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La decisión de Carmen 5

en Dominación

-          Bueno, ya hemos llegado -anunció Ama Eliana cuando abrió una de las puertas del segundo piso- esta es mi habitación favorita de la casa- comentó la mujer mientras Carmen la seguía de rodillas.

La sumisa, pese a sentirse un poco asustada, entró después de la Domiante y esperó a que esta última encendiese la luz. Toda la sala se iluminó y entonces Carmen pudo ver todo lo que la rodeaba: la pared de la derecha estaba totalmente repleta de látigos, fustas, cuerdas, máscaras… la que tenía en frente seguía adornada por los mismos artilugios, pero gran parte de la misma estaba ocupada por una gran ventana que a juzgar por la nitidez con la que se oían las risas de los dominante y los gritos de dolor de Erika, la sumisa rebelde de Ama Eliana, debía de dar al jardín trasero. En la pared de su izquierda pudo ver que había pegada una cruz en la que había unos grilletes, era la primera vez que la sumisa veía un artilugio como aquel y la intimidó bastante, al igual que lo hizo el potro que había en mitad de la estancia y las cadenas con grilletes y las poleas que había en otro rincón de la habitación.

-          ¿Nerviosa, esclava?- le preguntó Ama Eliana después de cerrar la puerta tras ella.

-          Sí Señora- respondió la muchacha, que no podía ocultar del desasosiego que la producía estar con aquella mujer a solas rodeada de tal cantidad de instrumentos de tortura.

-          ¿Por qué está asustada?- preguntó la mujer sentándose en una silla que parecía un trono.

-          Por que no sé lo que va a hacer conmigo, Señora Eliana- respondió la sumisa rápidamente sin levantar la cabeza.

-          Tranquila, si lo que te asusta es que te trate con tanta dureza como a Erika, puedes estar tranquila- dijo sonriendo- comienza por descalzarme esclava.

Carmen al oír la orden se acercó obediente a la Dominante y con sus manos comenzó a retirar con delicadeza los zapatos del Ama. Tenía unos pies delgados, de dedos finos y con uñas pintadas de color negro.

-          Bésalos- ordenó y la sumisa agachó la cabeza hasta dar un beso en los pies de la mujer- ¿Te gusta esto, perra?

-          Sí señora- respondió la sumisa, no era del todo verdad, pero tampoco mentira. Poco a poco estaba acostumbrándose a aquella vida de servidumbre y humillación.

-          Eso está bien- comentó la mujer mientras se levantaba de su trono. Después se inclinó un poco para coger la correa de la sumisa y tiró de ella hasta llegar a la cruz.- ¡en pie, perra!- ordenó y Carmen se levantó rápidamente.

La mujer la miró de arriba a bajo y sonrió complacida con el cuerpo de la joven, pero tampoco se recreó mucho en el. Eliana cogió cada extremidad de la sumisa y la colocó en el instrumento, con los brazos en cruz y las piernas separadas. La sumisa escuchó con miedo cada uno de los cuatro grilletes cerrarse, que dejaban sus brazos y piernas inutilizados.

-          Así me gusta. Totalmente indefensa para mí- dijo la mujer encantada de tener a la joven a su merced- ¿estás lista para ser sometida?

-          Sí Señora- respondió la sumisa, que sabía que era la única respuesta valida en aquella situación.

-          Antes de comenzar te aviso que yo no soy un Ama como la tuya, sé que Sara es dulce contigo y te procura placer de vez en cuando, conmigo no lo esperes. Los sumisos para mí son objetos para mi placer, nada más. ¿Has entendido, puta?- preguntó con dureza.

-          Sí Señora Eliana, entendido- respondió Carmen cada vez más nerviosa.

-          ¿Ya has mezclado dolor y placer con tu Ama, perra?

-          Sí Señora- dijo la chica

-          Esta noche también lo haremos, pero de un modo diferente, tú sentirás todo el dolor y yo todo el placer- le dijo la mujer con una sonrisa en los labios y con la mirada fija en los ojos de la esclava. Mirada que Carmen no pudo sostener por mucho tiempo.- Puta ¿Quién te crees que eres para retirarme la mirada?- le preguntó Eliana enfadada cruzando la cara de la sumisa de un bofetón.

