asco, me repugnaba el deseo vicioso que brillaba en sus ojos cada vez que estábamos juntos. Era como sentir que su baba que me recorría la piel. Tenía dudas que me hubiera violado drogándome, es un sueño que siempre me pareció real. Pero aquel día todo cambió, su hambre de lobo me puso a mil y follamos en un despacho de la editorial. Me gustó, me volvió loca sentirme tan hembra, tan golfa, tan puta.

Cuando a los quince días nos juntamos en su casa para un asado, repetimos. Yo llevaba un vestido camisero, rosa con flores azules, él me seguía con la mirada devorándome, yo estaba cada vez más nerviosa y caliente. Éramos unas veinte personas, el ambiente festivo, alegre, comíamos y bebíamos sin preocupación. Yo fui al baño, necesitaba orinar. Me acomodé en el inodoro, me baje la bombachita, y solté una meada larga. No había puesto el cerrojo a la puerta. Le esperaba y vino. Yo estaba sentada en la taza cuando entró. Nos miramos. Dos animales en celo. Se paró ante mí. Le abrí la bragueta, mis dedos buscaron su polla. La saqué estaba dura, me la metí en la boca. Apenas me dejó darle unas pocas chupadas. Me agarró de la mano y me levantó. Yo me giré para apóyame en el lavabo, me incliné dejando mi cola expuesta. No dudó, tomándome de las caderas tiró de mí hacia él, su glande me golpeó, fui yo la que lo tomó llevándolo a mi vagina que le esperaba ansiosa. Entró de un empujón. Yo me incliné más para sentirlo hasta el fondo de mi sexo empapado.

Se movió como un poseso dentro de mí, verle en el espejo con la mirada trastornada, enloquecida de lujuria mientras me daba un mete y saca salvaje me sacaba de mí. No había acabado cuando Benito comenzó a correrse inundándome con su semen. La sacó , se limpió con papel higiénico y se fue dejándome sola.

Comencé a lavarme la concha chorreante y mis dedos buscaron mi clítoris endurecido, lo acaricié hasta que acabé el camino del placer. Cuando salí y volví al salón como si nada hubiera pasado me sentí gozosa de mi falsa virtud, de parecer una buena mujer de un solo hombre: Santiago que hablaba tranquilo con Susana, su marido y mi cuñada, grupo al que me acerqué para unirme a su charla.

Benito me llamó al día siguiente, quería que nos viéramos los dos solos, tranquilos, quedamos para hoy y para ese encuentro me estoy vistiendo.

Ropa interior roja calada, con aros y de apertura delantera el corpiño, la tanga apenas me cubre los labios de la concha y deja libres los cachetes de mis nalgas. Un vestido largo de algodón, azul oscuro, que casi me llega a los tobillos y unas sandalias rojas de taco enorme. No me maquillo, apenas unas gotas de Chanel.

El taxi me lleva a su clínica, me está esperando y me lleva al primer piso. Entramos en una habitación y apenas cierra la puerta nos quedamos parados, devorándonos con la mirada. Él lleva una camisa y un pantalón azul cielo de médico.

- Quiero verte desnuda- su voz suena ronca, con ansia.

- Y yo a vos.- Le contesto mientras me voy desabrochando el vestido que dejo caer al suelo.

Benito se ha despojado rápido de la camisola y de los pantalones. Nos quedamos uno frente a otro devorándonos. Tiene la piel bronceada, que brilla bajo la luz al estar totalmente depilado. Los músculos se le marcan, es un pedazo de macho en los cincuenta, al que la verga parece querer romper el slip negro.

Yo me giro sobre mis tacones, quiero que me vea bien, que esa montaña de lujuria bajo la leve tela se agrande aún más. Me suelto el corpiño, dejo que mis senos queden libres, orgullosos, noto los pezones duros. Me acerco a él , le abrazo pegando mi cuerpo al suyo y le beso mientras me restriego contra su piel. Nos devoramos las bocas, sus manos en mis nalgas hacen que me incruste en su miembro excitado. Tiro del slip dejando su culo al aire, lo acaricio y cegada de pasión le clavo las uñas. Aprovecho su respingo para sacarle la polla y apretarla en mi puño.

- ¡Déjame hacer!- le susurro.

