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Ama Carmen 20: La rendición de Lola.

en Dominación

Carmen se sintió muy satisfecha consigo misma después de tan solo dos días desde que retiró el cinturón de castidad de Shui y Betty. Aquel privilegio, y el estar el resto de sumisas obligadas a ver y escuchar las exclamaciones de placer de las liberadas, siempre teniendo sexo entre ellas ya que Ana se encargaba de recordarlas de manera periódica lo terrible que sería para ellas el que Carmen las pillase masturbándose, hacía que el deseo y los perjuicios por practicar sexo lésbico se hubiesen ido diluyendo dentro del grupo hasta que tan solo quedó una sumisa con cinturón de castidad: Lola.

La más madura del grupo ya había lamido con cierto reparo los sexos de Ana y Carmen para recibir el perdón de la Dominante, pero se había negado a tener relaciones más íntimas con sus compañeras, aún a sabiendas que ceder en aquello la permitiría librarse del cinturón que tanto placer la estaba robando.

La joven Ama confiaba en que Lola no aguantase demasiado con aquella terca postura, y al igual que lo habían hecho sus compañeras se fuera rindiendo al placer, pero al parecer el aguante de la mujer era bastante superior, y pese que Carmen había dado orden de que las luces se mantuvieran encendidas hasta las 2 de la mañana para que Lola pudiese ver bien el sexo que practicaban sus compañeras, tampoco eso parecía hacer efecto en la más madura del grupo.

-         Que terca eres, Lola- le dijo Carmen mirándola con enfado- con lo mucho que te podrías divertir con tus amigas y mira como te ves.

Lola estaba atada a la cama, con las piernas y los brazos esposados a los barrotes y cabecero, quedando así totalmente expuesta para cualquiera. Pero ninguna sumisa se acercaba a ella, Carmen había dado orden de solo acercasen si Lola lo pedía, y a juzgar por la posición que ocupaban en aquel momento sus seis compañeras de habitacion, Lola no había llamado a ninguna de ellas.

-         Ya lamiste mi coñito hace algunos días- le recordó -¿no te gustó su sabor?

-         Sí Ama…- dijo rápidamente temerosa de que otra respuesta supusiese un castigo, después de casi 3 días convertida en la mascota del grupo Lola se había vuelto la más dócil de las sumisas y siempre procuraba medir sus palabras antes de decir nada.

-         ¿Entonces que pasa?- preguntó Carmen de nuevo- ¿No te parecen guapas tus compañeras?

-         No es eso, Ama… son guapas, pero no quiero hacerlo con ellas.

-         ¿Y con quien quieres hacerlo?- preguntó y la sumisa se puso roja y miró a Carmen de reojo, tan solo un segundo- ¿Conmigo?

-         Sí Ama- dijo la sumisa- pero es que me gustaría que me obligase.

-         ¿Qué te obligue?- preguntó Carmen de nuevo sin creer lo que oía.

-         Sí Ama, que me coja, me ate, me castigue como quiera, y no paré hasta hacerme una perra bisexual- confesó poniéndose roja de vergüenza.

-         Eso lo dices ahora, pero seguro que en cuanto te dé bien de dolor rogarás porque lo dejemos y no querrás tener sexo- dijo Carmen mirándola con una sonrisilla.

-         No Ama, se lo juro.

-         De acuerdo, entonces haremos lo siguiente, tus seis compañeras vendrán con nosotras para ayudarme a someterte, en el caso de que acabes cediendo te quitaré el cinturón de castidad y podrás estar con las perras de tus compañeras gozando del sexo lésbico- explicó la sumisa- pero si en lugar de eso ruegas porque deje de castigarte y no quieres tener sexo con sus compis, entonces te volveré a convertir en la perrita de la clase y tendrás que lamer a todas las esclavas donde y como quieran, pudiendo ellas castigarte con moderación por cada negativa que les des ¿te parece bien?

-         Sí Ama- dijo Lola, a la que se la veía muy excitada ante la perspectiva de que Carmen fuese a obligarla a convertirse en bisexual por la fuerza.

 

Carmen elevó el tono de voz para hacerse oír entre los gemidos y los crujidos de camas que había en la habitación, al tiempo que quitaba las esposas y grilletes de las extremidades de Lola para hacerla levantarse, y que la siguiesen de cerca.

Todas las sumisas dejaron sus actividades amorosas en cuanto su Ama lo ordenó. Sabían que una sola palabra suya podría suponer la pérdida de privilegios, con lo que siempre procuraban obedecer en todo cuanto se les mandaba.

