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La decisión de Carmen 8

en Dominación

Carmen y Ana no salieron del salón hasta que sus Amas pasaron por allí para indicarlas que ya podían ir a comer. Ana fue la primera en levantarse y Carmen le siguió de cerca aunque el camino no tenía pérdida, la cocina estaba al final del pasillo.

Carmen entró pensado que lo más seguro sería que tuviesen que  preparase ellas mismas la comida, pero cuando llegaron tenían una mesa preparada con un par de platos de un arroz con una pinta muy apetitosa y un par de trozos de carne recién fritos que distaban mucho de un menú de esclava.

-          Es para nosotras- le indicó a su invitada sonriendo al ver las dudas en el rostro de Carmen- tanto las capataces como las sumisas ponys tenemos que comer mucho para aguantar los duros días en la finca.

Carmen que estaba hambrienta se sentó a la mesa y comenzó a comer a buen ritmo, al igual que lo hacía su guía, las dos eran observadas por una criada que estaba entre fogones, pero que miraba a la mesa cada dos por tres por si las dos comensales necesitaban algo más.

-          ¡Estoy llena!- dijo Carmen visiblemente satisfecha por la comida- estaba todo buenísimo.

-          Ama Sonia procura darnos un buen alimento a los capataces y algo peor a los ponys- explicó- Mientras cumplamos bien con nuestras funciones ella nos cuida muy bien, pero es bastante inflexible con los errores.

Después de reposar la comida un par de minutos la doncella les sirvió un café con hielos, que para la temperatura que hacía era lo que más apetecía.

-          Esta tarde tenemos que ocuparnos de las corredoras- informó Ana mientras daba un trago de café- la primera parte de la tarde la pasaremos en el gimnasio y cuando veamos que baja un poco la temperatura les sacaremos a trotar hasta que se haga casi de noche.

-          ¿Y cómo te voy a poder ayudar?- preguntó Carmen que no sabía muy bien sus funciones para aquella tarde.

-          No te preocupes, estaré cerca de ti para orientarte en todo momento, me ayudarás a vestirlas, a vigilar que ninguna intenta vaguear… cosa fáciles no te apures- aseguró Ana con una sonrisa en la boca que tranquilizó un poco a la sumisa.

El sol que las esperaba en el exterior contrastó severamente con la ideal temperatura que había en el interior de la casa gracias al aire acondicionado. Por suerte el establo donde se hallaba las ponys-girls estaba tan solo a unos pocos metros de la construcción principal y pudieron llegar sin problemas antes de que el sol las calentase demasiado.

Cuando llegaron al establo de las corredoras había dos más que cuando lo había visitado un par de horas antes; un total de 6 mujeres ocupaban la superficie cubierta de paja, todas arrodilladas y a cuatro patas con la cabeza gacha fija en los dos platos que tenían ante ellas, casi todos completamente vacios, pero con resto, muestras inequívoca de que ya habían comido.

-          ¡En pie!- ordenó Ana como si de una autentica Ama se tratase. Todas las sumisas se pusieron en pie y firmes- esta es Carmen, es la sumisa de una de las invitadas de nuestra Ama y nos ayudará durante su estancia aquí a domaros adecuadamente- informó.

-          Sí Señora- dijeron todas al unísono, lo que sorprendió a Carmen, debía de ser algo habitual.

-          Debéis de tratarla exactamente igual que me tratáis a mí, y os aviso, como alguna le trate de engañar para que os de cualquier beneficio del que no seáis merecedoras os daré tantos latigazos que no deseareis volver a engañar a nadie en vuestras putas vidas- dijo en tono severo-¿entendido?

-          Sí Señora- dijeron de nuevo todas a coro.

-          Espero que así sea- dijo Ana mientras rebuscaba en la riñonera que llevaba hasta que sacó un par de llaves- son las llaves de sus grilletes- informó a Carmen dándola una llave- ve abriendo a las de la derecha mientras abro las de la izquierda.

