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La prima de mi amante

en Amor filial

LA PRIMA DE MI AMANTE.

Capítulo II de La maquina del tiempo.

Continuación de LA NOVIA DE MI DIFUNTO HERMANO.

Había algo que hacer en mi nuevo proyecto de vida: tener una pareja que me quisiese por mi mismo, para no estar tan encoñado con Elisa. Y había sido la propia Elisa la que me la descubrió en mi vida anterior,cuando ya era tarde para mí. Me la definió como alguien muy bueno, y enamorada de mí desde que me vio. Era la que le había insultado por dejarme y ponerme los cuernos : su prima Consuelo. Yo no la recordaba bien pero era un punto a analizar.

La visita a los tíos de Elisa, padres de Consuelo, fue tranquila. Les contamos que ella iba a llevar el negocio de mis padres, que veríamos como se repartirían las ganancias que hubiera, que por eso Elisa tendría que pasar algunas noches en Madrid en mi casa, que yo no estaría, pues iba a estar cuidando a mi madre en Alicante.

Ahí eché las redes, cuando dije que me apetecía volver a verlos, porque estaba muy solo. Lo hice mirando a Consuelo, ella se dio cuenta y se ruborizó. Tenía 17 para 18, el pelo corto, rizado, los ojos pardos, la nariz pequeña, un poco aguileña, los labios bien dibujados, un amago de hoyito en la mandíbula, era más bien bajita, pasaba el metro y medio pero poco más, buenas piernas y mejores tetas. Las tetas me gustaron, turgentes, levantadas hacia arriba. Claro que a esa edad es difícil que se caigan unas peras.

Había pasado la tarde y me volví para Alicante, el lunes cobré un dinerito de las quinielas, y trabajé la semana sin matarme, el viernes volví a la capital. Apenas llegué pasé por la tienda, ya en marcha y le pegué un polvo rápido a Elisa, ella de pié por si entraba un cliente y yo detrás clavándosela con ganas.

La vino a recoger Manolo, al pobrecito le estaba dando el mismo trato que me había dado a mí: enamorado que debe hacer méritos. Se fueron a dar una vuelta antes de que la llevara al pueblo con sus parientes, estando yo en Madrid, no debía dormir en mi casa. En el piso se notaba que había una mujer nueva que usaba el cuarto de mi difunto hermano, yo comencé a usar el de mis padres.

Elisa vino temprano al día siguiente, sábado, antes de abrir la tienda y ...follamos tranquilos. Me daba cuenta que le gustaba que la sometiera, que la mandara cómo tenía que ponerse, a mi gustaba joderla a lo perro y ella movía el culo como si tuviera un rabo. Gemía cuando se corría y se corrió más de una vez. Luego se fue para la tienda y yo me largué a charlar con Manuel. Me descojoné de risa: le tenía liado como me había liado a mí. El placer de la venganza era una delicia. Yo la follaba y él la adoraba. Me la puso por las nubes, yo insistí en que la respetara como si fuera mi hermana.

Me fui a ver a mi nueva presa, la vi sin que me viera. No era un belleza pero estaba buena y tenía su aquel. Cuando entró en su casa, esperé un rato y llamé a la entrada. Saludé educado, no me esperaban y jugué mis cartas, en realidad imité a Michael Corleone en el Padrino 1. Le dije los padres de Consuelo que quería salir con ella, pero que como era menor, había creído que debía pedirles permiso. Les pareció bien si la “niña” aceptaba y me invitaron a comer.

Conté la historia del hombre solo, con la familia muerta en accidente menos una madre en coma, por lo que debía estar en Alicante, que trabajaba en la construcción y me escucharon interesados. Faustino, el padre de Consuelo, me preguntó si no me gustaría trabajar por cuenta propia en Madrid. Le contesté lo que él quería: sí y es más los ahorros que tenía, pocos, los pondría en el emprendimiento, pero todo supeditado a la evolución de mi madre.

Adela entró en un tema personal: mi relación con Elisa. La verdad que esperaba que saliera el tema, así que tenía preparada la historieta. Era la novia de mi hermano, para mí como una hermana, yo no sabía manejar la tienda, ella sí. Yo creía que debía esperar a ver qué pasaba con mi madre, por lo que me parecía bien que la administrara Elisa y luego iríamos viendo como se desarrollaba la situación.

