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Madre, esposa y.....obediente sumisa

en Hetero: General

Madre, esposa y...obediente sumisa.

 

Me despierto, estoy sola en la cama. Ha amanecido, me pongo la camisa que usó ayer mi marido y voy a buscarlo. Está sentado en el salón ante la computadora, la que yo uso para escribir estas historias. Lleva un albornoz, debajo está desnudo, se abre de piernas y veo su verga, está gorda, no dura pero si apetitosa.

- “Mira lo que dicen los obispos en mi tierra. Las esposas deben ser obedientes y sumisas.”- La sonrisa que cruza la cara es de oreja a oreja. Abre y cierra las piernas, la polla se mueve arriba y abajo.

- “ La Iglesia siempre ha sido sabia y más ahora con el Papa argentino”- le susurro acercándome y abriéndome la camisa para que tenga una visión de mis tetas a medio tapar ( sé que eso es erótico a tope) y mi pubis depilado. Me arrodillo entre sus muslos, le agarro la cabeza de la verga. Sé que le gusta que use mis dedos como un capuchón que se mueve rápido en el glande, juego apenas unos segundos. Se le ha puesto dura, me la meto en la boca, sólo labios y lengua, mamo sosegada, como una niña buena. Acelero la ventosa labial y la leche salta en el interior de mi boca.

- “ Así te debes portar , como una esposa sumisa y obediente”- me doy cuenta que tienes ganas de juego. La última vez fui yo la dominatriz. Arrodillada levanto mi mirada al estilo de Lauren Bacall, pícara y entregada.

- “ Amado esposo, habiendo tomado la leche de los dioses, ¿ puedo ir a por Actimel y luego compartir ese mate con mi señor?”-

- “Veo que has comprendido tu rol en el santo matrimonio. Puedes ir y luego te permito que te sientes a tomar mate”- Tomo el mate a su lado, sé que los dos estamos dando vueltas en la cabeza a divertirnos en un juego de roles durante el domingo. Entran los periódicos bajo la puerta, los traigo a la mesa. Empieza el placer de leerlos, es algo que me encanta. ´Mi marido empieza con la Nación, yo con Perfil. Pienso que está llegando la hora de que se despierten las fieras, se lo indico a Lalo. Volvemos al dormitorio. Mi esposo busca en mis cajones, saca unas bombachas tipo short, son preciosas, de puntilla beige calada, te levantan la cola y te separan la parte alta de los muslos. Mira en otro cajón y saca las bolas chinas.

- “ Túmbate en la cama”- me ordena, cuando lo hago, se acerca y ploff , ploff, me mete las dos pelotitas

- “ Ahora ponte las bragas. Una esposa como debe ser no se baña más que cuando lo dice el marido. Recuerda que en Granada quemaron a una mujer por bruja por bañarse una vez a la semana. Esos son los principios y...además que si te duchas seguro que aprovechas para darte placer. Y el gozo sólo lo debes tener cuando lo decida tu esposo”-

Así que me lavo a la antigua, el torso desnudo, los sobacos, los brazos, los pechos y por fin la cara, mientras le oigo tararear en la ducha “la mujer que yo quiero” del Nano. Tengo los pezones duros, erguidos , estoy caliente pero quiero aceptar su juego. Espero a que salga y con una toalla le seco. Me entretengo en su verga que vuelve a estar dura con mis caricias. No me deja seguir , retira mi mano de su miembro y digno se va a vestir. Yo me pongo una túnica, me encantan, te permiten estar sin ropa interior todo el día.

