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Ama Carmen 22: Regreso.

en Dominación

El viaje desde la finca de Ama Sonia hasta la casa de Sara se desarrolló sin complicaciones, llegando las dos Amas y las dos sumisas a media tarde. Carmen, que quería dar una sorpresa a sus sumisas, no las había informado de que iría acompañada de Ana, ni tampoco de a la hora que llegaría, tan solo el día anterior había mandado a Gema un correo en el que la informaba que se quedaría a comer en Valencia y que después regresarían con calma.

Carmen declinó la oferta de Sara de tomar algo en su casa, estaba deseando llegar a casa de nuevo, con lo que agarró las llaves de su amante mientras la daba un intenso beso, para después dar otro a su hermana Susana y salir con Ana en dirección a su casa.

-          ¿Está segura de que no se enfadarán porque me haya adoptado a mi también, Ama?- preguntó Ana, un poco inquieta en el coche, temerosa de una mala reacción por parte de las sumisas de Carmen, y que esto pudiese provocar una situación tensa.

-          No te preocupes, seguro que estarán encantadas de tu llegada- aseguró Carmen sonriendo tratando de contagiar su optimismo a su acompañante.

Al ser domingo, Carmen no se encontró a nadie en el portal de su casa, los días de diario solía haber mucho movimiento, pero en los festivos la mayor parte de los inquilinos del bloque salían a pasar sus días de descanso en otros lugares. La Dominante notó que la sumisa respiraba un poco nerviosa, ante lo que Carmen la agarró por la cintura y la dio un suave pellizco en las nalgas.

Carmen abrió la puerta con delicadeza para no ser escuchada por nadie, imitándola Ana, para no ser por su culpa el ser descubiertas en aquella incursión.

La Dominante de la casa se paró en medio del pasillo esperando escuchar algo por alguna de las habitaciones, pero no oyó nada con lo que siguió avanzando lentamente, hasta que finalmente se detuvo y sonrió cuando escuchó un largo gemido de placer proveniente de su habitación.

Convencida de que nadie las molestaría, Gema había dejado la puerta abierta, con lo que para Carmen fue muy fácil asomarse ligeramente para ver lo que ocurría sin ser ella detectada: allí estaban sus cuatro sumisas totalmente desnuda, Vanesa, Catalina, Irma y Gema, estando las tres primeras dominadas por la última.

Gema estaba tumbada en la cama, sujetando entre sus piernas la cabeza rubia de Vanesa, que se afanaba por complacer a la que sería su Ama tan solo unos segundos más. Mientras esto sucedía Irma estaba ocupándose de lamer el sexo empapado y anillado de Vanesa, anillos que la sumisa más madura también llevaba, estando tan solo libre en aquella orgía lésbica la Dominante del momento: Gema.

Carmen disfrutó desde su posición unos instantes más, gozando especialmente cuando se dio cuenta de la posición en la que Catalina se encontraba: arrodillada en el suelo, con las manos esposadas a una de las patas de la mesa y moviéndose excitada debido a los dos dildos que en aquel momento penetraban su cuerpo: un por su dilatado culito y el otro por su empapado sexo, que estaba ansioso por recibir más caricias de alguna de sus compañeras ya que Gema sabía perfectamente que aquella sumisa no llegaría nunca al orgasmo ella sola.

-          Veo que te estás desahogando bien con estas perras, Gema- dijo Carmen elevando su tono de voz para ser detectadas por todas.

Todas las sumisas de la orgía giraron su cuello de forma violenta sorprendidas, no tardando en asomarse en Vanesa, Gema e Irma una sonrisa y en la de Catalina una mirada de alegría y alivio, esperanzada de que con la llegada de su Ama pudiese tener un papel más activo en la orgía.

Irma, Vanesa y Gema salieron de la cama para acercarse a las recién llegadas, no reparando casi en Ana, hasta que Carmen, después de recibir unos besos de sus tres sumisas, se la presentó.

-          Desde ahora Ana es una nueva sumisa mía, ha dejado la finca porque tiene grandes deseos de servirme- explicó ante la mirada de todas sus sumisas- ¿Tú no vienes a recibir a tu Ama como se merece?- preguntó Carmen a Catalina que la observaba esposada.

-          No puedo Ama, Ama Gema me esposó a la cama- explicó la sumisa tratando de liberarse para acercarse.

-          ¿Te han complacido bien estas perritas, Gema? – preguntó Carmen mientras que rodeaba el firme torso de la sumisa que había dejado a cargo de todo en su ausencia.

-          Sí Ama, han sido buenas- contestó Gema respirando agitada, emocionada por el regreso de su Dominante.

