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La decisión de Carmen 17

en Dominación

Carmen salió de clase acompañada por Vanesa tan pronto como sonó la campana que indicaba el final de las clases, la muchacha había dejado a su esclava recuperarse después del severo correctivo que le dio Claudia, su ex-profesora.

Carmen que había imaginado que su Ama se enfadaría cuando viese que había tenido piedad de su esclava se sorprendió cuando la alabó por el modo en el que había llevado la situación protegiendo a su sumisa de un castigo excesivo.

-         Carmen- le llamó una voz a su espada cuando estaba casi llegando a la salida, no era otra que Gema, la que en teoría también era esclava de la muchacha, pero a la que Carmen no tenía intención de usar por el momento.

-         ¿Quieres algo?- le preguntó la chica al momento.

-         Sí, bueno… es que…- la chica parecía nerviosa, lo que era normal ya que Carmen estaba al corriente de su timidez- he visto que últimamente pasas mucho tiempo con Vanesa y como ella no me dice lo que hacéis me pica la curiosidad, ¿podría entrar en vuestros planes?- Carmen sonrió y se acercó al oído de Gema para susurrarla.

-         Ella es mi esclava ahora, hago con ella todo lo que se me antoja.

-         ¿Entonces ya no eres de Ama Sara?- preguntó la muchacha esperanzada en poder servir a la mujer que la sometió.

-         Desde luego que sí, sigo siendo su fiel esclava, pero ella me ha confiado a esta perra para que la adiestre para ella- contestó soplándola al oído delicadamente.

-         ¿Podría serlo yo también?- preguntó tímida muchacha.

-         Con lo timidita que pareces y resulta que por dentro eres una sumisa viciosa- le dijo la chica sonriendo para acabar mordiéndola la oreja- te daré una oportunidad, pero recuerda que solo será una, sin fallas puedes olvidarte para siempre.

-         Haré lo que haga falta por agradarla- dijo la chica agachando la cabeza.

-         Te llamaré esta tarde y te diré donde me tienes que esperar.

 

Carmen, cuando llegó a casa le contó a su Ama los planes que tenía preparados para Gema, pero esta le cortó antes de que la desvelase demasiado.

-         Vas a tener que cancelarlo- dijo Sara mirándola fijamente- esta tarde tenemos visita y estás en parte importante de mis planes- confesó la mujer con media sonrisa.

-         Como quiera Ama- dijo la chica sumisamente- luego llamaré a Gema para decírselo. ¿Puedo saber quien viene, Ama?

-         Una amiga y su marido-esclavo- contestó la mujer.

Sara, durante la comida le estuvo explicando a su sumisa los gustos de los que serían sus invitados aquella tarde. La mujer era amante del nudismo y por aquel motivo Carmen tendría que recibirlos sin una sola prenda de ropa en el cuerpo, amén de ofrecerse a coger sus ropa nada más entrasen.

-         Puedes ir quitándote ya la ropa para ir acostumbrándote- le dijo la Dominante invitando a su esclava a que se librase de sus vaqueros y blusa, la sumisa sin pudor alguno se quedó totalmente desnuda ante su ama, mostrando sus pezones rosados erectos y su pequeño sexo algo mojado.

Desde aquel momento Sara se marchó a su estudio, donde tenía todas las cosas del trabajo para ir avanzando en algunos casos, Carmen, por su parte se dedicó a hacer tareas domésticas mientras esperaba nerviosa a que los invitado llegasen.

Carmen abandonó la cafetera cuando escuchó que alguien llamaba a la puerta, la chica se iba poniendo nerviosa a cada paso que daban, podían ser sus invitados, pero podían no serlo, con lo que se expondría desnudas ante algún vecino. Sin darse tiempo a pensar más en ello la sumisa abría la puerta de un tirón.

Por suerte para ella sí se trataba de la pareja que su Ama le había anunciado durante la comida, ella era una mujer de unos 30 años, piel clara, pelo largo, castaño y rizado y un rostro muy agradable con unos intensos ojos negros y de mediana estatura. El hombre por contra era bastante más mayor, cercano a los 45 años, de piel clara, alto y bastante robusto, aunque se veía a la legua que la que llevaba las riendas en la relación era la mujer.

