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La esclava del futuro

en Dominación

No era muy amigo de gastar dinero por internet, aunque de vez en cuando compraba algunos libros. Solía recurrir a páginas gratuitas para casi todo, que no eran tan difícil de encontrar. Pero aquella oferta sonaba bien. Me había metido, enlace tras enlace, en una web que parecía muy profesional, donde se ofrecía una esclava bastante barata. Sí, una esclava. Pedían la mayor discreción y certificaban que se trataba de una ocasión única. En la referencia le daban el nombre de Yuri.

Mis ahorros no iban a verse demasiado reducidos haciendo esa compra, así que pensé que si se trataba de una estafa, tampoco perdía tanto. Las fotos de la esclava eran impresionantes, y en los detalles, que traduje con la ayuda de Google, se aseguraba que estaba sana y sin rastro de documentación. En el caso de que me llegase el pedido, y si no respondía a la descripción, al menos me habría servido de entretenimiento. No soy ningún bicho raro; simplemente me picó la curiosidad… y los cojones.

En cuanto di los datos de mi tarjeta, me llegó un correo electrónico confirmando la transacción. Todo parecía en regla. Y vaya que sí. A los ocho días, una llamada en mi puerta me trajo una caja bastante voluminosa, con procedencia en la empresa de aquella web. Los operarios de la mensajería dejaron el paquete en medio del salón, donde les indiqué, y empecé a desembalar aquello sin demasiadas expectativas.

Sin embargo, tras retirar todo el aparataje, vi que efectivamente, la esclava de las fotos estaba ahí dentro, y parecía dormida o drogada. Llevaba una especie de camisón corto de tirantes y un pantaloncito de raso a juego. Aparentaba una edad bastante tierna, pese a su cuerpo tan desarrollado.

La cogí en brazos y la tendí en el sofá. A simple vista, parecía estar sana. Respiraba pausadamente, no tenía ninguna marca en el cuerpo e incluso mejoraba al natural las fotos, ya de por sí espectaculares. Me dije que había hecho una buena compra. En el embalaje se incluía también un gran paquete con la factura y ropa, calzado y complementos para la esclava. Estaba examinando todo eso cuando la chica despertó y se incorporó, sentándose mientras se desperezaba.

Lo primero que hizo al verme fue sonreír. Le acaricié la carita y le di la bienvenida. Ella contestó con voz de niña y en un perfecto español.

  • Buenos días, señor Ricardo. Soy su nueva esclava Yuri y le estoy muy agradecida por mi compra. Espero no defraudarle en ningún momento. Haré todo lo que usted desee con sumo gusto.

  • Encantado. Pareces una buena adquisición. Yo también espero que no me defraudes. He visto que vienes con un montón de equipaje, muy bien. Recoge todo esto y te indicaré dónde está tu cuarto.

Yuri se levantó y en un momento tenía el salón limpio y sus cosas entre las manos. La conduje hasta una habitación pequeña llena de trastos, que no usaba habitualmente.

  • Éste será tu sitio. Si lo arreglas un poco, seguro que te acomodarás bien aquí.

  • Muchas gracias, señor. Si me lo permite, lo haré ahora y pronto acudo a servirle. ¿Debo seguir vestida así o prefiere que me cambie?

  • Mejor te pones unos zapatos de tacón que he visto entre tu ropa y te quitas esos trapitos.

  • Sí, señor. Gracias de nuevo por acogerme en su casa.

Volví al salón a esperarla. Aproveché para llamar a mi novia, Gema. No nos veíamos demasiado, pero nos llevábamos bien, quizás precisamente por eso. A Gema no podía contarle que había comprado una esclava. Tampoco me habría creído.

  • Hola Gema, cariño. ¿Qué tal va todo?

  • Hola, mi amor, bien, estoy haciendo cosas de la casa. ¿Quedamos esta tarde?

  • Muy bien, ¿en el bar de siempre?

  • No, tonto, mejor voy a tu casa…

Estaba a mitad de conversación cuando apareció Yuri, subida en sus tacones y completamente desnuda. Al verme hablando, se puso de pie ante mí con las manos a la espalda, sonriente y a la espera. Tenía el coñito despejado de vello y sus tetas enormes parecían invitar a manosearlas. Abrí mi albornoz e hice un gesto con la cabeza para que se arrodillase.

  • De acuerdo, tesoro, nos vemos entonces a las seis. Espero que vengas guapa.

  • Claro, mi vida, como siempre…

Yuri acercó su lengua a mi polla, y comenzó a lamerla, aún con sus manos detrás. Le hice sostener el teléfono en mi oreja y acariciarme el pecho mientras ya tragaba con esmero. Así yo tenía mis dos manos libres para magrear esas tetazas que me habían seducido en las fotos de la web.

  • Bueno, Gema, un beso y hasta luego.

  • Adiós, Ricardo, besitos.

La garganta de Yuri encajaba como un guante en mi polla, y acabé descargando una buena ración. Mi esclavita apoyó sus manos en mis rodillas y me limpió todos los restos con su lengua. Luego volvió a poner sus manos a la espalda y clavó sus ojazos en los míos sin dejar de sonreír.

  • Gracias, señor. Espero que le haya gustado mi servicio. Ardo en deseos de complacerle en lo que usted desee, en todo momento.

  • Sí, Yuri, todo muy bien. Ya has oído que Gema vendrá esta tarde. Aprovecha para arreglar y limpiar toda la casa y luego prepárame algo de comer.

  • Sí, mi amo. ¿También voy a ser la esclava de la señora Gema?

  • Jajaja, no creo, mi perra. Además, Gema es muy joven para que le llames señora. Ella no sabe que te tengo. No le cabría en la cabeza.

  • ¿Y eso por qué, mi amo?

  • En este país no hay costumbre de tener esclavos, estaría mal visto.

  • Lo sé, mi amo, pero también es cierto que de puertas para adentro la gente se comporta de modo distinto al que dicta la sociedad. Estoy segura de que la señora Gema sabrá entender eso. Si me lo permite, yo misma conseguiré hacerle entender, si cree que puede ser bueno para usted.

  • Estaría genial, claro. Si Gema te admitiera como mi esclava sin sentirse mal ni enfadarse, sería todo perfecto.

  • Yo he sido comprada por usted para serle útil. Si no, no sería una buena esclava. Entiendo que cuento con su autorización para convencer a la señora Gema de que todo está bien.

  • Me temo que esto me va a llevar a que Gema se ponga como un basilisco, pero bueno. En un momento u otro va a tener que conocerte, así que adelante con tu intento.

  • Gracias, señor. No le defraudaré.

Yuri hizo todas las tareas con extrema diligencia. Cuando pasaba a mi lado en sus faenas, se detenía para ofrecer su cuerpo perfecto a mi vista y a mis manos. Limpiaba el polvo de la mesita de centro y movía su hermoso culo. Yo se lo acariciaba y ella lo sacaba un poquito más afuera, como incitándome a azotarlo. Le di una palmada, volvió su carita con la boca entreabierta y me dio las gracias sonriente. Luego me ofreció sus enormes peras y también probé a azotarlas con fuerza. El bamboleo era hermoso e hipnótico, y a cada manotazo, mi esclava reiteraba su agradecimiento. Cuando me trajo la comida, me pidió permiso para dármela ella misma, sentada sobre mí a horcajadas. Con toda la naturalidad del mundo mi polla estaba alojada en su coño y follábamos mientras seguía dándome de comer.

La tetuda perfecta recogió todo y volvió a mi lado, tendiéndose mimosa en el suelo a mis pies, mientras yo dormitaba sentado en el sofá. El timbre de la puerta nos despertó. Yuri se escabulló en su habitación y yo abrí a Gema. Como siempre, estaba radiante. A no ser porque acababa de recibir mi compra, una vez más la habría visto como la mujer más excitante del mundo.

  • Eres un desastre, cariño. Yo vengo toda arregladita para ti y tú me recibes medio dormido y con ese albornoz gastado de siempre.

  • Perdona, mi amor, estás preciosa. Es que me he quedado traspuesto en el sofá.

Gema venía con ganas de guerra. Se había enfundado su vestido rojo, que no le permitía llevar ropa interior, y marcaba sus tetorras con descaro. La melena perfectamente peinada caía por un lado de su carita, maquillada con suavidad y con los labios pintados de rojo. Le agarré del culo y la besé con fuerza, llevándola al dormitorio. Íbamos así de acaramelados por el pasillo, cuando Yuri salió de su habitación llevando unas toallas plegadas en sus manos, y vestida con un precioso uniforme de criada, cofia incluida.

  • Buenas tardes, señora Gema. Disculpe, voy a llevar esto al baño. No les molesto más.

Mi novia se quedó mirándola con ojos de plato. Entramos al dormitorio y cerré la puerta esperando el chaparrón.

  • ¿Pero quién es ésa? ¿Qué clase de locura es ésta?

  • Perdona, querida. No te lo había contado: es la nueva criada. Ha empezado hoy mismo…

  • ¿La nueva criada? ¿Pero desde cuándo tienes tú criadas? Mira, Ricardo…

Entonces Yuri llamó a la puerta y abrió.

