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Ama Carmen 23: La sorpresa de Irma.

en Dominación

Después de tan solo una semana de clase, uno de los profesores de Carmen ya había decidido que era bueno ponerles un examen, e Irma, como siempre que sucedía algo así, logró obtener la prueba con casi una semana de antelación para su Ama.

Carmen, orgullosa de que su sumisa más madura estuviese tan entregada a sus encantos, cerró la puerta del despacho de su profe-sumisa en cuanto obtuvo la prueba. Como primera muestra de agradecimiento la dio un suave beso en los labios, prometiéndola una sesión extra e individual, en los próximos días.

-          Esta tarde la tengo libre- informó la sumisa por si a su Ama la iba bien. Carmen soltó una risita.

-          Que ansiosas estás por una recompensa- dijo la muchacha provocando el rubor en el rostro de la sumisa- está bien, te daré una sesión de las que tanto te gustan esta misma tarde. Ten el móvil conectado, te llamaré esta tarde. 

Carmen salió del despacho de Irma rápidamente para dirigirse al aparcamiento de la universidad donde Vanesa ya la esperaba dentro del coche con el motor en marcha. En cuanto las dos estuvieron dentro, la sumisa-conductora aceleró y salieron con rapidez hacia su apartamento, lugar al que llegaron casi media hora más tarde de lo normal.

Nada más entraron en la casa, Carmen se dirigió la cocina, ya que estaba hambrienta, encontrándose en el fuego una olla que contenía un guiso preparado por Ana. La joven Ama estaba muy satisfecha con la pronta y buena adaptación que Ana había tenido, no solo era un portento físico y una sumisa dócil, también era una buena cocinera que desde su llegada se había encargado de preparar la comida a su Ama para que comiese caliente nada más llegase de la universidad.

Carmen, que después de tanto tiempo con tantas sumisas se había acostumbrado a no hacer nada relacionado con las tareas de casa, tomó asiento en torno a la mesa de la cocina, lugar en el que había una nota de Ana en la que esta le relataba lo que había hecho durante el día y se excusaba por su ausencia ya que comenzaba a trabajar por las tardes en un gimnasio cercano como entrenadora. Carmen estaba al corriente de aquello, y pese a que habría preferido que Ana estuviese las 24 horas del día a su disposición, decidió permitirla que aceptase el trabajo para que conociese gente nueva en la ciudad y se adaptase aún mejor de lo que ya lo estaba haciendo.

Carmen y Vanesa no tardaron en sentarse a la mesa para comer más que lo que la segunda tardó en poner la mesa y servir la comida para su Ama y para ella. Al estar todo el día juntas no tenían mucho de qué hablar, así que su tema de conversación últimamente no era otro más que como estaba comportándose Gema en los últimos tiempos.

Vanesa todos los días le daba largos informes sobre lo dócil que estaba siendo la sumisa exiliada tanto con ella e Irma, a la hora de darlas sus dos orgasmos diarios, como con Catalina, a la que obedecía en todo y aceptaba los castigos que esta decidía imponerla, aun cuando no los merecía.

-          Creo que Gema ya aprendió la lección, Ama- comentó la voluptuosa sumisa al final- ya lleva dos semanas así.

-          ¿Quieres cumplir tú las otras dos semanas por ella?- preguntó Carmen esbozando una pequeña sonrisa.

-          No Ama- dijo Vanesa al momento, no quería que su Ama considerase que estaba desafiando su autoridad- lo siento, ¿no la digo nada a Gema sobre nuestra conversación de hoy? Todos los días me pregunta si ha preguntado por ella.

Carmen la miró pensativa, desde el primer día que había entregado a Gema a la pequeña abogada, la Dominante había exigido a Vanesa que le contase todos los detalles sobre su nueva vida, pero siempre le acababa diciendo que no comentase nada con ella, quería que Gema se sintiese lo más desamparada posible, que se sintiese abandonada por su venerada Ama Carmen.

-          Hoy me siento generosa, la dirás que hoy te he preguntado por ella y que después de lo que me has contado estoy muy satisfecha con su esfuerzo, dila que si sigue así dentro de dos semanas volverá a estar a mis pies- informó Carmen mirando a su sumisa.

