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El club de las cinco parejas

en Orgías

El club de las cinco parejas.

Marisa está caliente y sabe por qué: lleva más de una semana sin coger, exactamente doce días, el tiempo que Santiago está fuera. Hicieron una despedida maravillosa, ella quería dejarle seco para evitar le tentaciones en Panamá y que tuviera claro que ella María Luisa Padolini era su hembra y que le esperaba. Pero doce días es mucho tiempo si has vuelto a la rutina de follar cada dos días, que es algo a lo que se ha acostumbrado desde que se ha convertido en novia del “gallego”. Se ha hecho pajas, su clítoris ha vuelto a ser objeto de sus atenciones especiales, pero necesita sentir la verga que la penetra, notarse llena, el deslizar del tronco viril por su vagina empapada. Y además, sabe que no debe ir tan cachonda a la fiesta de sus cuñados, a esa fiesta de mayores, sin hijos, a la que Raquel le ha pedido que vaya.

Se acaricia los pezones, mimosa al principio, exigente cuando los siente duros, se los aprieta hasta hacerse un poco de daño. Suspira , deja salir el aire de sus pulmones en un ardiente resoplido. Necesita masturbarse, no quiere temblar ante las miradas y las caricias disimuladas que los hombres le van a prodigar, porque está buena como dice Santiago, y le confirma el espejo del baño. Cuando su mano busca la concha siente la humedad de los flujos íntimos. ¡Quiera una minga dura que la rompa! Y entonces lo ve: el desodorante. Allí está un cilindro metálico, rosa, con la cabeza negra donde sale el perfume, una pija gorda en la que el tronco es tan grueso como el ciruelo. Una minga al revés. Lo agarra y se lo lleva hacia el pubis.

Apoya la parte sin tapa sobre su concha, y con la otra mano se abre los labios para dejar que muy despacio el desodorante vaya entrando.

- Aaaaahh- gime cuando siente la penetración del artilugio. La llena toda, siente como se dilatan los músculos de su vagina para dar cabida al aparato.

Lo mueve despacio al principio, tiene miedo por el grosor del consolador improvisado, pero sus flujos sirven de lubricante, cada vez desliza más suave, más fácil. Acelera el ritmo de la masturbación, es como un pistón que aumenta la velocidad de la maquina. No puede parar, contiene los aullidos que intentan salir de su boca. Está cerca de llegar, se lo mete despacio y profundo, gozando del contacto hasta que nota la primera ola y entonces vuelve a acelerar hasta que la marea del orgasmo la deja exhausta, transpirada, desmadejada junto al baño.

Se ducha y después tranquila, relajada se viste esperando que pasen a recogerla su hermano Ricardo y a su cuñada Tina.

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Tina se mira en el espejo antes de salir, el vestido dorado ceñido muy corto con mangas que le cubren los brazos un poco por debajo de los codos, pero deja a la vista las largas piernas enfundadas en las medias negras; sin escote delantero pero con la espalda al aire de modo que se nota que no lleva corpiño. Es elegante pero provocativo. No sabe si va bien vestida para al fiesta, es la primera vez que la invitan a una reunión en casa de su concuñada, son de clase superior a la suya. Ella era una dependienta de supermercado que se había casado con el hijo de los dueños y Raquel y sobre todo su marido, Benito, pertenecían a los que no sólo tienen dinero sino también poder y cultura, de los que se dice que son ricos de siempre. Está un poco asustada, no es su ambiente y tiene miedo de no estar a la altura de ese mundo de alta sociedad al que siempre ha soñado pertenecer.

Conduce Ricardo, ella va delante, atrás Marisa con una blusa blanca de seda y unos pantalones negros. Las dos llevan pocas joyas , ella sólo el anillo de casada y dos perlas en los lóbulos. Su cuñada , las dos alianzas que indican su viudez y una cadena con las figuras colgadas de una niña y un niño, sus hijos. El auto pasa la General Paz camino de la zona norte de casas lujosas de San Isidro. Llegan a la de Benito, se abre la puerta automáticamente y entran en el parque , aparcan junto a los otros cinco coches y cuando se bajan se acerca a recibirles Raquel.

En la casa le van presentando a los demás invitados. Le impresionan, son cuatro parejas además de los anfitriones Ellos entre los cuarenta y muchos y cincuenta muy bien llevados, ellas todas próximas a los cuarenta pero espléndidas , con lígeros retoques algunas, otras con cuerpos de gimnasio. Los hombres todos con saco y corbata, ellas con vestidos cortos de clase pero no de fiesta que permiten lucir sus curvas sinuosas. Se da cuenta que es la más joven, el miedo le vuelve a invadir.