Carmen al oírlo cogió la llave y comenzó a liberar a las sumisas que había a su derecha, un total de tres. Carmen se dispuso a agacharse para abrir el de la primera de las ponys, pero antes de que comenzase a doblar la espalda la joven que tenía ante ella alzó su pierna derecha para que la nueva domadora no tuviese que agacharse.

Carmen liberó a las tres sumisas que tenía ante ella en menos de un minuto, ya que las dos siguientes pusieron las mismas facilidades que la primera a la hora de ser liberadas de los grilletes, alzando sus largas piernas para facilitar la tarea de su nueva Señora.

-          ¿Ya las liberaste a todas?- preguntó Ana mientras comprobada que los grilletas de las tres sumisas habían sido abiertos- bien ahora verás que detrás de cada una de ellas hay una maleta en la que está su traje y accesorios, yo iré poniéndoselos a las de mi lado, tú ocúpate de las tuyas, si tienes alguna duda dímelo- la dijo mientras le sonreía.

Carmen se dirigió a la primera maleta de todas, en la que ponía en grande el nombre de la sumisa a la que debía vestir “Jesica”. Antes de que siquiera preguntase de quien se trataba ante ella se presentó una de las ejemplares. Una chica poco mayor que ella de veinte pocos años, de cuerpo delgado, un poco más alta que Carmen y piel clara esperaba con las manos detrás de la espalda. Lo que más la sorprendió de ella fue que a diferencia de la mayoría de las ponys de aquella cuadra aquella sumisa llevaba el pelo cortísimo, como si la hubiesen rapado hiciese poco.

-          ¿Eres Jesica?- preguntó Carmen mientras comenzaba a abrir maleta.

-          Sí Señora- Carmen al oírlo se sintió un poco rara, nunca nadie la había llamado Señora.

Carmen decidió comenzarla a vestir poniéndole las botas, la pony con buena voluntad trataba de levantar la pierna para ser calzada, pero era una cosa muy complicada sin que Jesica tuviese otro punto de apoyo. Carmen viéndose desbordada miró a Ana para ver como lo hacía ella y se dio cuenta de que ella ya estaba metiéndola el dildo por el sexo a su pony, pero a diferencia de la adiestradora novata, que estaba de pie, Ana ya había tomado asiento sobre la espalda de la negra transexual, que le servía de banco.

Ana al darse cuenta de los problemas por los que estaba pasando su compañera echó una mirada a las otras dos ponys que habían sido asignadas a Carmen, causando una reacción inmediata en las dos, que se acercaron rápidamente, llegando primera una chica alta, de piel morena, pelo largo y negro y unos pechos de tamaño medio adornados con unas pezones marrones.

-          Por favor siéntese Señora- pidió la sumisa clavando sus cuatro extremidades en el suelo y ofreciendo su espalda a Carmen.

-          Gracias- dijo Carmen y lentamente se sentó sobre la sumisa.

Al principio le resultó raro y se sentó lentamente para no lastimarla, pero le fue pareciendo algo más normal a medida que vestía a Jesica. La sumisa que la estaba sirviendo de asiento, pese a no tener grandes músculos como Ana parecía tener una resistencia envidiable.

Para cuando Carmen consiguió meter el dildo en el sexo de la sumisa que estaba vistiendo Ana ya había terminado con la primera de las suyas y eso hizo que Carmen trátese de ir un poco más rápido, pero una cosa era querer y otra conseguirlo ya que Ana acabó con su segunda pony antes de que Carmen llegase a terminar con la primera, ya tan solo la quedaba meter la cola postiza por el ano de Jesica, el problema era que no sabía como hacerlo para no causarla excesivo dolor. Pero antes de exponerla aquella duda a su compañera la tercera sumisa que estaba a su cargo aquella tarde se arrodilló a la espalda de Jesica y comenzó, sin ningún rubor, a lamer entre las nalgas de la pony.

La sumisa que estaba haciendo aquel trabajo una mujer de unos 25 años, de piel clara, muy alta y al igual que sus compañeras de un cuerpo muy bien definido, pero esta sin lugar a dudas era la que a Carmen la resultaba mas atractiva.

