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Alba (5)

en Dominación

Han pasado varios días desde que Sonia es nuestra, y varios meses desde que Alba llegó y nos trajo tantas cosas buenas a casa. Mi esposa y yo estamos más unidos que nunca, porque tenemos a las dos perras para saciar nuestras necesidades. Yo, las de posesión, dominio y control por un lado, que ejerzo con felicidad sobre mis nuevas hija y cuñada, y las de disfrute carnal con las tres maravillosas hembras que me han tocado en suerte. Ella, también las de poder y disfrute carnal, porque ha aprendido a gozar con otras mujeres, pero sobre todo la necesidad de desfogar sus ataques de ira, que las dos putas absorben encantadas como dos esponjas humanas.

Sobre todo, Sonia. Porque Alba, no nos engañemos, es la niña de mis ojos y tanto ella como yo preferimos dedicarnos nuestra peculiar forma de hacernos gozar. Ella, siempre a mis pies, y yo encantado de recibir sus atenciones y de corregirla con unas buenas bofetadas si algo no me acaba de complacer. Lo cual la excita sin remedio y le acerca más a mí. Mi esposa también está fascinada con nuestra hija y cuando le tortura con sus uñas los pezones o le azota en el coño con el cepillo del pelo suele ser sin motivo aparente, sólo para demostrarle a nuestra Alba que también es su niña mimada.

Aunque lo de Sonia es también para dar gracias a todos los dioses. Su nivel de degradación es exquisito y no hay castigo, por duro que sea, que no nos agradezca emocionada. El día a día para Sonia sería para cualquier otra mujer un suplicio insoportable, pero ella es una auténtica perra anulada, un verdadero regalo. También con ella hemos encontrado el equilibrio: necesita el desprecio para poder superarse en su servilismo, y su nueva familia le trata como desea, porque queremos que todos estén contentos en nuestra casa.

Mientras que nuestra hija Alba trabaja para nosotros las 24 horas del día, su tía Sonia continúa con su empleo matinal en la ciudad cercana, entregándonos regularmente su salario íntegro, que es de un monto considerable. Eso nos ha permitido a mi mujer y a mí relajarnos en nuestras ocupaciones remuneradas, y disponemos de mucho más tiempo libre para disfrutarnos y disfrutar de nuestras dos putas.

Sonia llega entre semana después de comer. Antes, ha salido de madrugada vestida de mujer anodina para acudir a su trabajo. Alba le abre la puerta y se presenta ante su hermana y ante mí, pidiendo permiso arrodillada para asearse y cambiarse de atuendo. En unos minutos, vuelve transformada en ella misma: un magnífico ejemplar de perra tetuda, casi siempre con algún corsé del que emergen sus pezones y un collar de cuero como únicos adornos.

Llega el momento que llevo varios días meditando. Las dos perras permanecen en el suelo de la cocina con sus grandes tetas enhiestas y sus cabezas gachas, mientras mi esposa y yo apuramos nuestros cafés y nuestros cigarrillos, sentados a la mesa. Le comento a mi mujer que si recuerda la existencia de la hija de Sonia. Ella, como siempre, reacciona a la defensiva. Me dice que si no tengo bastante ya con tres mujeres en casa como para insinuar una nueva adopción. Y añade que aunque ella no necesita más polla que la mía, que si no me he dado cuenta de que la situación ya está desequilibrada de por sí.

Alba pide permiso para hablar. Mi Alba, siempre tan a punto. Comenta que no cree que haya ningún desequilibrio en la casa, y da sus razones. Le pregunta a su madre si le ha fallado en algo, si no le gustan sus grandes tetas, su cuerpo y su cara, su forma de ser, cómo le obedece, cómo le come el coño, cómo le sirve de almohada, de alfombra, de reposapiés. Si no le gusta cómo limpia, cocina, cómo le viste por las mañanas y le desnuda por las noches, le baña, le pinta las uñas, le masajea, le sirve comida, bebida, tabaco, le agradece sus castigos. Mi esposa le contesta amorosa que no tiene ninguna queja, pero que no es ése el tema del que hablábamos.

Mi niña sigue razonando, ahora sobre su tía. Y pregunta a su madre de nuevo que si Sonia no le hace sentir plena cuando la humilla, cuando corresponde como buena hermana a las necesidades de la perra tetuda, utilizándola como saco para golpear, como urinario, como cenicero, como cubo de la basura. Mi mujer sonríe de oreja a oreja, mientras echa la ceniza de su cigarro en la boca de la cerda, como suele llamar a Sonia. Y comenta excitada que quizás no sea mala idea la de probar a su sobrina. El culo espectacular de mi esposa es ineludiblemente taladrado por mi polla, introducida con la ayuda de la tierna mano de mi Alba, que me guiña un ojo mientras recibe complacida los fuertes mordiscos de su madre en los pezones.

Sonia permanece inmóvil y callada, sin levantar la vista. Un charco de flujo en el suelo, que luego limpiará con su lengua, la delata.