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Loca de placer

en Lésbicos

 LOCA DE PLACER.

A Calista.

Tengo un problema o ¿ no? Me gustan algunas mujeres. No todas, sólo algunas, pero esas me gustan mucho. Me gusta coger con un hombre , pero el hacer el amor con otra mujer, si vale la pena, no hay con qué darle.

Casada, señora de mi casa, madre ejemplar, pequeño burguesa, me cuesta encontrar oportunidades para desarrollar mis aficiones sáficas. Por eso las aprovecho cuando llegan.  

Fui a Cartagena de Indias y allí surgió una de esas oportunidades. La verdad que yo llego al Caribe y me da un subidón la libido. No conocía Cartagena y me dejó deslumbrada. La ciudad antigua es indescriptible, parece que el tiempo se ha detenido en ella. Sus casas con balcones de madera y llenos de flores, el colorido de sus  gentes, el ritmo que se nota en las calles, te hacen correr la sangre con más adrenalina y las feromonas se te disparan.

Mi marido salía por la mañana y volvía a media tarde, yo aprovechaba para ir a la playa y recorrer la ciudad. Las tarde- noches las dedicábamos a pasear por la parte vieja y luego a cenar con el resto de los participantes en las jornadas a las que habían invitado a Lalo. El encuentro había acabado  y tocaba un recorrido por la ciudad vieja, en bus, con música y tragos. Todos los asistentes nos montamos y comenzó la fiesta. La verdad que era una alegría la noche cartagenera. Yo me iba soltando, mi cuerpo se arritmaba al son de los ballenatos. Mi marido no estaba en la juerga,  le conozco bien y su mente  sólo andaba en la conversación con aquel colombiano en vez del ron y la juerga.

Cuando acabó la tourné nos acercamos a la Escollera, una discoteca cercana a la playa.

-“Cariño, tengo que ir dos días a ver unos terrenos para una promoción. Uno en Santa Marta y otro en Medellín. Si quieres vienes conmigo, pero va a ser un andar a la carrera. Otra opción es que te quedes acá . Julio, nuestro futuro socio, me ha dicho que enviará a su sobrina para que te acompañe y no te quedes  sola. Puedes ir a la playa o a las islas del Rosario que me han dicho que son preciosas….Va a ser sólo una noche.”-

- “Sabes que me jode quedarme sola. Pero el negocio manda, como dices tú. Aguantaré a la niña esa, pero…”-

-“ Te prometo que a la vuelta pasamos por esa tienda que hemos visto y te regalo una anillo y unos pendientes con esmeraldas”-

A mal tiempo, buena cara. No me quedaba más que ajo y agua, joderme y aguantarme, que decía Lalo.

Eso sí bailé hasta agotarlo, y le tuve cogiendo toda la noche y encima le hice una buena mamada matutina. Total que si alguna se le insinuaba,  iba a encontrarle agotado.

Una vez se marchó, me duché, me puse una remera y unos jeans sobre el biquini y bajé a desayunar para esperar a la sobrinita del socio de mi chico, para ir de excursión a las islas del Rosario.

Debió preguntar por mí en recepción porque no se equivocó de mesa.

-“Hola, soy Calista. La sobrina de Julio Urbino. Me parece que me toca hacerte de señorita de compañía por dos días. Perdona, pero son cosas de mi tío y tu marido…A mi no me eches la culpa.”-

Me lo dijo con una sonrisa que dejó al descubierto unos dientes blancos, preciosos  e iluminó sus ojos garzos, con unas pestañas de escándalo. El pelo castaño muy claro, la nariz respingona, quizás un poco grande , la cara un óvalo perfecto.  Llevaba un túnica azul cobalto que no dejaba ver su cuerpo, sólo las pantorrillas  doradas y los pies de dedos largos en unas sandalias sin taco.

-“ La que te pido perdón soy yo, deben creer que soy tonta para necesitar una cuidadora. Me llamo Elena.  ¿ Me acompañas mientras acabo de desayunar?”-

- “Me tomo un tinto , mientras tú terminas.”- aquello que un tinto era un café solo , lo había aprendido el primer día, cuando me dijeron “¿ le regalo un tinto?” y cuando dije no , pensando en un vino, me di cuenta que era un café.

No tardamos mucho, estuvimos contándonos quienes éramos y qué hacíamos. Me gustaba su tonada y a ella la mía, ese español que suena tan diferente según quien lo hable.

