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Mireya, Ama a los 18 (parte 3)

en Dominación

Después de la satisfactoria primera sesión que tuvo Mireya con su esclavo barcelonés la muchacha decidió que lo repetiría siempre que pudiese durante los fines de semana. La joven dominante dedicaba todas las noches un par de horas a charlar con sus esclavos y esclavas por internet para así decidir cual sería el siguiente afortunado.

Su tía Victoria, que se había erigido como una gran mentora para su sobrina, le ayudó a seleccionar a su segundo sumiso de los 5 que tenía en espera, eran 6 pero había decidido dejar a Luís fuera ya que su esclavo, aún estando boyante económicamente, no podía desplazarse a la capital todas las semanas.

Mireya los entrevistaba y sometía todas las noches a través de webcam eliminando a uno cada día, de aquel modo el viernes ya supo a quien era a quien iba a someter en aquella ocasión.

La agraciada esta vez fue una mujer llamada Carla. A Mireya le agradó bastante físicamente, no tenía un cuerpo excesivamente bonito, pero por alguna razón provocó una gran dosis de morbo a la Dominante que la impulsó a elegirla como sumisa pese a que para quedar con ella sería la muchacha la que se desplazaría.

-         Yo la pagaré el billete de tren y la esperaré en la estación para llevarla a mi casa, Ama- le dijo la mujer encantada cuando Mireya le llamó al móvil para informarla de su decisión.

-         ¡Mañana tendrás tu oportunidad, perra!- le dijo la chica con dureza mientras estaba tumbada en la cama.- ¡solo te daré una oportunidad para ser mi esclava, si fallas te olvidarás de mí para siempre!

-         Sí Ama, no la defraudaré- dijo la mujer con su voz suave al otro lado del teléfono, Mireya sonrió ampliamente cuando colgó, estaba segura de la docilidad de aquella sumisa.

 

El sábado por la mañana Mireya cogió el primer tren que se dirigía a Ávila que era la localidad en la que residía su sumisa. La chica no tuvo que dar demasiadas explicaciones a su madre, tan solo le dijo que iba a pasar el día o quizás el fin de semana con unas amigas, excusa que era ideal para no levantar sospechas ya que la mujer apenas conocía a las amistades de su hija.

Mireya viajó muy ligera de equipaje, tan solo llevaba su bolso como único bulto. Según su futura esclava le había informado ella tenía el equipamiento necesario para realizar sesiones en su propio hogar, lo que hacía innecesario que la joven llevase nada más.

Durante el trayecto Mireya pensó en las posibilidades que tenía en aquella ocasión, si las cosas funcionaban bien y la sumisa era realmente dócil podría quedarse con ella todo el fin de semana, siempre que esto no influyese en su vida cotidiana. Si por el contrario, Carla, era un desastre como esclava podría regresar aquel mismo día.

Se presentó en la estación de trenes de Ávila a las nueve en punto de la mañana y buscó la cafetería que había en la misma, Carla que se conocía el lugar mucho mejor que ella le había dicho que le esperaría en la cafetería que había más cerca de los andenes.

Mireya entró en el local con seguridad y comenzó a buscar a la sumisa con la mirada, era un establecimiento algo más grande de lo que había supuesto por la humilde fachada, pero albergaba cerca de 20 mesas. El enfado de la joven Dominante comenzó a crecer cuando vio que su esclava no estaba allí después de dar un par de vistazos. Mireya enfadada por aquella falta de puntualidad sacó su teléfono móvil para contactar con ella, pero colgó cuando vio a su sumisa saliendo de los servicios, clavando su mirada en la que sería su Dominante.

-         Lamento haberme ausentado Ama- se disculpó al momento la sumisa, Mireya valoró la posibilidad de darla una bofetada como castigo, pero finalmente prefirió no hacerlo- es un placer verla por fin en persona, es mucho más bonita al natural que en la foto.

-         Gracias perra- dijo le Ama observando a Carla que vestía un traje compuesto por falda y chaqueta negras. Cuando llegó a sus ojos la miró fijamente haciendo que la esclava bajase la mirada, la sumisa se había maquillado cuidadosamente para agradar a su Ama.

