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Una ronda de placeres

en Hetero: General

UNA RONDA DE PLACERES.

Episodio 1.

Leticia.

“Leticia, venga a mi despacho, por favor”-me ordena mi jefe por el interfono.

“Ahora mismo voy”

Me levanto, tomo la agenda y la birome, y  me miro en el espejo situado enfrente de mi mesa. Morena, el cabello en melenita carré, muy bien maquillada, quizás un poco exagerado el color de labios. La camisa blanca, que se curva por mis senos amplificados por el wonderbra, la corbata azul de la empresa, la pollera gris justo a la rodilla, las medias negras con costura y los zapatos de taco alto. Las gafas me dan un toque de eficiencia.

Llamo a la puerta y paso sin esperar contestación.

Mi jefe está en el sillón donde suele descansar tras los almuerzos de trabajo.

“Leticia, estoy muy tenso. He tenido una reunión muy dura”

Yo sé  lo que necesita y quiere.

Me acerco, me arrodillo entre sus piernas, dejo los útiles de escritura en el suelo y con mano experta le abro la bragueta.

Busco su pene, está en descanso. Mi jefe tiene un miembro normal, un poco grueso, si quiero hacer un elogio de él. Parece una morcilla.

Lo saco y me lo meto en la boca, cabe entero sin esfuerzo. Lo tengo un rato ahí, procurando ensalivarlo. Luego lo retiro, dejándolo en mi mano derecha.

Con los dedos hago una especie de capucha sobre su glande, jugando con ellos lo acaricio con rapidez.

Poco a poco va tomando consistencia. Cuando lo noto duro, es mi mano completa la que empuña su arma.

Le masturbo a conciencia, cambiando el ritmo. Cuando lo hago  lentamente, le llevo el prepucio hasta lo más atrás.

Sus gemidos me hacen comprender que está próximo al clímax.

Me llevo su verga a la boca. No quiero que me manche la blusa.

Rodeando con los labios su glande, muevo la mano en un adelante- atrás hasta que siento como se derrama en mi boca.

Trago su semen, y espero unos segundos.

Me levanto, recogiendo la birome y la agenda. Parada ante él, le pregunto:

“¿Está usted mejor? Desea algo más, don Francisco.”

“Si hija, estoy mejor, me has relajado muy bien. Puedes irte y llamar a Vicente, el director de compras”

Al salir pienso que estas pequeñas claudicaciones tienen su recompensa a final de mes. Yo un servicial secretaria, gano más que ese Director de Compras que voy a citar.

 El nuevo lápiz de labios no mancha nada: un éxito. El que usaba antes, me ponía y le ponía perdido de carmín, y era un trabajo extra la operación limpieza.

Episodio 2.

  

Vicente.

La puta esa de Leticia, secretaria chupapijas, me encabrona, gana más que yo, me gustaría cogerla y destrozarla, puta de mierda. Me pone burro, porque además es un minón. Claro que Silvia, no está mal, es otro estilo, no una guarra como esa puta, una mujer elegante, linda por eso me casé con ella. Aunque ha tenido dos niños sigue pareciendo una jovencita. Con la remara blanca es como una modelo. No debe llevar corpiño porque se le marcan la punta de los pezones. Los chicos no han llegado.

“¡Estoy limpiando! Vicente. No seas pesado”

“Pero que lolitas tiene mi niña”

“¡Por favor! No sigas”

Me gusta que se resista un poco, y sujetarla con una mano, mientras con la otra la toco bien tocada. ¡Que concha más rica tiene! Ni un pelito, me gusta que se depile toda, parece una niña. Se está rindiendo, sabe que la voy a coger.

“Vicente si vas a seguir, por la menos quítate la ropa, que luego la manchamos y hay que llevarla al tinte”

Vas a saber lo que es un hombre, no como el guarro de mi jefe, que si no paga no coge. Se está poniendo como a mi me gusta, a cuatro patas, como una perrita. No está muy mojada pero me entra bien. ¡Que gusto da clavarla hasta el fondo! Agarrarla así, por las caderas mientras la meto.

No sé si voy a aguantar mucho, la puta esa de Leticia me ha puesto muy caliente. Sería bueno cogerla así.

Como Silvia siga culeando me corro. Es buena en el sexo, mi mujer.

No puedo mas ….yaaaaaaaa.

“Me pones como una bestia, Silvia, cada día estas más excitante. ¿Te ha gustado?” 

Episodio 3.

Silvia.

Oigo el roncar de mi marido, me está costando dormirme. Lo hubiera hecho tranquila después de coger, pero he tenido que preparar la cena para mis hijos adolescentes, que comen como salvajes, aunque Vicente no se queda atrás. La comida, lavar los platos son tareas que  no me cuesta hacer. Lo que nunca me  gustó, es planchar.

