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La mujer del látigo

en Grandes Series

LA MUJER DEL LÁTIGO

 

Relato erótico pornográfico ambientado en Texas, tras la guerra civil de Estados Unidos titulado La pelirroja indómita.

 

Capítulo 1. La mujer del látigo..

 

En el patio del rancho Los 2 Ríos, los vaqueros observan excitados. La patrona va a castigar a Russ Tambler, que se ha emborrachado en día de trabajo. El joven se acerca a la cruz de San Andrés , piedra que es el hito de la enorme posesión. Se quita la camisa y apoya el torso desnudo en la cruz. La patrona comienza a azotarle.

Los últimos golpes caen sobre la espalda de Russ , cuando el coro de sus compañeros , que los cantan, llega a 10, el muchacho ya ha mojado con semen los pantalones y la piedra. Los golpes le han llevado a la culminación sexual a través del castigo.

El espectáculo también ha calentado al resto de los hombres del rancho “2R”, como es conocido en Texas por los dos ríos que la rodean. Todos saben que no pueden emborracharse en el trabajo, pero a veces lo hacen, sabiendo que recibirán 10 latigazos. Les gusta que ella, la patrona, vestida con camisa, chaleco, pantalón y botas negras, les azote. Rhonda lo nota en las terribles erecciones que no puede ocultar la ropa de los vaqueros. Algunos, como Russ, muestran la mancha delatora tras el castigo.

A ella, usar el látigo le deja el sexo lleno de fluidos, y necesita relajarse, eliminar la enorme tensión sexual que le produce azotarles.

Entra en la casa principal, austera y blanca por fuera. En su interior se ve las manos de hombres poderosos influidos por las costumbres musulmanas. Agua, jardines, patios abiertos. Va al baño, que ha preparado Josephine, la conoce muy bien, llevan juntas casi quince años.

Rhonda se desnuda, y se para en la tina donde Jo, como llaman normalmente a la hermosa mulata, le vuelca una jarra de agua tibia.

Jo pasa la mano por la suave piel de la pelirroja, aun más suave por el aceite que derrama sobre su cuerpo. Ve una hermosa mujer de pocos más de 30 años, el cabello de fuego, los ojos verdes, brillantes, ribeteados de enormes pestañas, el cuerpo escultural, los pechos grandes, erguidos, con pezones ,que ahora que está ardiente, semejan puntiagudos picos en las montañas de los senos, la cintura estrecha, las piernas largas. No tiene apenas vello, sólo unos nidos en las axilas y un matojo ondulado en el sexo, como pequeños incendios sobre su piel.

Rhonda, con los ojos cerrados, recuerda la vida con su difunto marido, José Santorcaz. Cuando se casaron, siendo ella una jovencita recién llegada de Irlanda, le dio un consejo: “En esta tierra tienes que hacer bien 3 cosas: montar a caballo, utilizar el látigo y disparar el revolver” Y se lohabía enseñado, igual que la había hecho mujer.

Rememora su noche de bodas, su desnudez ante el hombre fuerte, moreno, una mezcla de caballero y salvaje que la había hecho gozar una y otra vez durante toda la noche. Su inexperiencia le excitaba aún más y contemplar su placer le volvía loco. Sus labios se curvan en una sonrisa de nostalgia. Fueron días y noches en que cogían, hasta que agotados, se quedaban dormidos.

Se habían conocido apenas llegó con sus padres, huyendo del hambre y la persecución religiosa desde la lejana Irlanda. En el viaje largo, cansado, había pasado de la niñez a la adolescencia. Tenía recién cumplidos los 15 cuando D. José Santorcaz había irrumpido en su vida. La vio y decidió casarse con ella, él tenía entonces 30 años, era el hombre más rico de San José, en Texas. El pueblo se llamaba así como homenaje a su familia , que lo había fundado con los franciscanos de la cercana misión, Xosé, en gallego, José en castellano, y Joe para los americanos, era el nombre del primogénito. La colonia española, la época mexicana, la independencia, la incorporación a Estados Unidos siempre los había tenido en el bando ganador, y sus tierras cada vez eran mayores. En la guerra norte – sur fueron neutrales, vendiendo carne y caballos a ambos contendientes, a las posesiones añadieron un importante capital.