  • Perdonen los señores de nuevo… Ya sé que no debo molestarles, pero he observado que la señora llevaba unos zapatos muy incómodos y me pregunto si puedo ayudarla…

La esclava no esperó la respuesta de Gema, que estaba atónita y paralizada, sentada junto a mí en el borde de la cama. Se arrodilló sonriente y le quitó los zapatos con suavidad. Luego comenzó a masajearle los pies como una verdadera profesional. Gema acertó a decir:

  • Pero esta chica, ¿de dónde ha salido? ¿Es una broma o algo así? Mmm, qué bien lo haces, la verdad, casi que lo aclaramos todo luego, sigue, sigue…

  • Gracias, señora. El señor me había dicho que usted era hermosa, y realmente no me imaginaba que lo fuese tanto. Recuéstese en la cama, que yo sigo con su masaje.

Gema estaba disfrutando de verdad con los cuidados de Yuri. Se tendió y dejó que la niña siguiese con su trabajo. La esclava tetuda ya estaba aplicando su masaje terapéutico ascendiendo por los tobillos de mi Gema. Yo no decía ni una palabra, permaneciendo a la expectativa.

  • Si me lo permite, señora Gema, voy a continuar. Relájese y disfrute. El señor Ricardo creía que usted iba a contrariarse al verme, y yo espero que no sea así, porque deseo trabajar en esta casa sin causar ninguna molestia.

Las manos expertas de Yuri ya estaban en los muslos de Gema.

  • Ricardo es un bobo, por no avisarme de que tenía en casa esta maravilla, pequeña. Tú sigue, que me estás dejando como nueva… Pero tú, Ricardo, ¿de dónde has sacado a esta chica?

  • He llegado esta mañana, señora. Permita que me presente. Me llamo Yuri y estoy al servicio de ustedes, para lo que gusten mandar. Perdone, señora, levante un poco la espalda… Ya está.

Los ojos de Yuri estaban clavados en los de Gema mientras le hablaba, siempre con la sonrisa en la boca, y con su voz infantil y sensual. Con toda delicadeza y naturalidad, había conseguido tener encantada a mi novia en sus manos, que seguían masajeando su hermoso cuerpo ya totalmente desnudo. Gema había llegado a un punto de relajación placentera que estaba dando paso a una suave excitación, propiciada por Yuri, que le acariciaba la entrepierna y los pezones sin perder la compostura.

La visión de esas dos diosas jugueteando me puso la polla muy dura. No quería romper el hechizo que había conseguido conjurar mi esclava y me incliné sobre Gema, acariciándole la cara y hablándole con suavidad.

  • Gracias por no enfadarte, mi amor. Yo sólo quiero que estés bien.

  • No, mi vida, esta niña me está dando más placer que el que he sentido en toda mi vida. Ya me importa un bledo de dónde ha salido o por qué narices es tan perfecta. Lo único que quiero es seguir disfrutando…

La mano de Gema se acercó a mi polla y la agarró bajo el albornoz. Me lo quité y me acerqué a besarla. Yuri estaba ya comiéndole el coño, sin dejar de acariciarla por todo el cuerpo. Me coloqué sobre las tetazas de Gema y le metí la polla en la boca. Yuri aprovechó el momento para desnudarse y frotar su coño contra el de mi novia, entrelazando las piernas con ella. Nos corrimos los tres a la vez, acunados por los sonidos guturales de mi novia, que jadeaba mientras tragaba.

Yuri volvió a ponerse su uniforme y salió de la habitación. Gema aún estaba en estado de shock, descansando abrazada a mi cuerpo. Al rato, volvió a tomar la palabra, recuperando su habitual personalidad.

  • Ricardo, esto que acaba de pasar ha sido algo pero que muy extraño. Si no fuera porque sé que no estoy loca, creería que se había tratado de un sueño.

  • Lo sé, Gema. Yuri es algo especial, sí.

  • ¿Especial? Esa chica es una bomba, y no me parece nada bien que…

Nueva llamada de la criada y entrada triunfal. Yuri nos trae unos refrescos en una bandeja. Se arrodilla junto a la cama y nos ofrece los vasos, el primero a Gema.

  • Señora Gema, he traído esto por si tenía sed; insisto en que espero que no esté molesta por mis servicios. Le aseguro que sólo les deseo lo mejor a usted y al señor Ricardo.

Mientras decía esto, la esclava nos limpiaba los labios a los dos con la servilleta. Había dejado literalmente a Gema con la palabra en la boca.

  • Gracias, Yuri, preciosa. Pero le estaba diciendo a Ricardo que no me parece bien que una monada como tú ande por esta casa a solas con él. Recordemos que soy su novia y me debe fidelidad. Conociéndolo, en cuanto me dé media vuelta lo tendrás detrás.

  • No se preocupe por eso, señora, hágame caso. Yo me debo al señor, porque trabajo para él, y en ningún momento me voy a sentir forzada. Don Ricardo es mi amo y yo le serviré siempre en lo que sea preciso, como criada, como amante y como esclava incondicional. Usted no tiene más que una elección: o se pone a mi altura con el señor o acabará perdiéndolo para siempre.

  • ¡Puta descarada! ¡Ricardo, haz el favor de…!

La situación se había puesto muy tensa. La esclava tenía toda la razón: superaba en todo a Gema, y ésta sólo podía, en ese escenario, adaptarse o desaparecer para siempre. Cuando vi que se encaraba con mi Yuri, le arreé un bofetón. Indignada, cogió su ropa y se marchó de la casa dando un portazo. La esclava seguía arrodillada junto a mí y sacó sus melonazos perfectos por el escote de la camisola de criada, sonriendo tranquila.

  • Señor, le pido disculpas si he llevado la conversación un poco lejos. Le aseguro que su novia no tardará en regresar. Me ha encantado verlo dándole esa bofetada; he sentido hasta un poco de envidia de la señora.

Esa diosa me ponía a cien, hablando así y mostrándose rebosante para mí. La coloqué sobre mí y me la follé, arreándole esas hostias que tanto anhelaba. Luego me preparó un baño, me enjabonó, me secó y me acompañó al salón, donde me leyó un libro mientras yo me entretenía con sus inmensas ubres. Tras darme la cena, me ayudó a acostarme y me pidió permiso para retirarse a su cuartucho, mientras me acariciaba los huevos.

  • No, Yuri, esta noche te quedas aquí.

  • Lo que desee el señor.

Me dormí plácidamente con sus tetas como almohada. Ya era bien entrada la mañana cuando desperté con su boca engulléndome la polla. En el cuarto había un agradable aroma a café: sobre la mesilla me esperaba el desayuno. Descargué mi semen en su estómago y se colocó luego de rodillas en el suelo.

  • Buenos días, mi amo, gracias por dejarme tragar su corrida. Le he traído el desayuno. Espero que esté a su gusto y reponga fuerzas para dentro de un rato, porque luego va a venir la señora Gema.

  • ¿Qué? ¿Y eso cómo lo sabes tú?

  • Ha llamado por teléfono y hemos estado hablando un buen rato. Creo que ya sé lo que necesita. Al principio estaba nerviosa y me gritaba, pero poco a poco la he calmado y hasta ha tenido un orgasmo mientras me daba las gracias…

  • ¿Por teléfono?

  • Sí, yo aseguraría que está convencida de lo que le conviene.

  • ¿Y qué le conviene?

  • Obedecer. Es la clave. Si obedece, se deja llevar y disfruta mucho. Si se rebela, lo pasa mal y hace pasarlo mal a los demás. Pronto verá que todo ha sido preparado por mí pensando únicamente en el bienestar de usted, mi amo.

  • Eres una joya inaudita. Bendigo el momento en que te encontré en internet.

  • Gracias, señor. Yo también estoy muy feliz por ello. Pido permiso para beber su orina. Seguro que ya tiene ganas, después de tantas horas.

Efectivamente, en cuanto aplicó mi boca de nuevo a su polla, una buena meada salió al instante, desapareciendo en su interior. Eso me relajó mucho, y me dejé vestir por ella mientras esperábamos a Gema.

  • Le recuerdo, mi amo, que soy su esclava incondicional. Cualquier cosa que desee hacer conmigo será bienvenida por mi parte, sin ningún tipo de limitación. Espero que, si se le antoja, me utilice con toda la violencia o ternura que le plazca. Seré su alfombra, su cenicero, su depósito de semen, su saco de boxeo, su orinal, su cubo de basura, su cómplice, su amor, su perra, su puta, su cerda o su niña siempre que lo precise. Ya está. Ha quedado muy guapo; a la señora le gustará verlo así.

Yuri me había vestido y calzado con mis mejores ropas, mientras me decía esas cosas tan increíbles. Al verla de nuevo a mis pies, su cabeza me recordó un balón de fútbol, y le di una patada tan fuerte que se la arrancó de cuajo, ante mi sorpresa y mi gran susto. Su cuerpo decapitado se levantó parsimonioso y acudió al lugar donde había caído la cabeza. La cogió con sus manos, la puso en su sitio y sonrió.

  • Gracias, señor. A esto me refería. Soy autorregenerable. Cualquier avería en mi constitución se repara al instante.

Ahora era yo el que creía que estaba soñando. La esclava tetuda me había salido muy barata y hacía todo como si fuera perfecta. Pero de ahí a que fuese un artefacto diabólico… Mi cabeza no podía asimilar tanta extrañeza.

