miprimita.com

Alba (6)

en Dominación

Sonia nos cuenta la situación con su hija. La niña trabaja en la misma empresa que ella, pero no suelen verse porque están en distintos departamentos. Vive sola, en un piso de la ciudad, donde aprovecha para estudiar durante las horas que le quedan libres. Nunca se han llevado mal, pero la jovencita tiene un carácter difícil y desde que se fue de casa la relación ha mejorado entre ellas. Ya le ha contado que se ha trasladado a vivir con nosotros, y la niña le pregunta siempre cuándo podrá conocernos.

Mi mujer consulta a nuestra cerda qué es lo que le hace comparar a su hija con la nuestra. Sonia nos dice que la cara, los gestos, incluso el cuerpo son del mismo tipo de ninfa. Yo apunto que en las fotos se ve a una preciosa mujer recién hecha, pero que no creo que tenga las tetas tan enormes y tan perfectas como las de Alba. De nuevo mis dudas reciben una respuesta satisfactoria: la niña de Sonia también se viste procurando ocultar el inmenso volumen de sus pechos.

Alba se relame los labios sólo de pensar que va a tener una prima para jugar, una zorrita tetuda como ella, de su misma edad. Ordeno a Sonia que masturbe a su sobrina, mientras converso con mi esposa. Le digo que a nuestra hija le vendrá bien tener como acompañante a una perra de su edad, y que a ella le quiero más cuanto mejor me encuentro en nuestra casa, rodeado de perras tetudas que nos cuidan y obedecen a ambos.

Mi mujer me mira seria. Temo una de sus salidas impetuosas. Pero me dice que está de acuerdo con acoger a su sobrina, siempre y cuando yo acepte que ella se opere las tetas. Le contesto que me gusta así, que la quiero tal y como es, con sus pequeños pechos y su fantástico culo, con sus arranques de fiereza, ahora bien vehiculados, con su manera de amarme, de amarnos tanto. Sonríe levemente pero vuelve a ponerse seria. Me dice que esas son sus condiciones. En el fondo estoy encantado, claro.

Siguiendo un plan pautado elaborado por Alba con su proverbial inteligencia, Sonia invita a su hija a venir a casa. En la primera cita, todos nos comportamos como una familia normal. La chica coge confianza, no parece tan fiera como dice su madre, nos habla de su trabajo, de su agradecimiento por que hayamos acogido a Sonia. Nos dice que las últimas veces que ha estado con su madre la ha visto mucho más contenta. Una semana después, vuelve a visitarnos. Modificamos levemente nuestras actitudes, acercándolas a las reales. Alba nos sirve con diligencia, Sonia se queda quieta en el suelo, sentada con naturalidad; las dos llevan ropa que les realza sus tetorras. Mi esposa y yo permanecemos muy juntos, dándonos besos y caricias frecuentes.

A medida que la niña va acumulando sus entradas en casa, las actitudes se van poniendo en su sitio. Las dos perras nos obedecen y nos piden permisos y nosotros dos nos comportamos ya como los amos de la casa, decidiéndolo todo y dejándonos cuidar. Ella lo vive con naturalidad: incluso ya nos visita sin ocultar sus enormes ubres, con atuendos cada vez más ajustados, con una actitud sumisa que a mi mujer y a mí nos complace mucho. Las dos nuevas primas se llevan de maravilla, como había vaticinado la cerda. Y la que ya es mi sobrina está preparada para que demos el salto: las conversaciones han derivado a los temas que nos interesan y es una niña de mente muy abierta y se comporta con total corrección. Cuando dice que está dispuesta a aprender, su madre llora de alegría. Mi polla no me cabe en el pantalón.

Mi mujer levanta las cartas: la nueva puta queda invitada a participar de nuestra cuadra. La única condición es que sea obediente. Alba le estampa un beso en la boca a su prima antes de darle tiempo de pronunciarse. Sonia se acerca a las dos niñas siguiendo una orden de mi mirada y en un momento están las tres bellísimas damas desnudas y enredadas sobre la alfombra. Mi esposa me mira muy excitada. Sus ojos brillan con una intensidad poco habitual. Mientras me desabrocha el pantalón, sentada junto a mí en el sofá, me susurra al oído que pronto tendré cuatro perras tetudas en casa a mi disposición. Cuando acto seguido mi glande choca contra su garganta, pienso que algo maravilloso está ocurriéndole a mi mujer. Un cambio que quizás podré disfrutar muy pronto en toda su extensión.