-         Buenas tardes- dijo la sumisa al momento- ¿me permiten sus ropas?

-         Desde luego, debes de ser Carmen- dijo la mujer mientras dejaba a la sumisa que le ayudase a quitarse el abrigo que llevaba- yo me llamo Adriana y este es mi perro Antonio.

-         Es un placer conocerla Señora- dijo la chica descubriendo bajo el abrigo una barriga imponente que dejaba claro que su invitada estaba embarazada.

El hombre que parecía mucho más habituado a desnudarse no tardó en quitarse la ropa y comenzar a doblarla, mientras que Carmen trataba de ayudar a Adriana lo mejor que podía a desvestirla.

-         Por favor, acompáñenme al salón, en seguida aviso a mi Ama- dijo la chica mientras llevaba entre sus brazos las prendas de Antonio y Adriana.

Los dos siguieron a la sumisa de su anfitriona para acomodarse en el salón, la mujer tomando asiento en el tresillo y su esclavo colocándose a cuatro patas junto a esta, a Carmen le llamó la atención lo marcada que tenía su pálida piel que estaba cubierta de heridas y moretones, pero tampoco le prestó excesiva atención, lo importante en aquel momento era avisar a su Ama.

Después de avisar a Sara fue a su cuarto para dejar sobre su cama, perfectamente dobladas, tanto las prendas de Adriana como de Antonio. Cuando Carmen regresó a la sala de estar, con algunos refrescos, se encontró a Adriana y a Sara hablando animadamente mientras Antonio servía de reposapiés a su mujer. La muchacha cuando dejó la bandeja sobre la mesita del salón se arrodilló a los pies de su Ama.

-         He oído que eres una superdotada a la hora de dar placer, Carmen- dijo la embarazada.

-         Procuro esforzarme cuando tengo que dar placer, Señora- dijo la chica.

-         ¿Podrías darme un masaje de pies? Realmente hoy los tengo doloridos- dijo Adriana.

-         Sí Señora, trataré de aliviarla- dijo la chica gateando hasta los pies de la invitada.

En aquella ocasión no necesitó mirar a su Ama para saber que aquello era lo que tenía que hacer, Sara la tenía adiestrada para servir a sus invitados en lo que ellos deseasen aunque la mujer siempre estaba atenta por si estos se pasaban con sus exigencias.

La sumisa trató con especial delicadeza los pies de la mujer, comenzando por masajearlos ligeramente con las manos para poco a poco ir aumentando la presión de sus dedos sobre las doloridas plantas de los pies de Adriana progresivamente.

Para satisfacción personal de Carmen la receptora del masaje no ocultaba el placer que aquello le producía y las manifestaciones fuero aún más ostensibles cuando Carmen incorporó al masaje su habilidosa lengua, empapando en saliva los dedos de los pies de la mujer.

-         ¡Madre mía!- gimió la mujer mirando a Sara que al igual que todos en la sala estaba totalmente desnuda- Realmente tienes un tesoro.

-         Sí, ha progresado muchísimo desde que comenzó.

-         ¿Me la prestarás para un poco de sexo de calidad?- preguntó la mujer sonriendo a su anfitriona, sonrisa que Sara no tardó en devolver.

-         Que menos- dijo la mujer- últimamente hemos usado tu casa para hacer algunas sesiones con las sumisas de Carmen, estoy segura de que te pagará muy bien.

-         ¿También tienes sumisas, Carmen?- preguntó la mujer mirando a la esclava que la estaba haciendo olvidar sus dolores.

-         Sí Señora, fueron regalo de mi Ama- respondió la chica- las estoy preparando para ella.

-         Y lo está haciendo muy bien- añadió Sara haciendo sonrojar a su esclava.

Después de unos minutos de ambiente distendido Adriana le preguntó a su anfitriona donde podría tener un poco de intimidad con Carmen. Sara, sorprendida de que su amiga no hubiese preguntando antes por aquello le indicó que podían ir a su habitación y la acompañó al lugar seguida de Carmen y de Antonio que seguía en cuatro patas.