Tenía una moto aparcada a la puerta del hotel, me dejó un casco, ella se puso otro y salimos hacia el puerto. No tengo costumbre de montar en moto e iba con un poco de miedo, así que me agarré fuerte a su cintura, sin importarme cuanto me pegaba a ella. La clavaba mis pechos en la espalda. Llegamos al lugar donde estaba la motora. No era no muy grande, algo más de tres metros, no tenía camarote, sólo motor y bañera.

-“Es pequeña pero navega muy bien. El único problema es que no tiene parasol. La nevera está a ese lado y puedes dejar la ropa debajo de aquel asiento, donde hay crema protectora.”-

Me lo dijo con autoridad, indicándome donde estaba cada cosa, mientras soltaba la amarra. Se puso al timón y comenzamos a salir del pantalán.

Mientras ella dirigía la motora, yo me quité la ropa, quedando en biquini y extendí crema por todo mi cuerpo.

Me divertía la aventura, y la colombiana parecía dura pero agradable.

-“ Ahora que hemos salido, maneja tu un poco, sin cambiar el rumbo, mientras yo me quedo como tú.”-

No me pareció difícil llevar la lancha, nunca lo había hecho, era muy gratificante, quizás no sea esa la palabra, me daba sensación de independencia, de poder, un encuentro entre el mar y yo.

-“ No lo haces mal. Si quieres seguir es toda tuya.”-

Llevaba un biquini blanco que destacaba el dorado de su piel. Tenía un buen cuerpo con senos erguidos, más pequeños que  los míos que han aumentado después del segundo parto y los años, las piernas largas y una cola pequeña, con las nalgas prácticamente semiesféricas. Sonrió ante mi examen.

Se colocó a mi lado, la sentía y poco a poco me iba excitando. Me gustaba, me daba un morbo especial, normalmente yo suelo ser la dominadora, pero con ella me notaba como una cervatilla ante una tigresa.

-“¿ Te gusta bucear?. Si  quieres antes de ir a las islas lo hacemos en unos corales hermosos y además puedes ver a tiburones a tu lado. Pero no tienen peligro”-

- “Me apasiona bucear y eso de los tiburones tiene su morbo”-

Tomó el timón, cambió el rumbo y nos acercamos a un lugar donde había un pequeño palafito, junto al que se encontraban varias lanchas, mayores que la nuestra con varios excursionistas.

-“ Hola, voy a darme un paseo por la zona con esta amiga argentina. Cuida un poco a la Gaviota. ¿ No te importa?”-

- “ Mona, tus deseos son órdenes para este tu esclavo y ardiente admirador. No pensé que la doctora fuera argentina. Acá casi todas las que vienen son rubias.”-

- “ Es que la tintura hace estragos en mi tierra. Y morochas, medio indias, deben venir pocas”-  le dije a Calista en voz baja para que el hombre no pudiera oírme mientras nos poníamos  las gafas , el tubo y las aletas.

Ella sólo me dijo “Sígueme”  al arrojarse por la borda. Era un fondo maravilloso, con cientos de pececillos de los más variados colores, que la luz que se filtraba a través del agua los convertía en brillantes arco iris. Calista sabía nadar muy bien, pero yo no le iba atrás. La seguí hasta que nos acercamos a una alambrada, dentro majestuosos, temibles, estaban los tiburones, que se acercaron ante los ligeros sonidos que hacíamos al desplazarnos. Subí a tomar aire y volví a bajar. Calista les contemplaba sin miedo, jugando con el dedo en el alambre. La imité, ver venir a un escualo hacía ti, me aceleró los latidos del corazón.

Volvimos a la lancha, subimos por la pequeña escalera de popa. Nos despedimos del hombre que nos había cuidado la motora y Calista volvió a manejar el barco. En cuanto salimos de la zona donde había embarcaciones me preguntó:

-“¿ Qué te ha parecido la aventura?”-

-“Me ha excitado muchísimo”- me traicionó  el subconsciente y  solté la palabra excitada, que era como estaba, con una mezcla de calentura y adrenalina.

-“Lleva tú el timón , mientras preparo unos rones.”-

Mientras yo manejaba la barca, ella preparó las bebidas con sólo tres hielos por copa, me ofreció una, Mientras tomaba la suya , se quitó la parte superior del bikini y comenzó a darse protector en los pechos. Yo me atraganté. Tenía unos senos maravillosos, erguidos, con pezones como porotos de un rosa amarronado, de areola pequeña, que pedían ser lamidos.

-“No te molesta que haga topless, acá no hay nadie. Si quieres puedes hacerlo tú también.”-

- “Me encanta, también he hecho nudismo en España.”- solté queriendo demostrar que no era una mojigata, que era una mujer abierta, aunque lo que era en ese momento era una mujer cachonda que rezumaba flujos por su concha.