Se los van presentando. Empiezan por su traumatólogo, le conoció cuando se hizo un esguince corriendo , su mujer especialista en cirugía estética ; luego a una ginecóloga con su esposo, dueño de una pequeña cadena de tiendas de moda exclusivas. Y por último a un periodista conocido con su mujer escritora que están junto a los dueños de la editorial donde trabaja Raquel.

Gente de dinero y clase. Se da cuenta que no es una fiesta normal De entrada no hay parrilla y sólo se bebe champagne con el que se brinda por los recién llegados.

Apenas puede conversar con el resto de los invitados, hablan de una música que no entiende, lo que ella llama música clásica: conciertos y ópera. No la ha escuchado nunca. Ella es más de la cumbia que oye cuando corre.

Son Benito , el dueño de la casa, y Germán, su traumatólogo, los que acuden en su ayuda y comienzan a charlar de deporte: cuántos kilómetros hace al día, en cuanto tiempo , si también nada, si va al gimnasio, qué ejercicios hace, en fin de temas que conoce y le permiten sublimar sus necesidades sexuales insatisfechas. Los dos la miran con deseo, Tina sabe cuando los hombres babean por ella. Lo usó para subir en la escala social y casarse con un hombre rico y esos machos poderosos la tienen ganas. Se relaja, el juego de la lujuria lo sabe jugar. No se separan de ella durante la cena fría. La bebida la ha ido soltando, no está acostumbrada a tomar tanto champagne y la lascivia de los dos médicos le excita. Se le han puesto erectos los pezones. Nota la concha mojada.

Su marido está atrapado por la dos médicas, no sabe lo que cuenta, pero no tiene ojos más que para ellas. No se entera de los intentos de seducción de los dos hombres con su mujercita. Y ella no sólo se deja , sino que juega. Destaca su altura, sus piernas , sus pechos pequeños pero turgentes, con los pezones duros que se marcan bajo la tela. Por eso cuando le proponen ir al pequeño gimnasio, va con ellos encantada. No le importa lo que pueda ocurrir.

El gimnasio es pequeño, una cinta, un banco donde puede hacerse remo y pesas y un barral para colgarse y hacer abdominales. Está separado por una puerta grande de vidrio a una zona de pileta en la que se desprenden vapores del agua caliente. Un lujo para estar en forma.

-¿ Te gusta?- pregunta Germán acercándose mucho a la mujer, recorriendo con ojos libidinosos su cuerpo enfundado en el vestido corto.- Seguro que te encantaría entrenarte , vos que sos tan aficionada al deporte, acá te podrías poner en forma y estar siempre caliente....para que no tengas tirones ...musculares.

Le pasa las manos por la cintura y le acerca a él. Es Tina la que se entrega al beso apasionado, quiere volverle loco y se restriega contra el hombre, cuando nota la erección del macho, se separa de él y le mira desafiante a los ojos.

- Te voy a hacer una oferta. Creo que vas a decir que sí, pero te la hago antes de seguir, aunque voy a cogerte de todas maneras...ya lo sabes. ¿Verdad? ...Tina. - -

- Estás muy seguro que me vas a follar....Será si yo quiero... -

- Vas a querer...te apetece...eres mucha hembra y además.... tu marido ya está de acuerdo...entre mi mujer y Aitana, la mujer del Jorge , el periodista que se nos abandona , lo tienen engatusado, y no va a decir nada...va a aceptar la propuesta que te voy a hacer.

Tina se estira, deja que los pezones intenten romper el vestido, está excitada, no sabe lo que le van a proponer pero está deseando coger con su “trauma” , la puso desde que le conoció. Es todo fuerza, poder y además es guapo.

Le vuelve a besar, se entrega y se frota contra él. Germán tira del escote del vestido hacia abajo, deja los senos orgullosos, altivos, excitados al aire, al hacerlo le ha aprisionado los brazos, no puede defenderse, sus pechos están a disposición del macho. Los lame despacio, las puntas quieren estallar cuando son chupadas por los labios ansiosos del médico.

- Somos un grupo de cinco parejas que compartimos sexualmente todo. Si alguien se va se les sustituye. Jorge y su esposa se marchan a Nueva York y yo propuse que los nuevos fuerais vosotros. En principio a todos les ha parecido bien después de veros. Mi mujer seguro que ha convencido a tu marido. Ahora te toca decidir a vos.

Tina está impresionada, le parece maravilloso pertenecer a ese pequeño círculo de poderosos, nunca pudo soñarlo. Pero no es tonta y sabe que un poco de ingenuidad da más valor a su postura, por eso pregunta:

- ¿ Un grupo de sexo compartido? ¿ De todos con todas?

- Y todas con todas. Vale todo. Siempre se puede decir que no a algo, pero nunca ha ocurrido. Somos muy abiertos y nos encanta experimentar.

- Me tendrás que enseñar.