Las caricias de Jo la llevaban a la culminación del orgasmo. Pero la mulata no deja de tocarla.

Al año de casados, habían viajado a Nueva Orleáns. Un mundo nuevo de lujo y placer se había desplegado ante ella. Las comidas sofisticadas, la música, el baile, la ropa de lujo. Se dejó llevar por su marido, y conoció y disfrutó de todas aquellas cosas que ni pensó existían. .

Jo fue un regalo de José, que le cambió la vida. Era una mulata hermosa, de color café con leche, con unos enormes ojos negros, apenas dos años mayor que ella. Su marido entró en el dormitorio con la muchacha atada con una soga al cuello.

-“He comprado esta esclava para ti, se llama Josephine. Es maestra en el placer, algo que sólo puedes encontrar aquí, en Nueva Orleans. Es del grupo de mujeres, que desde niñas las preparan para enseñar y hacer gozar. Los dueños de las plantaciones, los muy ricos, las usan para iniciar a sus hijos y a sus hijas. Me la ha vendido su dueño, porque su nuera, celosa, estaba dispuesta a matarla. Había enseñado tan bien a su hijo, que éste, recién casado, apenas hacía caso a su esposa, encoñado con esta mulatita. Conoce todas las técnicas amatorias, te mostrará todos los caminos del placer. Seguro que te gusta, tienes vocación de mujer placentera”-

Y Jo la enseñó, en aquella ciudad de lujo y lujuria, y luego en el rancho. La liberaron al poco de volver a Texas, pero decidió quedarse con ellos, siendo la tercera de una pareja.

Ha tenido dos maestros, su marido y la muchacha, que llenaron su vida de felicidad.

La mano sobre su concha se mueve más rápido y se va en un orgasmo placentero. Jo, como si fuera un bebé, le acaba de aclarar con una esponja.

Se besan, mientras la seca.

La ropa de la pelirroja está sobre la enorme cama con sus columnas de madera, que sujetan la seda que lo cubre y que cae en cortinas , ocultando su interior. La viste para ir juntas a cenar a la casa de Luís, el capataz. Su mujer, Nélida, es una gran cocinera.

La comida ha sido deliciosa, tomates en ensalada, maíz cocido, untado con manteca, pollo en pepitoria, y unos pastelitos borrachos.

Luís parece un sultán con las tres mujeres, pero todos saben quien es la patrona. Les sirven el café, es el momento de repasar el día y hacer los planes para la jornada siguiente.

Cuando el primer José de Santorcaz llegó a Texas con los frailes, le acompañaba un mexicano, el primer Luís, que hacía de criado, pero era su amigo, pues amigo es al que debes la vida. Y se la había salvado en una encerrona, que le preparó el Virrey, para quitar de en medio a un gallego, segundón de una familia noble de España, demasiado ambicioso y mujeriego para tenerle cerca. Mandó cuatro hombres para despenarlo en la posada donde dormía. No contaba con que el hijo del dueño de la misma, avisase al español, y juntos acabaran con sus asesinos a sueldo.

Los aires no eran buenos para ellos en la capital, así que se apuntaron a la expedición de los franciscanos que marchaban al norte.

Desde entonces las dos familias estaban juntas.

Luís, próximo a los cincuenta, fuerte , pero delgado, de pelo negro, con un bigote que cuidaba con esmero, vestía una camisa blanca y un pantalón mil rayas, estaba descalzo, presumía de sus pies, limpios, hermosos, que como Rhonda sabía, era obligación de las mujeres de la casa cuidar, quitando las durezas propias de un jinete.

-“ Rhonda, ten cuidado mañana en San José. El fin de la guerra ha traído mala gente al pueblo. Y es fácil simular un accidente para asesinarte. No hace más de 5 meses que mataron a tu marido, y todavía no sabemos quien fue.”-

Paró para tomar un sorbo de café, lo que aprovechó la pelirroja para decir:

-“Luís, sé que si pudieran me matarían, pero no lograrían nada. Mi hijo, el heredero de la hacienda está en un lugar donde no pueden encontrarle. Tú eres su tutor, y además con Jo, sois los que os quedaríais con todo si nos pasa algo. Y tienes tantos hijos que acabar con ellos sería casi imposible”- al decir la última frase sonrió a Nélida .

