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Sinfonía para dos ( 2)

en Grandes Series

SINFONÍA PARA DOS. (2)

Las gaviotas planean sobre la arena. El invierno me gusta. La costa está tranquila.

Es como uno de aquellos días del pasado, en que fumando un pucho, pensaba en qué iba a ser de mi vida. En que mis ensoñaciones me llevan a huir del mundo donde había pasado mis primeros 29 años, un mundo que me ahogaba y que decidí abandonar cuando llegó la primavera del 72. Se va oscureciendo el cielo, las luces del pueblo viejo empiezan a brillar como pequeñas estrellas. Los edificios vacíos de las nuevas urbanizaciones parecen fantasmas en el atardecer. Enciendo un cigarrillo y mientras le doy una calada larga, que intoxica mis pulmones, hago repaso de aquella mi primera salida de aventuras. Como el Quijote, la del alba sería cuando, en el pequeño 600, tomé la carretera buscando nuevos horizontes.

¿ Había roto de verdad con mi pasado o era una locura, que se me iba a pasar, como creía Ismael ?.

Mi marido me quería y aguantaría lo que yo hiciera. Seguro que me recibiría con los brazos abiertos al volver, si lo hacía. Era tan así, que me había llevado el pequeño automóvil y no había protestado. Debió pensar que me iba por unos días en busca de nuevos horizontes o de esos sueños míos que le divertían , excitaban y asustaban.

La realidad es que Santa María de la Colina me ahogaba. Prácticamente no había salido de la villa en toda mi vida, hasta que me casé.

La primera vez que lo hice era una cría , iba a examinarme al instituto de la capital de la provincia. Era mayor que mi pueblo, pero igual de triste y encima sin mar. Nerviosa por aprobar no me interesó gran cosa.

No volví a salir hasta mi viaje de novios. Eso fue otra cosa.

Ismael era mi primo, primo segundo pero primo. Nos conocíamos de niños, era cuatro años mayor que yo. Era muy guapo, moreno, con ojos azules, alto y fuerte . Cuando se murieron sus padres se quedó solo. Hijo único heredó el pequeño negocio familiar, la casa , las tierras en labranza. Tenía 27 años. Empezó a venir a casa, éramos sus parientes mas cercanos. Yo pensaba que le interesaba alguna de mis hermanas, le miraba con cariño, me gustaba pero era un inalcanzable.

Me quedé de piedra cuando me propuso matrimonio. Y acepté sin dudarlo, era la manera de huir de mi familia, rodeada de hermanas y con unos padres rigurosos. Le besé , era el primer beso que daba en mi vida a un hombre. Ahora sé que no supe dárselo, yo era tan inocente que imité lo que había visto en la pantalla. Pegué muy fuerte mis labios a los suyos y apoyé mi cuerpo en él, sintiendo como sus brazos me rodeaban. Me dio una subida de calor.

Puede parecer mentira , pero en aquella época era difícil que un chico te besara , si no era tu novio, y yo no tenía novio.

Fuimos a decírselo a mis padres, les pareció bien, era una boca y un problema menos y mi novio tenía dinero, no mucho pero más que ellos.

Mi vida cambió, salíamos de la mano, buscábamos estar solos para besarnos, lo que era dificil. Me acariciaba a través de la ropa y yo por la noche al quedarme sola, estaba caliente. Había aprendido los placeres de la masturbación con quince años cuando al confesarme para comulgar la Pascua, el padre Mariano me preguntó si me tocaba. Fue como una luz, sus cuestiones me descubrieron un mundo. Aquella noche, en mi cama, comencé mi primera paja. Mis hermanas dormían, yo procuraba no hacer ruido, solo mis dedos acariciando mi feminidad. Me mordí los labios al llegar a un espasmo de gusto que no creía pudiera existir.

Me hice aficionada a tocarme. Mi imaginación recorría un mundo donde las mujeres vivían pasiones desenfrenadas con hermosos galanes que las hacían el amor.

De hacer el amor o follar, como decían los hombres cuando creían que no les oíamos, no tenía más conocimiento que el por donde y con que. Había visto a los perros hacerlo , pero poco más. El cine o la televisión sólo mostraban el beso, el abrazo , plano de la cama, y como mucho , el después vistiéndose.

