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Mi hermano, su amigo y yo por fin desvirgados

en Amor filial

Sé que es un relato un poco rápido, hecho apresuradamente y posiblemente falta por pulir. Normalmente soy mucho más meticulosa pero me vino la inspiración de repente y quise iniciarme en una nueva categoría. Espero cumplir las expectativas, prometo esmerarme más la próxima vez. Que lo disfruten.

Mi hermano, su amigo y yo por fin desvigados

 

 

 

                Esa noche me sentí frustrada.

                Pasé el día con Juan, mi novio, besándonos, tocándonos... simplemente disfrutando el uno del otro; sin embargo, esta vez tampoco pudimos follar.

                Tengo dieciocho año pero mi incapacidad para relajarme, para abrirme delante de él y dejar que me inserte su descomunal miembro, sigue siendo una asignatura pendiente. No sé por qué no soy capaz de dejarme llevar. Supongo que me da miedo que pueda romperme en dos, hacerme daño o algo mucho peor, que se esfumen mis ganas de sexo para el resto de mi vida. Definitivamente, su polla no me inspira confianza. 

                Así que enfadada como una mona, regresé a casa antes de lo previsto y subí a mi habitación sin decir nada.

                Puse música, no demasiado alta, mientras iba desnudándome poco a poco al ritmo de cold play. Primero me deshice de mis pantalones cortos, en cuanto llegaron a los pies los chuté de una brusca patada. Luego, moví mi vientre de forma sensual mientras alzaba las manos sosteniendo los bajos de la camiseta para retirármela por la cabeza. El cabello se alborotó ligeramente, cayendo en cascada sobre mi espalda y hombros. Llevé mis manos a la espalda y empecé a desabrochar mi sujetador, incluso me atreví a improvisar un par de movimientos sexys mientras me lo retiraba con una sola mano.

                Animada, puse el culo en pompa y empecé a contornearlo mientras deslizaba el pulgar dentro de la goma de mi tanga, dándola de si para posteriormente, retirármela dejando mi culo completamente al descubierto. Lo arrastré hacia abajo, manteniendo las piernas rectas y luego me alcé de un movimiento rápido, llevando mi melena hacia atrás.

                Rebusqué debajo de mi almohada la camiseta ancha que utilizaba a modo de pijama y me la puse, acomodándola a las pronunciadas curvas de mi cuerpo.

                Me dirigí hacia el armario para buscar unas braguitas limpias y proferí un chillido tras encontrarme con una sorpresa.

                -¡Malditos enanos! ¿qué coño hacéis ahí?

                Mi hermano y su inseparable amigo salen del armario, incluso se atreven a dejar el tanga que han robado del cajón en su sitio.

                -¡Oye idiota no nos mires así! -Protesta Carlos, mi hermano.

                Le doy una colleja con la mano abierta.

                -Pervertido de mierda.

                -¿Qué quieres? -se encoge de hombros- no encontramos ni una puta revista para pajearnos y Mario está coladito por ti.

                Mario, el amigo de Carlos, esconde su mirada de mí avergonzado.

                -¿Os pajeais? -pregunto alucina, ¡si solo tienen quince años!

                -¡A diario!

                No puedo contener la risa ante esa  rotunda afirmación.

                -¿Y cómo lo hacéis? ¿cogéis vuestras diminutas pichitas y las movéis un par de segundos hasta que os dejáis ir?

                -Oye idiota, nuestras pollas ya no son pequeñas. De todas maneras es mejor eso que pasarse los días marreándose con un tío que... ¿cómo lo dices tú? ¡ah sí! que la tiene tan grande como un caballo y temes que eso te desgarrarte por dentro.

                Le miro perpleja.

                -¿has leído mi diario?

                -¿Qué quieres hermanita? es lo más estimulante que hay en esta casa, eso y tus tetas -matiza sonriente.

                -¡Serás! -Extiendo la mano para darle una bofetada pero él se aparta esquivándola.

                -No te lo tomes así, anda, no ha sido para tanto.