  • Sé que está usted confuso, señor. Después le explicaré todo y quedará contento. Pero ahora debo ir a mi cuarto. La señora está a punto de llegar.

Yuri se alejó por el pasillo, mientras contoneaba su culo con arte torero. Yo la miraba embobado e inmóvil. Me lanzó un beso y se encerró. Gema llamó al timbre. Abrí y se lanzó en mis brazos.

  • Perdóname, Arturo, perdóname. Ayer me fui muy enfadada pero todo se ha aclarado. Tú no tienes la culpa de nada. La criada me ha dicho cómo debo comportarme y creo que es lo mejor para todos. Soy tuya para lo que quieras. Mis celos de ayer fueron una niñería inadmisible. Ordena y obedeceré.

  • Vamos, vamos, Gema. No te pongas así. Ven conmigo al salón y hablamos con tranquilidad.

Le empujé para que caminara delante de mí. No me había dado aún la oportunidad de fijarme en su atuendo: llevaba un vestido de cuero negro que le cubría poco más que lo que lo habría hecho un corsé. Sus botines acababan en unos finísimos tacones, y alrededor del cuello se distinguía un collar, también de cuero, cerrado en la nuca con una hebilla. Me senté y se arrojó en mi regazo entre lágrimas.

  • Por favor, dime que me perdonas.

  • Claro que sí, tonta, no llores…

Le levanté la barbilla para besarla y vi que su collar llevaba una placa en la parte delantera. Se leía “Puppy of A.”

  • ¿La perrita de Arturo?

  • Sí, mi amo. Permíteme ser tu perra arrastrada. Quiero que seamos felices y sé que así lo seremos.

No me dio tiempo a contestar. Yuri apareció desnuda, con su cofia y sus zapatos de tacón y gateando hacia nosotros. Las enormes tetas le colgaban balanceándose mientras se acercaba, mirando fijamente a los ojos de Gema, con su preciosa sonrisa permanente.

  • Hola, señora Gema. Bienvenida de nuevo a casa de nuestro amo. Espero que todo esté claro ya entre ustedes. Pero disculpe un segundo, creo que ha olvidado algo.

Yuri se acercó a Gema, le bajó la cremallera del vestido hasta el ombligo y le sacó las tetorras.

  • Creo que al señor le gustará más vernos así a las dos. Y tengo que pulir un poco ese trato con que se dirige a nuestro amo, señora. Una perra habla de usted a su amo.

  • Ay, Yuri, qué razón tienes. Perdone, señor Arturo, la costumbre…

La criada perfecta le arreó un bofetón a la novia recién emputecida. Gema se disculpó. Yo seguía entusiasmado con la feliz compra que había hecho, aunque la grotesca escena de la cabeza rodante no acababa de borrarse de mi pensamiento. Fuera como fuese, tenía delante a dos magníficas hembras tetudas, dispuestas a dejarse usar, y esa situación era deliciosa. Además, Yuri poseía la capacidad de hacer con Gema lo que deseara.

  • Gema, haz el favor de aprender de Yuri todo lo que puedas. Si he entendido bien, ahora deseas que yo sea tu amo, lo que te hace una esclava, una persona sin derechos, mi objeto de placer sin discusión.

  • Sí, mi amo. Eso es lo que quiero. Sólo deseo poder acercarme a la perfección y sabiduría de su otra esclava, que me ha enseñado cuál es el camino correcto.

  • Yuri es mucho mejor que tú, no lo dudes. Primero, está más buena; es más joven, más guapa, tiene las tetas más grandes y un cuerpo perfecto; además es más inteligente, más simpática y más entregada. Tú a su lado eres una escoria, un detritus, un excremento. Vas a ser mi puta arrastrada, pero también la de Yuri.

  • Gracias, mi amo. Sabré estar en mi sitio.

La respuesta firme de Gema llegó a sorprenderme. Había hecho ese discurso para humillarla, aprovechándome de las circunstancias. Las dos seguían a mis pies, mostrando sus tetazas. Gema soltó una lagrimita, y Yuri se acercó a lamerla. Las acerqué de la nuca para que mezclaran sus lenguas con mi polla y me hicieron un buen trabajo, acabando cubiertas de mi semen y después de mi meada. Luego Yuri buscó en el bolso de Gema lo que ella ya sabía que traía: una correa de perra para completar el collar. Se la puso y la llevó al cuarto de baño para asearla.

Al rato, volvieron, de nuevo Gema arrastrada por Yuri, las dos desnudas.

  • Señor, me he permitido adornar a su perra con estas pinzas en sus pezones y su coño. Son de un diseño metálico especial que activa una descarga al pulsar este mando que le ofrezco.

Accioné el cacharrito y Gema se puso a temblar. Yuri continuó.

  • Ya ve que la perra se estremece con las descargas. Si mantiene el botón pulsado, la corriente permanece el tiempo que desee.

Comprobé lo que me decía Yuri: Gema se convulsionaba con gracia, excitada por la electricidad, hasta llegar al orgasmo. Solté el botón y cayó rendida y deshecha en el suelo, desvanecida.

  • Muy bien, Yuri. Un juguete estupendo. No haces más que darme sorpresas. Ahora cuéntame, mientras se repone la perra, qué narices eres tú.

  • Sí, mi amo. Soy una humana evolucionada, de profesión exploradora del tiempo. Mi misión es tomar buena nota de las costumbres privadas de este siglo y comunicarlas. Estaré en esta época lo que para usted es toda una vida, y en el futuro de donde vengo no supone más que unos meses. No le he mentido respecto a mis intenciones: deseo fervientemente estar a sus órdenes mientras usted viva y hacerle la vida lo más agradable posible. Forma parte de mi proyecto.

  • Si no fuera porque he visto tu cabeza rodando por el pasillo, creería que estás majareta. Así que si he entendido bien, en realidad yo soy tu conejillo de indias, igual que Gema…

  • No exactamente, mi amo. El proyecto, diseñado por mí, incluye como condición indispensable no traicionar ni engañar al sujeto estudiado. Es cierto que tomo buena nota de todas sus reacciones, pero también es absolutamente verdadero que soy de su entera propiedad y usted tiene todos los derechos para hacer conmigo su voluntad.

  • Me alegra oír eso, preciosa tetuda… ¿Y qué le has hecho a mi Gema? En cuestión de horas la has convertido en una magnífica esclava…

  • Sí, mi amo. Ha sido un proceso sencillo: la señora Gema debía acomodarse a lo que usted precisaba, y nuestros estudios sobre la mente humana ya han alcanzado a saber cómo son los procesos para convencer a alguien de lo que le es más conveniente. Ella es ahora feliz así, mucho más que antes.

  • ¿Y el mando con las pinzas?

  • Es totalmente inocuo. Sólo proporciona placer. Las descargas están reguladas para no dañar los tejidos.

  • Bueno, pues ya no sé si preguntarte por la patada en la cabeza…

  • Ha sido un pequeño error mío; no me esperaba su reacción y no había endurecido los músculos del cuello, que estaban relajados por si usted deseaba follarme de nuevo la boca. Pero ya ha visto que mediante la autorregeneración no hay ningún problema. De todos modos, no volverá a ocurrir, le pido mil disculpas.

Gema ya estaba volviendo en sí. Yuri la agarró de las tetorras y la colocó de rodillas. Luego comenzó a besarla y a acariciarla.

  • Gracias, mi ama, no merezco sus caricias, es usted un ángel. Y gracias también a usted, mi amo, por llevarme a conocer a su esclava Yuri.

  • Muy bien, perra. Es de bien nacidos ser agradecidos. Yuri me ha dicho que te ha convencido de cuál es tu sitio fácilmente…

  • Sí, mi amo. Esta mañana he llamado aquí y se ha puesto ella al teléfono. Eso, en un principio, me ha enervado, pero luego he escuchado sus argumentos y realmente tiene toda la razón…

  • ¿Qué argumentos?

  • Bueno, ya sabe que siempre he defendido un trato igualitario y que cada vez que usted hacía alguna cosa que no aprobaba al respecto, le llamaba la atención. Yuri me ha explicado que las personas se relacionan siempre intercambiando poder, sin importar su sexo; depende sólo del temperamento de cada uno. Luego me he preguntado cuándo disfrutaba más en la cama y le he confesado que prefería un trato más rudo del que admitía en público. Ella me ha dicho que estaba segura de que cuando yo le reprochaba a usted alguna actitud, después usted me follaba con más violencia. Yo lo he admitido, y ella me ha terminado convenciendo de que no necesitaba enojarlo para recibir ese trato, sino todo lo contrario.

  • Interesante disquisición…

  • Desde luego, mi amo. Parece una locura, pero lo he visto todo muy claro. Entonces ella me ha dicho que comprase el collar, la correa, los botines y el vestido con la cremallera, y me ha asegurado que con eso puesto y una actitud servil, usted me acogería y yo sería su objeto de uso, que es lo que en el fondo siempre he soñado, sin saberlo siquiera yo misma. Desde luego, todo esto es increíble, maravilloso y nuevo para mí: nunca me había sentido atraída por una mujer, y Yuri me enciende entera, desde que me puso ayer las manos encima. Uf, sólo recordándolo me mojo…

  • Eres una sucia cerda, mi amor…

  • Para usted por supuesto. Todo lo que desee.

