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El post partido

en Lésbicos

El árbitro pitó el final del partido después de los 90 intensos minutos de juego, siendo Estela la capitana del equipo que en aquella tarde vestía de rojo, la primera que clavó las rodillas en el suelo dentro del área rival mientras observaba como el balón se marchaba por la línea de banda, después de que una de las defensas despejara el enésimo córner.

Estela tuvo que mirar con disgusto como el otro equipo lo celebraba ante sus narices, mientras que sus compañeras, cabizbajas, caminaban hacia el túnel de vestuarios, en lo que las que seguían más enteras después de no haber logrado llegar a la final después de tantos años, se acercaron a sus rivales para felicitarlas.

La chica, como capitana del equipo, regresó rápidamente al vestuario para tratar de levantar los ánimos de su equipo, que después de aquel varapalo, y haber estado jugando bien durante toda la temporada regular, tenían que marcharse después de haber perdido por la mínima.

-          Lo siento mucho Estela- dijo Beatriz, una de las más jóvenes del equipo con lágrimas en los ojos – yo iré si quieres en tu lugar.

-          Vamos, vamos, no es necesario- dijo Estela quitándole importancia con una sonrisa – es solo una apuesta.

Estela había quedado, después de un intenso pique con la capitana del equipo rival, que la capitana que perdiera tendría que pasarse al final del partido por el vestuario del equipo rival para lavar allí mismo la ropa de las “gloriosas ganadoras”. Después de negociarlo habían quedado en la que perdedora lo haría entre las burlas de las ganadoras, y en ropa interior.

Las chicas del equipo rojo despidieron a Estela de forma triste, ante lo que la capitana trató de mostrarse sonriente, mientras se quitaba su camiseta roja y pantalones blancos para quedar en ropa interior y mostrar su hermosa figura. Estela estaba tremendamente orgullosa de su físico, con unos pechos medios-grandes perfectamente alzados, piel clara, pelo largo y rubio, cuerpo moderadamente atlético con muslos torneados y vientre plano… motivo por el que se sentía aliviada de ser ella la que tuviera que hacer aquello y no ninguna de sus compañeras de equipo que no se veían tan atractiva como ella.

Estela sonrió tristemente cuando vio un cesto de plástico colocado delante de la puerta del vestuario de las ganadoras, el cual agarró con firmeza y después de llamar dos veces a la puerta abrió sin esperar respuesta.

El ambiente que allí se respiraba era de alegría y jolgorio, pero este se multiplicó por 10 cuando vieron como la perdedora entraba en ropa interior, sosteniendo el cesto por debajo de sus pechos.

Como si estuviera preparado una docena de chicas lanzaron sobre ella sus camisetas sudadas, pantalones cortos, medias y braguitas… entrando tan solo una mínima parte de ellas en el cesto, teniendo la capitana que arrodillarse para recoger y meter en el cesto todo lo que había caído fuera.

Estela, que había jugado un partido en el que había corrido demasiado, se arrodilló  en el suelo para meter todas las prendas en el cesto, ya que hacerlas una por una le habría costado mucho más, ya que sus muslos estaban totalmente sobrecargados.

La chica soportó con dignidad las burlas y risitas de sus rivales ignorándolas completamente, ya que sabía que si se metían con ella en aquel momento era por envidia, ya que ella era más bonita, más atlética, atraía más las miradas de todos los espectadores y personas en general, lo que les hacía rabiar.

-          Te has hecho esperar, perdedora – dijo entonces la voz de Mónica, la capitana del equipo rival, una chica un poco más alta que ella, de piel morena, pelo largo y negro, cuerpo algo más trabajado en el gimnasio que el suyo, de pecho más pequeños aunque de un tamaño más que apetecible.

-          Estaba consolando a mis compis- dijo Estela tratando de mostrar dignidad, aunque en aquella posición y ante la escultural figura de Mónica era más complicado.

-          Te esperaba para que me quitaras la ropa tu misma, como eres bollera – dijo con una sonrisa alzando un poco el pie ante la mirada de Estela.

Estela, que no era la primera vez que tenía un juego así con Mónica, y sabía que ella si bien no era lesbiana si que le atraían fuertemente las mujeres, estiró sus dedos para comenzar a sacar las medias sudadas de su rival.

Estela, ante la atenta mirada de todas las compañeras de Mónica, fue quitando con delicadeza la ropa de la capitana rival, mientras que esta se mostraba poderosa ante la perdedora haciendo gala de su poder tirándola del pelo o pegándola alguna suave bofetada en la cara o azotito en el culo, lo que encendía los ánimos de alguna de sus compañeras, y mostraba desaprobación de algunas otras.  