Salieron de la cafetería con tranquilidad, Mireya estaba deseando desnudar y castigar a aquella mujer, pero sabía que si se mostraba ansiosa podría perder el respeto de la misma y hacer que se echase atrás.

Durante el trayecto desde la estación de tren hasta el hogar de Carla la joven Dominante la estuvo interrogando al igual que hizo con Luís una semana antes. La mujer le confesó que a sus 34 años ya se había divorciado y tenía un par de hijos a su cargo uno de 5 y otro de 7 años, a ambos los había dejado con su padre ya que este tenía derecho a verlos un fin de semana de cada dos.

-         ¿Por qué salimos de la ciudad?- preguntó Mireya mientras veía como cada vez estaban más cerca de la autovía.

-         Verá Ama, es que mi casa no es un sitio muy adecuado para ser sometida, vivo en un piso céntrico y la gente podría comenzar a hablar.

-         Lo comprendo, ¿entonces a dónde vamos?

-         Tengo una casa a las afueras de un pueblo, Ama. La tengo bien equipada.

-         Perfecto- dijo Mireya complacida- ¿Cómo es que a una mamá de aspecto tan digno como tú le ha dado por ser esclava?- preguntó haciendo que la sumisa se pusiese un poco nerviosa.

-         Sucedió justo después de tener mi segundo hijo, hace un par de años- comenzó a  relatar la mujer- Lo intenté todo con mi marido, toda clase de posturas, juguetes sexuales… pero no conseguía excitarme con nada, hasta que un buen día buscando nuevas formas de añadir pasión a nuestra relación encontré el BDSM.

-         ¿Y no lo probaste con tu ex-marido?

-         Sí Ama, pero su dominación era de los más mojigata, no podía creerme que lo que tanto me excitaba cuando me imaginaba en manos de un hombre sádico se convirtiese en eso cuando mi marido tomaba mis riendas. Así que me vi obligada a buscarlo fuera de casa.

-         ¿Has tenido muchas relaciones de este tipo?

-         Bastantes Ama, pero ninguna demasiado duradera, un par de sesiones, tres, cuatro con suerte, pero nunca más.

-         Confío en poder dominarte de manera mucho más duradera que eso- le dijo Mireya convencida de sus aptitudes como Ama.

Después de unos pocos minutos de autovía la mujer tomó una carretera secundaria que no tardó en llevarlas hasta la casa en la que tendrían su primera sesión. La edificación realmente estaba alejada del pueblo, la chica tan solo era capaz de ver lo que parecía la iglesia, desde la distancia a la que se encontraban.

El interior de la casa sorprendió bastante a la chica ya que por fuera tenía un aspecto muy rústico, pero por dentro no distaba en demasía de la casa en la que Mireya vivía con sus padres.

-         Bien esclava, parece que es un buen sitio- dijo Mireya mirando a la mujer mientras se sentaba en el sillón del salón- Desnúdate para tu Ama.

Carla, encantada de escuchar aquella orden de labios de su joven Ama comenzó a quitarse el vestido con el que se había presentado ante Mireya. La mujer se desnudó de un modo sosegado y bastante sensual, lo que agradó a la Dómina que sonrió con amplitud cuando vio a su esclava totalmente desnuda con las manos detrás de la cabeza para que ni un solo rincón de su cuerpo estuviese inaccesible a su Señora.

Mireya, aprovechando las facilidades que le daba su esclava comenzó a surcar su pálida piel con sus uñas, comenzando por sus enormes y flácidos senos de grandes pezones rosados y acabando en sus muslos, sin pasar por alto su mojado sexo depilado que dejaba a las claras lo ansiosa que estaba.

-         Tráeme todos los juguetes que tengas- dijo Mireya volviendo a acomodarse en el sofá- Tienes 3 minutos, puta.