Carmen no sintió casi el dolor debido a la inmensa humillación que le produjo ser abofeteada como una cría, de todos modos, se tragó su orgullo, si la quedaba algo, y se dispuso a disculparse mirándola a los ojos, pero lo que salió de su boca fue un fuerte grito producido por un intenso dolor en lo pezones provocado por que su Dominante había arrancado de un tirón las pinzas unidas por una cadena que apretaban con saña sus pezones.

-          Siento haberla retirado la mirada, Señora Eliana- dijo la sumisa después de conseguir parar de gritar pese a todavía sentir un intenso dolor en los pezones.

-          Me conformaré con este pequeño castigo- dijo la mujer tirando las pinzas al suelo- las tenías poco apretadas, tampoco he tirado tan fuerte. Luego te pondré unas que no se quitarán tan fácilmente.

Eliana se acercó lentamente a la sumisa, concretamente a sus pecho los cuales agarró con sus manos primero y comenzó a arañándoselos después, de arriba a bajo, lentamente y cada vez clavando más las uñas. Mientras lo hacía los ojos del Ama estaban clavados sobre los de la sumisa, Carmen trataba de disimular el creciente dolor mientras no retiraba los ojos de la mujer, no quería llevarse otra bofetada por insolente.

-          ¿Te duele esto, esclava?- preguntó la mujer cuando vio los surcos rojos en la piel de la joven.

-          Sí Señora Eliana- respondió reflejando en su rostro el dolor.

-          Así me gusta- dijo mientras se quitaba el vestido.

Carmen no pudo evitar mirar a la mujer, parecía una autentica diosa, vestía un conjunto de sujetador y braguitas rojos realmente provocativo. Eliana tenía un cuerpo bastante bronceado, de un modo muy uniforme, sin ninguna mancha de piel blanca. El Ama al ver la mirada de la sumisa sonrió y se metió una mano por dentro de la braguita acariciando su sexo.

-          Mira lo caliente que me pone hacerte sufrir- le dijo mientras pasaba la mano humedecida por sus fluidos por el rostro de la sumisa, hasta acabar en el interior de su boca.- ¿está rico putilla?

-          Sí Señora Eliana- respondió después de tragar los dulces fluidos de su Ama temporal.

-          Si fueses mi esclava sería lo único que tomarías, a todas horas- le dijo mientras se daba la vuelta para caminar lentamente a la pared en la que estaban colgados todos los instrumentos de tortura.

El corazón de Carmen comenzó a latir con fuerza cuando vio entre las manos de la mujer toda clase de herramientas, la primera que cogió fue un látigo bastante largo que hizo restallar contra el suelo mirando el cuerpo de la chica. Carmen sintió miedo al ver la sádica expresión de su rostro, pero finalmente lo dejo. Sus pulsaciones se intensificaban cuando veía que la Dómina cogía algún látigo o fusta de aspecto peligroso y se ralentizaban cuando optaba por otra cosa. Finalmente la mujer se acercó con un par de pinaza unidas por una cadena, pero diferentes a las que había llevado hasta aquel momento.

Las pinzas que llevaba Eliana en la mano era muy grandes, de un tamaño similar a unas normales de la ropa, pero mucho más gruesas, además la cadena que las unía estaba formada por unos eslabones mucho más gruesos y aparentemente resistentes.

El Ama antes de colocar las pinzas mordió los pezones de la sumisa con energía, sus dientes perfectos se clavaron con fuerza y no paró hasta escuchar un grito bastante alto de la sumisa. Una vez satisfecha con el sufrimiento causado comenzó a pinzar los pechos de la joven, que gritó de dolor al sentir la presión, nunca había sentido tanta.

-          Sabía que te dolería- comentó la mujer mientras tirando de la cadena de la joven lograba levantar los pechos de la sumisa- es lo que tienen los pezones rosaditos como los tuyos, sienten casi cualquier cosa, pero tranquila lo que te oprime está cubierto con plástico, así que no te dejara marcas, no quiero que Sara se enfade por que rompa su juguete.