-          ¿Las has dejado llegar al orgasmo a menudo?- preguntó Carmen.

-          A Vanesa dos veces, a Irma la semana pasada y a Catalina ninguna, Ama- explicó la sumisa.

-          ¡Vaya!- dijo Carmen sorprendida- ¿Qué ha hecho la pobre Cata para que no la dejes llegar al orgasmo en tanto tiempo?

-          Es que me excita mucho verla tan suplicante por un orgasmo- explicó la Dominante sustituta.

-          Eres una chica mala- le dijo Carmen sonriendo- ¿Y tú has conseguido muchos orgasmos?- preguntó en un susurro para que solo Gema lo oyese.

-          Sí Ama 4 o 5 todas las noches- dijo Gema.

-          ¿Te gusta esta posición en la que estás o ya estabas ansiosa porque regresarse para que te pusiera a mis pies de nuevo?- preguntó Carmen deseando ver si el carácter de su sumisa había cambiado durante su ausencia.

-          Quiero estar a sus pies de nuevo, Ama- dijo jadeando.

Carmen sonrió y con un simple gesto de mano Gema comprendió que debía quitar las esposas a Catalana. La pequeña abogada, en cuanto se vio libre, gateó rápidamente hasta los pies de Carmen para besarlos con pasión, esperando así que su Dueña tuviese a bien que alcanzase un orgasmo después de tanto tiempo.

La Dominante, disfrutando de su poder, comenzó a caminar, al tiempo que se iba quitando la blusa, para quedar tan solo con el sujetador puesto de cintura para arriba. Carmen se sentó en la cama y deslizó su falda por sus piernas hasta que esta quedó a la altura de sus rodillas.

Vanesa e Irma fueron rápidamente a los pies de la joven Ama para arrodillarse y comenzar a quitarla los zapatos y las medias con delicadeza, ante lo que Carmen las premió acariciándolas sus rostros.

-          Os veo muy excitadas, ¿ha sido una buena Ama Gema?- preguntó Carmen ansiosa por saber las opiniones de las sumisas. Pero ni Vanesa ni Irma contestaron a la primera- Os ordeno que me lo digáis y que seáis sinceras- dijo Carmen mirándolas, exigiéndolas una respuesta.

-          Ha sido muy severa con nosotras, Ama- comenzó Vanesa a decir mientras apoyaba el pie de Carmen sobre sus sobresalientes pechos para masajear con cariño sus deditos.

-          Nos hemos esforzado mucho para complacerla en todo, pero nos ponía nuestro placer casi inalcanzable, Ama- explicó Irma imitando a su compañera sumisa y masajeando el otro pie de su Dueña.

-          A mí me ha frustrado por lo menos 30 orgasmos, Ama- dijo Vanesa visiblemente molesta.

-          A mi más o menos igual- añadió Irma y Carmen finalmente levantó la cabeza para cruzar su mirada con la de Gema que la miró arrepentida.

-          Yo no sabía nada de esto, Ama- dijo Gema mirándola, haciendo que Carmen supiera que decía la verdad- yo pensé que las gustaba ser tratadas así, con restricciones.

-          Todo tiene su límite, Gema, si ellas se portaban bien y cumplían con todo lo que las decías ¿Por qué no las dejabas gozar un poco más?- Gema al oír aquello y ver la mirada de decepción en el rostro de su Ama clavó sus rodillas en el suelo y avanzó hasta Carmen para colocarse cerca de ella.

-          Lo siento Ama- dijo casi con lágrimas en los ojos- por favor la ruego me perdone por haberla fallado así.

-          No soy yo la que te tiene que perdonar, sino Vanesa, Irma y Cata- dijo Carmen seriamente.

Gema, rápidamente se lanzó a ir a suplicar su perdón a sus tres compañeras sumisas, pero como era de esperar, después de tantos orgasmo robados, ninguna se mostró por la labor de aceptar las disculpas de la que hasta hacía tan solo unos minutos era su Ama.

-          Vamos chicas, no seáis tan rencorosas- dijo Carmen divertida de en la posición en la que había situado a Gema- ¿Qué os parece si Gema os  desanilla ahora los coñitos a las tres y os da un buen orgasmo, para ver si así estáis de mejor humor y la perdonáis?- sugirió Carmen.

Vanesa fue la primera en aceptar la propuesta, siendo secundada por Irma y Catalina que rápidamente se colocaron en fila para ir viendo como sus sexos quedaban libres después de dos semanas, casi completas, controlados por la férrea disciplina de Gema. Las sonrisas de las tres sumisas recién liberadas sexualmente, se hicieron algo más amplias cuando vieron como Carmen se encargaba de anillar los medianos y empapados labios vaginales de Gema, ante lo que esta se sorprendió al inicio, ya que casi había olvidado lo que era aquello después de dos semanas de orgasmos prácticamente ilimitados.