Fue en el cine, viendo una de romanos, cuando Ismael me tocó por primera vez una teta. Estaba oscuro, yo llevaba una blusa azul. Recuerdo, como si fuera hoy, cuando me abrió un par de botones y sus dedos buscaron mis montañas , cubiertas por el sujetador.

Sólo la práctica de hacerme pajas en silencio, pudo evitar que chillara al sentir su tanteo en mi carne que ardía y el tímido apriete en mi pezón derecho. Me agarró la mano y la puso sobre su pantalón. Sentí la dureza del pene, no podía dejar de tocar aquella piedra.

“Para, que me corro”- me susurró al oído.

Abandoné la caricia y le obligué a dejar de tocarme las tetas. Los dos sin juguete.

A la salida nos esperaban mis padres, fuimos a tomar unas cervezas al bar de la plaza.

Esa noche no sólo me acaricié mi sexo , también saqué provecho de mis senos.

Ismael pintó su casa, cambió algunos muebles, pocos, el más importante: la cama. Yo no quería dormir donde lo habían hecho sus padres.

Acudimos al curso prematrimonial, D. José que había sustituido a D. Mariano, me recordó mis obligaciones de esposa: Ser buena ama de casa , ser madre religiosa y cuidar y obedecer a mi marido. A él le dijeron que fuera fiel , cariñoso y que me tratara como una hija de Dios.

Cuando Ismael me dijo que había vendido unas tierras , pocas, pero suficientes para ir de viaje de novios fuera de la provincia , le comí a besos. Necesitaba salir de Santa María, conocer, ver , saber que existía un mundo más grande que el de mi pequeño pueblo.

Me casé por la mañana, de blanco, con un vestido que me hizo mi madre, copiado de una revista de modas de Madrid. Después tomamos un aperitivo fuerte , que pagaron mis padres, pasé por mi casa a cambiarme y a recoger la maleta. Cuando vino a buscarme mi flamante esposo, yo estaba dispuesta a empezar mi nueva vida.

Juanito, que hacía de taxista del pueblo, nos llevó a la capital para tomar el TALGO con destino Madrid. Estaba un poco enfadado, porque al no pasar la noche de bodas en la villa, los mozos no habían podido hacernos las cencerradas y las bromas habituales. Yo estaba feliz, pues eran cosas que no soportaba.

El viaje duró 8 horas, nos mirábamos sabiendo que esa noche iba a ser decisiva, iba a perder mi virginidad con el hombre que amaba. Aquel tren lujoso era el vehículo hacia algo nuevo que ansiaba conocer.

El hotel , que había reservado, estaba cerca de la estación, para mí era una maravilla. Mi primer hotel. Tras llenar los papeles y mostrar el libro de familia, subimos a la habitación. Me di cuenta que el hombre de recepción nos miraba irónico.

Era una habitación grande, con una cama enorme, tenía cuarto de baño. Nos miramos, los dos deseábamos hacer el amor.

“Espera que me cambie”- le pedí, y saqué de la valija el camisón que mis hermanas habían comprado para la ocasión. Fui al baño, cerré la puerta, me desnudé, y me miré en el espejo. Tenía ojeras de cansada, pero estaba guapa, atractiva, me lavé la cara, hice desaparecer el maquillaje , mis ojos negros brillaban anticipando la noche. Me puse el camisón , era largo, blanco. Los senos se adivinaban bajo el entretejido de encaje que los cubría. Me di un retoque al pelo y salí.

Ismael estaba allí, parado , fumando un cigarrillo, con el pantalón del pijama. Era un Apolo de los que había visto en el libro de arte. Apagó el tabaco en el cenicero, se acercó a mí, me miró a ojos y me dijo:

“Te quiero”- sólo eso, y me besó. Sentía su pecho desnudo a través de la tela. Sus manos acariciaban mi espalda, su lengua tanteo mi boca, hasta que la abrí para recibirla. Era maravilloso el juego al que me entregué.

“Ismael, por favor, enséñame tú. Quiero agradarte, pero no sé hacerlo.”