Me di cuenta que Consuelo se parecía bastante a su mamá, me alegró porque a sus cuarenta y muy pocos, estaba muy buena, las tetas de la hija habían aumentado y caído un poco con la edad pero era una delantera de campeonato. Era lista por eso no le gustaba que su sobrinita, Elisa, la buena, la angelical, anduviera rondando a mi alrededor, así que largué una primicia: Yo pensaba que mi mejor amigo, Manuel se había enamorado de ella, que Elisa le correspondía y que estaban esperando pasar el duelo para anunciar su boda. No eran más que suposiciones pero...mi olfato era lo que iba a pasar. Les tranquilizó un poco, Consuelo me miraba embobada y mientras tomábamos café, dijo que sí , que le apetecía salir conmigo. Faustino sirvió unos coñacs tras la apertura de relaciones.

Me llevé a mi proyecto de novia a dar una vuelta, aprovechando la tarde, subimos a Navacerrada, paseamos un rato, tomamos unas cocacolas y antes de volver a montar en el coche, la besé. Lo hice en plan romántico, labio con labio, abrazándola, luego separación, mirada a los ojos, vuelta a besar con mimo, así tres veces, a la tercera fue ella la que se pegó a mí buscando más pasión. Y ahí la apreté bien y mi lengua buscó en ella. Fue un beso largo, húmedo, me di cuenta que la cosa prometía pero debía ir despacio.

La llevé a su casa, nos despedimos con un beso tierno y me fui a quedar solo en la casa de mis padres. Estaba caliente, me entretuve en cotilllear la ropa de Elisa, el olor íntimo de sus prendas sucias me calentó aun más de lo que estaba con los besos a Consuelo y me hice una paja con una de sus bragas. Al día siguiente por la mañana me volví para Levante. Convenía dejar que la historia madurase, se cociese en su propia salsa, yo cobré otra quiniela, pasé a ver como iba mi madre, aunque ya lo sabía, trabajé un poco y empecé a leer sobre la máquina del tiempo.

Volví a Madrid el viernes, pasé por casa de Consuelo y salimos a cenar. Se había puesto preciosa, elegante y deliciosa, tierna y apasionada en los besos, alegre de estar conmigo y oyéndome como si fuera un profeta. La verdad que lo pasé bien, volví a mi casa y me acosté pensando cual seria la reacción de Elisa con mi nuevo noviazgo y como iba a lidiar ese toro.

A la mañana siguiente, oí como se abría la puerta, yo estaba en la cama desnudo, me hice el dormido. Entró en el cuarto y tras mirarme se desnudó, tiró de la sábana y vio que estaba empalmado, me dio un empujón haciendo que me girase y quedara polla al viento, yo abrí los ojos para disfrutar de su hermosura al tiempo que le ayudaba a que se empalase en mi pija.

Empezó a moverse y a llorar, yo le agarré las tetas y jugué con los pedazo de pezones largos y duros como piedras. Los lloros pasaron a gemidos y los gemidos a gritos cuando comencé a tocarle el clítoris que lo tenía casi como un pito pequeño. Se corrió antes que yo, entonces la separé, la tumbé a mi lado y la expliqué lo que pasaba.

No podíamos ser marido y mujer pues ella era casi la viuda de mi hermano. Manuel la adoraba y además como trabajaba en un banco le venía muy bien para llevar y mejorar la tienda que prácticamente era de ella. Yo salía con su prima para estar cerca de ella. Ella iba a seguir siendo mi nena, mi perrita. Nadie debía enterarse. Cuando entendió que seguía con la tienda, que le daba vía libre para casarse con Manuel y que íbamos a seguir follando, sonrío de oreja a oreja y me susurró: 

-Tú todavía tienes la lechecita dentro. ¿ De verdad soy tu perrita?

Y se puso a cuatro patas, me coloqué tras ella y le clavé mi estoque hasta la empuñadura. Le di duro hasta que me descargué. Creo que ella se corrió otra vez, la verdad es que me daba igual.

La dejé libre y me dediqué el fin de semana a mi novia ,Chelo, como quería que la llamara. Lo pasé bien, me divertía besarla, acariciarla un poco, darme cuenta lo caliente que se ponía y sobre todo cómo le parecía un dios.

Y lo mejor fue cuando el domingo antes de salir para la costa, Elisa pasó por casa y nos echamos un polvazo.

La semana iba tranquila, yo a lo mío, cobrada la quiniela y esperando como iba la trampa que había puesto a Consuelo. Había comprado un billete de lotería haciendo que no me daba cuenta cual era el número, sabía iba a tocar una pequeña cantidad pero era una manera de ver su reacción. Fue una delicia, que me confirmó en seguir y acelerar la relación. Me llamó diciendo que nos había tocado, que iba a cobrarlo y que lo guardaba hasta que yo llegara. No era mucho, 20000 pesetas, pero indicaba como era de buena mi novia.

