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Irene la luchadora 3: entrenamiento.

en Dominación

-         ¿No quieres que te acerque a casa?- le preguntó Verónica mientras abría la puerta de su modesto vehículo. Irene sonrió sin demasiadas ganas, tenía hambre y sí quería que le acercase, pero le había prometido a Xana, su mentora, que el trayecto que había desde su casa hasta la facultad lo haría a pie.

-         No gracias, hoy me apetece dar un paseo- dijo la chica mientras comenzaba a caminar en dirección a su casa.

 

Xana se había metido en su vida más de lo que esperaba, aparte de aquella imposición de recorrer los casi 3 kilómetros que había desde su casa hasta la facultad había que sumarle que todas las tarde tenía que estas con aquella luchadora un par de horas, una de gimnasio en la que hacía toda clase de ejercicios de flexiones, pesas, abdominales… y otra media hora mínimo corriendo por el parque que separaba el gimnasio al que acudía de la casa de Xana, al ritmo que la mentora imponía que era realmente fuerte, y finalmente otra media hora en casa de la asiática en la que esta le enseñaba haciéndola padecer una gran cantidad de llaves de inmovilización.

 

Irene sabía que con todo aquel tiempo que le dedicaba a su formación como luchadora sus notas se iban a resentir, aunque ya estaba tratando de hacer una nueva organización de sus estudios que implicaba quedarse por la noche estudiando un par de horas, perdiendo un par de horas de sueño. La muchacha tenía la esperanza de que una vez su cuerpo alcanzase un tono muscular que Xana considerase adecuado tan solo tendría que hacer ejercicios de mantenimiento y así poder estudiar también por la tarde.

 

Irene llegó a su piso jadeando, cansada debido a que había subido los cinco pisos de escaleras a pie. Xana le había dicho que aquello sería bueno para su entrenamiento, que todo lo que pudiese evitar hacerlo por el camino fácil le acercaría más rápidamente a ser una buena luchadora.

 

A la muchacha no le dio tiempo a casi nada después de tener que hacerse la comida, comer y fregar los platos pudiendo tan solo releer lo que había visto aquella mañana en la facultad.

 

Por primera vez desde que había comenzado con aquel entrenamiento que tanto tiempo la quitaba, a la chica la entraron ganas de llorar, cada vez veía que lo que tenía que estudiar tenía un mayor volumen y los exámenes estaban cada vez más cerca, aun así trató de calmarse y salir fuera para dirigirse al gimnasio donde Xana ya debería estar esperándola.

 

A diferencia de cuando tenía que ir a la facultad, el gimnasio estaba bastante más lejos, con lo que Xana le permitía tomar algún medio de transporte, pero en aquella ocasión no fue necesario que la muchacha eligiese entre el metro o el autobús. Xana estaba dentro de su vehículo esperándola.

 

-         ¿Qué tal está mi estudiante favorita?- preguntó la asiática sonriendo una vez Irene se introdujo en el coche después de meter su bolsa de deporte en el maletero.

-         Bien- mintió la muchacha que no quería aburrir a Xana con sus problema- ¿y tú?- se interesó.

-         Como una rosa, como siempre- dijo sonriendo mientras arrancaba el coche para dirigirse hacia el gimnasio en el que daría su entrenamiento diario a Irene.

 

La tarde en el gimnasio fue bastante intensa, como todos los días, ya que Xana mantenía a Irene siempre muy cerca de ella, con lo que en entrenamiento de la muchacha siempre estaba controlado por la experta luchadora que apenas la dejaba tiempo para descansar entre ejercicio y ejercicio.

 

Como siempre, después de la intensa sesión de ejercicio, Irene salió mucho más agotada y sudorosa que su mentora, aunque la joven poco a poco se iba acostumbrando a aquella frenética tabla de ejercicios.

 

Irene, al estar aquella tarde casi media hora más en el gimnasio y estar el coche esperándoles fuera, pensó que Xana quizás fuese a suprimir su sesión de correr por el parque hasta llegar a la casa de la mujer. Pero se llevó un disgusto cuando Xana le dijo que efectivamente iba a ser suprimida la sesión de footing, pero solo para ella, Irene debería ir corriendo a su casa mientras ella tomaba el coche para llegar hasta allí.

 

La muchacha trató de buscarle el lado bueno a aquello considerando que sin Xana podría ir a un ritmo menor, pero sus opciones de encontrar un lado bueno a aquella situación se desvaneció cuando la experta luchadora sacó un cronómetro de la guantera que marcaba una cuenta atrás de 30 minutos.