La dueña de la casa salió corriendo al momento dejando a su Ama sola en el salón. Mireya aprovechando la ausencia de su esclava cogió el bolso de esta y comenzó a registrarlo. Dentro no había demasiadas cosas, tan solo un monedero, unas llaves, una compresa y un paquete de cigarrillos.

La sumisa regresó con su larga melena negra un poco alborotada, y tal y como Mireya había imaginado no se tomó a mal que su Ama le hubiese registrado el bolso.

-         Con que eres fumadora.

-         Sí Ama- dijo la mujer dejando una caja de buenas dimensiones en el suelo- fumo una media cajetilla al día.

-         Me gusta que mis sumisas sean sanas- dijo la chica- así que vas a dejar de fumar si quieres que sea tu Ama.

-         Lo dejaré entonces Señora- dijo la sumisa al momento.

-         Muy bien, veamos que me has traído- dijo Mireya inclinándose sobre la caja para comenzar a sacar objetos y dejarlos sobre la mesa. Mientras tanto Carla permanecía arrodillada mirando a su nueva Ama.

Mireya colocó sobre la mesa cuatro consoladores de diferentes medidas, unas bolas chicas, seis pinzas, un látigo corto, una mordaza de bola, una par de esposas, unos pocos metros de cuerda…

-         No esta mal- dijo Mireya cuando lo tuvo colocado todo sobre la mesa- veo que estás un poco rellenita- dijo la chica acercándose a su sumisa y agarrándola las carnes que la sobraban de sus caderas.

-         Sí Ama, he tratado de seguir algunas dietas para bajar peso, pero me falta fuerza de voluntad.

-         Yo te voy a dar fuerza de voluntad, perra- le dijo la chica con decisión- Si te conviertes en mi esclava te haré bajar peso y dejarás de fumar.

-         ¿Cómo me hará bajar peso, Ama?- Mireya sonrió ante la pregunta.

-         Con una estupenda tabla de ejercicios que ahora mismo vas a aprender. ¿Tienes zapatillas de deportes?

La sumisa salió disparada al piso de arriba en cuanto su Dueña le dio permiso para abandonar la sala. En tan solo un minuto la mujer bajó atropelladamente por las escaleras portando en sus pies unas zapatillas deportivas blancas.

-         Estupendo- dijo la chica viendo la buena disposición que tenía su esclava- salgamos fuera.

Mireya vio una pequeña duda en la mirada de la sumisa, pero fue solo un instante, ya que en cuanto su Ama se dirigió a la puerta de la casa Carla la siguió de cerca. A Mireya que la gustaba bastante el deporte, solía ir a gimnasio un par de veces por semana para mantener su esbelta figura, le indicó que debía de calentar un poco antes de empezar sus ejercicios de esfuerzo.

-         Da cinco vueltas a la cara para ir calentando, perra- dijo Mireya con dureza haciendo que la dueña de la casa comenzase a correr desnuda alrededor de su gran vivienda.

Mireya, mientras su sumisa iba entrando el calor paseó por los alrededores, sin dejar de observar a su esclava. Para la chica era realmente excitante ver a una mujer como Carla corriendo desnuda por el campo, haciendo bambolear sus grandes senos a cada zancada, solo por capricho de una chiquilla de 18 años.

-         Ya es suficiente perra, vamos a jugar un rato- dijo la chica cuando consideró que la sumisa había entrado en calor- Vamos a jugar con este palo- dijo la Mireya mostrando un palo que había cogido del suelo- yo lo tiraré y tú, como buena perrita, me lo traerás entre los dientes.

La joven Ama lo lanzó antes de recibir una respuesta afirmativa o negativa por parte de la sumisa, pero no hizo falta ya que la esclava salió corriendo detrás del palo que había caído sobre la descuidada hierba que rodeaba la casa. Cuando Carla llegó a la altura del palo clavó las rodillas y las palmas de las manos en el suelo para acercar su cara a la hierba y poder recuperar el objeto que había tirado su Señora.

Mireya estuvo divirtiéndose de aquella manera durante un buen rato, pero no era ella la única que disfrutaba ya que Carla por cada palo que devolvía a su Ama de una manera rápida se llevaba una caricia que la hacía excitarse, después de recoger el trozo de madera más de 30 veces Carla quería seguir.