Ese fin de semana me encontré con cambios al llegar a Madrid. Elisa se había ido con Manuel a su pueblo en Lugo para presentarle a sus padres dado que pensaban casarse. La tienda había quedado en manos de Chelo y su madre. Les propuse que se quedaran el fin de semana en mi casa, Chelo podía dormir en la habitación de mi hermano, sus padres en la de matrimonio y yo en la mía de joven. Aceptaron encantadas, yo tanteé a ambas que les parecía que fijáramos la fecha de la boda, no quería parecer un acelerado pero sabía que los tiempos venían complicados. Mi novia se quedó encantada, Adela dijo que había que hablarlo con Faustino pero que no le parecía mal. Se fue a buscarlo al final de la tarde para que viniera a cenar, nos quedamos solos Chelito y yo.

Y empezamos a besarnos, era una delicia su ardor, como temblaba de deseo. Estábamos en el salón de mi piso, donde había follado por activa y por pasiva a Elisa, con Consuelo sólo la metía mano, desvirgarla no me parecía inteligente antes del casarnos. Pero había algo con lo que yo no contaba.

- Ignacio, te quiero. Me doy cuenta que se te pone muy dura cuando nos besamos. Eres muy hombre y seguro que luego te tienes que hacer una paja. A mi me pasa también, por la noche pensando en ti, me toco y me voy. Soy tu novia, ya tu prometida, sé que nos debemos respetar hasta la boda, pero quiero aliviar tu calentura.

La verdad que me quedé de piedra, no me lo esperaba y me encantó. No sabía qué me iba a proponer pero tenía buena pinta.

- Si, mi amor, me excitas mucho y cuando me quedo solo, me tengo que masturbar. Y me pasa como a ti, pensando en como eres se me pone dura.

- Déjame hacer.

Estábamos sentados en el tresillo, ella me miró a los ojos, y me besó, mientras lo hacía sus manos fueron a mi bragueta y sacaron la polla enhiesta. Yo me dejé hacer asombrado, más cuando ella se inclinó para chuparla. ¡ Y cómo lo hizo! Una mamada increíble usando los labios, la lengua, los dientes, de un modo tan delicioso que me llevó a la gloria de una soltada de leche que se trago entera. Levantó la cara y me miró con una mezcla de miedo y orgullo.

- ¿ Lo he hecho bien? ¿Te ha gustado?

- Una delicia.

- ¿De verdad?...No lo he hecho nunca y no sabía si te iba a gustar...y que vas a pensar de mi. Mamá me ha dicho que es bueno que te tenga contento...Me ha enseñado con unos polos...a chuparla. No sé...

- No digas nada a tu madre, pero me ha encantado. Lo puedes hacer cuando quieras, ahora y cuando nos casemos.

Sus padres llegaron, les invité a cenar, dije que el dinero de la lotería era para Chelo y nos volvimos a dormir todos a mi casa. Al día siguiente fuimos al Rastro y luego a comer, yo no hacía mas que mirar a mi novia y a su madre, a la que empezaba a ver de otra manera, como un manipuladora que sabía lo que quería: casar a su hija conmigo. Así que cuando propuse la fecha de nuestra boda, tres meses más tarde, cuando Consuelo hubiera cumplido los 18, pareció que había que brindar con champán. Les acompañé a su casa. De allí me fui a Alicante.

A la vuelta, Elisa me pidió permiso para casarse con Manuel, le dije que sí y que lo hiciera antes que yo lo hiciera con su prima. Tenía poco tiempo, pero le encantaba la idea, más cuando le dije que íbamos a seguir follando, que siempre sería mi amada. Lloriqueó un poco con lo de ser mi amada, le parecía muy romántico, así que la puse más en su sitio con aquello que era mi putita, mi perrita,mi vicio y ahí sí que se alegró, tanto que decidí que era el momento de hacer algo que no había hecho, ni con ella ni con ninguna tía: darla por culo. Lo había visto en el cine, en “El último tango” y me había quedado con las ganas.