La joven Ama guio a todas sus sumisas hasta la sala de castigos, con la esperanza de que en aquel momento ningún Dominante estuviese haciendo uso de ella. Tal y como esperaba, a aquellas horas de la noche, no había nadie corrigiendo el comportamiento de ningún sumiso, con lo que el Ama sacó su móvil para llamar primero a Ana, a la que le había dicho que iría a dormir con ella en unos minutos, pero que obviamente se iba a retrasar, y para llamar también a Sara, a la que le había prometido avisar si hacía algo “interesante” con alguna de sus sumisas.

-         Resulta que Lola es una mujer algo masoquista- dijo Carmen con una sonrisa amplia en el rostro y un sentimiento de calor en su interior que la hacía estar ansiosa de dar dolor a aquella sumisa para que cediese, tal y como había pedido- Me ha dado autorización para hacerla todo lo que quiera hasta convertirla a la bisexualidad.

-         ¿Dónde estás?- preguntó Sara sin perder tiempo.

-         En la sala de castigos.

-         Estoy allí en dos minutos, no empieces sin mí, quiero verte en el papel de Ama castigadora- dijo la mujer, notando la respiración agitada de esta antes de que colgase el teléfono.

Tal y como esperaba, Ana se presentó en la sala unos segundos antes de que Sara, tiempo que empleó Carmen para indicar a su sumisa-asistenta que se encargase de enfundar las muñecas y los tobillos de la mujer con grilletes de cuero, que Ana se encargó de apretar con firmeza para que no soltasen las extremidades de Lola.

Una vez tuvo los grilletes en brazos y piernas Carmen se acercó hacia la sumisa con unas tijeras. Lola, sabiendo que un movimiento en falso podría suponerla alguna herida inesperada, colocó sus manos detrás de la cabeza, para observar sin comprender por qué Carmen esta haciendo trizas su camisón.

-         Esto será otro extra- explicó Carmen- si te rindes y no quieres ser bisexual como tus compañeras, aparte de ser la perrita de la clase irás siempre desnuda, sin posibilidad de volver a llevar ropa hasta que regrese tu Amo a por ti.

-         Sí Ama- dijo la sumisa con docilidad, mientras que Carmen enganchaba los grilletes de cuero a los enganches que tenía una cruz de san Andrés que estaba en una de las paredes de la sala.

-         Desde luego que buena te vuelves cuando ves que te voy a castigar- dijo Carmen acercándose excesivamente al rostro de la sumisa más madura del grupo, quedando sus labios a escasos centímetros de los de la apresada.

Carmen aprovechó el tiempo que tuvo a la sumisa así, mientras esperaba a Sara, para acariciar la anatomía de la esclava. La joven Ama comenzó por amasar los grandes y ligeramente caídos pechos de la sumisa, mordiendo con fuerza sus pezones marones, no dejando de apretar los dientes hasta que escuchaba los quejidos de la sumisa.

La joven Ama se dispuso a aflojar la presión de su mandíbula, pero decidió mantener aquel pezón entre sus dientes cuando notó la depilada vagina de la sumisa totalmente húmeda. A Carmen tan solo se le vino a la cabeza una persona a la que le gustase tanto el dolor como a Lola: su herma Susana.

Cuando Carmen comenzó a acariciar el sexo de la esclava, mientras que seguía mordiendo aquel pezón que ganaba dureza por segundos, escuchó como Lola comenzaba a disfrutar de aquello, no tardando en proferir gemidos y quejidos que hicieron que la Dominante comenzase a excitarse también.

-         Te dije que no comenzarás sin mí- le reprochó Sara, con media sonrisa, a Carmen, ante lo que su amante soltó el pezón que tenía entre los labios para sonreír a la mujer.

-         Aún no he comenzado, esto es solo calentamiento- explicó Carmen, aún con los dedos empapados por los fluidos de Lola.

Viendo que Lola estaba disfrutando tanto con el dolor, Carmen cogió unas pinas metálica, unidas por una cadenita dorada para aprisionar con fuerza los marrones pezones de la sumisa, que gimió de dolor. Carmen se pasó la lengua por los labios mientras que observaba el expuesto cuerpo de la sumisa, sabía que Lola estaba deseando ser castigada por ella, y Carmen ya tenía en la cabeza media docena de castigos, pero no se decidía por cual comenzar.