Mi novia, reconvertida, era todo un hallazgo. Le lancé un escupitajo en la cara y se relamió. Llamaron a la puerta. Me puse mi viejo albornoz, las perras se retiraron y abrí. Era mi madre, que me traía un poco de comida.

  • Hola, Arturito. Uy, qué arreglada tienes la casa. Mira, te traigo un poco de carne como te gusta y…

  • Ay, mamá, ¿por qué no llamas antes de venir? Me pillas bastante ocupado.

  • Qué vas a estar tú ocupado, holgazán. Si vives como un marajá, cariño.

  • Es que tengo visita…

  • ¿Visita? Como no sea esa Gema, qué visita vas a tener tú.

  • Sí, es Gema. ¡Gema, anda, ven, que es mamá!

Mi novia apareció por la puerta del salón, vestida con una camiseta y unos vaqueros que le había dejado Yuri.

  • Hola, doña Rocío, no le esperábamos…

  • Ya, ya. Bueno, y qué contáis…

  • Pues poca cosa. Arturo ha contratado a una chica para arreglar la casa, mire usted qué sorpresa…

  • Eso no me lo creo ni borracha. Con lo que le molesta que haya gente husmeando en sus cosas. No sé ni cómo te deja entrar a ti…

  • Yo no husmeo, por eso será. ¿Pero no quiere conocer a la criada?

  • Sí, claro, y al papa de Roma.

  • ¡Yuri!, ven, que te presentamos a la madre de Ricardo.

La esclava tetuda acudió, con su uniforme y un plumero en la mano, ante el pasmo de mamá.

  • Buenos días, señora Rocío. Su hijo me ha contado maravillas de usted. Que lo cuida mucho, que le trae comida… Está encantado. Bueno, y don Ricardo también es un tesoro. Estoy entusiasmada de trabajar aquí. Hasta me he hecho muy amiga de la señora Gema.

  • Vaya, qué joyita de niña. Y qué monada. Esto es lo último que me esperaba de ti, Ricardo.

  • No diga eso del señor, doña Rocío. Un hombre tan bueno sólo puede ser hijo de alguien como usted, tan bella y tan exquisita. No sé su edad, pero pasaría por hermana del señor sin dificultad…

Era verdad que mi madre se conservaba increíble. Había tenido que adaptar su peinado y vestirse acorde a su edad real, porque con un estilo más juvenil se le daban veinte años menos. Quizás esa energía vital tuvo que ver con el fallecimiento de papá hace ahora más de una década.

  • Bueno, Yuri o como sea ese nombre tuyo, me alegro mucho de conocerte. No me extrañaría que Gema te tuviera celos, tan joven y bonita…

  • No, señora. Gema y yo somos ya uña y carne. Al principio tuvo celos, usted lo ha adivinado porque siente lo mismo, pero ya sabe que todo está bien.

  • ¿Qué dices de mí? ¿Celos? Valiente tontería…

  • Sí, señora Rocío. Celos, es lo que usted siente cada vez que ve a una mujer cerca de su hijo. Por eso trata mal a Gema y por eso ahora mismo se va a levantar para marcharse, sofocada y bastante confundida…

  • Insolente criatura del demonio, ¡claro que me voy! Y tú, Ricardo, bien calladito, eso es, sin defender a tu madre… ¡Adiós!

Mi madre se dirigió a la puerta, como había pronosticado la sabia Yuri. A una señal mía, las dos esclavas se lanzaron sobre ella y le impidieron salir.

  • Mamá, no te vayas así. Cálmate. Yuri, convéncela…

  • Sí, señor. Doña Rocío, usted es todavía joven, muy atractiva pero demasiado reprimida. Gema y yo le vamos a ayudar a soltar todo ese lastre que lleva encima. Ya sabemos que está enamorada en secreto de su hijo y a todos nos parece bien.

  • Pero, pero…

  • Ni peros ni nada. Déjese llevar un poco; su hijo está ahora mismo encantado de verla inmovilizada en el suelo, porque también la desea. Cierre los ojos. Relaje los brazos. No oponga más resistencia.

Esa voz acaramelada de Yuri era un antídoto contra cualquier contratiempo. Mamá obedeció. La soltaron y permaneció inmóvil, tendida en el suelo y callada. Me acerqué a su lado. El forcejeo le había despeinado y descolocado la blusa, y estaba más atractiva que nunca. Me acerqué a sus grandes tetas y le desabroché los primeros botones del escote. Las otras dos se estaban quitando sus ropas entretanto.

  • Así estás mucho más guapa, mamá.

Le di un beso en la boca y ella se dejó hacer, mientras las perras la desnudaban para mí. Su coño buscó mi polla, ya liberada, o quizás ofuscada por la excitación. Mi Gema tomó la palabra:

  • Parece que mamá necesita un buen repaso. Su niño la va a dejar como nueva. Anda que no tenía yo ganas de verla así, por fin rebajada a la condición que merece, a la que deseamos aquí todas, al sometimiento a nuestro amo y señor…

Me estaba follando a mi madre y estaba pletórico de gusto. Ella no parecía sufrir mucho: movía sus caderas como una perfecta puta. Por fin saqué mi polla y me corrí en su cara. Ella, aún frenética, se restregaba los churretones y se tragaba los dedos. Se había desencadenado una nueva perra de categoría. En dos días, Yuri había vuelto del revés mi vida ordenada, tranquila y monótona.

Yuri se llevó a mamá para acicalarla. Gema se quedó a mis pies. Se le veía muy contenta.

  • Mi amo, esto es una pasada. Ver a su madre así me ha dado la vida. Le agradezco enormemente haberme proporcionado un placer como ése. Esa zorra ya me estaba hinchando los ovarios desde hace mucho.

No me gustó el tono de mi perra y le di una patada en la boca. Sangraba un poco en un labio al volver a mi lado. Cuando se dio cuenta, se avergonzó y me ofreció su culo para ser castigada. Cogí una revista, la enrollé y empecé a azotarla lo más fuerte que pude. Mientras, mamá volvió con Yuri. No se podía saber con exactitud si la figura radiante que presentaba se debía a los arreglos de la esclava tetuda, al polvo que le había echado o a su visión de su nuera azotada. El caso es que apareció transformada en una diosa. Su pelo había sido alisado; sus tetas estaban apoyadas en un sujetador rojo de media copa, que las dejaba al aire; y su cintura estaba ceñida por un liguero a juego que sostenía unas medias de encaje que acababan en unos zapatos también rojos de tacón alto.

  • Hijo mío, mira cómo me ha dejado Yuri. ¿Te gusta?

  • Pareces una puta de lujo y me encanta. Al suelo, mamá.

  • Sí, mi amor.

Le indiqué que se acercase gateando junto a Gema. Quería que congeniaran. Les ordené besarse y masturbarse mutuamente. Yuri sonreía arrodillada desde su rincón. Las enemigas irreconciliables terminaron orgasmando juntas y abrazadas.

  • Mamá, creo que ya has entendido de qué va todo esto.

  • Me parece que sí, mi niño. Estas señoritas son tus esclavas y me huelo que yo lo soy también a partir de ahora.

  • Eso es, mamá. Ellas ya saben que me tienen que tratar de usted y llamarme amo. Tú harás lo mismo.

  • Ése es mi niño. Sí, mi amo. Me ha quitado usted un peso de encima, ni se imagina qué peso más grande. Ahora siento que estoy en paz conmigo misma, después de tantos años.

  • Agradéceselo también a Yuri, mi perra. Ella ha traído la felicidad a esta casa.

  • Muchas gracias, Yuri. Eres un tesoro.

  • Si me lo permite, señora Rocío, estoy de acuerdo con usted. Soy un tesoro y así debe tratarme. En esta casa el señor es quien nos ordena lo que desea a todas, pero usted no tiene ningún derecho sobre mí, ¿entendido?

  • Perdone, ama Yuri. Le debo mucho y se lo demostraré siempre que pueda.

En ese lío de escalafón, yo estaba un poco perdido. Sí, sabía que yo era el amo absoluto, pero las relaciones entre las perras no acababa de pillarlas. Por ejemplo, ¿cuál era la que mandaba entre mi novia y mi madre? Yuri pareció percatarse de mis dudas y volvió a hablar.

  • El señor quizás desee que queden claras las posiciones de cada una aquí. Está claro que las perras que se incorporan a la cuadra del amo están bajo mi custodia y cuidados, para ser las mejores esclavas a su servicio. Ello las convierte en mis pupilas, o si lo prefiere, yo soy su ama y sólo debo humillarme ante usted. En una palabra, las perras son iguales en derechos: no tienen ninguno. Es irrelevante cómo se dirijan entre ellas; su deber es mejorar cada día para servir a su amo, siguiendo mis directrices.

  • Muy buen discurso, mi perra. Pero me estás aburriendo un poco con tanta legislación. Limítate a hacer bien tu trabajo y cállate, puta de mierda.

  • Sí, mi amo, así lo haré. ¿Quiere que le preparemos la comida?

  • Eso es, sirve la carne que ha traído la perra vieja.

  • Al instante, mi amo.

Mientras mamá y Yuri disponían todo, me entretuve azotando un rato más a Gema con la revista. Ya tenía marcas rojas por todo el cuerpo; las mismas que veces me iba agradeciendo los porrazos. Le metí la revista enrollada en el culo: la comida estaba servida. Tres cuencos en el suelo con un poco de carne, y un plato en la mesa para mí.

