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Alba (y 9)

en Dominación

Cada día dejo que Yelena pase más tiempo dentro de casa. Aunque sigue durmiendo en el suelo de la terraza, muchas veces la uso para mi servicio personal diurno. Mi obsesión por que cada una de mis perras sea un miembro de la familia (ya tengo una esposa, una hija, una cuñada y una sobrina) no encaja con la nueva puta. Pero tampoco es tan difícil su encasillamiento. Simplemente, es la mascota. Aunque se trata de una mascota bastante cosificada.

Yelena era muy bella cuando la encontramos en aquel bar. Pero ahora, con sus brazos a la espalda si no recibe orden al contrario, sus grandes tetas de pezones anillados donde Alba le engancha cada noche las cadenas, sus moratones repartidos por todo su cuerpo blanco, está simplemente perfecta.

Su presencia entre nosotros ha hecho que todo evolucione hacia una situación más distendida, y si bien las otras cuatro tetudas siguen siendo mis esclavas incondicionales, ahora casi la única que recibe patadas, ceniza, orines, castigos y torturas es Yelena, la nueva cerda. Sonia ha asimilado su evolución en hermana amorosa de mi mujer; ésta la ha aceptado como tal y se cuidan mutuamente cuando yo no las uso; y mi sobrinita y mi hija Alba también han derivado casi en un par de pequeñas gemelas que se tratan entre sí de un modo angelical.

Yelena es la perra del resto: he dado instrucciones para que atienda no sólo mis indicaciones sino también las de cualquiera de las demás tetudas de la casa.

Estoy en el cuarto de baño pequeño. En el plato de la ducha, las dos niñas me enjabonan y frotan sus tetazas por mi cuerpo. Siento ganas de mear y Alba apunta con mi polla a la boca de Yelena, la alfombrilla, que permanece arrodillada en el suelo. La cerda sonríe agradecida mientras traga como una verdadera puerca maravillosa. Al salir, me besa los pies y me sigue, avanzando con sus rodillas. En mi habitación me esperan mi esposa y su hermana, a cuatro patas, con sus enormes tetas colgando. Oigo jugar a las niñas en su habitación entre gritos de orgasmos múltiples, mientras magreo a las hermanas recostado sobre la cerda, que me hace un buen trabajo en el agujero del culo. Ya todos juntos, acaban las cinco cubiertas de mi semen, el de su amo, satisfechas y amorosas.

Es domingo. Las cuatro tetudas y yo nos arreglamos para dar un paseo familiar. Las niñas me visten y mis dos esposas se ponen guapas. Yelena nos acompaña hasta la puerta dando los últimos lametones para dejar todos nuestros zapatos relucientes. Mi mujer me agarra del brazo, y su hermana Sonia camina detrás, entre las dos jovencitas, que al tener que vestirse rápido, han cubierto sus cuerpos adolescentes con ropa informal. Vuelvo la cabeza para verlas en detalle y las tres bajan la mirada. Los labios de los coños de las pequeñas se marcan claramente en sus shorts, y sus camisetas de algodón no dejan lugar a dudas sobre el grandísimo volumen de sus tetas y la dureza de sus pezones, tan jugosos. Sonia también bambolea sus enormes ubres escotadas, embozada en un conjunto de blusa fina y falda de tubo con raja hasta el muslo. Taconea feliz sobre sus zapatos de quince centímetros. Ha aprendido a ser mi puta de lujo.

Me fijo en mi mujer, con sus tetorras ganadoras. Sabe que le miro y sonríe con sus labios rojísimos, como su vestido y sus zapatos. Después de tanto tiempo, disfrutar de una actividad tan sencilla como pasear con mi familia por mi propia localidad es una novedad magnífica. No me importa ya si los conocidos murmuran o si me encuentro con alguien que me comprometa. Nadie puede cambiarme ya la vida, esta vida de placer absoluto, sin límites, con cinco hembras esclavizadas voluntaria y gozosamente. Mientras bebo una cerveza servido por mi hija Alba, que ha aprovechado al traerla para frotar sus tetas en mi cara, Sonia y su hermana me acarician la polla bajo la mesa. La otra niña se asegura de que me la mantiene dura simplemente acariciando con disimulo la parte baja de sus tetas fantásticas, que casi asoman por lo exiguo de la camiseta. Beso a mi mujer con furia mientras araño el coño de Sonia y pienso en Yelena, que está en el balcón de casa, desnuda, de rodillas, inmóvil, esperando enamorada su siguiente humillación.

Si bien mi plan inicial era simplemente encontrar el equilibrio con mi esposa, la irrupción de Alba, ese hallazgo poético e hipersexual, fue un desencadenante lógico de la actual situación. El proceso y el resultado han sido muy buenos para todos: la transformación de mi mujer en sumisa macrotetuda le ha realizado al completo; el cambio de vida de Sonia le mantiene feliz todo el día; su hija tiene ahora en Alba una amiga de su edad, incondicional; y Yelena ya no tiene que preocuparse más de su vida en una tierra extraña, porque su espíritu de cerda arrastrada se ve colmado cada minuto.

Alba ha logrado todo ese estado de sumisión feliz de mi cuadra con naturalidad, con su carita de no haber roto un plato en su vida. Esta noche le permitiré, como premio a su comportamiento, que cuente a las otras putas la nueva ordenación del hogar. Desde hoy es mi favorita sin tapujos y será la que pasee a mi lado por las calles, la que comparta mi tiempo en casa, mi nueva esposa principal. La anterior ya lo intuye hace días, está preparada y lo acepta como algo bueno, porque sólo desea verme contento. La follaré como madre, un papel que siempre le ha encajado para mí.