-         Vamos a cambiar de ejercicio- le dijo Mireya mientras metía dos de sus dedos en el húmedo sexo de su sumisa.

-         Como usted desee, Ama- dijo la mujer sumisa con la voz un poco entrecortada debido al placer que sentía.

El segundo ejercicio lo realizaron en el interior de la vivienda, concretamente en el salón, justo al lado de los juguetes sexuales. Lo primero que Mireya ordenó a su esclava fue tumbarse en el suelo para que ella se sentase encima, la chica, para estar más cómoda se quitó el vestido que llevaba quedando en ropa interior.

-         Parece que se te pusieron los pezones duros- dijo la joven apretándoselos con los dedos.

-         Sí Ama, me ha excitado mucho que me tratase como una perrita- confesó la sumisa.

-         Pues en cuanto de meta esto vas se sentirte aún mejor- dijo la chica mostrándole las bolas chinas un instante antes de dirigirse a su sexo.

La sumisa soltó un profundo gemido después de que cada una de los 6 bolas chinas entraran en su vagina, Mireya, cuando vio que su esclava estaba en el punto más alto de placer la pinzó los pezones con un par de pinzas metálicas las cuales ejercieron una presión más que considerable en aquella sensible zona.

-         Ahora es hora de que tú me procures placer a mí-dijo Mireya levantándose de su esclava y comenzando a quitarse el sujetador y el tanga.

Carla se quedó impactada cuando contempló el joven y esbelto cuerpo de su Ama totalmente desnudo, la sumisa temerosa de lo que sucedería si la miraba demasiado tan solo echó un rápido vistazo a los pequeños y firmes pechos de Mireya coronados con un par de pezones morrón claro y al pequeño sexo depilado de su Señora.

-         Tiene un cuerpo precioso mi Ama- dijo la sumisa con la cabeza gacha.

-         Gracias perra, ahora vamos a jugar a un juego que te va a desgastar un poco físicamente, pero que estoy segura que te pondrá a mil- dijo la muchacha caminando hasta la mesa y recogiendo el látigo pequeño con infinidad de tiras de cuero- yo diré una parte de mi cuerpo y tú rápidamente me acariciarás con tu lengua, si me tocas con cualquier otra parte de tu cuerpo serás azotada ¿A quedado claro?

-         Sí mi Ama- dijo la mujer deseosa de comenzar.

-         ¡Pechos!- dijo el momento haciendo que la sumisa se levantase con presteza para pasar su lengua rápidamente primero por los pezones y luego por el resto de sus senos- ¡Pies!- dijo después de sentir aquella lamida durante unos segundo.

La mujer se tiró al suelo al instante y dirigió su lengua a los dedos de los pies de Mireya, los cuales lamió rápidamente, pero se emocionó demasiado y rozó con su cabeza la espinilla de su Ama, con lo que esta descargó sobre la espada desnuda de su sumisa un fuerte latigazo. Carla, consciente de su error, procuró gemir lo más suavemente posible y seguir lamiendo a su Ama usando tan solo su lengua.

La joven Dominante hizo que su esclava recorriese toda su anatomía, procurando no mandarla lamer dos sitios que estuviesen demasiado cerca el uno del otro. Pies, sexo, pechos, culo, cara interior de los muslos… aquellos fueron los sitios predilectos de Mireya, que no tenía piedad a la hora de aplicarla un castigo a Carla cuando esta tocaba su cuerpo con algo que no fuese su lengua.

La muchacha tan solo suspendió aquella prueba cuando vio lo rojo que estaba el cuerpo de su esclava, debido a los latigazos recibidos, especialmente los pecho, el culo y la espalda, que eran las zonas favoritas por Mireya para martirizar.