Se me acercó y me soltó el top que cayó al suelo.

-“Espera que te de crema, no te vayas a quemar los senos.”- y ni corta ni perezosa me extendió el gel por mis lolas que tenían los pezones erectos a punto de estallar como estaba yo. Lo hizo de un modo terapéutico como lo más natural del mundo. Yo estaba deseando abalanzarme  sobre ella, pero había algo que me lo impedía: el miedo a ser rechazada. No podía aguantar más, estaba empapada, pero me contuve.

Calista rozaba mi espalda con sus senos como si fuera algo natural, ayudándome a dirigir la motora. Decidí tranquilizarme.

-“ ¿ No te importa llevar el timón? Voy por otro ron.”- Ella pasó a ocupar mi puesto y al hacerlo caí de mi autoengaño. Ella estaba tan caliente como yo. Sus pezones no permitían el disimulo, estaban erectos, parecían querer estallar. Me di cuenta que estaba jugando conmigo, calentándome, preparándome para su ataque, pero como si ella tampoco estuviera segura de mis gustos.  Sonreí, los dos días con ella prometían maravillas.

Preparé las bebidas con mucho hielo y me acerqué a ella.

-“Con el calor las he puesto mucho hielo, fíjate como están de frías.”- le dije mientras le daba su vaso y me pasaba el mío por entre los senos. La piel agradeció la gélida temperatura y mis pezones se pusieron más duros y más grandes, algo que parecía imposible.

Me coloqué tras ella, hice como que daba un tras pié y empotré mis lolas en su espalda, me agarré a su cintura simulando evitar la caída y no me moví. Tenía una piel suave que ardía.

La lancha iba rápida y yo aprovechaba los saltos para darle golpes con mi pubis en sus nalgas y clavarle mis pezones en su espalda.

Nos acercábamos al destino, se veían más embarcaciones.

-“Hay que ponerse algo que nos cubra. Aquí la gente no le gusta el topless.” – me dijo con voz arroncada por el deseo.

-“Me pongo el corpiño y te ayudo. Con más barcos, creo que no es prudente que maneje yo y más con dos copas”

Me cubrí los pechos y tomé la parte de arriba de su biquini y le ayudé a ponérselo. Al hacerlo rocé con mis manos sus tetas, eran duras, elásticas, deliciosas. 

Fuimos a un pequeño puerto, unos niños se acercaron corriendo y nos ayudaron a amarrar la lancha. Conocían a Calista y le prometieron cuidar el barco hasta nuestra vuelta. Ella se puso la túnica y yo la remera, agarré el dinero de la cartera y bajé al muelle.

Caminamos por él hasta un grupo de pequeños edificios  con techo de paja, me recordaban algunas cabañas de la costa de  Uruguay. Había unas mesas bajo el tejado de palmas y varias reposeras sobre la arena junto al agua cristalina del Caribe.

Una mujer de unos cincuenta años, color café con leche, hermosa, con una sonrisa que dejaba ver sus dientes blancos en la boca jugosa, se acercó con dos toallas grandes. Besó en la mejilla a Calista y a mi me dio la mano.

-“ Si os parece bien, mientras se bañan , les preparo algo para comer. Una langosta a la plancha y fruta. Tardo como ….”

-“ Marina, media hora, que tengo una hambre que no me encuentro. Mientras  nos damos un baño. Podías llevarnos la comida a las tumbonas con una mesita. Así hacemos dos cosas a la vez.”-

- “¿ Qué trago os apetece?”-

- “¿ Hay algún vino blanco muy frío?. Si sigo con el ron me quedo tirada”- dije.

-“ Tengo un Concha y Toro, chileno.  A bañaros y cuando esté os aviso.”-

Me encanta nadar, y hacerlo en aquellas aguas calidas era un placer maravilloso. Y estar al lado de una mujer que me excitaba. Ella salió antes que yo, yo aproveché para bajar mi temperatura erótica y asentar el ron bebido. Ahora sabía lo que quería y lo iba a tomar.

Vino la mujer con una mesita y una enorme fuente con todo tipo de frutas que colocó junto a la reposera donde Calista estaba tumbada. Salí del agua , me sequé ligeramente con la toalla y me semitumbé en la que estaba a su lado.

Me vi como las romanas de la serie Espartaco, dispuesta a una bacanal. Calista era una delicia para los ojos, y su espíritu marinero, le daba un carácter de mujer fuerte, dispuesta a hacerse con lo que le apetecía. Y lo que le apetecía era yo.