Gema, rápida a la hora de cumplir la orden que Carmen le acababa de dar, se lanzó sobre el sexo que tenía delante. Vanesa al sentir la hábil lengua de su compañera sumisa después de tanto tiempo, gimió de placer mientras llevaba sus manos a la larga melena de pelo negro de Gema para agarrarla con fuerza y que esta no pudiese sacar su cara de allí hasta que estuviese complacida.

La sumisa lamedora se sobresaltó de nuevo cuando notó como alguien le colocaba un collar bien ajustado a su cuello, del que salían tres correas diferentes, los finales de las cuales acabaron en las manos de las tres sumisas a las que Gema había sometido con tanta dureza.

Carmen, excitada al ver como las tres sumisas que tan severamente habían sido sometidas durante las últimas dos semanas controlaban a su Ama, se sentó en una silla que había en el cuarto, ordenó a Ana que se colocase a su espalda para masajearla suavemente la espalda mientras ella se daba placer a su misma, retirando la tira del tanga hacia la derecha, dejando que se viese su sexo de labios rosados y mojados.

Gema trató de dar placer por turnos a las otras tres sumisas, recibiendo algún tirón que otro de pelo, especialmente de Vanesa, que prácticamente monopolizaba la lengua de Gema.

-          ¡Vanesa!- dijo Carmen elevando un poco su tono de voz, dejando claro que no la estaba gustando que fuese tan egoísta.

La sumisa aludida no necesitó escuchar nada de su Ama para soltar la melena de Gema y disculpase con Carmen, después de tantos meses como su sumisa la conocía bien y sabía que si abusaba de su situación no tardaría en acabar como Gema, con lo que se disculpó y guio la cabeza de la lamedora hasta colocarla entre las piernas de Catalina que la recibió con un inmenso placer.

-          ¿Me permite que yo la complazca, Ama?- preguntó Ana parando un momento en masaje.

-          Te lo permito- dijo Carmen y Ana no tardó ni un instante en clavar sus rodillas delante de su Dominante, sin preocuparse en lo más mínimo del estado de su ropa- vosotras tres aliviaros con ella, ya sabéis donde están los juguetes- dijo Carmen mientras observaba el rostros cubierto de fluidos de Gema- y tú déjate hacer todo lo que ellas quieran.

-          Sí Ama- dijo Gema mientras miraba, primero a Carmen a la cara y después no pudiendo írsela la vista a la sumisa recién llegada, sintiendo envidia de su posición.

Para que la cabeza de Ana no se alejase de su excitado sexo, mientras observaba la escena que sus sumisas estaban a punto de mostrarla, colocó sus muslos de tal forma que la cabeza de Ana quedó aprisionada, y las piernas de Carmen se posaban sobre sus hombros.

Gema, tal y como había prometido, no hizo absolutamente nada por defenderse, y llevada por los pelos por Catalina, acabó cayendo sobre la cama boca arriba. En cuanto cayó, y si darla tiempo a reaccionar, Vanesa e Irma la agarraron las manos para esposarla, fue allí cuando Gema hizo el primer intento por liberarse, pero ya era tarde, las esposas no la dejarían escapar.

Al ver aquella mínima muestra de rebeldía, Vanesa no se contuvo y agarró un látigo corto con el que fustigo los medianos y duros pechos de Gema, que gimió y se retorció de dolor, el contraste de tener a tres hembras sometidas a todos sus deseos, a ser el foco de las iras de todas ellas era demasiado grande con lo que Gema no tardó en suplicar que parasen.

La primera en tomar asiento sobre la cara de Gema fue la pequeña abogada, que apoyó su empapado y rosado sexo sobre la cara de la sumisa. Ni Vanesa y ni Irma dijeron nada en contra de que fuese Catalina la primera en quedar complacida sexualmente, ya que ambas sabían de la dureza con la que Gema se había empleado, con ella especialmente.

No satisfecha con la lengua de Gema moviéndose con rapidez en su interior, Catalina comenzó a castigar los firmes pechos de pezones rosados que tenía ante ella, viendo como la espalda de la que había sido su Ama durante los últimos tiempos se curvaba en busca de evitar aquel dolor, aquello hizo sonreír un poco a Catalina, feliz de poder, después de tantos días, tener opciones reales de alcanzar un orgasmo.