Parece como si los pequeños diablos adivinaran, se les oye sus primeros papá y mamá del día. Mi marido va a sus cuartos mientras yo preparo los desayunos. Leche con cereales para los niños, tostadas con aceite y café con leche para nosotros. Las actividades maternales rebajan mi libido. Los críos juegan mientras nosotros seguimos con la prensa. Suena el teléfono es Verónica, mi vecina, mi amiga, mi amante. Me cuenta que nuestros maridos han quedado en ir a almorzar a Edelweiss, qué si estaremos dispuestos para salir a las 12.30. Es la primera noticia del plan dominical, digo que sí. Se lo comento a mi esposo. Me dice que ayer lo habló con su socio y que además después de comer tendríamos la tarde libre para ir al cine, que ha sacado las entradas para nosotros dos y nuestro hijo. Me encanta el plan pero me fastidia ser la última en enterarme. Eso de ser esposa obediente y sumisa para todo no va mucho conmigo, pero no digo nada porque creo que puede ser divertido.

Llega el momento de vestir a la niña .Mi hijo, un hombrecito lo hace solo, eso si, yo le debo seleccionar la ropa para que vaya bien. Cuando llego al dormitorio, mi esposo ha hecho como yo con nuestro hijo, me ha seleccionado lo que debo ponerme. Un corpiño con aros a juego, una remera blanca y unos vaqueros, como dice él, azul lavado que sé, me enfundan como un guante.

- “Yo me pondría un carefree, con las bolas puedes llegar a mojar el pantalón”- Pienso que es un desgraciado que me conoce como nadie, mientras me coloco el protector. Con los jeans puestos estoy espectacular. Me ciñen a muerte, los muslos separados marcando arco, como está de moda. Estoy a mil mientras me pongo colonia, elijo la de los niños, y me echo en cantidad. El corpiño de aro me levanta los senos, pero el tejido no logra ocultar la erección de mis pezones. Con la remera blanca , con un ecote en V que muestra el canalillo de mis lolas, el pelo suelto, y los aros de plata que me da, parezco mucho más joven que lo que soy, yo misma me echaría unos veintipocos años. Me ha seleccionado unos guido de medio taco. Él con un pantalón de dril verde, camisa a cuadros, y un pulover marrón está para comerlo: todo un galán.

Nuestros amigos nos esperan en el garaje. Vamos en su coche, un familiar en el que cabemos todos. Los hombres delante, las mujeres detrás con mi hijo y los pequeños en brazos. Vero está preciosa, una pollera rosa y un pulover que remarca sus senos majestuosos, unas bailarinas, no le gusta que se le note que es más alta que su marido. Apenas hay tráfico, aparcamos en Corrientes, les encanta eso de usar una de las calles más congestionadas para dejar en coche al ser domingo. Recorremos media cuadra, los niños y las dos parejas andando, Vero empuja el coche del más pequeño.

La hora y el día hace que el restaurante no esté lleno, a nuestros hombres les encanta lo que van a pedir. Sostienen que tiene la mejor cerveza tirada de Buenos Aires, así que empezamos con cuatro barros y un poco de mortadela mientras llegan los platos principales. Me doy cuenta que estoy guapa, Vero me mira valorándome, como diciéndose esa mujer tan linda es mi amante. Mi marido se da cuenta y a mí me sube la temperatura, poniéndome más caliente.

Llega el plato principal, milanesas para los niños y un enorme plato de salchichas, codillos, chucrut y papas fritas para los mayores. Es la antidieta, todo colesterol pero está buenísimo, nosotras vamos por el segundo barro, los hombres por el tercero. Es delicioso comer sin cuidarse.

La cerveza hace efecto, tengo ganas de orinar, me levanto para ir al baño, Vero hace amago de acompañarme. Mi marido con una sonrisa malvada, no quiere que nos quedemos las dos solas, protesta:

-“Coño, eso de ir al baño por parejas las tías está bien cuando no hay cuatro niños que quedan en manos de dos pobres esposos. Id por tandas. Luego iremos nosotros”-