Para que Carla fuese recuperando fuerzas para las siguientes pruebas Mireya le dio la oportunidad de deslumbrarla con sus capacidades orales, desafío que la mujer aceptó al momento hundiendo su lengua en el sexo de su Dominante. La chica le agarró la cabeza a su sumisa y la hundió en su vagina, realmente era una profesional, pero la chica se dio cuenta de que no era ella la única que estaba gozando, Mireya pudo notar con su pie que el sexo de Carla estaba como mínimo tan mojado como el suyo.

-         Te aviso que tienes prohibido correrte sin mi consentimiento- dijo la chica mientras acariciaba el sexo de su lamedora con el pie.

La sumisa que estaba segura de que no conseguiría nada si pedía a su Ama un orgasmo sin ella haberla dado ninguno continuó lamiendo el húmedo y joven sexo de su Dueña, que no dejaba de gemir de gusto una y otra vez, lo que hacía que la lamedora se motivase y tratase de pulir aún más su técnica.

Finalmente, después de unos minutos Mireya acabó por correrse, agarrando con más fuerza la cabeza de su sumisa para que esta tragase hasta la última gota de sus fluidos, Carla que ya tenía experiencia en aquella clase de menesteres pasó su hábil lengua por todo el sexo de la joven hasta dejar a esta bien limpia.

-         ¿Me dejará a mí correrme también, Ama?- preguntó la sumisa cuando vio a su Ama relajada.

-         Aún no mi perrita- dijo la chica sonriendo y acariciando la cabeza de su esclava- aún te tengo que enseñar unos pocos ejercicios para que hagas cuando yo no esté.

Desde aquel momento y durante 2 horas Mireya le enseño una gran cantidad de ejercicios que debería de hacer para bajar peso tal y como su Ama deseaba: hacer flexiones en el suelo para besar los pies de su Ama en cada bajada,  ponerse un montón de pinzas de la ropa en los pechos para que Mireya le quitase una por cada abdominal que hacía, saltar a la comba mientras evitaba que las bolas chinas que llevaba en su interior saliesen…

-         Todos estos ejercicios los harás todos los días en tu habitación, totalmente desnuda y con algo metido en ese coño de perra que tienes- le ordenó Mireya metiendo cuatro dedos al empapado sexo de la sumisa hasta que tocó las bolas chinas.

-         Así lo haré mi Ama- dijo la mujer que estaba bastante sudorosa y cansada de tanto ejercicio físico.

-         Más te vale, me tendrás que informar sobre los ejercicios que haces a diario y el peso que vayas perdiendo, procura no mentirme porque en ese instante se acabará la relación.

-         No la mentiré Ama, pondré todo de mi parte para ser una buena sumisa.

-         Creo que te has portado bastante bien para ser nuestra primera sesión, así que creo que voy a hacer que te corras, pero lo haré a mi manera.

-         Sí mi Ama, muchas gracias- dijo la mujer sin poder disimular su alegría.

Como primera medida para colocar a su esclava, Mireya la esposó las manos a la espalda  dejando los senos de Carla totalmente indefensos para que la Dómina los atase con cuerda, la chica no los ató con excesiva fuerza sabía que con la presión con la que los había rodeado era suficiente como para que los pechos de la esclava se hinchasen y amoratasen convirtiéndose en una zona especialmente sensible.

Una vez tuvo dominada la parte superior del cuerpo de su esclava, el Ama se encargó de dejar totalmente indefensa la inferior, llevándose a la mesa del salón donde le ató una pierna a cada pata, dejando el sexo de la mujer a merced de su Señora.

Mireya, que permanecía totalmente desnuda se acercó a la vagina de su esclava con el látigo pequeño con el que le había estado azotando, la mujer se sorprendió al verla, pero se deshizo de placer cuando notó como el Ama usaba el artilugio de castigo para rozar su húmedo sexo provocándola oleadas de placer.

La joven dominante, cuando notó que su esclava estaba muy cerca del orgasmo le dio un fuerte latigazo sobre su vagina, haciéndola gemir de dolor, gemido que volvió a tornase en placer cuando Mireya comenzó a acariciar y lamer los hinchados pechos de Carla.