Eliana estuvo balanceando los senos de la sumisa, de arriba a bajo, de un lado a otro… siempre tirando de la cadena y poco a poco haciendo gemir a la sumisa de dolor. Aquello pareció complacer a la mujer que soltó la cadena de golpe.

-          Dime esclava, ¿tienes suerte?- preguntó.

-          A veces Señora- dijo la chica parpadeando rápida para librarse de una lágrima que se la había escapado.

-          Ahora lo veremos, me encanta jugar con mis perritos y perritas, dime un número del 1 al 20 esclava.- Carmen que no sabía a que venía aquello contestó al azar.

-          El 12 Señora

-          ¿Por algo en particular?

-          No Señora, ha sido el primero que se me ha venido a la cabeza.

-          Muy bien- y sin más charla se dio la vuelta para regresar al muro en el que se exponían todos los artículos sado. La mujer contó desde el lado derecho, hasta que llegó al que ocupaba el puesto número 12.

Eliana se dio la vuelta cortando el aire con la fusta que había elegido, era bastante larga, de unos 70 centímetros, de color negro y acabada en una manita pequeña. Sabía que aquel artilugio en manos de su Ama Sara sería algo posiblemente excitante, pero verlo en las de Eliana la hizo sentir indefensa y sentenciada a un doloroso castigo.

-          Has tenido bastante suerte, no es para nada la fusta que más daño hace- comentó mientras se acercaba a la sumisa dándose golpecitos en la mano con la fusta, hasta que sin previo aviso descargó el primer golpe sobre la cara interior de uno de los muslos de Carmen.- ¿ves como no es de los que más daño hace?- preguntó la mujer con una sonrisa.

-          Sí Señora- respondió la sumisa después de soltar un gemido de dolor.

-          Ahora la duda que tengo es cuantos golpes debería darte para ir calentando- comentó la mujer acariciándose la barbilla con el mango de la fusta- bueno ya veré según como aguantes estos.

Sin más dilación la mujer comenzó a fustigarle todo el cuerpo. Comenzó por los pechos, que sin duda eran la parte más dañada en aquel momento, tenía los senos marcados por arañazos y pinzados con mucha más fuerza que a la que estaba acostumbrada. La sumisa no tardó en gritar de dolor, pero aquella reacción no hizo más que excitar a Eliana que siguió golpeando aún con más saña.

-          Ya están-dijo la mujer acercándose de nuevo a Carmen y tirando de la cadena hasta levantar los pechos de la sumisa, el dolor fue mucho más intenso que la vez anterior y el gesto de dolor también- los 30 primeros. Ahora bajaremos un poquito- dijo colocando la fusta entre los dientes de Carmen para que la sostuviese.

La sumisa sintió miedo, pero mordió la fusta cuando Ama Eliana se la colocó frente a la boca. Tenía los pechos más doloridos que nunca y estaba comenzando a sudar por el nerviosismo y la respiración acelerada que la producía recibir tanto dolor.

Ama Eliana por su parte no se dirigió a la pared de los látigos y fusta, sino que se quitó el sostén. Tenía unos pechos de los que Carmen sintió envidia al momento, eran grandes, firmes, con grandes pezones marrones y perfectamente bronceados.

-          ¿Te gustan, perra?- Carmen con la boca ocupada no pudo más que asentir- no me extraña, ahora espera y verás- dijo la mujer acercándose a la ventana y haciendo tocar una campana que había en la repisa de la ventana- son para avisar a mis sumisos necesito la ayuda de uno de ellos, pero tranquila, no hará nada contigo, Sara ya me ha dicho que no quiere que te junte con ningún hombre, al parecer quiere hacerte lesbiana como ella.

La puerta fue golpeada en un par de ocasiones con delicadeza y Carmen se sorprendió, fuese cual fuese el sumiso que había llegado era muy rápido. Eliana dio orden de pasar y entró David su altísimo sumiso, que visto desde aquella posición a Carmen la pareció aún más alto de lo que había esperado, aunque nada más entrar se arrodillo.