Le lamo el pecho depilado, me gusta su sabor y su suavidad. Le acaricio la pija disfrutando de su dureza, es un tronco por el que deslizo mi mano. La punta de mi lengua juega con sus pezones, son pequeños, marrones, están duros. Muerdo el izquierdo, quiero que le duela, al hacerlo acelero la masturbación.

- ¡Sos una tigresa!

- ¡Que te quiere volver loco!

Cuando cambio de pezón entre mis dientes, sin dejar de pajearle, sus manos se han convertido en garras que no dejan un centímetro de mi cuerpo sin sobar. Levanto la mirada y veo su rostro desencajado por la lujuria, acelero la paja. Él me da un tirón a la tanga y la rompe.

Me dejo caer en la cama, tengo las piernas fuera del lecho. Agarra mis tobillos y me abre los muslos, entra en mí como un émbolo en su funda lubricada. Clavado en lo más profundo de mi vagina, culea rápido moviendo su pelvis. Está saliéndose de sí, totalmente loco de placer. Me encanta sentir ese deseo incontrolable que desato en él.

- ¡ Puta! – ruge mientras se corre babeante.

Yo no he llegado, mi gusto ha sido el saber lo que puedo desencadenar en mi cuñado. Una lascivia salvaje, demoníaca que lo convierte en una bestia.

Sale, sigue dura, debe haber tomado algo. Se tumba en la cama. Yo quiero más, necesito venirme. Me acerco al mando del lecho, hago que suba la parte donde se apoya su pecho y me quedo admirando su cuerpo musculoso, moreno, sin vello. Me gusta. Me entretengo en lamer la base de su verga y el escroto depilados, es una extraña sensación. Levanto mi ojos para ver su expresión macho satisfecho pero yo quiero más. Recorro con la lengua el poste de su sexo, lo limpio de semen y de mis flujos. Ha vuelto a ponerse rígido.

Me subo a la cama y me coloco con sus piernas entre las mías, Voy agachándome hasta que su glande entra en contacto con los labios de mi concha. Agarro su falo y meto su cabezón en mí. Lo suelto y me dejo caer despacio, sintiendo como se desliza por mi vagina lubricada, hasta que me quedo empalada en su polla.

Me muevo adelante y atrás, a un lado y al otro con su verga bien clavada. Benito sonríe como un gato que juega con un ratoncito. Yo cada vez voy calentándome más, avanzando hacia mi cumbre. No quiero cerrar los ojos, necesito mirarle, ver como se va poniendo cada vez más salvaje, más lascivo, más lujurioso, su desborde es el motor de mi placer morboso.

- ¡ Qué pedazo de puta sos!-

- Pero a vos te gusta….que sea así…me pones…sabes que me gusta volverte loco…me gusta tocarte …-

Mis manos palpan su pecho duro, le pellizco los pezones y empiezo a subir y bajar. Él me agarra los senos, su caricia se va convirtiendo en un apretar descontrolado, las soba cada vez más descontrolado a medida que mi ritmo aumenta. Cuando toma entre sus dedos mis pezones endurecidos, sensibles, excitados y empieza a apretarlos una corriente de dolor y placer me inunda y mi trote se convierte en galope salvaje. Sé que voy llegando a la cima del orgasmo, lo busco ansiosa y cuando llega como un torrente que estalla lanzo un gemido que me sale de los ovarios de hembra satisfecha, plena y gozosa.

Benito se está corriendo de nuevo sin soltar mis tetas sususrrando una y otra vez : puta..puta ..puta.

Es lo que me siento cuando voy a lavarme, pero no tengo remordimientos de haber engañado a Santiago, mi pareja, ni de haber caído en los lazos de la lujuria salvaje de mi cuñado, me doy cuenta que me vivo más mujer, dueña de mis actos y de mis deseos, de ser más yo misma, de haber perdido miedos y frustraciones y me sonrío al espejo mientras me visto.

Este relato pertenece a la serie de Marisa y Santiago. Puede leerse de forma independiente. Los títulos de la serie completa se encuentran en mi relato “El gusto es mío” , a la que habría que añadir : La diosa africana y Mi nueva vida sexual.

La autora agradece sugerencias, ideas y comentarios para el desarrollo de estas historias.

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