-          Creo que ya está bastante húmedo Señora- dijo la sumisa retirando su rostro del culo de su compañera.

-          Gracias- dijo apuntando la punta del arnés del que colgaba la cola para hundirlo sin problemas en el ano de la muchacha. A Carmen la sorprendió la elasticidad de agujero de la chica, pero lo ignoró y se dirigió a la siguiente maleta en la que ponía “Laura” que resultó ser la sumisa rubia despampanante.

Gracias a que Ana se encargó de vestir a cuatro de las ponys y Carmen se ocupó tan solo de dos pudieron terminar aquella labor en tan solo 20 minutos. Las seis ponys y sus dos domadoras salieron al exterior después de ese tiempo. Carmen se quedó impresionada de la obediencia de aquella sumisas, aunque no era para menos cuando eran guiadas por una mujer fuerte como Ana que las trataba con firmeza.

El sol las esperaba fuera con tanto ímpetu como antes de entrar al establo y por ese motivo aceleraron al paso. Carmen que no sabía a donde se dirigían procuró no separarse de Ana.

La marcha se detuvo cuando llegaron una pequeña construcción que había detrás de la casa y a la que Carmen aún no había tenido acceso. Ana se acercó a la puerta metálica que daba acceso al recinto y la abrió para indicar a las ponys que entrasen y comenzasen a correr para ir calentando.

Era una sala realmente grande la que se hallaba detrás de la casa, de unos 30X30 metros. Estaba perfectamente iluminada por fluorescentes que colgaban del techo y mostraba la apariencia de un gimnasio normal, con espalderas en un fondo, algún potro, vallas de saltar, balones medicinales… a simple vista parecía un gimnasio normal.

Las ponys corrieron a trote durante casi un cuatro de hora, hasta que finalmente Ana de una voz las hizo detenerse y reunirla con ellas en el centro de la pista. Los cuerpos de las mujeres de verdad tenían que estar acostumbrados a aquello, ya que la mayoría de ellas ni siquiera sudaban.

Durante las siguientes dos horas Ana estuvo adiestrando a las ponys haciéndolas correr, hacer esprines rápidos, hacer flexiones en el suelo, obligándolas a cargar con grandes pesas de gimnasio para llevarlos de un lugar a otro de la pista… todo esto animándolas con unas las vara de madera que no dudaba en usar cada vez que veía a alguna de las sumisas flojear.

 Afortunadamente para las sumisas a cargo de Ana estas no tuvieron que salir a correr nada más terminar aquella sesión, antes de eso y durante media hora las estuvo dando una clase teórica de los comportamientos propios de una pony-girl centrándose especialmente en la forma que tenían que actuar dependiendo del movimiento de las riendas de su jinete. Ana para asegurarse de que sus consejos eran escuchados preguntaba a las sumisas cada poco tiempo, obteniendo casi siempre una respuesta correcta, ya que si no era así la sumisa que erraba recibía castigo de la vara de Ana.

Las últimas dos horas fueron las más complicadas para Carmen ya que Ana le confió un carro de ponys para que lo dirigiese ella misma. La sumisa montó dudosa al carro una vez Ana la explicó brevemente el uso de las riendas y la entregó una fusta para que las espolease, instrumento que Carmen no se veía capaz de utilizar.

Las dos yeguas que la tocaron en suerte fueron Jesica, la sumisa de la cabeza rapada y Katrina, la sumisa que acompañaba a la pony de raza negra aquella misma maña. Carmen antes de salir, al igual que hizo Ana embadurnó de crema solar a las sumisas a su cargo centrándose en sus pechos y hombres, ya que eran las zonas más sensibles a quemarse.

Ana salió primera y Carmen movió sus riendas con timidez, realmente no deseaba dañar a aquellas sumisas, pero al ver que no se movían tuvo que golpear con algo más de fuerza para que comenzasen a correr. La campanitas que colgaban de los pezones de sus tiradoras tintineaban a cada zancada que daban, Carmen lo podía escuchar nítidamente.