 

-         Te quiero en mi piso en 30 minutos- dijo sonriendo mientras le colgaba el cronómetro al cuello- si no lo consigues ya me pensaré que hacer contigo.

 

Irene, que desde que había comenzado su entrenamiento con Xana no había visto a la mujer tan estricta, comenzó a correr rápidamente hacia el lugar donde se encontraba la casa de su entrenadora personal.

 

Pese a que el inicio de la chica había sido rápido, el cansancio acumulado durante la tarde no tardó en hacerse patente, teniendo la muchacha que parar para tomar resuello mientras observaba como el cronómetro seguía con su cuenta atrás, mostrándola a Irene cada vez que lo miraba que aquella tarde no lograría conseguir el objetivo que Xana le había marcado.

 

Irene llamó al portero automático del elegante edificio en el que vivía Xana con casi 5 minutos de retraso. La muchacha, que ya estaba bastante roja debido al esfuerzo también se puso un poco más cuando después de ser observada con intensidad por un par de chicos se dio cuenta de que estos observaban sus erectos pezones marcados en el sujetador deportivo que llevaba.

 

La chica se echó un vistazo en el ascensor y agradeció que ninguno de los dos chicos montase con ella, ya que habría pasado una situación aún más embarazosa. Irene se ajustó bien la coleta que se ponía cuando había ejercicio para que el pelo no le molestase, se acarició un poco los pezones para calentarlos y que estos redujesen su tamaño, no logrando ningún resultado, y echó un último vistazo a su cuerpo, que pese a que por dentro estaba ganando resistencia por fuera casi estaba como el primer día, quizás un poco más duro.

 

-         Llegas tarde- le dijo Xana desde el umbral de la puerta de su casa.

-         Lo siento- dijo Irene jadeando aún un poco por el esfuerzo- el próximo día trataré de ir más rápido.

 

A Xana, que le agradaba la actitud de superación de su discípula aceptó sus disculpas con una sonrisa y la invitó a pasar.

 

La casa de la asiática era bastante amplia, con una enorme sala de estar en la que destacaba una enorme televisión de plasma y un amplio sofá tapizado en cuero negro, una gran alfombra que colores vivos, una mesita de cristal en el centro de la estancia, cuadros por las paredes… Irene, que ya había estado allí en más de una ocasión sabía que también tenía una gran terraza, una cocina perfectamente equipada, un cuarto de baño común y otro en la habitación en la que Xana dormía… en definitiva una casa realmente lujosa.

 

Como siempre que iba a aquella casa, Irene fue guiada por su anfitriona a una habitación cuya cortina frente a la ventana estaba casi siempre corrida para que desde el exterior no se pudiese ver lo que en ella guardaba Xana. La mitad derecha de la sala estaba ocupado por una serie de máquinas de ejercicios: cinta para correr, banco de pesas, bicicleta estática… y en la mitad izquierda había un par de colchonetas en el suelo sobre las que Irene trataba de vencer a su mentora o al menos acercarse al nivel de esta. En la zona de las colchonetas pegado en una esquina de la pared había un baúl en el que Xana guardaba sus instrumentos de castigo.

 

Tal y como le había estado sucediendo durante los días anteriores, Xana no tuvo ninguna dificultad para hacer besar la lona a su aprendiz. A Irene le habría gustado protestar y excusar su bajo rendimiento, aparte de por la experiencia de Xana, porque Irene realizado aquella tarde muchísimo más ejercicio que ella, estando su cuerpo menos preparado que el de su mentora, pero Irene ya había usado aquella excusa unos días atrás y lo único que se había llevado había sido un castigo más severo una vez fue derrotada.

 

Después de media hora de padecer toda clase de agarres, llaves y golpes por parte de Xana, la experta luchadora hizo una llave a Irene en la que colocó su rodilla sobre su espalda y comenzó a retorcer su brazo derecho hasta que esta se rindió, cosa que no la costó mucho ya que sabía que no tenía opción alguna de salir victoriosa.

 

Xana observó desde las alturas del cuerpo agotado y desnudo de Irene. La rubia estaba totalmente sudada y respirando de forma agitada ante lo que la vencedora no tardó en apoyar su pie descalzo sobre la tripa de esta, que subía y bajaba al ritmo de su respiración, al igual que sus firmes y redondos pechos de pezones oscuros.