La mujer se ruborizó con el comentario, era la tercera mujer del hombre, las anteriores le habían dado cuatro hijos cada una, antes de fallecer. Ella , en sus veinticinco , ya había aportado dos al prolífico capataz.

-“De todas formas, hay que tener cuidado. Mañana diré que te acompañen 2 hombres. No se te olvide de traer café y pólvora, a parte de tus libros, periódicos, y ropa interior francesa.”-

-“ Mucho quejarte y luego bien que te gusta, cuando tu mujer usa esas cositas ”- Rhonda pese a las dificultades que su viudez le ha impuesto, teniendo que llevar una hacienda tan grande , no había perdido el humor ni la picardía.

-“Ten cuidado, en otras zonas han empezado las guerras ganaderas, y San José puede sufrirlas. Y nosotros podemos defendernos pero no atacar. José lo tenía claro, nuestros hombres son una mezcla de apaches y nietos de mexicanos, todos de color, menos los pocos vaqueros que tenemos para los cuernilargos. Y si atacamos, son capaces de mandar al ejército contra nosotros, diciendo que somos asesinos que atacamos a los blancos. Estos yanquis son muy racistas, y “Los 2 Ríos” es un tesoro que ambicionan.”-

-“ No te preocupes, cuando haya que actuar lo haremos. ¿ Has preparado los sementales para Tandy?”-

-“He seleccionado 2, es buena idea venderlos. De ese modo al mejorar la calidad de su ganado, les baja el interés en el nuestro. Ahora con las grandes manadas hasta Austin, da igual lo que se vende. Pero cuando el tren llegue al pueblo, lo que se valorará es la calidad de la carne, y ese es nuestro mercado. No tenemos prisa, y nos conviene que cuando llegue el momento, no ser los únicos que tenemos ese ganado”-

Siguen charlando un rato más, hasta el momento de retirarse.

La casa está solitaria, las dos mujeres se desnudan y se acuestan en el enorme lecho, con las cortinas bajadas, como en un útero, abrazadas, se miman, se besan, les gusta estar juntas, saber que se quieren.

-“ Necesitas un macho”- le susurra Jo a la pelirroja.

-“Lo sé, pero es difícil. Si lo hago con alguien del rancho perdería la autoridad y …”-

-“Y no puedes casarte, sólo tener un amante. Ser dueño consorte del 2R es algo que muchos desean, pero José, el niño, estaría en peligro. Querrían tener hijos contigo, y sería un problema de herencia.”-

-“Hace cuatro meses que no veo al niño. Sé que está donde debe estar, formándose, donde y como quería su padre. Pero es muy duro. Si no fuera por ti, estaría muy sola”-

-“No te pongas triste, anda vamos a llegar al más allá, para dormir más tranquilas”-

Reclinadas una en la otra, los labios unidos, dejan que las manos descansen sobre las vulvas. Los dedos acariciantes, les ayudan a dormir.

 

 

Los disparos les sorprenden. El hombre, sentado a su lado, cae alcanzado por las balas, quedan las riendas sueltas, los caballos asustados arrancan en un galope desesperado. Rhonda las agarra intentando controlar el carruaje. No puede defenderse, sólo intentar huir. El grito tras su espalda y el golpe al caer del coche le indican que está sola frente a sus atacantes. Sus dos acompañantes están muertos. Con una mano guía el tiro, con la otra saca el revolver del bolso.

Un asaltante se acerca para intentar subir al vehículo. La mujer dispara, el hombre cae muerto.

No ve la soga que corta el camino, los caballos tropiezan y carro vuelca.

Caída, dolorida, sin armas, ve a los cinco hombres que la miran desde sus monturas. Un lazo la atrapa. No puede moverse.

-“ Es valiente la puta esta. Se ha cargado a Billy de un disparo.”-

-“ Habrá que domarla. Y que aprenda quien manda. Ponedla en pie”- ordena un hombre en los cincuenta años, rubio entrecano, que parece mandar la partida.

Rhonda les mira con odio. Le escupe cuando se acerca a ella. La golpea con el dorso de la mano.

-“Niña, pórtate bien o lo vas a pasar peor”. -

Sus manos se posan en el pecho y arrancan la botonadura de la blusa. La carne del busto, sonrosada, apenas cubierta por el corsé negro, queda a la vista. Los pechos se mueven agitados por el temor.