Finalmente se decantó por coger un látigo corto, de al menos una veintena de tiras de cuero, para azotar el torso de la mujer, comenzando por los pechos, a los que dio una docena de golpes a cada senos, para ir bajando hasta el empapado sexo que la mujer, al que le dio otros cinco golpes mientras que Sara se acercaba a Carmen por la espalda para masajearla y besarla los hombros que quedaban al descubierto con el vestido negro de tirantes que se había puesto aquella noche.

-         Imagino que aún no quieres rendirte, ¿verdad?

-         No Ama- dijo la sumisa con la cabeza gacha observando como su cuerpo se había enrojecido tras los golpes.

-         Mejor, esto habría sido aburrido- dijo Carmen mientras daba la espalda a Lola para acercarse a Ana y susurrarla al oído lo que deseaba que hiciese con la mujer.

Lola, sabiendo de la superioridad física de Ana, se dejó hacer, ya que la más mínima resistencia seguramente la había supuesto algún correctivo por parte de la adiestradora, y al parecer solo deseaba ser castigada por la mano de Ama Carmen.

La joven Ama siguió de cerca detrás de las dos mujeres y observó como la musculosa sumisa de Ama Sonia, que en aquel momento estaba a préstamo con Carmen, hacía sentarse en el suelo a Lola, sentada, de espaldas a la pared y con las manos apresadas sobre su cabeza mediante unos pesados grilletes metálicos.

-         Agarra su pierna derecha y pégala lo más cerca de la pared posible- ordenó Carmen a Ana y esta no tardó en agarrar con sus fuertes brazos la pierna de la sumisa, momento en que Carmen se sentó sobre la otra pierna de la sumisa y la sonrió- veo que tienes mucho aguante en el dolor de castigos habituales, me preguntó si también soportarás mis imaginativos castigos.

Lola mantuvo la calma mientras que Carmen tiraba de su pierna derecha, haciendo que sus pierna estuviesen cada vez más abierta y su sexo más expuesto, pero aquella zona tan sensible de su cuerpo no era su objetivo en aquel momento, y Lola lo supo cuando vio que Carmen no paraba de hacer cada vez más grande la apertura de sus piernas, hasta que Lola no aguantó más y soltó un quejido de dolor.

-         Parece que no eres muy elástica, aún me queda mucho para abrirte del todo de piernas- dijo empujando un poco más la pierna que tenía agarrada, mientras se deleitaba con el rostro y el gritito de dolor de Lola.

-         No Ama por favor, si me abre del todo me va a romper- dijo la sumisa con tono asustado, ante lo que Carmen respondió con un nuevo empujón de pierna, haciendo la apertura unos centímetros mayor.

-         Tranquila, si oigo algún chasquido fuerte lo dejaré- respondió con su sonrisa sádica- aunque esto lo puedes terminar tú cuando quieras, ya sabes lo que tienes que hacer.

Lola aguantó estoicamente otra media docena de empujones sobre su pierna derecha, acabando con una apertura de aproximadamente unos 150º , en aquel momento Carmen pensó que aquella sumisa tan madura iba a lograr soportar hasta el máximo al que podría llevarla, pero sonrió al oír el bramido de dolor tras el último y las súplicas de la sumisa.

-         ¡Por favor Ama deténgase!- pidió a voz en grito- ¡me volveré bisexual, pero por favor no me abra más!- pidió suplicante, haciendo que Carmen tirase de su pierna en sentido opuesto al que había estado haciendo para torturarla.

-         Veo que has entrado en razón, ¡muy bien!- dijo Carmen levantándose del suelo, para a continuación levantarse el vestido y bajándose suavemente sus braguitas blancas para quedar su empapado sexo de labios rosados a la vista de la sumisa.

La sumisa no dijo nada ante el comentario, y tampoco esperó a que la Dominante le diese orden alguna para comenzar a lamer la húmeda rajita de Carmen, que gimió satisfecha de haberla hecho ceder y también de la lamida que le estaba dando que si bien era como la primera, cuando la había ordenado que se disculpase por el mordisco que había dado Ana el primer día, esta lamida la estaba dando con bastante más entusiasmo y habilidad.

-         Esclavas, venid ya- ordenó Carmen y el grupo de seis sumisas se acercó rápidamente hasta colocarse a delante de la derrotada Lola- parece que Lola ya ha cedido y ha decidido ser una buena perrita bisexual, como todas vosotras, así que darla una buena bienvenida.