Comer fruta puede ser una acto erótico e insinuante , si lo haces con las manos y la boca , dejando que los jugos te sobrepasen y recorran tus labios y barbilla, ni decir si alguna gota te cae en los pechos. Me hacía pensar en los flujos que te superan cuando comes una concha fuera de control .

Sólo nos mirábamos mientras engullíamos la fruta, de vez en cuando un vaso del vino que estaba helado y entraba como el agua.  

 

Nuestros ojos transmitían lujuria, deseos acumulados que las dos sabíamos que necesitábamos poner en práctica.

Marina nos trajo dos langostas medianas , hechas a la plancha, vio lo que quedaba de vino, prácticamente nada, y nos trajo otra botella.

El bicho estaba delicioso, en su punto, sin exceso de cocción, jugoso, como jugosa tenía yo la concha y sabía la tenía Calista. No hacía falta ser una detective genial, sólo había que ver cómo se le marcaban los pezones en el biquini. No hablábamos, comíamos y nos devorábamos con la mirada. Al chuparme los dedos para quitarme los restos del marisco, lo hice con lentitud, dejando que se recreara en mí, moviendo la lengua como si mis dedos fueran su vulva.

-“ Ayy, mis niñas, cómo han comido y tomado. Creo que necesitan unos dulces y …”-

-“ Un traguito de ron.”- siguió mi amiga.

-“ Niña, estás un poquito borracha, que a nosotras acá, nos pega el vino. Y vas a tener que dormirla.”-

-“¿ Y?. Si no tienes cuarto, puedo descansar en la playa.”-

-“Marina, perdona. ¿Qué es eso de los cuartos?. Porque con el sol que hemos tomado, nos convendría descansar en un sitio fresco”- pregunté, con deseos malvados, pero disimulados.

-“ A parte del restaurante, tengo unas cabañas. Es eso que se llama  un hotel con encanto. Y junto a los que se alojan en la noche, las uso para que los clientes descansen , después de almorzar.”-

-“ Pues como está nuestra amiga, creo que debemos preparar una cabaña, porque la capitana del barco es ella y me parece que anda un poco demasiado alegre.”-

-“ No estoy borracha, sólo un poco ….”

-Calurosa.”- añadí con cariño y doble intención.

-“ Eso… caliente.”- añadió Marina sonriente- “ Os traigo el postre y os preparo una cabaña para que descansen las niñas un rato”-

Me puse ciega de dulces, que como es bien sabido te bajan el alcohol y la borrachera, Calista sólo comió uno y se tomó su trago de ron y la mitad del mío.

Marina nos vino a buscar para llevarnos a la cabaña, al entrar me di cuenta que sólo había una cama enorme.

-“Me imagino que no te molestará que sólo haya una cama, es que acá vienen parejas. Pero es grande y podéis descansar bien.”- dijo, dirigiéndose a mí.

-“ No hay problema. Pero convendría que nos vengas a llamar por si no nos despertamos.”- le contesté, sin quitar los ojos de mi compañera que se estaba quitando el biquini, tenía un pequeño hilo de vello que recorría el monte de Venus.

-“ Imita a Calista. Si está un poco húmedo el traje de baño, te puede hacer mal.”-

Me desnudé en un segundo. Tenía clavadas las miradas de las dos mujeres, dejé que se empaparan de mi cuerpo. Soy bajita , pero sé que resulto atractiva. Mi concha , totalmente depilada, fue el blanco de su interés.

-“Os dejo.”- Marina se despidió de nosotras.

Apenas se cerró al puerta, Calista se abalanzó sobre mí, agarrándome de los pelos, me comió la boca. Yo no me quedé atrás, respondí a su beso, pegando mi cuerpo al suyo, restregándome como una posesa. Metí mi muslo entre los suyos para sentir su humedad en mi piel, mientras con las manos recorría sus nalgas empujándolas contra mi pubis.

Y así , paradas, masturbándose nuestros cuerpos, soltamos toda la carga acumulada en una explosión orgásmica.

-“ Dios , lo necesitaba. Me has puesto a mil desde que te vi por la mañana.”- me susurró.

-“Pues no sabes vos a mí. Anda , vamos a la cama que tenemos mucho placer por delante.”

Y de la mano, fuimos al lecho que iba a ser nuestro nido de alegría y sexo.

“lastima que gatacolorada no escriba más relatos en la categoría Lésbicos.”

En el relato  Manteca de Calista 10..

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