Estábamos en mi casa, teníamos tiempo, ella iba de vaqueros y una camiseta blanca bajo la que se le marcaban los pezones duros. Pasé mis manos sobre la tela, los pellizqué, ella se abalanzó sobre mí para besarme. Dejé que lo hiciera pero la separé enseguida y tiré para quitarle la prenda. Quedó con las tetitas al aire, debo reconocer que esas colinas pequeñas, tan blancas, donde los picos rosa-beige destacaban grandes, como la última falange de mi meñique me volvían y me vuelven loco. Los retorcí con mimo, Elisa gemía mientras me iba abriendo la camisa. Cuando nuestros torsos quedaron desnudos se apretó a mí para que sintiera el roce de sus tetas contra mi piel.

La besé despacio, luego la giré chupando su cuello, se restregó contra mí, me di cuenta que pensaba que la iba a joder a lo perro. La solté el cierre del vaquero y tiré, cayó al suelo. Las bragas eran blancas, de algodón, las nalgas pequeñas, redondas, duras, como dos semi balones. Volvió a besarme y aprovechó para bajarme los pantalones. Yo tenía la polla dura, Elisa se arrodilló, me la sacó y fue a meterse la en la boca, la separé.

- Quiero otra cosa. Hoy vamos a hacer algo que nunca hemos hecho y que sólo harás conmigo.

- ¿Qué?

- Te la voy a meter por detrás. Seguro que te gusta.

- Así seré tuya para siempre.

La verdad que para lo puta que era, a Elisa le iba justificar todo con el rollo romántico. Me besó, todo su cuerpo ardía de curiosidad y ganas.

- ¿ No me dolerá?

- Lo haremos despacio y...la primera vez siempre duele todo. Pero va a estar bueno y duro.

Fue ella la que eligió el sitio, delante del espejo del salón, me di cuenta que quería verse cuando la enculara. Se puso en cuatro, como una perra. Yo, fui a la cocina y traje mantequilla, quería hacerlo como en la película. Elisa se dio cuenta y susurró:

- Por favor házmelo, me estoy muriendo de ganas.

La verdad es que siempre le ha ido la marcha. La embadurné el ojete por fuera, luego metí un dedo para repartir la mantequilla, luego dos. Elisa gemía de placer. Así que me puse tras ella, acerqué la punta de la polla a su culo, y una vez en posición empujé. Iba despacio, poco a poco entrando, al principio el cipote, lo que más costó, pero una vez dentro, el resto de la verga lo tuvo más fácil. Porque se la metí entera.

- Ahhh, ¡me matas!..uuhhh ¡me duele!...¡como me gusta!...sigue, sigue.

Me había empezado a mover sin sacarla pero dándole un poco a la zambomba. La verdad es que estaba bien apretada y me gustaba. Así que la agarré por las caderas y me dediqué a follarla por el culo, bien follada.

Cuando acabé se quedó desmadejada en el suelo. Yo me fui a lavar la polla, seguía tumbada cuando volví.

- Esto solo lo harás conmigo...¿lo tienes claro?

- Sí, pero tú no se lo hagas a mi prima.

- Será nuestro placer, sólo tuyo y mío.

Se acurrucó entre mis brazos, toda mimosa, entregada, sus dedos buscaron mi polla y comenzaron a acariciarla. Mi arma es agradecida y enseguida se fue poniendo en apunten. Elisa cariñosona, orgullosa de ser mi hembra, me besuqueó la boca mientras me preguntaba:

-¿ Me puedo montar?

- Sí, ya sabes que eres mi zorra.

- Y me gusta.

Y se montó encima con la polla bien dentro. Tardé en correrme, así que ella tuvo mas de un orgasmo mientras cabalgaba.

Antes de irme a Alicante le ordené que se casara antes que yo, dándole la fecha. Me abrazó muy fuerte mientras me decía en un susurro:

- Pero seguiremos haciendo el amor.

- Sí, nena. Te voy a estar follando hasta que me muera.

Y era verdad, porque siempre me ha vuelto loco. Es tan guapa, parece tan inocente, tan rubia, tan espiritual que cuando uno daría cualquier cosa por joderla. Lo que pasa es que yo ya me había equivocado antes, ahora me lo tomaba con una lección aprendida y lo disfrutaba a tope.

Empezó una temporada en la que pasaba de lunes a jueves en la costa ganando dinero y en el que fin de semana disfrutaba de mi novia, que me hacía unas mamadas divinas y de mi amante-enemiga con la que follaba a escondidas y a la que agrandaba el ojete del culo, que me daba aun más gusto.

Llegó la boda de Elisa y me descojoné en la despedida de soltero del pobre Manolo, tan enamorado de una falsa y mítica virgen santa. La venganza de ponerle los cuernos era una de mis mayores delicias, aquel hijo de puta que me había jodido a mí, tomaba la misma medicina, lo que ocurría es que ahora el que se follaba a Elisa era yo y él la reverenciaba en un altar.