-          Sí Ama, se lo diré- dijo sin poder contener una sonrisa de alegría por su compañera sumisa, pese a que esta había sido excesivamente severa con ella y sus otras dos compañeras durante la ausencia de Carmen, Vanesa ya la había perdonado, y después de casi 30 orgasmos recibidos en las últimas dos semanas, tenía muchas ganas de que Gema volviese a convertirse en su igual para que el placer fuese en ambas direcciones.

Pese a que Carmen tan solo iba a salir con Irma para darla una deliciosa sesión al aire libre, la muchacha decidió prepararse de manera meticulosa para que su sumisa la viese lo más deslumbrante posible y la desease todavía más.  

Mientras estuvo bajo el relajante chorro de agua tibia que caía de la ducha, la chica estuvo planificando la sesión que iba a dar a Irma, visualizándola en su cabeza, tanto por el lugar al que la llevaría como por los instrumentos que usaría para hacerla sentir humillación, dolor y placer de forma que la sumisa más madura con la que contaba rogase por más.

Carmen salió de la ducha después de unos minutos de reflexión y se secó con cuidado todo su cuerpo de piel bronceada y suave. Una vez estuvo seca del todo salió del baño totalmente desnuda, sin pudor alguno ya que la única que estaba en casa era Vanesa, a la que llamó con un tono de voz moderado, que fue más que suficiente para la voluptuosa sumisa se moviese con rapidez desde el salón hasta la puerta del baño.

Desde que Gema había sido desterrada a la casa de Catalina, Vanesa y Ana se encargaban de cuidar la imagen de su Ama después de su ducha, función que ambas cumplían encantadas, ya que no solo tenía ocasión de acariciar y mimar el cuerpo de su adorada Ama, sino que también esta acostumbraba a ser generosa con ellas y darlas algún que otro “premio”.

Lo primero que Vanesa hizo, cuando Carmen se sentó sobre su cama, fue arrodillarse para comprobar la pedicura de esta, viendo que el tono rojizo de sus uñas aún aguantaba desde la última vez, con lo que la sumisa se levantó para ir al tocador de Carmen y sacar de uno de los cajones la crema que usaba para que sus piernas y brazos estuviesen aún más suaves.

Carmen gozó de las caricias de su sumisa y de la sensación fresca de la crema sobre su piel, que era extendida con parsimonia por Vanesa que, sabiendo que tenía tiempo de sobra, se entretenía dando suaves masajes en los muslos y pantorrillas de su Señora.

La Dominante se dejó llevar por su placer durante muchos minutos, especialmente cuando Vanesa comenzó a usar su lengua y a meter esta por los rincones más sensibles del cuerpo de su Ama, como eran su ano y su vagina, a los que ensalivaba sin pudor alguno. Hasta que finalmente Carmen alzó su mano y la ordenó que parase para que la ayudase a vestirse.

Vanesa miró a su Ama para saber qué clase de ropa iba a necesitar, señalándola esta un atuendo sencillo, compuesto por unos pantalones cortos ajustados de color negro, una camiseta de tirantes blanca y una sudadera rosa, todo esto, por supuesto, con un conjunto de sujetador y braguitas blancas que Vanesa se esmeró en poner a su Señora, mientras que esta, móvil en mano llamaba a su sumisa más madura para que se pusiera un atuendo similar al suyo y se desplazarse hasta el portal de la residencia de su Ama en tan solo 10 minutos.

Carmen no se molestó por preguntar a su sumisa en qué lugar se encontraba y colgó antes de recibir respuesta. La chica sabía que era imposible que llegase en ese tiempo, pero aun así Carmen bajó al lugar en el que habían quedado puntual, tardando Irma en presentarse casi 10 minutos más de los acordados, con lo que Carmen la miró con severidad.

-          Me has hecho esperar, esclava- dijo Carmen en voz baja mientras la sonreía y observa su chándal de manga larga y color rosa, ligeramente arrugado, muestra de que la mujer lo había tenido que sacar de su armario de forma precipitada para poder presentarse ante su Ama como esta había solicitado.