Voy al baño, me bajo los pantalones, me quito la bombacha, estoy empapada. Saco las bolas, las chupo, tienen un sabor a hembra reconcentrado, y suelto toda mi orina. Tenía ganas , el chorro suena fuerte contra el agua de la taza. Me limpio con una toallita de niño, las llevo por si mi hija quiere ir a hacer aguas mayores, pongo un carefree nuevo, me meto las bolas pensando en lo malo y perverso que es mi marido y me vuelo a vestir. Llego a la mesa al tiempo que los panqueques de manzana, uno con quemado al ron con tres bochas de crema americana y el otro con dulce de leche y helados del mismo sabor. Vero, mi marido y yo nos damos al primero, los niños y Paco al segundo, aunque también pica algo del nuestro. Vero, con sorna, pide permiso para ir al baño. Cuando marcha, le sigue la mirada lujuriosa de todos los comensales, a mi se me esponja la concha pensando que es mi amante y me recaliento. Las bolas chinas son un martirio delicioso.

Acabamos el almuerzo con un café, a los hombres les traen una copa de grapa, yo pido otra también muy fría. El fuego por la garganta me va ayudar a hacer la digestión de la cantidad de comida que me he metido para el cuerpo. Lo hombres pagan a medias. Nos levantamos y les acompañamos al coche, al despedirnos Vero y yo nos damos un piquito, que tiene malicia y a mi me hace subir la temperatura. Vamos paseando camino de Lavalle , a mi marido le gustan los cines de esa calle, populares, grandes. Cachonda como voy se me marcan los pezones, con el pantalón como un guante que me separa los muslos voy deliciosa, me doy cuenta que los hombres me miran con lujuria,eso me pone aún más. Mi marido tiene una sonrisa de jeque árabe presumiendo de yegua. Llegamos al cine,mi hijo está excitadísimo, eso de ver una peli de mayores en 3D le emociona, tanto que todo un hombrecito me pide que me siente entre los dos. Me pongo las gafas orgullosa de mis dos acompañantes.

Me está gustando Gravedad, es muy buena, usa de verdad la tercera dimensión como parte del relato.

Mi marido me dice al oído, en voz muy queda:- “ Abre y cierra las piernas”-

Le obedecí, y las bolas se movieron dentro de mi vagina excitándome. era un martirio delicioso, pero me costaba seguir las aventuras de la Bullock y la verdad es que la peli era impactante. Me volví a mi esposo y le pedí que no me obligara a seguir, que no podía más y además no me enteraba de nada. Su afición cinéfila pudo más que su morbo y me autorizó a parar. Me concentré en el film, pero de vez en cuando volví a las andadas, cuando lo hacía posaba mi mano en su pierna, y le miraba a los ojos. Sonreía dominante, dueño y señor de esta pobre gatita.

Cuando se encendieron las luces yo estaba súper excitada, mis pezones parecían querer reventar la remera y sólo el protector impedía que mis flujos vaginales empaparan el pantalón. Mi marido me tomó del brazo, yo le di la mano a mi hijo, que no paraba de hablar de lo que le había gustado , lo bueno que era ir al cine , sobre todo en 3D, y el trío volvió a la calle.

Mi esposo decidió ir a ver librerías de saldo en Corrientes, es un fan de las mismas. Puso al niño en el medio para que yo estuviera más a la vista de los hombres que paseaban devorándome con la mirada. Las bolas al andar hacían su labor de estímulo y mi hambre de sexo se incrementaba mientras él, el macho, el amo, el señor, se entretenía seleccionando sus compras. Yo estaba tan caliente que no pude elegir ninguno, sólo pensaba en que me follara bien follada, pero parecía que no se daba cuenta de mis necesidades sexuales. Por fin, tras comprar el último de Padura paró un taxi para volver al apartamento.

Subimos a casa de Vero a buscar a la niña, estaba juega que juega con el hijo de nuestros amigos que nos invitaron a tomar algo para que no preparáramos la cena . Yo no podía más, Verónica en un aparte me preguntó: - “ ¿ Qué te pasa?”-

-“Estoy caliente como una perra en celo”- le solté .

-“Mañana te devoro, gatita. Aguanta unas horas”- creía que lo tenía era hambre de mujer, NO LO QUE NECESITABA ERA COGER CON MI MARIDO.