  • Ya sé que se te va a enfriar, mamá, pero me apetece que seas tú la que me sirva.

  • Claro, mi amo. Yo me alimentaré, si me lo permite, cuando no me necesite.

Gema y Yuri comían en el suelo, mientras mi madre, arrodillada a mi lado, me introducía la carne en la boca. La situación, tan placentera, me excitó de nuevo, y ordené a las perras que acudieran a mi polla bajo la mesa. Cuando Yuri se la tragaba, yo me agarraba más fuerte a las tetas de mamá, llevado por el delirio de su trabajo perfecto. Si era Gema la que intentaba complacerme con su boca, permanecía más calmado y acariciaba el coño de la vieja, chorreante de gusto por verse en esa situación, elegida por su querido hijo para servirle. Fue una comida muy agradable, y después me entró un poco de sueño. Entre las tres, me llevaron a la cama para mi siesta y me quedé dormido a las mil maravillas con sus dulces cuidados.

Desperté como nuevo. Miré a mi alrededor y las perras no estaban. Fui al salón y tampoco. Llamé a Yuri y al instante apareció. Se había retirado a su habitación.

  • Perdone, amo. He dejado que su madre y su novia se marchasen, con unas cuantas instrucciones. Yo estaba en el cuarto que usted me asignó. No le he oído levantarse. ¿Desea un masaje? ¿Un licor?

  • Sí, mi perra. Las dos cosas. Y mientras, me cuentas qué tareas tienen esas dos, que no haces más que sorprenderme…

  • Sí, mi amo. Doña Gema y doña Rocío han ido a preparar a Luisa para sumarla a sus esclavas. He pensado que a usted le satisfaría tener a su servicio también a su pequeña hermana.

  • ¿Luisa? Eso sí que es una sorpresa increíble, mi perra. Pero si Luisa no sabe aún nada de la vida…

  • No lo crea, señor. He estado hablando con ella y me ha parecido muy madura y consciente. Le he contado la situación y pronto la tendrá aquí lista para sus caprichos…

  • Pero si es mi hermanita pequeña, ¿qué caprichos? ¿Un parchís?

  • Creo que hace demasiado tiempo que no la ve. Doña Rocío me ha enseñado alguna foto reciente y estoy segura de que jugarán juntos a más cosas que el parchís, ya verá…

  • Eres un diablillo de primera.

A mí ni se me había pasado por la cabeza la pequeña Luisa. Sí, claro, cuando papá murió mamá estaba embarazada, y al poco tiempo nació mi hermanita. Y es cierto que hacía mucho que yo no iba a casa de mamá. Ni me acordaba de que aquel bebé seguía viviendo con ella. Tampoco me la nombraba mucho mi madre. Soy un despiste y mi madre era una celosa de campeonato.

Llamaron a la puerta y Yuri abrió. Mamá y Gema escoltaban a Luisa, que venía toda vestida de blanco, con dos coletitas y un conjunto precioso de blusa y falda corta, y sandalias de tela con plataforma. Mis perras se colocaron en el suelo junto a Yuri, y Luisa avanzó hacia mí con las manos en la espalda, una posición que realzaba su busto recién hecho, y muy bien hecho.

  • Hola, tato. Cuánto tiempo, eh… Seguro que ni me reconoces. Tu novia y mamá me han puesto guapísima para venir a verte. Así que eres un guarro, ¿eh? Tu criada me ha contado todo, qué fuerte.

  • Hola, Luisita. Vaya, pues sí que has crecido…

  • Bueno, el caso es que, hermanito, si a mami y a Gema las tienes así de contentas, yo no me quiero quedar fuera de este rollo que os lleváis. Ya soy mayor y me apetece vivir algo así de loco. ¿Entonces tú eres el amo y ellas son las perras?, qué fuerte, tío. Yo no sé si pedirme ser gatita, mejor, jijiji…

  • De momento sácate las tetas, Luisita. Tengo que comprobar la mercancía.

  • A la orden, mi amo, jajaja…

La pequeña descarada de mi hermanita se abrió la blusa y mostró dos buenas peras, frescas y jugosas. Luego maulló divertida y se puso a frotarse contra mis piernas, ronroneando. Esa niña era una buena gata, desde luego. Mi polla me lo confirmaba. Le levanté la faldita y le di un buen azote en su culo desnudo.

  • ¡Ay!, mi amo malo quiere que me moje, ¿verdad? ¿Así es como trata usted a su bebé? ¿No quiere darle el biberón?

  • Por supuesto que te la vas a tragar entera ahora mismo, puta. Yuri, azótale mientras le empalo la boca.

Atravesé su garganta agarrándola por las coletas, mientras la zorrita recibía una buena tunda de mi esclava. Al fondo, en su rincón, mamá y Gema se estaban poniendo las botas; bueno, ya se las habían quitado con el resto de la ropa. Mientras se magreaban mirándome las dos a los ojos, me di cuenta de que ya llevaban sus collares de perra. La eficiencia de Yuri no conocía límites.

Luisita emergió de mi regazo tras tragar su ración. Llevaba toda la cara llena de lágrimas y babas y estaba hecha un poema, a punto de romperse. Había que poner la puntilla a la gatita rebelde. Llamé a mamá.

  • Anda, perra vieja, cierra bien el puño y comprueba hasta dónde te cabe el brazo por el coño de tu hija pequeña.

  • Sí, mi amo, será un placer.

  • Y tú, mi Gema, ven también; vas a hacer lo mismo con su culito sin estrenar.

Dicho y hecho, la pequeña Luisa fue empalada doblemente con los puños de mis perras. Gritaba con un sonido muy agudo, que me resultaba algo molesto. Ordené a Yuri que la callara y le metió también su puño en la boca. Así estaba mejor. En un momento, la bebé empezó a convulsionarse. ¿Se ahogaba? ¿Se desgarraba por dentro? Sí, pero también estaba teniendo el orgasmo más fuerte de su corta vida. Cayó rendida, confundida entre el amasijo de brazos insertados y las tetorras inmensas de todas mis esclavas.

  • ¿Qué tal, mi gatita? ¿Estás viva?

  • ¡Dios! No me había corrido así en mi puta vida. Es usted mi héroe, mi amo y lo que haga falta. Me muero de gusto. Bueno, me muero de todo. Estas perras me han destrozado entera. ¡Diosssss!

  • Pues ahora que lo dices, igual me pega lo de Dios. Me acabas de ascender de categoría. Ya lo habéis oído todas.

Yuri sonrió y me hizo una especie de reverencia. Las demás le imitaron. Las cosas se estaban poniendo interesantes en mi casa. Cuatro tetudas inigualables a mi servicio, y ahora convertidas en adoradoras fieles. ¿Qué otra cosa era yo para ellas sino un dios, el único Dios? Fervientes beatas, creyentes piadosas, mis devotas incondicionales. Había que celebrarlo con una buena meada. Acudieron como moscas a la miel y bebieron hasta la última gota, Luisita incluida, que estaba aprendiendo de la vida a marchas forzadas y tenía muy buenas condiciones.

Para tener a todas contentas y entregadas, ordené a Yuri que colocase un juego de pinzas eléctricas en cada uno de los cuerpos de esas hembras magníficas, incluida ella misma. Con el mando a mano, hacía que se corrieran como cerdas en celo a cada rato. Entre orgasmo y orgasmo, Yuri me pidió permiso de nuevo para hablar.

  • Señor mi Dios, creo que su idea de hacernos creyentes devotas es muy acertada. La necesidad humana de tener alguna creencia no se ha extinguido nunca. En mi tiempo, se eligen las religiones al cumplir los catorce, entre un abanico casi infinito. Yo elegí la de los asteroides elegíacos, pero creo que ser su esclava es mucho mejor.

  • ¿Asteroides elegíacos? ¿Qué coño es eso?

  • En resumen, conlleva unos rituales sencillos que hay que cumplir cada vez que un asteroide pasa cerca de la tierra. Si no se cumplen, esas piedras celestes se entristecen y causan males a sus fieles. Pero ya no creo en eso, me siento liberada. Ahora sé que el único Dios es usted.

  • A mí me parece que estás chiflada, ya sabes, pero me viene bien. Ahora rezadme algo entre todas, quiero que se me ponga dura viéndoos postradas y convencidas de vuestra nueva religión.

Las putas tetudas se reunieron ante mí arrodilladas, con la cabeza en el suelo y los brazos extendidos hacia delante. Yuri recitaba las frases de una oración, y las demás las repetían a coro:

Adoro sin condiciones

al Dios que me guía

y cuyo valor sólo se compra

con veneración total.

 

Me pareció que no estaba mal para empezar, y me follé por el culo a mi hermanita mientras las demás me seguían venerando. Al agarrarla del cuello, volvió su cara de ángel y me pareció que estaría más cerda si le arrastraba la nariz hacia arriba. Le metí un dedo en cada fosa nasal y estiré. Qué grandísima puerca del demonio: estaba babeando de gusto al saberse deformada así mientras era enculada. Yuri lo observaba todo con atención, y adiviné en su sonrisa que en cuestión de poco tiempo mis cerdas estarían dotadas de unos buenos ganchos de nariz, como así fue: desde el día siguiente, Luisita ya tenía su collar y todas llevaban su gancho.