-         Él no quiero que la toque para nada- le dijo Sara al ver que Antonio entraba también en la habitación. Adriana rió encantada.

-         No te preocupes, solo viene de observador- aseguró la embarazada- Tiene prohibido correrse hasta que el niño nazca. ¿verdad cornudo?

-         Sí Señora- dijo el hombre humillado agachando la cabeza.

-         ¿Quieres contarle a nuestras anfitrionas nuestro tarto?- preguntó Adriana con su deslumbrante sonrisa.

-         Mi Ama me dio a elegir entre dejarla embarazada yo y no correrme hasta que naciese nuestro hijo, o que la dejase embarazada otro, haciéndome aún más cornudo, y yo pudieses correrme todos los días hasta que el niño naciese. Yo elegí la primera opción.- dijo el hombre sin levantar la cabeza que miraba directamente a su polla encerrada en un dispositivo de castidad.

-         Muy bien explicado- dijo su Ama complacida.

-         ¿Y como no lo haces con hombres ahora?- preguntó Sara que sabía de lo mucho que a Adriana le gustaba humillar a su marido.

-         Fácil. A este cerdo le humilla ver como hombres de verdad me follan, en cambio ver a su mujer intimando con otra hembra le pone muy cachondo- explicó provocando la sonrisa de Sara.

-         Desde luego eres lo peor- le dijo en broma.

Carmen obedeció sumisamente cuando Adriana le dijo que se tumbase en la cama, a la muchacha le agradaba el cuerpo de la amiga de su Ama y estaba deseosa de tener sexo con ella. La embarazada no tardó en recostarse junto a la sumisa y mirarla intensamente.

-         Puedes comenzar por donde quieras- le dijo la mujer con una sonrisa en la boca- no te quiero como sumisa, sino como amante.

-         Como usted desee, Señora- dijo Carmen al momento.

-         Hazme sentir muy bien, pero con delicadeza, estoy segura de que sabrás hacerlo.

La sumisa comenzó a intentar satisfacer a Adriana al momento, primeramente reconociendo el cuerpo de la mujer, acariciando con sus manos los grandes e hinchados pechos de la mujer, su húmedo sexo, su prominente barriga de embarazada de 7 meses y por supuesto dejándose ella también tocar por la invitada.

Carmen, sentía bastante placer entre las manos de aquella mujer, pero no era nada comparado con el que recibía Adriana de la sumisa.

-         ¡Dios, que manitas tienes!- dijo la embarazada mientras Carmen oprimía con delicadeza los grandes y marrones pezones de la mujer, mientras empapaba en saliva el resto de su pecho.

-         Tiene unos pechos riquísimos- dijo la sumisa sonriendo a su amante- su marido va a sentir mucha envidia cuando vea a su hijo mamando de ellos.

-         Seguro que sí- coincidió la mujer sonriendo también- déjame probarlo los tuyos- pidió concediéndola Carmen al momento su deseo.

Adriana besó, chupó y mordió encantada los pequeños pechos de Carmen, centrándose especialmente en sus rosados pezones que después de ser estimulados unos segundos no tardaron en ponerse duros.

Después de casi 10 minutos de preliminares las dos mujeres gemía de gusto a cada caricia, lo que provocaba que el rostro de sufrimiento de Antonio fuese cada vez mayor, la sumisa no había reparado en él hasta que se dio cuenta de que Adriana lo miraba cada cierto tiempo para recrearse con la situación de su marido. El hombre estaba arrodillado en el suelo con las manos detrás de la espalda y mirando fijamente la escena lésbica que tenía ante si.

-         ¿Estás disfrutando del espectáculo?- preguntó Adriana sonriendo maliciosamente mientras se tomaba un leve descanso junto a su compañera.

-         Disfruto si usted disfruta, Ama- dijo el hombre que obviamente deseaba ser él el que recibiese placer.

-         Pues entonces debes de llevar mucho sin disfrutar como hoy, cornudo- dijo la mujer para acabar soltando una carcajada- ahora vete a buscar a Sara y pídela que te dé un arnés para que esta señorita se lo ponga y me folle delante de tus narices- le ordenó haciendo que el hombre se diese la vuelta a cuatro patas y comenzase a gatear hacia la salida.