Según se fue desarrollando la tarde Carmen se sintió algo mejor y poco a poco comenzó a coger soltura.

-          Lo haces bien- le comentó Ana desde su carro, que había ralentizado su marcha para que Carmen llegase a su altura- aunque las tratas con demasiada dulzura.

-          Bueno, es que soy sumisa y mi Ama tampoco me trata con dureza- respondió Carmen.

-          Es comprensible, aunque si yo las tratase con tanto cariño mi Ama seguro que me pondría a correr de nuevo. Cuando las tratas demasiado bien se vuelven perezosas- explicó Ana.

Sobre las nueve y media de las noche Ana y Carmen llevaron a las yeguas que habían estado entrenando hasta los establos. Quitarlas todo aquel material y dejarlas totalmente desnudas, fue mucho más sencillo que ponérselo.

-          Venga, hora de la ducha- ordenó Ana y todas las sumisas en orden comenzaron a salir del establo.

La ducha no fue otra cosa más que un manguerazo que Ana les dio una por una. El agua no salía a una presión excesiva y las sumisa recibían aquel chorro de agua con bastante gusto, seguramente era un alivio librase del sudor que había estado empapando su piel durante todo el día.

-          Ama Sonia dice que ya podéis ir a descansar- informó una voz que hizo sobresaltarse a Carmen, era una de las sumisas-sirvientas de Ama Sonia que llevaba un gran saco en su mano derecha.

-          Estaba esperando que llegases- dijo Ana tranquilamente mientras cerraba la llave del agua- Ella se encargan de vestir, dar de comer a las sumisas y llevarlas a sus habitaciones- explicó cuando estaban ya cerca de la casa.

-          ¿Qué habitaciones?- preguntó Carmen que pensaba que dormían en el establo.

-          En la casa, dormir en los establos sería bastante duro, nuestra Ama solo hace dormir en el establo cuando se comente alguna falta grave, normalmente dormimos en camas para que nuestras espaldas no se resientan, una pony de baja es poco rentable- comentó sonriente.

Carmen siguió a Ana hasta su habitación que estaba en el segundo piso, la sumisa estaba deseando caer sobre la cama y descansar, había sido un día bastante intenso. La habitación de Ana al igual que la de Carmen en casa de su Ama tenía de todo, incluso su propio cuarto de baño, lo que sorprendió a la sumisa.

-          ¿Disfrutaste del primer día?- preguntó Ana al ver como Carmen se dejaba caer sobre la cama.

-          Muy agotador- respondió la chica, que no quería ni imaginarse lo agotador que sería el día siguiente ni lo cansadas que podían llegar a estar las ponys después de un día entero de entrenamiento.

-          Bueno, ahora nos podemos relajar juntas si quieres- dijo la mujer mientras comenzaba a quitar las botas de los pies de Carmen. Una vez Ana la quitó los zapatos y los calcetines su anfitriona comenzó a masajearla los pies.

Carmen no pudo evitar gemir de placer, era la primera vez que alguien masajeaba sus pies, y era realmente placentero, pero la chica pese al inmenso placer que le invadía prefirió posponerlo y sugerirla que mejor antes se fuesen a dar una ducha, la chica sabía donde iba a acabar aquello y no quería estar sudorosa.

Ana sonrió ampliamente al oír la sugerencia de su compañera y comenzó a desnudarse sin ninguna clase de pudor, quedando totalmente expuesta a la mirada de Carmen. La sumisa se quedó impresionada, nunca había visto una mujer con unos músculos tan bien definidos como aquellos, lo que más se le marcaban eran los abdominales, pero sus piernas y brazos también aparentaban ser muy duros, al igual que sus senos que se mantenían firmes antes los ojos de la sumisa, con unos pezones duros, marroncitos y con un aro dorado en cada uno de ellos.

Ana al ver que Carmen no comenzaba a desnudarse se acercó a ella para ir quitándola la ropa, cosa que Carmen no evitó y se dejó hacer, hasta quedar tan solo con sus braguitas, las cuales Ana retiró usando tan solo los dientes.