Ana quitó los grilletes de las manos de la sumisa, para dejarla libre, pero no tardó en caer al suelo de nuevo, empujada por la media docena de sumisas, ávidas de sexo, que entendieron perfectamente el papel Dominante que Carmen les había dado en aquella ocasión con respecto a Lola.

Carmen se acercó lentamente a Sara mientras observaba como las seis sumisas que habían estado observando el adiestramiento de Carmen sobre Lola, mordían y chupaban hasta el último centímetro de piel de la sumisa más madura, mientras que esta se removía incómoda, pero aun así no hacía nada por evitar los tocamientos de sus compañeras.

Sara se dejó tocar por su joven amante y no hizo absolutamente nada cuando Carmen la retiró los tirantes de su vestido y dejó caer este hasta que quedó en sus caderas, quedando sus pechos de pequeños pezones marrones a la vista de Carmen, que se lanzó para chuparlos suavemente, mientras que Sara la devolvía las caricias sobre su cuerpo, aún cubierto por el vestido negro que tanto estilizaba su figura.

Pese a que aquel lugar parecía bastante incómodo para practicar sexo, Carmen y Sara no tardaron en desnudarse para arrodillarse la una frente a la otra y besarse y acariciarse con pasión mientras que de fondo escuchaba los quejidos y gemidos del grupo de sumisas.

La única de todas las mujeres de la sala que no estaba haciendo absolutamente nada era Ana, que miraba ansiosa los cuerpos de las dos Dominantes, pero no movería ni un músculo hasta que su Ama temporal se lo ordenase, orden que Carmen por el momento no estaba dispuesta a dar, le gustaba tener a Ana tan excitada, si normalmente era muy maleable, cuando se la dejaba sin sexo durante un par de días o se la ponía delante de una situación erótica sin poder participar, la sumisa se volvía aún más entregada, si eso podía ser.

Entre lamidas y besos, Carmen lanzó miradas lascivas a Ana, que cada vez estaba sudando más, debido a que aún llevaba toda su ropa, sus pantalones vaqueros, botas y blusa azul. Finalmente la joven Ama hizo un gesto con la mano a la sumisa y esta se desnudo en menos de un minuto, mostrando su espléndido y musculado cuerpo. Entonces se arrodilló junto a las dos Dominantes.

-         El suelo está un poco duro, Ana- le dijo Carmen sonriendo- túmbate boca arriba, te usaremos de colchón.

-         Sí Ama- dijo la sumisa excitada, que pese a esperar un papel más activo en aquella situación no protestó y se tumbó.

Carmen apoyó su empapado sexo sobre los duros pechos de la sumisa, mientras que Sara se dejó caer sobre el marcado abdomen de Ana, que soltó un quejido al notar el peso por sorpresa.

Carmen, que sabía la adoración que Ana tenía por su joven cuerpo, restregó su sexo por los pechos de la mujer, y movió su trasero de forma sugerente delante de los ojos de la sumisa, que observaba las curvas de su Ama, ansiosa de poder acariciarlas, tocarlas y lamerlas…

La Dominante, antes de ordenar a Ana ser su colchón y el de Sara, había planeado estar así tan solo unos minutos, pero al ver que los pezones erectos de la sumisa no hacían más que clavarse en sus nalgas la hicieron darse cuenta de hasta que punto la excitaba ser usada como un objeto por un Ama diez años más joven que ella, y si aquello le gustaba, Carmen estaba dispuesta a multiplicar aquella sensación tanto como la fuese posible para el goce de ambas.

Después de algunos minutos más de preliminares, Carmen se levantó de los pechos de la sumisa, para acercarse a uno de los armarios de la sala y sacar de él un arnés, no demasiado largo, pero si grueso y con infinidad de muescas que estaba segura de que a Sara la volvería loca de placer.

Cuando regresó le indicó a su amante que se levantase del “colchón” y la mujer, deseosa por saber lo que había preparado la creativa mente de su sumisa, se incorporó.

-         Tu ponte en cuatro patas, esclava- ordenó Carmen a Ana que se incorporó al momento- espero que te sirva bien esta banqueta- dijo la joven Ama, risueña al estar usando a Ana como un mero objeto.

Sara, como era de esperar, tomó asiento con una sonrisa en la boca, sentándose, con todo su peso, sobre la zona lumbar de la esclava. Carmen, al ver a su amante acomodada, se arrodilló detrás de Ana, con el arnés puesto, para penetrarla sin miramiento, provocando los gemidos de la placer de la sumisa que por fin sentía estimulado su sexo.