Carmen acarició la cabeza de su fortachona lamedora, mientras seguía con la mirada a Irma, que se había dirigido al armario para enfundarse un arnés de color negro de grandes dimensiones para una vez bien asegurado correr de nuevo a la cama y separar las piernas de Gema.

La sumisa atada, insegura ante lo que pretendían, juntó sus piernas con fuerza, cosa que no fue una buena idea ya que Vanesa, con una vara de madera larga y fina, golpeó con saña los muslos de la sumisa, media docena de golpes que dejaron seis marcas rojas y alargadas.

Irma, que al parece estaba tan ansiosa por llegar al orgasmo como Catalina, que restregaba su sexo con fuerza sobre la cara de Gema, comenzó a penetrar sin contemplaciones el mojado sexo de la sumisa.

Los gemidos de Irma y Catalina poco a poco se fueron acompasando. Vanesa mientras tanto observaba la escena pensando en la forma más efectiva de actuar. Después de agarrar un par de objetos con los que castigar el cuerpo de Gema, un látigo y una fusta larga, la sumisa más voluptuosa sonrió y dejó ambos en el suelo para subir de un salto a la cama.

Carmen, intrigada por lo que Vanesa estaba tramando, se levantó de la silla y caminó lentamente hasta una posición en la que pudo apreciar como Irma, para que Gema no gozase con su penetración, se encargaba de clavas sus uñas sobre el hinchado clítoris de la sumisa, que se revolvía suavemente tratando de forma inútil liberarse.

Ana multiplicó sus esfuerzos por complacer a su Ama cuando llegó entre las piernas de esta, ya que al no recibir orden de que dejase de lamerla sobrentendió que Carmen lo único que deseaba era cambiar de posición para disfrutar aún más del espectáculo.

Gema soltó un suave quejido de dolor cuando notó los dos pies de Vanesa apoyados sobre su abdomen plan y duro, soltando quejidos más intensos cada vez que Vanesa hacía algún movimiento algo más brusco con la idea de clavar sus talones y las puntas de sus pies.

Después de unos minutos así, Catalina, acabó por alcanzar su orgasmo, convulsionándose su pequeño y esbelto cuerpo sobre el rostro de la sumisa que tenía debajo, mientras que con sus dedos estrujaba con fuerza los pechos que tenía delante, marcando fuerte las uñas sobre estos.

Vanesa, al ver la cara de Gema libre, no tardó en tender la mano a Cata para que se levantase, y poderse ella acomodar. La sumisa tetona, que no estaba dispuesta a conceder ni la más mínima concesión a Gema, separó sus nalgas para colocar la nariz de la sumisa entre ellas y comenzó a tirar de sus pezones para que se esmerase a la hora de lamer.

Carmen observó excitada, desde la distancia, el como la lengua de Gema se movía desesperada por complacer a Vanesa, tan solo paraba su frenética forma de moverse cuando tenía que coger aire, o cuando Catalina, que había tomado el lugar de Vanesa, clavaba con excesiva dureza el tacón de su zapato sobre el indefenso abdomen de la sumisa. Carmen cuando la había visto ponerse los zapatos había pesando que quizás fuese excesivo, pero contando con lo liviana que era la que los llevaba y lo bien trabajado que estaba el cuerpo de Gema, decidió dejarlo pasar y dejar libertad a sus sumisas para que se vengasen como ellas considerasen.

Irma sorprendió a todas cuando soltó un grito de placer y comenzó a embestir con mucha más violencia el sexo que tenía delante, siendo la intensidad tal que Catalina prefirió bajarse por unos segundos del torso que estaba pisoteando. La sumisa más madura del grupo hacía aquello mientras manoseaba sus pechos, centrándose en sus pequeños pezones oscuros que en aquel momento estaban totalmente erectos.

Después de unos segundos de intensas convulsiones, Irma acabó por dejarse caer hacia delante, acabando su frente, empapada en sudor, sobre los martirizados pechos de Gema, a la que aún le quedaba por complacer a Vanesa.

Vanesa por su parte consideró, cuando ya estaba muy excitada, que estaba siendo demasiad buena con Gema, con lo que se desplazó un poco hacia delante para que la sumisa lamedora no pudiese degustar más su caliente y empapado sexo y tuviese que lamerla el culo, mientras ella misma se complacía a si misma tocándose de forma furiosa.

Carmen quedó sorprendida ante el aguante de Gema, ya que esta seguía empleándose a fondo a la hora de lamer aun soportando los constantes estirones de sus pezones que Vanesa le daban, los pisotones de Catalina sobre su abdomen y los mordiscos y pellizcos que Irma se estaba encargando de darla en su vagina.