-          Tienes la tabla de lavar ahí- dijo la chica, ya totalmente desnuda señalando una tabla apoyada sobre un pequeño bidé- y te hemos puesto cuerdas en el vestuario para que puedas ir colgándolo todo.

Estela, disciplinada después de perder el partido, se dirigió a donde su rival le indicó y comenzó a lavar el inmenso cesto de ropa mientras escuchaba las risitas que algunas de las desnudas muchachas que la rodeaban soltaban. Pero a Estela aquello no le importaba, del mismo modo que ella habría disfrutado viendo a Mónica en aquella situación, la muchacha no iba a abandonar aquello pese a que fuera bastante humillante; ya habría más partidos y no siempre el resultado sería el mismo.  

La improvisada lavandera se dedicó a su función con gran empeño, no pudiendo evitar desviar su mirada cada vez que alguna chica atractiva pasaba por delante suya, pero para su desgracia solo las menos agraciadas estaban disfrutando de su humillación, mientras que las atractivas pasaban ampliamente de ella.

La joven Estela fue empapada en varias ocasiones cuando esta se dirigió al lugar donde estaban ubicadas las cuerdas de tender, mientras que sus rivales celebraban y cantaban con alegría su paso a la final, agradeciendo algunas de ellas la actuación de la joven para haber conseguido su objetvio.

Estela era la estrella de su equipo y era consciente de que había hecho todo lo que había podido, estando segura de que si todas sus compañeras hubieran jugado como ellas no solo habrían ganado sino que habrían goleado a sus rivales, teniendo que estar en aquel momento Mónica en su vestuario teniendo que lavar a mano su ropa y la de sus compañeras.

Pero la joven no era de las que echaba nada en cara, y menos a sus compañeras, ya que era consciente de que los componentes de su equipo ni se esforzaban tanto como ella ni tenían el talento natural que ella tenía para aquel deporte, así que siguió con su faena.

Pero poco a poco se fueron apagando los ánimos de las ganadoras, hasta que finalmente el vestuario quedó vació, quedando sola Estela con apenas media docena de prendas que se apresuró a terminar de lavar, pero no pudiendo detenerse cuando llegó a lavar el pequeño tanguita de su rival Mónica.

Estela, a la que su rival le parecía tremendamente atractiva, no pudo evitar contemplar el tanga y palpar lo mojado que estaba, pero no de excitación, sino de sudor; era evidente que su rival se había exprimido tanto como ella durante el encuentro.

La muchacha acercó aquel tanga mojado a su nariz y aspiro suavemente el aroma de este, no tenía un olor para nada desagradable, incluso podría decirse que un poco perfumado, aunque la muchacha no sabía si era por la cantidad de olores que en aquel momento la rodeaban, pero el tener aquella prenda íntima de su rival tan cerca de ella hizo que comenzara a excitarse.

La joven miró con precaución a su alrededor, en la mayoría de relatos eróticos que leía y vídeos que veía cuando estaba falta de amante y con ganas de acción, aquel era el momento en el que la pervertida era atrapada, pero en aquella ocasión ninguna aprovechada mujer estaba cerca para chantajearla y obligarla a hacer cosas pervertidas.

Tentando aún más a su suerte, y sin querer lavar el tanga de su contrincante para que este no perdiese su olor, la muchacha se lo llevó a la cara y aspiro con fuerza, sintiéndose incluso un poco mareada mientras llevaba su mano a su sexo comprobando lo excitada que estaba.

La excitación subió de manera tan precipitada que la muchacha buscó su teléfono móvil con la intención de llamar a la dueña de aquel tanga para tratar de seducirla, ya que si bien ella y Mónica eran rivales sobre el terreno de juego, eran amigas fuera de ellos, de ahí que tuvieran a confianza para llevar a cabo esa clase de apuestas.

-          ¿Todavía no has terminado? –preguntó la voz de su amiga y compañera de equipo Beatriz, ya cambiaba con el chándal del equipo y lista para marcharse con su mochila al hombro, pero su voz no sonaba como reproche, mi mucho menos.

-          Ya casi he terminado – dijo la muchacha una vez se recuperó del vuelco que le había dado el corazón al escuchar la voz de su joven compañera, ya que ni se había percatado de su presencia.

-          ¿Estás bien, Estela? – preguntó la chica preocupada acercándose al escuchar el tono de voz quebrado por la excitación de su capitana.

-          Está todo bien, Bea, puedes irte a casa- dijo la chica, pero la joven no hizo casi y se acercó a su admirada capitana, pudiendo verla así, arrodillada en el suelo, con el tanga de Mónica en la mano un importante cerco en su tanga debido a los tocamientos a los que se estaba sometiendo antes de que llegara su amiga, y empapada en sudor.