-          ¿Desea algo Ama?- preguntó desde el suelo.

-          Sí, ve instalando el falo mientras voy a por una de mis herramientas especiales- dijo la mujer dirigiéndose a la puerta.

La sumisa al oírlo volvió a preocuparse, no tenía ni idea de lo que era el falo, pero pronto lo iba a averiguar. David tan pronto su Ama abandonó la estancia cogió un cilindro de cuya base salían 4 patas que lo mantenían en pie. Verlo sembró el desasosiego en la muchacha, aquel cilindro era tan grande que aquel hombretón casi no era capaz de rodearlo con sus dos manos, solo imaginar aquel falo entrando por su sexo la intimidó, pero se tranquilizó un poco cuando vio que el montaje del aparato aún no había terminado. A un lado del cilindro había una manivela que el sumiso comenzó a girar, Carmen pudo comprobar como de este salía una barra de hierro que a cada vuelta quedaba más u más alta.

-          Pon uno no demasiado grueso pero que sea bastante largo- le dijo Ama Eliana nada más regresar, con lo que el sumiso se movió rápido para coger un dildo de la pared; uno color negro de uno 25 centímetros y de un groso algo inferior a un bote de refresco.

Una vez lo tuvo montado, el sumiso levantó a pulso el aparato y lo colocó entre las piernas de Carmen, que sintió el consolador rozando su sexo.

-          Comienza a metérselo, esclavo- ordenó la mujer y el sumiso se arrodilló para comenzar a dar vueltas a la manivela del aparato.

Carmen notó como el consolador comenzaba a abrirse paso dentro de ella como si de un gigantesco talado de tratase. Su cuerpo comenzó a acalorarse cuando sintió la mitad del dildo dentro de ella acariciando a cada vuelta su interior, pero fue algo momentáneo. Llegados a un determinado punto, cada giro que daba el falo dentro de ella la producía más y mas dolor, pero no gritó, no podía abrir la boca, estaba segura de que si lo hacía y la fusta caía recibiría un castigo adicional. Así que trató de ponerse de puntillas, pese a saber que con unas pocas vueltas más podría llegar al final de su sexo si lo deseaba.

-          Una más y para- ordenó la mujer, y David cumplió la orden girando por última vez la manivela- ¿Había alguien llegado tan al fondo de tu coño de zorra?- la sumisa a la que se la habían escapado ya un par de lágrimas de dolor negó con la cabeza- puedes gemir y gritar cuanto quieras, solo pararé si dices tu palabra de seguridad. - le dijo la mujer mientras quitaba la fusta de los dientes de la sumisa y hacía una señal a su esclavo.

David rápidamente se arrodilló a los pies de su dueña y tan solo usando sus dientes retiró la braguita que cubría el sexo del Ama. Carmen no pudo llegar a ver como era, porque el esclavo no se quitó de en medio y comenzó a darla sexo oral sobre su vagina, ante lo que el rostro de la mujer mostró un inmenso placer.

Aquel placer no fue más que dolor para Carmen, la fusta era lo suficientemente larga como para que Ama Eliana llegase a cualquier zona de la sumisa sin siquiera moverse. Como había hecho hasta aquel momento se cebó con sus senos, que ya estaban cubiertos de marcar rojas, tanto de uñas como de fusta y mostraban unos grandes pezones amoratados que la dolían cada vez que se movía a causa de los movimientos que  hacía tras cada golpe. Pero la Dominante metió una variación golpeando también las caras interiores de sus muslos, la primera vez que lo hizo la sumisa gimió de dolor y no pudo evitar moverse, pero en las siguientes fue más cuidadosa ya que el dolor que sintió en el interior de su sexo fue atroz.