Después de la partida de Antonio, Carmen y Adriana siguieron con lo suyo, la sumisa procurando placer a la amiga de su Ama, siempre con cuidad de no apoyarse sobre la barriga de la mujer, y la embarazada tratando también de que su amante gozase de un buen sexo.

-         ¡Para, para!- le dijo Adriana después de unos minutos a Carmen- nuestro arnés ya está aquí- dijo la mujer con una sonrisa mirando a su marido, de cuya boca salía una dildo de grandes proporciones acompañado por correajes de cuero negro- ¿has penetrado ya alguna vez?

-         Sí Señora- respondió la sumisa al momento.

-         Estupendo- dijo Adriana sonriendo- si no tuviese este barrigón te penetraría, pero el estar embarazada me ha vuelto perezosa- manifestó guiñando un ojo a la sumisa.

-         Como prefiera Señora, me gusta estar en los dos lados- dijo la chica levantándose de la cama y acercándose al esclavo para retirar el dildo de su boca y comenzar a ponérselo.

Adriana que no parecía dispuesta a separarse de su compañera aquella tarde se levantó y ayudó a Carmen a ajustarse el arnés, quedándose la sumisa mirando su cuerpo desnudo  en uno de los espejos de la habitación de su Ama, realmente estaba imponente con el consolador negro de cerca de 25 centímetros colgando entre sus piernas.

-         ¡Perro, lubrica esa polla de plástico!- ordenó Adriana, haciendo que Antonio que seguía de rodillas en el suelo le levantase un poco para meter en su boca el gran arnés de Carmen- ¡Ponle más ganas, esclavo!- gritó agarrando al sumiso de la cabeza y obligándole a llegar más al fondo, haciendo que la parte del arnés que penetraba a Carmen le hiciese sentir placer.

Tras unos minutos de intensa lubricación, Adriana dio por bueno el trabajo de su esclavo y le permitió levantarse de su posición para en esta ocasión tumbarse en la cama con las manos detrás de la cabeza. Carmen no preguntó sobre sus intenciones ya que Adriana no tardó en subir también al lecho y colocarse a cuatro patas y con las piernas bien separadas, dejando vía libre a la sumisa para que la penetrase.

-         Se delicada, recuerda que vas a penetrar a una embarazada- le dijo Adriana girándose levemente para dedicar una sonrisa a su amante.

-         No se preocupe Señora. Iré siempre al ritmo que me marque.

-         Pues comienza.

Carmen, nada más escuchó la señal comenzó a introducir el gran consolador negro con delicadeza por el gran y mojado sexo de su Señora. Adriana no tardó en comenzar a proferir gemidos de placer al igual de Carmen que también estaba gozando en aquella posición, el único que desentonaba con sus quejidos era Antonio que soltaba cada cierto tiempo un grito de dolor.

La sumisa, curiosa por saber que hacía Adriana para darle ese dolor se echó un poco hacia la derecha mientras no descuidaba su estilo de penetración. La chica lo comprendió al momento, cada vez que la mujer recibía una señal de placer, esta hacía algo a su marido esclavo para que sintiese justo lo contrario: clavarle la uñas en los costados, arañarle el pecho, darle un rápido golpe en sus maltrechos genitales, morderle en cualquier parte del cuerpo…

Carmen, sin preocuparse ni un poco por el estado del sumiso siguió dando placer a Adriana aumentando progresivamente el ritmo y compatibilizándolo con toda clase de caricias, especialmente sobre su barriga y sus enormes y sensibles pechos, sobre los que Carmen dejó sus manos para facilitar la llegada del orgasmo en la mujer.

-         Sigue tocándome los pezones, que manitas tienes niña- dijo la mujer extasiada de gusto mientras la muchacha trataba de contener su propio orgasmo, sabía que si su Ama se enteraba de que se había corrido antes que su invitada le daría un buen castigo- ¡Me corro!- gritó la mujer.