 

-         No te relajes tanto que aún te queda tu castigo- dijo Xana aplastando con todo su peso la tripita de Irene con el pie, mientras que con el otro daba suaves pataditas sobre el sexo de la joven, que pese a la situación estaba ligeramente mojado, en parte por el sudor y en parte por la excitación de ser dominada por Xana, a la que cada vez la joven luchadora veía más atractiva- si encajas el castigo como debes te daré un premio, pero si me fallas te daré un castigo doble- le avisó.

 

Después de decir aquello la mujer caminó un poco más sobre el cuerpo de la joven, centrándose en aplastar con sus pies los firmes pechos de Irene, su sexo, su tripita, sus muslos… por supuesto no olvidando escupir sobre la cara de la muchacha para luego restregar la saliva con su pie descalzo, teniendo Irene siempre que acabar lamiéndolo el pie de Xana, de forma efusiva para no provocar el enfado de su dominadora… Xana le había informado que cuanto más sumisa fuese con la vencedora más indulgente sería esta con ella, con lo que la muchacha siempre procuraba dar todo el placer que podía a Xana.

 

Como Irene esperaba, Xana no se conformó tan solo con pisotear el cuerpo de la perdedora. Después de haberla pisoteado lo suficiente la musculosa luchadora se quitó las braguitas y el sujetador que Irene no había sido capaz de quitarle, mostrando su sexo depilado y brillante debido a la excitación que en aquel momento sentía, y sus pechos duros como piedras, bastante bronceados como el resto de su piel, coronados en pequeños pezones marrones.

 

El sexo de la vencida también comenzó a lubricar cuando vio la vagina de su mentora, pero se llevó un disgusto cuando Xana separó sus nalgas para mostrar a la muchacha su pequeño ano para que lo lamiese. A Irene desde luego que no le molestaba lamer ninguna parte del cuerpo de la asiática, después de tantos días de entrenamiento que siempre acababan así Irene ya había probado el sabor de casi todas las partes del cuerpo de su entrenadora, pero sin duda alguna a lo único que era adicta era al sabor y textura del sexo empapado de Xana.

 

La asiática también tenía sus preferencias a la hora de disfrutar el cuerpo de su alumna y sin duda lo que más la privaba de la anatomía de Irene eran sus pechos. Los senos de Irene no eran ni muy grandes, ni muy firme, pero tenían una suavidad y unos pezones tan sensibles que hacían las delicias de la Xana, que gozaba tanto estrujándolos entre sus fuertes manos, como besándolos y mordiéndolos, a veces con tanta intensidad que Irene cuando llegaba a casa después de su entrenamiento de lucha se encontraba con que las marcas de dientes de Xana seguían en sus pechos.

 

Después de unos minutos así, en los que Irene escuchaba como Xana gemía de gusto, al tiempo que notaba como sus pechos eran amasados con una sola mano, a juzgar por el sonido que escuchaba la otra mano de la asiática que estaba encargando de autocomplacerse por medio de su sexo, hizo que Irene se atreviese a alejar su lengua del ano de la vencedora para pasarla sobre el empapado sexo de la mujer.

 

Xana gimió de placer de forma más intensa al notar la lengua de Irene sobre su vagina, pero Irene no tardó en darse cuenta de que solo fingía ya que la experta luchadora no tardó en atenazar su lengua con los dedos para dar un fuerte tirón de ella que provocó el gimoteo de la joven, que no paró de quejarse hasta que Xana soltó su lengua.

 

-         ¿Quién te dijo que podías probar mi coño, cerda?- preguntó Xana que a la hora de los castigo era implacable, agarrando los pezones de la joven y retorciéndolos con fuerza haciendo que Irene gimiese más fuerte y lamiese más rápido que ano- ¿no ves que la ganadora está esperando que no hagas lo que manda para castigarte aún más duro?- preguntó de nuevo soltando un fuerte puñetazo sobre el desprotegido abdomen de la muchacha que se quedó sin respiración unos instantes antes de volver a lamer lo que Xana le había ordenado.

-         Lo siento- dijo una vez recuperada, sin dejar de lamer.

 

La asiática, viendo que su alumna parecía haber aprendido la lección, que ya le había repetido en más de una ocasión, pasó su mano por la tripita firme de Irene para acariciársela y que se relajase un poco, para después llevar sus manos a los pezones de la chica para frotárselos un poco y que el dolor que en aquel momento debía sentir por los violentos pellizcos que le acababa de dar se fuese mitigando.

 

En aquella sesión de castigo Xana se ensañó bastante menos de lo habitual con su agotado cuerpo y una vez llegó al orgasmo sobre la cara de la perdedora le indicó que fuese al baño a darse una ducha, que luego le acercaría a casa.