-          Lo siento Ama, no volverá a ocurrir- dijo la sumisa a media voz agachando un poco la cabeza. Carmen estaba segura de que si su sumisa se había retrasado había sido porque estaba haciendo algo importante, pero a la Dominante le gustó ver como Irma asumía su culpa y no ponía ninguna excusa que pudiese aburrir a su Ama.

-          Bueno, supongo que no pasa nada- dijo Carmen satisfecha dejando pasar el retraso de Irma- vámonos.

La maestra, contenta de escuchar aquello de su Ama, siguió la hermosa figura de Carmen y se introdujo en el puesto del copiloto cuando la Dominante se acomodó en el asiento del conductor para arrancar con rapidez.

Como era de esperar, a aquellas horas de la tarde, salir de la ciudad se convirtió en una auténtica odisea, pero a Carmen no le importó, no tenía absolutamente nada más importante que dar la sesión a Irma, además aquellas retenciones de tráfico no hacían más que aumentar la incertidumbre y excitación de la mujer más madura, que miraba de forma constante a los edificios que las rodeaban tratando de adivinar donde la llevaría.

Una vez fuera de la ciudad, Carmen prosiguió su camino, yendo siempre a la velocidad que le marcaban las señales de tráfico, normalmente la muchacha las respetaba, pero al tener un coche de gama bastante alta no sería la primera vez que se despistaba y se encontraba circulando a una velocidad un par de decenas de kilómetros por hora más rápido. Pero en aquella ocasión era imposible que la pasase eso, estaba disfrutando del viaje, todo lo contrario que Irma, que cada vez parecía más nerviosa.

-          ¿Ama, puede parar un momento?- preguntó la sumisa de manera acelerada.

Carmen, que no había iniciado una conversación para que el viaje se desarrollase en absoluto silencio, consideró que Irma lo había roto por algo importante y apenas recorrió doscientos metros más giró hacia la derecha, en un caminito de tierra que se adentraba en una zona ligeramente boscosa.

En cuanto el vehículo se hubo detenido por completo, Irma salió a todo correr para colocarse al pie de un árbol y vomitar. Carmen también salió del coche y se acercó para ver si su profesora se encontraba bien. La mujer continuaba inclinada, agarrándose su melena de pelo castaño para que esta no se manchase, mientras que Carmen la acariciaba las manos para dejar que fuese ella la que se encargase de recogerla el pelo.  

-          ¿Ya te encuentras mejor?- preguntó Carmen a su sumisa sonriendo.

-          Sí Ama, lo siento- dijo la mujer limpiándose la boca con un pañuelo que Carmen le había tendido, para después meterse un caramelo de menta en la boca.

-          ¿Has comido algo que te ha sentado mal?- preguntó la Dominante esperando que su sumisa supiera el motivo de su malestar.

-          No Ama, no es eso- dijo la mujer alzando la vista para mirarla a los ojos- Estoy embarazada- Carmen se quedó paralizada al oír aquello, por los sorprendente de la noticia, pero, una vez lo asimiló se acercó para darla un fuerte abrazo.

-          Enhorabuena- dijo la chica sonriendo, dando por supuesto que Irma deseaba tener otro hijo- ¿Por qué no me lo habías dicho?

-          Bueno… como ahora somos tantas sumisas… pensé que al estar embarazada… me dejaría de forma temporal pero luego no podría recuperar mi puesto- Carmen no pudo evitar soltar una risita, pero se puso seria cuando vio que los temores de Irma eran serios.

-          ¿Cómo te voy a dejar por que vayas a tener un hijo? Menuda tontería- dijo la chica sin dejar de sonreír para que viese que estaba encantada- Anda acompáñame.

La sumisa obedeció y caminó tras su Ama, para finalmente acabar sentada en el asiento del copiloto del coche, con la puerta abierta y los pies fuera del vehículo. Carmen clavó sus rodillas en el suelo y sacó las zapatillas deportivas de Irma ante la mirada incrédula de la mujer, que no comprendía porque su Ama la estaba sacando las zapatillas y los calcetines.