                -Como os vuelva a ver revolviendo entre mis cosas os vais a enterar.

                Mi hermano hace un gesto de pasotismo absoluto, sacándome la lengua mientras él y su amigo se dirigen hacia la puerta. Entonces hago algo insólito, curiosa tras la breve conversación, miro descaradamente la entrepierna de Mario y ahí lo veo: su pantalón se ciñe remarcando la erección. El hijo de puta está empalmado. Sonrío con malicia.

                -Espera ahí enano.

                Mi hermano se vuelve.

                -¿Qué?

                -Vosotros me habéis visto desnuda -confirmo recordando que me espiaban a través de las lamas del armario-, ahora me toca a mí.

                Mario mira a Carlos sorprendido. Está rojo como un tomate, pero su timidez no me va a hacerme cambiar de idea. Cruzo los brazos sobre el pecho y espero paciente a que cumplan mis órdenes.

                Mi hermano sonríe, él no tiene vergüenza, además, ya le he visto la polla en infinidad de ocasiones, no deja de pasearse desnudo por la casa como si fuera el único que vive en ella.

                Así que, sin dudarlo, se quita los pantalones y los calzoncillos, además no duda en quitarse la camiseta para quedar completamente desnudo frente a mí.

                -Te toca Mario, esta salida quiere verte la polla.

                Mario titubea, está inseguro pero al ver la naturalidad con la que lo ha hecho Carlos, decide imitarle. Se despoja de su ropa con premura y... ¡sorpresa! tiene un pene perfecto; mediano, grueso en su justa medida, sin apenas vello... me resulta jugoso mientras lo observo detenidamente desde la distancia. El de mi hermano tampoco está mal, aunque es un tanto pequeño, pero capaz de despertar mi morbo.

                -Ya sé lo que vais a hacer mocosos de mierda. Vais a follarme los dos, quiero dejar de ser virgen.

                -¿Estás segura hermanita? -pregunta mi hermano escondiendo una sonrisa- mira que como luego te guste...

                -¡Ponte en la cama imbécil! -chillo señalándole el lugar.

                Divertido, va hacia la cama y se tumba sobre ella.

                -Vamos Mario, no tengas vergüenza, esto es mejor que pajearse con la propaganda de la ropa interior del Lidl.

                Niego risueña con la cabeza, menudo par de gilipollas...

                Mario con su timidez se dirige hacia la cama y se sienta. Es un chico callado y reservado, pero seguro que logra complacerme.

                Me quito la camiseta, exhibiendo mi cuerpo desnudo y desarrollado ante ellos. Se quedan mirando fijamente mis pechos firmes y turgentes.

                Me voy tumbando sobre la cama, gateando delante de ellos, sin dejar de mirar esas pequeñas pollas que se muestran erguidas delante de mí. Mi curiosidad por sentir la textura de esos miembros jóvenes en mi boca, puede más que cualquier otra cosa, así que no dudo en ir directamente hacia Mario y agacharme frente a él para saborear su precioso mástil.

                La introduzco lentamente en mi boca,  sintiendo cada centímetro resbalar hacia el interior de la garganta, lubricándola con mi propia saliva.

                Mario se relaja, suspira y se tumba en la cama hacia atrás, permitiéndome que juegue con su polla a mi antojo. Trazo circulitos con la lengua sobre el glande, lamo el tronco, incluso desciendo hacia los huevos e intento comérmelos también. Me puede la lujuria y las ganas de follármelo, pero espero paciente hasta que ambos estén preparados.

                Cuando noto que está mucho más desinhibido, incluso acompaña con movimientos pélvicos la intrusión de su miembro en mi boca, me separo. No quiero que se corra, quiero excitarlo para jugar con él como me plazca.

                Me dirijo hacia mi hermano y se la como también, su pequeño pene cabe a la perfección en mi boca, no me supone ningún esfuerzo lamérsela y jugar con mi lengua. Sus gemidos son desproporcionados e incrementan cuando masajeo sus huevos al mismo tiempo que no dejo de chupársela con fuerza. Arriba-abajo... sin descanso.