Ahora pienso que él tampoco sabía mucho, alguna escapada al barrio húmedo de la ciudad , con sexo pago, era toda su experiencia. Pero a mi lado era un sabio.

Nos seguimos besando , abrazados fuimos a la cama. Tumbados nos acariciábamos. Yo iba poco a poco perdiendo la vergüenza. Mis manos recorrían su torso desnudo. Jugaba con el vello de su pecho.

Él me bajó los tirantes del camisón, mis senos quedaron al descubierto, mis pezones estaban erectos por la excitación. Sus manos los recorrieron con mimo, luego su boca los beso, lamió y chupó.

Yo estaba chorreando, deseaba que me tomara. Mis dedos investigaron en su bragueta. Tocaron su miembro, estaba duro, grueso, poderoso. Me extrañó que la punta estuviera mojada como mi sexo.

“Espera , no me toques ahí. Que si lo haces me sale la leche. Quítate el camisón”

Obedecí, quedé desnuda ante él. Se levantó de la cama para bajarse el pantalón del pijama.

Mis ojos no se despegaban de su tranca, maravillosa, erguida, con una cabeza grande, en la que se veía una pequeña rajita que brillaba.

Ismael estaba en trance, no paraba de admirar mi desnudez. Mis tetas con sus cumbres que parecían necesitar la nieve de su saliva. Mi vientre liso que se agitaba con la excitación. Mi sexo cubierto de un vello negro, como el nido de un pequeño conejo.

“Por favor, hazme tu mujer”- supliqué.

“ Abre bien las piernas”- mientras lo hacía, colocó un almohadón cubierto con una toalla bajo mis nalgas.- “ Te va a doler un poco la primera vez”

“ No te preocupes, tómame”.

Acercó su arma a mi gruta. Yo tenía tanto flujo que no le costó entrar. La metió de un golpe hasta dentro. Por un instante sentí el dolor del desgarro de mi virgo, después me encontré llena de su dura carne. Era muy agradable su fricción en mi vagina. Me iba excitando más y más. Aceleró su ritmo y se descargó en mí. Se quedó abrazado besando mis labios con ternura.

Había sido muy agradable, pero no había sentido la explosión que lograban mis dedos acariciándome. Necesitaba sentirla.

Ismael se levantó y fue al baño, oí el chorro de su meada. Me toqué mientras él no estaba. Mi excitación era tan grande , que apenas mi clítoris notó el roce conocido, estallé.

Así , tras alcanzar la cumbre, me encontró mi marido. Me besó en la frente.

“¿ Quieres lavarte?, El baño tiene bidet”

Al ir a asearme, llevé la toalla testigo de mi primera noche. Me limpié de semen y sangre . Al volver Ismael me esperaba con la verga en alto.

Aquella primera noche hicimos el amor tres veces, sólo a la tercera logré que mi orgasmo no se debiera a mis caricias masturbatorias. Me pareció grandioso.

Grandiosa era Madrid. La recorría en una nube, emocionada de sus luces, sus coches , su gente y ,sobre todo, sus grandes almacenes. Y luego el hotel, escenario de nuestra pasión, de nuestro amor recién estrenado, que practicábamos por la mañana, en la siesta y en la noche. Me gustaba sentirle, sobre mí, empujando como un loco su ariete en mi interior. Solo llegaba al final una de cada tres, pero aprovechaba cuando iba al baño, para acabar con una pajita.

Fue el quinto día, salíamos de Galerías Preciados, cuando un hombre se plantó ante mi marido y le dijo:

“Coño, Ismael. ¿ Qué haces en Madrid? Y con esta mujer tan guapa.”

Ismael sonrió al reconocerle, luego le abrazó.

“Pelayo, ¡qué alegría!. Inés , es Pelayo , mi mejor amigo de mili”

Mas que guapo, era atractivo. Un bigote cubría sus labios sensuales, los ojos chispeantes de alegría tenía algo especial.

En el pueblo, estaba habituada a que los hombres me miraran babeantes, como diciendo que polvo te echaría. Pelayo te sopesaba, te analizaba, te valoraba, parecía decir que divertido podía ser estar contigo.

Me dio un beso en la mejilla , calido, afectuoso, y nos propuso invitarnos a un bar cercano a tomar una caña y su famoso pincho de bacalao frito.