Con los padres de mi novia la cosa iba de 10. Le había dado una pasta, no mucha , a mi futuro suegro para que empezara a montar una inmobiliaria aumentando la constructora, y estaban felices, así que animaban a que Chelo me tuviera contento y la calidad de las mamadas que me hacía era dignas de una diosa. Yo, vicioso total, reservaba el desvirgarla para la noche de bodas, pero en el tiempo de noviazgo comencé a disfrutar de meter mano a un pedazo de hembra, carnosa, calentorra, agradecida a mis caricias y enamorada a tope.

Seguí dando por culo a Elisa a la vuelta de su viaje de novios a Mallorca. Manuel me invitó a comer y me dijo que no había hombre más feliz que él ni mujer más virtuosa ni angelical que Elisa. Era verme yo antes, cuando ella era mi esposa y me ponía los cuernos con él, lo que me hizo totalmente feliz.

Me casé discretamente, estaba de semiluto y encima con una madre en cuidados intensivos en un hospital. Así que sólo estuvieron los padres de la novia y mis testigos, Manuel y Elisa, con una comida en un buen restaurante después de la iglesia.

Podía contarte la noche de bodas con mil y un detalle, pero no está bien, contar a un hijo, intimidades obscenas de sus padres, porque fue una noche de lujuria y desenfreno que yo no podía creer que fuera posible. Consuelo era todo pasión incansable, gozosa de cada mimo, de cada beso, de cada caricia, ardía como una tea. Hicimos el amor mas de cuatro veces antes de quedar rendidos uno en brazos del otro.

Seguí con la historia de buen hijo, así que decidí un viaje de novios corto, con la justificación de poder acudir al lado de mi madre, si empeoraba o mejoraba. Elegí un hotel cinco estrellas en Marbella, llegamos al atardecer, nos habíamos levantado tarde y habíamos vuelto a follar. Sólo insistiendo que no llegábamos a dormir al hotel convencí a Consuelo que parara de querer siguiendo hacer el amor. Lo hicimos apenas entrar en la habitación que daba al mar.

Me di cuenta que Consuelo había experimentado un cambio cuando salimos a cenar. Rezumaba sensualidad, pese a ir con un vestido sencillo, los hombres la miraban queriendo devorarla. Comencé a sentirme orgulloso de andar con una chica, porque era muy joven, que todos deseaban, a sentirme envidiado. A la vuelta, en el hotel, cuando hicimos el amor, gocé no solo de su ardor, sino también de su belleza.

Pero fue al día siguiente cuando me di cuenta del pedazo de hembra con la que me había casado. En la playa, cuando vio que casi todas las mujeres andaban con las tetas al aire, me preguntó entre mimosa y picarona:

- Nacho, mi amor ¿ me dejas que me quite la parte de arriba del bikini?

Le dije que no me importaba, me apetecía ver cómo se iba soltando, convirtiéndose en una esposa moderna, yo tenía miedo que fuera excesivamente pudorosa, y se quitó el top del bikini.

Si la noche anterior me había dado cuenta que mi mujer gustaba, cuando quedó con sus pechos a la vista, algo ocurrió en el entorno nuestro: se cortaron las charlas, todas las miradas fueron hacia las pechugas de Consuelo, eran una maravilla. Turgentes, grandes, tiesas, con pezones grandes que destacaban en aquellas montañas. Y entonces oí por primera vez el comentario que me ha acompañado hasta que mi mujer ha sido madre y dado el pecho: “¡ Qué tetas, se caen para arriba!

Estar con las tetas mas buenas de la playa te da orgullo y más ganas de follar. Apenas entramos en la habitación la besé, nos desnudamos hambrientos el uno del otro, yo la tenía dura, me tumbé en el suelo y le pedí que se montara. Estaba tan mojada que deslizó sobre mi polla quedando clavada.

Cabalga, mi amor!

Y lo hizo, dándome el show de aquellas joyas saltando al ritmo de su follada. Solo la cantidad de veces que habíamos jodido hizo que aguantara más que ella, verla correrse, con sus melones temblando, los pezones erguidos y duros era un espectáculo tal que decidí iba a ser mi fórmula ideal para joder con ella.

Y así empezó mi vida matrimonial. Me busqué una novia buena persona por despecho de una belleza que me había engañado y hecho daño y me encontré con una tía maciza que encima le parecía que yo era un dios.

Continuará.

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