Vicente no es mal hombre, llevamos juntos casi veinte años, entre noviazgo y matrimonio. Prefiero que me coja como hoy de forma rápida, sin juegos, antes me gustaba la fase de precalentamiento, que durara, ahora no.

Mi vida ha cambiado desde que he conocido a Fabián, nunca había pensado en engañar a mi marido, pero Fabián me sedujo desde que le vi. Y ahora no soporto los juegos eróticos con mi marido, eso es sólo para mi amante.

Somos amantes de mañana. Nos marcó conocernos en DISCO, en la compra. No fuimos a la cama el primer día, pero sí al segundo. Nuestro amor es de10.30 a12.00.

Y me gusta jugar con él, ser su esclava, que me ate, que me posea brutalmente, o como hoy, adoptar el rol de una bailarina de strip-tease, que lo excita y le pone hasta que me coge.

La verdad que le he hecho un buen show. Para verle me he puesto el viejo uniforme de cuando trabajaba en  el shopping. Quería parecer una colegiala.

Al ritmo de la música me he ido quitando  la pollera, parada sobre los mocasines quedando con la blusa, la corbata, las bombachas y las medias. Ahora uso medias que se fijan a los muslos. Sé que me hacen más erótica. Me lo ha pedido mi amante. Le gusta cuando me disfrazo para él. Hoy ha sido de colegiala perversa.

La corbata, la blusa quedando en una musculosa sin corpiño, y luego dejar los senos al aire, jugar con ellos hasta que los pezones se pongan erectos.

La bombacha, toquetear mis partes más íntimas y bien mojada ponerme como una perrita para que me penetre.  

He descubierto, que como más me gusta coger, es así. Noto toda la verga del hombre dentro. Cuando siento las nalgadas me vuelvo loca, nunca pensé que me pegaran mientras me cogían, era un placer. Pero me excita, ha llegado a irme, cuando jugando a la niña mala, me ha puesto sobre sus muslos, para que me diera azotes con la cola al aire.

Ahora en la cama, mientras mi marido duerme, mi mano desciende por el vientre buscando el sexo. Me acaricio sin apenas moverme, no quiero despertarlo. Poco a poco llego al punto de no retorno, volviendo a sentir la leche de mi amante sobre mis nalgas. Le suele gustar derramarse fuera.

Episodio 4.

Fabián.

Me gusta el agua caliente sobre la piel. Me lavo bien la verga, deteniéndome  en el glande. Debo cuidar la polla, es mi instrumento de trabajo. Ya he acabado, miro en el espejo. Moreno, el pelo largo, que suelo llevar en coleta. Los ojos verdes, el contraste con negro de mis cejas y mis pestañas, atrae a las mujeres, y algunos hombres, pero ese no es mi rubro. La cara cuadrada, con una nariz recta, quizás un poco grande.  Sonrio pensando en lo que  suele decir Silvia : “Nariz grande, pija grande” Y sí la tengo grande, y gruesa, de esas  que  vuelven locas a mis amantes. La sonrisa deja ver mis dientes blancos, de anuncio, en medio de mis gruesos labios..

El cuerpo atlético, de nadador. El vello que me cubre el torso abundante, sin ser un oso. Tengo un buen culo, es algo en que se fijan siempre las minas.

Me seco, y me pongo colonia. Hoy tengo doble trabajo. Por la mañana, Silvia, ahora en la primera hora de la tarde: Ángela. Son dos estilos diferentes.

Con Silvia, saco la guita, filmándola. Me di cuenta, nada más verla en la compra en el supermercado. Siempre parecería una adolescente. Rubia, melenita, ojos azules, delgada, poco pecho, eso sí con unos pezones enormes que sobresalían casi medio dedo cuando estaban erectos. Con sus treinta y…, parecía una muchacha. Era ideal para el encargo que tenía: Vídeos porno.

Es una forma de ganarme la vida. La filmo cuando cogemos. Es tan crédula, que juega a disfrazarse y hacerme shows eróticos que aumentan el valor de las películas.

Tengo un problema al rodar las películas, la imposibilidad de mover la cámara. Aunque así rodaban los clásicos, las cosas ocurrían en un plano fijo. Por otro lado, da sensación de mayor amateurismo.

Saco 1000 pesos por filmación, aunque algunas veces no valen, y tengo que borrarlas. Pero un mes con otro, son 12000 pesos, un dinerito por un trabajo agradable..

 En la moto voy a buscar a Ángela. Entro en la confitería, las mujeres se fijaron en mí, los hombres en la tía que me espera.

En los 50 años, rubia de tinte, cuerpo cuidado, con un saco gris oscuro y pollera del mismo color, que se abre al andar y deja ver una pierna enfundada en media negra con dibujos en rosa, como la blusa de seda que llevaba.