-“Está buena. Para pedir el rescate, es suficiente con que esté viva. Mientras podemos divertirnos. No se tiene una hembra así, todos los días.”-

El cuchillo hábil en desollar ganado, rasga la ropa de la mujer, dejándola desnuda.

La tumban en la hierba, tiene los brazos abiertos y sujetos. Manos ansiosas tocan sus senos, aprietan los pezones hasta hacerla gritar. Ante sus ojos, llenos de terror, el jefe de la banda, se desciñe el cinturón , se baja los pantalones, y abre los botones de su ropa interior, sacando una verga endurecida, que apunta como un arma a su rojizo sexo.

-“ Después os toca a vosotros…”-

No puede seguir, un disparo le destroza el hombro . Antes de que puedan reaccionar, los otros cuatro asaltantes ruedan por el suelo alcanzados por las balas.

Rhonda , aliviada por su salvación, se incorpora intentando taparse con los jirones de la ropa. Un jinete se acerca al trote, con el winchister en la mano, guía al caballo con las rodillas.

Para ante la pelirroja semidesnuda, desmonta y sin mirarla, comprueba que los hombres están muertos.

-“ Gracias”-

Asustada y medio desnuda se abraza a su salvador.

Es un joven de mediana estatura, con una camisola y pantalones de algodón. Su piel cobriza indica su raza, es un apache que la protege entre sus brazos.

-“Luís me pidió que te vigilara, tenía miedo que te ocurriera algo así. Están ocurriendo cosas malas y debemos cuidarte. Eres mi madrina, y además la muralla que defiende nuestro pueblo”-

-“Agustín, ¿ cómo está mi hijo?”-

-“Bien, haciéndose un guerrero. Vamos a ver qué nos dice el jefe de tus atacantes.”-

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Le gusta cabalgar, sentir el aire en su rostro. Con sombrero, pantalones, camisa y chaleco, tapada con el poncho, parece un hombre que sube las montañas camino del campamento apache. Ha pasado el desfiladero que da seguridad a los indios, y ve el valle verde, recorrido por el río que nace entre las rocas. Las tiendas, mezcladas con algunas cuevas son el lugar donde los apaches viven tranquilos. Se mezcla el ganado: ovejas, cabras y algunas vacas con los pequeños huertos.

El ruano se acerca al trote hacia la única cabaña del poblado, sale un niño, que no llega a los 10 años.

Mamá….. mamá”- grita.

Rhonda salta, más que baja, del caballo para abrazar a su hijo. Mientras lo cubre de besos, recuerda que está incumpliendo la norma: el niño tiene que aprender a ser fuerte y no dejarse llevar por los sentimientos para prepararse para ser un guerrero. Así que le deja marchar con pena para que vuelva con sus compañeros. Francisco, el jefe apache, se acerca a ella y la saluda con cariño, se conocen de hace muchos años, y al indio siempre le ha agradado la pelirroja que mezcla feminidad y fuerza. Ahora, viuda, admira como está manejando los ataques a la hacienda, sabe que la tranquilidad de su pueblo depende de esa lucha, pues si los Santorcaz pierden la batalla, acabará la paz de la tribu, ya que intentarán echarlos del pequeño paraíso donde viven y como otros tendrá que empezar una guerra que diezmará a su gente.

-“Agustín , me ha contado lo que ha pasado y tus planes de venganza , ahora que crees saber quien está detrás del asesinato de tu marido. Me preocupa que seas tú, mi hermana Cabello de Fuego, la que tengas que ser la cara que da la batalla. Hay una manera de ayudarte sin levantar sospechas en el hombre blanco. Para los ataques, mis guerreros irán vestidos con uniformes sudistas viejos, de modo que crean que somos una banda como la de Quantrell, que busca seguir la guerra. No habrá que dejar a nadie vivo, pero si nos ven de lejos, nadie pensará que somos apaches. Tendremos que recoger a nuestros heridos y muertos. Podemos disfrazar a 10 hombres, que harán mucho daño”-

-“Francisco, como siempre tu astucia se adelanta a mis ideas. Pero si les robamos mas ganado hay un riesgo que logren seguir vuestras pistas hasta acá. No saben que existe este valle, es vuestro refugio y hay pequeños y mujeres que en un ataque pueden verse afectados. Habrá que pensar en qué otros puntos podemos golpearles.”-

El jefe la mira sonriendo, le divierte la capacidad de razonar de la mujer, quiere que sea ella la que lo proponga, así que espera que Rhonda continúe.