                Mario se anima y excitado, acerca su pene a mi boca y enseguida entiendo sus intenciones: quiere que me meta las dos pollas en la boca y así lo ago. Abro todo lo que puedo, la de mi hermano es tan fina que se acomoda rápidamente, la de Mario cuesta más pero también entra. Juntas se frotan en el interior de mi boca mientras muevo la cabeza, saco la lengua e incluso dejo resbalar abundante saliva sobre sus pollas, dejándolas brillantes y viscosas.

                Me retiro poco después y me acomodo de espaldas abriendo las piernas. No me hace falta decir nada más, mi hermano y su amigo se acercan y empiezan a chuparme el pubis como perros, con pequeños lametones cortos, rápidos, despertando en mí grandes dosis de placer.

                Gimo y me retuerzo mientras aprieto sus cabezas contra mi sexo, restregándome en sus bocas, deseosa de que sus lenguas alcancen más profundidad. Mi hermano me mira con lujuria y de un fuerte empellón, mete dos dedos en mi suculenta vagina. Grito y me arqueo mientras Mario se centra en pasar la lengua por mi clítoris, que está excesivamente hinchado.

                Sus dedos en mi vagina cada vez corren con más facilidad, debido a la cantidad de flujo que segrega mi sexo junto a la mezcla de sus salivas. Me muevo gozando de esas manos y esos dos mocosos que me lo comen como si fuera la única prioridad en su vida, su fuerza, su impaciencia, sus ansias golosas hacen que me excite de una manera sobre natural.

                Y así, alcanzo mi primer orgasmo. Sobre la lengua de Mario me dejo ir, sintiendo el roce cálido e insistente aún moviéndose por la vulva, separando los labios, rodeando el clítoris, incluso succionándomelo mientras Carlos mete y saca rápidamente sus dedos en mí.

                con la respiración agitada, me separo. Sus bocas están brillantes, aún conservan la esencia de mis jugos y eso me pone terriblemente cachonda.

                -Mario, túmbate.

                Él me obedece, su cuerpo se queda en mitad de la cama mientras yo me pongo a horcajadas sobre él.

                -¿Quieres que te folle Mario?

                Su respiración entrecortada le impide hablar, pero yo insisto.

                -¿Quieres sentirme alrededor de tu polla?

                -Sí... -contesta con un hilo de voz. Suficiente.

                Me incorporo y empiezo a descender sobre su miembro duro y suave. La lubricación a la que nos hemos sometido antes, facilita que entre la punta del glande. Me muevo con lentos movimientos circulares, como si fuera un tornillo que intenta encajar en una tuerca. Él suspira, cierra los ojos y gime cada vez más fuerte. Mi vagina es muy estrecha y me cuesta insertarlo completamente dentro de mí.

                -Espera.

                Mi hermano deja de mirar la escena y se agacha, cerca de nosotros. Me quedo impresionada cuando hace algo que jamás hubiera imaginado: saca su pequeña lengua chorreante y se encaja entre nosotros para lamer el tronco de la polla de su amigo. Puedo sentir como su lengua pincela mi sexo y un cosquilleo vuelve a atravesar todo mi cuerpo. Voy descendiendo poco a poco, animada por sus caricias hasta metérmela hasta el fondo. Siento una ligera molestia, como un pellizco en el interior del útero, pero estoy muy excitada, por lo que me muevo hacia arriba, hasta casi retirarme para volver a caer con más fuerza encima de él. Su miembro se adapta a los músculos de mi vagina, que lo aprietan con ganas. Vuelvo a subir, debido a mi estrechez, noto como arrastro la piel hasta el glande y entonces me atrevo a mirar. Su polla está teñida de rojo, sin duda a causa de mi virginidad perdida. Me quedo paralizada un momento, no ha sido tan malo como esperaba, pero me encuentro extraña.