Carmen, aprovechó su posición para enterrar su cabeza entre los pechos de Sara, para lamerlos y besarlos, al tiempo que embestía con fuerza la vagina de su ansiosa esclava, que estaba gozando de aquel momento con intensidad.  

Sara, que se sentía muy cómoda sobre el resistente asiento que formaba para ella el cuerpo de Ana, acarició la cabeza de Carmen con cariño, mientras se deleitaba de la hábil lengua de su amante, que mordía y chupaba de manera alternativa sus erectos pezones.

-         Ama- llamó Ana excitada- no aguanto más, si sigue así me voy a correr- avisó la sumisa, sin pedir en ningún momento orgasmo, ya que sabía que no la sería concedido hasta que las dos Ama estuvieran satisfechas.

-         Ya sabes las normas, perrita- dijo Carmen embistiendo en un par de ocasiones más, sabiendo del esfuerzo de Ana por retener su orgasmo- Además, nada te garantiza que esta noche esté generosa y te deje correrte- dijo Carmen sacando su dildo, empapado el los fluidos vaginales de su sumisa, y colocándose delatante de Ana, en cuyo rostro comenzaba a verse el esfuerzo físico mezclado con la excitación.

Ver aquel gesto hizo que Carmen se inclinarse para acercar sus labios a escasos centímetros de los de la sumisa, que la miraba con devoción.

-         De momento solo eres un agujerito para que lubrique mi arnés, ya veré si al final de la noche te mereces algo más- le dijo sonriendo pícaramente y acabando dándola un beso suave en los labios.

Antes de que el dildo, con el que Carmen tenía intención de penetrar a Sara, comenzase a secarse, Carmen dio orden a Ana de que se tumbase de nuevo boca arriba, no tardando en ser sus firmes y duros pechos aplastados por las rodillas de Sara, para apoyar sus manos sobre el suelo y quedar en cuatro patas, con su sexo expuesto y empapado para que Carmen la pudiese penetrar sin problemas.

La joven Ama clavó sus rodillas sobre el abdomen de la sumisa, sintiéndolo al principio bastante rígido por la fuerza que Ana estaba haciendo, peso esa fuerza no tardó en desaparecer y sus rodillas se clavaron un poco más en el musculoso cuerpo de la esclava.

Sara gimió de placer al notar la penetración y sonrió a Ana mirándola desde arriba, con la intención de hacerla ver lo mucho que ella estaba gozando de su Ama, mientras que ella, como sumisa que era, tan solo las servía de colchón.

En las primeras penetraciones Carmen anduvo con cuidado, nunca había tenido relaciones sexuales sobre otra persona, de aquel modo, y temía sobrepasarse y hacer daño a Ana, pero tan solo tardó unos minutos en darse cuenta de que el portentoso cuerpo de su sumisa aguantaba perfectamente cualquiera de sus embestidas, con lo que dejó de preocuparse por aquello y comenzó a mover su pie derecho por la empapada raja de la sumisa.

La situación estaba tan cargada de morbo que Carmen fue la primera en llegar al orgasmo, después de unos pocos minutos de penetraciones, pero no paró hasta que finalmente Sara también soltó sus fluidos. Carmen, que conocía perfectamente el cuerpo de su amante, sacó el dildo del sexo de Sara en cuanto supo que el torrente de fluidos iba a salir, cayendo este directamente sobre el abdomen Ana, que cada vez respiraba más agitada.

-         Eres un colchón magnífico- dijo Carmen, ya incorporada, al igual que Sara, mirando a Ana que aún permanecía tumbada en el suelo.

-         Gracias Ama, me alegra haber podido servirla- dijo dócilmente, entrecortándosela la voz cuando Carmen pasó su pie por el empapado sexo de Ana y Sara pasaba otro de sus pies por su abdomen para restregar por todo su cuerpo los fluidos que acababa de soltar sobre la sumisa.

-         ¿Y conmigo que pasa?- preguntó Sara clavando su pie sobre el estómago de Ana que gimió de dolor- ¿solo haces caso a las jovencitas? Quizás tenga que hablar con tu Ama para que te corrija ese comportamiento.

-         No Ama, por favor, lo siento mucho, también la estoy agradecida a usted, Ama Sara- dijo la sumisa temerosa de un castigo severo por parte de Ama Sonia.

-         De momento te quedas sin sexo esta noche, vístete y espérame en la habitación- ordenó Carmen con firmeza, haciendo que Ana se levantase lentamente, con tristeza por el error que había cometido al no reconocer a la amante de su Ama.