Los pechos de la sumisa se habían endurecido considerablemente después de que su Señora tomase la decisión de atarlos, Mireya sabía que en aquella situación, Carla, estaba más receptiva al placer que le estaba propiciando con su lengua, pero también que apretarlos con fuerza la produciría un gran dolor. La muchacha durante muchos minutos estuvo compatibilizando las dos posibilidades.

-         Estás muy cachonda ¿Verdad?- preguntó Mireya a su esclava apoyando sus pequeñas tetitas en los pechazos de Carla, dejando sus cabezas a la misma altura.

-         Sí mi Ama, estoy como una perra en celo- dijo la mujer mientras sentía el pie de su Dómina acariciando su sexo.

-         Eso me gusta ¿Tienes mi tributo?- preguntó la muchacha sonriendo.

-         Sí Señora, en el monedero, espero que sea suficiente- dijo la mujer desesperada.

-         Seguro que lo será- dijo la chica levantándose de su esclava y dirigiéndose al bolso.- Tienes unos hijos muy guapos, perra- dijo Mireya cuando abrió monedero y encontró un par de fotos de los hijos de Carla.

-         Muchas gracias Ama- dijo la mujer desde su posición mientras Mireya se acercaba de nuevo contando los billetes de 20 y 50.

-         Espero que no los perviertas demasiado cuando crezcan- dijo la chica dejando el dinero a un lado y sentándose sobre el flácido abdomen de su esclava.

-         No Ama, esto solo lo hago en la intimidad, suelo ser de lo más recatada en la vida cotidiana.

-         Eso me gusta- dijo Mireya agarrando con dos dedos el clítoris de la esclava y comenzando a frotarlo- me excita mucho más someter a una mujer normal que a una que se ve a la legua que es un putón.

-         ¿Puedo correrme ya, mi Ama?- preguntó la sumisa con la respiración agitada.

-         Creo que puedes aguantar un poco más- dijo la chica que no quería ponérselo nada fácil mientras frotaba con más fuerza aún el sexo de la mujer.

-         No aguanto más mi Ama- dijo la mujer que hacía un titánico esfuerzo por no soltar sus fluidos.

-         ¡Puedes correrte!- dijo la chica en lo que aumentaba la masturbación del sexo de Carla.

Mireya, antes de que su esclava comenzase a soltar fluidos con virulencia agarró la cuerda de las bolas chinas que Carla aún llevaba en su interior y la sacó de un tirón, lo que fue el detonante para que la sumisa comenzase a correrse. La chica se quedó impresionada de la fuerza con la que salieron los fluidos del sexo de su esclava, especialmente el primer chorro que a Mireya le pareció un geiser en miniatura, tras el cual la sumisa soltó otros cuatro o cinco más con los consecuentes espasmos que la Dominante pudo sentir mientras apoyaba sus manos sobre las caderas de la mujer.

Carla no paró de gemir ni un instante, desde que comenzó a correrse hasta que dio el último y más débil de los espasmo.

-         Nunca… en toda mi vida… sentí un orgasmo… así de fuerte mi Ama- dijo la mujer extasiada de placer.

-         Si no me defraudas te daré muchos más- dijo la chica sonriendo levantándose del cuerpo de su esclava y comenzando a desatarla.

-         Seré la mejor esclava que pueda desear, mi Ama- dijo la mujer mientras sentía que sus piernas estaban libres- ha sido como sentir 10 orgasmos juntos.

-         Pues eso no está bien- dijo Mireya quitando las esposas de las muñecas de su sumisa- tú a mí solo me has dado uno y yo a ti uno que vale por diez- la chica agarró por los pelos a su esclava y se sentó en el sofá con las piernas abiertas- me llevarás de nuevo a la estación cuando me hayas dado 10 orgasmos más.

Carla no necesitó escuchar la orden dos veces y clavó sus rodillas en el suelo para acercar su cara al dulce y joven sexo de su Dueña, mientras esta sonreía abiertamente, satisfecha por la sesión y su nueva sumisa.

 

Continuará…

 

Agradeceré comentarios y sugerencias.

 

 

 

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