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La magia de Fedra (8 de 8: Victoria)

en Dominación

Las vacaciones acabaron. El estreno de la película tuvo mucho éxito porque reflejaba muy bien las pasiones humanas. Además, había conseguido exhibirla en decenas de salas, calificada para todos los públicos, a base de sobornar a todas las personas que tenían potestad para ello. Recibía multitud de correos de familias agradecidas, que nos explicaban que desde que la habían visto habían cambiado sus vidas a mejor. La mía, ya inmejorable, continuaba siendo un paraíso.

En casa seguían pasando los días en compañía de Fedra y con Naomí a nuestro servicio. Todas las tetudas que iban pasando por mi vida se seguían comportando deliciosamente. Hasta que un día llamó a la puerta Victoria. Me había localizado. Era mi única hija, fruto de un polvo aislado con una mujer a la que nunca volví a ver. En cuanto alcanzó la mayoría de edad, se puso a investigar mi paradero. Y allí estaba, con su ropa descuidada, su actitud de reproche, sus modales de malcriada… y su decisión de quedarse a vivir con su padre. No tenía dinero, ni trabajo. Lo único que traía consigo era su belleza salvaje, equipada con mis accesorios favoritos: un par de tetas de infarto.

Victoria representaba lo contrario que Graciela. Todo le parecía mal: no aprobaba la completa sumisión de su madrastra Fedra hacia mí, se negaba a usar a Naomí, no le gustó mi película cuando se la puse, se encerraba en su cuarto cuando venía Rosa a visitarnos… Dejé que pasaran unos días, hasta que me harté de su tonta altanería y opté por ejercer de su progenitor, que al fin y al cabo es lo que soy.

Entré en su habitación. Victoria estaba sentada, cepillándose el pelo, y se quejó de que no hubiese llamado a la puerta. Le dije que no iba a consentir que continuase siempre tan negativa, y que en mi casa nadie se había portado tan asquerosamente. Se atrevió a insultarme y exploté. Cogí su cepillo y empecé a estampárselo por el envés en su carita. Me gustó el ruido seco del nácar al chocar contra sus mejillas, y estuve un buen rato propinándole aquellos golpetazos. Mi Fedra, que había acudido al oír los gritos de Victoria, le ató las manos tras el respaldo de la silla para que no palmoteara más.

Soy un sentimental. Al ver a mi verdadera hija por fin en su sitio, con su carita un poco hinchada por los golpes, me acerqué a besarla, con mi polla ya endurecida. Le saqué las tetorras por el escote de su camiseta, mientras mi Fedra le ataba también los tobillos a las patas de la silla, abriéndole bien las piernas y separando a un lado su braguita. Todos esos días había consentido su terrible actitud, llevado por mi condición de padre amoroso. Y ahora que la veía desarmada y expuesta, comprendí lo que era tener una hijita real: una gran responsabilidad. Tenía que educarla, moldearla, conseguir que fuese la mejor. Me agarré a sus tetorras y le follé la boca hasta dejar mi semilla en su esófago.

Durante un tiempo la tuve atada a la silla. Naomí le daba de comer y la limpiaba. Fedra y yo la visitábamos regularmente, comprobando que poco a poco iba dulcificándose. Rosa tenía mi autorización para verla cuando venía, y tras unas cuantas sesiones de azotes en las tetas acabaron congeniando. Al final, ordené desatarla y ya había cambiado. Ahora era una hija cariñosa y dulce. Fedra la arregló un poco y vino gateando hasta mí, que la esperaba en el salón. Me pidió perdón y se lanzó a mis brazos. Me dijo que había observado que Fedra me trataba de usted y me llamaba papá (era el apelativo que me gustaba desde aquellas vacaciones) y me pidió permiso para hacer lo mismo.

Por fin, se adaptó a todas las costumbres de la casa. Ya le encantaba nuestra película y se masturbaba con las mejores escenas. Ya usaba a Naomí de orinal y sabía humillar a Rosa convenientemente. Llegó a desarrollar un amor fraternal con Fedra, que yo disfrutaba viéndolas magrearse y besarse, tan hermosas. Pero sobre todo, aprendió lo que es ser una buena hija, recibiendo mis azotes tendida en mi regazo, y con sus tetorras y sus tres agujeros a mi total disposición. La aparición de mi hija en mi vida fue un paso adelante en mi crecimiento personal, y un gran orgullo por haber llegado a saber lo que era una verdadera familia.

Mi vida continúa hoy tan agradable como desde aquel momento en que conocí a Fedra. Todas mis acciones y las de mis tetudas persiguen mi bienestar y mi placer. La casa es un remanso de paz, siempre perfectamente acondicionada por Naomí y conociendo y usando a las nuevas perras que va consiguiendo mi ángel. La cuestión económica ya la tengo cubierta para varias vidas, gracias a mi Rosa, que tiene una gran capacidad de trabajo. El reconocimiento social me ha llegado a través de la película, que sigue siendo acogida con entusiasmo.

Mi amiga transexual Juana se quedó a vivir en el hotel, donde dejé a Julia y Gloria a sus órdenes, y también me cuenta que todo va viento en popa con el negocio, ahora un prostíbulo de lujo siempre lleno con el reclamo de haber servido de escenario de mi rodaje. Gloria, por supuesto, ha operado sus tetas y ahora luce como es debido. La magia de Fedra ha llegado a beneficiar a miles de personas, y continúa expandiéndose por el mundo. Y ella se siente orgullosa de comprobar cómo todos los agradecimientos me llegan a mí.

P.D.

Soy Fedra y papá me acaba de dejar leer su relato de nuestra vida en común. Estoy escribiendo a cuatro patas en el suelo, como a él le gusta verme. No sé si tengo magia, pero sí que deseo con todas mis fuerzas seguir siendo su ángel, porque él es todo para mí. Ha dado un sentido a mi vida y me lo ha enseñado todo. Ser usada por mi Amo es sinónimo de plenitud. Y proporcionarle todo lo que anhela es el mayor orgullo. Solo quiero decir que le estoy eternamente agradecida. Muchísimas gracias. Siga utilizándome, por favor.