Irma se deshizo de placer cuando notó como los dedos de Carmen se hundían en sus pies, masajeándolos con una suavidad y mimo que provocaron que de la boca de Irma no tardasen en salir toda clase de gemidos y alguna que otra expresión de placer.

-          Te gusta eso ¿verdad Irma?- preguntó sonriendo Carmen al ver como su sumisa mantenía los ojos cerrados.

-          Sí Ama, mucho.

-          ¿Te gustaría levantarte todos los días de la cama con una sensación así y tener a alguien que te complaciese en todo durante tu embarazo?- preguntó la chica haciendo que Irma abriese los ojos sin comprender.

-          Lo siento Ama, no comprendo a dónde quiere llegar- dijo clavando sus grandes ojos castaños en los de Carmen.

-          Te estoy ofreciendo a una de tus hermanas sumisas para que sea tu asistenta personal hasta que tengas a tu bebé- dijo Carmen.

-          No Ama… yo no querría quitarla a una de sus sumisas solo por estar embarazada- dijo la mujer tratando de declinar aquella generosa oferta.

-          Vamos, tú la necesitas más que yo- dijo Carmen mirándola fijamente.

-          ¿No podría servirla hasta que el embarazo esté algo más avanzado, Ama?- preguntó la sumisa tratando de cambiar de tema para no tener que decidir sobre su asistenta, en caso de aceptar, en aquel momento.

-          ¿Prefieres servirme a mí, que las comodidades que te estoy ofreciendo?

-          Sí Ama- contestó Irma con toda la firmeza que pudo al sentirse observada por su Ama.

-          Entonces no habrá problema, seguirás a mis pies hasta que el embarazo te lo permita, que será cuando esté muy avanzado- dijo Carmen levantándose y haciendo levantar también a Irma que la miró sorprendida ante lo opuestas que eran las dos opciones que Carmen la estaba planteando- No sufras, Irma, durante este tiempo no haré nada que pueda dañar tu embarazo y cuando ya no puedas más no tendrás más que decírmelo y te pondré a la sumisa que prefieras para que te mime.

Irma, sin poder contenerse más se echó sobre su Ama para darla un abrazo fortísimo, emocionada por la comprensión y las facilidades que Carmen la estaba poniendo para que tuviese a su segundo hijo sin tener que renunciar a la Dominación a la que después de tantos meses se había vuelto adicta. Carmen la devolvió el abrazo con algo menos de efusividad y se dedicó a acariciarla la espalda, mientras maquinaba lo que haría con ella.

-          Bueno, pues una vez hemos aclarado esto creo que este sitio es tan bueno como cualquier otro para darte la sesión que tanto te has ganado- dijo Carmen una vez se separó de su sumisa, que la miró sonriendo, entusiasmada ante la inminente sesión- quítate todo salvo las zapatillas.

Irma miró sorprendida a su Ama, pero ignorando completamente que estaban a unos pocos metros de la carretera, la mujer comenzó a quitarse el chándal sin pensárselo, demostrando a su Señora que tenía confianza ciega en su criterio.

A Carmen le agradó ver la figura de su sumisa desnuda al aire libre, tan solo con sus zapatillas deportivas puestas. La Dominante no se reprimió a la hora de meter mano a su sumisa y la acarició sus medianos pechos, imaginándose lo grandes y duros que se iban a poner a medida que avanzase su embarazo, también se imaginó como iba a crecer su tripita, en aquel momento plana, según fuesen pasando los días.

-          Ahora arrodíllate aquí, delante del coche- ordenó la chica sonriendo, colocando a su sumisa arrodillada ante ella, quedando la mujer de espaldas al bosque- ahora vas a cerrar los ojos y vas a contar hasta 100, bien alto, para que te oiga.

Irma, confiando en su Dueña, comenzó a contar con fuerza con los ojos cerrados, mientras que Carmen agarraba las ropas de su sumisa  para adentrarse en el bosque, no alejándose mucho de Irma, no porque no se fiase de ella, ya que sabía que Irma contaría sin saltarse ni un solo número, sino porque quería que el juego se desarrollase dentro de su campo visual.

Carmen regresó al lado de Irma cuando escuchó como esta alcanzaba el número 80, pero ya con la ropa desperdigada por el bosque, para que la sumisa desnuda tuviese que entrar a por ella.