Las cañas fueron dos y aceptamos su propuesta de cenar juntos, quería atender a su amigo. Si la cerveza había sido en Casa Labra, la cena fue en Ciriaco. Me encantó el lugar, bohemio, lleno de fotos de famosos, me sentía en una nube.

Mi marido respondía a las preguntas de su amigo, feliz , presumiendo de mujercita. Le agradaban los elogios que me hacía Pelayo.

Cuando acabamos de hacer el amor, mientras fumábamos un cigarrillo, Ismael me preguntó si me molestaba que hubiera aceptado la invitación de su amigo para llevarnos al Escorial el día siguiente.

Le respondí pícara, mientras mi mano reposaba en su miembro, grueso todavía, pero que había perdido la dureza en el combate.

“ Me gustará , seguro. Pero no podremos follar por la tarde.”

“Si lo acaricias un poco, lo ganamos ahora”

Se la toqué, comprendí que me gustaba ser capaz de hacer subir aquel miembro que tenía agarrado. Que me gustaba sentir como me miraba su amigo, desnudándome con los ojos. Que me gustaba ser una mujer sensual, que despertaba pasiones y deseos como las heroínas que había imaginado en mis ensoñaciones.

Como siempre me gustó más el segundo que el primero, Ismael acababa enseguida, luego duraba más y yo podía llegar.

Me lo pasé fenomenal, me encantó el Escorial, la sierra madrileña, la comida con Pelayo, que me hacía reír y sentirme atractiva. La verdad que lo estaba con mis vaqueros y mi camisa escocesa, que un poco abierta dejaba ver el principio del canal de mis senos, cuando me quité el pulóver.

Me sentía como una reina cuando su SEAT nos dejó en la puerta del hotel.

“Inés, ten un regalo, es un libro. Está en inglés, pero has dicho que sacaste buena nota en esa asignatura, así que entenderás el poco texto que tiene. Y, compañero, a ti te deleitará. Os llamo pasado que yo tengo que seguir con la obra del Escorial, que he ido a ver hoy , mientras vosotros paseabais por el Monasterio.”

Estaba deseosa de abrirlo, lo hice nada mas entrar en la habitación. “The Art of Love” era el título. Cuando lo ojeamos nos dimos cuenta que era una guía de sexo , profusamente ilustrada.

“ Habrá que estudiarlo.” – me dijo mi marido entre risas.

“ ¿ Te gustaría que probáramos así?”

“Estoy dispuesto a hacerlas todas. Podemos empezar por la que tu

dices”

Esa noche descubrí que mi postura favorita para follar es: yo cabalgar al hombre. Me permite llevar mi ritmo, jugar con mi cuerpo, que mi pareja me acaricie, desarrollar ese exhibicionismo que aquel día hizo rugir a Ismael diciéndome : qué buena estás, que pedazo de tetas tienes.

Al día siguiente salimos poco, practicamos mucho.

“ ¿ Cuándo os vais?”- preguntó Pelayo, cenando el jueves en el Chotis, donde parecía ser uno de la casa .

Cuando le dijimos que el domingo , siguió hablando:-“ Este local va a bajar, cuando se le vaya Lucio, que quiere poner un restaurante él solo. Mañana, me decís que os toca Toledo. Pues el sábado os llevo a comer cochinillo a Segovia. Y cuando acabemos de jamar nos tomamos una copa en Chicote.”

En el celebre local me sentí un poco perdida, era una pueblerina entre personas de mundo. Sólo Pelayo me daba ánimos, piropeándome mientras mi marido se le iban los ojos detrás de las hermosas y elegantes mujeres que andaban por el local.

Eso y las tres copas hicieron que llegara animada al hotel. Ismael estaba muy excitado. Me desnudó con prisa, deseando metérmela , me tocó los pechos ardientes con lujuria desenfrenada. Mientras me los baboseaba me ordenó.

“ Ahora , ponte como una perrita. Esa postura no la hemos hecho.”

Le obedecí, apenas me puse a cuatro patas, me la metió de un golpe hasta lo más profundo.

Al principio me parecía humillante , luego al sentir su verga que me llenaba totalmente, comencé a paladearlo.