 

Irene se encontró en el cuarto de baño con su bolsa en el suelo para que esta pudiese coger la ropa que había llevado al gimnasio para cambiarse. Irene sonrió tristemente, en cuanto había entrado en el cuarto de baño no se había dado cuenta de que la bolsa estaba en la estancia pero estaba segura de que si la bolsa hubiese estado en el de su casa habría tropezado con ella; el cuarto de baño de la casa de Xana era como el triple de grande que el de su pequeño apartamento.

 

La muchacha, como siempre que tenía un espejo enfrente y estaba desnuda se miró fijamente, viendo como sus pechos aún estaban enrojecidos por el tratamiento de su entrenadora les había dado. Pero aun así sus pezones seguían duros como piedras, muestra más que evidente de que estaba sobreexcitada y el seguir oliendo los fluidos vaginales que Xana acababa de verter sobre ella no ayudaba en nada a que pensara en otra cosa.

 

Pese a que el tibio chorro de agua de la ducha le relajó muchísimo, y hasta llegó a posar su mano sobre su sexo para acariciar un poco su clítoris, la muchacha no cayó en la tentación de masturbarse y salió de la ducha tan pronto estuvo limpia del todo, para ponerse con celeridad sus braguitas, sujetador, blusa blanca y pantalones vaqueros.

 

-         ¿Qué rápida has terminado?- dijo Xana levantándose el sofá en el que se había acomodado para ver la tele- pensaba que te relajarías un poco en la ducha- dijo sonriendo mientras se levantaba y veía el sonrojo de su invitada. Pese a que Irene hacía con Xana cosas mucho más “sucias” el que esta hablase tan abiertamente sobre por ejemplo sus masturbaciones seguía poniendo un poco violenta a Irene- Venga ven, que te ayudaré a relajarte- dijo Xana agarrando la muñeca de la chica, pero de una forma mucho más suave de lo habitual.

 

Aunque el agarre de la asiática fue débil este fue más que suficiente para dejarse llevar hasta la habitación de Xana. La estancia en aquel momento estaba muy poco iluminada, con lo que Irene tan solo pudo reparar en la gran cama de matrimonio sobre la que cayó boca abajo una vez Xana la quitó toda la ropa que llevaba.

 

Pese a que Irene sentía que Xana era capaz de intuir lo que pasaba por su cabeza, la muchacha una vez sintió sobre tu torso el suave edredón sobre el que estaba tumba separó las piernas para dejar su caliente sexo al alcance de la mujer, llevándose un disgusto moderado cuando notó la vagina de su atlética anfitriona sobre la parte baja de su espalda, para desde ahí posar sus manos sobre los hombros de la chica para iniciar un delicioso masaje que no tardó en hacer soltar a Irene las primeras exclamaciones de placer.

 

Aquel masaje era una auténtica delicia para los castigados músculos de la muchacha, que desde luego no se acababa de acostumbrar a las interminables tandas de ejercicio pero que gracias a aquel masaje de las fuertes y expertas manos de Xana, parecía sentirse mucho mejor, hasta el punto de que en aquel momento estaba segura de que no le importaría hacer entrenos más intensos aún si estos acababan así.

 

-         Estás muy tensa- dijo Xana cuando llegó a la zona del cuello de la muchacha- ¿estás muy estresada con los estudios?

-         Ahora… estoy en… el cielo- dijo la chica extasiada de placer ante lo que lo que la asiática soltó una carcajada satisfecha de sus habilidades.

-         Pues esto no es nada- dijo Xana mientras seguía masajeando el cuello de la muchacha- te voy a dejar nuevecita.

-         Eres un ángel, Xana- dijo la muchacha tremendamente agradecida por aquel tratamiento tan inesperado.

 

Xana volvió a reír contenta de la reacción de Irene y continuó masajeando el tensionado cuello de la estudiante, que poco a poco se fue relajando, hasta que la masajista finalmente consideró que la parte de arriba del cuerpo de su invitada ya estaba bastante bien tratada y se dirigió a la parte baja.

 

La asiática clavó sus dedos sobre los duros muslos de la chica para que estos se fueran destensando, acabando en los finos y delicados pies de esta, lo cuales parecían ser un punto hipersensible en la anatomía de la joven, ya que cada vez que la mujer los apretaba en determinadas zonas de la planta, la muchacha se removía de gusto bajo el cuerpo de su masajista.