La mirada de su amiga fue de total estupefacción, cambiándose esta al miedo cuando vio como su capitana la iba comenzando a mirar con furia por ser una cotilla y no seguir sus instrucciones. Estela vio la carita arrepentida de la joven Beatriz, lo que hizo que ya no deseara ser pillada por Mónica, en aquel momento lo único que quería era restregar su sexo contra la carita inocente de su compañera de equipo.

-          ¡Joder Bea, te dije que te largaras! – dijo enfadada mirando a su compañera- ¡Primero nos jodes el partido jugando de pena y ahora vienes a molestar y cotillear! – dijo enfadada viendo como la carita de Bea se iba contorsionando hacia un gesto de profunda tristeza.

Estela no estaba acostumbrada a hacer esa clase de comentarios hirientes, ni a soltar tacos por su linda boca, pero cuando estaba excitada se transformaba y antes de darse cuenta ya se había levantado, agarrado a Bea y arrinconado contra la pared, mientras que esta sollozaba rogando por que la perdonase.

-          Tendrías que pedir perdón a todo el equipo, tu par ha estado superándote durante todo el partido, te ha humillado- dijo enfadada mientras veía como la autoestima de Beatriz era cada vez más y más destrozada - ¿Qué pasa, te gusta que te humillen?- gritó enfadada mientras Bea negaba una y otra vez, sin atreverse a levantar la cabeza- pues ahora vas a ver lo que es ser humillada ¡quítate la ropa! – ordenó. La joven sollozó y buscó la compasión de su normalmente comprensiva capitana pero lo único que encontró fue una mirada fiera acompañada de un “!que te la quites, joder!” que terminó de intimidar a la chica.

La muchacha que sabía que no estaba bien lo que le estaba haciendo a la frágil Beatriz, pensó que se estaba pasando y que debía parar, pero cuando cerró la puerta del vestuario con llave y vio como la joven se había desnudado de manera íntegra para agradar a su capitana, su excitación volvió a dominar por completo a su pensamiento lógico y regresó al lado de la temerosa jugadora.

La capitana, curiosa por saber hasta donde podría llevar a su amiga en aquel peligroso juego, agarró la larga melena negra de su amiga y tiro con fuerza obligándola a alzar la cabeza, momento en el que sin permiso alguno la besó con pasión, resistiéndose la joven al inicio, pero dejándose hacer cuando notó los incisivos de su capitana clavados en su labio, momento en que abrió la boca para recibir la lengua de la experimentada muchacha.

Estela examinó el cuerpo de su amiga sin oposición alguna de esta, mientras seguía besándola, sobo los suaves y blandos pechos de la novata futbolista, llevó su mano a su sexo para comprobar que casi no estaba mojado, pero en aquel estado de excitación Estela era terriblemente egoísta y poco le importaba si su amiga estaba disfrutando o no, lo único que le interesaba ahora era su placer y no pensaba parar hasta que el demonio sexual que la había poseído se sintiera del todo satisfecho.

Beatriz era una muñeca estupenda para los deseos de Estela, ya que no hacía ni el más mínimo movimiento con la intención de librarse de su capitana y en aquellos momentos violadora, ya que estaba sobrepasándose con mucho con ella en materia sexual.

Verla así de sumisa hizo que Estela se creciese aún más y agarrando a la chica del pelo la tirase sobre el frio y mojado suelo, colocándola a cuatro patas, obligándola a continuación a pegar su linda carita al suelo, mientras la forzaba a mantener aquella postura con su pie sobre su nuca.

Estela azotó las blancas y suaves nalgas de Beatriz con una violencia terrible, resonando cada azote por todo el vestuario, acompañado de algún gemido de dolor de la receptora de aquellas nalgadas aunque para la cantidad de dedos rojos que se estaban dibujando en su trasero poco estaba gritando.

La azotadora no supo cuantos golpes había ejecutado, pero tan solo paró cuando sintió la mano dormida. A continuación levantó el pie de la nuca de su presa, y se colocó detrás del trasero de la joven, para examinarlo, sonriendo excitada cuando vio que aquellas nalgadas si habían excitado a la joven Beatriz.

Estela, sin piedad, separó las nalgas blandas de su compañera con sus fuertes manos, quedando al descubierto el pequeño y estrecho ano de esta, ante lo que se relamió un poco y se acercó para chupar un poco, provocando el estremecimiento de la chica, que se convirtió en un respingo cuando sintió como lo que acariciaba su humedecido ano, después de la lengua de su capitana, era uno de los dedos de esta que se intentaba abrir paso en su cavidad anal.