La joven Ama contó a su sumisa lo que tenía que hacer mientras acariciaba su sexo, comprobando como la excitación de esta iba aumentando a medida que Carmen la iba diciendo las normas del juego: debería entrar a buscar su ropa en 5 minutos, si transcurrido ese tiempo la sumisa no había logrado encontrarla regresarían de nuevo a la ciudad, llevando Irma tan solo las prendas que hubiese logrado encontrar.

La maestra, sabiendo que su Ama la haría regresar desnuda si no se esmeraba, corrió al interior del bosque en busca de sus ropas. Carmen entró detrás de la maestra, con una sonrisa en el rostro, al ver el gesto de nerviosismo que se veía en la cara de su sumisa, al darse cuenta de que sus prendas no estaban ni mucho menos a la vista.

Además de esto Carmen se dedicó a ir dando pistas erradas y verdaderas para desconcertar aún más a la sumisa madura que miraba de un lado a otro. La joven Ama tan solo vio un gesto de alivio en su sierva cuando esta vio sus pantalones colgando de una rama de un árbol, para los que tuvo que gastar casi un minuto en bajarlos, hasta que encontró una rama larga caída en el suelo que usó para moverlos y hacerlos caer al suelo.         

El móvil de Carmen comenzó a sonar después de cinco minutos exactos desde que comenzara el juego, habiendo logrado Irma sus pantalones y la parte de arriba de su chándal, pero no habiendo conseguido encontrar  ni su ropa interior ni su camiseta, por mucho que se esmeró en buscarla.

-          No encontré mi ropa interior Ama- dijo la sumisa mirando a su Ama un poco decepcionada consigo misma, haciendo que en el rostro de Carmen apareciese una amplia sonrisa, mientras sacaba las braguitas y sujetador de la sumisa de su bolso.

-          Póntelas y sube el coche, volvemos a casa.

Carmen se sentó en el asiento del conductor mientras arrancaba el coche y observa como Irma se iba poniendo la ropa que la había tendido, no tardando esta en comenzar a sentirse incómoda con su ropa interior. Aun así la sumisa no dijo absolutamente nada y se acomodó en el asiento del copiloto.

La joven Ama fue algo más despacio en el camino de regreso, recreándose en los movimientos, cada vez más evidentes, que la sumisa hacía por tratar de sentirse mejor, ya que tanto sus bragas como su sujetador habían sido restregadas con intensidad por Carmen, con ortigas.

Carmen pudo ver el rostro de alivio de su sumisa cuando por fin la chica paró el vehículo delante de la casa en la que vivía junto a su hijo, no por separarse de su Ama, ya que había dejado probado aquella tarde que adoraba a Carmen sobre casi cualquier cosa, sino por poder llegar a su casa y librarse de aquellas irritantes bragas que tanto la estaban haciendo sufrir.

-          Oye Irma- la llamó Carmen cuando esta ya estaba con la mano en la manecilla de su puerta para salir del vehículo- creo que lo de tu embarazo es una gran noticia, debemos compartirlo con el resto de sumisas- dijo arrancando de nuevo y cambiando de dirección para dirigirse a su casa, dejando a la maestra totalmente frustrada.

-          Pero Ama…

-          ¿Te pica mucho?- preguntó Carmen sonriendo.

-          Sí Ama, por favor déjeme quitármelas- dijo la sumisa mirándola desesperada por quitase la ropa interior. Carmen soltó una risita malvada.

-          No, sé que sabías que estabas embarazada desde hace tiempo, y que no me lo hayas contado antes me parece un insulto- dijo Carmen, que pese a comprender la situación de su sumisa no pensaba dejarla marchar sin un castigo por no confiar en ella.

-          Sí Ama, lo siento- dijo Irma colocando sus manos sobre sus muslos y mirando a sus pies, esperando así sentir un poco menos el picor y escozor que cada vez se acentuaba más en su sexo y ano, por parte de las braguitas, y en sus pechos por el sujetador.

Continuará…

Agradeceré comentarios y sugerencias tanto por aquí como por mi correo fantasias1987@hotmail.com       

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