 

-         ¡Vuelta!- ordenó Xana haciendo que Irene quedase boca arriba, mirando a la mujer con un gesto que mostraba su agradecimiento por aquel magnífico tratamiento.

-         Ha sido un masaje delicioso- dijo la chica- pareces una profesional, muchas gracias.

-         Parezco profesional pero no lo soy, me enseñó a dar masajes una amiga y ya he dado muchos- explicó la mujer, que ya se había colocado a horcajadas sobre el cuerpo de Irene, con sus manos sobre los hermosos pechos redondos de su invitada, cuyos pezones estaban duros como piedras- ¿quieres que te relaje tu excitación también?- preguntó mirándola de forma lasciva.

-         ¡Me encantaría!- exclamó la chica que no podía creer que Xana estuviese siendo tan atenta con ella después de infernar entrenamiento al que la había sometido aquella tarde.

 

Xana se dio la vuelta y colocó su sexo cerca de la cara de su invitada para que esta también tratase su vagina mientras ella se ocupaba de resolver la tensión sexual de Irene. La muchacha tuvo que pegar su boca al sexo de su anfitriona para no podre gritar de placer, ya que a diferencia de cómo solía tratarla en lo relativo a sus castigos sexuales, en aquella ocasión las manos de Xana fueron las más delicadas que habían tocado aquella íntima zona.

 

Irene, que estaba acostumbrada por parte de Xana a las violentas penetraciones con sus dedos o consoladores, se deshizo de placer cuando notó los dedos de su entrenadora separando los labios vaginales con suavidad, quedando su rosado sexo y clítoris al descubierto, para que la experta luchadora pudiese pasar su lengua sobre aquella sensible zona.

 

La joven soltó un gemido ahogado, pero aun así escandaloso, cuando aquel movimiento de lengua se repitió una y otra vez, acercándose cada vez más al clítoris hinchado y rosado de Irene. Por su parte la muchacha trató de devolver todo aquel placer a Xana metiendo su lengua dentro del sexo de la asiática y moviéndola con toda su fuerza, pero no tardó en darse cuenta de que la técnica de la mujer era mucho más avanzada que la suya y que seguramente no le estaba dando ni una tercera parte del placer que estaba recibiendo.

 

Como era de esperar, el cuerpo de Irene no tardó en convulsionarse, bajo el portentoso cuerpo de su entrenadora, de manera frenética cuando alcanzó el orgasmo. Irene dejó de lamer unos segundos para clavar sus dedos sobre el colchón sobre el que estaba apoyada, pero al darse cuenta de que su anfitriona aún no había acabado volvió a la carga. Pero Xana tan solo dejó su vagina a su alcance durante unos segundos, justo el tiempo que tardó en limpiar con su lengua los últimos restos de fluidos que aún empapaban el sexo de su invitada.

 

-         Déjame hacerte acabar- pidió la chica, en cuyo rostro se podía ver cansancio y satisfacción.

-         Tu forma de lamer es un poco rudo- dijo Xana sonriendo a la chica mientras se tumbaba a su lado- pero tranquila te enseñaré a complacer mis gustos.

-         Pero ya te he hecho correr antes- dijo la chica que creía que Xana había disfrutado cuando la castigaba.

-         Desde luego, me da mucho morbo que me des placer mientras te castigo, pero solo con la lengua eres un poquito torpe- Xana se acercó a su invitada y la dio un beso en una de sus enrojecidas mejillas- no te ofendas, cariño.

-         No, si no me ofendo, es que he estado con más chicos que con chicas- dijo la joven, un poco herida en su orgullo.

-         Tranquila, yo te enseñaré- dijo Xana satisfecha con la sesión de aquella tarde- por cierto, este fin de semana hay aquí en Barcelona un espectáculo de lucha, te apetece venir conmigo para que vayas viendo como es en real.

-         Sí- dijo Irene en aquel momento sin pensar, lo único que la llegó a la cabeza fue que sería un momento excitante, y que seguramente podría acabar en la cama con Xana para recrear el placentero momento que acababa de pasar.

-         Menos mal que no te he propuesto que me des un millón de euros, porque creo que me habrías dicho sí a cualquier cosa- dijo Xana soltando una carcajada mientras se incorporaba para ir a preparar la cena.

 

Irene se dio cuenta de que su entrenadora tenía razón. Aquel día había salido de su casa con la idea en la cabeza de contarle a Xana sus problemas con los horarios y la cantidad de tiempo que le robaban sus nuevos ejercicios, pero después de aquella sesión parecía que todo salvo Xana perdía toda importancia.

 

 

 Continuara…

 

 

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