A la vuelta está el telo. Paga ella, como debe ser. Sentado en un sofá de  la suite, me hace el espectáculo. Se quita el saco y la pollera, queda con botines , medias, liguero negro y la camisa. No lleva ropa interior, el sexo depilado, y los pezones marcados en la seda. Las lolas operadas no necesitan corpiño.

Cuando me levanto, la mujer me va desnudando.

Primero la campera de cuero negro, se recuesta en mi torso, y pone mi pierna  entre sus muslos. La piel del pantalón se me va mojar  con su humedad.

Después la remera, se me pega aún más. Siento la suavidad de la seda en la piel.

Se arrodilla, y experta suelta el cinturón, bajando de un tirón, pantalones y slip. La verga enhiesta, queda libre. La mujer se abalanza sobre ella, chupándola como una posesa. La mete hasta dentro. Siempre me ha  admirado de cómo podía tragar entera semejante tranca.

Me siento en la cama, es difícil moverme con los pantalones caídos. Ángela se coloca a caballo de la pierna izquierda y me desata la bota, con la otra empujo las nalgas de ella hasta descalzar ese pie.

Repetimos la operación con el otro zapato, luego me quedo desnudo sentado en  el lecho.

Va a su cartera, y saca un condón. Lo pone en la boca, y de nuevo arrodillada, me lo extiende sobre el arma endurecida.

Mientras se gira, deja caer la blusa al suelo y se acerca. Se coloca para sentarse sobre mis muslos, me agarra la verga y apoya el glande en la puerta de su orto, después muy despacio, hace que la polla se introduzca en su cuerpo.

La veo en el espejo como se acaricia el clítoris mientras sube y baja lentamente. Siento como el guante de su trasero me la aprieta. Cuando se acelera por la paja que se está haciendo me cuesta aguantar, la noto estallar,  no puedo mas,  apretando sus tetas me corro .

Ángela se levanta, me quita el forro, tumbado veo como lo vacía en una botella, después moviéndose como una bailarina vuelve a la cama y se tiende mimosa a mi lado.

Sólo me deja descansar unos minutos, después me limpia los restos de semen con la lengua y vuelve a lamerlo y chuparlo hasta que recupera su dureza.

Se empala en mi polla e inicia una  cabalgada de pasión acariciándose los pechos y el botón rosado. Me cuesta correrme, la muy guarra lo hace tres veces hasta que al fin lo hago yo.

La vieja feliz, tumbada a mi vera, abre la cartera y deja 1500 pesos bajo la almohada.

 

 

Episodio 5.

Ángela.

He ganado a mi marido al  parchís. Lo tengo a mi disposición por dos horas. Tiene que obedecerme en todo. Estamos desnudos, sólo con  un albornoz que cuando se abre me deja verme en el espejo. La verdad que el gimnasio y los retoques valen la pena, estoy perfecta, parezco una rubia explosiva de treinta y pocos, como me dice Fabián cuando cogemos. Le ayudo en sus estudios, pero sé que le vuelvo loco.  

Francisco parece mi padre, pese a que le insisto, es que no se cuida.  Está gordo,  sólo se dedica al trabajo para ganar más dinero. Luego yo se lo gasto y bien, porque se queda contento.

“¡ Ponete el collar!”- le ordeno. Vuelve con un collar de perro  atado al cuello, me da la correa  y se  arrodilla quedando a cuatro patas. Lo paseo por el salón , como si fuera la calle. Me siento en una silla sillón, me  abro de piernas, dejando el sexo expuesto en el borde.

“Perrito, come la cochita a tu ama”

Me encanta  que mi marido me la lama sin poder tocarla con las manos. Nunca he hecho nada con un perro, me da miedo, pero la situación lo simula y me excita terriblemente. Imagino que  es un enorme animal  

Tiro hacia arriba  del monte de Venus, para dejar mas fácil el contacto con el clítoris. Es  un placer que me deleita y más sabiendo que lo voy a hacer  durar.

Me voy cuatro veces,  que maravilla es ser multiorgásmica

Episodio 6.

Francisco

Me duelen las rodillas, el comer  la concha mi señora durante tanto tiempo y el paseito a cuatro patas  me ha agotado, la edad no perdona.

Me queda otra hora de obediencia, No me importa perder porque prefiero obedecer a Ángela que mandarla.  En la empresa ya mando lo suficiente para llenar mi ego, y  el ser esclavo de mi mujer compensa el lado sádico que tengo en el laburo.

Mi ama me lleva a la mesa y me ordena poner el pecho sobre ella. Con el rabillo del ojo veo se pone un arnés doble,  metiéndose una de las dos vergas en la concha, tras atar las correas.  La otra , gruesa, quedaba al aire para acabar de someterme. Parece un travesti , con las dos lolas grandes, la pija enorme y la bolsa que simula los huevos, llena de líquido.