-          Suficiente- dijo la mujer golpeando el trasero de su esclavo con la fusta, Carmen se alegró de oír aquello, estaba muy dolorida por todo el cuerpo y necesitaba terminar con aquello- ya hemos acabado los preliminares, ve a prepararte para follarme- le dijo a su esclavo que se levantó con lentitud- Bueno esclava Carmen- dijo la mujer mientras se daba la vuelta para coger un nuevo aparato- estoy cumpliendo con todo lo que tu Ama me dijo, nada de sangre, ni heridas que te queden más allá de esta noche, ni juntarte con hombres, pese a que me encantaría hacerlo me estoy divirtiendo mucho contigo.

David no tardó en regresar, pero no estaba listo como la sumisa había imaginado cuando le dijo su Ama que se preparase para follarla. El altísimo sumiso se había colocado un arnés como el que Ama Sara había usado la primera vez que la folló. En una mujer a Carmen le parecía algo poderoso, pero en un chico, le dio la sensación de ser algo humillante. Ama Eliana se colocó frente a su sumiso con lo que la esclava pudo ver la desnudez de su Dominante.

-          Ahora cógeme esclavo, si consigues que me corra teniéndome en brazos te dejaré follar esta noche con alguna sumisa, permitiéndote correrte- le dijo con una sonrisa.

Al parecer aquello era un gran aliciente para el sumiso que cogió a la mujer en vilo y lentamente comenzó a meterla el dildo que le colgaba de la cintura por su sexo rasurado. La fuerza con la que el esclavo comenzó a subir y bajar a su Ama sorprendió a la sumisa.

-          Ve más despacio esclavo, quiero disfrutar de esto- dijo mientras se pasaba de una mano a la otra un aparato de forma rectangular, y que acababa en una punta dorada cilíndrica del tamaño de un cigarrillo.

-          Lo siento Ama Eliana- se disculpó el sumiso moviendo a su Ama de arriba a bajo con mayor lentitud.

-          Esto va a ser delicioso, un sumiso agotándose físicamente para darme placer, y una perra novata a la que torturar para mi disfrute. ¡Comencemos!- dijo sonriente.

La punta dorada del nuevo instrumento de su Ama recorrió el cuerpo de la sumisa que lo miraba sin saber lo que era, sentía la fría punta recorriendo todo su cuerpo, desde sus senos, en los que se entretuvo, hasta llegar a su clítoris donde se paró unos segundo. La sumisa comenzó a disfrutar de la situación, y pensó que Ama Eliana no iba a ser tan cruel con ella como la había anunciado. Manteniéndose de puntillas y muy quieta era capaz de no sentir el dolor que el dildo la producía, pero estaba totalmente equivocada.

Un potente chispazo sobre su clítoris la hizo volver a la realidad gritando de dolor, el aparato que Ama Eliana portaba entre sus manos la había dado una ligera descarga en una de las zonas más sensibles de su cuerpo, provocando que la sumisa se moviese violentamente y el falo se clavase más profundamente en Carmen, lo que la hizo gritar como no había gritando nunca.

La sumisa trató de volver a ponerse de puntilla para que el dolor remitiese y la profundidad hasta la que llegaba el dildo dentro de ella fuese menor, pero la sonrisa sádica de Eliana la hizo saber que eso no sería fácil, cada vez que la sumisa trataba de ponerse de puntillas recibía una nueva descarga, tanto en su clítoris como en las caras interiores de sus muslos, ante la que volvía a poner las plantas de los pies en el suelo, con lo que el consolador llegaba hasta el fondo de su ser, haciéndola gritar de nuevo.

Eliana mientras hacía sufrir a la sumisa reía y gemía alternativamente. Cuando el Ama finalmente vio que la voluntad de la sumisa de tratar de elevarse más de lo que ella quería había sido quebrada comenzó a usar su aparato eléctrico por otras zonas del cuerpo de Carmen. La siguiente zona a la que se dirigió fue a los maltratados pechos, centrándose en las puntas de los pezones que estaban atrapados por pinzas. La muchacha siguió gritando de dolor, tan alto, que casi no oía los constantes gemidos de la mujer, Carmen consideró una buena señal aquello y se ilusionó de nuevo cuando escuchó hablar a la Dominante entre jadeos.