Los días pasaron con una placidez paradisíaca sólo comprensible por la naturaleza perfecta de Yuri, que siempre iba un paso por delante de mis deseos. Todas las tetudas estaban felices en su nueva secta, pero la que más entusiasmo desplegaba era Luisita, a la que cada novedad en su emputecimiento le iluminaba los ojos y me rezaba con ardor. Un día que yo reposaba en mi sofá, con Yuri masajeando mis hombros, mamá lamiendo los dedos de mis pies, Gema tendiendo su mano como cenicero y mi pequeña Luisita recostada en mi regazo chupándomela suavemente, mientras yo le torturaba los pezones con un cepillo del pelo, la cerdita me pidió permiso para hablar.

  • Mi Dios, pronto empezarán las clases. He pensado que, si no tiene inconveniente, intentaré que mis compañeras compartan el gozo de servirle.

  • Pero no ves, mi puta, que todo esto no puede salir de esta casa; que nadie podría entender vuestra religión… La gente me ve como una persona normal, sólo vosotras cuatro sabéis que soy Dios.

  • Aun así, puedo intentarlo, no perdemos nada y si alguna acaba descubriendo esta bella verdad revelada, usted tendrá más niñas para su uso, ¿no le apetece?

Lo cierto es que, visto así, no era tan mala idea. Si alguna zorrita más caía en mis redes, podría multiplicar mi placer. Yuri tomó la palabra:

  • Señor Dios nuestro, todas estaremos muy contentas de saber que hay más devotas. Yo debo entrenarlas y mostrarles el camino. Sé cómo hacerlo y se lo he demostrado. Acompañaré a Luisa todos los días, desde el inicio del curso, y verá cómo aumenta su sagrada Iglesia. Y no dude que las niñas serán de su gusto.

La idea me excitó, y di una patada en la cara a mamá y un bofetón a Gema, que dejó caer las colillas al suelo, para limpiarlo inmediatamente. Yuri se inclinó a besarme, posando sus tetorras en mis hombros, y me agarré a ellas para acabar de sacudir mi polla en el esófago de mi hermanita.

El inicio de curso llegó pronto. El primer día, como había prometido, la esclava del futuro acompañó a Luisita a clase y la dejó allí, volviendo a mis pies de inmediato.

  • Señor, he acompañado a la pequeña perra hasta el centro educativo, y he visto allí a bastantes candidatas posibles para formar parte de nuestro grupo. No imagina lo desarrolladas que están hoy en día algunas de esas zorritas, con unos pectorales propios de mujeres mucho más mayores. Viéndolas, mi coño chorreaba sólo de pensar cómo las disfrutaría mi Dios.

  • Muy bien, Yuri, ¿ya has pensado cómo las traeréis?

  • Nada más sencillo, mi todopoderoso amo. Luisita les transmitirá su bienestar y acabará haciéndose amiga de las más apropiadas. Ellas, con la curiosidad propia de su edad, acabarán aquí, sometidas al único Dios que puede saciarlas. Ya he entrado en contacto con algunas, con la excusa de que soy la criada de esta casa.

  • Me pones la miel en los labios y no quiero esperar más. Tráeme al menos a una de esas ninfas tetudas. Me da igual cómo lo consigues. Ahora.

  • Sí, mi Dios.

Durante la espera, agarré a Gema y le di una buena paliza mañanera, con la ayuda de mamá, que la sostenía erguida para que le cayeran mejor mis hostias. Mi madre también recibía algún golpe, encantada de hacer sentirse bien a su hijo y a su Dios. Ordené a Gema que se corriera y lo hizo al instante, dándome las gracias. Ya no me hacían falta ni las pinzas, para tenerlas a mi merced. Luego le dije a mamá que se corriera igual que su nuera, y vi que le estaba costando un poco más. La agarré del cuello y le escupí en la cara hasta que se empezó a convulsionar. Otra para el bote: mientras se corría agradecía cada tortazo que yo le regalaba.

Yuri me trajo a una niña que estaba un poco confusa por la situación, pero que tenía unas buenas tetazas y en conjunto resultaba una monada. Mi novia y mi madre, disfrazadas de personas, le sirvieron una bebida, muy amables.

  • Gracias por todo, señores, pero Yuri me ha dicho que viniese por no sé qué, que sólo era un momento. La verdad es que tienen una criada maravillosa. Es tan fácil dejarse llevar por ella…

  • ¿Cómo te llamas?

  • Aurora, señor. Y tengo que irme ya, el recreo va a terminar.

  • Te irás cuando yo diga. Ahora sácate las tetas, que deben de ser de categoría…

  • ¿Cómo?

La cosa no estaba funcionando exactamente como habían previsto mi hermanita y mi Yuri, pero a esas alturas ya me daba igual. ¿No era yo Dios? Mis esclavas callaron a la niña, la desnudaron y me la entregaron como sacrificio. Mientras le atornillaba el coño, hice señas a Yuri para que le quitara la mano de la boca.

  • ¡Más, por favor, señor! ¡Qué maravilla!

La niña ya era una de las mías. Había bastado con desvirgarla para que adoptara sin ninguna duda la nueva religión. Yuri la devolvió a clase bien rellenita de semen. Al rato, mi esclava perfecta volvió para recoger a Luisa, que ya tenía un grupito de amigas tetudas, incluso de algún curso inferior al suyo. Yo estaba mirando entusiasmado las fotos que me había enviado Yuri, cuando apareció en casa con mi hermanita y el resto de nuevas feligresas, que venían, ya desde ese primer día, completamente adoctrinadas. Unos cuantos azotes en las tetorras las acabaron de reblandecer. Mi iglesia crecía a ojos vista.

Mientras me follaba a la nueva remesa de creyentes, me fijé en los ojos de la más pequeña, una niña tetuda especialmente adorable, que no dejaba de poner también su vista en mí. Me resultaba tan familiar, tan cercana, que mientras me meaba en la boca de sus compañeras le pregunté:

  • Oye, bonita, ¿tú cómo te llamas?

  • Me llamo Ricarda, pero todos me llaman Ricky, señor.

  • ¿Y tu madre?

  • Mamá se llama Nieves. Vivo con ella sola porque mi padre tuvo que irse cuando estaba embarazada. Él se llamaba Ricardo, y por eso me puso mi nombre…

Yo ya estaba seguro, y por su forma de mirarme deduje que ella también. Era mi hija, claro. Una vez más me di cuenta de que el tiempo pasa enormemente rápido y que pone las cosas y las personas en su sitio. En este caso, a mi hijita adorable a mis pies. Aparté a las demás zorritas a patadas y la atraje del pelo hasta mí. Mientras le arrasaba las tetazas con mis uñas le pregunté:

  • ¿Sabes quién soy?

  • Sí, mi Dios. Usted es el ser más importante, el único al que debemos adorar. Luisa y Yuri nos han enseñado la verdad revelada y ahora somos de su propiedad, para cantarle sus alabanzas y hacer cuanto usted nos ordene.

  • Exacto, así es, sois mías y yo vuestro Dios. Pero dime, ¿sabes además cuál es tu relación conmigo?

  • Sí, mi amo y señor, sé que usted fue el que embarazó a mi afortunada madre, sé que yo soy su privilegiada hija, y no paro de darle gracias a usted por haberme encontrado y ponerme a su servicio.

  • Muy bien, suponía que eras sabedora de todo.

El encuentro con mi Ricky fue la guinda del pastel. Saber que estaba usando a mi propia hijita me ponía la polla dura como el hierro. Le pregunté si el putón su madre aún se conservaba bien y me dijo que Nieves estaba fenomenal: dispuse que la añadiríamos a mi cuadra de creyentes. Le presenté a su abuela y a su tía y se fundieron en unos besos y abrazos que nos pusieron a todos tan cachondos que no pude evitar prolongar la orgía durante unas horas, con el sabio control de Yuri, que mantenía a la manada a raya.

Había que hacer algo especial con el fruto de mis entrañas. De momento, le concedí el privilegio de llamarme papi, y encargué a Yuri que la adornase convenientemente para mí. Una buena hija tetuda debe tener siempre activado el instinto de putita filial para complacer a su padre, pero en este caso también me debía el respeto de feligresa, la entrega total de una novicia a su Dios verdadero.

Yuri me preguntó si deseaba que mi hija fuera deformada en alguno de sus encantos. Estuve pensando un rato, y llegué a la conclusión de que le sentaría bien un alargamiento de clítoris, mediante una técnica que había leído, consistente en injertarle una serie de barritas de acero, cada vez mayores. Como estaba en período de crecimiento, el proceso sería rápido, inocuo y eficaz. A partir de ese mismo día, cuando se levantaba del suelo por las mañanas, acudía a mi presencia para mostrarme sus avances. Pronto tuvo una pollita que hacía las delicias de las demás esclavas y le llenaba de satisfacción por ser la elegida de Dios padre omnipotente.

Y vaya si era yo omnipotente. Desde la compra de Yuri, mi actividad sexual no tenía límite, cosa que yo achacaba a las magníficas tetudas que me rodeaban, pero en realidad se debía a los avances científicos de la época de mi esclava jefa. Desde que entré en contacto por primera vez con sus fluidos, mi organismo había recibido la fuerza de un centauro, para que las averiguaciones de nuestros congéneres del futuro fuesen más numerosas y rápidas. Esto me lo confesó mi esclava después de su conversión espiritual, cuando ya no tenía nada que ocultarme y todo que ofrecerme.