Una vez desnudas amabas se metieron en la ducha y comenzaron recibir el agua sobre sus cuerpos. Cuando estuvieron bastante mojadas cada una comenzó a enjabonar el cuerpo de la otra, Carmen se centró en cubrir bien de espuma los duros pechos de su amiga con una mano y su sexo rasurado con la otra. Ana por su parte comenzó por los sensibles pechos de Carmen, del mismo tamaño que los suyos, pero mucho mas blanditos.

La sesión de enjabonar y aclarar se alargó por unos minutos hasta que ambas decidieron salir de la ducha, sin ni siquiera secarse para continuar en la cama.

Carmen realmente no se dio cuenta de lo que estaba haciendo hasta que se vio reflejada en un espejo de la habitación de Ana, estaba a punto de hacer el amor con una mujer que había conocido tan solo una horas antes. Si unos meses antes le hubiesen dicho que iba a practicar sexo lésbico aquel verano ella ni se lo abría creído y mucho menos tener una relación Ama sumisa con una mujer que la doblaba la edad.

-          ¿Pasa algo Car…?- pero la sumisa no le dejó terminar de hablar, antes de eso le besó con pasión la boca y le metió la lengua lo más profundo que pudo, ya le daban igual sus antiguos prejuicios, la chica quería follar con Ana aquella noche y con el consentimiento de su Ama tenía todo lo que necesitaba para llevarlo a cabo, ya que Ana parecía más que dispuesta.

Estuvieron explorando sus cuerpos durante muchos minutos, acariciándose, restregando sus pechos los de la una contra los de la otra, gimiendo de placer cuando alguna encontraba alguna de las zonas erógenas del cuerpo de su amante.

-          Creo que ya estamos bastante mojadas- comentó Ana mientras estiraba su brazo derecha para abrir un cajón de su cómoda- es momento de usar el arnés- dijo sacando un consolador que estaba unido a unas correas de cuero negro.

Ana a la vez que acariciaba el cuerpo de Carmen comenzó a colocarla aquel instrumento que tantas veces había usado su Ama con ella. La sumisa sintió un tremendo placer cuando notó dentro de su sexo el consolador y se dio cuenta de lo bien que se sentía cada vez que el dildo que iba a hundir dentro del coño de Ana se movía.

-          Déjame que lo lubrique un poco- pidió Ana ante lo que Carmen no puso objeciones.

La capataz de los ponys se arrodilló ante Carmen y comenzó a meterse el dildo dentro de la boca. Carmen pese al inmenso placer que aquello la producía no se conformó y comenzó a acariciar sus pechos, centrándose en sus pezones, todo aquello sumado a que Ana miraba al rostro de la portadora del dildo con una expresión más que sugerente mientras se acariciaba su propio sexo hacía sentir a Carmen un calor abrasador dentro de ella.

-          Ya está- dijo Ana levantándose del suelo y colocándose sobre la cama a cuatro patas con las piernas bien separada- métemela aquí por favor- pidió humildemente mientras separaba los labios de su empapado sexo, mostrando su interior rosado.

Carmen, loca de excitación, se aproximó rápidamente a su objetivo y apuntó el consolador sobre el sexo de la mujer. La sumisa comenzó a meterlo con precaución, pero al ver con la facilidad que entraba y el goce que producía a su amiga comenzó a mover sus caderas con más ímpetu gimiendo ella misma de placer, pero no tanto como la que estaba recibiendo la penetración.

El mete-saca al que estaba sometiendo Carmen a su amiga le estaba cansando bastante, pero la excitación por el momento le daba la energía suficiente como para no detenerse. Ambas llegaron a las puertas del orgasmo casi al mismo tiempo, momento en el que Carmen comenzó a mover sus caderas con las energías que le quedaban y Ana al sentirlo también colaboró moviendo su culo de delante a tras mientras Carmen se agarraba con fuerza a las caderas de la mujer para que el dildo no saliese del sexo de su amiga.