Las dos Amas se vistieron con lentitud, mientras que Carmen echaba un ojo a sus sumisas, que seguían rodeando a Lola, que recibía toda clase de lamidas, mordiscos y caricias y que trataba de devolver todo el placer que recibía, pese a su evidente desventaja numérica de 6 contra 1.

-         Ya vale, dejar a Lola- ordenó Carmen que llevaba el cinturón de castidad de la sumisa entre sus manos- póntelo- ordenó tirándolo a sus pies.

-         Pero creí que ahora me dejaría así, como a ellas- dijo Lola sin comprender.

-         ¡Calla y obedece!- ordenó el Ama con dureza y la sumisa se puso rápidamente el cinturón de castidad para que Carmen acabase por ponerla el candado- Como comprenderás no puedo premiar igual a la perra terca que se somete a la semana,  que como premió a la primera- explicó Carmen- vas a tener la opción de tener tus orgasmos, pero te los tendrás que ganar.

-         Sí Ama, haré lo que quiera- dijo la sumisa excitada, era evidente que no había obtenido tanto placer como necesitaba.

-         Desde luego que lo harás, pero cuando no tengas ninguna orden mía obedecerás a las de tus compañeras, cualquier orden que ellas quieran darte, porque ellas serán las que se encarguen de darte orgasmos o castigos- Lola la miró sorprendida ya que no esperaba aquello- Durante el día, quiero que todas y cada una de vosotras venga y me diga si Lola merece castigo u orgasmo, ante los empates me decantaré por castigo, así que tendrás que tener al menos a 4 de tus compis contentas. También en el caso de que alguna no lo tenga claro ese voto será contado como castigo. ¿alguna duda?- Laura, una de las sumisas de 30 años alzó la mano.

-         ¿La podemos ordenar lo que queramos?

-         Sí, aunque preferiría que la mayoría fuera para sexo, no quiero que la agotéis físicamente- dijo Carmen consciente de su edad- ¿Cómo te sientes al saber que vas a ser la esclava sexual de las esclavas sexuales, Lola?

-         Bien Ama- dijo la sumisa arrodillándose ante su Ama, con la esperanza de que la quitase más libertades por no se los suficientemente agradecida- Gracias por dejarme al cuidado de mis compañeras.

-         Bien, podéis retiraros a dormir- dijo Carmen y todas se pusieron sus camisones, salvo Lola que tuvo que salir desnuda ya que Carmen había roto el suyo, para salir de la sala de castigos.

Sara, que aún permanecía detrás de Carmen la dio un beso en el cuello, mientras que restregaba sus pechos, cubiertos por el vestido, sobre su espalda, notando como los erectos pezones de Sara se la clavaban suavemente en la espalda.

-         Te pones muy sexi cuando te pones severa, seguro que esa Lola se vuelve adicta a las mujeres, cuando regrese a casa con su esposo lo deja a la semana- auguró Sara soltando una risita, que fue acompañada por la de Carmen, orgullosa de su labor.

-         Ahora voy a ir a jugar un rato con Ana, no quiero tensar demasiado la cuerda con ella, creo que hoy me he pasado un poco al dejarla sin orgasmo después de tenernos a las dos tan cerca- dijo Carmen con la duda en el rostro, Sara rio.

-         ¿Tensar demasiado la cuerda? Ana está coladita por ti, la tienes loca- dijo Sara pasando su lengua desde la parte baja del cuello de Carmen hasta su oreja derecha- La encanta servirte y que estés contenta, ahora mismo se siente culpable por no haberme dado las gracias y haberte enojar, sabe que ese fallo tonto la ha dejado sin orgasmo.

-         Luego la daré un buen orgasmo- dijo Carmen sonriendo, pensando en como lo haría para darla el máximo placer- pero la haré esperar un poco, que se atormente un poco más a si misma por su error.

-         Castigas física y psicológicamente… eres malísima- le dijo Sara mordiéndola el cuello- pero supongo que si vas a hacerla esperar querrás tener a alguien que te haga compañía hasta que decidas ir con ella- comentó pasando sus manos por debajo de los pechos de Carmen para apretarlos suavemente, provocando la excitación de Carmen que se giró para besarla con pasión y volver a disfrutar del sexo.

 

Continuará…

 

Agradeceré comentarios y sugerencias tanto por aquí como por mi correo fantasias1987@hotmail.com      

             

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