Nieves, la madre de Ricky, llevaba ya un tiempo conmigo, compartiendo las humillaciones de las demás perras encantada, por obra del preciado don de seducción total de mi Yuri. La manía que le había tenido históricamente mi madre se convirtió en adoración mutua, y formaron un trío muy gracioso con Gema. A veces me ofrecían espectáculos de lucha lésbica muy bien coreografiados. Pero a mí lo que más me gustaba era ver a mi hermanita y a mi hija, tan tiernas, morderse mutuamente para mí, luchando por marcarse la una a la otra con la mayor ansiedad, con la intención de demostrarme sus valías.

No se trataba de que yo estuviera simulando ser Dios, según un plan para conseguir usar a todas las zorras que me placiera. Era una realidad innegable: las alumnitas tetudas seguían cayendo en mis redes, arrastrando consigo a las madres, hermanas, profesoras, y todas cuantas tías buenas bien dotadas se amoldasen a mis gustos personales. Eran ya decenas, y se desvivían sin excepción para ser consideradas dignas de mi uso y disfrute. Ricky, mi favorita indudable, tenía permiso hasta para hablar conmigo sin autorización previa.

  • Papi…

  • Dime, bomboncito.

  • Ya somos muchas tus seguidoras, y esta casa se está quedando pequeña. Me parece que lo mejor sería que fuésemos a vivir a casa de mi mamá, que es mucho más grande y tiene jardín y todo…

  • Vaya, parece que en pocos años esa puta de Nieves ha prosperado…

  • Sí, papi, el dinero no va a ser ningún problema. A mamá le sobra. Y la casa será un marco ideal para nuestra Iglesia.

Mientras agarraba a mi hijita de su clítoris hipertrofiado, Nieves me pidió permiso para hablar. Yo no tenía nada que oír de esa basura, que sólo había sido aceptada entre mis feligresas por sus indudables atractivos físicos: respondía a mi modelo ideal, con un par de buenos melones y un cuerpo de modelo, pero callada estaba más guapa, y con la polla de su hija en la boca mejor.

La mudanza fue vista y no vista. El nuevo barrio era muy tranquilo y pronto tuvimos nuevas aportaciones procedentes de las hijas del vecindario. El número de guapas niñas tetudas en el mundo es más elevado de lo que yo tenía en mente. Siendo como son una minoría, basta tener una esclava del futuro para que acabe encontrándolas hasta debajo de las piedras.

  • Papi, me encanta este adorno que me has ordenado ponerme, me hace más mayor…

Mi Ricky llevaba un aro en cada labio de su coño, con dos cadenitas que los unían con otro aro en la punta del clítoris. Las demás esclavas tenían derecho a lamerle hasta que la niña se corría en sus bocas. Era uno de los rituales impuestos a diario. Pero lo más cotidiano eran las filas que se formaban en la puerta de putitas a la espera de poder conocerme y rendirme culto.

En cualquier caso, mis sesiones favoritas eran las más familiares. Gema estaba prácticamente cosificada y servía como alfombra, o para limpiar con su pelo los fluidos, por lo que era conveniente tenerla a ella y a sus tetorras siempre cerca. Mamá parecía no tener tampoco límites, y me cuidaba con esmero, ayudando a las niñas, su hija y su nieta, a que tuviesen mi polla siempre reluciente. Nieves, la mamá de mi hijita Ricky, también estaba siempre ayudando a que la menor del grupo hiciera desaparecer mi polla entera en su interior, mientras que mi pequeña hermana Luisita siempre intentaba estar un paso por delante, lamiéndome el esfínter durante los trabajos de garganta de su sobrinita o luciendo para mí increíbles modelitos de niña inocente para competir con ella, con Aurorita y con las demás nenas.

Yuri continuaba con su labor de coordinadora, cuidando de que todas las perras tuvieran su collar y se adornasen según mis gustos, con aros, pinzas, ganchos, y los vestuarios que más acordes estaban con sus personalidades, para mostrarse más excitantes para mí en su emputecimiento. Todo estaba perfectamente, pero Yuri siempre buscaba darme un mayor nivel de placer.

  • Señor Dios, he pensado que ahora que todo está tan bien, con una iglesia a su medida y feligresas tetudas de sobra, podría darme permiso para acondicionar el jardín y tener allí un grupo de niñas desnudas siempre retozando, animalizadas para que usted tenga buenas vistas desde las ventanas.

Cuando mi pequeña Ricky, la más tierna y encantadora nenita tetuda con polla que hay en el mundo, escuchó a su ama Yuri decir esto, se empalmó. Su abuela, siempre atenta, le hizo una mamada de clítoris, ya toda una polla. Yo veía a las dos cerdas de mi manada con más diferencia de edad cuidándose, y me reblandecí.

  • De acuerdo, Yuri. Tendremos ese mini zoo en el jardín. Que todo esté bien dispuesto, como siempre. Te has ganado una buena paliza. Trae esas tetorras incansables, que te las voy a dejar bien blanditas.

Mientras aporreaba las inmensas ubres perfectas de mi esclava, las demás se pusieron a rezar, extasiadas. Mi corrida salpicó las primeras filas. Luego todas las niñas devotas querían su ración de orina. Era un espectáculo bello y edificante y yo estaba orgulloso de darles el placer de adorar al Dios verdadero.

El jardín fue adornado enseguida, y cuando venía alguna madre a preguntar por su hija perdida y veía el paisaje, acababa tan excitada que me abría su coño de rodillas. Las mamás que estaban más buenas tenían permitido quedarse con nosotros. Algunas veces permitía a una niña del jardín que entrara en casa, y ser elegida como perra doméstica le llenaba de emoción hasta el llanto. Era muy bello ver a tanta vaquita lechera con los pezones anillados gateando por la casa en busca de una mínima atención por mi parte, implorando con sus ojitos de ciervas ser humilladas hasta el límite. La predisposición de Yuri le llevó a adornar toda la mansión con estas pequeñas, y los objetos decorativos y el mobiliario ya estaban constituidos por sus cuerpecitos.

Un día entré en la habitación de Yuri, que era bastante más grande que aquel desván que le había dejado en mi casa anterior. Había montado allí todo un salón de belleza. No en vano, todas las feligresas iban siempre perfectamente aseadas y depiladas; y allí era donde se les dotaba de sus vestiditos sexys, se les anillaban los pezones y se les ponía a punto para ser las mejores esclavas.

Otro día hice que Yuri me vistiese para salir a la calle con mi novia, Gema. Me apetecía tomar el aire, pasear, ver alguna película, sentarme en una terraza. Hacía tiempo que no pasaba una tarde tranquila con mi cerda. Yo ya era conocido y respetado en el barrio, y todas me hacían reverencias a mi paso. Me interesó especialmente una niña a la que aún no le habían crecido las tetas. Acostumbrado a vivir rodeado de melonazos, aquel bombón me pareció un capricho delicioso. Mientras su madre esperaba ilusionada de rodillas, le acaricié los pezoncitos y Sandrita, ése era su nombre, entresacó su lengua y retiró a un lado su braguita para mostrarme un coño mojado sin rastro de vello. Pasé un dedo por esa rajita y degusté su sabor. Era suculento. Me la llevé a pasear con nosotros mientras la madre permanecía en el suelo dándome las gracias.

La salida resultaba así más agradable. Sandra iba cogida de mi polla, y de vez en cuando le daba una chupada. Mientras, yo llevaba a Gema bien agarrada y le exploraba el interior del culo con mi mano o le estiraba de los aros de las tetazas. En el cine no me quisieron cobrar. Sandra estuvo todo el tiempo cariñosa, tragándose mi polla y lamiéndome el culo mientras Gema y yo nos besábamos como antaño. Los agujeritos de la niña eran muy estrechos, pero acabaron taladrados. Me aseguró que pronto sus tetitas serían bien grandes como las de su mamá y que entonces esperaba ser admitida en mi Iglesia. Yo le dije que viniera a vernos cuando quisiera. Su cuerpecito sin formar me atrajo mucho, y mientras la usaba, mi Gema me ofrecía también sus melones, para que su Dios no echara nada en falta. La película terminó y el público se levantó a aplaudir, todos girados hacia mí. Algunas chicas se acercaron educadamente a ofrecer su cuerpo, y recibieron agradecidas unas cuantas bofetadas. Sandra reía alborozada.

Cuando nos sentamos en una terraza, a la niña le entró sueño y acabó dormida en mis brazos, con mi polla dentro de su culo. Gema la vio tan adorable que me señaló a una madre que teníamos al lado, con un carrito de bebé y su hija recién nacida en el regazo. La situación era similar y me hizo gracia. Dejé a Gema al cuidado de la cachorrita en su carrito, y me follé a la madre mientras mamaba de sus tetazas. La camarera, al traer las bebidas, me vio ocupado y esperó arrodillada a que acabara, pidiéndome permiso para masturbarse. Se sacó las peras, que también eran considerables, y me corrí en su cara mientras veía a mi alrededor al resto de chicas que estaban tomando algo, mostrándome sus coños y retorciéndose los pezones. Sandra, que aún dormía apoyada en mi costado, despertó y también mamó leche de la madre.