-          Puta… estoy a punto… saca la lengua- ordenó y Carmen, que sabía que no obedecerla estando tan cerca del orgasmo podía darla problemas sacó la lengua sin pensarlo.

La descarga eléctrica se trasladó por toda su lengua y gritó de dolor, pero en esta ocasión el grito fue tan alto como el de Eliana que gimió de placer. Por fin se había corrido.

La lengua de Carmen se quedó paralizada por unos momentos, pero sintió alivio cuando vio que Eliana pisaba el suelo y soltaba el aparatito eléctrico para dejarlo caer al suelo.

-          No has estado mal perra- le dijo a la sumisa acercándose a ella y mordiéndola el labio inferior- y tu tampoco David- le dijo mientras comenzaba a ponerse toda su ropa con el sumiso asistiéndola- cuando la desates y desmontes todo esto baja al salón y búscame para que abra tu dispositivo de castidad- le dijo a David desde la puerta- espero que podamos repetir esto pronto esclava.

Carmen sintió un gran alivio cuando el falo que llegaba hasta el fondo de su ser comenzó a salir poco a poco. Una vez abandonó su cuerpo por completo David abrió los cuatro grilletes que retenían a la esclava y ella misma se retiró las dos pinzas de los pezones.

-          Yo voy a ir bajando ya- le informó el sumiso a Carmen mientras esta se acariciaba los pezones tratando así de mitigar el dolor- puedes quedarte y descansar un poco antes de bajar si quieres- le sugirió al ver lo agotada que estaba.

-          Gracias- dijo la sumisa sentándose en el suelo para tratar de recuperar fuerzas.

Estuvo allí sentada durante unos minutos, aún no se sentía con fuerza como para bajar a los pies de su Ama y pasarse lo que quedaba de noche de rodillas. Sabía que tampoco podía quedarse allí demasiado, su Ama era comprensiva, pero estaba segura de que la castigaría si la hacía esperar.

-           No has dicho la palabra de seguridad, estoy impresionada- comentó Ama Sara mientras entraba en la habitación.

-          Ama- dijo la sumisa sorprendida mientras trataba de ponerse a cuatro patas.

-          Quieta Carmen, tranquila- la dijo con una sonrisa- recupera fuerzas, has pasado una dura sesión. ¿Te gustó la experiencia?- preguntó mirando fijamente a la sumisa mientras esta apoyaba la espalda sobre la cruz en la que minutos antes había estado atada.

-          Me ha dolido mucho Ama- respondió la sumisa- no esperaba que fuese tan dura.

-          ¿Y por qué no dijiste la palabra de seguridad?- quiso saber la mujer.

-          No quería defraudarla Ama- contestó la sumisa.

-          Eres una buena sumisa- dijo la mujer acuclillándose y levantándola la cabeza para mirar fijamente a los ojos- mañana te daré todos los orgasmos que hoy te han sido negados.

-          Gracias Ama- dijo la sumisa que realmente estaba necesitada.

-          Además  toma esto, es para ti- dijo Sara sacando de su escote un sobre blanco- me lo ha dado Eliana por lo satisfecha que ha quedado contigo, dice que eres una de las esclavas más tiernas que ha sometido.

-          ¿Qué es esto Ama?- preguntó la sumisa mientras abría el sobre, había unos cuantos billetes de 100 euros.

-          Me lo ha dado para mí por adiestrarte- explicó la mujer- pero yo no quiero lucrarme contigo, tan solo que seas una buena sumisa para mí. Además a ti te hará más falta que a mí.

-          Muchas gracias Ama- dijo la sumisa sin poder contener las lágrimas, su Ama era muy buena con ella. Sabía de Dominantes que usaban a sus sumisos para sacar beneficios, pero su Ama Sara no era así con ella- Me alegro mucho de ser su sumisa- dijo de todo corazón.

-          Pues lo vas a poder ser durante mucho tiempo- dijo la mujer secando las lágrimas de la sumisa con el dorso de la mano y sonriéndola encantada por el comportamiento de su esclava.

Continuará…

Agradeceré comentarios y sugerencias   

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