-          Vanesa- la llamó Carmen a su sumisa que la miró excitada al momento- estoy a punto de llegar al orgasmo, como llegue antes que tú te quedarás sin él- dijo sonriendo.

Vanesa, al oír aquello clavó sus uñas sobre los irritados pechos de Gema, que gimió de dolor, pero que a la vez comenzó a mover su lengua dentro del ano de la sumisa que tenía sentada sobre su cara.

Para desgracia de la sumisa más voluptuosa, Carmen no tardó en gemir de placer como loca y agarrar la cabeza de Ana con fuerza, oprimiéndola contra su sexo para que esta no dejase escapar ni una sola gota de sus fluidos. El Ama se sintió poderosa de nuevo, tanto por tener una sumisa entre sus pierna afanándose en tragar hasta la última gota de sus fluidos, como por ver como Vanesa, para no llegar al orgasmo, le alejaba de la lengua que tanto placer la estaba dando, renunciando a su orgasmo hasta que Carmen tuviese a bien permitirla que siguiese.

Las sumisas miraron a su Dominante desde distintas posiciones, Vanesa de pie, esperado una orden de poder llegar al orgasmo, Catalina e Irma arrodilladas en el suelo observando como su adorada Señora alcanzaba el éxtasis con su nueva compañera, y Gema, que observaba desde su posición, tumbada en la cama, con la cara cubierta de fluidos y el cuerpo cubierto de arañazos.

Carmen no dijo ni una sola palabra, tan solo acarició la cabeza de Ana, reconociendo su labor, y caminó hasta la cama para sentarse sobre el abdomen de Gema, para mirarla desde una posición ventajosa.

-          ¿Crees que con esto has pagado lo injusta que has sido con tus hermanas sumisas?- preguntó Carmen mirándola con severidad.

-          No Ama- dijo la sumisa avergonzada.

-          Estás en lo cierto, te queda mucho que pagar- dijo Carmen mirándola con severidad- Lo primero que vas a hacer va a ser devolver a estas perritas sus orgasmos, vas a dar 50 orgasmos a Catalina, 30 a Vanesa y 30 a Irma.

Carmen vio como se iluminaban los rostros de las tres sumisas, incrédulas de que su Dueña, que siempre había sido estricta con el control de sus orgasmos, estuviese dispuesta a darlas un premio tan grande.

-          Darás dos orgasmos al día a cada una, uno a Vanesa antes de levantarse y otro antes de acostarse, a Irma se los darás uno a media mañana y otro a media tarde, cuando ella decida llamarte, y a Catalina, que ha sido con la que peor te has portado, se los darás en el momento que ella te diga, además de encargarte de hacer las tareas de su casa y de obedecerla en todo lo que te mande, vas a vivir con ella el próximo mes.

-          Sí Ama- dijo Gema resignándose- de verdad que lo siento mucho- dijo mirándola con los ojos al borde de las lágrimas.

-          Lo sé- dijo Carmen mirándola fijamente- pero no puedo dejarte ir sin castigo, te has sobrepasado con tus propias hermanas sumisas, siendo ellas las que pidieron que fueses su Dominante, confiaron en ti y las has fallado.

-          Las compensaré a todas con creces, Ama, lo prometo- aseguró un poco impactada por las últimas de su Señora.

-          Desde luego que lo harás, pero aquí no acaba tu castigo, durante el próximo mes, a parte de servir a Cata y dar los orgasmos que las corresponden a Vanesa e Irma, vas a estar alejada de mí, eso quiere decir que no te daré ni una sola orden y tendrás prohibido ponerte en contacto conmigo de cualquier forma, si lo haces, aunque solo sea saludarme en la universidad o mandarme un correo electrónico, te doblaré el castigo, ¿está claro?

-          Sí Ama- dijo Gema, con la voz un poco quebrada, ya sin poder contener las lágrimas que le surcaban las mejillas. Carmen acercó su mano para secarla una de las lágrimas y darla un beso en la mejilla.

-          Entonces hasta dentro de un mes- dijo levantándose ágilmente de la cama- y recuerda ser una buena perrita hasta entonces.

-          Sí Ama- dijo con la voz un poco quebrada.

Carmen se marchó de la habitación seguida de Ana, que pese a estar sobrexcitada por la situación que acababa de vivir trató de contenerse y seguir a su nueva Ama sin siquiera ocurrírsela la idea de solicitarla un orgasmo, confiada de que Carmen sería justa con ella y la daría los orgasmos que se mereciese siempre y cuando se ajustase al modelo de sumisas a a la joven Dominante le gustaba.

Continuará…

Agradeceré comentarios y sugerencias tanto por aquí como por mi correo fantasias1987@hotmail.com

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