Me quita la correa, y comienza a azotarme con ella el trasero. 

El castigo me vuelve loco. Noto un inmenso calor en la zona golpeada, apenas siento los dedos de Ángela llenando de saliva mi orto.

Cuando la verga de silicona entra, la excitación me lleva a que se me ponga superdura la polla.

Parada tras de mi, dándome azotes como si fuera un caballo,  se sumerge en un mete- saca rápido, violento. Siento la bolsa llena contra mis propios testículos.

Me gustaría saber cuando llega ella al orgasmo pero no soy capaz. Ángela para y apretando me llena de liquido. Por fin se ha venido.

Siento la descarga y enseguida unos retortijones me hacen temblar.

Corriendo, apenas llego al baño, sentado, suelto una mezcla de excrementos y una mezcla lechosa. Tengo la verga muy dura, a punto de estallar. Me ayudo con la mano, hasta que mezclo mi semen con la mierda.

Episodio 7

 Leticia.

Tengo necesidad de orinar, el pochoclo me ha dado sed, así que me he tomado 2 Cocas y en cuanto ha acabado la película voy que ir al baño. Mientras oigo el ruido de la descarga de mi vejiga, pienso en mi novio, que me esperará fuera. Las colas en los baños de hombres son siempre menores que las de las  mujeres.

Adoro a mi novio, es el único hombre que me respeta, quizás demasiado. Sostiene que hasta casarnos no debemos coger. Son  sus principios y yo los acepto. Aunque a veces pienso que a lo mejor es gay,  porque no se da cuenta que a mis 21 años sigo siendo una virgen ardiente, pese a las mamadas que le hago a mi jefe.

Sus besos y sus caricias  me saben a gloria pero necesito más.

 Estoy súper caliente, en la oscuridad del cine, le he tomado la mano y la he puesto sobre mi seno. Sentir su calor me ha excitado mucho, hasta el punto que me he atrevido a tocarle la entrepierna. Tenía la pija dura, y me he enloquecido pensando en el día que me la meta hasta lo más profundo.

Hago planes para más tarde. Al acompañarme a casa, cuando nos quedemos solos, se la chuparé. Eso sí lo hacemos, y a mi me gusta, sobre todo,  sentir la leche en la boca. No pierdo ni una gota. Él me acaricia luego la concha, tocándome en el botoncito hasta que tras flotar, me vengo. Quizás, hoy que mis padres han ido a un asado a casa de mi tía, logre convencerle que me haga el amor del todo. Tengo tantas ganas de sentirle dentro de mí.

Me subo la tanga y me bajo la pollera y salgo a buscarle.

Me espera fuera. Me sorprendo al ver la persona que está a su lado:

Vicente, el director comercial de mi laburo.

Beso a mi novio y hago las presentaciones. El hombre  aprovecha para abrazarme y besarme, algo que no ha hecho nunca en la oficina. Está esperando a su mujer.

 Julia, su esposa es una mina muy linda, que sale del baño tras de mí, me dio cuenta que se queda admirada con mi novio. Fabián es un hombre muy guapo, pero creo que se estaba pasando en el beso de presentación. Parece que quiere comérselo.

Vicente propone tomar un café en una de las terrazas cercanas al cine. Yo no quiero, sólo tengo ganas de quedarme sola con él, pero mi novio acepta encantado.

El día parece que no va a dejar de dar sorpresas. En la terraza está nuestro capo, Don Francisco , el ogro, con su mujer. Es una señora mayor pero muy bien conservada. Sigue siendo atractiva.

De nuevo sentí como se devoran a Fabián , aquella mujer se lo come. Julia y yo nos miramos impresionadas.

Fabián comienza a reírse y propone que en vez de un café, nos tomemos una copa de algo más fuerte.

En la mesa hay una extraña atmósfera.

Se rompió cuando la mujer de mi jefe, tras acabar las bebidas, propone ir a comer algo en su casa, que está cerca.

Episodio 8.

El círculo se cierra.

Ángela, a cuatro patas, siente la verga enorme de Fabián que la taladra, mientras degusta la concha de Julia, tumbada en el suelo, que parece una charca de flujos.  Leticia , se deleita descubriendo el placer de Lesbos con su sexo expuesto a la lamidas y caricias de la mujer acostada, mientras se come la verga de Francisco. Vicente  sodomiza a su jefe.

Publiqué 4 capítulos de esta historia, como una ronda de placer y desconocimiento. Pero estaba incompleta y además al escribirla, unas veces lo hacía  en primera persona, otras en tercera, unas en presente y otras en pasado. Siempre me había apetecido presentarlas de una vez, de modo que se viera el círculo completo. Eso es este relato.

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