Ambas gimieron enérgicamente, Carmen un poco antes que Ana, cuando llegaron al orgasmo. Carmen sintió como sus fluidos habían salido del arnés y le recorrían los muslos.

-          No puedo dejar que eso se desperdicie- dijo Ana dándose la vuelta sacándose el dildo de golpe y comenzado a retirar el arnés de Carmen.- estás deliciosa- dijo pasando su lengua por el muslo de la joven mientras desabrochaba los cierres del arnés.

-          Déjame probar los tuyos también- dijo Carmen una vez se libró del arnés que ocultaba su sexo.

-          Será un placer- dijo Ana tumbándose sobre la cama e indicando a Carmen que se acercase- un 69 será la mejor opción. La primera que se corra baja a por la cena y la sube aquí- propuso la mujer sonriente mientras sentía como Carmen colocaba su sexo muy cerca de su cara.

-          Por mí vale- dijo Carmen metiendo su lengua en el sexo de Ana que al recibirlo gimió de placer tardando un par de segundos en comenzar chupar la vagina de su amante.

Carmen usó todas las técnicas que utilizaba cuando trataba de dar placer a su Ama oralmente, recibiendo por parte de Ana unos gemidos que a menudo le hacían retirar la boca del sexo de Carmen para expresar su placer.

Finalmente Carmen se alzó con la victoria de aquella competición cuando a la vez que su lengua uso también los dedos para sujetar el gran clítoris de Ana y comenzó a pasar su lengua de un modo frenético sobre él, provocando un nuevo orgasmo ante el que la perdedora gimió de placer.

-          Te he ganado, te toca ir a buscar nuestra cena- dijo Carmen sonriente mientras seguía sintiendo la lengua de su amiga por su sexo.

-          Ahora iré, pero antes déjame terminar con este aperitivo- pidió mientras levantaba un poco el culo de su amiga para lamer con algo más de espacio.

La sumisa sintió la lengua de Ana pasando desde su sexo hasta llegar a su ano, lo que la produjo un gran placer inesperado, nunca se había atrevido siquiera a tocar su ano siempre le había parecido un lugar muy sucio como para relacionarlo con el sexo, pero al sentir la lengua de su amiga por allí le hizo darse cuanta de que estaba equivocada. Después de unos minutos de intensas lamidas Ana logró hacer correrse a Carmen, soltando esta ultima una buena descarga de fluidos sobre el rostro de Ana que pegó sus labios a los labios vaginales, comenzando a succionar tratando de sacar de allí la mayor cantidad de fluidos posible.

-          Ya vale- dijo Carmen con dulzura mientras sonreía- que me vas a dejar seca.

-          Creo que nos lo vamos a pasar muy bien todas estas noches- dijo Ana con una sonrisa mientras sentía como Carmen se levantaba de encima suya.

-          Yo también lo creo, espero que no nos hagamos adictas la una a la otra.

-          De momento no hay que pensar en eso- respondió la mujer levantándose de la cama- tan solo hay que disfrutarlo.

Carmen asintió sonriente, pero la sonrisa se quedó fría cuando contempló lo que había en el trasero de su amante. En letras de un tamaño similar a su dedo meñique Carmen observó unas iniciales sobre la nalga derecha de la sumisa, parecía como si se la hubiesen hecho a fuego.

-          Ana, ¿qué son esa “SV” que llevas ahí?- preguntó mientras veía como se comenzaba a poner la bata.

-          Son las siglas de mi Ama, es un orgullo para mí. Solo se lo pone a las ponys que son importantes para ella- explicó sin molestarse.

-          ¿Y cómo te lo hicieron?- preguntó la sumisa que se temía la respuesta.

-          Con un hierro al rojo, fue de mutuo acuerdo, no pienses que me obligó- comentó con unas sonrisa que Carmen devolvió-. ¿No te habías dado cuenta hasta ahora?

-          No, estaba más pendiente de otras cosas- respondió haciendo que Ana riese complacida.

Continuará…

Agradeceré comentarios y sugerencias.   

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