-“Habrá que destruir y matar, la ganancia la tendremos al final de la lucha. Y es básico que nadie sospeche de nosotros, de cara a todo el mundo es un asuntos entre yanquis.”-

-“Mi hermana ha hablado con lengua sabia. Para recoger hay que sembrar, y para que el arbolo crezca hay que podar. Mientras nos avisa Agustín, ven y come algo conmigo.”-

 

 

El trote del caballo le ayuda hacer la digestión de las deliciosas tortas con venado que ha compartido con Francisco, marcha camino de donde Agustín la espera con el traidor entre sus hombres, descubierto tras interrogar al jefe de la cuadrilla que la atacó. Siente un cosquilleo en el sexo que acentúa el golpeteo de la silla en su concha al cabalgar. Desde la pequeña loma ve a indio y a su prisionero, pero descubre algo más: un hombre con un rifle apostado tras una roca , se da cuenta que está afinando la puntería para no errar el disparo. Para el caballo mientras saca con rapidez su whinchister y sin perder tiempo dispara. El hombre da un salto por el impacto de la bala y cae al suelo.

Agustín descubre que Rhonda le ha salvado la vida y monta para acercarse al cadáver del que iba a atacarle. Llega al tiempo que la pelirroja.

-“Madrina, me has salvado la vida. Está malherido, algo nos `podrá decir”-

-“Tu lo hiciste el otro día, estamos a la par”-

-“Nunca podré estar a la par tuya, por eso sabes que te serviré toda siempre.”-

A Rhonda le encantan las palabras del indio, y piensa en las mil diabluras que podría pedirle, pero sabe que ahora tiene que sacar toda la información al prisionero, así que ayuda a cargar al moribundo y al paso se acercan a donde Russ , el joven que la deseaba y había azotado, se encuentra atado. El sobreviviente por horas de su ataque había confesado que el cómplice dentro del rancho era el joven.

Cuando ve los dos cuchillos, uno en el fuego y el otro junto a los pies del prisionero atado, pregunta para que son.

-“Uno corta y el otro evita la hemorragia, así puede prolongarse la tortura hasta que el hombre no resista mas. Mira..”-

El cuchillo rasga la carne del muslo, Russ chilla al sentir el fluir su sangre, pero el grito se convierte en aullido cuando la otra hoja quema la carne.

-“¿ Quieres probar tú?”-

Rhonda está empapada cuando repite la operación. Se ha quitado el poncho y los pezones parecen querer romper la blusa. Agustín huele la excitación de la hembra y no puede controlar la terrible erección que prácticamente acampana sus pantalones.

-“Sigamos.. tiene que contarnos todo”-

 

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.

 

Le ha costado contenerse durante toda la reunión en la que han preparado el plan de ataque de los días siguientes, por fin se quedan solas las dos mujeres. Jo conoce muy bien a Rhonda , por eso no se extraña cuando la pelirroja se desnuda rápidamente y tumbada en la cama, abierta de piernas, le pide con una voz ronca que le sale de los ovarios:

-“Empúñame.”-

La mulata se le acerca y tantea con el índice y el corazón la puerta empapada, no le cuesta introducirlos, después con el pulgar apoyado en la palma mete toda la mano. Rhonda gime al sentirse llena y chilla cuando se el puño se cierra y todo la vagina lo enguanta. Después se relaja cuando los dedos se abren y cierran en su feminidad y le acarician el punto G. Jo se excita con la lujuria de su compañera, y cuando tras el largo manipular ve como se va una y otra vez , sigue hasta que comprende que no puede tener mas orgasmos sin desmayarse. Entonces con cuidado retira el puño de su interior.

-“Gracias, lo necesitaba. Ven acá mi vida”- Rhonda alarga los brazos para recibir a Jo , que se ha quedado con un fino camisón que trasluce su piel morena.

-“Rhonda, yo quiero mimos, ternura.”-

Y ternura y calor es lo que le transmite la lengua de la pelirroja cuando recorre toda su piel, recalando en su concha que esperaba ansiosa.

 

 

 

 

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