  • Pequeña Sandra, me gusta tu inocencia. Ven a vivir ya a mi casa y allí esperaremos a que te crezcan las tetas. No hay prisa.

  • ¿De verdad, mi Dios? ¡Gracias! Mamá va a estar muy orgullosa de mí…

  • Te daremos hormonas para que te crezcan como a la mejor de mis cerdas.

  • Eso es muy amable por su parte. Espero estar a la altura. Si quiere, llamaré a mis amigas para que vayan a verle también. Sus cuerpos son como el mío, y son muy bonitas.

  • Claro que sí. Lo que sobra en la finca es espacio.

Los días siguientes desfloré a varias decenas de pequeñas amigas de Sandra. Mi hija Ricky se ponía muy cachonda al saberse despreciada, y su polla totalmente endurecida hacía las delicias de las nuevas, que arregladas por Yuri, aún parecían más jóvenes de lo que eran.

Yuri continuaba siendo la mujer perfecta; no lo podía evitar.

  • Quizás se pregunte, mi Dios, dónde han ido a parar los hombres de este barrio…

  • Pues sí, el otro día cuando fui a pasear, sólo vi tías buenas tetudas por todos lados…

  • Me tomé la libertad de convencer al resto de que se fuesen lejos; no podía permitir que su vista se alterara con la presencia de humanos que no fuesen de su agrado…

  • Hiciste muy bien, como siempre.

  • Gracias, amo y señor. Y en los próximos días le tengo reservado lo mejor; es una sorpresa para usted.

  • Bien, pues no te pregunto más. Seguro que la disfrutaré.

  • Así es mi amo. Pido permiso para retirarme; debo echar la comida a las cerditas del jardín, darle su paliza nocturna a la señora Gema y cuidar de que el resto esté todo correcto en la casa.

  • Ve, mi puta.

¿Cuál sería la gran sorpresa que me tenía preparada mi esclava del futuro? ¿Se podía estar mejor de lo que yo estaba, siendo ya Dios y teniendo todo lo que deseaba? Pues sí, se podía. El plan de Yuri era a lo grande. Dos días después me volvió a pedir audiencia. Yo estaba jugando a las muñequitas con mis niñas nuevas, mi hermanita y mi hija, pero mi curiosidad venció a mi polla y la saqué del culito virgen que acababa de estrenar. Agarré de las tetorras a mi esclava, las coloqué abrazando mi polla, y mientras las torturaba un poquito le dejé hablar.

  • Le tengo que comunicar ya la sorpresa, porque no puedo llevarla a cabo sin su autorización, mi Dios. He estado en comunicación con mi tiempo, y al ver mis noticias han acabado convencidos como yo de que usted es el Dios verdadero. En estos momentos, toda la población de mi futuro remoto está pendiente de su respuesta.

  • ¿De mi respuesta a qué, mi cerda?

  • Todos desean poder adorarle, y es técnicamente posible transportarlo hasta allí. A usted y a cuantas personas y objetos nos rodean, en un círculo de varios kilómetros. Con la esperanza de que nos haga el inmenso favor de visitarnos, se ha acondicionado esta misma zona para el viaje. Pero hay más cosas…

  • Todo esto es alucinante. ¿Todos los habitantes de la tierra son creyentes en mí en el futuro? ¿También los hombres? Y además hay más cosas que no sé…

  • Sí, mi amo y señor. Las diferentes religiones optativas han dado paso a un nuevo monoteísmo en el que usted es la figura única y omnipotente. El valor añadido para usted es que en mi tiempo la vida es eterna, si se desea. Reinaría para siempre en el planeta, en un entorno perfecto para seguir ejerciendo su majestad, sin que ninguno de sus caprichos quedara sin ser cumplido nunca.

  • Sea.

La propuesta de Yuri no se podía rechazar. Noté un ligero temblor, casi imperceptible. Acababa de viajar miles de años en el tiempo, junto a mi casa y el barrio que la albergaba. Todo parecía igual, pero al rato llamaron a la puerta.

Un extraño vehículo flotante, del que salieron unas putillas excelentes que descargaron un paquete, había aparcado en mi acera. Abrieron el bulto, que contenía una especie de televisión sin pantalla, y la pusieron en marcha. Las figuras parecían reales, dotadas de volumen, pero de tamaño más pequeño. Era algo parecido a un informativo, presentado por unas tetudas preciosas, ligeras de ropa. Escuché lo que contaban, muy interesado:

“Todos los pueblos y ciudades de la tierra están celebrando la llegada de nuestro Dios en carne y hueso, procedente del pasado. La científica Yuri Dorgunit ha regresado con él, tras las esperanzadoras noticias de los últimos días. El género humano está de enhorabuena, y recordamos a todas las habitantes del planeta que cumplan las expectativas de nuestro Dios que pueden resultar elegidas por él para ser sus objetos de uso y disfrute. Seguiremos informando. Nosotras mismas estamos nerviosas por si nos pudiese ver y elegirnos…”

Mamá, mi Gema, mi hermanita, mi hija, Yuri y un grupo de cerditas de servicio habían visto lo mismo que yo. Todas, además de las tres transportistas, se colocaron en posición de adoración, con sus frentes en el suelo y los brazos extendidos hacia mí. Miré por la ventana y la situación de las perras del jardín era la misma. Salí a la calle: las tetudas permanecían igual. Ordené a una de las perras del vehículo que me llevase con él y cuando salimos del barrio me maravillé con el aspecto de la ciudad.

Parecía obra de mis sueños, pero era real. El futuro, contra todo pronóstico, había mejorado las condiciones de vida. Todo era precioso, sin estridencias. La gente transmitía calma y felicidad. En algunas esquinas había figuras que me representaban, ante las que pequeños grupos oraban. Bajé del coche a acercarme a uno de ellos. Como el resto de habitantes visibles, se trataba de seis o siete hembras con magníficas tetas, vestidas de modo muy variado, pero con el denominador común de un gusto muy pornográfico, hecho a mi medida. Me fijé en una de ellas, cuyos pezones se marcaban en una pequeña camiseta y su culo estaba apenas cubierto por una minifalda. Mientras la magreaba, le dejé hablar.

  • Mi Dios, nuestra vestimenta ha sido diseñada para proveerlo de placer. Una vez encontrada la religión verdadera, asumida sin excepción por todos los humanos, hemos adaptado nuestras vidas y costumbres a su servicio. Los que permanecen ocultos lo hacen ofreciendo su encierro a usted con fervor. Las que mostramos nuestros encantos en público, respondiendo a sus fantasías más extremas, nos consideramos sus elegidas. Su afortunada esclava personal Yuri ha escrito el catecismo y nadie ha dejado de aprenderlo y seguirlo al pie de la letra.

  • ¿Y vuestras hijas y hermanas pequeñas?

  • Están listas desde muy jóvenes para servirle, si lo desea. No desean nada más que ser usadas, y mientras les crecen las tetas se quedan en el interior de los edificios para no molestarle, en el caso de que usted pudiera pasar un día por su entorno. Es así en toda la tierra.

  • Tengo que modificar esa ley; de vez en cuando, no está mal la visión de zorritas en desarrollo.

Un curioso mecanismo instantáneo produjo la aparición de una de esas niñitas que tenía en mente. Rebosaba sensualidad con sus ropitas ligeras, que dejaban adivinar un cuerpecillo suculento. Me acomodé en los cuerpos ofrecidos de las otras nenas y la acerqué ante mí, arrancándole la ropa.

  • Hola, señor mi Dios. Sus deseos son órdenes. Cualquier cosa que diga es considerada una obligación y materializada al instante. Como ve, mis tetitas están aún creciendo, pero puedo serle útil en lo que quiera.

Estaba claro que las cosas habían mejorado para mí. Nada escapaba a mi voluntad. Mientras la criatura engullía mi polla recibiendo mis patadas en el coño, pensé que tanto avance científico seguramente no había mostrado aún todas sus cartas e hice la prueba.

  • Quiero que tus pequeñas tetas crezcan ahora.

  • Sí, mi amo.

En un momento, los pechitos de la niña se convirtieron en dos buenos melones listos para su uso. Les di unos cuantos azotes y se bamboleaban con gracia mientras la chiquilla babeaba de gusto. Me la follé pisándole la cara mientras las otras feligresas me acariciaban, me chupaban y me atendían con veneración.

De vuelta a casa, mi consentida Sandra se abrazó a mí nada más llegar. Era como un monito y permaneció taladrada en mi regazo mientras mamá me daba de comer.

  • Mami, ¿tú cuántos años tenías cuando te crecieron las tetas del todo?

  • Ay, mi Dios… Casi no me acuerdo… Tendría quince…

  • Vuelve.

Ante mis ojos, mamá regresó a su estado más follable. Tiré al suelo a Sandrita y masacré a mi propia madre, que se presentaba fresca y nueva para mí. Yuri me guiñó un ojo desde su esquina, con la misma sonrisa que le acompañaba desde que la vi por primera vez en su embalaje. Yo era dueño del tiempo y del espacio. Redoblé el tamaño de mi polla y me di gracias a mí mismo por haber hecho aquella compra tan inocente por internet. Mi vida empezaba ahora, y me dispuse a gozar de la eternidad.