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Sexo en día de elecciones

en Hetero: General

 Sexo en día  de elecciones.

Volvemos de comer un asado en casa de Carmen, es día de elecciones, no se puede consumir alcohol en la calle ni en los restaurantes, así que, con el grupo de matrimonios amigos, hemos montado  una jamada con vino, después que los argentinos hayan votado.  Celia, mi pareja, va para encelar, con un vestido beige, de escote tan grande que deja a la vista las tetas en cuanto se inclina. No sé si habrá follado con Alfonso, pero se la ve caliente.

“¿Has follado con Alfonso?”

“No, estaba todo el rato liado con el asado. Ya sabes que le gusta presumir de hacer los mejores de Argentina. Y vos, ¿con Carmen?”

“Me ha hecho una mamada en un momento que hemos ido a la cocina. Una cosa rápida, para marcar territorio. No conviene que olvide que tiene que estar siempre dispuesta. Mira que le gusta ser tan puta. Creía que nos íbamos a quedar para una pequeña orgía , pero …”

“¡Cómo iban a hacer eso, si venían los hijos a dormir! Los números: los sábados que se van al country con los abuelos. La verdad que parecía una guardería, Verónica y Elena con sus niñas en cochecito y el mayor de Elena corriendo.”

Celia ha sacado el tema para calentarme, sabe que me excitan las madres recientes, se las ve más sazonadas, como frutas en temporada.

“¿Qué te han contado? Os he visto mucho rato juntas.”

“Cuando han ido a cambiar a sus hijas. ¿Quieres saber todo?. Porque son cosas de chicas.”

Saber qué habrán hablado esas guarras, me excita. Cuando se juntan mujeres se cuentan cosas que hacen sonrojar a un marinero.

“ Lo primero de las lolas , el parto y el amamantar. Elena se ha quitado la musculosa y luego el corpiño para que viéramos como le habían crecido y se la habían caído un poco. Siguen estando lindas con esos pezones grandes y oscuros. Ya ha dejado de dar de mamar y va al gimnasio para volver a ponerse en forma antes del verano. La tripa y la cola bien, pero en los pechos se nota, no están como los míos, paraditos.”

Celia se los toca y los saca por el escote, duros, prietos como manzanas, se da un pellizco en los pezones y los vuelve a esconder.

“Lo que impresiona son las ubres de Verónica. Siempre ha sido pechugona, pero ahora son enormes. No lo creíamos y las medimos, pasan de 110. Está un poco gorda,  pero como siempre ha sido grandona, lo disimula. Piensa dar el pecho a su hija hasta el año, una madraza.”

La verdad que me he acercado disimulando para espiarla cuando daba de mamar. Las tetazas que tiene me la han puesta dura. Luego caliente, es cuando he aprovechado para coger a Carmen y que me hiciera una buena mamada. Arrodillada en la cocina, se ha tenido que tragar todo el semen para no mancharse el vestido. Y luego vuelta con los demás al asado.

“Cuando les he preguntado por la cuarentena, tenías que haber visto el gesto de Elena haciendo como si chupara una pija. Una guarangada, esa es una puta aunque se las da de niña buena. ¿ Te has dado cuenta cómo iba?. Con la musculosa roja y la pollera azul  a media pierna , con un corpiño de aros para tener mas tiesas las lolas, de esos calados que si te calientas se marcan los pezones. Y una tanguita de las que no tapan. Porque nos ha enseñado la concha.”

Para la historia, quiere que me caliente más, enciende un cigarrillo, me las imagino y se me pone como una piedra, las tres hablando de follar, porque seguro que han hablado de eso.

Me doy cuenta que me sale la voz forzada cuando le pregunto: “¿Por qué le has visto el coño?”

Celia me quiere sacar de quicio, es una cabrona que me conoce y juega con mi curiosidad para excitarme.

“A Vero le han hecho la cesárea como sabes, y yo he querido ver como le ha quedado. Ni se nota, muy bueno su ginecólogo. Y entonces ha salido el tema, de las conchas y los partos….”

Me toca la polla.

“¿ Te calienta lo que te estoy contando?. Pues no has visto los coñitos de las dos. El de Vero es de esos que se salen los labios exteriores y casi los interiores, sonrosados, grandes, jugosos. El de Elena es tipo niña pequeña, apenas la rajita , mostrando unos bordes marrón oscuro. Me los han ensañado para que viera como han quedado después del parto. Diferentes pero comestibles, a vos te hubieran encantado.”

Hemos llegado a casa, tengo unas ganas locas de follar. Celia no me deja tocarla hasta que entramos, y allí me empuja hasta el sillón, pone música y se desnuda a su ritmo. Al abrir la cremallera de la espalda se la marcan aún más los pezones enhiestos. Y lo deja caer al suelo, sólo lleva una braga color carne, con los dedos retira el borde dejándome ver su coño jugoso.

En segundos me saco la polla y me abalanzo sobre ella, la meto sin miramientos, levanta los muslos para recibirme más adentro y la largo un mete saca con todas mis fuerzas hasta siento que me corro como un geiser.