El hombre le tapa la boca en un beso apasionado, le sube el corto vestido con manos que recorren los muslos hasta llegar a las duras nalgas, pega a la mujer a su cuerpo para que note su erección, están fundidos en el abrazo como la hiedra al árbol.

- Espera ..deja que me desnude...

Se separan, Tina tarde unos segundos en sacarse el vestido por la cabeza, y se quita el tanga, va a hacer lo mismo con las medias , Germán lo impide. La deja con las medias hasta medio muslo y los zapatos de taco alto. La hace dar un giro para poder comtemplarla. Ella se luce, se sabe hermosa, seductora.

- Entonces ¿ha aceptado?- dice, desde la puerta, Jorge.

Tina se da cuenta que no está sola con el médico, ha entrado el periodista que la devora con ojos hambrientos. Tina se contonea ante los dos machos. Está excitada, quiere sexo , mucho sexo.

- Ven. Tengo para los dos.

- La nena es una zorrita muy juguetona.

Tina ve como en el fondo del gimnasio, Benito desnudo la ha estado estudiando. Va hacia ella, los otros dos hombres contemplan la escena. Ella se deleita con el cuerpo musculado del hombre, tiene la verga en alto, está totalmente depilado y eso la pone muy cachonda. No ha estado con un hombre así, es más su marido parece un oso, y Benito , sin vello, le da una sensación de poder , de vicio, que hace que sienta la concha empapada de flujos.

La toma de la mano y la lleva a la zona de los espaldares, le hace levantar las manos y que se agarre a una barra alta de modo que quede estirada ante él. Se sabe excitante con los tacos altos, las medias negras, su cuerpo desnudo de atleta estirado, expuesto, desafiante.

- Levanta las piernas en ángulo recto.- Le ordena Benito.

Tina obedece, queda colgando, siente su peso en los brazos que se tensan.

- Abre los muslos.

Y Tina vuelve a obedecer, ahora la posición es incómoda, no sabe cuanto tiempo puede aguantar. Benito se coloca entre sus piernas abiertas , apoya el cipote en su concha mojada y sin ninguna dificultad la penetra.

La mujer no puede reprimir un gemido de placer. Se mueve para quedar apoyada en las caderas del hombre. Él agarra sus muslos y comienza a bombear. Los otros dos hombre miran la escena, se masturban tranquilos esperando su turno. La mujer se asusta de su propia capacidad de placer. Hace tiempo que no tiene un orgasmo coital, con su marido se aburre, pero ahora se da cuenta que está llegando , le gustaría moverse, pero estando colgada sólo es un receptáculo del la polla del macho. No quiere chillar pero no puede evitarlo.

- ¡Aahh!...¡ Aaaaahhhh!...

Se viene como una enorme ola sobre la arena.

Benito sale de ella , sigue con la verga en alto, no se ha corrido. Mira a la mujer rendida, sonríe.

- Ahora os toca a vosotros.

Germán y Jorge recogen a Tina, que se recupera de la carrera del placer. Quiere más sexo, lo necesita, algo se ha roto en ella, se siente insaciable.

Germán se tumba en el aparato de remo, tiene la polla en alto. Ella sabe lo que quiere , coloca una pierna a cada lado y sin palabras, como siguiendo un guión estudiado, se deja caer hasta empalarse. Es Tina la que lleva el ritmo, le gusta, se da cuenta que domina la situación. Extiende la mano para acercar a Jorge, lo lleva hasta que su verga erecta quede al alcance de su boca, lo atrae hasta que se la mete en la boca.

Goza del placer que da y del que recibe. Se siente una reina del sexo, una mujer que puede volver locos a todos los hombres, una diosa del placer. Chupando una pija como está no puede girar la cabeza para saber quien se ha unido al grupo. Lo sabe cuando oye a Benito decir:

- Tomás, la nena da para los tres. Es un yegua de buen galope.

A Tina le encanta que la valoren así. Es una hembra dispuesta a dar gusto a los machos, siempre lo ha sabido, pero ahora lo está comprobando. Se saca un momento la verga de la boca para decir:

- Ven , deja que te toque la polla mientras acaba Germán.

- Nena, yo te la voy a meter por el orto. Te vamos a dejar bien..bien llena.

Apenas puede susurrar un Uuuuhhhmmmm mientras mama a Jorge.

Benito les mira, sonríe, el todavía no se ha corrido, se está reservando para lo que le espera en su cuarto: Su cuñada Marisa. Esa noche la va a coger bien cogida. Va a ser suya y si todo sale como espera, podrá repetir todas las veces que quiera sin que se entere el imbécil de Santiago

 

Este relato pertenece a la serie Marisa y Santiago. Los relatos anteriores son:

La reina, La cazadora, La delantera prodigiosa, Las cuñadas, Los dientes de la ratita y La infiel.

La autora agradece los comentarios y las ideas que quieran aportar los lectores a la serie.

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