                 Mi hermano aprovecha mi distracción y vuelve a lamer la polla de su amigo, pero esta vez, percibiendo el regusto a sangre que todavía resbala por mi sexo. Parece que no le da ningún asco y se emplea a fondo hasta dejarlo prácticamente limpio, antes de que vuelva a caer de forma brusca sobre Mario y esta vez, emprendiendo un movimiento rítmico y constante de norte a sur, sintiéndole en lo más profundo, simplemente, disfrutando de su masculinidad sin frenos.

                Su orgasmo se acerca, cierra los ojos con fuerza y retiene mis caderas apretándome más a él.

                Mi hermano observa la escena y con disimulo va hacia mi espalda y me hace caer lentamente encima del pecho de su amigo, que no puede dejar de moverme.

                Entonces noto algo extraño, pero estoy tan excitada, que no me importa lo que hace y me limito a disfrutar de todas esas sensaciones.

                Percibo el húmedo dedo de mi hermano presionando la entrada de mi ano. Lo ha lamido a conciencia y por ello entra con facilidad la punta. Aplasto mis senos sobre Mario para dejar mi culo expuesto ante Carlos, que se muere de ganas de experimentar, entonces lo noto. Primero es su lengua la que profana mi agujerito,  metiéndola con precisión, clavándomela de una manera que me hace jadear de placer sin poder contenerme. Luego, noto como me aplica un poco de lubricante. Sabe exactamente dónde lo guardaba cuando intentaba desvirgarme yo sola con un consolador, así que no duda en untar una buena porción en la raja de mi culo, incluso estimulando la entrada del ano hasta que, se coloca en posición y va introduciéndome poco a poco su diminuta y fina polla.

                Siento como el músculo se ciñe a él, como se expande mientras empuja, agarrándome fuerte las nalgas para empalarme con fuerza hasta que, inserta el pene en su totalidad de un movimiento rápido. Grito a causa del dolor, pero es un dolor soportable y pasado unos segundos, empiezo a disfrutar de su intrusión.  

                Entonces empieza a moverse, gimiendo y agarrando mis caderas, mientras las manos de Mario se ponen sobre las suyas y ambos tiran enérgicamente de mí en distintas direcciones. Mi cuerpo es vapuleado y yo, no soy más que un títere en sus manos, pero estoy feliz... me encanta como me mueven, como penetran todos mis orificios sin descanso.

                -Ahhhh.... mmmmm... más fuerte.

                Digo sintiéndome poseída, presa de una excitación enorme.

                -Así hermanita... tu culito es mío... mmmm... me encanta follártelo.

                -Voy a correrme... -anuncia Mario y un cosquilleo desciende por mi cuerpo en ese instante.

                -Corrámonos a la vez, estoy a punto...

                Sus palabras me animan y me dejo llevar desatando un desmedido orgasmo. Siento como sus manos se adhieren aún más fuerte a mis caderas y sus cuerpos se tensan, dejándose ir a la vez en mi interior. Sus fluidos corren por mi cuerpo invadiendo el interior de mis muslos.

                Perfecto. Ha sido el orgasmo perfecto.

                -¿Qué Mario, te ha gustado follarte a mi hermana?

                -Ha sido increíble. -Reconoce.

                -¿Y a ti hermanita? ¿te ha gustado que te follemos? lo digo porque tengo ideas para la próxima vez.

                Me echo a reír.

                -¿Crees que habrá próxima vez mocoso?

                -Sí, y no vas a poder negarte. La próxima vez quiero follarte esa boca que tienes hasta correrme dentro. Sabes que no soporto que me llames mocoso.

                Vuelvo a reír y le doy una colleja con tanta rapidez que no logra esquivar.

                -¿Y tú Mario? ¿qué quieres hacer tú con la zorra de mi hermana?

                Sonríe.

                -Me gustaría probar su culo mientras te la come a ti.

                Y así pasamos un rato estupendo, confesándonos posibles fantasías, morbosidades y todo tipo de perversiones sexuales que nadie sabe si algún día llegaremos a realizar.

                Aunque ahora mi prioridad es otra. Estoy deseando encontrarme con Juan y sentir esa enorme polla en ya mi estrenado coño.