“Yo no he acabado”- me suelta Celia.-“ Tú te has calentado con lo que te he contado y me has echado un polvo,  quedándote como nuevo en nada. Y yo a la mitad. Voy a tener que arreglarlo.”

Se levanta y va hacia el dormitorio, ha dejado el vestido en el suelo y por el camino se quita las bragas, al hacerlo gotas de mi semen caen a la cerámica del pasillo. Yo la sigo, imitándola , cuando llego a la habitación sólo llevo los calcetines.

No me hace caso, retira la colcha y va al armario donde están los juguetes. Como si estudiara un muestrario, los mira y sopesa, por fin elige una poronga enorme negra de latex, la hace oscilar en la mano, y mientras vuelve a la cama chupa ligeramente la punta y tumbada , mirándome se la introduce de un golpe. No le cabe entera, con las dos manos agarra el trozo que sobresale de su coño, y empieza  meterla y sacarla de un modo  salvaje. Yo me meneo la polla con el espectáculo hasta que se me vuelvo a empalmar.

Voy a por ella, riéndose se pone a cuatro patas, mostrando su culo para mi ataque. Saco un condón de la mesilla me lo enfundo y apoyo la verga en su esfínter, empujo sin cuidado hasta dentro, siento a través de su fina pared la dureza de la goma.

No se cuanto tiempo la estoy rompiendo el orto, ella chilla como una posesa. Yo más y más excitado, la doy azotes en las nalgas que acaban rojas , hasta que eyaculo con un bramido.

“Nos has follado a las tres ¿verdad?”- me pregunta con ironía en la voz.

“Sí, me he imaginado que os cogía , pedazo de putas”

Ha acostado a los niños, se siente ansiosa, con necesidad de macho. La mirada babosa, cargada de lascivia de Emilio durante toda la tarde la ha excitado. Siempre le ha calentado el sentirse deseada,  aun por tipos o mujeres  repugnantes. No puede evitarlo.

Desnuda bajo el albornoz vuelve al salón. Su marido está tranquilo viendo los resultados de las elecciones en la televisión. Sabe que le interesa conocer que ocurre en los municipios y provincias donde tiene promociones y obras. Paladea un malta y fuma un robusto de Partagas. Se arrodilla entre sus piernas y abre la bragueta del pantalón, sus dedos buscan la gorda verga del hombre, está en descanso. La saca y agarrándola del prepucio la deja preparada para su lengua que lame todo la piel que la recubre.

El miembro comienza a responder. Lo toma de la base y se mete en la boca el resto del músculo amoroso. Lo devora como si fuera un helado.

Levanta la vista, su marido le sigue el juego, endurecido pero como si la mamada no fuera con él. Bebe un pequeño trago y da una calada el puro, después suelta las volutas de humos que hacen círculos en el aire.

Tira de la piel hasta que el glande se muestra en todo su esplendor. La punta de la lengua lo recorre en un viaje sin fin. Vuelve a engullir la polla, almohadillando los labios y con la punta de la lengua en la piel del hombre comienza una mamada, llegando hasta la base donde siente el vello del pubis del hombre y volviendo hasta la cabezota que casi deja fuera.

La dureza de la verga es pétrea. El hombre se levanta y la mujer arrodillada ante él, sin sacar el miembro de la boca le desata el cinto y le suelta el pantalón que cae a los pies.

Suelta su presa para poder bajar los calzoncillos, cuando lo hace su lengua lame el muslo velloso.

Se levanta,  se saca el albornoz que extiende en el suelo. Él se tumba sobre el paño. Ella pone un pie a cada costado y se va arrodillando hasta que siente el cipote en la puerta de su sexo. Está empapada, cuando baja y el arma se va enfundando en su lubricada funda, suelta un ayyy que semeja el ronronea de una gata.

Se lo ha metido hasta el fondo, sus labios se rozan con el matojo ensortijado del macho. Se inclina hacia atrás, la verga entra en contacto con la parte delantera de su vagina palpitante. Después del parto, no sabe por qué, se le ha sensibilizado más el punto G.

Su índice derecho busca el clítoris, que endurecido recibe gustoso la caricia. Comienza a masturbarse. Es el marido el que contrae rítmicamente las nalgas para el juego penetrante.

Cuando el hombre siente los pequeños espasmos del orgasmo de la mujer, le agarra los pezones erectos y aprieta suave al principio, más fuerte a medida que el oleaje del placer invade a su esposa. Entonces ella le cabalga en un trote rítmico que la vuelve a llevar hacia el orgasmo. La leche del hombre la inunda y acelera hasta que  exhausta alcanza el no retorno.

La mujer  pone el albornoz sobre el sofá, se sientan chorreantes y satisfechos. Ella toma el puro, todavía sigue encendido, le da una calada, saboreando el placer del tabaco cubano, tomo un sorbo de güisqui y se recuesta en el hombro de su pareja.

 

Los personajes de esta historia , como los de “El bailecito sexual”. “ Asadito con infidelidad” y “Lecciones para mantener la pasión en el matrimonio” y “ Para un intercambio hacen falta4”, son las parejas de amigos con los que la autora y su marido salen normalmente. Los hechos tienen una parte real y otra que surge de la imaginación calenturienta de la autora.

 

   

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