“ ¡ Que yegua eres!. Dios mío, qué `placer.”

Me di cuenta que estaba pensando en alguna de aquellas bellezas que pululaban por Chicote, me estaba follando como si fuera otra. Decidí hacer lo mismo, y de esa manera cuando su leche me inundó era Pelayo el que me gozaba y hacía gozar.

Esa noche aprendí a ser infiel, me acosté en los años siguientes de casada con Rock Hudson, Marlon Brando, Tony Curtis y Arturo Fernández y muchas veces con Pelayo.

Toledo me encantó, su catedral, el Greco, me llenaron de belleza. Por la noche cedimos una vez cada uno, primero le monté yo, y luego me puso como una perrita para saciarse. Cuando casi chillaba al correr se, comprendí el enorme poder que tenía sobre mi marido, podía conseguir lo que quisiera con las armas de mi belleza y mi sexo. Decidí tenerle loco por mí hasta que comiera en mi mano.

En Candido, mientras comíamos el cochinillo , regado con abundante vino, Ismael había perdido sus inhibiciones . Estaba exultante, presumiendo de hembra (yo) , hasta el punto que me pidió que me desabrochara un poco más la blusa, para que todo el mundo viera lo buena que estaba su mujer.

Pelayo se reía , asentía sobre mi belleza, que paladeaba con los ojos. Yo, en vez de sentirme avergonzada, sacaba la faceta más seductora que había en mí.

En el café , tras el ponche segoviano, Pelayo se puso serio y nos pidió que no vendiéramos más tierras, al revés que las compráramos. Nos explicó que nuestro pueblo, junto al mar, iba a tener un desarrollo turístico importante, si cuando llegara éramos dueños de los solares, seríamos muy ricos.

Fui yo la que le respondí diciéndole que no teníamos dinero , sólo para vivir decentemente , pero poco más.

“ No hay problema, haremos una sociedad, yo pondré el dinero con mi padre, vosotros compráis poco a poco. Podéis decir que sois socios de una sociedad de quinielas , y cuando salte el terreno al bote. Es importante que nadie se de cuenta. Lo que más interesa es lo que de al mar, o en una ladera cercana que permita verlo. Seguro que esas tierras no son buenas para el campo , así que no serán caras”

Mientras hablaba , yo me excitaba más y más, No se dirigía a Ismael, lo hacía hacia mí, me valoraba como la inteligente de la pareja, la que quería de socia.

En el viaje de vuelta, siguió contándome la oportunidad de mi pueblo, no iba a ser Benidorm, pero sí podía ser un buen lugar para los que buscaban sol y mar.

Mi marido dormitaba, el vino y el coñac habían podido con él. Yo oía interesada, dándome cuenta que por el espejo retrovisor miraba el canal de mis pechos y mis piernas que mostraba feliz y contenta.

Me hubiera gustado que el viaje durara más o que al llegar al hotel, cuando Ismael no tuviera tanta prisa para subir a la habitación a follarme.

Antes de marcharse, cuando me dio un beso de despedida, muy próximo a los labios, me entregó un paquete.

“Son libros en inglés, si te gustan te enviaré más, porque debemos seguir en contacto.”

Al parar el coche para cargar gasolina y llamar a Pelayo, sonreí pensando que aquella había sido la primera entrega de novelas erótico pornográficas. Leyéndolas embebida había mejorado mi inglés y mi sexualidad.

Habíamos comprado algunos terrenos, todavía no se había construido nada, pero yo notaba que en algún pueblo cercano, un poco más grande, había comenzado a moverse la construcción. Era cosa de esperar. Pero yo no quería esperar , necesitaba vivir, por eso había salido a buscar aventuras.

“Pelayo, soy Inés , voy a Madrid, SOLA. Me gustaría verte.”

Su voz sonó como música en mis oídos.

“Para que no te pierdas, te espero en la estación de Aranjuez y venimos juntos. Has tenido suerte porque pasado me voy a pasar unos días a París. Si me quieres acompañar, voy a llamar a un amigo para que te de el pasaporte en un día.”

“ SÍÍ͔- fue mi respuesta- “ Sabes que París me puede volver loca”

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