La joven intentó evitar que Estela lograra penetrar su ano, pero el miedo la tenía paralizada y la única manera que tuvo de evitar aquello fue apretando el culito, ante lo que la capitana, lejos de mostrarse violenta, posó su mano sobre el sexo de Bea, provocando la sorpresa de la chica y aprovechó aquel momento para clavar el dedo en el ano de la joven, haciéndola soltar un largo, y ligeramente lastimero, gemido de dolor.

Estela, se sorprendió gratamente cuando sintió bastante mojado el pequeño y rosado sexo de su amiga, moviendo sus dedos con intensidad dentro de ella hasta que finalmente notó como el clítoris de la joven se había puesto duro.

Beatriz trató de controlar sus gemidos, ya que el ritmo acelerado de su respiración era algo imposible, hasta que la lengua de su capitana pasó por su sexo, llegando desde el clítoris hasta el ano que aún seguía siendo penetrado por la experta futbolista.

Ver a Beatriz disfrutando hizo que Estela se volviera agresiva de nuevo con su amiga, y de forma violenta la hiciera girarse para apoyar su espalda sobre el frío y aún mojado suelo del vestuario. Estela no quería seguir machacando la autoestima de la joven, pero se sentía tan excitada que sintió la necesidad de levantarse y restregar su pie sobre la indefensa carita de la chica, la cual parecía algo más tranquila que cuando había recibido el primer arrebato de ira de su amiga.

Estela tan solo se recreó unos segundos en el cuerpo de su amiga, de piel clara especialmente en sus pechos, muy bien colocados y de tamaño medio, y pubis depilado, una tripita plana y atractiva con un piercing en el ombligo… antes de dejarse caer con delicadeza sobre su amiga para que su sexo quedara a escasos centímetro de su boca.

-          ¡Cómelo! – ordenó levantando el tono de voz de nuevo – Y espero que hagas algo bien por una vez.

Beatriz, paralizada de nuevo por el trato que estaba recibiendo, se quedó quieta, hasta que soltó un chillido de dolor cuando Estela agarró sus rosados y sensibles pezones y los estrujó sin piedad.

Con la esperanza de que aquel dolor desaparecería si lamía el sexo que tenía delante, la muchacha lamió de manera enérgica pero torpe, logrando apaciguar a su agresora que se inclinó un poco para acariciar ella también el empapado sexo de la novata futbolista.

Estela se sintió tremendamente poderosa al estar abusando de su amiga de aquella manera, y por algún motivo la excitación estaba bloqueando cualquier tipo de remordimiento, ya que se dedicó a restregar su empapado sexo contra la cara de Bea sin mostrar el más mínimo interés por el placer de la joven, como si ella no fuera más que un juguete sexual.

Aquellos frenéticos movimientos de cadera se extendieron por apenas dos minutos, fueron los dos minutos de sexo más intenso que Estela había tenido en mucho tiempo, motivo por el que la chica exteriorizó su placer gimiendo como loca mientras sus fluidos caían sobre la inocente carita la joven Beatriz, que cerró apretó los párpados para que los fluidos vaginales de su amiga no cayesen sobre sus ojos.

Una vez la excitación fue mitigada los remordimientos llegaron todos de golpe, pero sintió un gran alivio al ver como el sexo de su amiga no solo estaba totalmente empapado, sino que también lo estaban sus muslos, al parecer la joven tan solo con las caricias que le había dado mientras la cabalgaba, y la excitación de tener su atractivo sexo sobre su rostro, había sido suficiente para hacerla llegar al orgasmo antes que ella, detalle del que no se había percatado debido a la excitación propia.

-          Lo siento mucho Bea- dijo levantándose precipitadamente ayudando a su amiga a incorporarse también - Me he vuelto loca… no sé que me ha pasado – dijo haciendo un remix de las escusas más adecuadas para aquella situación.

-          No pasa nada… me lo he ganado – dijo la joven mirando a su amiga.

-          Nada de lo que dije es verdad, no has jugado mal para nada- dijo la chica tratando de sanar un poco la autoestima de su amiga.

-          Un poco mal si he jugado, pero no importa, de verdad- dijo mostrando una ligera sonrisa- me has dado un poco de miedo.

-          Lo siento, no quería asustarte, de verdad que no sé como se me han podido cruzar así los cables.

-          Bueno, no pasa nada, pero la próxima vez que necesites eliminar estrés conmigo, por favor sé un poco más delicada, pensaba que las lesbianas erais más delicadas. 

Estela se quedó sorprendida de que su amiga se tomara tan bien lo que acababa de pasar, ya que había abusado de ella sin el menor reparo, pero trató de sonreír, mostrándose agradecida.

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