Justo después de decir aquello Adriana se dejó caer sobre el pecho de su marido, para clavarle las uñas sobre los hombres y darle fuertes mordiscos sobre pecho, ante lo que el hombre gritó desesperado, pero sin mover los brazos de detrás de la cabeza. Carmen, no sacó el dildo hasta su amante se lo indicó y cuando lo hizo lo primero que hizo fue lames el sexo depilado de la embarazada, hasta dejárselo totalmente seco.

-         ¿Podré yo llegar al orgasmo ahora, Señora?- preguntó Carmen que estaba deseosa aún con el arnés puesto.

-         Lo siento mi niña, pero cuando me dejan satisfecha me vuelvo muy egoísta, así que no te doy permiso- dijo con una sonrisa mientras acariciaba del pecho de su marido sobre el que se veían claramente las marcas de dientes y uñas.

-         Sí Señora- dijo Carmen comenzando a retirarse el dildo un tanto disgustada, pero con la suficiente cabeza fría como para saber que no debía mendigar sexo a la invitada de su Ama.

-         Ahora dame una buena lamida de coño mientras yo y mi perro nos vamos recuperando de este esfuerzo- dijo sonriendo directamente a Carmen que no tardó ni un segundo en plegarse a las exigencias de la invitada y comenzar a lamerla.

Carmen que pensaba que tendría alguna oportunidad de llegar al orgasmo si daba una buena lamida a Adriana se esforzó al máximo, procurándola un nuevo orgasmo en pocos minutos, pero aún así la mujer no se apiadó de ella y la dejó con la calentura encima.

-         Ahora será mejor que cambies las sábana- dijo Adriana- Sara se podría enfadar si esta noche se hecha a dormir y huele que un hombre se ha tumbado sobre su cama.

-         Sí Señora- dijo Carmen al momento comenzando a quitar las sábanas para llevarlas directamente a la lavadora.

Carmen, como era costumbre en ella hizo la tarea con rapidez, arrancando las sábanas a tirones y llevándolas a la lavadora, donde las metió enérgicamente antes de presentarse en el salón donde su Ama permanecía junto a sus invitados. La sumisa como tenía costumbre cuando había visita, y no estaba sirviendo, se arrodilló a los pies de su Ama que le acarició la cabeza con cariño.

Sara y Adriana continuaron charlando durante otra media hora, en la que la embarazada le dijo lo satisfecha que había quedado con el rendimiento en la cama de la esclava y bromeó sobre que la había dejado un poco a medias para que la próxima vez la desease aún más. Carmen no dijo nada y permaneció callada durante toda la conversación ya que ni su Ama ni Adriana se dirigieron a ella directamente.

-         ¿Te ha parecido que Adriana ha sido mala contigo por no dejar que te corrieses?- preguntó Sara cuando sus invitados se marcharon y estaba tumbada y desnuda junto a su esclava en su cama.

-         No Ama- dijo la chica- me habría gustado correrme, porque estaba muy caliente pero no ha sido mala contigo.

-         Pero aún así no se lo pediste, no rogaste por él.

-         Lo sé Ama, pero es que me pareció que su no fue muy rotundo, no creo que hubiese logrado nada- explicó la sumisa.

-         La próxima vez podrás llegar hasta el final con ella- dijo Sara sonriendo- yo la dije que no te diese permiso para correrte.

-         ¿Por qué, Ama?- preguntó Carmen que no comprendía.

-         Quería saber si el estar domando sumisas te había hecho volverte arrogante, pero Adriana me ha dicho que has sido una perrita muy dócil- dijo Sara metiendo un par de dedos en el sexo de Carmen- sabía que si el no te lo daba yo no intentarías hacerme cambiar de opinión, pero siendo otra persona tenía mis dudas.

-         ¿Me hará llegar al orgasmo, Ama?- preguntó la chica deseosa de oír un sí de los labios de Sara.

-         Quizás,  pero hoy no me siento generosa, así que tendrás que ganártelo- dijo la mujer mirando su reloj de pared- si en los próximo 20 minutos me das 3 orgasmos te dejaré correrte.

Carmen, confiada en lograr cumplir con las expectativas de su Ama se incorporó de la cama y comenzó a estimular el sexo de su Dueña, que ya estaba mojado antes de que su lengua lo alcanzase.

 

Continuará…

 

Agradeceré comentarios y sugerencias.

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