El rato que estuvimos con ellos se me hizo eterno, por fin arribamos a nuestra casa. Yo pensé en pasar por el baño y hacerme una paja, no podía más. Mi esposo no me dejó, dirigió la operación bañar y acostar niños, sin permitir que no siquiera me cambiase, unos segundos de estar sola y me hubiera masturbado. Eso sí él se puso una túnica árabe, que le permitía estar desnudo bajo ella.

- “Prepárame un gin-tonic, mientras se duermen nuestros hijos. Tú puedes tomar otro.”- pensé que era un pedazo de cabrón , dominante, asqueroso, pero que me tenía loca. Obedecí , cuando le acerqué su copa, me dio una palmada en el culo y ante mi respingo, aprovechó para pellizcarme un pezón duro y enhiesto y volvió a leer el periódico, mientras yo hacía que leía el país semanal.

El silencio llegó, nuestros hijos se habían dormido.

-“ Mujer, vamos a la cama.”- fue como el disparo de salida de una carrera, no lo había acabado de decir y yo ya estaba quitándome la ropa, remera, jeans, corpiño y bombacha.

-“Saca las bolas, límpialas bien con la lengua y túmbate. La esposa debe estar siempre debajo de su marido.”-

Las bolas estaban como pasadas por aceite espeso, me las metí en la boca y el sabor reconcentrado de mis flujos me embargó los sentidos. Me abrí de piernas , mi esposo se levantó la túnica y dejó al aire su verga pétrea. Me la metió deslizándose en el mar de mi concha. Con los brazos abiertos, los dedos agarrando la sábana, dejé que las embestidas del toro me llevaran al más allá. Me vine en segundos,apenas cinco o seis empellones, me contuve para no chillar. No quería dejar de ver la mirada de poder de mi marido. Era la del jefe de la manada, tomando posesión de su hembra. Él no se corrió.

- “Los curas saben del placer. ¿ No es cierto mi obediente esposa?”-

-“Sí, mi adorado marido. Saben mucho y vos también sabes muy bien cumplir con sus mandamientos”-

-“Así me gusta , que seas una buena esposa. Una gatita sumisa. --- ¿ Quieres ponerte encima y sacar la leche de tu adorado señor marido?”-

-“ Sí, quiero sentir como te derramas en mi.”-

Salí debajo de él, y me arrodillé una pierna a cada lado de sus caderas. Bajé despacio, su glande entró en contacto con mi concha ansiosa, se movió un poco, acarició mis labios empapados y luego me taladró. Chillé, tenía la vagina tan excitada con el roce de las bolas que como un flash me pareció que ardía. Me paré empalada, necesitaba contener mi lujuria, tomé aire, al hacerlo me apoyé en las rodillas de mi marido, echando mi cuerpo atrás.

- “Dios miiiio. Ay ay, uy, oooooh”- gemí, la polla dura había entrado en contacto con mi punto G que estaba enloquecido con el roce de las bolas durante todo el día. Era maravilloso.

- “ Por favor, mi vida, dejá que yo lleve el ritmo. Quieto hasta que te pida que aceleres.”- supliqué. No sé el tiempo que pasé bruñendo mi zona erótica de más difícil acceso, pero valía la pena. Un fuego me devoraba, a veces era un ascua, otras una llama, iba y venía del paraíso. Cabalgaba como una diosa en el Olimpo en una nirvana de placer. Los ojos cerrados, consumiendo la energía del sexo fuera del límite. Noté algo parecido a una necesidad imperiosa de orinar.

- “Ay...ay...ay....mi vida...te quiero....ay....que fuerte...no puedo maaaas”-

Y estallé soltando un montón de néctar. Lalo se aceleró y su semen se mezcló con toda mi leche de vida. Nos quedamos abrazados, yo quería probar a que sabía lo que había soltado como si fuera un hombre. Mis dedos se empaparon y los chupé. Mi marido me imitó.

- “Esto si que es estar unidos.”- y me besó.

 

 

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