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Alba (7)

en Dominación

Las cicatrices en las nuevas tetas de mi esposa ya han desaparecido. Unas ubres extraordinarias, que le quedan perfectas, enormes, increíbles. Son ahora las mejores de la casa. Ella está tremendamente satisfecha: ha conseguido ser la más tetuda de la manada y eso era lo que necesitaba a gritos. Su carácter arisco ha dado paso a un emputecimiento exquisito y no parece recordar ya que un día fue una mujer posesiva. El poder en nuestra familia ha pasado exclusivamente a mis manos, y ahora soy un feliz dueño de cuatro perras tetudas, que me mantienen permanentemente encantado de la vida.

Alba, mi hija, continúa organizando a la perfección el día a día, siempre procurando dejar mis zapatos relucientes con su saliva de zorrita; Sonia, mi querida cuñada arrastrada, se somete agradecida a continuas vejaciones por parte de todos los demás, y cada vez parece extender más sus límites; su hija está agradablemente sorprendida al ver cómo puede usar a su propia madre para cualquier capricho sádico que se le ocurra; y mi mujer está mejor que nunca, orgullosa de sus grandísimas tetas y de haber podido llegar a amarme como yo necesito: sin protestas, sin negativas, sirviéndome como la mejor puta, como la nueva esclava de su amo en que se ha convertido.

Mientras veo complacido a Sonia siendo abofeteada con saña por su hija y mi mujer y Alba permanecen arrodilladas a mis pies, repaso los últimos acontecimientos de mi vida. Mi nivel económico ha aumentado gracias a los sueldos de las dos trabajadoras de la casa. Los conflictos con mi esposa han desaparecido. Puedo usar como quiera a cuatro perras entregadas, con cuatro pares de tetas que quizás nunca nadie ha podido reunir en la misma habitación. Todo está en orden y armonía. La familia consta ahora de dos hijas preciosas, dos esposas increíbles y yo, el amo y señor de las cuatro esclavas, con todos mis deseos colmados.

La tarde está avanzando y la luz cenital acaramela los contornos de mis mascotas y sus corsés minúsculos. Arrodilladas en correcta fila frente a mí atendiendo a un leve gesto, con sus piernas bien separadas, contemplo sus cuerpos perfectos, sus cuellos con los collares, las ocho tetas enormes mirando hacia mis ojos, sus coños depilados, sus caras sonrientes que me demuestran que gracias a poder ser mías se sienten tan realizadas y felices como yo.

Siento ganas de orinar y se lo comunico a la cerda. Las pocas gotas que se escapan de su boca son lamidas por su hija. Alba me limpia también la polla y su cercanía me la pone durísima. Después de una de las habituales mamadas perfectas a cuatro bocas, mi mujer me ofrece su culo magnífico. Se lo taladro y las otras tres perras nos acompañan, pegadas a nosotros. La marea de tetas enormes me hace correrme como un condenado. Mi hija me enciende un cigarro y sigo leyendo tranquilo acariciándole el pelo de vez en cuando, dejando la bebida sobre mi esposa, con los pies apoyados en su espalda dispuesta, y la ceniza de mi cigarro llenando la boca de mi Sonia, cuya hija está ahora mordiéndole los pezones.

Al caer la noche, las cuatro me lamen y me acarician con sus manos y sus cuerpos hasta que me duermo. Ellas se tumban en el suelo alrededor de la cama, como todos los días. Mañana es sábado y sueño que hacemos un viaje los cinco. Y todos mis sueños se van cumpliendo.